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Asfixia por NaranjaMorada

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Notas del capitulo:

Axis Powers Hetalia y todos sus personajes pertenecen enteramente a Hidekaz Himaruya y son usados aquí con meros fines de entretenimiento y fangirleo. ¡Último capítulo de esta historia! Muchas gracias por leer, espero la disfruten y disculpen el OoC. 

Finlandia despertó y por un momento se quedó en shock, sin saber dónde se encontraba, mirando a su alrededor intentando reconocer los muebles o los cuadros que adornaban la pared. Su mente tardó unos segundos en rebobinar todo lo vivido anteriormente y darse cuenta que se encontraba nada más y nada menos que en la habitación del danés. Soltó un suspiro de alivio.


No sabía cuántas horas había dormido, pero seguía somnoliento. Se estiró de forma perezosa antes de que una punzada en la cabeza le provocara una mueca de dolor, a la par que su estómago gruñía. Volvió a estirarse antes de admirar en silencio el cuarto.


La habitación estaba decorada de forma moderna pero hasta cierto punto impersonal. No concordaba con la idea que tenía en la mente del espacio particular del mayor, por lo que supuso no le ponía gran atención al tratarse únicamente de uno de los muchos departamentos que tenía cerca a sus embajadas. Hacía tiempo que no visitaba la casa principal en Copenhague y se preguntó qué clase de objetos adornarían las estanterías, o de qué color estarían pintadas las paredes, por lo que anotó mentalmente que debía hacerlo pronto.


La noche anterior el contrario lo había llevado ahí, a su habitación. En cuanto cruzaron el umbral su mente jugó con él mostrándole toda clase de cosas censurables, más todavía cuando el rubio lo animó a desvestirse para ponerse cómodos (no entendía de qué forma podría algo así ponerlos cómodos, pero acabó obedeciendo). Ya en interiores, se recostaron sobre la cama y se dedicaron a recuperar el tiempo perdido, conversando durante horas y horas. Por fin los mensajes de texto cobraban forma y Tino se enteraba de las peripecias de Mathias, de las experiencias que se moría por contarle y qué había de nuevo en su país. El finlandés no pudo evitar entornar los ojos ante la culpa que lo golpeó al escuchar sobre lo mucho que el otro le había extrañado al no tener a nadie de confianza con quien mantener una charla. Porque después de todo eran amigos y confidentes, aunque considerando las circunstancias Tino no sabía si podían considerarse algo más.


—Me gustas —dijo de pronto el danés, sacándolo abruptamente de sus pensamientos. No lo miraba a él, sus ojos estaban fijos en el techo del departamento, pero su mano había viajado por encima de las sábanas hasta encontrarse con la del finlandés y entrelazado sus dedos. Tino se quedó atónito.


—En serio me gustas, lo supe cuando desapareciste. Al principio todo estaba bien, como… Como antes de que empezáramos a salir. Pero pronto me di cuenta que algo faltaba. Tuve que pensar en solitario acerca de eso, ya que por lógica no podía compartirlo contigo, y bueno… Ya sabrás a qué conclusión llegué, pero es que de verdad no sabía qué estaba pasando conmigo. Pensé que lo mejor sería actuar como siempre, pero entonces cortaste contacto y ya no supe qué hacer. Sabía que debía dejarte tranquilo, de verdad que lo sabía, pero aun así no quise... A pesar de que tú ya tienes… o tenías a alguien, no quise dejarte escapar del todo… —Finlandia apreció que fruncía un poco el entrecejo, como si se debatiera consigo mismo para continuar hablando. Segundos después, suspiró —.Lo admito, fui un egoísta —nunca se esperó aquel adjetivo. Mathias hablaba con toda sinceridad —.Me disculpo por todos los problemas que te causé. Te diré la verdad, ya me había dado por vencido y optaba por imitarte y alejarme. Entonces se te ocurrió la brillante idea de aparecer delante de mi puerta y todos mis planes se rompieron. Y luego…


Tino no supo qué decir, se limitó a apretar más fuerte la mano ajena y para su sorpresa el danés le correspondió.


—No lo digo para hacerte sentir mal, debía confesártelo lo más pronto posible tomando en cuenta que tú fuiste más valiente y admitiste tus sentimientos. Es sólo que nunca creí que de verdad podríamos… estar juntos como algo más. Por lo tanto, ahora… —volteó a verlo, y el finlandés no pudo más que entreabrir la boca. Soltó su mano y Mathias aprovechó para llevarla a su rostro, a las blancas mejillas sonrojadas.


—Ahora no me importa nada ni nadie: No pienso dejarte ir —sentenció antes de apegarse al más bajo. Tino no tuvo fuerzas para responderle y de todos modos nada parecía apropiado en aquel instante que parecía salido de un sueño. Nunca imaginó que la cercanía del otro fuera así de cálida, así de cómoda. Su presencia lo hacía sentir seguro y feliz, figurándosele como las pocas veces que amanecía soleado en su patria: Mathias era un sol que había llegado a su vida. No recordaba haberse sentido así antes con nadie, ni siquiera con Su.


Estuvieron así, con sus cuerpos entrelazados sobre las sábanas hasta que el sueño los venció. Era momento de afrontar lo sucedido, o al menos eso pensó Finlandia.


Jaló las sábanas y se las llevó al rostro: olía al otro, una mezcla de la fragancia de su piel, su colonia y otros tantos aromas que no pudo descifrar aunque le gustaron. Una sonrisa apareció en el rostro del finlandés antes de incorporarse para calzarse los zapatos y salir del cuarto en silencio. En la cocina se escuchaba al danés trabajar, y lo encontró de espaldas a la alacena, buscando algo. En cuanto volteó, dio un respingo de desconcierto como un niño al que se encuentra haciendo una travesura, antes de soltar una risita.


—Sabes, acabo de darme cuenta que hay algo que realmente no me gusta para nada de ti: tienes la manía de arruinar mis sorpresas —dijo, y Tino cayó en cuenta que sobre la mesa reposaba una bandeja con dos humeantes tazas de café y unos platos vacíos que pronto serían cubiertos por las exquisiteces del rubio. ¡Planeaba llevarle el desayuno a la cama! Se avergonzó, a su juicio eso sería un completo abuso de su buena voluntad.


—Lo siento —se disculpó mientras rápidamente tomaba asiento sobre la silla más próxima, no fuera que el otro insistiera en que regresara al cuarto —.Pero preferiría tomar algo aquí, si no te importa. No tendí la cama, además…


Dinamarca se encogió de hombros quitándole importancia al asunto, mientras hablaba sobre lo acostumbrado que estaba a desayunar en la cafetería de su embajada y que la cocina del departamento estaba tan vacía que tuvo que improvisar. Desayunaron café y sándwiches que a Tino le supieron a gloria considerando que no había probado alimento desde la tarde anterior, y que habían sido hechos por las manos del contrario.


— ¿No es gracioso esto? —Dijo de pronto Mathias —.Es decir, estar tú y yo juntos como antes, pero a la vez… —movió las manos, buscando qué más añadir —No sé si me explico…


Tino asintió con la cabeza mientras daba un sorbo de café.


—De cierto modo lo es. Yo no esperaba volver a estar así, contigo —admitió el rubio menor, dedicándole una tímida sonrisa —.Tampoco esperé que tú… Ya sabes.


"Sintieras lo mismo que siento yo", pero no lo dijo por mera vergüenza. Dinamarca asintió con la cabeza.


—Los reyes siempre debemos ir un paso adelante —rió.


Tino se la estaba pasando bien, demasiado bien. Estar con el danés era algo único, y bien podía acostumbrarse a compartir momentos más íntimos que los de por sí ya compartían, por osado que sonara. No era nada más la emoción del rompimiento de una rutina, era algo más que no podía, al menos en ese instante, identificar. Después de comer le ayudó a lavar los platos y vieron algo de televisión en la salita. Ahí, Tino se aventuró a acercarse y recargar la cabeza en el hombro de Mathias, sintiendo después la del mayor inclinándose contra la suya. Y supo que había encontrado su lugar.


II


Dinamarca dio un último suspiro antes de caer rendido en la cama. Finlandia sonrió, sonrojado, y se tendió a su derecha, contemplando cómo intentaba normalizar su respiración. Ya habían pasado unos meses desde la ocasión en que llegó a su departamento llorando, desde entonces todo había cambiado: Tal como había dicho, fue a la casa que compartía con Suecia para sacar los objetos que conservaba ahí. El de lentes no hizo intento alguno de detenerlo, es más, ni siquiera se apareció por el lugar: Dejó las llaves en el sitio habitual y ya. Tampoco lo llamó, buscó ni se le acercaba demasiado en las reuniones. Sin embargo el finlandés no dejaba de tratarlo con cierta familiaridad cuando tenía que hacerlo, aunque sí marcando un límite para dejar en claro que todo había terminado entre los dos. Nunca podría tratarlo fríamente ni odiarlo, ¿cómo podría sentir algo así por quien, en su momento, le dio tantos años de felicidad? Berwald podía contar con Tino siempre, así de fácil. Cerrar el círculo sería dificultoso para ambos tomando en cuenta que debieron tratar el tema con mayor profundidad, pero no imposible. Por otra parte, si Suecia sospechaba del tiempo que pasaba a solas con Dinamarca no decía palabra alguna, mostrándose tan estoico como siempre. Mejor así.


Tino entrelazó los cabellos de Mathias entre sus dedos, sin poder quitarle la vista de encima. ¿Cómo no se había dado cuenta antes de lo hermoso que era? Vale, siempre lo consideró atractivo, pero eso era muy diferente a ser hermoso. Tal vez su devoción hacia Suecia le había impedido ver más cerca a su rival…Un misterio. Le besó la frente con cariño y lo abrazó contra sí. El danés tan sólo lo miró con una sonrisa cansada.


— ¿Ya te he dicho lo feliz que me haces? —preguntó Tino. Mathias asintió con la cabeza.


Ja, me lo has dicho. Aunque no me molesta escucharlo otra vez—contestó, feliz. Se estiró para besarle en la comisura de los labios—, ¿listo para irnos, o nos quedamos a repetir? —le guiñó un ojo. Tino rió, ruborizado.


—Muy tentador… Pero hay que aprovechar el día libre, así que arriba —respondió el finlandés mientras lo apartaba de su lado con suavidad y se incorporaba. Mathias hizo un puchero, pero lo imitó. Apenas estaban poniéndose de acuerdo sobre el desayuno y a qué lugar ir primero (o simplemente caminar y dejarse llevar por el viento) cuando sonó el timbre de la puerta. Ambos parpadearon sorprendidos.


—Debe ser algún testigo de Jehová —bromeó el danés mientras recogía su ropa para dirigirse a la ducha — ¿Serías tan amable de abrirle y decirle que aquí adoramos a Odín y hacemos sacrificios en su honor todos los miércoles? Ah, y que si no se va haremos una excepción, y…


—Vale, he entendido —respondió Finlandia mientras se vestía. Sonrió al danés antes de salir del cuarto para dirigirse al recibidor, estirándose. Definitivamente sería un buen día: Sólo él y Mathias correteando por todo Copenhague (porque sí, finalmente había estado en la habitación del otro y pudo comprobar sus teorías acerca del color de las paredes) como un par de adolescentes enamorados ocultando su romance de todo el mundo, aunque eso último aplicado no de manera literal. Una tarde navegando por internet, Finlandia se había topado con fotografías suyas en compañía de un danés que le sonreía como un torpe enamorado y cuyo texto hablaba de un posible romance entre ambos. ¡Increíble! Los reporteros eran asombrosos cuando de oler un chisme se trataba. Le comentó a Mathias quien en lugar de preocuparse, se quejó de que las fotografías no captaban su mejor ángulo. Tino no pudo más que reírse de sus comentarios y convencerlo de ser más discretos en sus salidas. El timbre volvió a sonar, sacándolo de sus pensamientos. Sin ver antes por la mirilla apartó el seguro de la puerta y abrió.


—Lo lamentamos, pero en este momento no estamos interesados en publicidad religiosa ni nada que se le parezca…


— ¿Tino?


Aquella voz tan bien conocida le hizo reaccionar. Frente a él se encontraba el sueco, quien lo miraba con un gesto inexplicable, más tenso de lo normal.


—Su… ¿Su? —tartamudeó el rubio menor al verlo. ¿Qué hacía él ahí? El sueco no respondió, tan solo bajó la vista y se talló el brazo.


—Vine porque…Quería comprobar una cosa —mencionó después de un rato. Lo miró ahora sí, con un gesto frío como su tierra —Estás con él, ¿no es así?


El finlandés se quedó en blanco al escucharlo. Pero claro, debió darse cuenta de que tarde o temprano el sueco comprobaría sus sospechas y descubriría que la "amistad desinteresada" había pasado a ser algo más. Además, ¿con abrir la puerta de su casa hablando en plural no era lo suficientemente claro?


—Yo... Sí. Sí, estoy con Mathias —repuso sin dudar. Incluso seguía dirigiéndose a él por su nombre humano como había mencionado el más alto con anterioridad. Más obvio no podía ser, sólo le faltaba ir a las reuniones con una playera estampada con una flecha dirigida hacia el danés.


Suecia torció la boca en un gesto que duró poco y que Finlandia no pudo notar.


—…Ya veo —contestó Berwald. Por unos segundos que se les figuraron eternos, se quedaron en completo silencio hasta que él mismo habló — ¿Y por cuánto tiempo piensas seguir haciendo esto?


Finlandia abrió los ojos de par en par.


— ¿Perdona? —Logró decir después de un rato en que la mirada del otro seguía fija en él —Me temo que no entiendo qué quieres decirme…


— ¿Por cuánto tiempo piensas estar con él?


El más bajo lo miró con la sorpresa reflejada en su rostro. ¿Qué quería decir con eso? ¿Acaso pensaba que sólo estaba jugando con Mathias?


—Su —contestó lo más firme que pudo y sin disimular el tono de disgusto que apareció en su voz —Su, creo que no has comprendido bien…No estoy con Mathias por un tiempo determinado, él y yo…


—Mira… Sí, entiendo —empezó a decir de pronto el de lentes —, estabas aburrido, lo nuestro se convirtió en… En costumbre —a Tino se le figuró que seguramente había leído cuanto artículo de psicología de parejas encontró —.Él fue como un escape. Te llamó la atención; lo admitiré sólo una vez, es guapo pero…


—Su. Basta, por favor —pidió Finlandia. No estaba de acuerdo en que el otro llegara así nada más a asegurar tales cosas, sin contar que tampoco quería que el sueco se exprimiera el cerebro buscando una explicación para su rompimiento cuando podía seguir adelante. Lo apreciaba y no deseaba que sufriera así —.Simplemente pasó y ya. Mathias no es un escape de la costumbre, no pienso dejarlo en cuanto me aburra, nada de eso. Estamos juntos porque nos amamos.


Si la vida fuese una eterna lucha, en ese momento se hubiese escuchado el sonido de un nocaut y Finlandia se coronaría como ganador. Pero desde luego no se sentía como tal, a pesar de que Berwald se había quedado en silencio sin poder apartar la vista del más bajo.


—…Perdóname, pero no volveré contigo —finalizó, sentía que no había nada más que añadir. El sueco no reaccionó al momento, sino que hasta después de unos segundos movió la cabeza, asintiendo.


—No, es…Está bien. Sólo…—tamborileó los dedos en el aire, nerviosamente —Estás… ¿Estás consciente de que lo que pase entre ustedes dos, no será… no será comparable a lo que tú y yo pasamos juntos?


Tino quedó boquiabierto otra vez, incapaz de creer lo que sus oídos escuchaban. Como pudo, hizo el esfuerzo de tranquilizarse. Primero que nada, inhaló.


—Su —pronunció —.En nombre de nuestra amistad, que por mi parte deseo conservar, te pido que dejes de decir cosas como esas. Hablo en serio —sin poder evitarlo, lo miró con irritación. Sentía que todo estaba llegando demasiado lejos y eso era lo que menos quería —.Que yo recuerde, intenté que dejáramos las cosas en claro hace un tiempo —refiriéndose a su discusión. Exhaló —.Escucha: Conservaré nuestros recuerdos juntos con cariño, pero nada más. No quiero revivirlos ni nada por el estilo, ¿comprendes? —moduló su tono de voz lo más suave que pudo y se animó a tomarlo de la mano, en un gesto de apoyo. El sueco lo miró, aunque ante sus palabras no podía darse falsas esperanzas —.Siempre serás de mis personas favoritas, y te agradeceré eternamente tu tiempo y tus atenciones. Te pido perdón por todos los malos entendidos, y créeme cuando digo que no quiero que te sientas así. Quiero que seas feliz, no que pienses en esa época que quedó atrás… Sabes tan bien como yo que somos naciones y lo que menos debemos hacer es estancarnos en el pasado. Hazlo por ti, Su-san. Nos espera un maravilloso futuro… Tan sólo que habrá alguien más junto a nosotros mirándolo.


Ya no hubo más que añadir. Tino retiró su mano poco a poco y Berwald no hizo intento alguno por retenerla: Finalmente había entendido. Su despedida fue silenciosa pero no exenta de cierta emoción. Ambos se sentían mucho más ligeros.


En cuanto Tino cerró la puerta tras de sí, dio un suspiro antes de dirigirse de vuelta a la habitación. Justamente el danés salía de la ducha, secándose los cabellos. Al verlo, le dedicó una de sus características sonrisas.


— ¡Eh! ¿Quién era?—preguntó refiriéndose desde luego al inesperado visitante. No pudo añadir nada más ya el finlandés se le fue encima, abrazándole con fuerza y aferrándose a él casi con desesperación. Dinamarca parpadeó sorprendido.


— ¿Tino? ¿Tino, qué pasa? —le tomó contra sí suavemente, sin importarle el hecho de estar semidesnudo y mojado. Finlandia negó con la cabeza.


—Nada. No pasa nada —contestó, y era verdad. Apoyó el rostro en el hombro del más alto, quién llevó la diestra a su cabeza, acariciándolo con ternura. Finlandia entrecerró los parpados, sonriendo —Te amo —murmuró, y ante esas palabras el otro lo abrazó más fuerte.


¿Suecia tendría razón? ¿Los recuerdos con Mathias no serían iguales a los que tenía con él? Desde luego. ¿Serían comparables a tantos años al lado del de gafas? No sabía y no le importaba. Pero entre las cosas buenas de ser naciones, es que tenían suficiente tiempo para averiguarlo.

Notas finales:

Espero les haya gustado mi humilde contribución a una pareja poco popular, lamento la demora en actualizar pero la publiqué antes en mi cuenta de Fanfiction y la olvidé por completo aquí... Bueno, al menos no la dejo incompleta lol. ¡Saludos y gracias!~


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