—No quiero separarme de ti—murmuró correspondiendo al abrazo.
—Eso espero...—musitó separándose del rubio. Volvió a acercarse a él con la clara intención de besarlo, Oliver lo había notado, así que simplemente cerró los ojos con un poco de fuerza. Le ardía la cara. Escuchó la risita de Diego así que volvió a abrir los ojos.
—¿De qué te ríes, idiota?—dijo con un tono de voz molesto.
—Tus expresiones...—volvió a reír—. Eres adorable.
—Cállate, joder. No soy adorable—contestó.
—Está bieeen...—musitó el moreno, volviendo a acercarse a él, pero Oliver no se lo permitió, ya que colocó la mano en su pecho. Éste frunció el ceño ante tal gesto.
—¿Qué pasa, Oli?
—Ya no quiero—no se lo iba a poner tan fácil.
—¿No quieres qué?
—No quiero que me beses—se cruzó de brazos y le dio la espalda.
—Oh, vamos. Yo sé que tú también me echabas de menos—dijo a la vez que volvía a rodear la cintura del rubio con los brazos. Oliver forcejeó.
—Que no—musitaba tratando de escapar, pero esta vez las piernas de Diego lo atraparon, de tal forma que lo único que pudo hacer el rubio era quedarse sentado de espaldas a él. Soltó un bufido.
—Eres malo, Oli. Encima de que me haces pasar un mal día, ahora, que nos hemos reconciliado, ¿no me dejas besarte?
El rubio negó con la cabeza, con las mejillas rojas como un tomate
—Bueno, en ese caso tendré que convencerte hasta que quieras hacerlo—susurró en su oído. Oliver tragó saliva, un momento, ¿qué? ¿Castigarlo? ¿De qué estaba hablando?
—Diego, no seas idiota, suéltame—gruñó volviendo a forcejear.
—No—contestó esta vez posando sus labios sobre el cuello del rubio—discúlpate.
Dio un pequeño salto. ¿Que se disculpara? ¿Por qué? ¿Por no permitirle que le diese un beso? ¡Ni hablar!
—No me disculparé, no hice nada—contestó el rubio.
—Está bien, tú lo has querido—Diego le quitó la bufanda que el rubio tenía puesta.
—¿Qué te crees que ha…?—su voz se cortó al notar la lengua de Diego recorrer su cuello hasta su oreja, de forma lenta y presuntuosa, para luego dejar un par de besos en este. Mierda, ya el rubio tenía la piel de gallina—Diego, pa—trató de retener un suspiro—para.
—¿Por qué debería hacerlo? Tú no me has dejado besarte antes—dijo en un tono de voz relativamente bajo y ronco. ¿Diego tenía ese registro en su voz? Joder. Sintió los labios de Diego nuevamente en el cuello y se sobresaltó.
—Diego. Lo di-digo en serio, para—musitó dificultosamente. Ésta vez, sintió los dientes de él morderle levemente. Oliver tenía la respiración entrecortada, hacía todo lo posible por retener los suspiros que se desesperaban por salir de su boca. El agarre de Diego se fue haciendo poco poco más débil, a medida que la intensidad de los besos y mordidas de el chico iban subiendo de tono. Oliver aprovechó ese momento para girarse y así detenerlo antes de que lo marcara, aunque ya era demasiado tarde.
Diego lo miró algo confundido pero antes de que pudiese decir algo, los labios del rubio atraparon los suyos. Sonrió, pero acabó correspondiendo al beso de igual manera.
—Creo que hay alguien que también me ha echado de menos...—le dijo con tono arrogante.
—Cállate—pidió el rubio alejándose un poco más del moreno—. Me tengo que ir ya…
—¿Ya te vas? Pero yo quiero estar contigo...—hizo una mueca de molestia.
—Es que tengo que ducharme, además, mañana tenemos que volver a clase.
—¿No recibiste el mensaje? Han tenido que suspenderlas por la nieve. Creo que empezaremos el miércoles.
—Ah, no había mirado el móvil. En todo caso necesito darme una ducha.
—¿Y no quieres que nos duchemos juntos?—esta vez la voz de Diego era más suave.
—Eeh… no, mejor me ducho yo solo.
—Oh, venga. Así ahorraremos agua—insistió él.
—Es que…
—Tranquilo, no te voy a hacer nada—dijo—bueno, al menos nada que no quieras hacer.
Oliver levantó una ceja, pensándolo bien… no era tan mala idea. Además, le debía una por haber estado peleados justo el día de su cumpleaños.
—Bueno, está bien—acabó aceptando. Diego sonrió maliciosamente.
—Ve tú primero, en seguida voy.
El rubio frunció el ceño, estaba bastante nervioso. ¿Qué planeaba? Joder, tenía miedo. Se dirigió al baño, ¿debía esperarlo para desvestirse o debería desvestirse sin él delante? Se quitó solo la ropa de la parte superior, quedando finalmente con el torso descubierto. Se giró hacia el espejo. Mierda. Diego le había dejado numerosas marcas en el cuello y esta vez eran más dificultosas de ocultar. Iba a matarlo. Joder.
En ese momento entró el moreno en el baño.
—Diego.
—¿Mmh?—se quitó la camiseta.
—Dime, ¿cómo voy a ocultar todas estas marcas?, ¿eh?—dijo molesto.
Éste se encogió de hombros y soltó una risita.
—¿Qué pensará la gente cuando las vea? Creerán que hago otro tipo de cosas contigo—exclamó quitándose esa vez los zapatos; cuando pudo darse cuenta, Diego ya no tenía pantalón.
—A ellos no les importa lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer—se acercó a él y le dio un beso en la mejilla, provocando que Oliver dirigiera la mirada al suelo; Diego soltó una risita y luego rodeó su cadera con ambos brazos—Bueno, ya veo que tienes un ''problema'' a la hora de desvestirte, pero no te preocupes, ya te ayudo yo.
Antes de que pudiese quejarse, Diego estaba besándolo apasionadamente. Era uno de esos besos que le robaban hasta la última pizca de aliento. A la mierda, lo iba a corresponder. ¿Cómo podía resistirse a eso? Oliver sintió un mordisco en su labio inferior y poco después notó la lengua de Diego rozar la suya. Inconscientemente llevó sus manos al cuello del moreno, quiso vengarse por lo que él le había hecho a él minutos antes, así que mordió el labio de Diego y tiró de él. Notó las manos de Diego bajar hasta su trasero y apretarlo. Mierda, mierda, mierda. Se estaba excitando y sus pantalones comenzaban quedarle cada vez más estrecho. Y todo eso con un jodido beso. Maldita sea, Diego.
Separaron sus labios por falta de aire, Oliver no sabía que hacer, ni siquiera con qué cara mirarle. Y para colmo, el moreno le plantó un par de besos leves en el cuello. Estaba muerto de la vergüenza, y rogaba que Diego no notase cuán excitado estaba. Aún estaban cerca, un paso más y lo iba a notar. El rubio tragó saliva y no pudo evitar apoyar su cabeza en el hombro de Diego.
—Oli—jadeó el moreno.
—¿Qué?
—Creo que ese ha sido el mejor beso de mi vida—sonrió, aún sabiendo que el rubio no vería su sonrisa. Se sonrojó, todavía más, si es que eso era posible.
—Y el mío—musitó.
Diego se separó de él, que no pudo hacer más que desviar la mirada. Sus mejillas eran un semáforo en rojo.
—¿Qué pasa, Oli?
—Na-nada—tartamudeó. Entonces pasó justo lo que Oliver no quería que pasara. Diego se había dado cuenta.
—Ah, ya veo, supongo que tendremos que solucionarlo, ¿no?—dijo con una sonrisa un tanto arrogante. Las manos de Diego se dirigieron al botón de su pantalón y lo desabrochó.