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Reemplazando a mi hermana por Fullbuster

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Reino del Fuego:


Itachi abrió los ojos en su nueva habitación y miró hacia la ventana viendo como los rayos del sol empezaban a iluminar toda la estancia. Habían pasado dos meses desde que la guerra finalizó y Deidara estaba a punto de dar a luz, todos se habían preparado, incluso habían informado al médico que se pasaba todos los días a revisarle por si acaso. Desde hacía al menos un mes, Itachi ya no dormía con Deidara. Primero era que necesitaba espacio y prácticamente lo tiraba de la cama, lo destapaba cuando tenía calor haciéndole pasar frío y sus constantes movimientos no le dejaban dormir. Decidió finalmente que volvería a su dormitorio conjunto cuando el niño naciera y todas esas hormonas de Deidara se calmasen.


La puerta de la habitación se abrió de repente dejándole ver a su hermano Sasuke que entraba sin siquiera pedir permiso. Él también estaba teniendo unas duras noches y es que aunque Naruto estaba de menos meses que Deidara, sus hormonas también se notaban.


- ¿Has visto a Naruto? – le preguntó Sasuke.


- Ni siquiera he salido de la cama – le sonrió Itachi – imagino que si no está en su cuarto, estará con Deidara.


- ¿Otra vez? Lleva todo el mes marchándose a dormir con él – dijo Sasuke malhumorado.


- Mejor que se aguanten entre ellos con esos cambios de temperamento que tienen últimamente a que nos metan a nosotros en medio – dijo Itachi y Sasuke sonrió.


- Eso es cierto.


- ¿También te ha echado de la cama? – preguntó Itachi pero Sasuke sonrió.


- Más bien soy yo el que le ha echado de la cama. La ocupa toda pero como a mitad noche está con los ojos como platos, se marcha a dormir con Deidara quejándose del calor que le doy cuando le abrazo – sonrió Sasuke – deberías probarlo alguna vez… si ocupa tu lado de la cama, abrázale, verás que rápido se marcha.


- Menos mal que ya le queda poco – dijo Itachi.


- ¿Cómo lo lleva? – preguntó ahora serio Sasuke.


- Asustado pero bastante bien.


- Naruto está más que asustado. Creo que no le hará bien ver el parto de su hermano, sabrá a lo que va a enfrentarse y le agobiará aún más.


- Entonces sería un buen momento para que marchaseis al Reino del Viento. Deidara no ha querido ocuparse de él, dice que ahora que está casado conmigo ya no necesita encargarse de dos reinos, que es demasiado trabajo. Se lo ha pasado a Naruto.


- ¿Enserio? ¿Ha nombrado Rey a Naruto?


- Y a ti, estáis casados así que a partir de ahora es vuestro territorio.


- Podría proponerle el marcharnos a ese palacio. Podría ocuparme de la diplomacia y devolver la normalidad al reino, además la gente se calmaría al ver a un Namikaze de nuevo en el trono y mantendría a Naruto lejos del parto de su hermano. No estamos muy lejos así que una vez nazca el niño podríamos venir a veros.


- Me parece una buena idea.


Sasuke tras sonreír, se marchó a buscar a Naruto aunque Itachi también aprovechó y le comentó que esperase, que iba a acompañarle también. Cuando llegaron a la habitación de Deidara y entraron, se encontraron a los dos en la cama abrazados y tapados hasta arriba. Los dos hermanos se miraron y sonrieron.


- No hay remedio con ellos – dijo Sasuke.


- Déjales dormir, hacía muchos años que no estaban juntos. Vamos a desayunar, ya vendrán ellos.


Ambos hermanos bajaron a desayunar  encontrándose a Sai y a Ino ya en el comedor. No fue hasta cuando casi acababan, que los dos chicos rubios bajaron a desayunar. Todos se miraron y sonrieron al ver la cara de dormidos que traían, aun así, dieron los buenos días y se sentaron a desayunar.


Al finalizar el desayuno, Itachi se pasó por la reunión del consejo para terminar de solucionar algunos problemas que habían surgido. Todo era un caos desde la guerra. El Reino de la Lluvia seguía tratando de decidir un nuevo Rey del que Itachi estaba seguro que nombrarían a Hidan puesto que pensaba casarse con la Reina, a efectos legales, pese a que Orochimaru y Pain estuvieran muertos… Konan seguía siendo Reina.


Itachi salió de la cámara del consejo y se dirigió hacia la biblioteca, Deidara solía estar siempre por allí leyendo algún libro. Al entrar en la estancia, lo encontró enseguida frente a una de las grandes ventanas mirando el horizonte con un libro en sus manos que desde luego… ahora no estaba leyendo, algo le había distraído de su lectura. Se acercó a él y le abrazó por la espalda acariciando con suavidad su vientre.


- ¿Cómo está mi pequeño? – preguntó Itachi hundiendo el rostro en el cuello de un sonriente Deidara.


- Dando guerra, como todo un Uchiha – dijo Deidara.


- Así me gusta, que salga con carácter – sonrió y Deidara le dio un leve puñetazo en el hombro para que se callase.


- No digas esas cosas.


- ¿Miras tú Reino? – preguntó mirando por la ventana hacia el horizonte.


- Sí.


- Si tanto lo añoras… ¿Por qué se lo das a Naruto?


- Porque yo me acabo de casar contigo – dijo enseñándole el anillo de su dedo – y controlar dos Reinos es complicado, además, yo ya gobernaré contigo aquí, es mejor que Naruto se encargue de nuestro Reino, así tampoco faltamos a la promesa que se hizo.


- Se hizo la promesa creyendo que habías muerto – dijo Itachi – tú eres el heredero, Sasuke no tendrá el Reino del Viento si tú no quieres.


- Prefiero que lo tengan ellos. También es una muestra de confianza, una buena alianza ¿No crees? Sabemos que ellos no nos traicionarán.


- Y espero que la lluvia tampoco. Seguramente nombrarán a Hidan.


- Me alegra oír eso.


- ¿Te han contado que Naruto y Sasuke se marchan al Reino del Viento?


- Me imaginaba que no tardarían. Hay muchas cosas que arreglar y tienen que calmar a la gente con su presencia. Estamos cerca, no hay problema aunque le echaré un poco de menos.


- Lo sé – dijo Itachi abrazándole con ternura.


A la mañana siguiente, Sasuke ya preparaba todo lo necesario para marcharse y aunque Naruto se había opuesto al principio, lo entendió con rapidez y decidió que era tiempo de volver a su trabajo. Tenían un Reino que poner en orden. No fue precisamente un viaje largo, a los pocos días les tocó volver para conocer al nuevo miembro de la familia, un niño de ojos azules como los Namikaze y de intenso cabello oscuro como los Uchiha. Naruto jamás había visto a su hermano tan feliz como en aquel momento, con su hijo en brazos y con Itachi a su lado sonriendo feliz de tener por fin a su familia con él.


 


Reino de la Lluvia:


Llovía intensamente, algo habitual en aquel grisáceo Reino siempre rodeado de densas nubes. Aún así, el mal tiempo no frenó a la gente que se agolpaba a las puertas de la iglesia donde se celebraba el matrimonio de la Reina. Nadie allí esperó que la Reina se volviera a casa y mucho menos con el que una vez fue su guardaespaldas, ahora coronado Rey. Pese a que Hidan venía de una gran y noble familia, convertirse en Rey siempre estuvo fuera de sus objetivos, hasta que la muerte de Pain llegó trayéndole buena suerte.


El Reino cambiaría lentamente, la antiguas normas se dejarían en el pasado para dar inicio a una época de mayor esplendor, esta vez acompañada la subida de Hidan al trono por la próspera alianza con el País del Fuego y el País del Viento. Tres naciones se unían en algo nunca visto pero que la gente observaba con gran interés sintiéndose más seguros y aliviados. El tema de las guerras se pensaría mejor si cualquier enemigo tenía que enfrentarse a ellos sabiendo que eran tres reinos.


Tras la boda, Hidan tuvo que ocuparse de algunos asuntos pendientes con los nuevos consejeros que él mismo había llamado con gente de su completa confianza. Al salir de la reunión, caminó por el largo pasillo de piedra hasta la habitación. Abrió la puerta escuchando la dulce canción que Konan cantaba a su hijo, al cual acurrucaba entre sus brazos y lo mecía con ternura tratando de dormirlo. Hidan sonrió al reconocer la canción, ni siquiera era una canción del Reino del Viento donde ella se crió, sino una canción del Reino de la lluvia.


- ¿Dónde la has escuchado? – preguntó Hidan hacia Konan entre susurros para no despertar a su hijo.


- Unos niños la cantaban en la calle – sonrió.


- Mi madre cantaba esa canción cuando era niño – dijo Hidan.


- ¿Enserio? – sonrió Konan acercándose a Hidan para depositar un dulce beso en sus labios - ¿Crees que seremos felices ahora?


- No lo sé, pero todos y cada uno de mis días intentaré hacerte feliz – dijo Hidan acariciando la cabeza de su hijo mientras sonreía.


La puerta se abrió de golpe dejando ver al hermano de Konan por fin en libertad desde hacía unos días, pero al ver la escena frente a él de su hermana con aquel niño en brazos y tan acaramelada con su esposo, se lo pensó dos veces antes de entrar y disculpándose por la interrupción se marchó de allí rojo como un tomate mientras Hidan y Konan sonreían.


Sería un día lluvioso y rutinario en el Reino de la lluvia, pero para ellos, aquel sólo era el comienzo de sus días de felicidad, pese a que lloviese de continuo.


 


Reino del Viento:


El palacio del Viento siempre había sido el más hermoso de todos los castillos, con su piedra blanca que relucía al sol le hacía parecer majestuoso. Cuando Naruto bajó del caballo y pisó finalmente aquella tierra del patio, miró hacia arriba fijándose en las altas colmenas. Aún no podía creerse cuánto daño habían hecho a toda su ciudad, a todo su Reino.


- Vamos Naruto, lo arreglaremos todo – dijo Sasuke con una sonrisa.


- Claro – dijo Naruto tocando su vientre. Aún le quedaban un par de meses para el nacimiento de aquel niño.


Tuvieron que volver a los pocos días para conocer al nuevo miembro de su familia, pero enseguida regresaron al trabajo. Aunque Sasuke siempre insistía en que descansase, Naruto se negaba a dejarle todo el trabajo a su esposo. Los sirvientes trabajaban día y noche para poder limpiar y arreglar todos los desperfectos que se habían producido en la ausencia de la auténtica familia real y los prisioneros que Pain había hecho, fueron liberados bajo un indulto. Muchos de ellos… soldados que siempre fueron fieles a los Namikaze y se rehusaron a jurar al nuevo Rey.


Durante las últimas semanas del embarazo, Naruto sólo podía pensar en una perturbadora cosa… acostarse con Sasuke. Desde que se había enterado que estaba embarazado, Sasuke no había vuelto a tocarle por miedo a hacerle daño al niño y el rubio sólo tenía ganas de sexo. Estaba deseando tener a ese niño de una vez para poder volver a estar con su esposo sin que tuviera miedo de que algo malo pudiera ocurrir.


Cerró el libro que estaba leyendo en la biblioteca y miró por la ventana sonriendo cuando escuchó la voz de su guardaespaldas tras él.


- ¿Por qué esa sonrisa, Naruto? – preguntó Kakashi.


- Aún recuerdo cuando me casé sólo por compromiso. ¿Quién me diría que me enamoraría de ese idiota? – preguntó sonriendo.


- Es un chico con suerte.


- Quizá lo sea yo. Él es bueno en todo lo que hace pero yo… aún no he podido ayudarle con nada del Reino. Por mucho que leo estos libros no consigo entender aún la política que debería seguir.


- Tardarás en aprenderlo Naruto, pero Sasuke siempre estará a tu lado para ayudarte en todo. No tomarás solo las decisiones, al menos no a partir de ahora. Aquella etapa de tu vida ya ha pasado.


- ¿Crees que será niño o niña? – preguntó Naruto tocando su vientre.


- No lo sé.


- Si es niña… no podría heredar el Reino.


- Deja de preocuparte por eso Naruto, si es niña la querrás tanto como si es un niño. Además, si sale niña tienes la excusa perfecta para que Sasuke quiera seguir intentando tener a ese heredero. Eres muy joven y Sasuke también lo es. Tendréis muchas oportunidades y vais a ser felices. Ya lo verás.


Naruto sonrió ante las palabras de Kakashi y trató de continuar con su lectura. Quería aprender todo lo posible ahora que Sasuke no le dejaba hacer nada más que descansar. Qué ganas tenía de que ese niño abandonase su vientre, de tenerle en sus brazos, de verle por primera vez, de sentirle a su lado y no dentro de él. Quería recuperar su vida de antes.


La fecha llegó y para la sorpresa de ambos, la criada salió por la puerta en busca de Sasuke que caminaba impaciente hasta que le dejasen ver a Naruto. La chica le trajo al niño bien tapado con una toalla y se lo mostró al Rey sacándole una sonrisa mientras lo cogía en brazos.


- Es una niña, majestad – dijo la sirvienta sonriendo – una niña preciosa.


- Joder… ha sacado los genes de Naruto – empezó a reírse Sasuke haciendo sonreír a los demás – mira que rubia es. Vas a traerme de cabeza pequeña, voy a tener que apartarte a los chicos de encima cuando tengas más edad – sonrió haciendo sonreír a los otros sirvientes - ¿Cómo está Naruto?


- Descansando. Ha sido un parto largo y complicado. Ahora duerme.


- Entraré a verle.


- Como deseé.


Sasuke entró con la niña en brazos viendo a Naruto en la cama durmiendo completamente exhausto. Se acercó a la cama viendo como el resto de sirvientes que le cuidaban se marchaban de allí sonriendo haciendo una reverencia. Se sentó en la cama y dejó a la niña entre medio de los dos mientras se tumbaba y veía como dormía su esposo.


- Gracias, Naruto – le susurró.


- Eso no es propio de un Uchiha – dijo Naruto sonriendo sin abrir los ojos.


- Creo que eras tú el que una vez me dijo que no es de buena educación espiar.


- No te estoy espiando – sonrió – tú hablas demasiado alto. ¿Es una niña? – preguntó.


- Sí, una niña preciosa con el cabello igual de rubio que el tuyo.


- Voy a llenarte el palacio de Namikazes – le bromeó Naruto haciendo sonreír a Sasuke – hay que buscar el niño.


- Sí, pero no hoy Naruto. Descansa.


- Estoy… muy cansado – le susurró Naruto acercándose a Sasuke buscando su calor.


Sasuke abrazó tanto a la niña como a Naruto mientras acariciaba la mejilla del rubio para que se durmiera. Los tres acabaron durmiéndose en la cama como una feliz familia. Naruto jamás esperó que toda su felicidad pudiera estar allí reunida, pero ahora tenía a su hija y a un esposo al que amaba con locura y con el que pasaría todas y cada una de las noches del resto de su vida. Se esforzaría para darle el heredero que necesitaba. El Reino del viento por fin volvía a sus auténticos propietarios.


La gente del Reino celebró por todo lo alto el nacimiento de aquella niña. Muchos trajeron presentes y Sasuke… se ocupó de dar una gran cantidad de dinero a la familia que una vez les resguardó en su casa cuando huían de Pain. Era lo mínimo que podía hacer por la gente que les ayudaron en su momento.


Fin


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