Oliver creía que todo aquello había sido un sueño, era imposible que se hubieran marcado el uno al otro de aquella manera. Creía eso hasta que abrió los ojos. Mierda.
Allí estaba Diego, durmiendo plácidamente y lo peor era que tenía una marca morada bastante notable en el cuello. Es que es gilipollas, como se le había ocurrido retar a Oliver de aquella manera. Un momento. Diego también le había mordido a él. Se levantó de la cama y se dirigió al baño para mirarse en el espejo.
Examinó detenidamente su cuello y no vio nada, luego hizo a un lado el cuello de la camiseta y lo encontró. Lo maldijo por lo bajo, bueno, al menos la camiseta se lo cubría, pero la maldita marca no se la quitaba nadie. Refunfuñando volvió a la habitación, Diego estaba aun medio dormido, pero tenía un ojo abierto y movía el brazo por la cama, buscándolo.
—¡Mira lo que me has hecho!—se señaló el chupetón.
—Mmm… ahí estabas...—musitó adormilado—¿Qué te hice?
—Mira mi clavícula—él levantó la vista un segundo y luego se volvió a dejar caer en la cama.
—Ah, sí—susurró.
—¿Ah, sí?—Oliver frunció el ceño.
—Tú me lo has hecho en el cuello, que es más difícil de cubrir.
El rubio se quedó callado. Mierda, tenía razón. Pero él no tenía tanta experiencia en ese tipo de cosas.
—¿Te ha comido la lengua el gato?—le preguntó Diego sin haber abierto los ojos pero con una gran sonrisa.
—Y yo que sé—se quejó—. Tengo hambre.
—Yo también—musitó—. ¿Quieres ir a comer fuera?
—¿Otra cita?
—Tómalo como quieras, si te hace ilusión, entonces sí.
—¡Sí, claro!—dijo en tono sarcástico—Idiota. No me apetece cocinar.
—Pues vamos.
—Levántate—le ordenó.
—Quiero ir a cambiarme a casa—dijo vagamente.
—Pues venga, levántate.
Diego finalmente se levantó y se puso la ropa que se había quitado la noche anterior. El rubio salíó a la sala de estar y ordenó un par de cojines del sofá. De pronto sintió unos brazos agarrarle por la cintura.
—No me has dado mi beso de buenos días—dijo.
—Déjame en paz, no más besos.
—Sé que te gustan mis besos, venga—pidió.
—Te dije que no joder.
—Jo, vale. Acompáñame a la puerta, entonces.
—¿Te pierdes?
—Por favor—Oliver levantó una ceja—Está bien. Por cierto, ¿qué es eso que tienes ahí?
Se acercó a él, más bien a su cara.
—Diego, sé lo que vas a hacer—dijo tratando de apartarlo.
—No, es en serio—acercó su mano a las hebras rubias y quitó una pelusa de él—Ves.
Oliver asintió.
—Ya puedes soltarme.
Antes de hacerlo, le plantó un beso en la mejilla, para luego dirigirse a la puerta.
—Te veo en diez minutos, espérame en mi planta, tomaré una ducha.
—De acuerdo.
Salió y cerró la puerta. Oliver también pensó que asearse estaría muy bien, así que tomó una ducha. Cuando terminó se vistió y bajó a la tercera planta. Vio a Diego saliendo de casa y cerrando la puerta. Se encontraron en el ascensor. No dijeron nada, simplemente se quedaron mirándose el uno al otro. El moreno se había puesto una camisa de cuello alto que le tapaba la marca que Oliver le había hecho la noche anterior y el rubio una camiseta normal, ya que su marca era menos notable.
Cuando bajaron, salieron en dirección a un café cercano. Pidieron un café y unos dulces y se sentaron en la mesa para comerlos. Oliver tomó uno y lo mordió.
—¡Eh! Yo también quería probar ese—se quejó el moreno. Oliver se encogió de hombros— Glotón.
Lo miró como cuando le quitas algo a un niño pequeño. El rubio rodó los ojos y le dejó dar un bocado. La camarera de la cafetería los miraba con recelo, frunciendo el ceño de vez en cuando.
Continuaron su desayuno tranquilamente y decidieron dar un paseo por la ciudad.
—Oli, ¿alquilamos una película?
—Está bien—iban andando cuando una voz los sorprendió por detrás.
—Dear! (¡Querido!)—joder, maldito pelirrojo.
—¿Joe?
—¿Estáis en una cita?
Oliver tenía unas ganas tremendas de decirle que sí, para que les dejase en paz, pero Diego se adelantó.
—La verdad es que…—miró a Oliver—Sí, estamos en una cita.
Oliver sonrió triunfante.
—Oh, siento molestaros—bajó la mirada—Solo quería saludaros, guys.
—¿Esperas a alguien?
—No, la verdad es que me he perdido. Do you know where is the bank? (¿Sabéis dónde está el banco?)
—¿El banco? Nos queda de paso, nosotros vamos a alquilar una película.
—¡Oh! ¡Entonces iré con vosotros!—agarró a Diego del brazo.
Oliver trató de no hacer ninguna mueca y sobre todo no buscar un cuchillo y cortarle la mano. Entonces se sintió más aliviado, al notar el brazo de Diego rodear el suyo y al pelirrojo soltarlo.
Finalmente llegaron al banco.
—Thank you very much! (¡Muchas gracias!)
—De nada. Nos vemos—se despidió el moreno. Se alejaron un par de metros— Debes controlar esos celos, ¿Sabes?
—No estoy celoso.
—Mentiroso, parecía que ibas a cortarle la mano, te tuve que agarrar, por si acaso.
—No iba a hacerlo.
—Sí, claro—dijo con sarcasmo—. No tienes que tener celos, te quiero a ti.
—No digas eso, cabeza-hueca.
—Pero es la verdad.
—Que te calles—pidió algo ruborizado.
—¿Eso es un ''yo también te quiero''?
—No, es un que te calles y punto—contestó haciendo que Diego echara a reír.