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Noche desaparecida por ZAHAKI

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Notas del capitulo:

Bueno, una semana exacta me llevó. Creo que es una de las pocas veces que cumplo con la publicación de un fic. Lo he leído algunas veces y siempre termino agregándole y quitándole pero la idea original sigue intacta.

Como ya saben: Magi: The labyrinth of magic no nos pertenece (recuerde que lo escribimos dos personas) lo único que nos pertenece es el desarrollo de esta historia.

 

Capítulo II

 Culpable hasta que se demuestre lo contrario

 

Horas posteriores al incidente, Judal se encontraba en el estrado (o como así se habían empeñado en llamarlo los presentes). Sólo estaban en la estúpida sala en donde celebraban las reuniones oficiales con los representantes de cada reino. Ni más, ni menos.

Afortunadamente estaba vestido.

El maldito perro faldero de Sindria se había llevado al mocoso a paradero desconocido, aunque siendo sincero, no podía  importarle menos teniendo a todos los candidatos con los colmillos apuntando a su cuello. O al menos a la mayoría, ya que Kouha no se veía indignado en lo más mínimo por el supuesto ultraje. Supuesto porque el Magi seguía creyendo que había un error, mas no tenía forma de demostrar su inocencia.

Judal por primera vez se declaraba inocente y nadie le creía. ¿No era para morir de risa?

— ¿Alguien me pasa un pergamino y una pluma? — solicitó con su faceta más tranquila mientras recargaba la mitad de su cuerpo sobre la gigantesca mesa— Esto está tan bueno que comenzaré a escribir un libro.

—Yo que tú me ahorraría las bromas, Judal—intervino Sinbad con tono reprobatorio sin ocultar el desdén.  Bah, ¡hipócrita!

Haciendo caso omiso a la petición, se dejó caer de nuevo contra el espaldar del asiento mientras subía los pies a la mesa, moviéndolos con insistencia y exteriorizando su inmenso aburrimiento. Después de todo, nada de lo que dijera cambiaría su condición de aprovechado y mil adjetivos más cortesía del rubio idiota que no paraba de hacer gala de su escaso vocabulario.

—Supongo que no es necesario decir que esto arruina las negociaciones—continuó el rey sindriano con seriedad—. Aladdin es mi invitado y protegido, no puedo dejar que un acto tan ruin quede en el olvido aunque sea el Magi de su Imperio.

En respuesta, volvió a rodar los ojos. Ellos habían sacado sus conclusiones y para toda Sindria y Kou, había intimado con el mocoso. No, era más correcto decir que se había aprovechado de él. Por otra parte, no tenía recuerdos de la noche anterior, pero dentro de un plano lógico, no se veía  a sí mismo abusando de ese enano. Al menos no en el sentido sexual. Su cuerpo tuvo un estremecimiento involuntario con la imagen mental que en realidad eran siluetas borrosas y colores mezclados, algo completamente imposible de divisar más por lo ridículo del asunto que por verdadero reproche a tan indecente acto.

—Comprendo su indignación—replicó Koumei con su infinita calma. Ese tipo no se alteraba con nada y Judal no sabía si agradecerle o sentir pena por sí mismo teniendo un defensor tan entusiasta—. Nosotros nos sentimos igual, pero creo que aún podemos llegar a un consenso si nuestro Oráculo toma responsabilidad.

— ¿Ah?

— ¿A qué te refieres? —el primer príncipe del Imperio ni siquiera se tomó la molestia de oculta su desconcierto.

—A eso voy. Tengo entendido que en Sindria se practica el matrimonio sin discriminación de géneros.

Parpadeó un par de veces antes de dejar los ojos completamente desplegados en dirección al segundo príncipe. Tenía que haber escuchado mal porque eso no podía ser más que una broma de mal gusto. Judal observó de hito en hito esperando una respuesta, una reacción, una queja, ¡Maldita sea, lo que fuera! ¡De ser posible una guerra por tan absurda propuesta!, pero nadie se movió. El único que parecía lo suficientemente consternado era el rubio inútil que apretaba las manos a sus costados.

— ¡¿Acaso se han vuelto locos?! —Exclamó azotando la silla a su espalda hasta estrellarse contra una de las paredes— ¡¿Se les olvida que es un maldito mocoso?!

—Pero en nuestro Imperio se acostumbra a casar a nuestras princesas muy jóvenes, Judal—acotó Kouha con tal pertinencia que a él no le quedó otra opción más que gruñir exasperado sabiendo que era verdad.

—Sin embargo eso no exenta el hecho de que un crimen fue cometido en mi palacio—la voz de Sinbad se alzó con neutralidad—. Y para aceptar ese acuerdo tiene que estar presente la parte agredida.

— ¡Con una mierda!  ¡Ni siquiera recuerdo si lo hicimos!

—No hace falta que verifiquemos un acto tan infame—cercenó tajante el rey de los siete mares —. Por el bien de nuestras relaciones y nuestra gente, la decisión se tomará una vez comprobemos el estado de Aladdin.

—Estoy de acuerdo—habló Kouen con serenidad—. Entonces podemos dar por terminada esta sesión.

— ¡NO! — Judal estampó sus manos en la mesa. ¿Por qué no los mataba a todos y terminaba con ese asunto? No pudo proferir su amenaza porque la voz de Kouha interrumpió sus pensamientos homicidas.

—No te preocupes Judal, si realmente eres inocente Aladdin lo dirá. Mientras se toma un veredicto, supongo que puedes probar tu inocencia.

El Magi se limitó a fruncir el ceño mostrando unas pronunciadas montañitas en su entrecejo, pero terminó asintiendo cruzándose de brazos. Kouha lo celebró con una palmada al aire sin molestarse en ocultar su flagrante emoción.

 

En otra parte del palacio; un poco lejana de donde estaba siendo efectuaba la reunión, Ja’far esperaba con impaciencia a que una puerta se abriera. Su nerviosismo era tal que su pie golpeaba el suelo a un ritmo increíblemente veloz, tanto, que seguramente ya había agrietado el piso de mármol. Aquella larga espera cesó finalmente cuando la puerta se abrió y un hombre le dejó pasar. Por supuesto que lo primero que hicieron, al saber el desagradable acontecimiento, fue llamar al doctor que se encargaría de cuidar y verificar el estado de Aladdin.

— ¿Cómo está? ¿Qué pasó? —Preguntó enseguida al señor, pero tampoco le dejó contestar porque el consejero de inmediato entró a averiguarlo por sí mismo— ¡Aladdin!

—Hola, Ja’far —saludó el niño sentado desde una cama y junto a él había una joven, la asistente del médico, quien guardaba distintos instrumentos recientemente utilizados.

— ¿Cómo te encuentras? ¿Todavía te duele? —Ja’far se acercó al pequeño, agachándose para quedar a la altura de éste. Se sintió un poco más aliviado porque se veía en mejores condiciones que cuando lo llevó hasta ese lugar, el joven Magi no había podido pararse con naturalidad y mucho menos caminar correctamente cuando logró levantarse de la cama. El sólo recordar eso le daba más ganas de matar a Judal.

—Un poco —respondió Aladdin—, pero me dieron algo para eso. Una…

—Era una medicina —dijo la señorita—. Hará que te sientas mejor en poco tiempo.

— ¿En serio? —Ja’far no se molestó en disimular su escepticismo.

—Sí, ya no necesito que me cargues, Ja’far —Aladdin se bajó de la cama y se paró con total equilibrio—. Debería ir a buscar a Alibaba, él no se veía muy contento… De hecho, nadie lo estaba, ¿pasó algo malo?

—Eh… Mejor ve por Alibaba y yo te alcanzo, el rey después querrá verte también. Hablaré un poco con el médico para saber cómo cuidar ese dolor tuyo.

Aladdin asintió y salió de la habitación. En ese instante, el general se dio un momento para suspirar mientras se incorporaba para encarar al médico. Éste le diría la verdad sobre el estado del niño y sería demasiado difícil de afrontar. Aladdin era un chico fuerte, un Magi, pero seguía siendo demasiado pequeño para todo lo que le había hecho ese bastardo.

— ¿Qué tan grave fue? —preguntó con seriedad una vez se hubo retirado el niño. El doctor se cruzó de brazos, pensativo, como si buscara las palabras correctas para explicarle.

—Es un niño demasiado pequeño —comenzó y ya de entrada esas palabras no le gustaron a Ja’far—. El estado en el que lo encontraron indicaba que había consumido cantidades no recomendables de alcohol para alguien tan joven.

— ¿Qué? —susurró el consejero sin poder creerlo y sintiendo cómo sus dientes se iban apretando poco a poco por la furia.

—Así es —asintió el hombre—. Además, existe la posibilidad de que haya ingerido otro tipo de sustancia, una del tipo alucinógena o estupefaciente—enfatizó con gravedad mientras se acomodaba los lentes y leía lo que Ja’far interpretó como el reporte del joven Magi—. La combinación del alcohol con estos componentes dan como resultado el estado que usted vio más la falta de memoria. El jovencito aseguró que no recuerda nada de lo que sucedió la noche pasada, ni haber bebido o cómo su cuerpo acabó tan maltratado.

Como era de esperar, Ja’far ya no fue capaz de oír más, simplemente explotó. Había aprendido a ser muy educado con los años, pero en ese instante gritó una grosería tan fuerte que seguramente lo habían oído hasta en el Imperio Kou. Salió como un vendaval de la habitación dejando al médico con más palabras en la boca, pero con lo que le dijo bastaba para que deseara matar al hijo de puta de Judal.

No supo cómo cruzó el palacio tan rápido y ya estaba pateando la puerta de la sala de reuniones mientras echaba humo prácticamente. Divisó entre los presentes a su objetivo y con pasmosa velocidad sus armas estaban peligrosamente entre sus dedos, dirigiéndose al que buscaba. Sin embargo y para su decepción, antes de efectuar un buen ataque Sinbad lo detuvo. En otra época, cuando era asesino, quizás hubiera actuado con más cautela y sin dejarse llevar por los sentimientos, pero esta vez la cólera había nublado su buen juicio.

— ¡Suéltame! —Le rugió a Sinbad olvidándose de cualquier protocolo real— ¡Lo mato, esta vez sí que lo mato!

— ¡Basta, Ja’far! —el fuerte tono de su rey fue suficiente como  para detener su ofensiva unos instantes— ¡Sólo complicarás más las cosas!

— ¿Complicar? ¿Yo? —Se giró enviándole una mirada indignada al rey—. Ese inmundo pedazo de mierda —señaló a Judal sin dejar de ver a Sinbad— llenó a un niño de alcohol y drogas para poder aprovecharse de él. Por eso Aladdin no recuerda nada. Y encima tiene el descaro de decir que es inocente. Suéltame Sin, yo arreglo esto en un segundo.

—Ja’far, es suficiente —bramó el rey utilizando un tono que aunque no era alto, el visir se vio obligado a obedecer notando la seriedad del mismo y evitando que éste volviera a declararle la guerra al Magi oscuro—. Los príncipes de Kou están aquí presentes, hay que resolver esto de una forma diplomática o nos veremos envueltos en un indeseado conflicto.

Para desgracia de Ja’far, su rey tenía razón. Muy en contra de lo que sentía, y aún molesto, se obligó a calmarse sin dejar de observar a Judal con gélida mirada y por supuesto, sin reprimir las incontrolables ganas que tenía de atravesarle uno de sus cuchillos en el pecho o al menos escupirle en la cara.

Por su parte, Judal no había prestado atención a los insultos, sólo oyó la parte de “alcohol y drogas”. Ahora todo tenía sentido, por eso era que no recordaba nada tampoco, pero todavía aquello le seguía pareciendo muy turbio como para creer que esa era la explicación a todo. Además, aquel idiota había llegado lo suficientemente embravecido como para que sus palabras tuvieran algo de credibilidad, por lo tanto ¿él realmente lo había hecho?

—Buena esa, Judal —lo codeó Kouha con esa sonrisa que tanto le irritaba—. Alcohol y drogas, ¡un clásico! Muy a tu estilo, rápido y sin necesidad de tener mucha paciencia. Mira que yo tenía fe en que quizá no lo habías hecho, pero con esto ya tienes la soga al cuello.

—Creo que la evidencia es suficiente —interrumpió Kouen. Judal no supo si estaba molesto o fastidiado, sin embargo eso fue suficiente para que se le helara la sangre. No, no podía permitir una idiotez semejante—. Koumei, encárgate de los detalles de este acuerdo.

—Sí, mi hermano y rey —contestó el segundo príncipe y ya el alma le estaba dejando el cuerpo al desdichado Magi.

—No, no, ¡NO! —Rugió arremetiendo de nuevo contra la pobre mesa para hacer énfasis en su descontento. Estaba harto de que decidieran por él y lo acusaran de algo que estaba seguro que no hizo… bueno, casi seguro—. Está bien, no crean en mis palabras, pero les demostraré que soy inocente y que todo este circo que están armando no es más que pura mierda.

—No creo que haya algo que…

— ¡Cierra la boca, maldito rey estúpido! —Judal lo miró con infinito odio, sintiendo que todo lo que estaba ocurriendo era su culpa. Había pasado en su país y lo había encontrado con el enano en su cama. Rey imbécil, eso no estaría pasando si no fuera tan idiota. Seguramente tendría un mejor país y no esa burla de isla como excusa barata para el libertinaje—. Les demostraré mi inocencia y ahí, cada uno de ustedes malnacidos, van a tener que pedirme disculpas de rodillas y rogarme para que no destruya sus asquerosos países.

Las amenazas y palabras de Judal fueron literalmente ignoradas por los candidatos a rey. Estos simplemente dijeron un «haz lo que quieras» con el único fin de que cerrara la boca y dejara de quejarse, cosa que hizo que su rabia fuera en alarmante aumento.

—Iré contigo —dijo Kouha mientras se colgaba de su brazo—. Así les informaré a mis hermanos si descubrimos algo.

Judal no dijo nada, lo único que hizo fue quitárselo de encima con un sonoro resoplido que le irritó la garganta. Estaba tan enojado que no se creía de capaz soportar que el tercero de los príncipes lo acompañara.

—Yo también —el que habló esta vez fue Alibaba y él sólo pudo pensar un “No, él no, cualquiera menos él”—. No confío en lo que hagan ustedes dos.

—Como quieras —espetó, rendido—, pero no te atrevas a joderme rubiecito. Ya mi día es lo suficientemente malo y tener que ver tu cara sólo me da ganas de querer agarrarme la mano con la puerta.

Ahora iba a tener que soportar al más molesto de los príncipes y al candidato más inepto del mundo mientras intentaba librarse de este lío, ¡qué grandioso sería ese día!… Por alguna razón, la idea de agarrarse la mano con una puerta sonaba mucho más atractiva. No, no tenía que pensar más idioteces, había asegurado que demostraría su inocencia y lo haría nada más para darse el gusto de hacerles ver a esos malditos bastardos que se equivocaban, luego se jactaría en su victoria y bien que se la cobraría.

Debía concentrarse en probar que no se había cogido al mocoso de mierda, ¿pero cómo haría eso? En ese momento, la imagen del chiquillo afloró en su cabeza como respuesta. ¡Aladdin! Debía ir a hablar con él primero. Los idiotas los separaron y ese enano seguro tenía muchas cosas que decirle, entre ellas, la salida a esa ridícula situación.

Es ese momento supo lo que debía hacer de inmediato.

Continuará

Notas finales:

Críticas, comentarios y observaciones ya saben donde dejarlos. 

¡Hasta pronto!


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