Cuando Oliver entró nuevamente al apartamento sus amigos lo miraron esperando una explicación, al menos una palabra por parte del chico, pero este se quedó en silencio unos segundos, ¿cómo encontrar las palabras adecuadas?
—¿Y bien?—preguntó Jorge al fin.
—Esto… hablaré con él en otra ocasión, no… no tuve valor y...—Jack lo interrumpió.
—¿No tuviste valor para rechazarlo?
Él tragó saliva y se sentó en el pequeño sillón que estaba al lado del sofá dónde ellos se encontraban sentados.
—No es tan fácil—musitó—no puedo… olvidarme todo esto de un día para otro.
—¿Entonces qué vas a hacer?—le preguntó la chica.
—No sé, joder. Lo pensaré, ¿podemos irnos ya?
—Estás enamorado de él.
Oliver se llevó las manos al pelo, sintiéndose agobiado se quitó la bufanda del cuello.
—Yo que sé. Nunca me he enamorado de nadie—dijo en un murmullo.
—No era una pregunta.
—¿Podemos irnos ya? Necesito despejarme un poco—pidió cabizbajo.
—Está bien—habló Jorge. Oliver volvió a ponerse la bufanda.
Salieron en dirección a la pista de hielo. Cuando llegaron se pusieron los patines y comenzaron a entrar uno tras otro, siendo Oliver el último.
—Esperadme que no sé patinar—musitaba el rubio. Iba agarrado a la barandilla que tenía alrededor de la pista, hasta que dio un resbalón y acabó cayendo en el suelo.
—¡No os riaís! ¡Os lo he dicho!— mientras sus amigos se reían, él seguía refunfuñando desde el suelo con los brazos cruzados. Finalmente Jack –cuando terminó de reírse– lo ayudó a levantarse y agarrándolo de las manos tiró de él levemente hacia delante.
—Mueve los pies—le dijo señalando a Jorge y Luz que patinaban ya libremente. Oliver intentó imitar a los demás, aferrándose fuertemente a Jack, quién lo miraba divertido al ver la torpeza del chico. Cuando creía que ya lo tenía, dejó de agarrarse tan fuerte y sin soltar del todo al moreno, se deslizó un par de metros.
—Ja, en tu cara, aprendo rápi—no terminó la frase ya que tropezó con su propio patín y acabó cayendo al suelo y por consecuencia arrastró a Jack con él. Habían quedado en una posición bastante incómoda, ya que Jack había caído encima de Oliver.
—Aquí no, por favor—escucharon a Luz riendo por los alrededores. Jack se sentó en la pista.
—Ja ja, qué graciosa—dijo sarcásticamente. La chica ayudó al moreno a levantarse mientras Jorge ayudaba al rubio.
—Llévame fuera de la pista, me voy a quitar esta mierda—pidió agarrándose al brazo de su otro amigo ésta vez.
—De eso nada—contestó la chica agarrándolo por el otro brazo—así tienes menos posibilidades de caerte.
—Pero quiero salir—dijo molesto.
—No—negó rotundamente ella nuevamente—Izquierda, derecha, izquierda, derecha—repetía mientras hacía los movimientos con los pies. Oliver la imitó, logrando patinar esta vez.
Las siguientes horas, las pasaron, riéndose del pobre Oliver, ayudándolo o presumiendo de sus 'dotes para el patinaje'. Después de haberse puesto los zapatos, el rubio aún se sentía inestable por los patines así que agarró a la primera persona que pilló al ponerse de pie, siendo, por suerte, Luz. Ésta se rió y negó con la cabeza.
—Oliver, ahora tienes puesto unos tenis, no unos patines, puedes caminar—dijo burlándose.
—Calla—respondió algo avergonzado.
Volvieron en taxi, dejando primero a Jorge y Luz en su edificio, ya que vivían en el mismo, el siguiente tuvo que ser Oliver.
—Cuidado, no vaya a ser que te caigas—se volvió a burlar su amigo cuando este se iba a bajar del coche.
—Capullo—musitó este cerrando la puerta del coche y despidiéndose con la mano.
Giró para entrar en el edificio. Estaba nervioso. Tenía ganas de hablar con Diego pero no sabía que decirle. Se mordió el labio, odiaba sentir que lo necesitaba. Subió al ascensor y se debatió entre presionar el botón que lo llevaría a la planta número 3 o a la 5. Le dio al 3, ¿qué más daba? Lo necesitaba. Le echaba de menos. Y eso que solo habían estado separados por poco tiempo. Cuando el ascensor se paró su corazón comenzó a latir con más fuerza. Las puertas se abrieron y dudando dio un paso al frente, y otro, y otro. Llegó frente a la puerta del apartamento de Diego y acercó la mano al timbre. Volvió a dudar. ¿De verdad era lo correcto? No pudo pensarlo mucho, ya que la puerta se abrió de repente. Dio un traspiés y tragó saliva nervioso.
—Hola—musitó el moreno con el gesto serio.
—Esto… ¿Es-estabas esperándome?—genial. ¿No tenías nada mejor que preguntar, Oliver?
—Bueno… Algo así—contestó sin haberlo mirado. ¿Qué era lo que le pasaba? ¿Iba a volver con Joe? Mierda, ¿qué le pasaba?—¿Quieres pasar?
El rubio asintió nerviosamente. Entró, se sentó en el sofá y esperó a que el moreno llegara, este se sentó a su lado sin decir una sola palabra. Tenía que preguntárselo.
—Diego… ¿Te pasa algo?
—Sí. Te echo de menos, te quiero, pero tú no crees en mí, me hace plantearme si… de verdad me quieres—suspiró. Oliver se sintió mal consigo mismo. Ésta vez estaba dolido, molesto, pero seguía teniendo un brillo especial en la mirada cada vez que lo miraba.
—Oliver, yo quería...esto...—¿estaba nervioso?— ¿Por-por qué me besaste?
El chico bajó la mirada. ''Porque te extrañé'' era lo que quería decir, pero lo que realmente no lo hizo, su orgullo no se lo permitía.
—No sé—fue lo que realmente dijo.
—¿No lo sabes? ¿Besas a cualquiera sin saber por qué?
—No, es que… tú no eres cualquiera.
—Pues, si no soy cualquiera, ¿por qué no confías en mí?—preguntó mirándolo.
—Porque… he confiado y… me han fallado y—hizo una pausa—no quería que tú me fallaras, no quiero que me falles.
—Oliver—sintió la mano de Diego tomarlo por el mentón para levantarle la cabeza—No te he fallado. Créeme.
Fue como si el tiempo se hubiese detenido en el momento en que se perdió en su mirada. Hasta que respondió.
—Te creo—susurró al fin.
—Gracias—contestó el moreno abrazándolo con fuerza, Oliver correspondió al abrazo algo desconcertado.
Oliver no pudo evitar sonreír como un idiota. Se quedaron quietos, aferrados al otro como si su vida dependiera de ello. Al fin sentían paz. Perdieron la cuenta de los minutos en ese momento hasta que finalmente se separaron.
—Esta vez en serio, ¿te pasa algo?
—No, bueno, estoy feliz de que hayas vuelto conmigo.
—No me refería a eso. Estás un poco más serio de lo normal...—musitó.
—Es solo que creí que iba a pasar mi cumpleaños solo.
—¿Hoy es tu cumpleaños?—él asintió con una sonrisita—¿Por qué no me lo dijiste?
—¿Para que te lo iba a decir si estaba ocupado en recuperarte?—dijo en un susurro. Oliver se sonrojó notablemente, miró al suelo—¿qué pasa?
—Que ahora me siento mal por no haberlo sabido—murmuró algo frustrado.
—No pasa nada, ahora estoy mejor. Estoy contigo—sonrió y le dio un beso en la mejilla. La cara de Oliver se tornaba cada vez más roja, si eso era posible. Diego al notarlo soltó una risita.
—No te rías—contestó el rubio.
—¿Entonces vuelves a ser mi novio?
—¿Es necesario que lo responda?—preguntó levantando una ceja.
—Por supuesto que no—contestó con una sonrisa mientras se acercaba al rubio, posó sus labios sobre los de él. Sin esperarlo, sintió las manos de Oliver alrededor de su cuello, dejando leves caricias; sabía que esa era su forma de decirle que también lo había extrañado. Dejó esos pensamientos de lados y se centró en el chico. Abrazó su cintura y lo apegó más hacia él, tornando el beso algo más apasionado e intenso. Ambos tuvieron que separarse para tomar aire.
—Oli—dijo aun con los ojos cerrados y con la frente pegada a la suya.
—¿Qué?
—Hemos estado separados apenas un día y poco y casi muero. No vuelvas a separarte de mí así. Por favor—lo abrazó nuevamente.
—No quiero separarme de ti—murmuró correspondiendo al abrazo.