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Letters por Jesica Black

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Capitulo 20
En paz

 

 

                Las cosas habían cambiado bastante en los últimos meses, entre ellas el nacimiento del segundo hijo de Camus, quien al igual que Logan había sido un varón, pero en este caso el pequeño heredó las hebras doradas de su padre, además del cabello ondulado en las puntas, el pequeño fue llamado Hyoga. La familia estaba por demás feliz con la llegada de este nuevo bebé, tal así que Milo no dormía con tal de atenderlo, aunque el pelirrojo menor se había vuelto más pesado a sus dos revoltosos años.
Alexander por otro lado, se fue a vivir con su novia con la que se casaría a fin de año, era feliz dentro de sus posibilidades y estaba cada día de mejor humor. Normalmente frecuentaba el internado donde vivía Jean, quien había cumplido los diecisiete años junto a sus dos hijos menores, aun estaba el juicio para obtener la patria potestad de los mayores, debido a que habían sido sustraídos ilegalmente y Lean tuvo que presentarse a la corte siendo condenado, aunque tampoco le molestaba mucho volver a prisión. Sebastián mimaba todo el tiempo al pequeño castaño, quien ahora atravesando sus últimos días de embarazo se sentía digno.

                Dégel se había instalado completamente en la casa de Kardia, iba con Lysander de aquí para allá y hacía una semana se enteró de su reciente embarazo de apenas unos días, lo que produjo aun más felicidad en la pareja y el hermanito. Krest había  logrado que Zaphiri comenzara a hablar despacito, y le ayudaba a modular mejor las palabras, Aeneas estaba satisfecho y se había divorciado de su mujer para casarse legalmente con Krest y poder unir a la familia. Por lo cual, ya nada podía ser mejor.

–¡Aaaaagh! –Jean, quien estaba caminando por los pasillos del internado, se tomó el vientre y frunció el ceño.

–¿Qué sucede? –preguntó Aiacos saliendo de su cuarto, junto con Minos, quien también atravesaba el quinto mes de su hijo Etienne, o así era como le llamarían.

–El bebé….me está desgarrando –apretó fuerte las manos por el dolor de las contracciones.

–Solo respira, inhala…..exhala…

–¡Se respirar, ve por el auto! –gritó el menor, haciendo que Aiacos inmediatamente salga corriendo.

–Tranquilo Jean, debe ser un momento especial para ti porque serás ma….–Minos estaba en pleno discurso pero el menor le toma del brazo fuertemente.

–Este es mi quinto bebé, tú no tienes idea –gruñó entre dientes, Minos no creyó que un chico tan sereno como el joven Diamond (quien había recuperado su apellido) fuera un ser repleto de ira cuando estaba en labor de parto.

–¿Qué sucede? ¿Qué son esos gritos? –preguntó Sebastián caminando por los pasillos.

–¡Oh, nada Sebas! –Habló con ironía–. Estábamos charlando…. ¿Qué crees que me está pasando? ¡Estoy por tener al quinto!

–Ah, ya….–habló tranquilamente–. ¿Necesitas algo?

–Ahora mismo una escopeta…

–Es mejor no darte armas mi querido niño –habló Minos con tono de broma pero al ver la mirada asesina del joven decidió no volver a hacerlo y ayudarle a llegar hasta atrás.

 

                Subió al auto y Aiacos condujo hasta el hospital, claro estaba  que dejaron a las dos criaturas de Jean con Aspros y Deuteros, los gemelos ya estaban acostumbrados a cargar con los niños de Jean desde siempre, y para ambos, ya eran tíos políticos. Durante el trayecto, Jean no dejaba de gritar y apretar la mano de Sebastián, quien fruncía el ceño por el dolor, aunque era mejor aclarar y creo el castaño lo dejó en claro a los gritos, que el dolor de mano no era nada comparado con lo que estaba sintiendo él.

–Imagínate una norme bola de dos kilos apretando contra tus intestinos –gruñó a regañadientes, Sebastián no quiso ni pensarlo–. ¡Aaaagh! Maldita sea, eres un mal parido –le gritó al vientre–. ¡Unity te odio hijo de re mil puta!

–Ya, tranquilo cariño, estamos llegando –Minos intentó relajarlo.

–¿Qué sabes tú de parir el quinto si apenas vas por el segundo? Aaaagh recuerdo cuando solo tenía un bebé, que tiempos aaaag….mi vida es una mierda, los odio a todos –sollozó, Aiacos no sabía si reír o llorar.

 

                Una vez que ingresaron al hospital, fue todo una odisea cargarlo hasta llegar a la recepción, donde una jovencita aguardaba mirando con extrañeza. No era la primera vez que veía un chico embarazado a tener familia, pero este era joven, extremadamente joven. Sebastián camino hacia donde ella se encontraba para empezar el llenado de papeles. Cuando Jean estuvo a su lado comenzó a relajarse un poco.

–Deme la epidural por favor, ¡insértela en mis venas! ¡Ya sé que se pone en la espina pero por favor acalle este dolor! –Jean nunca había sentido esto con sus otros hijos, siquiera con los gemelos, pareciera que Unity le había dejado un regalo muy doloroso.

–Tranquilo, cariño –habló Sebastián pero Jean le tomó del cuello de la camisa.

–Ven tú a parir a este niño –gruñó muy cerca de su rostro.

–¿Cuántos años tiene? –cuestionó la enfermera.

–Diecisiete él, yo tengo veintidós –contestó, intentando calmar a su novio.

–Jajaja, ¿es el primer hijo? –preguntó la muchacha, Sebastián la mira.

–No, es el quinto –susurró bajito, la enfermera logró captar el número y observó impresionada.

–¿Quinto? –les miró, era realmente una salvajada tener tantos hijos siendo tan joven–. ¿Cómo pudieron hacer tantos niños?

–No, yo no soy el padre de ninguno –habló casi con una sonrisa nerviosa–. Los gemelos son de uno, luego vino Eloy, luego Gael…y….todos de padres diferentes.

–Ooh….–susurró la mujer.

–Sé que estas pensando que soy una zorra –señala a la chica–. Pero no sabes, ya lo estoy padeciendo ¿dónde está el enfermero?

 

                Probablemente los gritos del joven hicieron que un médico y un anestesista salieran corriendo del quirófano para meterlo a él también, no por nada el dolor era inconcebible para un cuerpo tan pequeño y joven como el de Jean. Sebastián pudo relajarse una vez que el muchacho entró al quirófano y momentos después vio a Camus ingresar al hospital, con un enorme oso de peluche en las manos mientras Milo traía un ramo de flores con la inscripción: “Bienvenido, número cinco”, en forma de broma, dado que siempre le repetían que sería el quinto bebé que tendría.  En definitiva, según Jean, todos le cuestionaban el que haya sido tan fácil embarazarlo y que al menos cuatro hombres diferentes le plantaron la “semillita”.

–¿Y? ¿Cómo está? –preguntó Camus sentándose en la silla de la sala de espera.

–Pues, gritaba y lloraba –habló el muchacho.

–Normal, con Gael pasó igual, bah, no tan fuerte supongo pero también insultaba –Camus mira a Milo que comienza a reír.

–Ese chico es un mate de risa cuando está en labor de parto.

–¡Ya llegue! –Alexander ingresó al lugar con una sonrisa de oreja a oreja, también llevaba un ramo de flores para su hermano–. ¿Ya nació? ¿Qué fue?

–Aun no sabemos –habló Minos–. Entró hace media hora.

–Ya, acabo de ver a Dégel y Kardia, están estacionando el auto –se sentó.

 

                Dégel y Kardia aparecieron minutos después con ropita para el nuevo bebé, así pasó el tiempo hasta que el doctor se presentó y les pidió que vayan a la habitación común 105, donde el joven iba a ser trasladado, momentos después, apareció Jean en silla de ruedas, cargando un pequeño bulto.

Al verlos, notaron un mechon gris, típico de la familia Blueice quien había  pagado los gastos médicos de Jean hasta la fecha con tal de tener relación con el nieto o nieta a nacer. Dégel se asomó y notó los enormes ojos celestes que tenía el bebito, y dado a que los roponcitos eran de color rosa, todos supieron que era una niña.

–Es Sabrina –murmuró Jean–. La quinta.

–Felicidades, Jean –Camus abrazó a su hermano con dulzura, mientras que Alexander hizo lo mismo, Milo sonrió.

–Sabrina, bienvenida –murmuró Dégel observándola, era igual a Seraphina, y esperaba que tuviera su bondad y dulzura, al menos Unity hizo algo bueno en el mundo y era esa pequeña.

–¿Pueden creerlo? –preguntó Milo observándola–. Al fin algo bueno salió de ese desgraciado.

–Sí, algo bueno quedó de él –susurró Jean mirando con ternura a la pequeña–. Como me hiciste gritar, mi pequeña….eres igual a tu padre –suspiró y le besó la frente meciéndola de un lado al otro.

–Creo que dentro de todo, Unity sabía que serías la mejor madre que le pudo tocar a Sabrina –Dégel se sentó en la cama donde debería estar Jean, pero dado que el chico estaba aun en las sillas, se colocó allí–. Me pregunto si su locura habrá terminado cuando falleció.

–Seguro que sí, no conozco a nadie que siguiera loco después de muerto –rió con humor negro Kardia, Jean le secundó.

–Espero que no te moleste, llame a los gemelos Aspros y Deuteros para que traigan a Eloy y Gael, deben conocer a su hermana menor –Sebastián cierra el teléfono y observa la vista.

–Me pregunto si me será difícil narrarle la historia de su padre a Sabrina, es decir, no sé si estoy preparado para ello.

–Jean, tienes al menos tres años para que aprenda a hablar correctamente y al menos siete para que entienda que fue producto de un papá y una mamá y al menos trece años para que comprenda la situación –comentó Camus acariciando la cabeza de la niña–. Aprovecha este momento.

–Lo haré, es hermosa, tan perfecta –apretó sus labios intentando no llorar–. Tiene sus deditos, sus ojitos, naricita…

–Menos mal jajajaja –comentó gracioso Kardia, todos rieron nuevamente, más relajados.

–¿Y Jean? ¿Cierras la fábrica o dejarás que Sebas te plante uno? –preguntó Milo, Jean suspiró.

–Supongo que tendré uno más, se la debo también a quien me bancará todos estos años con mis chiquillos –comentó, luego miró a Sebastián y sonrió–. Pero déjenme descansar, tuve cuatro embarazos en muy poco tiempo, necesito respirar.

 

                Jean sintió entonces un especie de correntada, giró y creyó ver una sombra asomarse por la ventana, pero no le dio importancia y continuó. Habrá gente que le diga que no era él, otros que si, pero en muy profundo de su ser, el joven sabía o estaba completamente seguro, que en su cuarto había estado Unity y tal vez Seraphina, los dos hermanos que murieron cuando no debían hacerlo. Tal vez si Unity no hubiera sido tan maniático hoy estaría probablemente meciendo a su única hija, la única que ha dejado en esta tierra….

 

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                3 años después.

 

Algunos dicen, que no te das cuenta de lo mucho que crecieron tus hijos hasta que los ves entrando por la puerta del jardín de infantes “Borregitos”, que era un espacio abierto justo al lado del monasterio donde Camus solía vivir y dirigido no solamente por los gemelos Aspros y Deuteros, sino también por Mu, quien atravesaba su segundo mes de embarazo.
Dégel, por un lado, traía en brazos a su hijo Heart, de dos años y medio, quien aun somnoliento se aferraba al cuerpo de su mamá, mientras que Lysander, el mayor de casi cinco años, era alzado por su padre jugando con un robot que le habían comprado, sin duda alguna la paz había llegado a sus vidas.

Camus y Milo se habían mudado de la casa Antares y tenía su propio departamento en la ciudad, a pesar que trabajaba como secretario del gobernador (su padre) aun continuaba haciendo música cada vez que podía, junto a Logan, Hyoga e Isaac hacían un gran cuarteto, él tocaba la guitarra y era la voz principal mientras sus tres hijos coreaban. Y es que, Camus volvió a quedar por última vez embarazado y tuvo al pequeño Isaac, que hoy contaba con un año y medio, de esta forma cerró la fábrica para siempre.

Krest, que solo tenía un hijo, no podía entender como los jóvenes Diamond podían reproducirse tan fácilmente y ser mami fulltime, además de estudiar o trabajar al mismo tiempo, con Zaphiri su vida se había vuelto una catástrofe, pero una de ternura. Además, no quería que ninguna niñera cuidase a su hijo, le tenía terror, sobre todo luego de ver por televisión los casos que existían. Ahora, el pequeño, tenía cinco años y era un muñeco hecho y derecho, parecía un pequeño señorito.

Los más conocidos en el jardín, no solamente porque vivían en el monasterio, sino por la cantidad, eran los llamados “Jeancitos”, una muralla de cinco, próximamente seis, que venían siempre juntos. Primero, Mathias y Charisse, quienes habían sido recuperados por su madre, eran hermosos de cabellera rubia y ojos celeste cielo, ambos muy cariñosos y apegados a su madre que luchó por volverlos a tener, aunque iban a la cárcel a visitar a sus padres adoptivos, solo porque el chico de cabellera castaña no quería que sus hijos le odiaran por perder el vínculo. Ambos tenían cinco años.
El que seguía era sin más el hijo de Lean Daralas, Eloy Daralas, de cabello negro noche y ojos verde mezclados con miel; el pequeño de ahora cuatro años y medio caminaba tomándole de la mano a su hermanito de casi cuatro años, Gael, quien tenía el cabello castaño y atado en una coleta además de impactantes ojos turquesa.
No muy lejos, siguiéndole el paso, estaba la más pequeña del grupo, Sabrina, cuyo cabello gris le llegaba a la cintura y lo tenía aferrado en una coleta alta. La niña, estaba vestida en un vestidito con pliegues rosaditos y un peluche en sus manos, que aferraba contantemente y con miedo la pierna de su madre. Y por último, un Jean embarazado nuevamente con al menos cinco o seis meses de embarazo, se acariciaba el vientre por  las pequeñas contracciones, el joven castaño cada día estaba más hermoso, con sus veinte años y casi seis hijos, su figura siempre volvía en cada parto y era la envidia de muchos allí.

Y por último, y no por eso menos importante, la familia de Manigoldo había crecido. Su hija mayor ya tenía cuatro años e iba al jardín: Giannina, ella era muy parecida a su madre Albafica, su cabello era celeste y le llegaba hasta la cintura, siempre lo traía suelto y sus ojos de un tono azulado. Encima de Manigoldo y trepada en su cabeza con las piernas en cada hombro, estaba Bianca, de dos años, esa niña tenía los mismos rasgos que su padre y era muy apegada a él, no era tan fina como su hermana, siempre vestía pantalones y shorts, su cabello corto era del mismo tono que Mani, pero lacio. Y por último, el tan ansiado hijo varón, que tenía unos pocos meses, se parecía muchísimo a Manigoldo, le habían puesto un nombre italiano, pues había nacido inesperadamente en unas vacaciones que la familia tuvo en las raíces de su patriarca.

–Oh, ¡qué bueno que estan aquí! –Exclamó Manigoldo bajando a su hija de la cabeza–. Tanto tiempo sin vernos.

–Es verdad, ¿has dejado las andadas? –Preguntó Kardia bajando a Lysander a la calle–. Quédate aquí.

–Ya no se puede tomar una cerveza tranquilo, ¿viste? –bromeó.

–Ya te dije, está bien una vez a la semana, pero una vez al día ¡no! –Albafica tomó la palabra bastante enojado, Manigoldo le sonríe.

–Ya, cariño….–le acarició la espalda gentilmente–. ¿Y ustedes? ¿Cómo han estado? ¿Es este jardín al que traen a sus niños?

–Sí, es un lindo jardín y Camus nos lo recomendó –explicó Dégel mientras peinaba con sus dedos los cabellos de su hijo menor–. Anda Lys, saluda a los chicos.

–Hola señor Manigoldo, hola señor Albafica –hizo una reverencia.

–Wooo, que niño más educado… ¿Lo tienen adiestrado?

–Se adiestra a los animales, Mani–rio Kardia mientras golpeaba la espalda de su amigo–. ¿Y ustedes? Veo que tuviste al ansiado niño.

–Cuando nació Bianca, estaba seguro que sería varón, a fin de cuentas tuve que esperar casi dos años más para el nene –suspiró–. Tú hiciste dos al hilo.

–Bueno, son mis más preciados tesoros –acarició la cabeza de Lysander.

–Hola ¿qué tal? –saludó Mu desde dentro–. ¡Lys! Bienvenido a un nuevo año, anda, pasa, que las maestras están esperándote.

–¡Si señor borrego! –entra rápidamente.

–¿Señor borrego? –preguntó Dégel sorprendido, Mu sonríe.

–Así me llaman los niños, pero me gusta….oh, ahí viene el batallón –comentó el pelilila cuando vio a Jean caminar con sus niños, la mayoría comenzó a correr hacia el jardín de infantes.

–¡No corran! –gritó Jean, pero dado a su embarazo no podía caminar más de la cuenta.

–Buen día, pequeños traviesos, ¿con qué desquiciaron a su madre hoy? –preguntó Kardia poniéndose a la altura de los cuatro niños que llegaron.

–Mami nos regalo caramelos –mostró Mathias, tenía una bolsa de ellos.

–Oh, que rico ¿me dan uno? –preguntó, los niños afirmaron y Kardia tomó un caramelo.

–Ay dios, me van a volver loco –habló el joven acariciando su vientre que comenzaba a doler–. Buen día.

–Buen día, tú sí que no pierdes el tiempo ¿eh? –Manigoldo dijo eso en tono de broma mientras colocaba una mano encima del vientre abultado del muchacho, pero recibió una fuerte mirada.

–No lo hagas enojar cuando está embarazado –esta voz no era de ninguno de los presentes, sino de Camus, quien traía en el carrito a Isaac mientras sus otros dos nenes venían, Hyoga en brazos de su padre y Logan caminando.

–Pero…siempre está embarazado –terminó la frase el italiano.

–Oh, hermano, que bueno que estas aquí –Jean le abrazó.

–Ah, hoy es el primer día de colegio de Logan, después de las temibles vacaciones de verano –el pelirrojo acaricia a su hijo igual de pelirrojo.

–Mami, ya nos vamos al jardín –dijo Charisse y se acercó para darle un beso a su mamá, Jean se agachó y recibió el amor de sus cuatro hijos para luego dejarlos ir, Sabrina se quedó junto a su mamá.

–Vamos Sabri, tu también tienes que ir con tus hermanos –habló, pero la pequeña se quedó allí aferrada de él–. No hay caso, Sabrina es muy apegada a mí.

–¿Eso es malo? Hyoga es igual conmigo pero Milo suele decirle “No Hyoga” y se tiene que ir a su casa –susurró Camus, Jean suspira.

–Vamos cariño, mami tiene que ir al médico y no puedo cargar contigo, ve con el tío Mu ¿lo conoces, no? –pero no había caso, la pequeña Sabrina no se despegaba de Jean.

–Jajajaja parece que esa borreguita no quiere alejarse de mami, tendrá sus razones –habló Manigoldo, el joven de cabello castaño rojizo frunció el ceño.

–Gracias por tu participación, Mani –se agacha nuevamente–. Vamos cariño, haré lo que sea si vas al jardín de infantes, mami necesita sus dos horas diarias sin niños, son cinco….–susurró casi lloriqueando, Sabrina baja su mirada y camina lentamente hacia el jardín–. Eso es cariño, eres una niña grande.

–Bienvenida, Sabrina –susurró Mu, la pequeña aun estaba triste–. No te preocupes, yo la animaré….estará con sus hermanos….

–Gracias Mu, no puedo hacer que se separe de mi desde que nació –suspiró–. Creo que fue casi un milagro que Sebas y yo lográramos tener intimidad para tener a este nuevo bebé –acarició nuevamente su vientre.

–¿Por qué no vamos a tomar algo? Tenemos que entrar al trabajo a las diez y aun nos queda tiempo –dice Dégel mirando su reloj.

–Gracias, pero debo alimentar al bebé –suspira Albafica–. Aunque puede ir Mani, cuiden de él.

–No soy un niño, Alba –bufó frustrado, el chico le sonrió y se un beso se despidió.

–Bueno, ¿tú si puedes? –preguntó Camus a su hermano.

–¡Sí por dios! Tener cinco niños en casa es todo una calamidad, necesito urgentemente algo de diversión.

–Te pasa por ser madre muy pronto –criticó Milo.

–¿Qué tal un poolcito? –preguntó Kardia, tanto Manigoldo como Milo asintieron.

–Buen día –saludó Krest, cuando Dégel le preguntaría sobre su hijo, éste señaló la puerta–. Fue el primero en entrar.

–Zaphiri ama ir al jardín.

–Es el más grande de todos, le gusta aprender cosas nuevas…. ¿y ustedes como han estado?

–¿Tienes unos minutos, Krest? Vamos a tomar algo….parece que Milo, Kardia y Manigoldo quieren ir al pool….nosotros podemos tomar un café –los jóvenes asintieron.

 

                Tomó solamente unos minutos hasta que todos estuvieron en un café, dado que también había guardería para menores de tres años, Camus dejó a sus hijos más pequeños allí, sabía que Mu los cuidaría bien, lo mismo pasó con Heart, el hijo de Dégel y Kardia.
Mientras “los machos” jugaban al pool y se criticaban la forma de golpear la pelota, los otros tomaban café. Jean estaba devorándose un pedazo gigante de pastel de chocolate, Camus sonreía ante eso y bebía de su capuccino, Dégel hablaba animadamente con Krest sobre los últimos acontecimientos de su vida hasta que empezaron a chismorear.

–Oye –murmuró Krest sonriente–. Dime Jean, ¿ese tipo, el juez, que te coqueteo durante el juicio? ¿Te llamó?

–Continuamente –murmuró–. A veces extraño no poder tener citas y ese tipo de cosas, por mis bebés y porque estoy realmente enamorado y feliz de estar con Sebastián, pero me gustaría tener algún pase libre para salir solo.

–¿Salir con ese viejo?

–Pero el cuerpo que tiene, Dégel –exclamó Krest sonriendo–. ¿Nunca pasó nada?

–¿Y qué debería pasar? Era el juez de mi causa, ni siquiera podía acercarme a él, pero lo tengo en mi facebook.

–Para que vea tus fotos hots jajajajaja –rio Krest, Dégel y Camus lo siguieron.

–Bueno, ya, dejen eso, no es mi culpa ser modelo –se devoró otro trozo de pastel.

–Lo calientas y lo sabes, tienes puros hombres en tu facebook y te encanta calentarlos, al final terminaste siendo una perra –se burló, Camus miró a su hermano quien apretó fuerte el tenedor.

–La más perra de todas –continuó el chiste.

–Bueno, yo solo tuve a Milo y soy feliz con él –susurró mirando a su amado y suspiró–. El me da todo lo que necesito.

–Sí, yo también con Kardia.

–¿No pasó nada entre Lauréense y tú? –cuestionó Krest nuevamente.

–¡Claro que no! –explicó Dégel, su hermano sonríe–. Jamás engañaría a mi esposo.

–Yo tampoco.

–Ah. Ustedes son demasiado vírgenes –susurró–. Ahí viene Minos, tal vez él pueda decirnos lo que es ser perra, bueno, aparte de Jean.

–Ya te dije, no hay ninguno más perra que yo –le saca la lengua, los tres se ríen.

–Parecemos unos locos….–susurró Camus.

–Está bien hablar de sexo de vez en cuando, somos hombres y también humanos –Krest hace señal para que Minos se una a ellos–. ¿Qué haces por aquí?

–Vine a dejar a Etienne al jardín de Mu –suspiró–. Y quise llevarle un café a mi marido ¿qué hacen?

–Hablando de las personas más perras y te vimos jajajaja, ya es broma, no pongas esa cara –Minos había cambiado su vida desde que estaba con Aiacos–. Estábamos pensando que tu yerno era uno de ellos.

–Hmmm…–el peliblando observó al joven muchacho que sin duda acaparaba todas las atenciones.

–Igual me he portado muy bien, soy un chico diferente….–comentó Jean–. Pero no puedo sacarme el estigma que me han puesto por más que me haga monje.

–Es verdad –susurró Camus.

–Bueno, si….–Minos no comprendía bien como su hijito querido se pudo juntar con ese chico, que aunque lo había conocido anteriormente a ser secuestrado y parecía un ángel puro, ahora era lo que él llamaba “zorra”.

–Ya, tranquilo Brendan –susurró a su panza–. Bueno, debo irme, tengo que hacerme un estudio.

–Adiós hermano –saludó Camus viendo al chico retirarse–. Solo tiene veinte y va por el sexto, me pregunto qué ocurrirá a los treinta.

–Pues, a veces quiero que Sebastián se separe de él –Minos cruza los brazos–. No es que no confíe en tu hermano, pero luego de todo lo que le pasó, no creo que sea muy fiel.

–Mi hermano puede ser muchas cosas pero no es una puta…Minos –gruñó Camus, Dégel le tomó de la mano al pelirrojo.

–Ya, ya….mejor hablemos de otra cosa –susurró.

 

                Y así, como todos los días, los jóvenes adultos mantenían una charla social como todas las demás. No por nada en dos horas tendrían que recoger a los pequeños demonios y esos eran sus últimos minutos de tranquilidad.

 

Fin.

Notas finales:

Bueno gracias a todos por seguir este fic, lo que más me gustó de este final es al fin poder hacer algo sobre el nacimiento de uno de los niños de Jean jajajaja, ahora espero continuar EL HIJO DEL REY y QUEBRADOS que quiero mejorarlo. ¡Saludos a todos! 


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