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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Masaomi le había proporcionado a su secretaria el número de teléfono de Takumi que venía en el informe de Kurata y le había ordenado que concertase una cita con el jefe de Aomine. Quizás cuando ese hombre escuchase que el mismísimo líder de la familia Akashi quería reunirse con él, aceptaría acudir sin pensárselo dos veces. Como hombre de negocios, conocería el poder y la influencia que tenía alguien del calibre de Masaomi y sabría que le convenía reunirse con él pero, por si acaso era un insensato que pretendía rechazarle, la secretaria de Masaomi había recibido también la orden de comunicarle que el señor Akashi tenía una propuesta de negocios que podría resultarle interesante.

 

Al caer la noche, Masaomi salió de su mansión con su elegante traje Brioni y se metió dentro del coche cuando su chófer le abrió la puerta. Una vez el conductor estuvo tras el volante, le ordenó que le llevara de nuevo al hotel Kaijo. Era la segunda vez en el mismo día que iba a ese lugar aunque esta vez no iba a subir a una de las habitaciones para disfrutar de compañía femenina. El restaurante del hotel era el lugar acordado para la reunión con Takumi.

 

Al llegar al hotel, fue directo al bar. Allí, un camarero le reconoció enseguida y le informó que su acompañante ya había llegado y le estaba esperando. El camarero le acompañó hasta la mesa que solían reservarle, la cual se hallaba en un rincón apartado del resto de comensales para evitar miradas indiscretas. Pese a ello, era un rincón agradable con un espacio amplio y tenía una vista impresionante del jardín interior del hotel.

 

Takumi se levantó cuando vio aproximarse a Masaomi e hizo una gran reverencia cuando estuvo frente a él mientras que el dueño del imperio de los Akashi se inclinó levemente. Masaomi fue el primer en tomar asiento y el otro hombre lo hizo tras él.

 

- Usted debe de ser el señor Takumi Touya, soy Akashi Masaomi – inició la conversación presentándose – aunque supongo que eso ya lo sabrá.

 

- Sí, señor, creo que no hay nadie en el país o incluso en el mundo que no sepa quién es usted. Debo admitir que me sorprendió recibir la llamada de su secretaria concertando una cita, no todos los días pasa algo así y supongo que normalmente debe suceder al revés, llamarán a su oficina para poder hablar con usted – le respondió un poco nervioso - Es todo un honor que alguien tan importante y ocupado como usted se interese en alguien como yo y haya sacado un poco de tiempo de su apretada agenda para hablar conmigo – comentó emocionado.

 

- No se menosprecie, usted también es un importante empresario es esta ciudad - le aduló.

 

Masaomi trataba de simpatizar con el otro hombre para poder ganarse su favor y así manipularle con mayor facilidad cuando le propusiera su oferta aunque podía notarse en sus palabras y en su actitud que no le consideraba su igual y remarcaba la diferencia abismal que había entre ellos dos.

 

- Gracias, aunque claramente no estoy a su altura. Ni siquiera creí posible que alguien de su nivel supiera de mi insignificante existencia ni que pudiera estar interesado en patrocinar mi equipo de slamball – le dijo creyendo que ése era el motivo por el que el hombre sentado frente a él había concertado esa reunión.

 

- En realidad el negocio que quería discutir con usted no tiene nada que ver con ese... deporte.

 

Takumi notó el titubeo y supuso que el slamball no le agradaba pero no quiso contestarle por temor a ofender a alguien con tanto poder.

 

- Entonces, ¿le interesa invertir en uno de mis bares? - le preguntó.

 

- No, ése tampoco...

 

No pudo terminar la frase, en ese instante llegó el camarero y prefirió guardar silencio hasta que se marchase. El trabajador del hotel dejó un vaso con whisky frente a Masaomi, era su pedido habitual y no hizo falta que ni él mismo se lo ordenase. Tras dejar el vaso, se fue a atender a otros clientes.

 

Mientras tanto, Takumi se había quedado desconcertado por la negación de Masaomi. Si no pretendía invertir en su equipo ni en ninguno de sus locales, ¿de qué quería hablar con él? ¿Qué tipo de negocio iba a proponerle?

 

- Tengo entendido que Aomine Daiki trabaja para usted – comentó el padre de Seijuuro de forma casual.

 

Takumi se sorprendió de que saliera su nombre en esa conversación, no entendía qué tenía que ver Aomine con todo eso.

 

- Sí, así es – le respondió confundido.

 

- ¿Cómo se conocieron? - le preguntó Masaomi.

 

Takumi estaba cada vez más desorientado, no entendía nada. ¿Por qué le preguntaba por Aomine? ¿Por qué estaba interesado en saber cómo se cruzaron sus caminos? Pese a su confusión, decidió responderle, no quería ser descortés con él.

 

- Era un jugador de mi equipo de slamball y, cuando lo dejó, le ofrecí un puesto como camarero en uno de mis bares deportivos. Era un buen chico que se esforzaba al máximo en todo lo que hacía, no quería perder a un buen trabajador.

 

- Sí, debe hacer unos buenos trabajos para enganchar a los hombres de esa manera – comentó de forma despectiva sonriendo.

 

El dueño de uno de los mejores equipos de slamball de la ciudad se quedó boquiabierto, había captado el doble sentido pero al mismo tiempo quería pensar que se estaba equivocando.

 

- No estoy seguro de lo que quiere decir.

 

-  Yo creo que sí – le dijo Masaomi tomando un sorbo de su whisky – Les he visto esta mañana compartir una habitación en este mismo hotel.

 

Cuando le confirmó que no se había equivocado con su suposición, Takumi frunció el ceño ofendido y cambió su actitud hacia el otro empresario. Le daba igual quién fue o cuán poderoso era Masaomi Akashi, no le gustaba que nadie se metiera en asuntos que no le concernía.

 

- Lo que haga en mi vida personal no es asunto suyo – le contestó a la defensiva levantándose con la intención de largarse de allí.

 

- Yo de ti no me marcharía sin antes escuchar lo que tengo que proponerle – le dijo tuteándole.

 

Había algo en el tono de voz empleado por ese hombre que le impedía marcharse o quizás era la singularidad de esa reunión lo que le impulsaba a quedarse. Al final, movido por la curiosidad, volvió a sentarse escuchando lo que Masaomi tenía que decirle.

 

- En otra ocasión le hubiese dado la razón pero, en este caso, sí me concierne lo que haga con ese chico – le dijo volviendo a hablarle con cordialidad.

 

- ¿Acaso Aomine es su hijo? - le preguntó ya que en ese instante era la única explicación plausible que acudía a su cabeza aunque por la mueca de disgusto que puso Masaomi supo que se equivocaba.

 

- Por suerte, no lo es, pero sí fue una vez parte de la familia pese a mi desagrado. Fue la pareja de mi hijo Seijuuro antes de marcharse a jugar a la NBA – le explicó al ver la cara de confusión de Takumi.

 

- De acuerdo, pero sigo sin entender de qué va todo esto y qué tiene que ver Aomine en su propuesta.

 

- ¿Quiere seguir disfrutando de la compañía de ese chico en su cama?

 

- Para mí, Daiki no es sólo uno más, lo quiero todo de él aunque es demasiado terco y no cede ante mí – le confesó molesto por la forma en la que se dirigía al hombre al que quería.

 

- Pues entonces estoy seguro que querrá colaborar conmigo.

 

- ¿Qué gana usted en todo esto?

 

- Que Aomine no vuelva a acercarse a mi hijo. Ese chico no le conviene a Seijuuro y no quiero que estén juntos – le contestó – Mi hijo ha vuelto a la ciudad y estoy convencido de que quiere conseguir su perdón y recuperarle. No terminaron muy bien y dudo mucho que tu amante se olvide fácilmente del pasado pero... hay una posibilidad de que se reconcilien.

 

Masaomi estaba pensando en el niño que había tenido Aomine con su hijo, si Seijuuro llegaba a enterarse de que tenían un crío en común, movería cielo y tierra para poder estar a su lado y el de Aomine.

 

- Daisuke es su nieto – murmuró asombrado hilando la poca información que le había dado Masaomi y, de nuevo, supo que tenía razón por su gesto de disgusto.

 

- Sé que Seijuuro hará todo lo posible para recuperarle, somos persistentes y obstinados, no nos rendimos con facilidad pero ya no puedo controlarle como antes por eso he buscado otra manera de conseguir mi objetivo. Mi propuesta para usted es que le conquiste y lo retenga a su lado para que no pueda volver con mi hijo. ¿Acepta el trato?

 

Takumi permaneció pensativo. Había cambiado de opinión sobre ese hombre, le daba mala espina pero... sabiendo ahora que Aomine fue novio de un miembro de la familia Akashi que estaba dispuesto a todo para volver con él y, encima para reducir sus posibilidades con Daiki, resulta que tenían un hijo en común. No sabía qué hacer, todo esto podía explotarle en la cara y perder a Aomine pero... tampoco iba a quedarse de brazos cruzados y ver cómo se lo arrebataban.

 

- De acuerdo, acepto pero con una condición. No quiero que use a Daisuke para amenazar a Aomine, el niño queda fuera de todo este asunto, ¿entendido?

 

Masaomi sonrió satisfecho, parecía que su objetivo estaba cada vez más cerca de cumplirse.

 

- Parece que tenemos un trato – le dijo extendiéndole la mano y Takumi la estrechó formalizando el trato – Es un placer hacer negocios con usted.

 

Mientras ambos hombres llegaban a un acuerdo, Akashi, sin saber nada de lo que estaba ocurriendo a su espalda, descansaba en el sofá de su lujosa y solitaria casa. Al abrir los ojos, la primera imagen que le vino a la mente fue Aomine y después ese chiquillo que tenía con Kagami y que podía haber sido suyo.

 

Miró por la ventana, estaba anocheciendo y eso le traía recuerdos de la primera vez que conoció a ese pequeño, a Daisuke. Sentía ira al saber que era hijo de Kagami pero a la vez, también tenía un gran sentimiento de protegerle, era de Aomine, del hombre al que amaba. Estaba confuso con sus propios sentimientos, no sabía qué pensar de todo aquello, de cómo había perdido al amor de su vida dejándoselo en bandeja de plata a su ex compañero de equipo.

 

Tras veinte minutos mirando el techo de su casa, finalmente reaccionó. Sus músculos se tensaron y tenía la solución, no iba a dejar que nadie le quitase lo único que le importaba en la vida, Aomine. Quizá ese niño no fuera suyo, quizá ya tenía una buena familia con Kagami pero él necesitaba a Aomine en su vida, al menos aunque no pudiera volver con él, le quería cerca, quería a Aomine en su vida, a ese niño, a sus antiguos amigos, necesitaba volver a ese pasado que parecía tan lejano.

 

Tras ducharse, se vistió con rapidez y buscó su coche en el garaje. Condujo hasta el bar donde Aomine trabajaba y aparcó no muy lejos entrando. Estaba dispuesto a hablar con él, a devolverle lo que más había deseado Aomine y que jamás pudo cumplir, su sueño de jugar al baloncesto. Si era su culpa por lo que había abandonado ese deporte que amaba, él debía volver a conseguir que adorase ese deporte de nuevo.

 

Al entrar en el bar, contuvo la respiración unos segundos viendo cómo Aomine servía unas copas a unos muchachos, seguramente jugadores de ese extraño deporte llamado Slamball. Un deporte muy extendido en Estados Unidos y que lentamente se estaba empezando a practicar aquí en Japón por lo que había visto. Le ponía de mal humor ver cómo intentaban seducir a Aomine y éste siempre se rehusaba colocando alguna excusa sobre el trabajo.

 

Akashi se sentó en la barra sin apartar la vista de Aomine. Al ver aquellos ojos de intenso azul mirarle fijamente con ira, supo que no estuvo bien aquel beso que le había robado, ni haberle insultado como lo hizo. Tenía el derecho a reconstruir y continuar con su vida después de lo que había sucedido entre ellos. Simplemente, no debió hacerlo.

 

- ¿Qué quieres, Akashi? ¿Qué tengo que hacer para que dejes de venir a mi lugar de trabajo? – le preguntó molesto.

 

- Quería disculparme contigo por lo del otro día.

 

- Ya… Seguro que era eso lo que no te dejaba conciliar el sueño en tu elegante casa, o la de tu padre…

 

- Ya no vivo con él – se apresuró a decirle – tenías razón en todo lo que me dijiste hace nueve años, Aomine, mi padre siempre ha querido controlar mi vida y no me daba cuenta.

 

- Sí te dabas cuenta.

 

- Es cierto, me daba cuenta pero…

 

- Querías ser perfecto para él, querías que estuviera orgulloso de ti, lo sé, Akashi, te conozco bien, o al menos una vez creí conocerte bien – Aomine sonrió de golpe mirando hacia la barra – aquella puñalada traicionera que me diste… no la vi venir. Te felicito, porque ahora ya no sé con quién viví durante todos esos años, no te conozco, Akashi.

 

- Dai…

 

- No me llames así – recalcó dolido – ese derecho lo perdiste hace mucho.

 

- Quiero volver a verte jugar, Aomine.

 

- Entonces te quedarás con las ganas.

 

- Entonces me verás por tu trabajo mucho tiempo. No me iré hasta que no me demuestres que de verdad ya no amas este deporte.

 

- No voy a volver a jugar, detesto el baloncesto.

 

- No es cierto, lo amas. Eras uno de los mejores, el mejor jugador haciendo mates, lanzabas desde cualquier lado. Juega conmigo un partido.

 

Aomine apoyó sus codos contra la barra acercándose a Akashi, acercándose tanto que Akashi podía sentir la respiración del moreno chocando contra su mejilla, podía sentir la fragancia de aquel chico, el aliento cálido que desprendían sus labios contra los de él. Apretó los puños tratando de controlarse para no besarle allí mismo.

 

- No – le susurró con delicadeza Aomine – no jugaré contigo ni contra ti. Ambos sabemos el resultado.

 

- No quiero el resultado, sólo quiero volver a verte jugar. Un lanzamiento, Aomine, al mejor de un lanzamiento.

 

- ¿Si hago un lanzamiento me dejarás en paz?

 

- Demuéstrame que ya no te importa nada el baloncesto y te dejaré en paz. Quiero saber por qué no eres capaz de enseñar a tu hijo a jugar, por qué es Kagami quien le enseña cuando tú eres mejor que él.

 

- Un lanzamiento, en la cancha de atrás – le dijo Aomine - ¿A qué esperas? Vamos – le dijo Aomine.

 

Akashi sorprendido por aquella reacción y porque hubiera accedido a su petición, se levantó con rapidez siguiendo a Aomine hacia la parte de atrás. Allí había una pequeña cancha, sólo una canasta donde debían jugar los niños del barrio. Aomine encendió la escasa luz cerca de la canasta y sacó una pelota del almacén.

 

- Te dejo el primer lanzamiento, Akashi – le dijo Aomine sonriendo y aunque la pelota tocó las manos de Akashi, éste se dio cuenta de lo que planeaba aquel chico.

 

- No, empieza tú. Si yo empiezo ni siquiera te esforzarás en parar mi lanzamiento.

 

- De acuerdo, lanzaré yo primero.

 

Akashi le pasó la pelota con un bote en el suelo directo hasta sus manos y se preparó para detener a Aomine. Él siempre iba a por todas, era egocéntrico, le gustaban los mates y pasar por encima de su rival. Le encantaba demostrar que era mejor. Sabía que Aomine intentaría driblarle, trataría de encestar pasando por encima de él. Estaba listo para detenerle cuando vio cómo el balón pasaba por encima de su cabeza en una parábola perfecta imposible de detener encestando.

 

Akashi se relajó escuchando la pelota caer al suelo rebotando varias veces en el suelo y sonrió sin poder creérselo. Ya no era el Aomine que él conocía, no tenía el carácter de antes, ya no era aquel chico del que una vez se enamoró, había desaparecido.

 

- Un lanzamiento en suspensión, no creí jamás ver algo así en ti. Es un lanzamiento tan básico y poco vistoso. Tú eras mejor que esto, Aomine.

 

- Ya no hago mates, no juego al baloncesto y no me gusta. Te lo dije. Esto es lo único que obtendrás de mí, Akashi.

 

- Un simple y aburrido tiro en suspensión.

 

Aomine fue a marcharse hacia dentro cuando Akashi se giró a coger el balón entre sus manos. Sonrió aún sin poder creerse que Aomine hubiera lanzado de esa forma siendo el mejor en los mates.

 

- ¿Fue mi culpa, Aomine? ¿Te arrebaté tu sueño?

 

- No – dijo Aomine muy seguro – la vida da muchas vueltas, Akashi. No estoy orgulloso de muchas de las decisiones que he tomado, pero dejar el baloncesto fue una de las que no me arrepiento.

 

- ¿Qué ocurrió en estos años en tu vida para que cambiases tanto?

 

- Tú también has cambiado, Akashi. ¿Aún dejas que tu padre manipule tu vida?

 

- No, no permitiré que vuelva a jugar conmigo ni contigo.

 

- Akashi… en el pasado me habría encantado escucharte decir algo así, ver que era más importante que tu padre, ahora llegas un poco tarde. Pese a ello, me alegro por ti, espero que encuentres tu sitio en el mundo y que seas feliz como yo lo soy con mi hijo. Nuestros caminos se separan aquí.

 

- Aún pienso en ti, Aomine – le dijo Akashi sobresaltando al moreno – sigo soñando contigo, sigo sintiéndome culpable de aquel día, no he podido volver a salir con nadie después de ti. Nadie es como tú. Quizá ya no seas el mismo y sé que estás saliendo con Kagami pero… no puedes pedirme que simplemente te olvide, porque no puedo hacerlo.

 

Aomine sin decir nada, volvió a girarse empezando a caminar nuevamente hacia la entrada del bar para volver a su trabajo. Se dio cuenta al dar el primer paso al interior del pasillo, que Akashi no iba a dejarle marcharse tan fácilmente después de aquella declaración, necesitaba alejarle de él como fuera aunque eso significase que le odiase.

 

- No tienes nada que hacer, Akashi, olvídate de mí de una maldita vez.

 

- No puedo.

 

- Amo a Kagami – le dijo sin mirarle, sabía que si le miraba se derrumbaría – él me da todo lo que tú no podías darme en la cama.

 

- ¿De qué hablas?

 

- Sólo eres un enano terco que le gusta dar órdenes, pero no eras capaz ni siquiera de tener la puntería necesaria para dejarme embarazado. Kagami es todo un tigre en la cama y… - a Aomine se le rompió la voz un segundo sabiendo que aquello destrozaría a Akashi y a él mismo, pero tenía que hacerlo – he tenido a su hijo, a nuestro hijo. Tú y yo jamás tendremos nada. Vuelve a Estados Unidos, a la NBA y sé feliz, Akashi, tú y yo acabamos hace mucho.


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