Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Colores primarios por blendpekoe

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Santiago manejó animado un largo trecho que reconocí una vez que salimos de la ciudad pero no dije nada al respecto. El sol ya no nos acompañaba en la ruta pero no importaba, no tener un paisaje que observar era un detalle que pasaba desapercibido para nosotros, la charla sin sentido consumía nuestra atención. Casi siempre era de esa manera, hablábamos de cualquier cosa perdiendo la noción del tiempo, nos divertía ser opinadores de cosas irrelevantes. A veces Santiago quedaba abstraído sin darse cuenta, con cara de estar pensando algo importante, hasta que yo le hablaba o él solo volvía a la realidad, pero no ese día, no dejó que ninguna otra cosa ocupara su mente más que la charla. Cuando ingresamos al minúsculo pueblo hice mención del hecho que estaba ocurriendo.


—Me alegra saber que te gustó el lugar.


—Es una buena alternativa a la playa.


Todo seguía igual, ninguna piedra cambiaba de lugar, hasta los carteles precarios seguían ahí, pero esos mismos detalles lo volvían familiar. No había autos en el estacionamiento, el clima más fresco y la noche que caía más temprano espantaba a los visitantes diurnos antes de que cayera el sol, si es que existían las visitas de día. Había un viento fuerte que golpeaba a los árboles, árboles que me ganaban en edad con facilidad, haciendo un sonido escandaloso pero que se me hacía tan relajante como el de la lluvia. Muchas hojas rodaban por el suelo y muchas caían sin cesar en consecuencia. Me daban ganas de quedarme ahí, observando y escuchando, como el citadino desacostumbrado a la naturaleza que era, impresionado por un puñado de hojas que volaban. Santiago me sorprendió abrazándome por la espalda.


—¿Tienes frío?


Aunque no llevábamos la ropa indicada, se resistía.


—No, ¿tú?


—Tampoco.


Caminamos hacia la vereda apenas iluminada por las lámparas que no dejaban de moverse y daban la sensación de estar a punto de caerse en cada vaivén. Con ese clima parecía más un pueblo fantasma que un balneario, totalmente desolado, no cruzamos a ninguna persona hasta llegar al restaurante donde se ocultaban algunos que miraban un partido de fútbol. No utilizamos menú y decidimos pedir el plato del día, una comida prometedora de guiso con cerdo para enfrentar la temperatura fresca. Si bien apreciaba la comida de mi madre, ella era una persona más volcada al uso del horno que a las comidas sencillas, al menos cuando estábamos de visita. Mientras esperábamos la comida, nos quedamos un poco absortos con la oscuridad más allá de las lámparas que se movían, era inevitable querer mirar esa nada llena de ruidos provocados por el viento y el agua.


—Es una lástima que mañana tengamos que trabajar —comentó Santiago— sino podíamos ir más lejos.


—¿Qué tan lejos?


—La playa —respondió con una sonrisa.


—Habríamos llegado de madrugada —dije riendo ante la idea.


De seguro a él no le hubiera importado llegar de madrugada, sin tener donde descansar, incluso pude imaginarnos durmiendo en el auto antes de volver.


—Ideal para pasear bajo las estrellas —defendió su idea, porque ese habría sido el plan original.


La comida llegó rápido y entre bocados me quedé mirando la nada por la ventana, pensando en la playa. Nunca se me había ocurrido vivir fuera de la ciudad, parecía una locura estando solo ir a un lugar donde estaría más solo pero siendo dos el panorama cambiaba. El ritmo de vida sería diferente, tranquilo, desacelerado, lleno de aire limpio y fresco, con más espacios abiertos. No habría edificios tapándolo todo, ni tránsito enloquecido o esperas con gente amontonada en cualquier local, así como no habría necesidad de cuidarse a causa de la inseguridad. Salir de la casa para pasear era algo que requería planeamiento pero en una zona costera parecía más sencillo, la playa siempre estaría a disposición. Un cambio como ese no era posible con Iris siendo pequeña, pero podía verlo para un futuro más distante. Y cuanto más lo pensaba más se sentía como una posibilidad real, casi palpable; vivir en una casa, con la brisa constante, el silencio de la tarde, la playa solitaria en invierno y nosotros compartiendo cada día una vida sin tristezas o preocupaciones. Volví a mirar a Santiago que comía distraído, con él ese futuro sería alcanzable y perfecto.


—¿Qué tanto te gusta la playa?


Pensó un momento.


—Mucho. Aunque los lagos también me gustan, pero me gusta más el ruido de las olas.


—Entonces, algún día, podríamos mudarnos a un lugar así. —Se sorprendió al escucharme—. Sería cuestión de planificarlo.


Sonrió ante la propuesta, la cual no se tomaba en serio al sonar como una simple fantasía.


—¿Estás seguro que podrías vivir lejos de un Starbucks? —bromeó.


—Sí pero vamos a comer mucho pescado y mariscos —advertí.


Puso cara de falso desagrado, no eran sus comidas favoritas.


—¿A ti te gustaría vivir allí? —preguntó con curiosidad.


—Viví toda mi vida en la ciudad así que se me hace interesante. Y el café se puede comprar por internet.


Al terminar la cena nos acercamos a la arena, la temperatura había bajado por lo cual nuestra estadía no sería muy extensa. Santiago avanzó un poco más allá del lugar donde se terminaba la austera iluminación para contemplar el cielo, cruzando los brazos a causa del frío.


—Vamos a necesitar buenos abrigos en la playa.


Me puse a su lado acompañándolo en su contemplación, el viento no nos quería en el lugar pero el cielo despejado se encargaba de retenernos.


—Hace mucho que no veo una estrella fugaz, solo satélites —contó con desilusión.


Inconscientemente comencé a mirar al cielo en búsqueda del fenómeno natural pero no tuve éxito.


—Nunca presté atención a eso —comenté.


Él siguió, en lo que parecía, buscando con insistencia hasta que se cansó y bajó la mirada al pequeño oleaje que se escuchaba pero no se veía.


—Cuando te conocí sentía que necesitaba miles de estrellas fugaces. Pero ahora no necesito ninguna.


Me miró con cariño antes de acercarse y abrazarme, devolví el abrazo que se sentía muy cálido y agradable en el frío. Con pocas palabras siempre lograba conmoverme, confirmando que no necesitaba decir un "te amo" para expresar lo que sentía, porque esa frase se quedaba chica frente a sus sentimientos.


—Haría todo lo que fuera para verte feliz —murmuré.


—Espero que sepas que soy feliz —respondió y lo abracé con más fuerza al oírlo decir eso—. No pienses en mis padres —continuó intentando reconfortarme cuando debía ser al revés— porque si estoy contigo no estoy solo.


En el fondo sentía que era injusto que él tuviera que preocuparse por mí pero sus palabras lograban aliviar parte de esa angustia que me generaba no poder hacer desaparecer todo lo que pudiera entristecerlo.


—¿De verdad eres feliz?


—Mucho más de lo que te imaginas.


Se separó un poco para verme, tenía una expresión tranquila y segura que no daba lugar a dudas sobre lo que había dicho. Besó mi frente y luego mis labios con mucha suavidad antes de volver al abrazo. Santiago no era para nada débil, sí era un poco terco a veces pero nunca perdía el deseo de avanzar hacia la vida que deseaba tener y hacia la persona que deseaba ser.


El viento nos golpeó con la fuerza suficiente para que reconsideráramos nuestra presencia en ese lugar. Así que, con risas de por medio por el frío que ya no podíamos negar sufrir, regresamos al auto para refugiarnos.


Antes de encenderlo Santiago se quedó mirando por la ventanilla como si no quisiera irse.


—Lo de mudarnos algún día no fue mala idea —reflexionó.


—Yo lo dije en serio.


Volteó a verme y luego sonrió como si hubiera descubierto algo.


—Entonces es un hecho para los dos que queremos pasar toda la vida juntos.


Mi reacción fue empezar a reír. La propuesta daba por sentado ese hecho y no creía en lo absoluto que hubiera sido algo que nos cuestionáramos después de todo lo que habíamos pasado. Su conclusión era la reafirmación de un deseo muy presente en ambos.


—Parece que sí.


La vuelta a casa estuvo colmada de charlas sobre el futuro hogar, con ideas reales e irreales, con una alegría que nos llenaba el alma. Verlo feliz y reír junto a él era todo lo que yo quería.


Los problemas y el mundo no desaparecían, pero si encontrábamos cosas más importantes en que pensar, que hacer y ocupar nuestro tiempo, podríamos lograr lo más parecido a hacerlos desaparecer.


Teníamos un futuro enorme lleno de posibilidades, las dificultades no dejarían de existir pero después de superar la complejidad bajo la cual nuestra relación había comenzado, el resto no significaría mayor reto. Estábamos juntos y dispuestos a apoyarnos sin importar lo que sucediera. Tal vez pasarían años antes de que los padres de Santiago reconsideraran la posición que habían tomado pero, tal como él dijo, mientras ese momento llegaba no estaría nunca solo. Además habría cosas más importantes, Iris sería siempre nuestra prioridad. Mudarnos fuera de la ciudad tampoco era un plan para tomar a la ligera.


Pero entusiasmo y esperanza no nos faltaban.


**************


Fin.

Notas finales:

Puedes visitar mis redes para novedades aquí :)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).