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Quebrados por Jesica Black

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Capítulo II
Hermanos

 

 

12 años después.

 

Si en algún momento se preguntan ¿qué pasa en doce años en la vida de las personas? ¿Puede alguien cambiar en tan poco tiempo? ¿Cómo sabemos cuándo doce años es mucho o poco? Dégel pensaba eso.
Ya con treinta y siete años la vida parecía de un tinte diferente. Desde la última vez que había invitado a alguien a su casa, más precisamente a los gemelos, no había vuelto a mantener conversación con ellos y terminó la carrera a los pocos meses iniciando un trabajo, primero en un hospital psiquiátrico y luego en clínica privada. 
No había al final mantenido ninguna relación en esos últimos tiempos y su vida comenzaba a volverse cada día más aburrida, sus hijos habían crecido convirtiéndose en dos muchachos muy apuestos pero diferentes entre sí, aunque con un parecido galopante: eran antisociales.

Ninguno había mantenido relación con Kardia desde ese día donde su madre le humillo frente a ellos, aunque tampoco Kardia había ido a verlos (o eso creían), probablemente no tenía cara para hacerlo. 
Camus había cumplido los diecisiete años hacía pocos días, era un chico muy inteligente dentro de la escuela, el mejor en su clase, se la pasaba en la biblioteca y casi no tenía amigos, estaba pensando en ir al profesorado una vez se haya graduado y conseguir mientras tanto un empleo de medio tiempo para socializar un poco más. Aun seguía siendo pelirrojo, con piel clara y ojos de un tono amatista como su madre, siempre sereno y frío, con mirada de pocos amigos, pero corazón de oro para ayudar a los que necesitasen una mano. Camus tenía un cuerpo de ensueños, pero lo cubría con muchísima ropa, a veces más de la que podía tolerar,  así como era hermoso lo odiaba, por aquellas pequeñas pecas que aunque no fueran muchas se notaba por su tono claro de piel.

Brendan, quien era el más pequeño y faltaba pocos días para que cumpla quince, iba al psicólogo todos los martes, miércoles y viernes a las tres. Era un chico muy introvertido, no hablaba mucho y se mantenía la mayor parte del día mirando el suelo, no era tan inteligente como Camus, mejor dicho era de los olvidados del medio, ni tan malo ni tan bueno. Casi siempre estaba solo, no tenía amigos y se la pasaba con su hermano. Cuando eran más pequeños jugaban juntos y era imposible ver a uno sin el otro. Iba a un psiquiatra,  un hombre joven de cabellera rubia y larga llamado Shion Lemuriano, más dedicado a traumas graves, y luego iba a la psicóloga, una mujer de cabellos violáceos y mirada tranquila llamada Sasha. Dégel tenía miedo, en su momento, que su hijo no pudiera volver a tener contacto con nadie, pero fueron temores que se iban disipando.

Y así continuó la vida de los tres, solos, tristes y completamente quebrados.

—Quiero estar con papá —murmuró Brendan durante la comida, Dégel levantó la mirada.

—Ya te dije que no sé dónde está tu padre —murmuró, ya era la quinta vez en el día que sus hijos nombraban a Kardia y su respuesta era siempre la misma—. Ahora come tus verduras.

—¿Lo has intentado buscar siquiera? —preguntó Camus, frunciendo el ceño.

—Ya te dije que si, y no logré encontrarlo, así que continúen la comida —Dégel se fregó los ojos un poco, estaba cansado y sus hijos no paraban de atormentarlo.

—Ya no tengo hambre.

—Brendan, comete todas tus verduras, estas adelgazando demasiado, la medicación se ingiere luego que comas y no has comido en todo el día —habló el peliverde señalando el plato—. Mira, ni siquiera la mitad.

—¿Y eso qué? Como si a alguien le importara…

—¡Me importas, ahora siéntate y come! —gritó levantándose de exabrupto.

—Si realmente me quisieras, buscarías a papá y lo traerías….—susurró con lágrimas en los ojos, Camus le miró, a pesar que ambos querían a su padre, Brendan lo extrañaba más, lo necesitaba.

—¿Para qué lo quieres? ¡Es un borracho inmundo que puede lastimarte como lo hizo conmigo! —gruñó enojado, estaba realmente cansado de pelear con Brendan todos los días por Kardia.

—¡Tú eres tú y yo soy yo! Papá me quiere…no me haría daño, no más del que ya me causa-…—no pudo continuar, Dégel lo interrumpió.

—¡Tu padre jamás se encargó de ti! Nunca te cambió un mísero pañal, ni te llevó al médico cuando tenías fiebre o  te ha llamado para desearte feliz cumpleaños, ahora que falta una semana para tus quince años, ni creas que va a venir con un regalo para ti, ¡jamás lo hizo! —Dégel estaba desesperado y no medía sus palabras, su hijo comenzó a lagrimear.

—¡Tú que sabes, MALDITA PUTA! —gritó, típica palabra de Kardia que heló a Dégel, sin decir más, Brendan salió de allí corriendo.

—¿Qué…me dijiste? ¡JOVENCITO VUELVE AQUÍ! —Gritó, estaba a punto de seguirlo, pero Camus se puso en medio—. Camus…

—Déjalo…

—Se está volviendo igual a Kardia ¡no voy a permitir que…!

—Mamá….por favor….déjalo….

::::::::::

No era la primera vez que Brendan y Dégel peleaban, desde que Kardia se había ido de casa, Camus recordaba alguna que otra situación, entre ellas, una vez cuando Brendan tenía 3 años y unos pocos meses, Kardia se había ido de la casa hacía muy poco. Camus estaba dibujando en el suelo cerca de la cocina y Brendan se encontraba con su osito de peluche a cuestas, haciendo todo una historia de un mundo de ositos de felpa.
Dégel se encontraba cocinando cuando el más pequeño se levantó y caminó hacia él. Camus observa a su hermanito que a pesar de saber caminar y hablar correctamente, aun se chocaba con algunas cosas, pero dado que el espacio estaba vacío hasta su madre, no le resultó difícil llegar hasta él.

—Mami, me dastime —dijo señalando su dedito, Dégel lo observó pero no vio nada.

—No tienes nada, vuelve a jugar con tu hermano.

—¡Cudita de osito! —habían en un paquete en el botiquín, unas curitas de osito que a Brendan le encantaba usar, pero Dégel volvió a negarse.

—Si no tienes una lastimadura, no deberías usar curitas —indicó muy sabiamente. Pero el pequeño comenzó a saltar.

—¡Osito, osito, osito, osito! —repetía contantemente, Dégel comenzaba a enojarse pero respiró, tenía que mantener la calma, su hijo apenas tenía tres años y debía enseñarle.

—Escucha Brendan, sino estás lastimado, no voy a ponerte una curita.

—¿Osito no? —preguntó dudoso, Camus se ríe de lo dulce que es su hermanito.

—Osito no y se acabó —susurró y volvió a lo suyo.

—¡Oooosiiiiito, oooosiiiito! —volvió a molestar el pequeño, haciendo que Dégel se moleste.

—¡YA BASTA! —gritó y de un golpe hizo que el pequeño rebotada su cabeza contra la cocina, golpeándose.

Camus inmediatamente se levanta y va corriendo hacia donde estaba su hermano, mientras Dégel se tapa la boca con sus manos y mira sorprendido lo que acababa de hacer. El pequeño se levanta sin ningún problema, como si nada hubiera pasado, pero Camus, quien llega a su lado a tiempo, logra ver un rasguño en la frente del niño que comenzaba a chorrear sangre.

—Brendan ¿te duele? —preguntó Camus mientras toca suavemente la herida, salía mucha sangre. El pequeño ve la sangre en los dedos de su hermano.

—¿Osito si? —cuestionó a su mamá, Dégel, quien tenía los ojos repletos de lágrimas afirma y va corriendo a buscar el botiquín.

Camus pensó en ese momento que había sido un accidente, pues Dégel estaba muy angustiado con lo que había pasado. Inmediatamente saca todo del botiquín y le limpia la pequeña herida en la frentecita de su hijo menor para ponerle la curita de osito que Brendan tanto quería. El niño parecía feliz con su curita y volvió a jugar, pero Camus sentía algo fuerte y feo en su pecho, algo que probablemente nunca se le iría.

 

:::::::::

 

Brendan se fue directamente hacia su cuarto azotando la puerta, desde que tenía tres años no había vuelto a ver a su padre y quería saber como estaba, qué hacía o de qué estaba viviendo, si quería verlo o lo extrañaba, si pensaba en él en el cumpleaños. El menor siempre recordaba a su papá en su cumpleaños. Se tiró a la cama y comenzó a llorar, realmente quería verlo y no sabía cómo hacerlo o en donde estaría. Pasó así una hora y media, ya se había tranquilizado y ahora tomaba el peluche que su padre le había regalado cuando nació y que tuvo durante su infancia siempre a su lado, sonrió y lo abrazó cuando la puerta se abrió, se puso alerta como siempre, pero al ver a Camus se relajó.

—No debiste llamar a mamá de esa forma —susurró, Brendan no contestó y miró hacia otro lado—. Pero sé de algo que te pondrá feliz.

—¿Qué cosa? —murmuró angustiado, Camus se acercó.

—Mamá siempre en susurros menciona un bar donde solía ir papá todas las noches a tomar, tal vez podamos ir allí y verlo —comentó Camus, Brendan levanta la cabeza y le miró sorprendido—. Solo hay un problema, es un bar para adultos.

—¿Y eso?

—Tenemos que parecer lo más adultos posibles y con estas ropas estamos muy aniñados —Camus señaló con la cabeza el poleron de Mickey mouse que llevaba su hermano menor, ambos rieron.

—Es verdad —susurró—. Pero no tenemos ropa muy adulta aquí.

—Podemos buscar algo de mamá, lo que usaba antes, está en el ático….—señaló el techo.

—Pero mamá siempre fue muy…..formal —murmuró—. No creo que tenga ropa para salir a un bar.

—Buscaremos algo —Camus le tomó de la mano y lo llevó hacia arriba.

 

Allí se pusieron a buscar y encontraron algunas cosas muy llamativas que Dégel había comprado para parecer sexy frente a Kardia cuando estaba en la época de enamoramiento, Camus tomó una camisera larga y unos shorts de jean negro, mientras que el más joven tomó unos shorts de tela y una camiseta de diferente color. Se desataron sus cabellos y se pusieron zapatillas cómodas para caminar, esperaron a que Dégel se quedara dormido para salir de allí con el celular en su bolsillo trasero. Caminaron las cuadras hasta el local que se suponía debían ir, había muchos hombres grandes y varias mujeres pulposas, se acercaron hasta la entrada donde un hombre musculado los miró. Ambos le dijeron que querían entrar y debido al atractivo (y sólo por eso) los dejó pasar, sin siquiera preguntarle por sus documentos. Brendan no se sentía cómodo con la ropa que llevaba puesta, de cierta forma sentía un terrible asco no sólo de la gente danzando sino también de él mismo.

Y así ambos ingresaron al local, lleno de humo y personas bailando muy sensualmente. Brendan miró con desagrado a una pareja que se fregoneaba frente a ellos y Camus le tapo los ojos.

—Ni siquiera recuerdo el rostro de papá ¿cómo haremos? —cuestionó Brendan mirando a Camus.

—No lo sé, preguntemos al tanteo si hay un hombre de apellido Antares.

—Por dios, aquí debe haber al menos mil personas, dudo que todos sepan el apellido de todos —criticó el menor, Camus suspiró.

—Tienes razón, pero si papá frecuentaba este lugar entonces los barman deben saber, escucha, si nos separamos, deja tu celular en vibrador, de esa forma sabrás si te llamo —le abrazó—. Cuídate, hay mucho hombre raro aquí.

—No te preocupes hermano, no dejaré que me toquen….—sonrió—. Lo principal aquí es buscar a papá.

—Bien, nos vemos en la entrada en una hora —y dicho esto ambos se fueron a lugares opuestos.

 

Hacía mucho que no iba a divertirse con Manigoldo y Albafica, a decir verdad había comenzado a estudiar y actualmente impartía clases de educación física en gimnasios, por lo cual su cuerpo no era el mismo.
Kardia Antares había cambiado en doce años. Entró al local y fue directamente a la barra donde Alba le miró, esta vez de forma amistosa, mientras Manigoldo le tomaba la mano y servía un poco de cerveza. Había tardado y se había dado contra muchas paredes hasta por fin comenzar sus estudios, ahora vivía en un departamento, tenía un perro y salía a correr todas las mañanas. Era viernes a la noche, por lo que una bebida fría no le haría nada mal, además de ver un poco de gente danzar, estaba terriblemente loco, necesitaba sexo para descargar, pero sabía que si iba a la casa de Dégel la pasaría muy mal, no por nada le había dejado claro hace tiempo que no quería nada con él.

—Vamos amigo, ya es hora que te olvides de ese lunático amante de los libros —murmuró mientras le daba una palmada en la espalda—. Ya es hora de vivir la vida y cargarte a una vieja.

—¿Así hablas de las mujeres, Mani? Acuérdate que tienes dos hijas —respondió Albafica, hacía bastante tiempo que la pareja había logrado concebir dos niñas preciosas que ahora tenían once años y cuatro la otra.

—Es que aquí sólo hay mujeres fáciles y adolescentes dispuestos a todos por chupar vergas, es así —murmuró—. Mira ese de allá ¡que culito!

—¿Cuál? —Preguntó dando la vuelta y viendo a un joven que resaltaba entre los demás, no sólo por su figura, sino por sus piernas y trasero—. Ay, si, está como quiere.

—Viene para acá, hazte el importante y te lo llevas a la cama —habló Mani muy cerca del oído de Kardia, este sonrió al ver que el chico se ponía al lado suyo.

—Disculpe ¿usted lleva mucho tiempo trabajando aquí, verdad? —cuestionó, Manigoldo sonrió y le guiño el ojo a Kardia

—Claro que si…—sirvió una cerveza—. Toma, la casa invita.

—Oh, no yo no bebo, sólo estoy buscando una persona….—comentó el joven de catorce años mientras se negaba a consumir la bebida.

—Tal vez soy yo a quien buscas —comentó un hombre que pasaba por allí—. De mi casa sólo hay un autobús hasta aquí….puedo decirte cual es cuando despertemos mañana.

—Hmmm…no escuche, estoy buscando a alguien pero creo que no es usted —intentó ser lo más educado posible, pero ese tipo comenzó a acercársele, invadiendo su espacio personal.

—Yo estoy buscando a alguien como tú, me gustan los pelirrojos —le tiró el cabello.

 El más joven se sorprendió ante esto  e intentó separarse bruscamente, pero el muchacho era fuerte y le dominaba, aun así no pudo besarlo o tocarlo, por lo que se frustró y le tomó violentamente del brazo para arrastrarlo fuera de la barra ante la mirada de todos.

—Vamos a otro lugar —murmuró y lo arrastró hacia el baño, Kardia frunció el ceño.

Una vez allí, hizo que las personas que se encontraban teniendo su intimidad adentro se fueran, con sólo mostrarle sus brazos fue suficiente para que no quisieran seguir allí. Cerró la puerta ante la mirada atónica del más joven  y se quitó la camiseta mostrando su musculoso cuerpo. Se acercó y le tomó de atrás de la cabeza para comenzar con el acto sexual, pero Brendan se lo impidió de mil formas, lanzándole patadas o puñetazos, separarlo, tirarle cualquier cosa que encontrara así sea pequeña.

—¡DEJAME EN PAZ, LARGO!…—le gritó, el tipo le miró frunciendo el ceño.

—¿Qué mierda te pasa? Vienes aquí buscando a alguien y no quieres intimar ¿eres estúpido o qué? —preguntó enojado.

—Vengo a buscar a mi padre….—el joven le miró sorprendido—. ¡DEJAME IR! —corrió hacia la puerta.

—¡VUELVE AQUÍ, MUCHACHO ESTÚPIDO….!—el tipo le tiró del cabello haciendo que Brendan cayera de bruces al suelo—. Escucha, déjame hacértelo y luego buscamos a tu papá juntos.

—¡NI DE BROMA, LARGO! —se separó bruscamente comenzando a llorar, estaba terriblemente angustiado, ya le habían tocado más de lo que podía tolerar—. ¡TENGO CATORCE!

—Woo… ¿catorce? —preguntó sorprendido, realmente eso no era bueno—. Mierda, bueno, haré de cuenta que no escuché eso —y arremetió nuevamente contra él, pero en ese instante, la puerta se golpea fuerte abriéndose de par en par.

—Oye, lunático, apártate de ese chico —gruñó Kardia—. Dijo que tenía catorce años.

—¿Y tú quien eres? ¿El papi? —preguntó, a lo que Kardia se acercó a él y crujiendo sus dedos le golpeó en el rostro dejándolo tirado en el piso.

—Tienes tu merecido….—suspiró—. ¿Te encuentras bien, niño?

—Hmm….s-si….gracias —sonrió de oreja a oreja.

—¿Estás buscando a tu padre?

—Aja.

—Bien, he vivido prácticamente en este bar, así que conozco a casi todos, además mi amigo es el barman, dime ¿cuál es el nombre de tu papá? —preguntó.

—Kardia Antares….

—…… ¿qué? Disculpa, creo que no oí bien —susurró asustado.

—Kardia Antares, yo soy su hijo menor, Brendan Antares…..—Kardia se sorprendió y puso una mano en su boca, su pequeño hijo era ese chico que acababa de conocer—. ¿Estás bien?

—Sí, si….lo siento, es la cerveza —se tiró el cabello hacia atrás—. Lo siento, no conozco a tu padre.

—¿En serio? Aaaah, que mal —se puso la mano en la cabeza—. Mi hermano y yo vinimos justamente para buscarlo, lo extrañamos mucho.

—¿Ah, sí? —sonrió—. Y dime, ¿qué extrañan de él?

—Él nos abrazaba y jugaba con nosotros….—puso su espalda contra la pared—. Siempre estaba allí, pero mamá lo echó…..y no volvimos a verlo.

—Hmmm….ya veo….—sonrió más para sí que para el otro, estaba feliz que sus niños pensaran en él—. Pero seguramente les ha enviado postales….—sonrió alegre, Brendan bajó la mirada.

—No….no lo hizo nunca —la expresión de Kardia cambió a una de sorpresa cuando escuchó esas palabras—. Mamá cree que él jamás cambiará, que sigue siendo un borracho vago.

—Yo creo que las personas podemos cambiar —sonrió tristemente—. Ven, te llevaré con tu hermano —cuando intentó acercársele, Brendan le rehuyó, cosa que sorprendió a Kardia, recordaba que cuando pequeño, Brendan abrazaba a extraños, supuso que era normal después de haber crecido tanto—. Oye, ¿me presentas a tu hermano?

—¿A Camus?

—Sí, quiero saber quiénes son los hijos de ese borracho —susurró, Brendan rió ante eso y asintió para luego caminar nuevamente a la puerta.

 

Por otro lado, Camus estaba buscando entre la gente alguien que le ayudara, pero nadie hacía caso, cada quien estaba en su mundo  hasta que sin querer chocó con un muchacho, este se dio la vuelta para gritarle pero al verle sintió un terrible escalofrío, intentó buscar en su cabeza quien era ese joven o por qué lo conocía hasta que en su mente vino la palabra “Quebrados”, ese maldito cuento que había comprado luego de esa visita en la casa del peliverde, ¿entonces ese chico?

—Hola…—sonrió el rubio, Camus se quedó de piedra—. No quiero asustarte, sólo que creo que te conozco, soy Milo, Milo Gemini.

—¿Milo Gemini? —Camus comenzó a recordar retazos de su memoria.

—Sí  —comentó—. Por cierto, has crecido mucho….—lo mira de arriba a abajo—. ¿Qué haces aquí? Según recuerdo tenías cinco hace doce años.

—Shhhh, estamos de incognitos.

—¿Estamos? —Observó a quien estaba alrededor de Camus, no había nadie familiar—. ¿Tú y quién más?

—Mi hermano y yo, salvo que él se fue a otro lado…—susurró—. Estoy buscando a mi padre.

—Oh, a ese tipo —pensó—. Creo que no lo he visto nunca, así que no podría decirte donde está.

—Hmm, bueno, no importa —murmuró y luego se acomodó el cabello—. ¿Qué ha sido de tu vida?

—Pues…..tengo veinte….ehm, estoy estudiando leyes en la universidad de Athenas…—habló mirando hacia los lados.

—Que bien…yo estaba pensando en entrar a un profesorado, aunque leyes es buena idea.

—Cariño, quiero más de esta bebida….ah ¿quién es la pelirroja? —miró la joven con desagrado. Era impactante, de cabello oscuro como la noche y ojos verde agua, su vestido rojo resaltaba por sobre los demás al ser ceñido al cuerpo y proporcionarle una vista increíble a su figura, si Camus hubiera dudado de su sexualidad en ese momento, terminaba completamente evocándose a los hombres al verla tan exhibida.

—No soy pelirroja, soy pelirrojo —gruñó Camus.

—Ehm, es un amigo de la infancia, se llama Camus….Camus, ella es mi prometida….Ivonne —presentó con muchos nervios, Camus miró al rubio y luego a la mujer, lentamente su cuerpo se desquebrajaba aunque no sabía el por qué.

—Un gusto.

—Sí —murmuró la chica y le miró altiva con sus zapatos de tacón—. Anda amor, vamos a la pista —y sin recibir un si por respuesta, la muchacha lo arrastró.

 

 Camus les miraba desde su lugar como la joven bailaban seductoramente acariciando el cabello de Milo, era todo una puta o al menos eso era lo que pensaba Camus mientras la veía fregoneándose y siendo la visión principal para los hombres. Le desagradaba tanto que necesitaba vomitar, pero su mirada fue desviada gracias a que su hermano menor apareció con un hombre mayor detrás. Por un momento Camus pensó que habían encontrado a su padre, no por nada ese muchacho tenía al menos cuarenta años, un buen porte físico y seductores ojos celestes.

—Hermano, hay alguien que quiere conocerte, este hombre me ayudó bastante aunque no conoce a papá, él quiere conocernos a nosotros —sonrió y miró al hombre—. Se llama ehm… ¿cómo me dijiste que te llamabas?

—E-Eric….Eric Escorpio —sonrió falsamente, nunca había fingido ser alguien que no era, pero Camus al mirarlo le resultó terriblemente familiar.

—Me resulta conocido, tal vez lo he visto ¿vive por el barrio?

—Hm, si….—mintió—. Bueno, vivía, ahora no….

—Ah, ya veo, debe ser que en mi subconsciente quedó su imagen —sonrió y le extendió la mano—. Camus Antares.

—Mucho gusto —Kardia estaba realmente feliz de ver a sus pequeños por primera vez en mucho tiempo, sin duda tenían la belleza de Dégel—. Su madre debe ser increíblemente hermoso para tener dos niños así.

—¿Cómo sabe que nuestra mamá es hombre? —preguntó Camus, filoso.

—Supongo jajajaja…..—rió nerviosamente, Camus no dudaría en descubrirlo, mientras que Brendan estaba increíblemente feliz.

—Bueno es un placer conocerlo….Brendan, debemos irnos….

—Espera, espera….—Kardia sacó su celular—. Me gustaría mantener contacto con ustedes, ¿está bien?

—No sé si sea una buena idea —murmuró Camus, Brendan suspiró—. ¿Qué pasa, Brendan?

—Ehm, nada, nada….

—Brendan, es un desconocido….—intentó prevenir, el pelirrojo menor simplemente bajó la mirada.

—No hay problema, entiendo, es demasiado apresurado de mi parte….lo lamento…nos vemos.

—Chau…—susurró Brendan—. ¡Nos vemos!

—Nos vemos…—y al verlos marcharse suspiró, esos dos le traerían dolores de cabeza, sobre todo el mayor, quien parecía muy desconfiado hacia él. 

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

 

La noche pasó y los hermanos regresaron tarde a la casa, lo único que pudieron hacer es dormir unas pocas horas antes que el reloj despertador los levantara. Camus tenía que ir a una entrevista de trabajo el día sábado mientras que Brendan tenía clases de piano, odiaban mantenerse ocupados todo el tiempo, eso era culpa de su madre el cual intentaba por cualquier medio lograr que ellos no vean a su padre o a nadie en general, apenas tenían vida social. 
Camus se levantó, se quitó los restos de la noche anterior como las ojeras, recordaba a aquella mujer bailando provocativa junto a Milo y comenzó a gruñir. ¿Por qué le daba tanta bronca esa mujer? ¿Serían celos? Negó con la cabeza y observó por el espejo a su hermano levantarse, siempre llevaba una camiseta manga corta y unos shorts para dormir, aunque fuera invierno, su cuarto solía ser caliente. Bostezó y se incorporó de la cama para saludar a Camus.

—Buen día —masculló aun somnoliento, sus ojos estaban tristes y brillosos, era normal en él.

—Buen día —murmuró Camus, terminando de peinarse su largo cabello—. Al final, trasnochamos para fracasar estrepitosamente.

—Cierto —se sienta junto a Camus y toma otro peine—. Sólo nos metimos en problemas.

—Hmmm, por cierto ¿dónde conociste a ese sujeto?

—¿Qué sujeto? —cuestionó, Camus suspiró profundamente.

—El que estaba al lado tuyo, el musculoso, que parecía tener al menos veinte años más que tú —resaltó más la edad para que Brendan se diera cuenta.

—Oh, ¡ese sujeto! Nada, nada, me salvó de un tipo que intentó manosearme en el baño.

—¿Qué qué? —gritó levantándose, completamente histérico.

—Hmmm….—no dijo nada, solo bajó la mirada.

—¿Qué te hizo?

—Nada, solo me intentó dar unos besos o tocarme —miró hacia otro lado—. Me gustaría olvidar eso ¿quieres?

—Pero….Brendan….esto es grave.

—Eric me salvó, así que no tiene nada de grave, peor hubiera sido si consumaba lo que quería —se cubre la cabeza—. Me ha ido peor en eso Camus y tú lo sabes.

—Bueno….pero….tenías que haberme avisado.....

—Dejemos de hablar de eso, Camus, por favor….—apretó fuertemente los labios, Camus asintió.

—Brendan.... —Brendan le mira confundido, Camus le acaricia los cabellos—. Anda, vayamos a desayunar.

—Aja, gracias….

 

Continuará.

 

 


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