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Fobos y Deimos por misteriane

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Notas del capitulo: siiii!!!!!!!!!! después de muuuuucho tiempo volví!!! espero que los que seguían la historia, vuelvan y los nuevos lectores se enganchen con la historia.
Pido mil perdones, pero el bache creativo me había consumido por completo...
Espero les guste el nuevo capi, y que me un - aunque sea- mini review!!!!!
Midane alzó la vista cuando Kelly, la madrastra de Sam, apareció por el pasillo haciendo repiquetear sus zapatos con su paso ligero.

- Detective…- advirtió en voz alta la mujer.

- No, señora Jaun. Midane, solo llámeme Midane.- suspirando sonoramente- ¿cómo está? ¿ha despertado?-

- Si, hace unas horas… lamento no haberle avisado antes. No sabíamos que estaba aquí-

- El personal del hospital no me ha permitido pasar.-

- Oh… de todas formas, ya está en una habitación común. He dejado a Annie con él. Puede pasar, si quiere. Aun es horario de visitas.-

Midane tan solo respondió con un gesto de aprobación y se dirigió a la habitación que Kelly le indicó en voz baja, antes de alejarse con su paso siempre acelerado.
Era una clínica privada muy exclusiva. Todo en aquel lugar relucía. Los pisos brillaban de tal forma que el reflejo de las luces del techo, encandilaban a Midane, cuya resaca lo hacía poco tolerante a aquellos haces de luz.
La noche anterior había sido terrible. Emily le había avisado del incidente de Sam, dándole un parte bastante menos favorable que el que los médicos dieron al final. Y no la culpaba. La mujer le había mostrado las fotos, que había sacado a modo de registro, del chico cuando fue sacado del hotel por los paramédicos, y en verdad parecía estar muy grave. Sin embargo, a pesar del ofrecimiento de Emily de llevarlo con ella al hospital, Midane había preferido hacer una escala en una taberna de mala muerte y se había atiborrado de alcohol barato. Había bebido hasta hartarse y llorado junto a un hombre que había sido abandonado por su esposa. No obstante, la amistad se había acabado junto con el dinero, y en cuanto el cantinero advirtió que ya no tenía con qué pagar los tragos, lo echó del lugar sin miramientos. Cuatro horas después se encontraba vomitando sus cincuenta dólares invertidos en bebida en la puerta de la clínica en donde estaba Sam. Sorprendentemente, a pesar de su deplorable estado, los vigilantes de la entrada lograron reconocerlo, y después de convidarle un cigarrillo y un trago de agua mineral, lo dejaron entrar al lugar. Sam, al parecer se encontraba en cuidados intensivos, por lo que el ex detective no tuvo más remedio que esperar ocho angustiantes horas por noticias que nadie se molestaría en darle.
Aún la resaca hacía de las suyas y por cada paso que daba, un fuerte dolor que brotaba del interior de su cabeza, golpeaba furioso su sien haciéndole fruncir el ceño. “Habitación 53” había dicho Kelly. Ni siquiera había llegado a la 40, y ya su cuerpo comenzaba a revelarse en su contra. El pasillo era extenso y blanco, algo parecido a como se imaginaba el cielo cuando era un niño. Pero ya no creía en esas cosas; ni en cielos ni infiernos, ni en Dioses que premian o castigan, ni en actos que repercuten en algún lugar en el universo y que vuelven en forma de dicha o de desgracia.
A unas pocas puertas de la del cuarto de Sam, pasó frente a un espejo que le devolvió una imagen que lo avergonzó por completo. Una molesta corriente eléctrica atravesó su espina dorsal e hizo que sus pies se anclasen al suelo. Pudor, tal vez, no podía explicarlo con exactitud, pero algo en su interior se contraía al ver a aquel hombre desalineado y sucio que lo observaba desde el espejo. En un intento por calmarse, lanzó un suspiro que llegó a su nariz como un nauseabundo olor a alcohol, impregnado en su aliento. Y entonces ya no pudo más con todo ello. Decidido a retomar el timón de su vida, dio media vuelta y comenzó a buscar la salida del lugar.


Andrew se hallaba sentado en la clásica habitación de interrogatorios de la departamental de Manhattan. Estar allí solo le recordaba a las miles de películas de acción que solía devorar con entusiasmo, no podía evitar esperar a que apareciese el “policía malo” y el “policía bueno”, y comenzar con una serie de preguntas rápidas y engañosas. Sin embargo, en contra de sus pronósticos, fue sacado bruscamente de la habitación por el detective Foose, quien una vez en el pasillo, le estrelló la cabeza contra la pared, haciéndole perder el equilibrio.

- ”yeme bien, imbécil- sentenció el detective entre dientes- si es que tienes algo que ver con el hijo de puta de Rider, más te vale que me lo digas ahora-

- No sé de quién hablas- confesó Andrew asustado- ¡lo juro!-

- Piensa bien, no me hagas perder tiempo ni energía- acercando su rostro al del joven- Zachary Rider, hermano de Fade Rider, recibido de médico forense, 44 años… mejor conocido como “Necros”-

- ¿qué?- escupió Andrew indignado- ¿por qué tendría algo que ver con ese tipo? Ni siquiera sé por qué estoy aquí, nadie me dice nada, ¡yo no hice nada!-


El detective Foose se alejó unos centímetros del joven. No lo recordaba. O bien era demasiado estúpido como para negar algo evidente, o no recordaba lo que le había hecho a Sam.

- Quiero hacer una llamada, tengo derecho a una, ¿verdad?-

- Sí, ¿y a quién llamarás, muchacho?-

- A Sam, el me sacará de aquí y tú tendrás que meterte tus sospechas en el culo…-

Bingo. Andrew no tenía idea de lo que había pasado. No obstante, cabía la posibilidad de estar tratando con un actor extraordinario, esos que siempre lograban escapar frente a sus narices.


La caminata desde la clínica hasta su apartamento le había dado tiempo para pensar y lo había dejado exhausto. De solo pensar que debía llegar y limpiar el basurero en el que se había convertido su casa –al igual que su vida- hacía que se sintiera más cansado aún. Más lo que encontró tras la puerta de entrada lo dejó atónito. La casa relucía de limpia, sin basura en el suelo, ni en los sillones ni en la mesa. Olía a desinfectante y detergente, y a vainilla, o algo parecido. Las paredes estaban limpias, al igual que la alfombra que carecía de manchas. Alguien había lavado su ropa, la cual descansaba prolijamente doblada sobre el sofá. Las fotos de Sam se encontraban en sus respectivos portarretratos, y los expedientes viejos del caso de Necros, ordenados en carpetas rotuladas. Midane ingresó a su hogar incrédulo de lo que veía, más todo tomó coherencia cuando vió sobre la mesa, una nota de quién sospechaba, había sido el hacedor de todo esa confusión.

“Yo dejé tu casa libre de suciedad, Midane. Ahora tú tienes que dejarme libre el camino hacia Sam.
Atte: Necros”

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