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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Al ver a su hijo marcharse de aquella manera, sin siquiera mirarle ni despedirse de él, supo que estaba realmente molesto. Un suspiro de cansancio escapó de sus labios sin que pudiera hacer nada para detenerlo. Cada vez que nombraba a Takumi o hablaba sobre la boda, Daisuke pasaba de ser el mismo niño alegre y simpático de siempre a transformarse en aquel cabezota y malhumorado crío que acababa de salir por la puerta. Su hijo siempre terminaba cabreado cada vez que eso ocurría.


Aomine no sabía cómo hacer para que Dai dejase de odiar a Takumi, o al menos tanto, porque si no lo conseguía, la convivencia sería horrible cuando se casase con su jefe. Resopló al pensar en ese hombre, era otro quebradero de cabeza en su vida. Tenía sentimientos contradictorios por él, no le amaba pero tampoco le odiaba. Por una parte, le estaba agradecido porque le había dado la oportunidad de volver a estar sobre una cancha y le había ayudado en algunas ocasiones, pero por otra, no le gustaba que en otras ocasiones tomase ventaja de su situación económica para tenerle a su merced, primero con el sexo y, ahora, con todo el tema del matrimonio. Sabía que se aprovechaba porque quería conquistarle, aunque tenía claro que así no lo iba a conseguir, usar sus debilidades no era la mejor forma de hacerlo.


Aun así, sentía que lo correcto era ponerle al tanto de la nueva situación y comunicarle que iba a haber un cambio de planes por el momento. Por eso, tomó entre sus manos el teléfono de casa y comenzó a marcar las teclas que conformaban el número de móvil de Takumi, pero cuando sólo le quedaba el último dígito, se detuvo. No le parecía bien decirle por teléfono que debían posponer la boda, si estuviera en su lugar, no le agradaría que su prometido le contara algo así de esa manera, sino en persona. Y eso era lo que iba a hacer, se lo diría cara a cara.


Puso el teléfono en su sitio y se levantó del sillón. Aprovecharía que Daisuke no estaba en casa para ir en ese instante a verle, lo mejor no era dilatar demasiado el asunto ya que parecía que dentro de muy poco estaría compartiendo techo junto al padre de su hijo. Pensar en el pelirrojo le hizo dudar durante unos segundos sobre si era buena idea dejarle junto a Dai, quizás lo mejor era llamar a Tetsu o a Kagami para que estuvieran con ellos y vigilasen a Akashi, pero después desechó la idea. Le daría un voto de confianza y vería cómo actuaba con Dai y qué le decía sin su presencia, después de todo, estaba a punto de irse a vivir con él y pasarían tiempo a solas, quisiera o no, y aquello podría servirle de práctica para acostumbrarse a lo que se avecinaba.


Cogió el abrigo que tenía colgado en un perchero cerca de la entrada y las llaves de casa, y salió del departamento en dirección hacia la cancha donde Akashi y su hijo debían estar jugando. Al llegar, vio que Akashi le estaba enseñando algunas estrategias a Daisuke mientras éste le escuchaba muy concentrado. No pudo evitar que una sonrisa se le escapara, no sólo porque ésa era la cara que el pequeño ponía cuando trataba de memorizar algo, sino por la escena en sí. Su mirada se enterneció al verles juntos de esa manera, felices disfrutando de la compañía del otro mientras se divertían con un deporte que amaban tanto.


Tuvo que disimular y cambiar su expresión cuando Akashi se percató de su presencia y sus ojos se posaron sobre él. Vio que le decía algo a Daisuke, seguramente que se encontraba allí porque su hijo le observó acto seguido, aunque al segundo siguiente, frunció el ceño y volteó el rostro. Estaba claro que seguía enfadado. Akashi acabó acercándose a él dejando a Daisuke practicando algunos tiros a canasta.


- Aún sigue de malhumor – dijo Akashi cuando estuvo frente a Aomine – Un poco de baloncesto y se le pasará, pero... deberías haber esperado a que regresáramos porque acabamos de empezar.


- No he venido por eso – le aclaró Aomine – Tengo que ir a hacer un recado y venía a preguntarte si puedes quedarte con Dai mientras estoy fuera.


- Claro, sin ningún problema – aceptó atónito sin creerse que Aomine le dejara a solas con el pequeño, ya que creía que había bajado a vigilarle - ¿Qué tienes que hacer? Si quieres, puedo llevarte en coche – se ofreció el pelirrojo.


- No, cogeré el metro.


- Pero...


- ¿No querías pasar más tiempo con Daisuke? Pues aprovecha la oportunidad que te estoy dando, pero si no era cierto lo que decías, puedo llamar a Tetsu o a Bakagami para que cuiden de él en tu lugar.


- No, no hace falta. Cuidaré con él hasta que regreses – se apresuró a contestar con una pequeña sonrisa al darse cuenta del paso que estaba dando Aomine. Estaba confiando en él y no iba a desperdiciar la oportunidad para demostrarle que no le iba defraudar y al mismo tiempo, estar con Daisuke – pero si la pierna vuelve a dolerte tanto que te es imposible moverte, llámame e iré a por ti.


El corazón de Aomine se volvió loco al ver la seriedad en el rostro de Akashi y la preocupación reflejada en su voz, aunque trató de ignorarle y disimular para que el pelirrojo no se percatase de lo que ocurría en su interior.


- Volveré lo antes posible – fue todo lo que Aomine dijo antes de marcharse.


Media hora después, se encontraba frente a la puerta cerrada de la oficina de Takumi dentro del bar. Dio unos ligeros golpes en la puerta y giró el pomo cuando escuchó que el hombre que se hallaba en su interior le daba permiso para pasar.


- No esperaba verte hoy, deberías estar en casa descansando, para eso sirven los días libres que te di – se sorprendió Takumi al verle entrar, pero pronto dibujó una sonrisa al sacar una conjetura errónea - ¿Tu agradable visita se debe a que ya has hablado con Daisuke y tienes una fecha pensada para la ceremonia?


- He hablado con él...


- ¿Y qué tal se ha tomado la noticia? ¿Está emocionado de tener un nuevo padre? - preguntó ilusionado, pero Aomine no sabía cómo decirle que su hijo detestaba la idea, así que prefirió ir directo al grano para evitar el tema.


- Debemos retrasar la planificación de la boda.


- ¿Tan mal ha ido? ¿Tan mal le caigo a Daisuke que necesitas tiempo para convencerle de que es una buena idea?


- Ése no es el motivo por el que no podemos fijar todavía la fecha – le contestó rápidamente al ver que había malinterpretado sus palabras, aunque la verdad era que no iba muy desencaminado con respecto a su hijo.


- Entonces, ¿cuál es?


- Como te dije, el padre de Dai ha regresado y... - Takumi se tensó al imaginarse por dónde podían ir los tiros – ambos quieren pasar tiempo juntos, así que Dai se ha empeñado en irse a vivir con él. No puedo negarme, al fin y al cabo, es su padre y tiene derecho a conocerle, pero no voy a dejarle solo con él, así que... nos vamos a vivir los tres juntos durante una temporada.


Takumi había estado apretando la mandíbula con más fuerza a cada palabra que salía de la preciosa boca del hombre sentado frente a él. No daba crédito a lo que sus oídos escuchaban.


- Creo que he entendido mal. ¿Me estás diciendo que tú, mi prometido, te vas a ir a vivir con otro hombre, que no es ni más ni menos que el hombre al que amaste lo suficiente como para tener un hijo con él y que por eso no podemos casarnos por ahora?


No había que ser un genio para darse cuenta de que estaba cabreado, se notaba de lejos por el sarcasmo empleado en su pregunta.


- Te aseguro que yo tampoco estoy contento y que he intentado quitarle la idea a Dai pero es tan cabezota como yo, es imposible. Mi última opción era que su otro padre se negara, pero apenas hace una hora que hemos estado los tres hablando y ha aceptado sin problemas. En cuanto he visto que no había manera de librarme, los he dejado y me he venido para ponerte al corriente. Me parecía que era lo correcto – le explicó.


Takumi se cabreó aún más porque Aomine estaba confiando de nuevo en Akashi al dejar a su hijo al cuidado del mayor. Eso significaba un avance en su relación que podía llevar a una reconciliación si continuaban así y Aomine llegaba a perdonarle, lo cual tenía grandes posibilidades de ocurrir durante su próxima convivencia. No le gustaba nada que ese pelirrojo le estuviera ganando terreno, no podía permitirlo.


- No te irás con él – le ordenó dejando a Aomine perplejo.


- ¿Cómo dices? ¿Me estás dando una orden? - soltó incrédulo.


- Sí, vas a casarte conmigo y si vas a irte a vivir con alguien, será conmigo – sentenció.


- Sí, voy a casarme contigo, cumpliré mi palabra, aunque sabes perfectamente por qué lo hago, porque no me queda más remedio y te has aprovechado de mi situación para atarme, pero eso no te da ningún derecho a darme órdenes. Te diré algo y espero que te quede claro. No soy tu marioneta, yo tomo mis propias decisiones así que si para estar con mi hijo, tengo que vivir con su otro padre, lo haré por mucho que te opongas. Solamente he venido a informarte, no a pedirte permiso – le dijo indignado antes de levantarse y marcharse de allí.


Aomine salió con prisa más enfadado que nunca. Aquel hombre se había atrevido a tratar de imponer su voluntad, ni siquiera al mismo Akashi le había permitido algo así en sus largos años de relación. ¡Era increíble! Le daba vueltas al asunto, pero la decisión ya la había tomado desde el momento en que había hablado con su hijo y Akashi y nada ni nadie le haría cambiar su opinión al respecto. Había decidido esperar al día siguiente para marcharse a la casa de Akashi pero con el enojo que llevaba encima, aceleró aquella ida, esa misma tarde iría a la casa de Akashi, porque a Aomine Daiki, nadie le iba a controlar. Ya podía hoy diluviar, tronar, caer el mismo apocalipsis u oponerse todo lo que quisiera Takumi, que él hoy mismo estaría en la casa de Akashi así fuera hasta sin equipaje.


Cuando Akashi vio venir a Aomine, supo por su forma de caminar que había ocurrido algo malo con Takumi, lo cual a él, le beneficiaba. Miró a su hijo que detuvo su juego para acercarse a su padre y ambos esperaron a que Aomine llegase hasta ellos.


- ¿Qué tal ha ido? – preguntó Akashi.


- Nos vamos hoy mismo a tu casa. Nos vamos ahora – contestó enfadado pasando de largo por medio de ambos pelirrojos.


Los dos le miraron extrañados, sobre todo su hijo que nunca había visto de ese humor a su padre, pero Akashi sonrió.


- ¡Ohh! – exclamó Akashi con tono divertido sosteniendo la pelota de baloncesto entre sus brazos – a alguien le han intentado imponer sus ideas.


- No lo entiendo – dijo Daisuke.


- Lo que quiero decir es que ese tal Takumi no conoce nada bien a Aomine Daiki – sonrió – Cuanto más traten de dominarle, más terco se vuelve, hay que utilizar con él la psicología inversa, decirle que haga lo contrario a lo que quieres que realmente haga.  Dai… estamos más cerca que nunca de conseguir vivir juntos permanentemente – le dijo Akashi agachando su mano tras su espalda y estirando la palma para que el niño, con una gran sonrisa, la chocase divertido viendo ya la posibilidad ante él de juntar a sus padres.


Akashi le pasó la pelota a Daisuke y le comentó que en este momento, era mejor hacer caso a su padre en todo, Takumi lo había empujado en su dirección movido por el enfado que debía llevar.


- Si vas a mudarte ahora mismo… ¿Quieres que pasemos por un supermercado a comprar lo que falta? – le sonrió Akashi haciendo sonreír al niño también.


- Evidentemente, tu casa es como la Sede anti-niños. No tienes nada para él.


- Dejaré que compres lo que quieras mientras me dejes utilizar a mí la tarjeta, ¿vale?


Aomine dudó un segundo. Los gastos de Daisuke siempre había sido algo de lo que él en persona se había ocupado pero reconocía… que ahora Akashi también estaba involucrado en esta extraña unidad familiar, así que por una vez, decidió ceder.


- De acuerdo.


Akashi sonrió. Él había llegado a conocer a todo su equipo, controlaba y dominaba con arte y maña a todos los jugadores de la Generación de los Milagros y desde luego… Aomine no era un secreto para él. Cuando se enfadaba sólo había una cosa probada que conseguía relajarle, una buena sesión de sexo, pero ahora, no podía hacerlo, así que no le quedaba más remedio que acatar sus deseos hasta que se le pasara el enfado. Al menos estaba contento, porque Takumi acababa de ponerle en bandeja de plata a ese moreno, lo había lanzado a su casa, a sus brazos. Nadie en su sano juicio le diría jamás a Aomine Daiki lo que tenía que hacer con su vida, ni siquiera él era tan idiota como para hacerlo.


Comprando en el supermercado, Akashi mantuvo la boca cerrada. No quería meter la pata con Aomine, así que sólo hablaba con su hijo sobre los productos que compraba. Las pocas maletas con el equipaje ya estaban en el coche, así que de allí, irían directamente a casa. Por suerte para Akashi, ese día había venido con su chófer y es que deseaba ir atrás con su hijo y el chico al que amaba. Pero su gran día… se oscureció de golpe con una frase de Aomine.


- ¿Necesitamos papel higiénico? – preguntó Aomine mirando a un sonrojado Akashi.


- Creo que sí. Coge un par por si acaso.


Aomine vio el sonrojo en el rostro de Akashi. No era idiota, Akashi ocultaba algo y debía ser algo tremendamente vergonzoso. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Aomine, pero Akashi en cuanto acabaron de comprar, volvió al coche y trató de que todos olvidasen ese tema.


En cuanto el coche llegó a la puerta de la gran mansión, Akashi ni siquiera esperó a que el coche se detuviera por completo ni a que le abrieran la puerta. Abrió él directamente y salió como alma que lleva el diablo corriendo como un desesperado hacia la puerta, seguido inmediatamente por Aomine, dispuesto a descubrir qué le ocurría a Akashi.


- ¿Qué le pasa? – preguntó Daisuke al ver a su padre salir también del coche.


- Que tu padre oculta algo y yo voy a averiguar qué es – sonrió mientras corría tras Akashi.


- Corre, papá, corre – gritaba Daisuke divertido al ver a sus padres comportarse como dos colegiales. Nunca esperó que sus padres fueran tan divertidos estando juntos, no podía parar de reír.


Akashi llegó hasta el baño de la primera planta y abrió la puerta con rapidez buscando entre los cajones los rollos de papel higiénico con su cara estampada en ellos. Aún se avergonzaba de aquel maldito anuncio publicitario que tuvo que hacer cuando llegó a Estados Unidos. Le habían pillado con la guardia baja por su ruptura con Aomine. Por suerte para él, pudo comprar todos los rollos de papel que habían fabricado para que no salieran al mercado y anuló el contrato para que no salieran más.


Aomine al entrar en el baño, vio a Akashi tratando de deshacerse de esos rollos lanzándolos por la ventana y esparciéndolos por el jardín. Los criados miraban divertidos como llovía papel higiénico con el rostro de Akashi sobre los arbustos del jardín. Divertido, Aomine cogió de la cintura a Akashi y lo bajó al suelo desde el taburete donde estaba subido lanzando rollos.


- Suéltame gigantón engreído – gritó Akashi revolviéndose entre los fuertes brazos de Aomine.


Le costó mucho trabajo a Aomine quitarle uno de esos rollos, pero cuando lo hizo y vio la cara de Akashi impresa en él, empezó a reír sin poder parar.


- No creí que fueras a hacer este tipo de cosas… mírate, el gran Akashi Seijuuro en un rollo de papel higiénico – se reía Aomine.


- Dame eso. Es lo más vergonzoso que he hecho en mi vida y no teníais que haberlo visto.


- ¿Por esto me has dicho que comprase rollos? Querías cambiarlos para que no los viéramos. Qué malo eres, Akashi, ahora puedes besarme el culo – le comentó enseñándole el rollo de papel con su cara mientras hacía muecas con los labios.


- Eres increíble… - se quejaba Seijuuro y le habría dicho algo peor pero Daisuke entró viendo cómo ambos se divertían con aquel rollo de papel.


- Ala… tu cara está en el papel higiénico. ¿No te da cosa que la gente vaya a limpiarse con tu cara? – sonrió Daisuke haciendo reír aún más a Aomine.


- Tengo que contar esto – dijo Aomine al final pero Akashi cogió de la parte de atrás de la camiseta a Aomine y lo arrastró de espaldas por todo el pasillo tras él hasta sentarle en una silla.


- Todos aquí tienen un contrato de confidencialidad respecto a eso – comentó – y tú también lo vas a firmar. Ese papel higiénico no va a salir a la luz.


- No pienso firmar, Akashi.


Aomine observaba divertido sentado desde su silla cómo Akashi, con cara de pocos amigos pero una brillante y decidida sonrisa, caminaba por la habitación hasta encontrar en uno de los cajones, sus famosas tijeras a las que todos temían.


- No te atrevas – le dijo Aomine algo aterrado.


- Firma – susurró Akashi mostrando su rostro más macabro y terrorífico.


- No puedes obligarme.


- Firma, Aomine. Ahora – le ordenó acercándose hacia él con lentitud, por lo que Aomine al verle tan cerca, cogió el boli con rapidez firmando.


- Vale, ya está, no diré nada – sonrió – pero cálmate – Por cierto, Dai… ¿A quién animabas tú desde el coche?


- A papá, claro está. ¿Quién ha ganado?


- Yo, evidentemente – señaló como si fuera obvio - ¿Y quién es papá? – dijo Aomine señalando primero a Akashi y luego a él para repetir la acción, haciendo así sonreír al pequeño que se había visto descubierto. Claramente él animaba a Akashi, que era su compinche para conquistar nuevamente a Aomine.


- Tú, por supuesto – sonrió Daisuke mintiendo hacia Aomine, viendo cómo Akashi trataba de ocultar de nuevo el papel aunque Aomine cogía un rollo de sus brazos.


- Uno me lo quedo, sé que deseas aún ver mi terso trasero y besarlo – susurró Aomine con una gran sonrisa siguiendo con la burla a ese pelirrojo.


- A tu trasero, le haría algo más que besarlo – le susurró Akashi sensualmente – quédate ese rollo, así me recordarás hasta cuando vayas al baño. Ahora ya sabes que vayas donde vayas, no puedes huir de mí – mordió con cierto toque lujurioso el lóbulo de la oreja de Aomine disimulando frente a Daisuke para luego, marcharse de la habitación con una sonrisa.


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