Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

I Don't Deserve You por Kris Kuro Angel

[Reviews - 48]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola, hermosuras. Ya sé, años sin actualizar este fic y mi única excusa es que no tenia inspiración y que me concentré en el otro fic. Sorry

Me propuse terminarlo, incluso creo que no le queda mucho para el final.

Espero que lo disfruten y no quieran matarme por dejar abandonado tanto tiempo.

Nos leemos el año que viene, no es mentira XD Nos leemos pronto (eso espero)

 

El enamorarse de Hanamiya Makoto fue el peor error que Reo cometió. Quizás fue muy ingenuo, muy ciego, se dejó engatusar por la falsa dulzura de aquel hombre. Él era un chico pobre, sus padres habían muerto y nadie se ocupó de él, salvo por una anciana a la que tuvieron que internar en una clínica debido a su avanzada edad. No tenía a nadie.


 


Makoto se aprovechó de eso, de su soledad e ingenuidad. Le había hecho creer que lo amaba y que iban a vivir juntos pero no fue así.


 


El primer desconocido que entró a aquella descuidada habitación había pagado una gran cantidad para estar con él, era un fajo de billetes muy grande pero para Makoto no era suficiente. El hombre le dijo que debía soportarlo, que si lo amaba como decía hacerlo debía abrirse para todo aquel que entrase allí.


 


Reo sintió asco, dolor, pero amaba a Makoto y por él era capaz de soportarlo. Que idiota había sido, si tan solo se hubiera dado cuenta que Makoto no lo amaba se habría ahorrado tanto sufrimiento.


 


La última vez que lo vio con vida fue el peor de sus recuerdos. Llevaba una maleta llena de billetes, según él era lo que Reo valía.


 


—¡Makoto, no me dejes! —lloró aferrado a su pierna—. ¡No puedes dejarme aquí!


 


Makoto lo golpeó con su puño, mandándolo al suelo.


 


—Reo, ¿en serio eres tan tonto? ¡Solo te usé! —exclamó burlón—. Solo sirves para abrirte de piernas tan rápido como una puta, así que te estoy dejando donde perteneces.


 


—N–No… yo no soy…


 


El hombre de cejas pobladas lo sostuvo de la mandíbula, enterrando sus dedos dolorosamente en las mejillas de Reo.


 


—Claro que eres una puta, Reo. ¿Quién se enamoraría de una puta como tú?


 


Lo arrojó al suelo y se fue. No volvió a saber de él hasta que vio las noticias, al parecer se había metido en un negocio turbio y lo habían asesinado como pago. A Reo no le importó, ya nada le importaba. Una escoria como él no merecía ni una lágrima suya.


 


Para su sorpresa, la vida en el burdel no era tan mala. Nijimura era bueno con él, los otros chicos lo trataban con amabilidad y tenía una habitación propia. Quizás era más de lo que en su vida tuvo y, por más desagradable que fuera, se había acostumbrado a su trabajo. Pensó que su vida seguiría así, tan monótona pero a la vez tranquila (en lo que cabía decir esa palabra).


 


Nunca se imaginó que la llegada de Kuroko a su vida lo trastocara tanto, solo bastaron unos días para que su convicción de no volverse a enamorar cambiara. Quizás fue su fragilidad, la condición muy parecida a la suya o esos bonitos sentimientos que le profesaba.


 


Trató de convencerse de no sentir nada por el pequeño peli celeste, lo intentó tantas veces pero no pudo. Y quizás era un suertudo porque Tetsuya le correspondía, lo amaba tanto como para importarle poco los golpes de su padre o sus amenazas. Lo amaba tanto como para quedarse a su lado aun sabiendo que Reo era un prostituto, aun sabiendo que su relación probablemente no tenía un futuro.


 


Ahora, ¿a dónde había ido a parar ese amor?


 


Reo observaba la taza vacía frente a él, ya había acabado su té pero se había sumergido tanto en sus recuerdos que no se permitió ponerse de pie y devolver la taza al fregadero.


 


—Te noto pensativo —la voz de Nijimura hizo que elevara su mirada a donde estaba. El hombre se sentó frente a él, lo observó con esos ojos fríos que poseía—. Deberías estar descansando —Reo volvió a agachar su cabeza al recordar la razón por la que no podía estar tranquilo—. Reo…


 


—Tetsu–chan esta embrazado.


 


—Oh. Debo felicitarte, entonces…


 


Reo negó, su corazón dolía por la cruel realidad.


 


—No es mío, es de Akashi Seijuro.


 


Nijimura se quedó en silencio procesando lo que acababa de decir Reo, por un momento creyó que era una broma pero no fue así. Soltó una carcajada amarga, rota. Llevó una mano a sus ojos tratando de controlar las finas lagrimas que corrían por sus mejillas, Reo lo observó entre sorprendido y confundido.


 


—¿Nijimura… san?


 


—Lo hizo otra vez —dijo en medio de esa carcajada, con los ojos empañados por las lágrimas—. Los Kuroko siempre hacen lo mismo…


 


—¿A qué te refieres? —Reo contempló como Nijimura escondía su cara entre sus manos—. Di algo, Nijimura–san.


 


—Kuroko Chihiro —dijo—. El padre de Tetsuya y yo tuvimos algo antes de que él naciera, no terminó bien —suspiró, intentó recobrar la voz—. Fue mi culpa, lo acepto, pero pudimos haber arreglado nuestros problemas.


 


—Pero el padre de Tetsu–chan…


 


—Se casó con otro hombre, alguien a quien odiaba. Ese hombre me prometió sacarme de aquí pero no lo hizo. Quise vengarme de él destruyendo lo que más amaba —rió nuevamente, una risa vacía—. Yo era el tercero en esa relación, hice que terminaran y Chihiro se quedó conmigo pero no por mucho… lo descubrió…


 


Reo lo miró con asombro. Su mente rebobinó a los primeros meses en que Tetsuya estuvo a su lado, el rechazo sin razón alguna de Nijimura. De pronto llegó la aceptación, la extraña adoración de Nijimura por Kuroko que nunca le gustó.


 


Se acercó a su Madame, al hombre que lo ayudó por tanto tiempo y ahora estaba rompiéndose frente a él. Lo tomó entre sus brazos brindándole algo de confort, aunque sabía que no lo haría.


 


Reo tomó una decisión entre el dolor de la perdida y el dolor ajeno, él nunca dejaría a Tetsuya. Aunque el mundo se opusiera, aunque el hijo de su peliceleste fuese de Akashi, él se quedaría con Kuroko para siempre.


 


 


******


 


 


Tetsuya se encontraba en su habitación leyendo un libro, quería deshacerse de sus pensamientos y problemas por un momento pero no lo conseguía. Todo giraba en torno a Reo, a Akashi, a sus padres y su bebé. Su pelirrojo sabía que algo lo aquejaba, que no se sentía a gusto con su cercanía y temía que todo se debiera a Reo.


 


Tetsuya no quería causar más problemas, no quería preocupar a nadie pero, de igual forma, lo hacía.


 


Dejó su libro de lado, se puso de pie y abandonó la habitación. Se sentía asfixiado. Akashi estaba trabajando y su madre estaba en su habitación, probablemente descansando. Sus pasos lo llevaron hasta ella, necesitaba una voz tranquilizadora en medio de tantos problemas.


 


Tocó la puerta y escuchó la voz de su madre diciéndolo que entrara. La encontró sentada en el borde de la cama, acariciaba su prominente vientre mientras observaba un álbum de fotos.


 


—Mamá, ¿Qué haces? —inquirió acercándose a la mujer, tomando asiento a su lado y observó lo que ella miraba tan embelesada.


 


—Cada día vas pareciéndote más a Chi–san —dijo la mujer.


 


En el álbum pudo ver varias fotos de su padre en una edad similar a la suya, también estaba allí su otro padre, Kaoru y Akiyoshi. Se veían muy jóvenes, felices. Estaban en una reunión, sus padres tenían una copa de vino en sus manos y brindaban.


 


—Akiyoshi estuvo muy molesto ese día —recitó la mujer de forma suave, casi con pesar—. Él pensaba que ningún hombre se merecía a Chi–san por más fortuna que poseyeran, todos se le hacían menos… pero estaba muy enamorado y nadie podía interponerse en un amor tan grande. Imayoshi–san lo hizo tan feliz que no había duda que era el indicado para él.


 


Kuroko recordaba a sus padres felizmente enamorados, la forma en como su padre Chihiro sonreía con la llegada de su otro padre. Cada vez que Shoichi llegaba, se quitaba los zapatos, el saco y los lentes, ambos se abrazaban como si fuesen siglos desde la última vez que se vieron; aunque solo transcurrieran horas. Nadie podía dudar que se amaban, que se deseaban con locura.


 


—Mis padres se amaron hasta el final… —susurró Tetsuya.


 


—Si eso hubiese ocurrido siempre, creo que nada de esto estaría pasando.


 


—¿Madre…?


 


—Antes de casarme con Akiyoshi, Chi–san llegó a mi casa llorando. Me dijo que iba a romper su compromiso, que se iba de la ciudad y probablemente del país. Nunca lo había visto de esa manera.


 


—¿Qué sucedió para que mi padre decidiera eso?


 


—No quiero que pienses mal de Chi–san, ni de Imayoshi–san, todo pasó por un error que cometieron —Kaoru suspiró, era tan difícil hablar de eso pero sabía que tarde o temprano Tetsuya debía conocer la verdad—. Chi–san tenía un amante, quien también resultó ser amante de Imayoshi–san.


 


A Kuroko se le cortó la respiración por un momento, se sintió enfermo de repente. ¿Sus padres compartieron un amante? ¿Se iban a separar por su causa? Era inconcebible en su cabeza que eso sucediera.


 


—Pero ellos…


 


—Imayoshi–san fue a buscarlo al otro día, se disculpó con él debidamente y prometió que nunca volvería a serle infiel. Fue tan conmovedor que me hizo llorar, puedo dar fe de que él cumplió su promesa —se apresuró Kaoru a contestar—. Quizás fue necesario que eso pasara para demostrar que ambos se amaban más que a nada en esta vida y tú llegaste para engrandecer esa felicidad, Tetsuya. Nunca dudes que ellos te amaron con toda su alma.


 


Tetsuya asintió. Continuaron hablando, recordando cosas del pasado, cosas que Kuroko no recordaba con claridad. El álbum fotográfico le mostraba momentos felices, momentos en familia que nunca se debieron perder.


 


Kauro miraba a Tetsuya de vez en cuando, cada uno de sus rasgos se asemejaba cada vez más a los de Chihiro y eso le resultaba un alivio. No sabía que tan malo resultaría si en su lugar se pareciera más a su otro padre. Aún estaba fresca en su mente la promesa que le hizo a su amigo peli plata.


 


—Chi–san, dime la verdad, ¿el bebé es de ese hombre?—exigió saber alterada por la actitud paranoica de su amigo.


 


Aún si lleva o no su sangre, este niño es de Imayoshi Shoichi, ¿entiendes, Kaoru? Cualquier persona que lo pregunte, debes decirle eso. Promételo.


 


Está bien, lo prometo. Pero aun quiero saber de quién es el bebé.


 


No lo sé. Quiero que sea de mi esposo y de nadie más, no deseo que mis errores del pasado persigan a mi hijo. Voy a hacer una prueba de ADN cuando nazca, independientemente del resultado, Shoichi prometió no abandonarme.


 


Aun ahora, ella no iba a decir una palabra sobre las dudas de Chihiro ni la existencia de esa prueba de ADN. Tetsuya no merecía sufrir más de lo que ya lo hacía.


 


 


 


 


 


Tetsuya decidió salir a visitar a sus amigos, estar tanto tiempo encerrado con sus pensamientos iba a volverlo loco. Kagami lo fue a dejar a casa de Kise pero se retiró rápidamente para atender un asunto importante que le ordenó Akashi.


 


—¡Mira qué bonito! —Takao señalaba un traje de bebé color rosa entre sus manos, un regalo de su padre—. Mi papá tiene buen gusto.


 


—Es para su nieto, así que debe escoger lo mejor —dijo Kuroko a la extraña pareja que se sonrojó furiosamente—. Oh, vamos. Es obvio que mi sobrina va a terminar llamando a Takao "papá".


 


—Bueno... ¿para qué negarlo? —Kise se encogió de hombros observando a un muy sonrojado Takao.


 


—P–Pues sí, yo voy a criarla —afirmó Takao sacando unos zapatitos y sonriendo con ternura—. Para mi es mi hija, tenga o no mi sangre.


 


Kuroko observó a sus amigos con una tierna sonrisa, la vida parecía estar dándoles una segunda oportunidad y eso era algo hermoso de contemplar. Inevitablemente vio como Kise acariciaba su abultada barriga y se aventuró a preguntar ese algo que le carcomía la curiosidad.


 


—Kise–kun... ¿Aomine–san ha vuelto a buscarte?


 


El rubio y Takao parecían incomodos con la pregunta, guardaron silencio unos segundos hasta que Kise pudo contestar.


 


—Lo hizo... poco después de que Takao se mudara definitivamente —informó Kise—. Llegó aquí pidiendo una segunda oportunidad, pidiendo perdón. Casi me convence.


 


Kise podía recordar claramente la figura del moreno frente a su puerta, su fuerte voz y las palabras dichas.


 


—Kise, sé que he sido un idiota y cometí un grave error pero puedo redimirme. Quiero estar junto a ti y nuestro hijo, por favor —dijo el moreno al borde de la desesperación.


 


—Aomine, no puedo aceptar eso... —fue su respuesta y pudo ver el asombro en el rostro del policía—. Me rompiste el corazón, me engañaste, no supe de ti en estos meses y vienes aquí como si nada. No, no puedo simplemente aceptarte, ni siquiera por mi hija.


 


—¿Es una niña? —pudo ver un sonrisa asomarse en los labios de su ex, y supo que aun dolía la herida que le dejó—. Tendré una hija...


 


—Sí, es una niña —contestó tajante—. No voy a prohibirte verla, eres su padre, pero no creas que por ello tendrás derecho sobre mí.


 


—Kise, aun te amo...


 


—¡No mientas! —gritó sin querer—. Me engañaste, me usaste, no me esperaste. Si me amaras realmente no te habrías enredado con otro tipo ni te habrías desaparecido como lo hiciste. Mírame —le ordenó y el moreno obedeció—, por un momento pensé que moriría de amor por ti pero estoy bien, no me permití hacerlo y las personas a mí alrededor no lo permitieron. Yo he avanzado sin ti, he pasado la página, mi hija no se merece a un padre triste y preocupado porque no puede confiar en si su pareja le es fiel.


 


—Kise, sé que hice cosas desagradables y desleales pero eso no quiere decir que nuestra relación se vaya por un tubo.


 


—Eso debiste pensarlo antes de engañarme. Te amaba, Aomine, más que a nadie en esta vida y me entregué a ti pese a mis inseguridades —tocó su vientre y suspiró—. Debiste haberte ido cuando te enredaste con él.


 


—No lo quiero a él, te quiero a ti —dijo y se arrodilló tomando por sorpresa al rubio—. Kise, perdóname. Dame una oportunidad.


 


Kise dudó una fracción de segundo pero la imagen de alguien que siempre ha estado para él apareció, llenó cada espacio de su mente y corazón, y supo que no había marcha atrás ni segundas oportunidades.


 


—Lo siento... pero ya tengo a alguien más...


 


Lo siguiente fueron lluvias de improperios y reclamos hasta que Kise, harto de todo, lo empujó fuera del departamento y cerró la puerta en su cara.


 


—Lo siento —dijo Kuroko apenado por lo que pasó.


 


—No tienes que. Es algo que inevitablemente tenía que pasar, Kurokocchi —dijo el rubio.


 


—Creo que al final todos nos equivocamos con nuestras ex–parejas —comentó Takao.


 


—Pero siempre existen las segundas oportunidades, ¿no es así, Kurokocchi? —inquirió Kise—. Akashi-kun te trata bien, es un buen hombre y quiere a tu bebé aunque no sea el padre biológico. Creo que la vida te está sonriendo otra vez, igual que a mí con Takao.


 


—También te amo, bebé —anunció Takao con sus mejillas infladas y sonrosadas.


 


—Sí. Creo que debo rehacer mi vida —dijo Kuroko pero no se sentía capaz de hacer, aun en su mente y corazón Reo estaba presente.


 


Luego de un rato donde hablaron de todo un poco sobre sus vidas y el futuro, Kuroko decidió marcharse y dejar a la feliz pareja disfrutar de su tiempo a solas. Aun pensaba en las palabras de Kise, en lo pesadas que se sentían en su corazón. Él no podía deshacerse totalmente de su pasado, no cuando pensaba que Reo merecía ver a su hijo.


 


Miró su reloj esperando por Kagami, últimamente Akashi lo necesitaba para muchas cosas y Kuroko casi no podía disponer de él. El auto de su guardaespaldas se estacionó pero algo llamó la atención de Kuroko, las manijas de ese auto eran negras mientras que las del auto de Kagama eran plateadas.


 


Su aliento se cortó al ver una figura conocida descender de él.


 


—Reo–kun... —el pelinegro lo envolvió en un fuerte abrazo, lo endulzó con palabras de amor y lo besó como si no hubiese un mañana. Kuroko se sintió como en un sueño, como so regresara en el tiempo antes de que toda esa locura se desatara.


 


Estaba casi aletargado cuando Reo lo hizo subir al auto, sus sentidos apenas estaban alerta cuando el auto se puso a andar.


 


—¡Espera, Reo–kun! ¿A dónde me llevas? —preguntó consternado al ver la carretera diferente a su camino usual. El pelinegro no respondió y siguió conduciendo—. Reo... por favor, llévame a casa.


 


—No puedo hacer eso, Tetsu–chan. No voy a regresarte a los brazos de Seijuuro, tú eres mío y de nadie más —declaró colocando su mano en el muslo del peliceleste.


 


—N–No. Reo–kun, no te pertenezco... no de esta manera...


 


—¿Entonces de qué manera? —su mano de deslizó de arriba a abajo lentamente—. ¿Cómo puedes ser mío, Tetsu–kun?


 


Kuroko lo miró con tristeza. Tomó su mano y entrelazó sus dedos con los de Reo, besó su dorso con devoción.


 


—Yo te amo, Reo–kun, pero no soy un objeto. Tengo sentimientos, ideas propias. Tengo derecho a elegir —le dijo con la voz rota—. ¿Por qué no entiendes que quiero mantenerte con vida y a salvo? ¿Por qué no entiendes que todo lo que hago es por tu bien? ¿Por qué... Me hiciste daño?


 


Reo detuvo el auto abruptamente, no fue consciente de que estaban ya fuera de la ciudad hasta que solo habían arboles a su alrededor. Kuroko sintió el peso del silencio asfixiarle.


 


—Nunca quise dañarte... pero me cegué, quise hacer que te quedaras a mi lado y solo se me ocurrió usar mi cuerpo... Tetsu–chan —el pelinegro se inclinó sobre el cuerpo de Tetsuya, tomó su rostro y lo besó lento, pasional, emotivo. Un beso como hace mucho no se daban—, te amo... tanto que me está matando. Yo también quiero protegerte, estar a tu lado y sostenerte cuando te derrumbes. Ser tu apoyo en los momentos difíciles y me da tanta rabia saber que otro ocupa ese lugar que tanto anhelo.


 


Besó nuevamente a Kuroko, lento y profundo.


 


Gruesas lágrimas abandonaban los ojos del peliceleste al comprender la magnitud de sus errores y sus decisiones. Colocó sus manos sobre el pecho de su amado y lo empujo suavemente para poder separarse.


 


—Perdóname, soy de lo peor... Yo debí... debí confiar en ti, debí permitir que me apoyaras pero... pero fui egoísta y dejé que todo se saliera de control... Me acosté con Akashi sin pensarlo bien... pensé que el dolor y mis preocupaciones se irían... que él me ayudaría con mi hijo... —observó el dolor en el rostro de Reo, cada una de sus palabras lastimaba a su pelinegro—. Perdóname, mi amor... Perdóname por todo el daño que te causé.


 


Las lágrimas salieron copiosas de sus ojos. Quiso gritar su dolor, ese que le asfixiaba desde hace mucho pero Reo lo calló con una caricia en su mejilla.


 


—Ya te perdoné, mi Tetsu-chan —dijo para luego besarlo.


 


Tetsuya se dejó llevar, bajó sus defensas y se entregó al apasionado beso. Metió sus manos dentro de la ropa de Reo, acarició su tersa piel con descaro. Sus instintos tomaron el control. Reo se cirnió sobre él mientras bajaba sus pantalones y besaba su cuello, en ese punto no tuvo caso resistirse.


 


Reo tomó el control, separó las piernas de Tetsuya colocándolas a cada lado de su cadera. Con una respiración profunda, entró de una estocada. Tetsuya gimió y fue una dulce melodía para sus oídos, tanto tiempo sin escucharlo gemir de esa manera estremeció su cuerpo completamente. Lo embistió fuerte, certero, placentero. Sus cuerpos se movían con tal violencia que el auto se estremecía por la fuerza que ejercían.


 


—Mío... Mi Tetsu-chan... Mío por completo... —susurraba Reo mientras mordía y marcaba el cuello del peliceleste.


 


—Tuyo... ¡Ah, Reo!


 


Kuroko se aferró a la espalda del pelinegro, clavó sus uñas en esta y gimió alto el nombre de su amado mientras se corría. Nunca pensó que volvería a sentirse así de bien con Reo, sentir las estrellas introducirse bajo su piel y danzar emocionadas. Lo abrazó fuertemente antes de separarse para limpiarse y acomodar sus ropas.


 


—Reo-kun, sigo sin creer que sea buena idea huir.


 


—Aun si no es una buena idea, no quiero dejarte solo con Akashi... —antes de siquiera poder terminar de hablar vio como varios autos los rodearon—. Nos alcanzó.


 


—No... No es Akashi-kun... —dijo con la voz temblorosa y una expresión de terror absoluto—. Es mi padre...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).