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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Aomine abrió la puerta de casa con extremo cuidado, era bastante tarde y Daisuke debía estar durmiendo desde hacía horas. Entró en el apartamento intentando no hacer ruido ya que no quería despertar a su hijo. Caminó hacia su dormitorio cojeando por el intenso dolor en la rodilla pero cuando llegó frente al cuarto de Daisuke, se detuvo meditando sobre la propuesta que le había hecho Takumi. No podía dejar de pensar en las palabras de su jefe, tenía razón en lo que le había dicho y eso le cabreaba.

 

Se adentró al interior de la habitación con lentitud y se acercó hasta la cama donde su hijo dormía plácidamente, se sentó en el suelo a su lado y se dedicó a observar su rostro mientras le acariciaba el cabello con suavidad. Comenzó a perderse en sus recuerdos rememorando los momentos duros por los que había pasado desde que confesó su homosexualidad a sus padres.

 

Tardó un año en contarles que llevaba saliendo todo ese tiempo con Akashi, no lo hizo antes porque quería estar seguro que su relación con el pelirrojo iba en serio, no quería presentárselo a sus padres si tenía la certeza de que romperían pronto. Quería esperar al momento idóneo para formalizar el noviazgo pero jamás se imaginó que reaccionarían tan mal al descubrir que le gustaban los chicos.

 

Era cierto que siempre había tenido un poco de miedo de contárselo pero creía que sus padres se lo tomarían mejor, sobre todo, porque no parecieron darle importancia cuando un amigo de la familia les contó que tenía un hijo homosexual. Pero después de que sus padres le montaran una escena y le echaran de casa, se dio cuenta que sólo era fachada, no era lo mismo si les afectaba a ellos en vez de a otras personas.

 

Después de aquello, tuvo que renunciar a estudiar en la universidad para ponerse a trabajar con tal de poder mantenerse. Necesitaba un techo bajo el que vivir y llevarse comida a la boca con la que alimentarse, aunque tampoco es que no haber estudiado una carrera le importase en aquel momento, él sólo quería cumplir su sueño de convertirse en un jugador profesional de baloncesto. Lo que le hizo muy feliz fue comprobar que Akashi permaneció a su lado apoyándole, fue entonces cuando decidieron irse a vivir juntos, aunque estaba claro que él pagaría su parte de los gastos, no quería que Akashi le mantuviese, tampoco quería su dinero, sólo le quería a él y a su amor.

 

Pero todo se torció tras la prueba para conseguir una plaza en la NBA. En aquel momento, se vio casi en la calle si no llega a ser por la ayuda de Tetsu, aunque cuando se enteró de su embarazo, supo que tendría que aplazar su sueño porque no podía hacer grandes esfuerzos sin poner en riesgo la vida del bebé que crecía dentro de él, además ningún equipo ficharía a un jugador embarazado, no les sería rentable al no poder jugar. Pero eso no era nada comparado con lo que podría ocurrir con su trabajo, tendría que ocultar el embarazo todo el tiempo posible porque en cuanto sus jefes se enterasen, seguramente lo echarían a la calle.

 

No se equivocó. En cuanto se le empezó a notar la barriga, sus jefes le miraron asqueados y le despidieron, le habría gustado poner una denuncia por despido indebido pero no tenía dinero para contratar a un abogado y tirarse meses o años litigando en un juzgado. Lo único positivo que sacó de aquel momento fue darse cuenta de que tenía a unos amigos increíbles. Todos le ayudaron desinteresadamente con los gastos que tenía hasta que diese a luz y pudiera buscarse otro trabajo.

 

Meses después, llegó el momento más aterrador pero al mismo tiempo el más maravilloso de su vida: el nacimiento de su hijo Daisuke. En el momento en que vio aquel pequeño rostro, todo lo demás dejó de tener importancia, sólo quería amarle y protegerle.

 

En cuanto pudo, buscó un trabajo con el que pudiera compaginar su vida laboral con la personal y criar así a su bebé, pero sólo pudo encontrar un trabajo de media jornada que apenas le llegaba para pagar lo indispensable. De nuevo, sus amigos estuvieron a su lado hasta que pudiera encontrar algo mejor, pero sabía que sin estudios superiores, sus opciones estaban limitadas. Pese a ello, no se desanimó y continuó buscando algo mejor.

 

Cuando Daisuke apenas tenía un año, conoció a Takumi por casualidad, quien le reconoció por su paso en la Generación de los Milagros y le habló sobre su equipo de slamball proponiéndole formar parte de él. No estuvo muy seguro si aceptar, no le atraía precisamente ese juego aunque, por otra parte, al menos estaría en una cancha de nuevo porque los equipos de baloncesto no parecían muy interesados en él. Acabó contándole a Takumi que tenía un hijo del que cuidar y transmitiéndole sus dudas sobre cómo podría compaginar ambas cosas, el que era ahora su jefe le dijo que no se preocupase, que los entrenamientos no ocupaban mucho tiempo y que podía llevarse al pequeño sin problemas, incluso a los partidos si así lo deseaba. Al final, terminó aceptando ya que el sueldo no estaba mal, le permitía estar con su hijo sin depender de nadie y, sobre todo, porque no encontraría algo mejor.

 

Todo fue bien hasta que se lesionó en uno de los partidos. La lesión fue más grave de lo que pensó al principio y necesitaba diferentes operaciones y tratamientos para conseguir dejar su rodilla como nueva, pero sólo pudo someterse a las primeras operaciones, que eran más baratas y que le cubría el seguro médico del equipo. Tuvo que posponer la rehabilitación y la operación más importante hasta que reuniera el dinero, lo cual no consiguió porque no continuó en el equipo y el sueldo de su nuevo trabajo como camarero se iba en pagar el alquiler del piso y los gastos que conllevaban las facturas de luz, agua, comida y la manutención de Daisuke. Apenas le daba para guardarse un poco de dinero para casos de emergencia.

 

Un día le comentó a Takumi si podía hacer horas extras para ganar algo más de dinero, entonces le propuso el trato que mantenían ahora. Al principio, se indignó y le rechazó, incluso estuvo a punto de renunciar pero no lo hizo porque no podía, pero tras unos días de meditarlo mucho, decidió rebajarse y aceptar su oferta. Podría haber acudido de nuevo a sus amigos pero no quiso, no por orgullo sino porque ya habían hecho demasiado por él y por Daisuke en el pasado.

 

Aomine se levantó del suelo tras terminar de recordar todo aquello y depositó un suave beso en la frente a su hijo. Pese a todas las dificultades, jamás se había arrepentido de tenerlo, él era lo que le impulsaba a seguir adelante. Lo único que temía era que su hijo descubriera lo que hacía pasa sacarse un sobresueldo y que se sintiera decepcionado por el padre que tenía. Ésa era otra de las razones por las que estaba considerando casarse con Takumi, quería darle un buen ejemplo a Daisuke y que se sintiera orgulloso de él y no vergüenza, pero tampoco quería casarse con alguien a quien no amaba. No sabía qué hacer, por lo que decidió que se iría a dormir y mañana le pediría consejo a Tetsu.

 

Al día siguiente, tras desayunar junto a Daisuke, llamó a Tetsu y le pidió que se pasara por allí para hablar con él. Por la tarde, Kuroko apareció junto a Kagami y éste se llevó a Daisuke a la cancha para que su novio pudiera hablar tranquilamente con Aomine.

 

- ¿De qué querías hablar? - le preguntó Tetsu dando un sorbo al té que Aomine le había servido.

 

Aomine se quedó en silencio pensando cómo contestarle. Tetsu sabía que a veces se acostaba con su jefe aunque desconocía que lo hacía por dinero y ahora dudaba sobre si contarle la verdad o no. Siempre le había contado todo, pero aquello era demasiado, no quería que le viera de forma diferente tal como lo hacía ahora Akashi, no soportaría que su mejor amigo también le mirara con decepción, por lo que decidió omitir ese detalle.

 

- Takumi me ha pedido que me case con él y no sé si aceptar o no – le soltó de repente.

 

Su expresión no mostraba sorpresa, pero Aomine sabía que Tetsu lo estaba por la forma en que había dejado suspendida en el aire la taza que iba a dejar sobre la mesa.

 

- No sabía que salíais – le comentó tras recuperarse por la noticia.

 

- No lo hacemos, lo nuestro es sólo sexo.

 

- ¿Entonces por qué consideras casarte con él? - le preguntó Kuroko desconcertado.

 

Aomine le explicó que su lesión le molestaba otra vez e iba a peor, que seguramente necesitaría someterse a cirugía y que Takumi se ocuparía de todos los gastos si se casaba con él. Tetsu se enfadó por el chantaje que le estaba haciendo su jefe.

 

- Se está aprovechando de ti y eso no está bien. Es acoso – sentenció cabreado.

 

- Sé que él me quiere pero yo no siento lo mismo – le dijo Aomine para tranquilizar a su amigo.

 

- Entonces ahí tienes tu respuesta. No deberías casarte con alguien a quien no amas. No hace falta que te preocupes por el dinero, te ayudaremos entre todos.

 

- Pero eso es precisamente lo que no quiero, ya me ayudasteis en el pasado y aún no he podido devolveros nada del dinero que me prestasteis.

 

- Y ni hace falta, nunca te lo hemos pedido. Te ayudamos porque quisimos al igual que vamos a hacer ahora. Nunca dejaríamos a un amigo en la estacada, así que dile a tu jefe que rechazas su proposición.

 

Aomine asintió sonriendo por los grandes amigos que tenía, tanto que le dieron ganas de llorar pero se controló para no hacerlo.

 

 

 

Akashi caminaba deprisa por todo el salón, dando vueltas una y otra vez preocupado. ¿Cómo había llegado el chico al que siempre había amado a caer tan bajo? ¿Acostarse con su jefe por dinero? Quería pensar en lo rastrero que era todo aquello, pero acababa pensando en que él también lo era, le había llamado zorra, le había insultado y hasta le había propuesto dinero por acostarse con él.

 

Golpeó una de las paredes con fuerza haciéndose daño en la mano y dejó que las lágrimas salieran de sus ojos. Estaba desesperado por estar con Aomine, tan desesperado que hasta se había atrevido a ofrecerle dinero, algo que jamás se le habría pasado por la cabeza hacer. Se sentía tan miserable por haberle insultado de esa manera. Ahora ni siquiera sabía qué pensar. Seguía enfadado con él, por humillarse, por caer tan bajo y a la vez, sentía tristeza por cómo se había comportado con él.

 

Se miró la mano, sus nudillos sangraban. Chasqueó los labios resentido y frustrado, maldiciendo por lo bajo su insensatez respecto a todo, frente a sus nudillos, frente a lo que le había dicho a Aomine. Caminó hacia el aseo en busca del botiquín de primeros auxilios. Al abrir el armario, descubrió lo bien ordenado que estaba todo en comparación a lo que vio en la casa de Aomine.

 

Abrió la caja metálica y sacó de ella lo necesario para curarse. Una vez desinfectado, se vendó los nudillos antes de mirarse en el espejo. Ya ni siquiera se podía reconocer en él, no después de lo que había hecho, de haberle hecho daño a Aomine.

 

- Joder – gritó enfadado recordando todavía cómo se acostaba Aomine con su jefe y por más que pensaba un motivo, no lo encontraba.

 

No podía creerse que Aomine, ese chico al que creía conocer, estuviera engañando a su pareja. Se acostaba con su jefe, le había besado a él en dos ocasiones. ¿A qué demonios jugaba Aomine con los hombres?

 

Salió del aseo volviendo hacia el salón. La gran cristalera le indicaba con su penumbra que era tarde. Pese a haber pasado unos pocos días desde su discusión con Aomine, parecía como si acabase de pelearse con él, aún tenía todo la rabia, la frustración y el dolor muy presentes. Sabía que tenía que irse a dormir, pero no podía, no con el enfado que llevaba encima, no sintiéndose tan culpable y a la vez tan dolido con Aomine. Aquella noche, no pudo dormir, tan sólo se quedó tras el cristal del salón mirando su elegante e iluminada piscina.

 

Creyó que por la mañana sería otro día, que todo el enfado y la decepción se pasaría pero no fue cierto, seguía sintiendo lo mismo, la misma frustración que cuando se enteró que el amor de su vida traicionaba a la gente que amaba. Por un momento, pensó que quizá era lo que Aomine había aprendido de él después de su traición. Puede que incluso ese día se sintiera más culpable que el anterior.

 

Tumbado en la cama como se encontraba, no quiso levantarse en todo el día. Ni siquiera se movió cuando la mujer de la limpieza le pidió entrar a arreglar el cuarto, permaneció en la cama sin moverse. La mujer, preocupada por ver en aquel estado al joven, hasta le comentó de llamar a un médico, pero Akashi se negó en rotundo excusándose en que era un simple resfriado que pronto se le pasaría.

 

No fue hasta la noche cuando decidió salir a despejarse o más bien, a visitar algún bar para beber. En esa casa no quedaba ni una gota de alcohol y hoy urgentemente lo necesitaba más que nunca. Salió de su casa para ir al restaurante más caro y lujoso de la ciudad, allí siempre era bien recibido y nadie le pondría impedimentos a que bebiera lo que quisiera.

 

Al llegar al restaurante, uno de los chicos de la puerta se quedó con las llaves para aparcarle el vehículo en su parking privado. Akashi entró por el lugar, siendo observado por las numerosas jóvenes que allí se encontraban, mujeres que le sonreían y trataban de flirtear con él. Habría estado encantado de irse con cualquiera de ellas, podría tener a quien quisiera pero resultaba… que al único al que de verdad deseaba era la mayor de las zorras, el mayor de los traidores.

 

La barra apareció frente a él y el camarero se acercó enseguida para escuchar su pedido. Akashi, lejos de pedir una bebida, le pidió que trajera la botella entera de Whisky. El camarero se asombró al principio, pero al ver la dura mirada de Akashi, acató la orden en completo silencio.

 

Se pasó mitad noche bebiendo en silencio, hundiéndose en los recuerdos de un lejano pasado que le perseguía sin cesar, hundido en aquellos recuerdos de los labios de Aomine, de las sonrisas que siempre le había regalado, de aquellos encuentros en el instituto, de la primera vez que se acostaron, hasta de su primera discusión, todo lo echaba de menos. Ese chico le había hecho perder completamente la cabeza.

 

Bebía sin cesar cuando escuchó un sonoro aplauso que venía del comedor. Sonrió sin girarse y es que suponía lo que ocurría, aquel elegante restaurante traía a muchas parejas para declararse y pedirse matrimonio, seguramente es lo que había ocurrido. Él mismo había pensado en aquellos cinco largos años de relación con Aomine en que acabaría un día en ese restaurante pidiéndole matrimonio. Se giró a ver quién era el iluso que aún creía en el amor, en el “para toda la vida”, en esas palabras que para él ya no significaban nada si no tenía a Aomine a su lado.

 

Sus ojos se abrieron como platos al ver frente a él, en aquella lejana mesa del salón principal a Kagami pidiéndole matrimonio a Tetsu. ¿A Tetsu? Tuvo que pestañear varias veces para comprobar que el alcohol que llevaba en el cuerpo no le estaba haciendo imaginar cosas que no eran. Se levantó de la silla tambaleándose y caminó como pudo hacia la mesa. Chocó contra una de las mesas antes de alcanzar su destino y en cuanto Kagami le vio acercarse, se levantó preocupado para intentar cogerle antes de que cayese al suelo pero en su lugar, recibió un puñetazo que lo tumbó a él.

 

- ¿Cómo narices te atreves a engañar a la persona que amo? – preguntó Akashi fuera de sí preocupando a Tetsu quien se levantó con rapidez apartándole de su novio.

 

- Akashi, cálmate – le pidió Tetsu.

 

- ¿Qué me calme? Tú eras el mejor amigo de Aomine y él es su novio, tienen un hijo juntos y está aquí pidiéndote matrimonio, le estáis traicionando.

 

- No es lo que crees, Akashi – comentó Kagami poniéndose en pie mientras se limpiaba con el dorso de la mano algo de sangre que le salía de la nariz.

 

- ¿Que no es lo que creo? ¿No le estás pidiendo matrimonio? Sé lo que hace Aomine a tus espaldas, sé que es una maldita zorra pero… no puedo dejar que le hagas daño. ¿Qué pasará con vuestro hijo? ¿Vas a abandonarle, desgraciado?

 

Kagami tuvo que sujetar las manos de un furioso Akashi que volvía a lanzarse contra él, perdiendo el equilibrio más de una vez por el alcohol en su sangre. Jamás había visto a Akashi en tan mal estado como aquel, él no bebía. Tetsu preocupado por cómo estaba afectando todo esto al que una vez fue su capitán, empezando a derramar lágrimas no aguantó más y estalló en un grito.

 

- Es tuyo – gritó Tetsu sin aguantar más insultos y falsas acusaciones.

 

- ¿Qué? – Se quedó estático Akashi - ¿De qué hablas?

 

Tetsu se tapó la boca de golpe atemorizado al darse cuenta de que se le había escapado. Aquella información jamás debería haber salido de su boca, era algo personal de Aomine, él debería haber dicho algo así. Akashi al ver que Tetsu no respondía, lo cogió del cuello de la camisa acercándole hacia su rostro.

 

- ¿Qué has dicho?

 

- Es tuyo. Daisuke es tuyo – susurró apenas sin voz.

 

- Yo nunca he estado con Aomine – intervino Kagami al ver tan afectado a su novio – si tienes algo que hablar no es con nosotros.

 

- ¿Mi hijo? – se preguntó tambaleándose y agarrándose a la mesa con fuerza para no caer de la impresión y el alcohol. Por poco tiró las cosas de la mesa, fue el momento en que Kagami vio su mano vendada y comprendió que todo aquello le estaba afectando demasiado a Akashi.


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