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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Daisuke no sabía qué pensar de todo aquello. Nunca pensó que su abuelo pudiera haber hecho algo así, separar a sus padres, dejarle sólo con Aomine, llegar a pedirle a su padre que le lesionase sólo para alejarles.


- ¿Por qué? – preguntó Daisuke.


- Yo… nunca he sido un hombre fácil de complacer, ni un hombre cariñoso – dijo Masaomi – siempre he buscado el progreso, las influencias y una buena vida para mis seres queridos. Creí que Aomine no estaba a la altura de tu padre. Fui yo quien le eché a la calle, fui el culpable de que tu padre sufriera la ausencia de Akashi y de que Seijuuro jamás supiera que tenía un hijo. Lo lamento mucho, ahora me doy cuenta del daño que hice. Me encariñé contigo – sonrió Masaomi – tú eres el único que ha conseguido ablandarme y enseñarme otra forma de vivir, de sentir algo que jamás pensé que volvería a sentir desde que mi esposa falleció, amor por los míos. Cúlpame a mí pero no lo pagues con tu padre, por favor. Ya ha sufrido bastante por mi culpa, no le culpes tú también.


- Papá… márchate – le dijo Akashi serio – es un asunto entre mi hijo y yo.


- No, Akashi, este error fue mío.


- Ahora entiendo por qué papá parecía enfadado con el abuelo – dijo Daisuke – pero… él dijo que te amaba – sonrió Daisuke mirando a un entristecido Akashi – papá aún te ama.


- ¿Qué? – preguntó Akashi.


- Se le escapó cuando me confesó que eras mi padre, dijo que seguía amándote. Si él puede perdonarte, yo debería intentarlo. Quiero conocerte no como mi ídolo, quiero que seas mi padre.


Daisuke fue a marcharse hacia el interior de la cocina cuando se cruzó con Masaomi en el camino. No podía negar que estaba enfadado y quizá decepcionado con su abuelo, aun así tenía un abuelo y a sus padres, una familia desestructurada que él no pensaba dejar que se hundiera, iba a sacarles y algo se le ocurriría.


- ¿Dónde vas, Dai? – preguntó Masaomi.


- A arreglar lo que tú estropeaste – dijo muy decidido – haznos un favor a todos y márchate a casa. Y papá… haz algo – le comentó enfadado Daisuke haciendo sonreír a su padre.


- Has sacado mi carácter – dijo Akashi sonriendo – ya está dando órdenes.


Prácticamente no había terminado de hablar cuando un estornudo asustó a todos los presentes. Akashi había vuelto a estornudar y empezaba a rascarse el brazo.


- ¿Estás bien? – preguntó su hijo al ver que volvía a estornudar.


- Sí, es sólo una alergia. Aunque creía que iba a mejor.


Al escuchar un leve maullido, Akashi se alejó como alma que llevaba el diablo de la silla donde había estado su hijo y donde aún tenía la mochila. Masaomi sonrió de golpe al entender todo y Daisuke apartó la mochila de su padre.


- ¿Tienes alergia a los gatos? – preguntó Daisuke.


- ¿Qué hace el gato aquí en mi casa?


- No iba a dejarle solo en casa – se excusó Daisuke – además, es un regalo del abuelo.


- La madre que… ¿Era otro de tus planes para alejarme de Aomine o qué? – le preguntó a Masaomi.


- No te lo vas a creer… pero olvidé tu alergia a los gatos cuando se lo compré.


- No irás a echarlo, ¿verdad? – preguntó preocupado Daisuke.


- Eso jamás. Hazme un favor, Dai… llévalo a la que será tu habitación esta noche. Se está haciendo tarde así que trataré de convencer a tu padre de que os quedéis esta noche aquí. Lo único que te pido es que no saques al gato del cuarto. Le pediré a la sirvienta que le suba un cuenco de leche. Acompáñala, ella te dirá dónde está tu cuarto. – esperó hasta que Daisuke se marchó y miró a su padre – y tú… vete a tu casa – le dijo enfadado viendo cómo Masaomi se entristecía. Por un momento, sintió lástima de su padre, hasta se había delatado para salvarle a él frente a su hijo así que antes de entrar, decidió hacer lo que nunca pensó que haría – Gracias, papá, por no hundirme con él.


- De nada – le dijo su padre cogiendo rumbo hacia su coche y dejando que Akashi tratase de convencer a Aomine para pasar la noche allí.


Para cuando Akashi entró en el salón, Aomine estaba distraído con una revista deportiva. Ni siquiera se percató de su entrada. Todo estaba a oscuras exceptuando la pequeña lámpara al lado de Aomine que iluminaba ligeramente la revista. Hacía mucho tiempo que no veía a Aomine así, tapado con una pequeña manta en el sofá, leyendo tranquilamente entre la oscuridad, él siempre era sensual hiciera lo que hiciera.


El médico le había recomendado reposo y eso es lo que Akashi iba a proponerle, reposo absoluto, al menos hasta el día siguiente. Se acercó a él por la espalda observando que no leía, dibujaba. Sonrió al reconocerse en la portada de la revista y ver a un concentrado Aomine dibujándole un bigote al estilo Hitler. Akashi siempre había sabido que era un poco autoritario, pero no esperaba verse aquello, aun así le parecía gracioso ver a su chico allí tumbado dibujándole cosas.


- Qué sexy estoy – le susurró al oído sorprendiendo a Aomine – creo que debo pensar eso de dejarme bigote.


- Idiota – le dijo Aomine apartando la revista - ¿Qué quieres ahora, Akashi? Ya me ha visitado el médico y estoy listo para irme. Haz el favor de llamar a mi hijo para que podamos marcharnos a casa.


Akashi giró en el sofá y se sentó a mitad apartando un poco el cuerpo de Aomine para que le dejase espacio.


- Quédate – le susurró Akashi sorprendiendo a Aomine.


- No es buena idea.


- Por favor, te lo suplico si es lo que quieres, pero quédate esta noche.


- ¿Por qué debería?


- Ya has visto esta casa, es fría y solitaria, teneros aquí a vosotros… a mi familia es lo mejor que me ha pasado en todos estos años. Quiero desayunar con vosotros mañana y te vendría bien el reposo. Por favor, ni siquiera debemos dormir en la misma habitación, hay muchas en la casa, puedes elegir la que quieras, la más alejada a la mía si es lo que deseas, puedes dormir con tu hijo si lo prefieres, pero quédate.


- Akashi… - susurró Aomine apartando la revista, sin saber qué decir, sintiendo simplemente la tristeza de la voz de aquel pelirrojo, acercándose peligrosamente a los labios del menor - ¿Le has contado todo? – preguntó.


- Sí, sabe el daño que te hice, sabe lo estúpido que fui, cómo te perdí y sabe lo más importante, que aún te amo, que mi cuerpo aún se excita contigo, que no te he olvidado, que deseo besarte en este mismo instante – susurró rozando sus labios.


Ninguno de los dos pudo retener más aquel momento. Aomine sabía que estaba cayendo en la red de aquella hábil araña, lo estaba seduciendo como hizo cuando eran unos adolescentes, le convencía con aquella labia que sólo él tenía, con sus bonitas palabras, con sus caricias y sus sugerentes labios. Akashi se recostó sobre el abdomen de Aomine atrapando sus labios con deseo, tomando el control de un beso que ambos habían deseado desde hacía demasiado tiempo. Se amaban, los dos sentían aquel intenso fuego, la pasión que desbordaban cada vez que se encontraban.


Aomine dejó que Akashi invadiera su boca, que jugase con su lengua haciéndose el único propietario. Anhelaba aquel sentimiento, deseaba volver a estar con él y por otra parte… recordaba sus discusiones, quizá eso aún le excitaba más. Akashi era otro guerrero, un chico de fuerte carácter igual que él pero eso hacía todo más excitante, el sexo con otro igual era abrumador, sabía que siempre sería salvaje, tentador, sensual, único e irrepetible.


Movió sus manos hacia la camiseta de Akashi colando sus manos bajo ella para acariciar su bien formado abdomen, subiendo hacia aquel pectoral que le volvía loco. Ni siquiera podía pensar en deshacer el beso, no quería soltar sus labios hasta que la imagen de Takumi apareció en su mente. Akashi le había llamado zorra cuando le vio acostarse con él. Soltó el beso de golpe arrepintiéndose de estar dejándose llevar por todo aquello.


- ¿Qué te ocurre, Aomine? – le preguntó Akashi sorprendido por la reacción.


- Lo siento. Voy a casarme, ¿recuerdas? No debería estar haciendo esto.


Aomine trató de levantarse pero Akashi le retuvo un momento. Se alegró de algo, seguía siendo ese chico fiel, seguía sintiéndose mal cuando cometía un error, seguía siendo el chico dulce y apasionado del que se enamoró y por supuesto… se había dado cuenta de que aún le amaba.


- No deberías casarte con él sintiendo esto por mí, Aomine. Vais a haceros mucho daño. Los dos… a nuestro hijo también. No será bueno para ninguno de los cuatro. Tú sufrirás al lado de un hombre que no te ama, Takumi exigirá cada vez más, querrá que le ames y no podrás dárselo, Daisuke anhelará saber lo que era una familia, y yo… sufriré viéndote todos los días con tu jefe, sabiendo que serás suyo cuando aún me amas.


- Lo he decidido, Akashi – dijo Aomine.


- Al menos quédate esta noche. Desayunemos juntos. No volveré a besarte hasta que me lo pidas, te lo prometo.


- Voy a casarme, no te lo pediré.


- Esperaré el tiempo que sea necesario y espero que llegue el día en que me lo pidas.


- Nos quedaremos esta noche – dijo al final Aomine.


Tras cenar los tres juntos en la inmensa cocina, se fueron a dormir a distintas habitaciones. Akashi se acostó en su amplio y frío colchón deseando que Aomine estuviera ahí acompañándole y llenando ese hueco vacío que había a su lado, mientras el dueño de los pensamientos del pelirrojo fue a dormir junto a su hijo Daisuke y el pequeño gato, que se acurrucó a los pies de la cama que ambos compartieron.


Aomine se despertó horas más tarde confundido al no reconocer el lugar donde se encontraba pero notar la gran calidad de las sábanas que le tapaban a él y a Daisuke, recordó que se habían quedado a dormir en casa de Akashi. No sabía qué hora era, las caras cortinas le impedían ver si había amanecido o la oscuridad aún era dueña de las calles. Miró en la mesita de noche que había a su lado para comprobar si había algún reloj pero sólo encontró la lámpara de diseño junto a un elemento decorativo que no supo descifrar. Giró la cabeza hacia la mesita que estaba al otro extremo de la cama y vio allí el reloj pero estaba demasiado lejos y oscuro como para distinguir la hora.


El menudo cuerpo de Daisuke pegado al suyo le impedía moverse o inclinarse un poco y verla, así que no tuvo más remedio que encender la lámpara de noche. En cuanto la tenue luz iluminó la habitación, vio que eran las seis y media de la mañana. Un suspiro cansado se escapó de sus labios, era muy temprano, normalmente solía despertarse a las siete y media para prepararle el desayuno a su hijo y llevarlo al colegio. Parecía que su propia intuición de padre le hizo despertarse a esa intempestiva hora, así que, con cuidado, se levantó y salió de la habitación dejando que Daisuke siguiera descansando un rato más.


Una vez fuera, se dirigió hacia la cocina apoyándose en las paredes para no forzar la rodilla. En cuanto estuvo dentro de la lujosa y bien equipada estancia, abrió el enorme frigorífico buscando un cartón de leche para prepararle un desayuno más occidental a su hijo, pese a no agradarle la idea de fisgonear en la cocina de otra persona. Al no ver ningún cartón, se dispuso a buscar alguno por los aparadores y armarios sin mucho éxito. Aomine bufó frustrado. ¿Cómo era posible que Akashi no tuviera ni una mísera gota de leche en aquel lugar? ¡Era un alimento básico! Si es que ni siquiera tenía galletas o cereales. ¿Con qué se alimentaba el pelirrojo por las mañanas? Intuyó que sólo bebería café al fijarse en la cafetera de cápsulas que había sobre la encimera.


Al darse cuenta de que no podría prepararle unos cereales con leche a su hijo ni tenía tiempo para cocinar un desayuno más tradicional, decidió hacerle un zumo de naranja y unas tostadas. Por lo menos Akashi tenía fruta y pan, esperaba que también tuviera un exprimidor. Tras localizar y dejar a mano todo lo que necesitaba, comenzó a partir y exprimir las naranjas.


- ¿Qué haces? - le sobresaltó la voz de Akashi cerca de la puerta.


- Haz un poco de ruido cuando camines, así no asustarás a las personas – le respondió Aomine de malhumor.


- Si no estuvieras montando este jaleo, me habrías escuchado perfectamente – Akashi se acercó y observó cómo Aomine llenaba un vaso con zumo - ¿Me estabas preparando una sorpresa? - le preguntó con diversión.


- Qué más quisieras. Es para Daisuke – le quitó la ilusión.


- ¿Para mí? - les interrumpió el niño que acababa de llegar restregándose un ojo por el sueño que aún tenía.


-  ¿Por qué no estás en la cama? - le preguntó Akashi al pequeño.


- Me he despertado al oír ruido y he venido a ver qué era – le contestó mientras tomaba asiento en un taburete frente a la gran isla que ocupaba el centro de la cocina.


- Lo mismo me ha pasado a mí – coincidió Akashi.


- Tampoco he armado tanto jaleo. Ni que hubiera usado una apisonadora para aplastar las naranjas – se quejó Aomine.


Padre e hijo se echaron a reír ante el puchero que apareció en los labios de Daiki pero trataron de aguantarse la risa cuando éste les echó una mirada de advertencia.


- ¿Te ayudo? - se ofreció Akashi poniéndose al lado de Aomine.


- Pon a tostar el pan – le pidió tras unos segundos de duda. No podía decirle que no, después de todo era la casa del pelirrojo.


- ¿Por qué estás haciendo el desayuno a estas horas? - le preguntó curioso Akashi.


- Porque Dai tiene que ir a clase y gracias a que vives en la zona más alejada de la ciudad, nos va a llevar por lo menos una hora llegar a su colegio entre el metro y el autobús.


- ¿Tengo que ir a clase? - se quejó Daisuke.


- Claro que sí. No pensarías que te ibas a librar, ¿verdad? - le contestó Aomine con seriedad.


- ¿Por qué no dejas que hoy no vaya? Es sólo un día – quiso disuadirle Akashi.


- Eso, eso. Quiero quedarme aquí y pasar más tiempo con papá – apoyó la idea Daisuke.


- No, irás al colegio como siempre – se negó Aomine.


- No pasará nada por un día. Tú solías saltarte las clases para ir a dormir a la azotea – le recordó divertido Akashi.


Pero a Aomine no le hizo ninguna gracia el comentario y se lo hizo saber con la dura mirada que le echó. No le gustaba que le contradijera delante de su hijo y encima le pusiera en evidencia delante de él.


- Precisamente por eso sé lo importante que es acudir y tener unos estudios, no quiero que le pase como a mí – zanjó la discusión dejando sin habla al otro adulto.


Un tenso silencio se formó tras aquellas palabras que fue roto por Akashi.


- De acuerdo, os acercaré en coche así tardaréis menos y podemos tomarnos el desayuno con calma.


Aomine no contestó, lo cual tomó como un sí por su parte. Terminaron de preparar la comida para los tres y se lo tomaron en silencio en la cocina. Tras acabar, se prepararon y se metieron en el coche que había traído el día anterior uno de los empleados de Akashi del restaurante donde lo dejó la noche en que se emborrachó. Aquel coche era más discreto que el Aston Martin que tanto adoraba Akashi, y estarían más cómodos los tres.


Durante el trayecto, el único momento en que Aomine abrió la boca para hablar fue para darle la dirección del colegio a Akashi, el resto del viaje se dedicó a oír cómo el pelirrojo mantenía una conversación con su hijo sobre la escuela. Le preguntó si tenía muchos amigos, si le gustaba estudiar, si iba bien en las clases, su asignatura favorita y la que más detestaba, entre muchas otras.


Cuando llegaron, Akashi tuvo que dejar el coche en segunda fila junto a otros que hicieron lo mismo que él, no tenía ni idea de lo difícil que podía ser encontrar aparcamiento a esa hora cerca del colegio, era una misión casi imposible y eso que habían llegado antes de tiempo. Al salir del vehículo, quiso ayudar a Aomine a hacer lo mismo, pero éste le rechazó, parecía que aún estaba enfadado con él por su comentario. Ambos adultos acompañaron a su hijo hasta la puerta del colegio y se despidieron de él con un abrazo y un beso, lo cual llenó de felicidad al pelirrojo. Akashi nunca se hubiese imaginado que se podría sentir tan pleno de algo tan cotidiano como era estar llevando a su hijo junto al amor de su vida como una familia unida y feliz, era algo que quería hacer cada día por el resto de su vida y estaba dispuesto a luchar para conseguirlo, para lograr que Aomine le diera una oportunidad.


- Venga, te acercaré a casa – le comentó a Aomine una vez que se aseguraron que el pequeño había ingresado en el edificio junto a sus compañeros.


-  No hace falta, puedo ir andando.


- Aomine, no seas cabezota. Lo siento, ¿vale? No debería haber dicho nada de tus escapadas delante de Daisuke, pero no lo he dicho para desautorizarte. Ha sido un error, sólo intentaba...


- Convencerme de dejarle pasar la mañana contigo, lo sé – terminó su frase – pero aún así no me ha gustado.


- Lo siento – se volvió a disculpar.


- Vamos, el médico dijo que no puedo forzar la pierna – caminó hacia el coche de Akashi y éste sonrió al entender que se le había pasado un poco el enfado.


Llevó a Aomine hasta su casa y le acompañó hasta la puerta pero no quiso forzar la situación insinuándose para que le invitara a pasar dentro. Bajó las escaleras y al salir del edificio, se topó de frente con el alto y corpulento cuerpo de Kagami, quien le miró extrañado de verlo allí a esas horas.


- ¿Qué haces aquí? - le preguntó Taiga.


- He acompañado a Aomine a casa tras dejar a nuestro hijo en el colegio – le contestó.


Kagami le miró extrañado. Gracias a su prometido, sabía que Aomine le había contado la verdad a Daisuke y que éste quería escuchar lo que Akashi tuviera que decir, pero nunca se imaginó aquel avance tan rápido. Ya hablaría con Aomine después.


- Vaya, a eso venía yo, a llevar a Dai a la escuela. Quería dejar que Aomine descansara. ¿Qué pasa? - le preguntó al ver la intensa mirada del otro sobre su rostro.


- Siento lo del puñetazo y... haberos estropeado ese momento tan especial – se disculpó Akashi.


- Pegas más fuerte de lo que uno podría pensar por tu aspecto – bromeó – Acepto tus disculpas. Entiendo que reaccionaras así, creías que le estaban haciendo daño a la persona que amas.


- Sí, pese a todo lo que ha ocurrido entre Aomine y yo, le sigo amando como el primer día. Quiero recuperarle, tenerle a mi lado y ser una familia junto a Daisuke pero... no sé ni por dónde empezar para ganarme la confianza y el amor de Aomine, para compensarle por el pasado y por todo lo que le he dicho y hecho desde que volví – se desahogó ganándose la compasión de Kagami.


- Te ayudaré porque sé que estás siendo sincero, la otra noche me lo demostraste. Este es mi consejo o más bien... un truco para conquistar a Aomine. Para él, lo más importante es Daisuke, le seguirá adonde quiera que vaya – le insinuó  sonriendo y Akashi captó lo que quería decir con aquello – Sólo hazlo bien, sin amenazas ni nada por el estilo o sólo conseguirás todo lo contrario. Aomine se cerrará aún más.


- Gracias – le agradeció. Ahora tenía un plan.


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