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El libro de las leyendas: Tomo Fullbuster por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Portada

Resumen:

Madara acaba de ingresar en la nueva base militar. Contento por haber conseguido una casa dentro del cuartel no se ha dado cuenta de los inconvenientes y es que… el hijo mayor de su jefe, también vive allí. Su vecino se colará todas las mañanas en su cama atemorizando a Madara con que su padre descubra esa extraña relación que ambos mantienen.

Pareja: Madara-Itachi.

Era domingo por la tarde. Un todoterreno oscuro entraba por la base militar de Fort Irwin, California. El vehículo se detuvo frente a la cabina y el conductor vislumbró cómo el soldado salía poniéndose un chubasquero para resguardarse de la intensa lluvia que caía. El conductor bajó la ventanilla y ambos hicieron un saludo militar, entregó las credenciales que confirmaban su asistencia a la base y observó al oficial comprobar los informes. Al ver que todo estaba en perfecto orden, con otro saludo, le abrió las puertas dándole la bienvenida a su nuevo hogar.

 

Madara arrancó de nuevo el vehículo y sonrió al pasar la barrera, por fin estaba donde siempre quiso estar. Su padre había sido militar, su abuelo también y hasta su bisabuelo, era algo que pasaba de generación en generación y que él siempre deseó. Tras servir varios períodos en otras bases e incluso fuera del país por fin le habían asignado donde siempre quiso vivir, en California, en la base militar de Fort Irwin.

 

La base era grande y tuvo que preguntar varias veces para saber dónde estaba la casa que le habían asignado. Finalmente la encontró frente a un parque tras varias indicaciones de las mujeres de los soldados que vivían allí dentro. Miró a los alrededores, no muy lejos había un bar y esperaba que sirvieran algo de comida, porque no había tenido tiempo de ir a comprar con la mudanza.

 

Entró por la casa, todo estaba vacío y necesitaba una buena limpieza. El camión había debido de pasar ya porque le habían dejado las cajas con todas sus cosas dentro de la vivienda. Esto era quizá lo que más odiaba de las mudanzas, tener que volver a organizar todo, pero ya lo haría, por el momento, mañana tenía servicio y en esos instantes… hambre. Tras dejar su maleta de mano en la casa, se marchó de allí cerrando la puerta tras él y se dirigió hacia el bar de la esquina.

 

El bar era acogedor y más al ver la cantidad de soldados y oficiales que estaban allí conversando, riendo y tomando unas cervezas. Por fin se sentía como en casa, éste era su ambiente y siempre lo había sabido. Se acercó a la barra y le pidió al camarero algo de cenar. Le sirvieron una sopa caliente, algo que agradeció con el tiempo que estaba haciendo fuera. Tras la cena, se unió al resto de los soldados explicando que era nuevo en la base y todos le acogieron enseguida invitándole a unas rondas de cerveza.

 

El ambiente estaba muy animado pese al mal tiempo que hacía fuera. Todos se divertían hasta que los ojos de Madara fueron a detenerse en un joven al otro lado de la sala que  hablaba con otro chico y sonreía con sutileza. El joven se giró sintiéndose observado y Madara desvió la mirada enseguida algo sonrojado por la cazada. Intentó volver a escuchar a los compañeros con los que estaba y entrar en conversación pero sus ojos se desviaban una y otra vez hacia aquel chico frente a él.

 

Durante segundos… aquel ruidoso bar parecía ser el lugar más silencioso de todos. Ningún ruido era capaz de distraer a Madara de ese chico al que veía sonreír de vez en cuando hacia su compañero y que en algún momento, también se giraba para mirarle. Sintió que estaban sólo ellos dos en aquel lugar, en esos segundos… todo había dejado de importar, sólo quería saber quién era aquel joven, seguramente otro soldado.

 

Madara se disculpó con el grupo para ir al aseo y sonriendo, se excusó en el exceso de cerveza. Todos los allí presentes sonrieron y uno de ellos le indicó con la mano dónde podía encontrar el baño. Agradeciendo la información, salió hacia allí.

 

Una de las cosas que más odiaba Madara era ir a los aseos públicos, nunca terminaba de sentirse cómodo al entrar a uno de ellos pero extrañamente, éste estaba más que limpio, parecía reluciente. Se acercó al váter de pie y se bajó la bragueta sacando su miembro y apuntando a él. Estaba relajado hasta que escuchó cómo la puerta se abría y entraba alguien, aquello hizo que se le cortase durante unos segundos el chorro y esperase hasta ver quién había entrado.

 

El joven al que había estado mirando toda la noche caminaba tras él buscando el siguiente váter de pie e imitando su acción anterior, bajó su bragueta dejando ver aquel miembro deseoso de descargar aquel líquido que había retenido durante largo tiempo. Aún algo incómodo con aquella aparición, hizo un gran esfuerzo y terminó de orinar viendo cómo su compañero también finalizaba.

 

Fue a lavarse las manos intentando no mirar al otro chico pero cuando sus manos tocaron el agua, no pudo evitar girarse a ver cómo el chico también hacía lo mismo y se giraba hacia él sonriéndole. Madara dejó escapar una ligera sonrisa y terminó de lavarse las manos.

 

- ¿Eres nuevo en la base? – le preguntó el chico de golpe – disculpa la intromisión, es que nunca te había visto por aquí – intentó excusar su intento de conversación.

 

- Acabo de llegar – comentó – Soy Madara Uchiha – le dijo tendiéndole la mano.

 

- Itachi – le sonrió el chico estrechando su mano.

 

Madara sintió el suave tacto de aquella mano pese a estar fría después de habérselas lavado. Sonrió sabiendo que él también las tenía frías en aquel momento por culpa del agua.

 

- Espero que te guste este lugar – comentó Itachi.

 

- Estoy convencido de que me gustará – sonrió Madara acariciando la mano de Itachi con el dedo pulgar antes de soltarle.

 

- Si necesitas ayuda, podría enseñarte un par de lugares de aquí dentro de la base.

 

- Me encantaría, no me vendría nada mal una guía turística.

 

- ¿Me invitarías a una cerveza? – le preguntó Itachi sonriendo con cierta seducción.

 

- Claro. Te invitaré a una.

 

- ¿Qué te parece si me invitas en tu casa? Estaremos más tranquilos allí y podemos conocernos mejor.

 

- Suena muy bien esa idea. Deja que me despida de los compañeros.

 

- Cogeré mi chaqueta entonces. Te espero fuera – le sonrió saliendo de allí.

 

Madara aún no podía creerse que aquel chico fuera tan lanzado pero no iba a discutir que le había resultado demasiado atrayente como para rechazar una oferta así. Sabía perfectamente lo que buscaba aquel chico y él mismo le había ofrecido ir a su casa. Prácticamente le estaba gritando que quería sexo con él.

 

- Creo que sí me va a gustar esta base – susurró para sí mismo sonriendo mientras veía cómo Itachi salía del baño para ir a por su chaqueta.

 

Salió del aseo para despedirse de los compañeros alegando que ya se le hacía tarde y mañana empezaba su primer día. Cogió la chaqueta del respaldo de la silla y colocándosela salió del bar. En la puerta ya le esperaba Itachi con su chaqueta puesta y una sonrisa sugerente. Madara se acercó hacia él con una sonrisa indicándole el camino a seguir hacia su casa.

 

La calle estaba encharcada y Madara miró hacia el cielo dejando que la lluvia golpease contra su rostro, Itachi le imitó antes de empezar a reírse. Quizá les importaba bastante poco estar allí mojándose en esos momentos, ambos pensaban en algo más interesante, en llegar a la casa de Madara cuanto antes.

 

Por suerte para ellos, la casa no estaba lejos aunque en la carrera hasta allí no hablaron, tan sólo se rieron viendo cómo se estaban mojando. Madara se detuvo justo frente al patio delantero de la casa haciendo que Itachi también se detuviera mirándole con cierta incertidumbre. El rostro de Madara expresaba su gran preocupación pese a que Itachi no entendía muy bien qué ocurría. Prácticamente estaba en la puerta refugiándose como podía de la lluvia pero Madara seguía allí de pie en el pasillo empedrado que cruzaba el jardín delantero mojándose.

 

- ¿Ocurre algo? – preguntó Itachi.

 

- Acabo de acordarme que no tengo cervezas en casa – comentó con una ligera sonrisa – acabo de mudarme y la casa es un auténtico desastre, aún no he podido recoger nada ni he tenido tiempo de ir a comprar.

 

Itachi empezó a reírse al ver a Madara tan preocupado por algo tan trivial para él, tan sólo quería pasar una buena noche, la cerveza había sido una vana excusa para poder acercarse a él. Itachi no podía evitar sonreír ante aquella dulzura y preocupación del hombre. Se acercó hacia él volviendo a salir a la lluvia, volviendo a mojarse sin importarle lo más mínimo, cogiendo del cuello de la chaqueta a Madara y acercándose hacia él.

 

Su rostro recorrió la distancia que le separaba de sus labios, uniéndolos en un fogoso beso que Itachi se negaba a soltar y que Madara tampoco hacía el más mínimo amago de querer deshacer.

 

- No estoy aquí por la cerveza – comentó Itachi con un tono sensual y sugerente poniendo su sonrisa más provocativa.

 

- Me alegro entonces.

 

Madara sonrió de forma tranquilizadora antes de volver a atrapar los labios del moreno empujándole hacia el portal. La espalda de Itachi golpeó contra la puerta de color verde pero ningún sonido salió de su boca, Madara ya se ocupaba de silenciar cualquier sonido mientras soltaba finalmente las muñecas de Itachi bajándolas hacia su cintura, colándolas bajo su camiseta.

 

Itachi sonrió, pocas veces podía pasar una buena noche de sexo con alguien que de verdad le hiciera disfrutar y ese hombre prometía. Lo que había visto de él hasta el momento le gustaba, un hombre fogoso, salvaje, con ganas de pasar un buen rato junto a él, era todo lo que necesitaba y más… cuando Madara no sabía absolutamente nada de él. Esa noche nadie le juzgaría por lo que iba a hacer.

 

Con cierto disgusto, Madara movió la mano desde la cintura de Itachi hacia su bolsillo para buscar las llaves de casa. Estaba tan centrado en no separarse ni un segundo de los labios de aquel chico, que las llaves casi se cayeron al suelo. Las cogió de milagro antes de que cayesen al suelo y abrió la puerta empujando a Itachi hacia dentro obligándole a caminar de espaldas por el oscuro salón. Una vez dentro de la casa, Madara ni siquiera pensó en encender la luz, le daba exactamente igual teniendo algo mucho más excitante entre manos pero al escuchar el grito de Itachi y notar cómo caía se dio cuenta de que algo ocurría allí.

 

Buscó por la pared el interruptor para dar la luz, ni siquiera conocía la casa en la que iba a vivir así que le costó encontrarlo, todo era nuevo hasta para él en esta casa, en esta base militar. Cuando consiguió encenderla, se encontró a Itachi tumbado en el suelo sin poder parar de reírse con las piernas encima de una caja de cartón llena de utensilios de cocina. Se había tropezado con la caja, de eso no cabía duda. Madara se sonrojó al momento, debía haber supuesto que algo así podría pasar.

 

- Lo siento – se disculpó Madara enseguida acercándose a Itachi tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse – no me acordaba de las cajas.

 

- Es la primera vez que me pasa algo así – se reía aún Itachi – se nota que acabas de llegar, aún así… tampoco me importa mucho hacerlo en el suelo – comentó con sugerencia – es algo que no había probado, suena interesante una noche de sexo salvaje contra el suelo, ni siquiera me has dado oportunidad a llegar a tu cuarto.

 

Madara empezó a reírse con la imaginación de aquel chico, tenía una vitalidad increíble, ese chico disfrutaba de la vida, de las pequeñas cosas en las que se veía envuelto.

 

- También me gusta esa idea – comentó Madara cogiendo las piernas de Itachi para bajarlas de la caja y empujarla con el pie para apartarla del camino mientras se colocaba encima de aquel chico volviendo a besarle.

 

Itachi aprovechó aquel momento en que sentía el cuerpo de Madara caer sobre el suyo y apretarlo contra el suelo para colocar sus manos en su nuca y acariciarle el cabello mientras sentía la lengua de Madara pedirle permiso para entrar a saborear su boca de nuevo.

 

La mano derecha de Madara subió hasta el cabello de Itachi cogiendo la goma oscura que mantenía agarrado su cabello y quitándola con suavidad dejando aquella larga melena oscura en libertad. Pese a que en todas las relaciones que Madara había mantenido él siempre había sido muy impulsivo, admitía que este chico también tenía un carácter parecido, pues sus manos ya se estaban colando con rapidez bajo su camiseta arañando ligeramente su espalda mientras trataba de quitársela.

 

Madara le ayudó incorporándose un segundo, dejando que Itachi viera aquel esculpido y sensual torso que besó con lujuria mientras Madara terminaba de levantar los brazos quitándose la mojada camiseta para tirarla al suelo. El sonido de la camiseta al caer fue como el sonido de un latigazo al que le siguió un sonido idéntico cuando Itachi se quitó su camiseta tirándola también al lado de la otra.

 

Itachi acercó sus manos hasta el abdominal de Madara tocándolo con perversión mientras lamía y succionaba los pezones del mayor y éste, empujaba la cabeza del pequeño aproximándole más a su cuerpo motivado por el placer que estaba sintiendo en aquel preciso momento.

 

Madara tiró del cabello de Itachi elevándole la cabeza para devorar sus labios con una posesión que Itachi jamás había sentido antes. El moreno pensó que se derretiría allí mismo bajo el musculoso cuerpo de aquel hombre que le hacía sentir tantas sensaciones nuevas, él no era como los otros chicos con los que había estado, era completamente diferente y le gustaba.

 

Itachi sonrió al ver cómo Madara tiraba de los pantalones del menor con fuerza casi rompiéndolos. Eso es lo que había estado buscando toda la noche, un hombre de fuertes pasiones, un hombre que le llevase al mayor de los placeres y por fin parecía haberlo encontrado en ese bar. Itachi gimió dejándose tumbar en el suelo mientras Madara introducía sus dedos en él buscando mayor profundidad mientras lamía su erecto pene y succionaba con suavidad pero con fogosidad sus huevos.

 

En aquel momento, Itachi aprovechó para cerrar los ojos dejándose hacer, dejándose llevar por el intenso placer, regalándole sus jadeos y gemidos a ese hombre que le llevaba al mismo cielo con sus labios, sus besos y sus caricias. Madara sacó sus dedos de Itachi para colocar la punta de su miembro cerca de la entrada, jugando con ella, metiéndola levemente para sacarla creando una desesperación inmediata en un Itachi que sólo quería sentirle dentro.

 

- Hazlo de una vez – le suplicó un sudoroso Itachi bajo él.

 

- ¿Tan desesperado estás?

 

- Sí – le dijo Itachi – vamos, ¿a qué esperas?

 

Madara le hizo caso metiendo su miembro dentro, sintiendo cómo las paredes de Itachi se contraían al principio por el dolor que había recibido y cómo trataba de relajarse dejando escapar gemidos, sintiéndola finalmente dentro de él. Ni siquiera quiso abrir los ojos, se limitó a enredar sus dedos en el cabello de Madara y agarrarlo con fuerza mientras éste le embestía una y otra vez arrastrándole ligeros milímetros por el suelo debido a la fuerza con la que entraba. Itachi sólo podía suspirar, gemir y agarrarse a aquel fuerte hombre que no podía evitar moverle por el suelo a cada embestida.

 

Madara sintió llegar el orgasmo del moreno, notó aquellos dedos agarrarse con más fuerza a su cabello, los dedos de la mano de su espalda arañarle ligeramente y su cuerpo tensarse antes de relajarse por completo al empezar a expulsar todo aquel líquido encima de los dos. Madara aun así continuó durante unos minutos más, él aún quería más, necesitaba más tiempo entre aquellas estrechas paredes y finalmente… se corrió haciendo sonreír a Itachi.

 

- Está caliente – le comentó Itachi notando aquel líquido invadirle – esto hay que repetirlo.

 

- Cuando quieras – le comentó Madara sonriendo – ya sabes dónde vivo cuando quieras repetir.

 

Ambos sonrieron antes de levantarse. Madara quería tomar un baño pero lo que no esperó es que su compañero también le acompañase. La segunda ronda para ellos comenzó en la ducha, pero finalizó en el viejo y destartalado colchón de la habitación principal.

 

El despertador del móvil sonó irremediablemente a las seis de la mañana, hora a la que Madara lo había colocado para ir a trabajar. Se encontraba cansado y ni siquiera recordaba cómo había llegado hasta la cama, pero allí estaba. Apagó el teléfono con desgana y se levantó con rapidez evitando volver a dormirse. Buscó a ciegas el interruptor de la luz, todo en esa casa era nuevo y le costó encontrarlo.

 

Miró hacia el otro lado de la cama perfectamente hecho, aquel chico ni siquiera había pasado la noche allí, después del sexo se había marchado a su casa. Madara sonrió al recordar la fantástica noche de sexo salvaje que había pasado con aquel muchacho, esa base tenía más de una sorpresa y le gustaba por el momento.

 

Tras ducharse, buscó en su equipaje en uniforme y se vistió antes de ir a la cafetería de la otra noche a pedir un café, necesitaba desayunar algo y en la nevera no había absolutamente nada. Esa tarde cuando acabase su jornada de trabajo, iría a comprar lo necesario antes de volver a casa.

 

Entró por el edificio y preguntó por su mesa cuando el jefe le ordenó pasar primero por su despacho. Era algo rutinario con los nuevos, saludarles, conocerles y mandarles un trabajo específico. Aquí en la base Madara tenía como objetivo la reparación de los aviones militares que se utilizaban. Era mecánico y un gran piloto. El último ingeniero había tenido que marcharse a otra base por temas familiares así que había quedado la plaza vacante, una oportunidad que Madara no desaprovechó.

 

- Bienvenido, Madara.

 

- Muchas gracias, señor – comentó Madara con una sonrisa estrechando la mano de su jefe.

 

- Espero que se sienta en esta base como en su casa.

 

- Eso espero, señor.

 

- Póngase a trabajar. El hangar nueve será su unidad, tenemos un avión con pérdida de carburante.

 

- Me pondré con él inmediatamente.

 

- Me alegra escucharlo, este fin de semana tienen que estar listos para la revisión que tendrá lugar antes de las maniobras del martes.

 

- Estarán listos, señor, se lo garantizo.

 

- El teniente Hatake le acompañará a su puesto de trabajo.

 

Fugaku llamó al teniente Sakumo Hatake a su despacho y una vez entró, le encomendó la misión de acercar a Madara hasta el hangar nueve para que pudiera empezar con su trabajo. Para suerte de Madara, Sakumo era uno de los compañeros con los que se tomó una cerveza la otra noche, algo que agradeció. Al menos no tendría que romper el hielo ya de principio con él.

 

- Así que eras el mecánico de los aviones – comentó Sakumo.

 

- También soy piloto, aunque últimamente me gusta más arreglarlos que volar – sonrió Madara.

 

- Yo estoy en la sección de oficina, llevo todo el papeleo, un trabajo más rutinario y aburrido comparado con el tuyo.

 

- Pero igualmente necesario – dijo Madara para animarle.

 

- Supongo que sí. Al final anoche te marchaste pronto.

 

- Tenía otros planes – comentó Madara sonriendo aún.

 

- ¿Alguna cita? – preguntó sonriendo de forma pícara Sakumo.

 

- Algo así.

 

Sakumo abrió la puerta de cristal del edificio cediéndole el paso a Madara pero cuando éste puso un pie fuera, alguien chocó contra él, un joven de mirada traviesa y de cabello oscuro atado en una coleta. Aquel chico captó su atención de repente antes de que le sonriera.

 

- Lo siento, no te había visto – comentó Itachi sonriendo de forma seductora.

 

- No es nada – respondió Madara con más vergüenza que otra cosa.

 

- Ya nos veremos – comentó en un susurro Itachi antes de entrar hacia el edificio.

 

- Vaya, irá a ver a su padre – comentó Sakumo – hacía ya tiempo que no se pasaba por aquí.

 

- ¿No trabaja aquí? – preguntó Madara sorprendido.

 

- Oh, no – se echó a reír Sakumo - ¿Te ha parecido mayor de edad? Ya sé que lo parece pero aún tiene diecisiete años, es un adolescente. Es el hijo de Fugaku Uchiha – comentó – el jefe.

 

Aquellas palabras le cayeron a Madara como un cubo de agua helado, no podía creerse que se había acostado la primera noche de su llegada con el hijo de su jefe y mucho menos… que encima era menor de edad. Quizá esta base no iba a prepararle nada bueno después de todo, había empezado con muy mal pie allí dentro.

 

Itachi caminó hacia el despacho de su padre pero antes de entrar a él, se giró una última vez mirando a Madara estático en la puerta de salida del edificio y con una gran sonrisa, le sacó la lengua juguetonamente antes de guiñarle un ojo tratando de provocarle. Madara algo sonrojado, salió de allí con rapidez, no necesitaba más  problemas con ese chiquillo, quería salir de allí cuanto antes y no volver a cruzarse con él.

 

En el trabajo consiguió concentrarse para revisar los aviones y pedir las piezas que deberían ser sustituidas, pero cuando salió del trabajo, una vez en el supermercado, todos los recuerdos de la última noche con Itachi le vinieron de golpe a la mente. No podía ser posible que no hubiera visto que era tan sólo un adolescente. Se maldijo por aquello pero también era cierto que estaba en un bar para mayores de dieciocho años, ni siquiera se le pasó por la cabeza que pudiera ser menor de edad y por supuesto… mucho menos que fuera a ser el hijo de su jefe.

 

Pagó la compra y metió las bolsas en su todoterreno para ir a casa. En otoño como estaban, los días se hacían cada vez más cortos y las noches más largas, todo estaba oscureciendo ya y las farolas empezaban a iluminarse. Aparcó el coche frente al jardín delantero de la casa y cogió las bolsas caminando hacia el portal cuando se encontró con Itachi allí sentado en el par de peldaños del porche frente a la puerta principal.

 

- ¿Qué haces aquí? – preguntó Madara algo confuso y nervioso.

 

- ¿Tú que crees? – preguntó.

 

- No sé… ¿vienes a darme una disculpa o a explicarme lo sucedido?

 

- Sabes perfectamente lo que sucedió – sonrió Itachi – tuvimos sexo salvaje en el suelo.

 

- No me recuerdes eso.

 

- ¿Por qué no? No puedes negar que lo disfrutaste.

 

- Eres menor de edad.

 

- Anoche no te importaba mucho.

 

- Anoche no lo sabía y a alguien se le olvidó dar esa información antes de meterse en mi casa.

 

- No se me olvidó decirla.

 

- Cierto… preferiste ocultar la información para que tuviera sexo contigo y no te rechazase al instante.

 

- Tampoco la oculté. Simplemente no preguntaste.

 

- Discúlpame si cuando entro a un bar para mayores de dieciocho años hago suposiciones sobre la edad mínima que tiene la gente allí dentro. ¿Cómo entraste? ¿Un carné falso o qué?

 

- Todos conocen a mi padre, es el teniente-coronel de la base. No se atreverían a cerrarme las puertas.

 

- Vete a casa – comentó Madara buscando las llaves de casa para entrar.

 

- ¿Vas en serio? – preguntó Itachi incrédulo.

 

- ¿Qué esperabas?

 

- Que me invitases a una cerveza en tu casa como hiciste anoche – le sonrió Itachi.

 

- Eres menor de edad, no puedes beber alcohol. Vete a casa.

 

Madara caminó hasta la puerta sin siquiera girarse a mirar a su joven visitante. Cuando abrió la cerradura de la puerta, fue cuando se dispuso a girarse un segundo. Se sorprendió al ver que ese muchacho le había hecho caso y se había marchado. Observó a su alrededor pero no había señales de él por ningún lado. Al mirar hacia la casa de al lado, se dio cuenta de que Fugaku estaba allí regando el césped. Aquello hizo que se sonrojase al momento. ¡Vivía al lado suyo! El chiquillo con el que se había acostado y que sería el mayor error de su vida vivía a su lado, el hijo de su jefe, cada vez la situación se ponía peor.

 

Fugaku alzó la mano con una sonrisa para saludar a su vecino y Madara la levantó igualmente con algo más de temor intentando aparentar una normalidad que no tenía en ese momento. Sus ojos se fijaron entonces en la ventana del segundo piso para ver a Itachi sonreírle y guiñarle un ojo. Aquello fue lo que le faltaba para darse prisa y entrar a la casa.

 

El resto de la tarde fue tranquila y a la hora de dormir, tardó en hacerlo pese a haberse tomado una valeriana intentando conciliar el sueño. No empezó a hacer efecto hasta entrada la madrugada, estaba tan cansado que ya no pudo remediar cerrar los ojos y dejarse llevar por el sueño esperando que al día siguiente las cosas mejorasen.

 

Un gemido salió de sus labios seguido muy de cerca por un segundo algo más sonoro. Miró a su alrededor para ver a aquel muchacho de la noche anterior encima de sus piernas chupando su miembro con auténtica maestría. Era lo último que le faltaba, soñar con aquel muchacho de mirada salvaje que apretaba sus huevos en la mano derecha mientras con la izquierda mantenía el miembro bien erecto para poder meterlo en su boca. Un tercer gemido salió sin remedio a la vez que su espalda se arqueaba ligeramente y su cintura se elevaba metiendo su miembro un poco más hondo en la boca de aquel chico que seguía moviéndose para darle placer.

 

Un leve mordisquillo en la punta de su miembro hizo que sus manos agarrasen con fuerza la sábana de la cama y cerrase los ojos con fuerza dejándose inundar por el intenso placer que le ofrecía aquel sueño del que no quería despertar. Las manos de Itachi deshicieron el agarre a su entrepierna para recorrer los muslos de Madara hasta llegar a su abdomen, apresándolo con fuerza y deleitándose con su fuerte abdominal antes de sacar el miembro del mayor de su boca y gatear subiéndose encima de él hasta que sus labios atraparon con fuerza los de Madara.

 

Madara aprovechó aquella cercanía para pasar sus cálidas manos por la nuca del joven y acercarle todavía más para poder profundizar el beso, metiendo su lengua sin compasión alguna en la cavidad de aquel chico, deleitándose con su sabor, con aquella lengua juguetona y con ese chico que hacía el amago de sonreír convencido de tener lo que tanto había estado buscando, tener a Madara Uchiha a sus pies, tenerle en la cama disfrutando con su cuerpo.

 

Itachi se posicionó mejor encima de él soltando el beso para quitarse la camiseta. Madara recorrió con sus manos el abdomen del joven con sensualidad y ternura, no podía creerse que le hubiera excitado tanto aquel chico al que sólo había tenido una vez pero que conseguía hasta que soñase con él y tuviera el mayor placer que jamás había sentido antes.

 

Observó con total deleite cómo Itachi metía sus sensuales dedos en su boca lamiéndolos con seducción y erotismo mientras los humedecía. Madara suspiró moviendo la cintura para rozar su miembro por la ingle de Itachi mientras éste llevaba sus dedos a su entrada introduciéndolos con suavidad, gimiendo y cerrando los ojos dejando que su amante se gozase con aquella vista.

 

Itachi se posicionó mejor introduciendo el miembro de Madara en su interior, subiendo y bajando encima de él a medida que las manos de Madara tocaban cada centímetro de su torso. Suspiró y gimió al sentir aquellos cálidos dedos jugar con sus pezones. Itachi disfrutaba de aquel encuentro y supo que ese hombre era al que siempre había estado buscando pese a su corta edad.

 

Madara no aguantó mucho más dejándose ir dentro de aquella estrecha cavidad, entre los gemidos y jadeos que le ofrecía Itachi. En aquel momento cuando sintió el semen de Itachi golpear contra su abdomen, se dio cuenta de que nada de aquello era un sueño. Ese chico era muy real y estaba en su cama, estaba encima de él disfrutando de su erección. Al percatarse de aquello, Madara asustado por la intromisión del chico, prácticamente le empujó apartándole de él y dejándole tumbado bocarriba en el colchón sin poder dejar de sonreír.

 

- Qué mal despertar tienes – comentó Itachi riendo – y eso que he intentado ser complaciente contigo.

 

- ¿Tú estás mal de la cabeza? ¿Cómo narices has entrado en mi casa?

 

- Mi padre es el general de esta base, tiene llaves de emergencia de todos. Pero tranquilo, no la cogí, entré por la ventana de atrás. Estaba abierta.

 

- Oh, por favor – exclamó Madara sin poder creérselo – márchate de mi cama, quiero decir… de mi casa – corrigió Madara viendo la sonrisa divertida de Itachi.

 

- Venga, sé que te ha gustado. Hace unos segundos gemías como un loco.

 

- Itachi… tienes diecisiete años y tu padre es mi jefe, márchate, por favor.

 

- ¿Es que no te gusta el riesgo?

 

- Eso es que sigo las normas, las leyes y esto está penado. Si nos pillan me detendrán a mí.

 

- En un mes cumplo los dieciocho años. Podré estar contigo.

 

- Entonces hablaremos dentro de un mes, Itachi. Ahora mismo es imposible para nosotros.

 

- ¿Entonces hay un nosotros?

 

Madara empezaba a ver que estaba cayendo en el juego de seducción y en las trampas de las palabras de aquel chiquillo. Era increíble cómo ese joven era capaz de manipularle y jugar con su mente. No entendía cómo podía ser posible algo así, él jamás se había dejado enamorar, ni convencer por nadie y ahora estaba en esa difícil situación.

 

- No hay un nosotros – dijo Madara convencido – fuera de mi casa.

 

- Y yo que iba a prepararte el desayuno y traértelo a la cama – sonrió Itachi – aunque por lo que veo… con este “desayuno” te has quedado satisfecho – comentó indicándose su propio cuerpo con la mano.

 

Al ver los ojos de enfado de Madara, Itachi entendió que no estaba precisamente de humor para aguantarle a él. Se levantó del colchón tras resoplar y buscó su ropa por todo el suelo de la habitación para vestirse. Madara le observaba con detenimiento sin tener ni idea de qué hacer, no terminaba de creerse la manera en que aquel adolescente le excitaba. En aquel momento sólo trataba de contener su excitación y que ese muchacho no le descubriera. En menudo lío estaba metido.

 

Itachi se marchó de allí, no sin antes lanzarse a los labios de un distraído Madara y depositando un tierno beso. Itachi no podía dejar de sonreír y colocándose la chaqueta de cuero negra, salió de la habitación. Madara se dejó caer de nuevo el colchón elevando su brazo hasta ponerlo encima de sus ojos. ¿Qué iba a hacer ahora con ese chico? Era cierto que le atraía demasiado pero era menor de edad y el hijo de su jefe, todo estaba mal, al menos hasta que cumpliera la mayoría de edad y aún así… no cambiaba el hecho de que Fugaku era el padre de ese chico.

 

Le habría gustado decir a Madara que las siguientes dos semanas fueron a mejor, pero no era cierto. Itachi se colaba todas y cada una de las mañanas en su casa. A veces por la ventana, otras veces abría con la llave de reserva que guardaba su padre, le veía en la oficina y hasta una vez se había atrevido a esconderse bajo su mesa de oficina. Cuando se sentó, no tuvo ningún reparo en bajarle la bragueta y chupar su miembro sabiendo que ya no podría levantarse para no armar escándalos. Aquel chiquillo estaba completamente loco y él ya no sabía qué más hacer. Lo encontraba en todos los sitios y aprovechaba para hacerle correrse en cuanto tenía la menor oportunidad.

 

Por mucho que Itachi estuviera siempre pendiente de él y le agobiase, había otro punto en el que le gustaba. Itachi le daba ese toque de morbo que él siempre había buscado, se arriesgaba por lo que quería, hacía cosas nuevas y era capaz de meterse bajo una mesa sin importar quién pudiera pillarle para estar con él. Con aquella imagen en su cabeza, sonrió. Se estaba enamorando de ese chico y era malo, era muy malo tener ese sentimiento.

 

Faltaba apenas una semana para que Itachi cumpliera la mayoría de edad y Madara lo sabía perfectamente porque aquel chiquillo no dejaba de repetírselo. Siempre emocionado y deseando ser mayor de edad para estar con total libertad con él.

 

Madara llegó al hangar en el que actualmente trabajaba. El avión 103 no había salido todavía debido a una avería en una de las hélices al momento de arrancar. Tras revisar todos los posibles errores que podría estar ocurriendo para que no funcionase, decidió probarlo subiéndose a la cabina. Entró por la zona trasera de carga en dirección a la cabina cuando sintió que algo atrapaba sus muñecas y lo empotraba contra una de los laterales del avión.

 

- ¿Qué narices? – preguntó viendo a Itachi cerrar las esposas en la barra superior evitando que pudiera escapar – Itachi estoy trabajando.

 

- El otro día también estabas trabajando con todos aquellos papeles y acabaste teniendo el mejor orgasmo de tu vida – le susurró Itachi al oído en tono morboso.

 

- ¿Qué sabrá un chiquillo como tú sobre mi vida y mis orgasmos?

 

- Al parecer… sé cómo darte el mayor de los placeres.

 

- No sé de dónde sacas esas tonterías.

 

- De alguien por aquí abajo que está muy excitado – comentó bajando las manos hacia su entrepierna.

 

- Itachi, este avión tiene que estar listo a medio día.

 

- Y lo estará. Trabajarás mejor después de esto – comentó Itachi sonriendo mordiendo el lóbulo de su oreja haciendo sonreír a Madara.

 

- Suéltame, podrían pillarnos.

 

- Relájate.

 

Aquel chico nunca dejaba la sonrisa a un lado cuando estaba con Madara y sus juegos perversos. Le excitaban tanto como a su pareja y se notaba. Ni siquiera podían estar seguros de qué eran, desde luego Madara no lo habría expresado jamás con la palabra “pareja” ni “novio”, para él sólo era un gran problema, un problema muy atractivo y excitante.

 

Itachi se apartó del lado de Madara colocándose frente a él, empezando a quitarse la ropa con mucha lentitud y con movimientos sugerentes. Aquello jamás se lo habría esperado Madara, ese chico estaba literalmente moviéndose pese a no tener música y quitándose ropa de la manera más provocativa que podía. Para colmo, no había forma de tapar su erección con las manos sujetas a la barra superior del portaequipajes del avión militar.

 

Quiso decirle algo, quizá que se detuviera pero las palabras no querían salir, sus ojos no podían apartarse de aquel cuerpo que no cesaba en sus movimientos. Cuando finalmente consiguió armarse de valor para pronunciar las palabras, Itachi se acercó hasta él colocando su dedo índice en los labios del mayor indicándole que mantuviera silencio antes de atraparlos entre sus labios en un fogoso beso que ambos correspondieron.

 

Madara cerró los ojos dejándose llevar por aquel chico, sintiendo cómo descendían sus manos por su torso en busca del pantalón. Metió las manos bajo él y sacó su miembro agachándose hasta quedar de rodillas y tener pleno alcance a él con su boca. Sentir aquel placer hacía que se olvidase de las cosas, de dónde estaban, de lo que podía ocurrir. Su cintura empezó a moverse involuntariamente profundizando en la boca del menor, entrando y saliendo de ella cada vez con mayor rapidez hasta que se corrió dejando escapar un gran gemido.

 

Itachi sonrió al sentir cómo resbalaba todo aquel líquido por las comisuras de sus labios pero antes de que pudiera si quiera limpiarse bien, apareció por la puerta trasera del avión su padre viendo aquella intensa escena, con su compañero de trabajo atado y su hijo de rodillas frente al miembro de Madara.

 

- ¿Qué narices…? – preguntó de golpe cerrando la puerta del avión para que nadie pudiera ver aquello - ¿Cómo se os ocurre hacer algo como esto en un lugar así?

 

- Papá… - comentó Itachi borrando la sonrisa de su rostro.

 

- Tú sal de aquí, hablaremos en casa.

 

Madara en aquel momento se había quedado completamente rojo pero tampoco podía hacer mucho, sus manos seguían atadas. Itachi con algo de temor, obedeció a su padre saliendo de allí.

 

- Lo siento mucho – aclaró Madara pero antes de que siguiera hablando Fugaku intervino.

 

- Antes de que digas algo de lo que puedas arrepentirte, déjame decirte que estaba informado de esto – comentó.

 

- ¿Qué?

 

- Oh, por favor… conozco a mi hijo y sé las locuras que se le ocurren. No ha parado de hablar de ti desde que entraste a trabajar a esta base, no soy idiota. Nunca estaba por las mañanas. Aún así… ya puedes respetar a mi hijo porque si le haces daño, te cortaré los huevos. ¿He hablado claro? – preguntó Fugaku.

 

- Sí, señor – fue lo único que pudo responder Madara.

 

Tanto miedo que había pasado por el general y resultaba que al fin y al cabo no era tan duro como creía, al menos entendía aquella extraña relación que había nacido entre su hijo y él aunque no se había cortado ni un pelo en amenazarle. Madara sonrió.

 

- Me gusta su hijo, señor – le aclaró – me gusta mucho y quiero hacerle feliz.

 

- Eso espero, por tu bien.

 

Cuando salieron del avión, Itachi estaba fuera escondido tras una de las paredes para saber qué había ocurrido. Sabía que le esperaba una larga charla con su padre y que se pondría furioso con él pero necesitaba saber que no había metido en ningún lío a Madara, le quería. Al ver cómo su padre se marchaba, aprovechó en salir corriendo hacia Madara.

 

- ¿Qué ha ocurrido? – preguntó asustado.

 

- Lo que ocurre… es que eres mío, Itachi.

 

- ¿Estás formalizando tu relación conmigo?

 

- Exacto. Además… empieza a revisar bajo las mesas de la universidad cuando vayas, porque vas a pagarme todo lo que me has estado haciendo estas semanas – sonrió de forma perversa Madara haciendo sonreír a Itachi.

 

- Me encanta cuando te pones juguetón – le dijo besándole con pasión – métete bajo todas las mesas que quieras, siempre disfrutaré contigo.

 

Fin


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