De aquella tarde había pasado ya dos días y ahora era miércoles, al fin habían acabado con los exámenes más díficiles. Los dos protagonistas de esta historia estaban en el autobús, volviendo ya a casa de la universidad.
—Oli—lo llamó el moreno.
—No me llames así, ¿qué quieres?
—Quiero ver una peli que he alquilado ayer para celebrar que hemos acabado los examenes, ¿llamamos a Jack y Jorge para que vengan también?
—Un momento, un momento, ¿cómo que llamamos?
—Sí, para que vengan... ¿O es que quieres estar a solas conmigo?
—¡Claro que no, imbécil! Ellos hoy no pueden, Jorge tiene entrenamiento y Jack clases de piano o algo de eso...
—Es que mi reproductor de DVD está roto, se me cayó el otro día del estante y está hecho añicos.
—El mío funciona, te lo presto si no lo dejas caer y me dejes en paz.
—No porque quiero ver la película contigo.
—Pero yo contigo no, acosador estúpido.
—¡Vamos! ¡Es esa nueva de terror!
—No me gustan las películas de terror—dijo bajando ya del autobús.
—¿Es eso o es que eres un gallina? ¿Eh, Oli?
—No me llames Oli y claro que no tengo miedo.
—Demúestralo, veamos la película.
—¡Que no, joder!
—Oliver es un gallina, ¡Oliver es un gallina! ¡¡Oliver es un gallina!! ¡¡¡OLIVER ES...!!!—el rubio le tapo la boca ya que cada vez estaba gritando más, entraron en el edificio donde vivían.
—¡Cállate! ¡Idiota! ¡Veré contigo la estúpida película, pesado de mierda!
—Hey, hey, ¡sin ofender!
—Déjame en paz ahora, ¿sí? ¡Voy a mi casa a comer! ¡A las 4:00 pm sube a mi casa!—dijo cerrandole las puertas del ascensor en la cara.
Diego sonrió tras la respuesta del rubio, lo había conseguido.
Cuando Oliver llegó a casa se arrepintió de habérle dicho que viniera a su casa. Era un estúpido acosador gay que... Bueno, hasta ahora no le había hecho nada, pero estaba seguro que era totalmente capaz.
El tiempo pasó rapidisímo, ya era hora de que Diego hubiera llegado.
—Ojalá se lo haya tragado el váter—pensó Oliver aun enfadado. Se arrepintió de haberlo pensado, pues en ese momento tocó el timbre efectivamente, Diego Kauffman.
—¿Sabes, Oli? Creo que es la primera vez que me invitas tú a tu casa—dijo el moreno riendo a la vez que entraba en el apartamento—ésta es la peli—dijo enseñandosela.
—¿Hago palomitas?—le preguntó al moreno desde la cocina cogiendo un paquete de palomitas de microondas de un estante.
—Como tú quieras, Oli—dijo poniendo la película en el DVD y cogiendo el mando para ponerla. Oliver, ignoró cómo lo había llamado y pusó las palomitas en el microondas.
Tres minutos. Tras escuchar el pitido del microondas Oliver sacó las palomitas para ponerlas en un plato.
—¡Corre, Oli! ¡Va a empezar!—advirtió el moreno.
Cuando iba a volver al sofá a paso ligero para ver la película al lado de Diego se tropezó con la alfombra arrugada que estaba en el piso y se cayo encima de este.
—¿Recuerdas nuestro trato, Oli?—dijo a tres centímetros de su cara— Pues te lo advertí—y a continuación lo agarró por el cuello de la camiseta y lo besó, esta vez no fue en la mejilla, sino en los labios. Oliver intentó separarse pero la fuerza de Diego lo superaba. Unos segundos más tarde, el moreno se separó de él, pero Oliver seguía forcejeando.
—¿¡QUÉ HACES, IDIOTA!?—gritó levantándose de encima de Diego, limpiándose la boca con la manga de la chaqueta—¡Está bien que seas gay, pero yo no lo soy!
—¿Estás seguro de que no lo eres?—esta vez se había pasado, se había pasado tres pueblos.
—¡Claro que estoy seguro, pervertido de mierda!
—Era un trato, un trato es un trato.
—¡Pero yo no lo acepté!
—Tampoco lo negaste.—contraatacó Diego
—¡Sal de mi casa! ¡Ahora mismo!—sacó la película del reproductor DVD y se la tiró a Diego, quien la atrapó en el aire.
—Escucha, Oliver, yo...—un fuerte grito por parte del rubio lo interrumpió.
—¡HE DICHO QUE TE LARGUES!—empujándolo fuera de la casa y cerrando con un fuerte portazo.
Cuando cerró se sintió puede que aun peor, acababa de besarse con Diego, y esta vez fue de verdad. Se dejó caer de espaldas a la puerta tocandose los labios con la yema de los dedos. Estaba seguro de que a él le gustaban las chicas y no los chicos, sobre todo los chicos molestos como Diego, pero... tampoco podía decir que no había sentido nada después del beso, lo tenía muy abrumado.
Diego ya había entrado en su apartamento, pensando en lo que acababa de hacer. ¿Se arrepentía? Para nada. Oliver era muy irritable y le gustaba molestarlo solo para joder, lo hizo sin pensarselo dos veces, sin embargo, no se arrepentía. Por su mente pasaban muchas emociones, pero el arrepentimiento no era una de ellas.
Oliver pensó que lo mejor era refrescarse; le ardía la cara. Entró en la bañera, no sin antes echarse por encima un chorro de agua fría y llenarla de agua tibia. Se metió en esta soltando un largo suspiro. Lo peor es que no podía quitarse de la cabeza a Diego, el beso y la sensación. Cerró la llave del agua y se metió dentro de la bañera.
Aquel momento había sido muy raro... Se suponía que ellos dos eran algo parecido a ''amigos'' pero Diego se había atrevido a ir más allá, y ese allá era demasiado lejos. ¡Se suponía que incluso tenía novio, joder! Oliver estaba seguro de que el era hetero, perdón, lo es. O eso pensó él. —Diego, ímbecil. Me haces sentir confundido.
Después de háberse dado un buen baño se metió en la cama sin siquiera cenar ni vestirse. A él no le importó puesto que estaba seguro de que en aquella casa estaba solo y efectivamente lo estaba. Al principio no podía dormir porque no paraba de pensar en eso. Diego no era tan mala persona al fin de al cabo, él era... simplemente él. No había una palabra exacta para Oliver para definir a ese chico.
Unos pensamientos fueron llevando a otros y al final acabó pensando en sus sentimientos hacia Diego. Su corazón se aceleró irremediablemente por la ''adrenalina'' del momento, o eso creía él. Poco a poco y finalmente el rubio acabó dejándose llevar hasta quedarse profundamente dormido.
—Oliver, perdóname por lo de ayer. No estaba pensando—vi a Diego en la puerta de mi casa, yo le había abierto y esta vez no me había empujado para entrar, se había quedado allí.
—¡Idiota! ¡Tú nunca piensas!
—Entonces...¿me perdonas?—dijo mirándome a los ojos.
—¡Yo no he dicho eso, imbécil!
—Oliver, me gustas.
Se despertó sobresaltado después de aquel sueño, como si hubiera tenido una de esas pesadillas horribles donde el miedo reinaba, aunque aquel sueño no lo había sido para tanto. Cuando escuchó aquellas palabras salir de la boca del moreno sintió que algo se revolvía en su interior. Mierda, mierda y mierda.