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Vulpes por Katja Kitayima

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Notas del capitulo:

¡He regresado! :)
En verdad lamento mucho la demora (más de 1 mes, lo sé) pero entre trabajo, cursos de capacitación y demás cosas familiares me fue imposible dedicarle el tiempo que hubiese querido; el capítulo ya estaba escrito pero debía revisarlo y darles sus "retoques" para que quedara más o menos decente.
En verdad, muchas gracias a todos los que se tomaron la molestia de dejarme un comentario, realmente me sorprendí muchísimo al ver que esta modesta historia ha tenido una buena aceptación ¡Muchas gracias! ^^

El clima había estado cambiando en las últimas semanas; poco a poco, la temperatura comenzaba a subir para volver más cálido el ambiente y dejar sentir un agradable calor aún bajo las sombras de los árboles. Los campos empezaban a llenarse de flores y el invierno por fin había decidido mudarse para dar paso a la maravillosa primavera.

Kibum despertó de su letargo, estirando su cuerpo graciosamente mientras dejaba escapar un suave bostezo que terminó con una sonrisa. Su cuerpo humano, envuelto en sabanas de seda, giró elegante por la cama hasta quedar de frente a la ventana: el sol ya había salido y era hora de levantarse; Kibum estaba muy hambriento y necesitaba ir en búsqueda de su alimento.

Tres meses habían pasado ya desde la última vez que salió de su guarida. Había decidido permanecer, por lo que restaba del invierno, oculto bajo su techo, en su forma humana para no despertar sospechas y valerse de sus lecciones de alquimia para hacer rendir lo poco que tenía de alimento. Y es que no había querido salir, porque temió toparse con aquel zorro ártico que conoció en las laderas de Viridis; le preocupaba demasiado que ese zorro le hubiese seguido el rastro hasta su escondite.

Realmente nunca supo la razón,  pero esa vez su libido estuvo fuera de su control y su cuerpo se había sentido demasiado raro. Tuvo miedo, de no haber sabido qué hacer o de no haber podido controlar sus sentidos si se hubiese quedado con él.

—Jonghyun... —murmuró repentinamente. El nombre de ese chico seguía gustándole.

Cerró los ojos y lo recordó: la visión del pequeño y atrevido zorro blanco apareció en su mente, aunque ahora ya no era nada más que eso, una quimera más almacenada en su memoria.  Jonghyun ya no representaba ningún peligro para él.

Respiró profundamente y sonrió, acababa de haberse acicalado y quedado impecable con un par de prendas nuevas, cortesía de unos cuantos útiles y sencillos trucos de su magia. Salió de su guarida en busca de algo de alimento, mirando a los alrededores y apeteciéndole retozar un rato entre la maleza fresca de primavera, la estación del año que más disfrutaba.

"Quizás después,  por ahora necesito comer. ¡Muero de hambre!"

Se dijo, finalmente transformándose en el elegante zorro rojo y listo para comenzar su cacería.

Ese sí era él,  se sentía lleno de energía y vigor ahora en su faceta de zorro macho; su periodo más difícil había pasado y estaba listo para seguir adelante y disfrutar de las bondades que la naturaleza le otorgaba.

Pasaron algunos días en los que Kibum se dedicó a buscar su alimento y provisiones para el próximo invierno. Por supuesto, estaba planeando quedarse nuevamente dentro de su guarida durante toda la época invernal cuando llegara el momento; la sensación de deseo por apareamiento, debido a las hormonas, era algo que no le había gustado en lo absoluto y prefería evitarlo, aún si tenía que ir en contra de su propia naturaleza y de su instinto.

Había estado demasiado ocupado y distraído, inmerso en su tarea de buscar algunas plantas para sus trabajos de alquimia, que no percibió que alguien se había aproximado a él lo suficiente como para tomarlo por sorpresa para algún ataque. Kibum era un mago muy astuto y ágil, sin embargo, esta vez fue demasiado tarde para cuando el extraño saltó justo frente a él y lo atrapó...

—¡¡¡KIBUM!!!

El grito le llegó hasta lo más profundo de los nervios, poniéndole los pelos de punta y obligándolo a brincar involuntariamente debido al susto. Casi gritó, quiso hacerlo, pero se contuvo cuando ante sus ojos halló al zorro ártico aquel que había movido su mundo hace tres meses.

No, al zorro no, más bien a la forma humana del mago del hielo, a Jonghyun.

El rubio mantenía en sus labios la misma sonrisa descarada que le había dedicado la primera vez que se vieron. En realidad se veía impresionante, no había cambiado en nada a pesar del tiempo y de la temporada en que se encontraban. Lucía como ese entonces, radiante y alegre, y el brillo de sus ojos grises se había mantenido reluciente y atrayente.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, cruzándose de brazos, indignado— estos no son tus terrenos...

—¡Me da tanto gusto verte! —interrumpió. Más que un zorro, lucía como todo un perrito juguetón.

Jonghyun se le terminó por acercar con la clara intención de darle un gran abrazo, pero Kibum lo rechazó. Sin nada de disimulo se apartó en el momento en que el rubio había extendido ya los brazos, esperando para ser aceptado. Y Jonghyun sólo sonrió apenado, comprendiendo que tal vez había actuado demasiado efusivo, pero es que en verdad estaba muy feliz de volver a ver al hermoso zorro rojo en su forma humana.

A Kibum le recorrió la espalda un escalofrío y la sensación como de mariposas en el estómago se hizo evidente. No lo entendía, se suponía que ese zorro no debía causar ya nada en él. No estaba en su periodo de apareamiento, ni él ni Jonghyun, no percibía ningún olor a hormonas, entonces ¿Por qué se había puesto tan nervioso cuando se acercó para intentar abrazarle?

—Kibum... —se dirigió a él con algo más de seriedad— ¿por qué te fuiste aquella vez? ¿es porque somos magos enemigos y no debes tener tratos conmigo? —no pudo evitar reír ante lo absurda que le parecía la idea de una disputa histórica entre magos.

—No es eso.

Kibum giró el rostro cuando sintió la mirada del otro embargarle los sentidos; quería evitar contacto directo con él.

—¿Entonces por qué huiste? te estuve buscando durante todo el invierno, hasta hace unos días que por fin te encontré.

—Espera un momento… ¿cómo es que me encontraste? —cambió de tema, aprovechando que el rubio lo había sugerido.

—No fue difícil —sonrió apenado— seguí tu olor, es inconfundible, es... especial.

En ese momento, al escucharlo hablar con tanta solemnidad, sintió su corazón latir profundo y con rapidez, como si de repente éste hubiera descendido desde su pecho hasta su estómago en caída libre. En sus adentros, una reacción química, agradable y placentera, le puso sobre aviso de que algo había sucedido, que algo había perturbado su tranquilidad y estaba por irrigarse a todo su cuerpo en una suave y relajante explosión.

—Eso es un gran problema con los depredadores... —dijo a modo de burla.

—No te preocupes por eso, yo voy a protegerte de todos ellos.

Jonghyun lo dijo como primera cosa que se  vino a la cabeza; ni siquiera lo pensó, pero era algo que le había nacido desde lo más hondo de su ser, y cuando se percató de ello, su temperatura corporal se incrementó agolpándose en su rostro y haciendo que el pelirrojo reaccionara de manera curiosa: sus mejillas crecieron por la sonrisa nerviosa que esbozó, su labio inferior fue presa de sus dientes afilados, generando un silencio cautivante que se dio entre los dos magos.

“Es cierto, te prometo que voy a cuidar de ti”

Las miradas de ambos en esa ocasión habían sido más que suficiente, y mejor que las mil palabras que hubiesen podido salir de sus bocas para expresarse. Kibum se había sentido como en las nubes, blancas y suaves como el pelaje del zorro ártico; Jonghyun era prácticamente un manojo de fuego en el interior, demostrándolo con cada parte de su piel sonrojada cuando Kibum le sonreía.

Algo nació ese día, algo que se había estado gestando desde la primera vez que sus narices percibieron el aroma del otro.

 

Y curiosamente, después de ese día, el zorro rojo y el zorro ártico se volvieron inseparables. Por alguna razón, a Kibum parecía ya no molestarle el hecho de que Jonghyun estuviera cerca de él, que le mirara, que le sonriera, que le hablara y riera con ese profundo tono de voz que le causaba escalofrío, incluso, que le tocara a modo de juegos y bromas cuando corrían entre la maleza de Viridis persiguiéndose entre ellos.

El vínculo entre esos dos magos tan opuestos comenzaba a crearse como una estrecha amistad, a pesar de las diferencias y de los modos de vida que la naturaleza les había asignado.

Frecuentemente salían juntos de caza, buscando alimento para subsistir o para llevarlo a sus guaridas; se pasaban largas horas caminando por las veredas del bosque de Viridis, explorando y conociendo nuevos lares en toda la zona. También aprovechaban para practicar un poco sus técnicas de magia, o, simplemente, para jugar y descansar un buen rato en compañía del otro. Jonghyun y Kibum charlaban de todo, de ellos, de sus vidas como especies  antagónicas, de los peligros de los depredadores y de un sin fin de cosas que nunca terminaban. Prácticamente cualquier cosa era motivo de pláticas, siempre tenían una opinión acerca de ello y les gustaba escucharse y acaparar la atención para ser el primero en hablar.

Jonghyun, a pesar de haber nacido y vivido en Glacies, pasaba la mayor parte de su tiempo fuera de ese lugar, buscando refugios en las zonas aledañas y soportando incluso las altas temperaturas que el verano traía consigo, todo sólo por estar cerca de Kibum. Era contrastante, el clima ártico al que estaba acostumbrado y el ambiente de sol y calor al que ahora estaba sujeto. Y aquello no era algo que le causara conflicto alguno, pues cuando estaba con Kibum se olvidaba de todo y su mundo se volvía por entero el hermoso zorro rojo; no importaba a dónde fuera, Jonghyun siempre le seguía para estar juntos y Kibum jamás lo despreció.

Empero, a veces Jonghyun solía no venir por días enteros, el calor al que estaba expuesto afectaba su cuerpo y organismo por no estar acostumbrado a ello; su grueso pelaje, que guardaba la temperatura corporal en el clima frío, era el que le sofocaba hasta hacerle llegar a su límite y no poder más con la fatiga, razón por la cual regresaba a Glacies durante algunos días para descansar y recuperarse. Y eran, precisamente esos días, en los que Kibum lo extrañaba más, al grado de no querer salir de su guarida hasta el día en que su compañero de juegos regresara.

En realidad, lo echaba mucho de menos, más de lo que quería aceptar.

Kibum pasaba esos días en calma, pero su mente se encontraba siempre en otro lugar; de un tiempo acá había comenzado a desarrollar una atracción hacia Jonghyun que iba más allá de lo que podía intuir como sólo el mero instinto, siendo que ese mago del hielo, en su modo cambia formas era ya un zorro macho adulto, candidato para procrear tanto como él también lo era. El problema era que ninguno se encontraba en su periodo de apareamiento como para tener ese sentido de la seducción; y no había sido el único en sentirlo, pues Jonghyun le confesó, un día en que ambos dormitaban plácidamente junto al río, que se sentía altamente atraído hacia él.

 

“Me atraes mucho, Bummie”

“Eso no puede ser, no estamos en nuestra etapa de celo”

“Lo sé, pero no puedo evitarlo. Hay algo en ti que me seduce demasiado”

 

Y nunca pudo negarlo, le había gustado mucho el que le dijera eso, aún sin que él le hubiese respondido algo al respecto.

Kibum sonrió, recordando el momento en que el mago del hielo se le había —casi— declarado, contempló su enorme sonrisa y los expresivos ojos grises que esperaban por un gesto aprobatorio. Aún sin ponerle un alto o incitarlo a seguir, Jonghyun y Kibum continuaron como estaban, siendo amigos y sin volver a hablar de ello. Pero, por lo menos para Kibum, aquello seguía apareciendo con cada pensamiento que venía a su mente.

 

Tres días después, Jonghyun regresó a Viridis luciendo como su cambiaforma, el pequeño y vivaracho zorro ártico de grandes orejas. En cuanto lo vio venir, Kibum corrió hacia él, brincando y emocionándose por su llegada, retozando a su alrededor y persiguiéndose entre ellos como cachorros en hora de juego. Esa tarde compartieron el alimento que Jonghyun había cazado durante su trayecto, charlaron y rieron hasta que sus estómagos dolieron; últimamente se les había hecho costumbre el permanecer bajo su forma humana mientras se divertían, intercalando a su cambiaformas en ocasiones para hacerlo más interesante.

Estaban felices de reencontrarse tras algunos días de no verse; aún si había sido poco tiempo, para los dos parecía haber sido una eternidad.

A la mañana siguiente Jonghyun ya estaba a las orillas del río, esperando, como todos los días, por  Kibum para ir a jugar entre la maleza. Pasaron la mayor parte del día escondiéndose en la hierba y saltando el uno sobre el otro, mordisqueándose las orejas y finalmente cayendo rendidos bajo la sombra de la puesta de sol.

Jonghyun rió, torpemente en su forma humana mientras permanecía por encima del pelirrojo; usaba sus manos para sostenerse con fuerza y no dejar caer su peso entero contra Kibum. La distancia entre sus rostros era relativamente corta, pero aún así el zorro ártico trataba de mantener el balance y no molestar a su amigo con el peso extra.

Pero Jonghyun tenía que levantarse en ese instante porque su cuerpo comenzó a sentirse extraño, generándole una curiosa sensación cuando observó, directamente, los ojos de fuego del zorro rojo. Eran algo sumamente hermoso y expresivo, la sonrisa que los acompañaba terminó por hacerle dudar de todo su autocontrol.

“Tengo que hacerlo, pero no quiero. Tengo que levantarme... tengo... que... hacerlo...”

Su cerebro dejó de funcionar.

Nada de lo que pasara por su mente en ese instante se comparaba con la sensación de unos suaves labios pegados a los suyos. Kibum le había tomado por la nuca y atraído a su boca para besarle. Así, espontáneo y natural, sin decir ninguna palabra más que la que su rostro expresaba. El beso fue delicado, suave, curioso, todas aquellas cualidades que pertenecían al hermoso zorro rojo.

Jonghyun se dejó guiar por el instinto y correspondió con un toque de sus labios, atrapando los ajenos entre su boca y dejándolos actuar unos segundos. Quiso mirar de reojo al pelirrojo, pero sus párpados se sentían demasiado pesados como para llevar a cabo esa tarea, y es que su cuerpo le estaba diciendo que no, que ni por error se lo permitiría porque en estos momentos estaba pisando la entrada al cielo y más le valía disfrutarlo.

Sólo un par de suspiros fue lo que quedó tras los escasos cinco segundos que había durado el contacto; cinco segundos en los que la mente y el cuerpo del mago del hielo literalmente hirvieron con el calor que el zorro de fuego despedía. Kibum le sonrió con ternura, apenado tras darse cuenta de lo que se había atrevido a hacer, pero notando en su rostro, y en su alma, un enorme alivio.

Ninguno de los dos tenía del todo clara la razón de que todo hubiese sucedido así, sin esperarlo, pero deseándolo desde un tiempo atrás.

Jonghyun rió ligeramente, deslizando la punta de sus dedos por las mandíbulas finitas del pelirrojo; la sensación era demasiado agradable al tacto, creyó que se sentía como cuando los copos de nieve comenzaban a caer ante una nevada en Glacies: suaves, esponjosos y delicados al tacto, muy delicados. Así era la piel de Kibum, así era todo él.

“Bésame, otra vez”

Era todo lo que la mirada del pelirrojo le imploraba en esos momentos; Jonghyun tardó en responder, intentaba clarificar el millón de sensaciones y reacciones químicas que su organismo estaba llevando a cabo.

Bajó el rostro, lentamente, aproximándose al mago del fuego; quería sentirlos nuevamente, quería repetir la sensación de derretirse entre esos labios rosados y perfectamente curveados.

—Jonghyun... —susurró nervioso.

El ruido sordo proveniente de la maleza los alertó, sus cuerpos se levantaron inmediatamente como resorte, observando a su alrededor, buscando el peligro latente que los dos percibieron en cuestión de segundos. Espalda con espalda, cubriéndose y protegiéndose el uno al otro pero sin dejar de prestar atención de lo que sabían pronto vendría hacia ellos.

—¿Depredadores? —preguntó Kibum.

—No, es algo más asqueroso...

Jonghyun señaló a los matorrales, conociendo el tipo de ser que los estaba acechando: allí, a lo lejos, la sombra de una criatura de la obscuridad se hizo presente ante sus ojos. Un ente de la tierra de Caligo, la zona de los depredadores carroñeros, seres que habían descendido vario peldaños de la escala alimenticia para volverse animales enfermos, buscando como enloquecidos carne fresca para aliviar los síntomas de su enfermedad causada por consumir tanta carne en estado putrefacto.

La sombra creció poco a poco y tomó la forma final de un enorme y robusto lobo de la niebla; sus colmillos filosos se asomaban por la boca, hambreado y salivando, y el gruñido que dejó escapar dio la pauta para que comenzara el ataque. Ese lobo los había decidido ya como su presa del día.

Los dos magos se encontraron con la mirada y sus cambiaformas entraron rápidamente en acción, lanzándose directamente contra ese ser que tenía la clara intención de devorarlos de un solo bocado.

 

“¡Está detrás de ti ahora!”

“¡¡¡Va a morderte!!! ¡¡¡Cuidado!!!!”

“Vete de aquí ¡Huye y ponte a salvo!”

“No me iré sin ti”

“Por favor ¡Vete y ponte a salvo!”

“Te dije que no iba a abandonarte”

Notas finales:

Y continuará... :3

Como ya lo había dicho desde el primer capítulo, esta historia tendrá capítulos cortos, pues así estuvo planeado desde el principio, sin embargo, espero que les guste cómo va desarrollándose la historia.

Muchas gracias por leer, nos veremos al siguiente capítulo :)


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