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Mi pequeño Charles//Mi pequeño Erik por Dark_Gaara

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Notas del capitulo:

Regreso de nuevo a publicar esta historia por aquí, por si alguien la sigue leyendo en esta plataforma. ¡Qué disfruten el cap!

Charles salió del laboratorio, y Erik aún no había hecho acto de presencia. Por suerte era telépata, así que las ondas cerebrales del polaco que llegaban a su mente le indicaban que estaba bien más allá de su silencio.

Las emociones encontradas se arremolinaban dentro de Erik. Bastante tenía con eso de medir como un maldito muñequito indefenso, para encima toda esa sarta de cosas que habían surgido en la conversación en el laboratorio. En parte había agradecido que Charles y Hank hubiesen colaborado en ocultar su presencia, sobre todo porque si hubiese tenido que participar, no hubiese podido hacer nada más que callar. No podía ni siquiera enojarse del todo por no tener la cura al instante, porque lo que más nervioso lo ponía era la seguridad de Raven al decir que Charles se preocupaba por él todo el tiempo. Y la desesperación que había en la voz el inglés cuando le gritó que Erik jamás le dejaría cuidarlo…

Le había partido el corazón. Odiaba ver a ese hombre tan optimista completamente desanimado. Pero sabía que estaba haciendo lo correcto. Charles ya le había dedicado demasiado tiempo y esfuerzo como para seguir gastándolo en alguien tan insignificante como él. ¡Si hasta había dormido en su cuarto solo para asegurarse de que estuviese a  salvo! Erik no necesitaba eso. No quería eso. No viniendo de alguien tan maravilloso como Charles. Así que claro que no le permitiría que el cuidase: él podía valerse solo, como siempre lo había hecho. Y la idea de Charles todo el tiempo a su lado….era demasiado tentadora. No sabía si podría aguantarse las ganas de decirle cómo se sentía realmente, si tenía esos ojos azules sobre él tantas horas seguidas. Y eso podría ser desastroso.

-¿Erik?

La voz preocupada de Charles lo trajo de nuevo a la realidad.

-Has estado muy callado. No voy a preguntarte si estás bien porque sé que te enojarías, pero si necesitas algo, no dudes en pedírmelo.

 Erik no contestó, pero se asomó por el bolsillo de Charles. El inglés sonrió dulcemente sin proponérselo, y tuvo que hacer un gran esfuerzo de auto control para no apretar a ese pequeñito y adorable Erik.

-Llévame a mi habitación.-le pidió/ordenó Erik.

Charles frunció el ceño, sin detenerse.

-¿Para qué? ¿Estás cansado? ¿Quieres dormir?-preguntó preocupado.

Erik no contestó, porque no quería mentirle a su amigo.

-Solo llévame.

-Erik.-y supo que se venía un regaño. Charles se detuvo y miró fijamente al mini Erik, intentando no pensar lo adorable que se veía.- ¿Por qué quieres ir a tu cuarto?

El polaco lo miró durante unos segundos, pero luego tuvo que desviar la mirada. Y es los ojos azules brillaban demasiado para él, y ese dejo de enojo que veía en ellos no le agradaba. Suspiró muy bajito.

-Me quedaré allí hasta que Hank encuentre una cura.

Charles abrió los ojos con sorpresa, sin despegar la mirada de su pequeño amigo. Pero Erik no lo miraba, ni hacía el intento. Eso le dio un poco de fuerzas al inglés. Porque entonces quería decir que el polaco sabía que a él le molestaba lo que acababa de decir. Recordó lo que Raven había dicho en el laboratorio: él siempre apostaba por la amabilidad de Erik. Siempre lo defendía cuando lo criticaban, porque sabía que en el fondo era una buena persona, dulce y agradable. Y si, se estaba portando como un cretino ahora, sin embargo, ¿no sería solo que su amabilidad estaba hoy un poco más al fondo que otras veces? A fin de cuentas, lo había cuidado cuando él estaba pequeño. Se había quedado a su lado todo el día, protegiéndolo. No podía dejarlo ahora, solo porque estaba mal humorado. Él jamás abandonaría a Erik, él quisiera o no.

 Erik no miraba a su amigo. Estaba esperando esa expresión de sorpresa que alcanzaba a adivinar por el rabillo del ojo. Así que seguramente ahora seguiría el exabrupto, el reproche, el regaño, quizás un pedido de explicaciones. Pero él se mantendría firme. Iría a su cuarto, lo llevase Charles o no. Y no le explicaría que era porque no soportaría mucho más tiempo estar a su lado sin decirle o demostrarle lo bien que se sentía en su compañía, arrastrándolo a la miseria con él. No. No diría ni una palabra. Suspiró, esperando un grito, o lo que fuera.

Lo que no esperaba era que Charles comenzara a caminar, pacientemente. Sin prisas. Sin gritar, ni protestar, ni nada. En silencio, siguieron avanzando hacia el cuarto de Erik. Al llegar, Charles abrió la puerta y se dirigió hasta la cama. Allí depositó al pequeño Erik.

-¿Seguro que estarás bien?-preguntó tranquilamente.

-Sí, Charles. Sé cuidarme. Puedes irte.

 Charles asintió con la cabeza y se dirigió a la puerta. Sin siquiera voltear, salió del cuarto.

El ruido de la puerta cerrándose fue simétrico al que hizo el corazón de Erik ante la actitud de Charles. El telépata se había ido. Lo había dejado en su cuarto, solo y pequeño. Sí, él se lo había pedido, lo sabía. Pero…realmente había esperado que, al menos le discutiese un poco. Que le insistiese en quedarse con él, en protegerlo mientras estaba en miniatura, o quizás incluso en no quedarse recluidos en el cuarto. Él había cuidado de Charles, y él parecía tan agradecido de ello…¡incluso habían compartido cuarto varias noches solo por si Erik llegaba a empequeñecer! Y ahora, sin embargo, lo había abandonado. Bien, se lo merecía. A fin de cuentas, lo había tratado secamente, demostrándole que no lo necesitaba ni quería su compañía o cuidado. Charles al fin lo había entendido. ¿Qué había pretendido? ¿Qué su amigo siguiera insistiéndole, reprochándole su actitud solitaria, que le explicase que juntos todo es mejor y esa palabrería de la que siempre se jactaba, como si eso pudiera mejorar las cosas, como si eso arreglase la podredumbre del mundo y de él mismo? Sí, eso mismo había pretendido. Charles era genial, la persona más buena que había conocido, pero quizás también tenía un límite de paciencia. Él había llegado al límite.

Allí, en ese cuarto, Erik se sintió más solo que en toda su vida.

Miró por la ventana, perdido en sus pensamientos y en su angustia. Estaba tan acostumbrado al sufrimiento, que se sorprendía a sí mismo sintiéndose más desgraciado que otras veces. No es como si fuese la primera vez que estaba solo. De hecho, siempre lo había estado desde el asesinato de su madre. Excepto…excepto aquella vez en el agua, cuando Charles incluso se lo gritó. “¡No estás solo!”. Y allí habían comenzado a arremolinarse en él sensaciones y emociones desconocidas hasta el momento, todas cálidas y amenas, que contrarrestaban con su usual furia y tristeza. Ahora lo entendía: le dolía más la soledad porque había conocido la compañía.

La puerta se abrió con un chirrido, y Erik estaba tan concentrado en su descubrimiento que se sobresaltó. Más aún cuando oyó una risa de campana.

-No quería asustarte, mi amigo. Lo siento.

Volteó tan velozmente que casi, casi se cae de la cama. Charles lo miraba muy divertido desde la puerta. El polaco se quedó sin palabras, pensando que debía ser un sueño creado por sus pensamientos angustiantes en busca de una (vana) esperanza. Wow, realmente su mente era buena: los labios eran tan rojos como los reales, los ojos brillaban con ese brillo único y característico, y la sonrisa entre burlona y coqueta de Charles Xavier parecía la original.

-Te preguntaría si quieres que me vaya, dada la cara con la cual me estás mirando. Sin embargo me quedaré de todos modos, así que me ahorraré la pregunta.

La voz cálida y segura de Charles le hizo entender que se trataba del verdadero Charles. De carne y hueso, estaba allí, parado en la puerta de su cuarto, aún cuando le había pedido expresamente que se fuera y lo dejara solo.

¡Había regresado!

-No regresé, Erik. Nunca me fui.-y le sonrió amablemente, con esa sonrisa que se reservaba para el magnético.

Erik estaba tan sorprendido y emocionado por las palabras de Charles, que ni siquiera reparó en que había respondido algo que solo había pensado y no dicho (lo que significaba que lo había pensado con tanta intensidad, que había escapado de su control mental). Solo atinó a seguir mirando al hombre frente a él, y a hacer un enorme esfuerzo por decir algo.

-Pe-pero….-comenzó, consternado.

Charles rió amenamente: era de las pocas veces que había oído a Erik tartamudear. Ese hombre tan serio a veces, recto, determinado, y brusco, estaba allí tartamudeando de la sorpresa –y, emoción- que él le había causado. Erik Lehnsherr realmente sabía, aunque inconscientemente, hacer temblar al corazón del telépata. Charles entró al cuarto, cerró la puerta y depositó una bolsa que traía en la mano. Con paso firme, y con esa manera tan característica de caminar suya, que era más parecida a flotar, se acercó a la cama donde estaba el pequeño Erik. Se arrodilló, cruzó los brazos sobre el colchón y apoyó su cabeza en ellos, quedando su rostro a la altura de su amigo.

-Ya sé que me dijiste que ibas a estar solo.-y Erik adivinó un leve reproche en su tono.- Pero, Erik, ya te dije que no lo estabas. Que jamás te abandonaría. No me importa si no quieres mi compañía. Me cuidaste cuando te necesitaba, y haré lo mismo por ti.-y le sonrió dulcemente.

Erik contuvo el aliento. Desde su pequeño tamaño, el rostro de Charles se veía enorme y cercano. Si le impactaban esas joyas azules que llevaba por ojos cuando tenía su tamaño normal, ahora que medía diez centímetros se le hacían dos focos de luz casi insoportables. Y esa sonrisa…solo para él. Era magnífico. La piel blanca se veía demasiado tocable, porque desde ese ángulo adivinaba que, efectivamente, era lisa, lo cual le daba un aspecto de suavidad envidiable. Y qué decir de los labios, con ese carmesí furioso tan suyo, se percibían realmente exquisitos. Tuvo que parpadear varias veces para sobreponerse a la belleza de Charles, tan maravillosa, tan particular.

-No hacía falta….No hace falta. No es que estés en deuda….-comentó torpemente, mirando hacia otro lado para no desconcentrarse.

-Lo sé. Y lo haría de todas formas. Siempre cuidaré de ti, aunque no quieras.-y seguía sonriendo maravillosamente.

Erik suspiró, realmente conmovido por ese estúpido y dulce hombre que le decía aquellas cosas como si no lo hicieran temblar por dentro. No podía ganarle, lo sabía. Con Charles, siempre perdía. Y, paradójicamente, eso lo hacía ganar.

-Eres un cabeza dura.-y lo dijo con una sonrisa agradecida.

“Pero soy TÚ cabeza dura”, se vio tentado a contestar Xavier, pero no quería asustar a Erik. Suficiente saber que se había angustiado cuando pensaba que se había ido, y que ahora parecía permitirle quedarse. Eso era muchísimo en su terco y frío amigo, así que no lo desaprovecharía.

-Tú no te quedas atrás, mi amigo.-contestó en cambio, burlón.-Ahora vamos, que debes tener hambre.

Erik lo miró extrañado, y Charles no pudo contener una pequeña risa, debido a lo adorable que se veía su amigo. Se levantó aún sonriendo, caminó hasta la bolsa que había depositado en el suelo, la tomó y se acercó a la cama. Se sentó en el suelo, y comenzó a sacar el contenido.

-Sé que no es exactamente el pic nic que habíamos dicho que haríamos, pero creo que es un buen comienzo, ¿no?-y sonrió ampliamente.-Podemos hacer la versión renovada una vez que recuperes tu tamaño normal, y se acabe esta pesadilla de estar pequeños.

Al polaco le brillaron los ojos al recordar esa charla con Charles en la cual se prometían un próximo pic nic (básicamente comer juntos, porque afuera era peligroso con los chicos entrenando) en su cuarto, los dos solos, sin ruidos ni molestias ajenas. Le gustaba descubrir que Charles efectivamente recordaba todas las charlas que habían tenido el día que había estado en miniatura.

Charles sacó de la bolsa diferentes cosas que había tomado de la cocina. Acomodó un pequeño mantel, y comenzó a colocar los objetos con cuidado sobre él. Erik rió ante “lo inglés” que era su amigo: podía dirigir a un grupo hormonal de adolescentes para entrenarlos profesionalmente…pero sus tazas de café no debían tocar el suelo. Tan, tan Charles. Se descubrió sonriendo más dulcemente de lo que solía hacerlo.

-No creerás lo que encontré.-comentó el ojiazul mientras seguía acomodando.-Creo que se lo obsequié a Raven hace muchísimos años, cuando apenas nos conocíamos. Pero es perfecto para la ocasión.

El inglés le mostró una tacita pequeña, de esas que son parte de un conjunto de tazas-tetera-azucarera-lechera en miniatura, de colección o juguete. Sonrió ampliamente y con diversión, y Erik no pudo más que sonreír también.

-¿Es en serio?-preguntó.

-¡Sí!-respondió con entusiasmo.-No sé cómo sobrevivió todos estos años, ¡pero es perfecto! Espero que soporte la temperatura del café.

Procedió a servir, con muchísimo cuidado, el café en la pequeña tacita. Con todo el cálculo del mundo logró llenarla sin derramar gota alguna. Acto seguido, se la alcanzó a Erik. Aún era un poco grande para su tamaño, pero nada inmanejable. Tomó un sorbo ante la mirada expectante de Charles, y sonrió.

-Está riquísimo. Y tengo que admitir que tu idea fue bastante buena.

El oji azul sonrió mostrando esos dientes blancos y brillosos que cegaban a Erik.

-Así no pasa como la otra vez, que casi me mato.-comentó riendo.

-Eso ocurrió porque eres un cabeza dura y no querías que te ayudase.

-¿Y tú no lo eres, mi amigo?-retrucó.

Erik solo pudo bufar. Pero Charles lo seguía mirando intensamente, como si esperara algo.

-¿Qué?-preguntó al fin.

-Erik-comenzó con ese tono suave que usaba cuando iba a decir algo serio, requiriendo toda la atención de su inerlocutor.-te quejaste mucho sobre mi intento de seguir haciendo las cosas por mí mismo cuando estaba pequeño. Dime que tú no harás lo mismo.

El polaco le sostuvo la mirada. El pedido de Charles le doblegaba el corazón, y quería aceptarlo, pero sabía que no podría. No dejaría que el inglés estuviese todo el rato con él cuidándolo, dejando de hacer cosas más interesantes. Eso no era justo. Que él estuviese en la vida de Charles no era justo.

-No es lo mismo.-sentenció al fin.

Charles revoleó los ojos con hartazgo. Tomó un sorbo de su café para no mandar a volar su paciencia, encerrar al mini Erik en alguna cajita y obligarlo a quedarse con él todo día. Porque Lehnsherr medía diez centímetros de tamaño, pero el oji azul sabía que siquiera eso lo detendría si tomaba la decisión de aislarse. Mientras  juntaba fuerzas para seguir la conversación, tomó un trozo de una tarta que había encontrado en la nevera, y que recordaba que Raven había traído hacia unos días, por lo cual se había tomado el atrevimiento de llevarse un pedazo. Necesitaba azúcar para tener energías para cuidar a Erik.

 

 

 

Notas finales:

Espero que sigan disfrutando esta historia. 
¡Nos leemos~!


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