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Reemplazando a mi hermana por Fullbuster

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Abrió los ojos con pesadez, aún los sentía hinchados. Su mano acarició la húmeda almohada dándose cuenta que había seguido llorando en silencio durante la noche. No quiso girarse a mirar a su espalda, se acurrucó aún más y agarró las sábanas tapándose con ellas y agarrándolas con fuerza para evitar que alguien se las robase.


Una mano acarició su cabello haciendo que su cuerpo temblase al momento y aguantase el sollozo que luchó por salir. Las blancas manos que aún agarraban con fuerza la sábana, se desplazaron hacia su boca intentando evitar que saliera cualquier sonido y cerró los ojos con fuerza deseando que todo pasase de una vez.


- Arréglate y no tardes en bajar a desayunar. Nos iremos pronto – comentó Pain pero Deidara no respondió.


Sintió cómo olía su fino cabello rubio deleitándose con su aroma, cómo rozaba con sus yemas de los dedos aquel hombro desnudo que sobresalía levemente de las mantas y depositaba un suave beso. Quizá le trataba con dulzura, pero no podía dejar de pensar en el dolor de la otra noche, en que no amaba a aquel hombre y que estaba allí retenido contra su voluntad obedeciendo a alguien a quien no debería obedecer. Se sentía como cualquier otro criado al que simplemente… utilizaban como una simple marioneta para sus siniestros planes. Le habían arrebatado lo más importante para él y ya no había vuelta atrás, sólo le quedaba rezar para no darle ese heredero que tanto deseaba.


Pain se levantó de la cama llamando a los criados para que le atendiesen. Una vez listo, salió de la habitación echando una última mirada a aquel chico rubio que seguía dándole la espalda tumbado en la cama. Desde que le habían traído no había pronunciado apenas palabra, simplemente se dejaba hacer y se acurrucaba evitando mirarle o hablarle. Tampoco era algo que le importase en gran medida, sólo necesitaba que le diera un heredero, nada más, aun así, cuando se marchaba por el pasillo, Pain sentía cierto vacío, quizá sí le hubiera gustado que ese chico participase y no simplemente que le ignorase.


Deidara escuchó cómo todos empezaban a marcharse y se dio la vuelta viendo cómo Konan pasaba por el pasillo tratando de recibir al menos un beso de su esposo, pero éste pasó de largo. Se sentía sucio y asqueado, veía a la esposa de Pain allí frente a él y sabía que se acababa de convertir en el amante de ese Rey. Pensó que Konan le miraría con desagrado pero en su lugar, cuando miró hacia Deidara, vio que era lástima, aquella chica tenía lástima de toda aquella situación.


No pudo ver más cuando los criados cerraron la puerta alejando a la Reina de su vista, pero no aguantó más su llanto y empezó a llorar. Apenas habían pasado cinco minutos cuando sintió que la puerta se abría y la Reina entraba corriendo cerrando tras ella. Deidara pensó en lo peor. Todo el mundo sabía que los reyes siempre tenían sus amantes pero pese a que lo toleraban con tal de estar a su lado y seguir teniendo su título, no quería decir que les sentase bien, sólo fingían no saberlo.


Deidara se alejó un poco de la cama cuando sintió que Konan le cogía de la muñeca y lo arrastraba hacia fuera de la cama metiéndole prisa para que se arreglase. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo.


- Vamos, tienes que ducharte y arreglarte – comentó Konan.


- ¿Por qué?


- Porque vas a un lugar especial.


- Sólo vamos al Reino del Fuego, nada más – comentó.


- Por eso mismo. Allí estará tu prometido.


Konan sabía que algo importante le habían regalado a su esposo, algo que le había hecho ausentarse aquella noche de su lecho matrimonial, lo que no esperó encontrarse fue a ese Namikaze. Creía que sólo dos quedaban vivos y habían escapado lejos, eso le contaron. Supo al momento que Itachi le reconocería en cuanto le viera, al menos si se arreglaba, no podía ir con las pintas que llevaba en ese momento. Orochimaru una vez le contó que le había arrebatado a Itachi a su futuro prometido, estaba convencida que era Deidara.


- ¿De qué hablas? – preguntó Deidara sin entender la situación - ¿Qué prometido?


Aquellas simples preguntas hicieron que Konan se detuviera en seco. ¿No sabía quién era ese chico? ¿No sabía con quién tenía que casarse? Empezaba a entender cómo habían conseguido controlar a ese chico, pero ella estaba dispuesta a sacarle de allí como fuera.


- No importa, arréglate – le dijo cuando escuchó la puerta abrirse y se escondió con rapidez tras unas cortinas.


Deidara al ver entrar a Pain, tiró de la sábana cubriéndose al momento su desnudez y sacando una sonrisa perversa por su parte.


- No hace falta que te cubras – le comentó acercándose a él para lamerle el cuello mientras su mano acercaba la cintura de Deidara aún más hacia él pegando sus cuerpos – tu Rey ya ha disfrutado de todo cuerpo. Tú y yo… volveremos a vernos esta noche – comentó tirando de su cabello hacia atrás para poder devorar sus labios de forma salvaje.


Pain se marchó de allí exigiéndole que se cambiase con rapidez y en cuanto se marchó, Konan salió de su escondite volviendo a arrastrar a Deidara hacia la ducha mientras miraba su largo cabello rubio ahora desordenado y sucio.


- Necesitas un baño con urgencia – comentó Konan mirando su cabello.


- ¿Por qué no estás enfadada conmigo? – preguntó Deidara – sabes perfectamente lo que ocurrió anoche con…


- Con mi esposo – acabó Konan la frase suspirando – sí, lo sé muy bien, pero es algo normal a lo que ya me acostumbré hace años. No has sido el único que ha pasado por su lecho.


- Muchos lo consienten pero no soportan la idea – comentó Deidara.


- Quizá es que no me importa tanto lo que haga. Me casé con él por obligación. Mis padres eran nobles al servicio del Rey del viento, pertenecían a su consejo privado. Tras la traición que sufrió la familia real, mi familia fue apresada pero al tener la mayoría de las tierras en el norte del reino en nuestra posesión prefirieron casarme con el Rey de la lluvia para hacerse con esos dominios.


- Una alianza.


- Algo así. Pidieron que diera un heredero.


- ¿Por qué no te has marchado si tanto le odias? – preguntó Deidara viendo aquel gesto de repugnancia en Konan cuando hablaba.


- No puedo. Al no darle un heredero mataron a mi padre, aún tienen a mi madre y a mi hermano en las prisiones. No puedo simplemente desaparecer y dejarles allí. Quiero liberarles. Esto no habría pasado con los Namikaze. Ahora arréglate, el viaje será largo hasta el Reino del Fuego. Pediré que seas mi criado.


- No te dejará.


- Claro que me dejará, las ventajas de seguir casada con él es que sigo siendo la reina, tendrán que obedecerme.


- Sigo sin entender por qué me ayudas aunque te lo agradezco.


- Te lo contaré un día, pero no aquí, las paredes tienen oídos. Ahora arréglate cuanto antes.


Desde el momento en que Deidara se metió en la bañera, no volvió a saber nada acerca de la Reina. Algunos criados entraron para ayudarle a vestirse y le acompañaron escaleras abajo para indicarle dónde debía ir. Deidara sabía que más que acompañarle, le custodiaban para evitar que pudiera hacer alguna locura como tratar de escapar o incluso suicidarse aunque no pensaba hacer ninguna de las dos opciones.


Miró resignado cómo Pain salía del gran comedor y pedía a unos criados que abrieran la puerta de su carruaje. Deidara esperó pacientemente, seguramente él iría con el resto de criados en uno más atrás pero se sorprendió al escuchar cómo Pain le obligaba a subir en el suyo. Subió sin rechistar y se sentó al lado de la reina mirando por la ventanilla cuando otro de los criados volvió a cubrirle el cabello con la capucha para evitar que alguien pudiera reconocerle.


El viaje fue largo y agotador, prácticamente se estaba quedando dormido cuando sintió que el carruaje se detenía y los guardias hablaban con alguien, seguramente otros guardias de la región del fuego que estarían comprobando sus credenciales. Les dejaron continuar enseguida y aunque Deidara quiso mover la cortina para poder ver el exterior, sólo pudo ver unos intensos rayos de sol que le obligaron a cerrar sus ojos claros al momento antes de que otra mano moviera la cortina de nuevo dejándole en oscuridad.


Entendió perfectamente que no le dejarían ver el exterior hasta que llegasen y no volvió a insistir. Solamente esperaba que no tardasen mucho en llegar. Apenas veinte minutos después, se detenían nuevamente para pasar la última puerta hacia el castillo. Deidara miró hacia Konan que le devolvió la mirada tratando de calmarle pero sin decir ni una palabra.


Una vez en la puerta, Pain salió seguido de su séquito y le comentaron a Deidara que les siguiera sin quitarse la capucha. Caminó tras todos ellos siguiendo a los consejeros del palacio, sin apartar su mirada del suelo hasta que llegaron a la gran sala del trono. Sólo un instante alzó la mirada hacia uno de los guardias viendo cómo éste le miraba también y se sorprendía mirando hacia otro guardia. No entendía qué ocurría pero ambos se hacían señas extrañas que él no entendía.


Escuchó la grave voz del Rey del fuego y algo se removió en su interior, sentía que esa voz le era extrañamente conocida pero enseguida desechó la idea en cuanto se dio cuenta que él jamás había estado en este reino, era imposible, seguramente se confundía. Ambos reyes hablaban de la estancia que estarían allí y aprovechaba el Rey del fuego a felicitar a Pain por su nueva coronación. Se veía que ambos se trataban con cordialidad y que deseaban continuar con aquel pacto de paz. Apenas un cruce de palabras y el amable Rey chasqueó los dedos llamando a unos guardias para que los condujesen hacia sus habitaciones para descansar del largo viaje.


Deidara se giró para marcharse siguiendo a Pain y todo su séquito cuando Konan se colocó a su lado y dejó caer una de las pulseras comentándole que se agachase a cogerla. Deidara no entendió aquello pero Konan no estaba dispuesta a permitir que nadie viera a aquel chico, tenía que conseguir que alguien en la corte le reconociera y encerrado en su cuarto jamás lo harían. Cuando Deidara se agachó a cogerla, aprovechó Konan para tirar un poco su capucha hacia atrás dejando ver aquel rubio cabello tan característico de los Namikaze y sorprendiendo a la sala entera.


Itachi al girarse por los gestos y sonidos de los allí reunidos, descubrió a Deidara arrodillado en el suelo recogiendo la pulsera de la Reina de la Lluvia. Sus labios temblaron, sus ojos se quedaron fijos en aquel dulce rostro angelical que tenía su antiguo prometido y unos largos segundos transcurrieron hasta que su cerebro consiguió aclarar que no era una ilusión ni un fantasma de su pasado lo que tenía ante él, era el mismo Deidara.


- Dei – dejó exclamar susurrando, llamando la atención de los allí presentes.


- Dei – escuchó que gritaba alguien mucho más fuerte que él y que se lanzaba corriendo hacia allí.


Nadie pudo detener a Naruto hasta que llegó a su hermano y los guardias se quedaron estáticos cuando vieron cómo Naruto se abrazaba a él llorando desconsoladamente. No sabían qué hacer y fue el mismo Itachi quien les detuvo con la mano para que no le apartasen de un confundido Deidara que no entendía lo que estaba ocurriendo.


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