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Letters por Jesica Black

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Capitulo 6
El pastor Aiacos y Minos.

 

 

                Dégel suspiró al ver que su hermano mayor no le presta atención, había pasado al menos un mes desde su pequeño “desliz” con Kardia e inmediatamente a partir de ello habían decidido mantener todo en el más absoluto de los secretos. Pero Las cosas no habían quedado sólo en ello, luego de asearse y cambiarse los dos se fueron a una farmacia para comprar la píldora del día después. Según Dégel no quería destruir su cuerpo en un embarazo a los veinticinco años, cuando su carrera estaba iniciando, aunque Kardia no dijo absolutamente nada a ello y lo acompañó, pero al entrar al local se quedó paralizado al ver a la gente haciendo fila, y más que nada cuando volteó para ver cuantos habían detrás de él se dio cuenta que había aumentado la cantidad desde que habían llegado.
Pasó el tiempo y cada vez se acercaba más y más rápido a la caja, mordió su labio inferior y dio un paso hacia adelante, sólo quedaban dos personas frente a él y como diez detrás.

–No, no puedo decirle esto ¡me moriré de vergüenza! –se cubrió la cara.

–Por favor, Dégel, la gente compra cosas peores aquí en la farmacia, como lubricante anal o eso –quiso prender un cigarrillo pero el peliverde le golpeó la mano y le señaló el letrero de prohibido fumar–. ¡Agh! Esta farmacia no es nada divertida.

–Debes respetar el…

–¡Siguiente! –una muchachita lo sacó de su discurso con una miraba sonriente, Dégel se acercó junto a Kardia–. ¿Qué desea?

–Yo….bueno….–susurró–. Yo quiero….un…..bueno quiero una pastilla…

–¿Qué pastilla? –preguntó la jovencita pestañando rápidamente.

–Esas del…..del día después –se cubrió la boca, para Kardia esto era lo más cómico que vio en su vida.

–¡Una pastilla del día después! –gritó la joven al muchacho que se encontraba en los depósitos, Dégel sonrojado miró para todos lados.

–No tan….alto…–se cubrió la cara.

–Son tres con cincuenta ¿desea algo más? Tenemos preservativos de colores y sabores –explicó la joven, Dégel negaba pero de repente Kardia le empujó suave y se puso frente.

–A ver, déjame ver ¿tienes lubricantes? –preguntó haciendo rabiar más a su compañero.

–Claro, tenemos de sabores también, tienes frio o caliente, la gente suele llevar el gel que genera calor –toma el producto y se lo muestra.

–Kardia, vámonos….–le toma del brazo.

–Pero está bueno esto, ¿tienes preservativos en cajas más grandes? ¿Cuántos trae esta caja mediana?

–Diez –habló la muchacha sonriente.

–Dame seis cajas –comentó.

–¡SEIS CAJAS PARA EL CABALLERO Y UNA PASTILLA DEL DÍA DESPUES! –gritó la chica al muchacho del depósito.

–Ka…Kardia…–gruñó de furia.

–Oye, necesitamos más ¿qué te pare….? –apenas se dio vuelta notó como su compañero estaba rojo de la ira y vergüenza, por lo que simplemente sonrió–. Ok, ok, me llevo un paquete de preservativos y la pastilla.

–Bien –la muchacha le da el tiquet, Kardia le extiende el dinero y la joven le da el vuelto–. Gracias, vuelvan pronto y disfrútenlo.

 

                Casi con un tic en el ojo, el menor se dio la vuelta y le enseñó el dedo medio a la muchacha, dejándola pasmada par a luego irse de allí. Ese día, Dégel no había podido tocar la pastilla dado que estaba junto a los preservativos de Kardia.

Ahora se encontraba en la oficina donde su hermano trabajaba, éste ya se notaba su vientre hinchado por los cuatro meses de gestación de su primer y único hijo mientras miraba las fotos que le habían sacado antes que se le vea el embarazo. Estaba eligiendo cuales serían optimas para la publicidad que esperaban.

–¿Me estás escuchando? –gruñó Dégel.

–Hasta ahora lo único que has hecho es quejarte, pareces tú el embarazado en lugar de mi –habló tomando tres fotos y dejándolas a un costado.

–Lamento ser tan quejoso –susurró y miró por la ventana–. ¿Has hablado con ese tipo?

–Sí, pero no del embarazo.

–¿Y qué te dijo?

–Que nos veríamos después en un hotel, porque estaba con su mujer en esos momentos –tomó su netbook y comenzó a teclear.

–¿No te molesta?

–¿Por qué lo haría? Él está casado –Dégel suspiró y se levantó.

–Aun así, ¿no sería lindo tener una familia en lugar de criar solo a un bebé? –habló el más joven, Krest se da la vuelta y sonríe de costado.

–Algunos nacimos para estar solos porque nos enamoramos de la persona incorrecta en el momento más inoportuno –finalizó el muchacho de cabellos castaño cobrizo y volvió a su labor.

 

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                Cuando el hombre de cabello oscuro y mirada rojiza se acercó a la muchedumbre del monasterio que le esperaba, los ojos se abrieron expectantes: Aiacos Garuda era sin duda una persona amable y ejemplar, quien gustaba tanto a adultos como a niños por su increíble magnetismo. Se acercó a Aspros y Deuteros, quien lo recibieron con un cálido abrazo y le mostraron las instalaciones. Mu, Albafica, Jean y Alex, quienes eran los mayores, no dejaban de abrir la boca al verle, mientras que Sebastián y su pandilla le observaron de reojo. La fiesta de bienvenida se realizó y a las pocas horas todos estaban ayudando a meter las galletas en una cesta para vender afuera, era la forma de recaudar fondos para las misiones y las solían realizar con ayuda del pastor, ahora que Aiacos ya estaba allí salían a vender provisiones a la gente que encantada compraba.

 

Por otro lado y no muy lejos de ahí, Minos Verseau, primo de Krest y Dégel Verseau, recibía una llamada de una baja de su campaña de moda.  Debido a que estaba llegando a los treinta y ocho años, cada día se hacía muchísimo más difícil conseguir trabajo, por lo que no se sorprendía y suspiró harto. Tomó la mochila que llevaba en la espalda y se disponía a guardar su celular allí, una vez que lo hizo una mata de cabellos oscuros como si se tratara de una briza nocturna le arrebató la mochila.

–¡OIGAN, POLICIA, POLICIA, ME HAN ROBADO! –gritó Minos persiguiendo al ladrón, pero nadie hizo nada, sólo le observaban corriendo como estúpido.

Dado a que como modelo usaba tacones altos, se hizo difícil seguirle el ritmo al ratero y terminó tropezando contra un cordón de calle y cayendo de lleno a la zanga de barro, ensuciándose la ropa y el cabello. Gruñó y se levantó, no tenía dinero, ni su mochila, ni el celular, estaba sucio y seguramente nadie querría llevarlo a su casa con esas fachas ¡Nada podía ser peor!
Caminó hasta cerca del monasterio y se quedó en la plaza frente al lugar, se sentó en una fuente y miró el agua cristalina. Suspiró.

–¡Este es el peor día de mi vida! –gruñó nuevamente, unas lágrimas cayeron de su rostro y por primera vez en mucho tiempo se sintió vulnerable, las cosas no estaban saliendo bien.

–¿Desea una galletita? –preguntó una voz fuerte y decidida, Minos levantó el rostro con lágrimas en sus ojos para ver al muchacho frente a él, no debía tener más años que él, y se notaba por sus ropas que era parte del monasterio.

–No, lo siento, no tengo dinero –murmuró mientras intentó con la parte limpia de su ropa, quitarse las lágrimas.

–No, no….–habló rápidamente–. Se la estoy regalando –dijo con suavidad sentándose a su lado en la fuente, Minos lo observa de reojo y éste le extiende una galleta–. Tómela.

–No, en serio, preferiría que se la dé a alguien que le brinde un poco de ganancia para los chicos –Aiacos sonríe ante este gesto.

–No te preocupes, una galletita no hará la diferencia –luego de tanto jaleo al fin Minos aceptó la galletita, salvo que tuvo que buscar un pañuelo descartable para tomarla, dado que estaba sucio–. ¿Puedo preguntarte que te pasó?

–Me han robado –comió un poco–. Hmm…..fui a perseguir al ladrón y me caí.

–Que mal.

–No tengo dinero, ni celular….no puedo viajar en este estado, y se hace de noche –nuevamente sus ojos se llenaron de lagrimas y sollozó–. Lo siento….no debería verme así….

–Es bueno llorar –Aiacos entonces lo tomó entre sus brazos y le permitió llorar en sus hombros, no estaba solamente así por el robo, sino por toda su vida.

–Soy….lo peor que haya existido.

–No diga eso, el señor nos guarda una misión a cada uno –le separa de si e intenta sacarse la túnica negra que llevaba para mostrarle el brazo lleno de tatuajes–. Cuando era joven, cometí varias locuras, estaba drogado y borracho todo el tiempo…..pero vi la luz….

–¿Te moriste?

–No, bobo –rio bajito–. Me di cuenta que no solamente me estaba lastimando a mí, sino a todos los que alguna vez creí amar. Perdí a mi novia, a mi familia, a mis amigos….todo por ser un idiota.

–Yo también era un idiota de chico, ni siquiera recuerdo las cosas que hice –habló, Aiacos sintió que ese hombre estaba tan herido como él–. Por cierto, mi nombre es Minos.

–Aiacos –sonrió–. Escucha, si necesitas donde dormir –se vuelve a colocar la túnica–. El monasterio cuenta con una cama extra, Camus no volverá aquí, así que puedes usar sus colchas.

–¿No les importaría?

–¡Para nada! –se levanta–.  Toma mi mano y vamos –le extiende.

 

                Minos sonrió y le tomó, pero inmediatamente una ola de recuerdos comenzó a llover en su cabeza, entre ellas imágenes de él llorando, de un bebé en sus brazos, de una historia llena de gritos y alcohol, algo que lastimaba en lo más profundo de sus entrañas y se distanció de golpe, estaba muy pálido y sus ojos abiertos.

–¿Pasa algo? ¿Estás bien? –preguntó Aiacos sorprendido, Minos niega con la cabeza y camina hacia el monasterio evitando mirarlo–. Oye, ¿Me estas escuchando? –Pero no respondió, Minos estaba terriblemente herido en su alma y Aiacos no podía entender por qué–. ¡Oye! –le toma del hombro.

                Esta vez fue Aiacos a quien le comenzó a llover imágenes de un pasado borroso, allí veía como atacaba a alguien tirándole del pelo, estaba terriblemente ebrio y solo podía ver sangre alrededor de la cama y en el colchón, luego gritos y llantos, tal así fue su trauma que prácticamente lo empujó y Minos chocó contra la puerta,

–¡Oh, disculpa, lo siento! –habló dolido mientras se acercaba, pero Minos negó con la cabeza y se paró solo.

–Está bien, está bien –murmuró y entró junto con Aiacos.

–Lo siento, recordé una parte de mi historia que creía olvidada –suspiró.

–Yo…..yo también –se sonrojó y le miró de reojo, había algo en ese tipo que le producía cierto temor desde que se habían tocado, cosa que no sintió en el abrazo, pero no entendía que había pasado.

–Jean, Jean, ven por favor –habló Aiacos y el joven de cabello rojizo se acercó con una sonrisa– ¿Puedes traer toallas y una muda de ropa para nuestro amigo?

–¡Claro! Hola, soy Jean, mucho gusto –habló con una sonrisa e hizo un gesto–. Usted se me hace muy familiar, como si fuera un actor o un modelo.

–Soy modelo.

–¡Minos Verseau! –gritó señalándole–. Soy su admirador, Minos….realmente estoy feliz de conocerlo, es muy bonito –Jean casi se le tiraba encima de la emoción pero Aiacos lo separó.

–Jean, te pedí algo, corazón….–habló, el joven suspiró enojado y se fue a buscar la toalla mientras gritaba a sus compañeros sobre la presencia de Minos Verseau–. Lo lamento, así son los chicos.

–Ese niño es muy bonito –susurró el peliblanco, no se solían ver chicos tan bien proporcionados–. ¿Crees que le interese el mundo de la moda?

–No sé, a veces siento que quiere ser monje jajajajaja

–Jajajajaja, nooo, definitivamente con ese cuerpo puede ganar mucho dinero en fotos –ambos rieron bajito, hasta que las miradas los atrapó, algo había en el otro que los hacía sentir sensaciones extrañadas y recordar el pasado ¿qué podrá ser?

 

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                Camus suspiró al ver las boletas de agua, luz y gas, la cantidad de dinero que gastaban esos dos era terrible y sobre todo, tenían lo suficiente para pagarle por sexo. Miró hacia arriba y notó que allí se encontraba Kardia pensando mientras escribía. Milo ahora estaba en la sala de ensayo con sus amigos. Se levantó y caminó hasta la sala para ver si podía ofrecerle algo a su jefe.

–¿Desea algo amo…digo jefe? –se corrigió él mismo, Kardia sonrió.

–Gracias, puedes traerme jugo –le señaló la cocina, Camus se dirigió hacia allí completamente rojo y volvió con un poco de jugo–. Gracias, oye ¿es tuyo ese vestido de maid?

–No –bufó molesto, pero aun sonrojado–. Es de Milo, me lo presta para que lo use.

–Se ve muy bien, tal vez en la renovación del contrato te pida que lo uses jajajajajaa –rio divertido, Camus tomó una revista y le golpeó–. ¡Aaaay! Oye…

–Dégel me comentó que si se intentaba hacer el listo conmigo, que le dé con una revista en la cabeza –la dejo en su lugar.

–Dégel es mala influencia para ti –refunfuño, Camus suspiró y se sentó a su lado.

–Es la primera vez que puedo hablar con usted a solas, realmente siempre leí sus libros y lo admiro mucho.

–Oh, que dulce –le acarició los cabellos–. Ahora justamente estoy terminando el capitulo diez de mi libro.

–Seguro será un gran éxito.

–Seguro –se estiró un poco para luego bostezar–. ¿Qué hora es?

–Las nueve y media de la noche.

–Ah, es un lindo día para un licor, tráeme una botella –dijo animado mientras cierra la compu.

–No debería beber.

–Oh, la bebida hace bien al alma, anda, toma un trago conmigo –Kardia se levanta y va directamente a su estantería donde guarda sus licores, toma uno con gusto a chocolate y vuelve–. Este te encantará, es adictivo.

–Estoy trabajando ahora, no puedo beber –se sonrojó.

–Oh, vamos, te doy franco mañana así puedes ver a tus hermanos ¿quieres? –Sirve un poco en cada vaso y le da uno a Camus–. ¡A tu salud!

–Espere, para que sirvió en los vasos y beberá del pico –habló antes que Kardia se llevara la botella a la boca.

–Hmmm, tienes razón…..bueno ni modo ¡salud! –golpea la botella con el vaso que sostenía el pelirrojo–. ¡Hasta el fondo! –comienzan a beber.

–Hmmm, es delicioso.

–¿En serio? ¿Quieres más? –le echa un poco más de licor en el vaso.

–Oh, no, sé, no debería –aunque dijera eso la mano de Camus tomó el cuello de la botella e hizo un movimiento para que sirviera más–. Ya, así está bien.

–Ok, hasta el fondo –vuelven a beber.

 

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                No podía dormir, llevaba al menos media hora dándose vuelta en su cama estrecha. Traía una camisola color blanco que le llegaba hasta las rodillas y unos bóxer, el cabello blanco suelto y los ojos dorados decorándole. Suspiró y se sentó en la cama viendo a los muchachos, entre ellos observó la fuerte mirada de Sebastián que aun estaba despierto y se clavó en él. Le dio miedo, demasiado miedo pero intentó evitar aquello y se levantó para caminar fuera de la habitación, espero unos segundos para ver si ese chico lo había seguido pero no. Suspiró y caminó hasta la habitación donde Aiacos le había dicho que estaba y al tocar, inmediatamente le respondieron que pase.

–Lamento la hora –habló, pero observó al muchacho levantado con anteojos en su rostro y con una computadora–. ¿Interrumpo?

–Estaba escribiendo un articulo, siéntate ¿quieres hablar? –preguntó, Minos asiente con la cabeza y se sienta en la cama, Aiacos se da la vuelta.

–Hace unos años mi vida cambió bastante –sonrió con tristeza–. Creo que he cometido muchos pecados, he sido una zorra, me he metido con hombres casados y le he sacado dinero a la gente, creo que eso me hace sentir….mal, estar aquí rodeado de niños abandonados y gente que necesita un hogar.

–Tú necesitas un consuelo, vi que tu alma esta herida –susurró.

–Tal vez me merecía todo esto –se tira el cabello hacia atrás–. Es una ironía, recién cuando te toqué y entré aquí, me acordé que abandoné a un bebé cuando era muy joven.

–¿Abandonaste un bebé? –preguntó sorprendido.

–Empecé a trabajar de modelo a muy temprana edad,  catorce años, quince….obviamente al tener tantas responsabilidades siento tan adolescente me hizo entrar en un mundo de alcohol, drogas…..cigarros –suspira, Aiacos le atiende, prestando atención–. No me cuidaba ni cuidaba mi cuerpo, un día me levanté golpeado y violado por un tipo igual de drogado que yo, si ahí hubiera acabado el drama habría sido otra trágica historia, pero quedé embarazado.

–¿Em….embarazado? –cuestionó.

–Sí, tuve un varón y directamente se lo di a mi mamá para que lo deje tirado en cualquier lugar, no lo quería conmigo, ni siquiera se parecía a mí y su mirada era perturbadora –murmuró–. ¿Tienes un cigarro?

–Sí –corrió su silla de rueditas hasta la cajonera y de allí sacó un paquete que le extendió–. También los pastores tenemos vicios.

–Jajaja me alegra –sonrió y tomó uno para prenderlo, le extendió la cajetilla a Aiacos quien le imitó–.No hice terapia jamás y mi vida tomó un rumbo diferente, no soportaba que la gente me toque….y….

–¿Por qué me cuentas esto?

–Porque siento que nos drogamos juntos en algún momento –Aiacos sonrió y comenzó a reír suavemente, Minos rió también.

–¿Quieres tomar algo?

–¿Qué tienes?

–Licor del bueno –Minos abrió sus ojos, ¿estaba hablando en serio? Simplemente asintió y el muchacho se levantó para apartar algunos libros y sacar una botella con dos vasos.

–No sabía que podías tomar aquí.

–Soy pastor, no monje –sirvió un poco en cada vaso–. A tu salud.

–Gracias –golpearon los vasos y bebieron de golpe–. Aaaaah…..delicioso.

–¿Verdad? –Cruza las piernas–. ¿Qué pasó luego?

–Me volví una puta, aunque nunca deje que me tocaran de la misma manera, pero aun así me encantaba chupársela a los empresarios que me contrataban…..era divertido, y me hacía olvidar al hijo que abandoné….

–¿Y por qué lo recordaste ahora a tu bebé? –preguntó Aiacos, Minos sonrió.

–Por qué él se parece mucho a ti…..

 

 

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Veinte años y nueve meses antes….

 

                No sabía ni quién era, ni siquiera podía recordar el nombre que le había dicho, pero la droga y el sexo jugaba con su memoria y su poca concentración. Comenzó a besarlo vorazmente de nuevo mientras se entregaba por quinta vez a él, jugueteó con el miembro que  se volvía rígido a los pocos minutos y se montó sobre él comenzando a subir y bajar mientras gemía. Su cabello bailaba en su espalda y sus manos acariciaban las pectorales del muchacho de cabello oscuro y ojos rojizos. Nuevamente le besó, esta vez sin apartar el miembro dentro de su culo. Pasó su lengua por la nariz donde aun había polvo blanco y continuó con su cabalgata hasta que el otro llegó al orgasmo. Le metió más al fondo para luego tirarse al lado de él, respirando lentamente y profundo.

–Aaaah…..aaah….–respiro pesadamente–. ¿Sa…sabes aquí? –Preguntó sin esperar respuesta–. Me he drogado tanto contigo hoy, que si me tuvieran que extraer los adenoides, sacarían un kilo de “polvo” de mi nariz –ambos comenzaron a reír.

–Eres un drogadicto….–murmuró, sus ojos no encajaban en la mirada.

–Hmmm….pero te encanta….–el moreno se subió nuevamente encima de él y comenzó a fregarse contra la virilidad de otro.

–Aaaagh, no doy más,…. –gruñó, estaba cansado y era de esperar, su trasero estaba lleno de semen que aun brotaba por su entrada y sus músculos entumecidos.

–Aun queda dos sobres….–habló y estiró su mano para tomarlos, los abrió y se los medio en la boca mientras continuó fregándose contra él.

–Ba…Basta….–susurró, pero el otro continuaba los movimientos–. E-en serio ¡Basta! –gritó empujándolo.

 

                El pelinegro calló a unos centímetros y frunció el ceño, se levanto,  se arrojó contra él tomándole del cabello y tirándole de él mientras el joven empezó a gritar. No aguardó ni cinco minutos cuando mordió el cuerpo y le apretó contra el suelo lastimándole, debido a la cantidad de droga y sexo que había padecido, no podía moverse con tanta facilidad, y aquel hombre estaba desenfrenado, sólo pudo reconocer una marca de nacimiento entre todos los tatuajes, esa marca en el brazo derecho le resultó llamativa por su forma, más no el resto de los dibujos.
Mientras forcejeaba, el pelinegro tomó una navaja que tenía a un costado de él y desgarró parte de la piel.

–¡Si no te quedas quieto, cortaré tu rostro y no podrás modelar nunca más! –gritó con furia, el muchacho se asustó, pero no hizo caso.

 

                El resultado no lo recordó, simplemente llovieron en su sueño imágenes de mucho después. El llorando a los pies de su cama con un test de embarazo, atormentado porque su vientre comenzaba hincharse y usaba fajas para que no se notara, el inminente nacimiento de un pequeño de ojos rojos y cabello oscuro que se encontraba durmiendo en sus brazos, todo eso se disipó cuando despertó exaltado.

Se encontraba en la cama del pastor, mientras éste dormía en el sillón con solo una camiseta sin manga puesta y una sabana liviana cubriéndolo. Minos sonrió y se dio la vuelta para dormir sin darse cuenta que en el brazo derecho de Aiacos había una marca expuesta, esa marca la cual quería olvidar.

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                Luego de bajarse todo el licor, Kardia fue por otra botella y luego otra y otra. La noche pasó con los dos en el sillón, completamente borrachos. Camus estaba recostado bebiendo del pico, ya no tenía sus pantalones, solo usaba su camisola (que llegaba hasta la mitad del muslo) y los bóxer, mientras Kardia dormitaba con el cuerpo inclinado hacia delante encima de su computadora. Ambos hablaban idioteces mientras continuaban dándose al trago.

–Milo es….un idiota….–susurró el pelirrojo lamiendo el cuello de la botella–. Me hace disfrazarme de mujer…..y tener sexo con él…..ni siquiera me quiere, soy su pu…puta…

–¿Me lo dices a mi? –Kardia se levanta y le mira–. Dé-Dégel siquiera quiere verme, me arroja cosas apenas me ve…..–traga duro–. Soy como un….un….. ¿Qué estaba diciendo?

–Qué eres un imbécil…jajajaja…–comenzó a reír.

–Jajajajaja, eso es bueno….–le pone una mano encima de las piernas flexionadas del pelirrojo–. Somos dos perde-dores.

–¡Brindo por eso Kardia! –alza la botella.

–No necesitamos a esos….idiotas…–señala la puerta–. Sí, a ti te hablo Dégel, no nece….sito tu fabuloso trasero para vivir.

–¡Vete al diablo, Milo! Puedo conseguir algo mejor –se levanta como pude del sillón pero tambalea y vuelve a caer en el mismo tirando la botella en el pantalón de Kardia–. Aaagh, mi licor….–susurró.

–Ah, nos vale eso –bosteza–. ¿Sabes qué? Ellos se lo pierden –Camus se agacha para ver cuando licor había caído allí abajo–. ¿Qué…qué haces?

–Hay licor ahí….–señala, Kardia aparta la botella de su entrepierna–. Hay mucho, te ensucie….

–No importa, cariño…–le acaricia los cabellos–. No importa.

–Debes sacártelo….así puedo limpiarlo mañana –se aparta, Kardia se levanta como puede y desabrocha el cinturón para bajarse los pantalones y arrojarlos lejos.

–Problema…resuelto jajajaja….–Camus también rio ante esa estupidez de Kardia–. No eres como Dégel…..eres más….buenito….

–Ni tú como Milo, eres más….humano….–se acercó lentamente.

–¿Estaría mal si nos besamos? –preguntó, Camus no respondió y se arrojó encima de él.

 

                Las manos del mayor pasaron por todo el cuerpo del más joven, sobre todo concentrándose en las nalgas ávidas de sexo al igual que su entrepierna. La lengua, aun con sabor a licor de chocolate, resultaba por demás excitante. La fricción no dudó en llegar, y poco a poco la consciencia se iba perdiendo.

 

 

Continuará.

Notas finales:

WHATS? Jajajajajajaja Bueno, espero que les haya gustado el capitulo, ya saben, si les gustó coment, sino les gustó, también coment así voy mejorando. ¡Gracias!


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