La noche era fría pero agradable, con algunas nubes cubriendo el resplandor de la luna. El viaje hasta el condominio de edificios, donde Midane vivía ahora, le resultó largo y tortuoso. Un viaje en taxi en completo silencio, sin más música que el castañeo de sus propios dientes y los silbidos asmáticos del chofer.
El edificio estaba abierto, sin portero, como si se tratase de un lugar abandonado. La luz artificial, de las farolas de la calle, se colaba llamativa por los cristales rotos de las ventanas, iluminando los pasos presurosos de Sam. El joven caminaba nervioso por los pasillos mugrosos de aquel viejo edificio donde Midane vivía ahora. Trataba de concentrarse en no pisar la basura y tropezar con ella. Respiraba lento, tratando de calmarse, pudiendo oír como pequeña ráfagas de viento corrían hasta sus pulmones. El aire estaba viciado y apestaba a humo de cigarrillo y humedad. Estaba aterrado. Los nervios lo sobrepasaban notoriamente, volviendo su piel pálida y perlada por el sudor. Al levantar la vista vio la puerta cuyo número le indicaba que había llegado. No había timbre ni mirilla, así que solo se limitó a tocar tres veces, tres golpes suaves pero seguros. Parecía haber gente adentro, podía oírlos hablar. Tal vez no estaba solo, pensó el joven, tal vez le había puesto una trampa, tal vez…
La puerta se abrió de golpe dejando ver la figura de aquel hombre que protagonizaba cada una de sus pesadillas. Lucía tal cual lo recordaba: delgado, insulso, pulcro. Luego de la primera impresión, todo lo que siguió fue una serie de formas y sonidos absurdos y rítmicos, como una cruel fanfarria.
Al verlo, el hombre le sonrió de una forma que incluso pareció sincera, para luego estrecharlo en un abrazo que revolvió el estómago de Sam. Podía sentir aquellos brazos estrecharlo, cálidos, sin más intenciones que saludar a un viejo conocido. El joven solo se dejaba hacer, espantado e incrédulo ante aquella situación. Había pensado mil formas posibles de cómo se daría el encuentro, pero ninguna había logrado asemejarse ni un poco a lo que estaba pasando en aquel momento.
- ¡Oh, mi querido Sam! ¡Has venido!- dijo Necros invitándolo a pasar al apartamento.
- … - Sam boqueaba sin poder emitir tan solo una palabra.
- Creía que no lo harías, que te acobardarías, - lanzándole una mirada pícara y cómplice a la vez- ¡vaya que logras sorprenderme! Anda, pasa, ¡no te quedes ahí parado!-
Siguió en silencio al hombre hasta una sala donde los esperaba Midane sentado en una silla. Se veía bien, algo más viejo y descuidado, con la barba demasiado crecida, y quizá sucio. Pero en general no parecía que le hubiesen hecho daño, ni estaba atado ni nada por el estilo. Solo estaba ahí sentado, con una taza humeante de café entre las manos, mirando los firuletes de vapor desaparecer frente a su nariz.
- Mi-Midane- Tartamudeó el joven.
- Ten cuidado Sam, está armado-
Sam se petrificó en el lugar, mirando con terror a aquel hombre que no parecía tener intenciones de matarlos, aunque siempre que se tratase de él, había que dudar.
- Ah, ¿esto?... pfff!!! solo un detalle…- dijo Necros exhibiendo divertido el arma que descansaba en su bolsillo derecho- no le des importancia, Sam, ambos sabemos que el ex detective siempre fue un melodramático- agregó riendo.- dime, ¿quieres café?-
Sam dedicó una breve mirada a Midane quién asintió indicándole la respuesta.
- S-sí, por favor-
- Bien, iré a prepararlo entonces. Te dejo con el ex detective que seguro quiere saludarte-
Sin más, el asesino desapareció por el pasillo que llevaba a la cocina. Por su parte, una vez que lo hubo perdido de vista, Sam se abalanzó sobre Midane, abrazándolo fuertemente.
- ¡Mid! ¿Estás bien? ¡Por Dios! ¿qué es todo esto?-
- Tranquilo Sammy, estoy bien… ven, siéntate-
- ¿te hizo daño? ¿desde cuándo está aquí?-
- Llegó hace dos días, se instaló y nadie ha entrado y salido de aquí desde entonces, ha cortado el cable del teléfono y escondió mi celular… no sé qué decir… no he podido hacer mucho, el arma está cargada, me lo ha mostrado…-
- Por Dios...- haciendo un corto silencio- Midane, yo…-
- Te he extrañado tanto… tanto, Sam…-
- Jamás respondiste a mis mensajes ni a mis llamadas-
- Es complicado-
- Renunciaste a tu cargo de detective, también-
- No supe qué hacer cuando te fuiste… no supe qué hacer cuando este hijo de puta te secuestró… nunca supe qué mierda hacer…-
- Te alejaste de mi por culpa-
- Sam…-
- No fue tu culpa… - tomando su rostro entre sus manos- Mid, no fue tu cul…-
Y sin dejarlo terminar la frase, Midane lo besó.
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