—Quiero estar solo—murmuró el moreno.
Oliver negó con la cabeza.
—No pienso dejarte solo, idiota.
Diego volvió a abrazarlo.
—Chicos, es mejor que os deje solos. Hablaremos mañana, ¿de acuerdo?
Oliver asintió.
—Gracias por todo, Kelly—dijo Diego tratando de recuperar su postura.
—De nada—sonrió y salió del edificio.
Esa noche había notado cuán enamorado estaba Diego de su hermano y realmente le llegó al corazón.
—Entremos, van a salir los vecinos—habló Oliver en voz baja.
Ambos entraron y se sentaron en el sofá. Diego estaba inmóvil.
—¿Tan mal se lo tomó?
Diego asintió con la cabeza.
—Me dijo que le decepcionaba, que estaba confundido, que necesitaba ayuda, que era innatural, hasta me llamó enfermo—murmuró Diego sin levantar la cabeza del suelo.
—Sabes que nada de eso es cierto—contestó Oliver acercándose a él.
—Pero le dije cosas muy hirientes y yo...—el rubio lo interrumpió.
—Él también te hirió, Diego…
—Ya, pero no tenía que haberle hablado así, es mi padre después de todo.
—Darle más vueltas no solucionará nada, así que ahora vamos a ir a la cama y vamos a dormir juntos, ¿vale?
—Vale, pero primero tengo que recoger todo eso...—señaló a la mesa.
Oliver asintió. Ambos recogieron los platos y el moreno los puso en el lavavajillas.
—Diego, ¿que hago con esto?
Él se giró y observó la pequeña caja que tenía Oliver entre sus dedos.
—Lo voy a guardar—Diego se la arrebató y la abrió para que Oliver viera lo que hay dentro.
—Era de mi madre—explicó—ella quería que se lo diera a mi novia pero como es de mujer y no puedo dártelo a ti, pues supongo que lo guardaré para cuando tenga una hija.
Diego lo guardó en un cofre que tenía en su cómoda. Oliver no dijo nada solo se sentó en la cama. El moreno se giró y miró a Oliver. Se acercó, quedando frente a él.
—Gracias por estar conmigo en esto.
—Sería un idiota si no lo estuviera.
Llo agarró del brazo para quedar ambos de pie.
—Te quiero.
—Bésame de una vez, idiota—sus labios chocaron con vehemencia.
Buscando un contacto más profundo, más fuerte, más pasional. De un momento a otro, ambos estaban tumbados en la cama uniendo sus labios con los del otro una y otra vez. Oliver estaba debajo de él, enredando sus dedos en el pelo del moreno y empujando su nuca más contra la suya. Diego al contrario, estaba sobre él y tenía las manos metidas dentro de la camiseta del rubio. Se separaron para tomar aire.
—Diego, me estás aplastando…—murmuró Oliver contra sus labios.
Él se rió y giró haciendo que quedara el rubio encima de él. Oliver tenía las mejillas rojas como tomates y sus manos temblaban débilmente. No se acostumbraba aún a esos momentos de ''intimidad de pareja''.
—Oli…
—¿Qué?
—Estás roj...—el rubio le tapó la boca.
—Cállate—la distancia entre ellos volvió a ser nula.
Las manos de Diego se dirigieron a su cintura mientras él las tenía en sus hombros. Al moreno le sorprendió que fuera Oliver quien tomara la iniciativa, aunque eso le gustaba. Ya se las habían ingeniado para respirar entre besos así que no se separaban demasiado el uno del otro. De pronto los labios del rubio se separaron de los suyos y se dirigieron a su cuello.
—¿Oliver?
—Ca-calla, hoy empiezo yo...—dijo avergonzado pero sonando lo más convincente posible.
Se acercó a su oreja, la cual mordió suavemente, luego bajó hasta su cuello, dejando una leve marca entre el borde de la camiseta y la piel descubierta. La ropa comenzaba a estorbar.
—E-espera...—murmuró Diego, empujando suavemente a Oliver para quitarse la prenda que tanto le molestaba.
A Oliver se le fue la sangre a la cabeza de nuevo. Las manos del moreno fueron al borde de su camiseta y se la quitó. Sus labios volvieron a juntarse de una forma un tanto… provocativa. Mordían el labio del otro y sus lenguas jugaban entre ellas. Oliver estaba empezando a excitarse. Volvió dejar un beso casto en la clavícula de él, justo donde él mismo había dejado una pequeña marca.
Esta vez volvió a ser Diego quien lo empujó contra el colchón para situarse encima suyo, colocándose estratégicamente entre las piernas del rubio. Le dio un corto beso en los labios, luego en el cuello y finalmente en su abdomen. Luego volvió a sus labios, besándolos con fiereza. La excitación de Oliver comenzaba a crecer; Diego rozaba su erección con la rodilla y eso no hacía más que desquiciarlo, aunque fuera en el ''buen'' sentido. Sin haberse separado del beso, el moreno dirigió sus manos al botón del pantalón de Oliver para deshacerse de él un par de segundos después. El rubio no pudo decir nada, básicamente porque Diego le mantenía la boca ocupada. Tenía un bulto en la ropa interior y estaba seguro de que en cuanto se separaran, iba a tener la cara más roja que un tomate.
Antes de que eso sucediera, Oliver sacó fuerzas de quién sabe dónde y volvió a quedar sobre él. Juntó sus labios sin darle oportunidad para decir nada e incluso mordió su labio inferior y tiró un poco de él. Quería utilizar la misma técnica que él había utilizado con él pero no pudo. Y sabiendo que no iba a ser el único en excitarse iba a ser él y que probablemente iba a soltar un gemido no demasiado masculino, rozó su intimidad con la de él. Para su sorpresa, él no era el único al que se le había formado una tienda de campaña debajo de la ropa que le quedaba.