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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Había pasado una semana desde que todos habían ido a ver a Aomine y se habían enterado de la boda de Kagami y Tetsu. Algunos de ellos aún pasaban de vez en cuando para enterarse de cómo iba la rehabilitación de Aomine, sobre todo… después de que el día anterior le quitasen los puntos y le dieran vía verde para empezar con la rehabilitación.


Aomine odiaba tener que estar haciendo rehabilitación y no por la persona que Akashi había contratado para atenderle en casa, sino por el dolor que suponía mover la pierna tras la operación y por el aburrimiento de los días sin poder ir adónde él quería, teniendo que depender de esas frustrantes muletas para todo. Las palmas de sus manos empezaban a mostrar síntomas de moratones gracias al peso que cargaba sobre ellas por esas muletas.


Akashi se había marchado temprano esa mañana para ir a entrenar y hasta la tarde no vendría el rehabilitador que el pelirrojo había contratado específicamente para su lesión. Las mañanas eran un aburrimiento absoluto, Akashi se marchaba a las siete de la mañana, dejaba a Daisuke en el colegio a las ocho y no volvía hasta las doce.


Toda esa mañana, Aomine estuvo tumbado en el sofá cambiando de canales. Ni siquiera transmitían algo decente en la televisión. Era insoportable tanto aburrimiento. Pensó en llamar a Tetsu y hasta a Bakagami, pero se dio cuenta de que estarían trabajando a esas horas. Todo parecía un mal plan, todo destinado a su total aburrimiento.


Decidió ir al baño de esa misma planta. Cogió las muletas y caminó por el pasillo hasta llegar al baño, pero al darse la vuelta, algo llamó su atención. El pasillo tenía forma de T, pero un lateral era más corto que el otro. Miró a su lado, junto a la puerta del baño. Era una pared con un bonito y caro cuadro.


- Qué raro – exclamó Aomine para sí mismo.


El moreno entró al baño y tras orinar, decidió investigar aquel suceso puesto que… no paraba de darle vueltas a lo poco exactas que eran las medidas del pasillo. Akashi siempre había sido muy meticuloso y cuidadoso, todo tenía que ser perfecto, no habría permitido algo tan asimétrico como aquello.


Se acercó a la ventana del baño, ésa por la que una vez Akashi empezó a lanzar rollos de papel higiénico. Abrió el cristal y miró al exterior. El jardín estaba impecable como siempre, pero no era eso lo que quería comprobar, sino ,precisamente, que la estructura de la casa continuaba pese a que el pasillo se cortaba. Eso sí era raro y estaba claro que ahí había un trozo más de casa que él no había pisado. Akashi ocultaba algo y debía ser algo grande por la cantidad de pasillo que faltaba respecto al otro extremo.


El rostro de Aomine se iluminó, un nuevo secreto de Akashi para descubrir era lo que necesitaba para hacer más divertida su aburrida estancia en esa mansión con la pierna mal. Cerró la ventana y salió del baño caminando hasta la pared. Tenía que haber algo y lo tuvo muy claro cuando al golpear la pared, se escuchaba hueco al otro lado. Había una habitación tras esa pared.


Investigó un poco por los alrededores de la pared. Al final, tuvo que dejar las muletas apoyadas contra una mesilla mientras apartaba el cuadro. Allí estaba el botón para abrir la puerta de la siguiente sala, aunque con contraseña. Por suerte para Aomine… la contraseña de Akashi siempre había sido muy fácil… era el nombre de su amada madre. No tuvo problemas en abrir el cristal que cubría el interruptor y darle para abrir la puerta.


Encendió la luz en cuanto entró por aquella sala para ver las inmensas y largas estanterías metálicas llenas de cajas bien cerradas. Aomine se quedó perplejo durante unos segundos, no sabía qué era todo aquello pero tenía una cosa muy clara, iba a descubrir lo que escondía ese pelirrojo con tanto empeño.


Se acercó con las muletas hacia una de las cajas y se sentó en el suelo sacando la primera. Con unas llaves abrió el celo para poder descubrir lo que había en su interior. Ante sus ojos y tras quitar todo el poliespan de  protección, apareció una caja de pastillas con el logotipo de la empresa farmacéutica y una fotografía de Akashi haciendo publicidad.


¿Eso era lo que escondía su chico? ¿Más cosas de publicidad aparte del rollo de papel higiénico? Abrió otra caja grande de cartón para sacar más cosas, había de todo, desde “Tampones para sentir al verdadero emperador dentro de ti” hasta “Preservativos de sabores para disfrutar del aroma del emperador” y la viagra “para ser un auténtico emperador”. Aomine no podía dejar de reírse a cada lema que los publicistas habían atribuido para dar a conocer su marca. Era imposible no reírse al imaginar a Akashi haciendo aquellos absurdos anuncios de esos productos.


- ¿Qué haces aquí? – escuchó Aomine a su novio en la puerta – creí que había dejado la puerta bien cerrada con contraseña.


- Sei… siempre utilizas como contraseña el nombre de tu madre. Eres demasiado obvio.


- Ohhh, gracias por decirlo, para la próxima vez la cambiaré – sonrió – ahora en serio, ¿cómo has descubierto mi almacén?


- Por el pasillo y tu manía enloquecedora de que todo sea homogéneo e igual. El pasillo no lo era. ¿Qué es todo esto, Sei?


- Mi almacén – comentó – todos los productos publicitarios que me arrepiento de haber hecho en Estados Unidos.


- Aquí hay muchas cosas. Creí que sólo tenías el papel higiénico – sonrió Aomine.


- Por favor… estuve años dolido por tu ruptura y las empresas publicitarias se aprovecharon de ese bajón. No me importaba en aquel momento nada más que tú, pero a ti no te podía tener, te había perdido.


- No me pareció que nuestra ruptura te doliera tanto – dijo Aomine – no hiciste nada para arreglarlo, ni siquiera viniste a despedirte de mí antes de coger el vuelo.


- No creí que quisieras verme. Cogí todo el dolor y lo encerré lo más hondo que pude. Pensé que si no querías estar conmigo… no podía hacer nada para cambiarlo. Que no me despidiera y que la gente no me viera llorar o lo afectado que estaba no significa que no te amase ni que no me doliera. Me hundiste en aquella ruptura pero no sabía cómo remediar aquella situación y ya había firmado el contrato. Tuve que irme y es una de las cosas de las que más me arrepiento, porque perdí la oportunidad de estar contigo y con Dai durante todos estos años. Si hubiera sabido lo de tu embarazo… habría vuelto contigo al instante o habría hecho algo, lo que fuera. No pensé que pasarías por esa situación tú solo.


- Así que.. viagras – sonrió Aomine enseñándole la caja, tratando de borrar la tristeza y culpa que se había dibujado en el semblante del pelirrojo al tocar el delicado tema de su ruptura.


- Sí – sonrió Akashi – al parecer querían dar a los ancianos la misma vitalidad que tenía yo, no sé… las frases que pusieron eran un poco…


- Ya… hasta preservativos de sabores – sonrió de nuevo Aomine – esto sería bueno probarlo.


- Yo estoy disponible cuando quieras probarlos – comentó Akashi con una gran sonrisa juguetona señalándose la entrepierna.


Aomine golpeó el muslo de Akashi con una de las cajas de forma juguetona y a la vez algo molesto. Era increíble que su chico sólo pensase en sexo cada dos por tres cuando siempre había sido él quien empezaba aquellos juegos.


- Eres increíble… ¿Por qué no eres tú quien baja al pilón? – preguntó Aomine sonriendo – quizá deberías probar tú mismo tu propio producto ya que lo publicitas. A no ser...


- ¿A no ser? - repitió Akashi divertido al darse cuenta de que su pareja trataba de hacerle picar el anzuelo de alguna forma.


- A no ser que sea de tan mala calidad que nadie en su sano juicio se lo metería en la boca, así que sería normal que no te atrevieses a probar tu propio preservativo.


Akashi sonrió sabiendo exactamente lo que pretendía conseguir Aomine, pero era una batalla perdida para la antigua estrella del Tôô, ya que el pelirrojo iba a salirse con la suya de nuevo.


- Oh, te equivocas – le contestó con una sonrisa traviesa que hizo entender a Daiki que esa vez no iba a tener la suerte de que su chico no decidiera plantarle cara en esa pelea de poder – el material es de primerísima calidad, digno de la delicada piel de un emperador como yo. De hecho, vas a tener el honor de ser uno de los privilegiados de probarlos y ver, o más bien, oler que el eslogan no es para nada publicidad engañosa.


Mientras decía todo aquello, Akashi había sacado un preservativo de sabor de su caja y le quitaba el envoltorio frente a un alucinado Aomine, quien trató de ponerse de pie de forma inútil debido a la mano que ejercía cierta presión sobre su hombro para evitar que se moviera de su sitio.


- Deja que mi excitante fragancia impregne tus fosas nasales – comentó con sorna el pelirrojo a la vez que se sacaba su miembro y lo acercaba a la nariz de Aomine junto al condón.


Aomine se quedó sin habla, no por el descaro de su chico ya que estaba acostumbrado a su carácter, sino porque, realmente, aquel trozo de látex olía exactamente como la parte íntima que se acercaba peligrosamente a su boca. No tenía ni idea de cómo habían logrado aquello, pero era increíble.


Akashi aprovechó que Aomine parecía estar demasiado impactado para colocarse el preservativo en su ya erecto miembro y pasear la punta por los labios del chico jugueteando con ellos, con la intención de abrirse paso en esa húmeda cavidad y adentrarse en ella. Era muy conveniente haber vuelto antes a casa y haber pillado a Daiki justo en ese momento, así no perdía tiempo y podía ir directo al grano ya que lo tenía justo a la altura y postura ideal para disfrutar sin que la rodilla de su chico supusiera un problema.


Aomine frunció el ceño cuando su lengua entró en contacto con el resbaladizo material, pero sólo duró apenas unos segundos, porque después la comisura de sus labios se curvó hacia arriba. Parecía que Akashi se había salido con la suya, así que lo mejor era sacar provecho de la situación y pasar un buen rato juntos.


Un ronco jadeo escapó de la garganta del pelirrojo al notar cómo el hombre sentado frente a él usaba su lengua para jugar con el extremo de su longitud con perversa experiencia. Akashi se excitaba más y más no sólo por la forma en que Aomine sacaba y metía su miembro en su boca, succionándolo y mordisqueándolo, proporcionándole un inmenso placer o por la manera con la que jugueteaba con sus testículos, sino por la mirada desafiante y, a la vez, divertida que tenía en sus azules ojos, los cuales estaban fijos en su persona y no se había apartado ni un sólo segundo desde que ese juego había comenzado.


No tardó mucho más en eyacular dentro de aquel condón de cuyo sabor no tenía ni idea porque no se había fijado en la caja que había cogido, al tener prisa por cerrarle la boca a Aomine de esa deliciosa forma.


- ¿Sigues pensando que mis productos son de mala calidad? - le preguntó Akashi mientras hacía un nudo preservativo usado.


- He de admitir que estos – dijo señalando la caja de condones – son mejores de lo que pensaba, así que debo retractarme de mis palabras. El sabor es intenso y claramente el eslogan no miente – sonrió mientras cogía el pañuelo que Akashi le prestaba para limpiar cualquier rastro de saliva y lubricante de sus labios.


- Puede que no esté muy orgulloso de todo lo que hay en esta sala, pero ten por seguro que no cedería mi imagen ni mi nombre a productos de dudosa calidad – se regodeó.


- Oh, pero yo sólo he hablado de los condones, no del resto de artículos. Es lo único que he probado – quiso bajarle el ego ya que aunque Akashi hubiese ganado la batalla, no significaba que la guerra también. Él iba a ser el único vencedor de la misma... o eso pensaba.


- Oh, pero eso tiene fácil arreglo – sonrió de forma perversa abriendo diferentes cajas y cogiendo diferentes objetos de su interior – tan sólo debes seguir probando.


Antes de que siquiera pudiera abrir la boca para rechistar, Akashi lo había levantado con una fuerza inusitada y lo arrastraba fuera de aquel almacén secreto. El tiro le había salido por la culata y acababa de convertirse en el conejillo de indias del pelirrojo.


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