CAPITULO 5: Propuesta.
La sorpresa aún pintaba el rostro de Sam. Midane lo había besado, después de tantos años. Había recibido un beso de esos que le quitaban el sueño y ahora aquel hombre lo miraba a los ojos, esperando una respuesta. ¿Qué podía decirle? Los años habían pasado, Andrew había aparecido en su vida, y lo amaba, mucho. Sin embargo nunca se planteó en qué momento dejó de amar a Midane, si es que ya no lo amaba. Porque ya no lo amaba, ¿verdad? Habían pasado muchas cosas, y él no estuvo presente en ningún momento. Luego de su rescate, Midane había ido una tarde soleada a su casa, habían reído y hablado de cosas sin sentido y se habían despedido con un beso corto, uno con sabor a “te veré pronto”. Pero pasaron seis años y no volvió a ver su rostro hasta ese momento, hace unos minutos. Tenían mucho de qué hablar, y definitivamente ese no era el momento y ni el lugar.
- Midane, yo…-
- No te preocupes, - interrumpió Necros, apareciendo desde la cocina con la taza de café para Sam- estuvimos platicando con el ex detective y… ya le conté todo. Ya sabes, lo de Andrew y tú.-
- … Andrew- murmuró Sam para sí mismo.
- Gran muchacho.- agregó el asesino- sueño pesado, eh?- señaló riendo-… fue tan simple sedarlo, bañarlo en sangre… por cierto, tu sangre, Sam…-
- ¿Q-qué?-
- … la sangre, con la que decoré tu habitación… es tuya-
- ¿pero… cómo…?-
- Oh, unas muestras que tomé hace seis años… espero no te moleste.-
El joven solo negó en silencio y, siguiendo el ademán que le hacía Necros, comenzó a endulzar su café.
El tiempo transcurría lento y dejaba, a su paso, una estela de incertidumbre y angustia. Un silencio sepulcral reinaba en aquella desordenada sala, donde los tres hombres se encontraban reunidos en la mesa. Inmutable, Sam observaba los firuletes de vapor que se elevaban desde su taza de café. Podía sentir un leve temblor, quizá culpa de los nervios o el miedo, en la mano de Midane, que sostenía la suya.
- Bien… veo que ya no tienen nada que decirse…- Necros hablaba en un tono calmo-… así que, pasemos a lo nuestro, Sam. Querido ex detective, si nos permite, quisiéramos estar a solas un momen…-
- ¡No!- interrumpió Midane violentamente- No dejaré a Sam solo contigo, tendrás que matarme si quieres quitarme del medio…-
- De acuerdo.-
Como si se tratase de algo normal, Necros se movió lento y calmo, y para cuando Sam pudo reaccionar, el arma ya estaba posada en la sien de Midane, y el ruido del seguro siendo quitado, musicalizaba la escena. Jamás habían soltado el agarre de sus manos. Las del ex detective ahora sudaban y apretaban con fuerza las del muchacho.
- ¡No! ¡Espera!- gritó el joven al borde de las lágrimas, mientras que con sus temblorosas manos, que habían soltado las de Midane, intentaba apartar el arma que lo amenazaba- …Mid, todo está bien… ve a tu habitación.- mirando a Necros que asentía aprobando las palabras del joven mediador- Por favor, vete.-
Sin decir nada más, Midane se levantó de su asiento, besó a Sam en la frente y se marchó a su cuarto, cuya puerta, Necros cerró con llave desde afuera.
Sam miraba fijamente cada movimiento que aquel hombre ejecutaba. Lucía igual a como lo recordaba de los días de su cautiverio, sin embargo, sus gestos no eran exactamente los mismos. Dudó de su memoria, de haber tergiversado los detalles con los años. Pero no, si había algo de lo que podía jactarse de recordar a la perfección, eran los días que pasó con ese hombre, con ese maldito asesino.
Sin soltar el arma, Necros volvió a la mesa, para finalmente hablar con Sam. Definitivamente algo en él era distinto. Se veía menos tenso, distendido, hasta podía decir que se veía feliz.
- Ahora sí, muchacho, hablemos-
- ¿qué más quieres de mi?-
- Oh, quiero muchas cosas de ti, Sam…-
- ¿Cómo qué?-
- Quiero que trabajes conmigo-
Sam se quedó en silencio oyendo cada detalle de aquella peculiar propuesta. Todo consistía en que él se transformase en el ayudante de Necros, que lo asistiese en sus crímenes, los cuales aquel demente llamaba “obras”. “Tú eres artista, Sam, y estoy seguro de que tu opinión será más que acertada”, había dicho ese hombre, como si hablase de un proyecto artístico. Había elogiado su inteligencia, e incluso había citado sus calificaciones más destacadas en la universidad. ¿Acaso sabía todo de él? ¿Todo este tiempo había estado siguiéndolo, observando su vida? ¿Sabría cosas de su padre, de Kelly, de su hermanita Annie?
En resumen, según aquel asesino, su trabajo era bastante simple: matar. Necros se encargaría de todo lo demás. Incluso ni siquiera debía ocuparse de dónde, cuándo o cómo hacerlo, solo debía apretar el gatillo, deslizar el filo por la garganta, sostener la cabeza de la víctima bajo el agua el tiempo necesario, inyectar el veneno, asfixiar con las manos, una soga, una bolsa plástica… las posibilidades eran infinitas. Todo se llevaría a cabo de manera rápida y limpia, sin rastros ni culpables. Necros lo contactaría en el momento indicado y, con la escena ya preparada, él sólo debía ir a acabar con la vida del desafortunado de turno.
Sam se preguntaba por qué lo solicitaba para un acto tan terrible y siniestro, pero al mismo tiempo, tan simple y fácil para un asesino de esa índole.
- Quiero que sientas lo que yo cuando mato a una persona.- dijo el hombre- Quiero que entiendas que no es solo accionar una máquina…- elevando el arma hasta apuntar al pecho de Sam- no es solo mover una mano o… un dedo- y sin más, apretó el gatillo.
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