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Baloncesto callejero por Fullbuster

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En cuanto oyó el sonido metálico del cerrojo que se cerraba, Aomine supo que las posibilidades de escabullirse de allí en muletas eran muy bajas, pero cuando se giró y vio la sonrisa pervertida de Akashi, quien sujetaba diferentes juguetes y materiales de índole sexual en sus manos, supo que no tenía escapatoria alguna.  En el interior de Daiki se desarrollaba una batalla entre las emociones que la penetrante mirada del pelirrojo había despertado. Por una parte, estaba paralizado por el respeto y temor que le infundía la fuerte aura que le rodeaba; era una de las raras ocasiones en las que se veía incapaz de llevarle la contraria, de plantarle cara a Akashi para pararle los pies.


Por otra parte, estaba excitado precisamente por la misma razón, su libido estaba a punto de explotar al sentirse dominado por la intensa presencia de su pareja, pero pese a tener unas inmensas ganas de arrancarle la ropa y tirarlo a la cama, hizo lo posible e imposible para controlarse sacando fuerzas de donde pudo, con tal de esconderle a Sei lo que éste le provocaba, no quería darle la satisfacción de que averiguase cuánto le encendía verle de aquella manera tan imponente. Además, tampoco le apetecía demasiado convertirse en su cobaya y probar los productos para adultos de dudosa calidad que Akashi publicitó en Estados Unidos.


- Recuerda que el médico me ordenó no forzar la pierna – le recordó tratando de detenerle al ver cómo se acercaba lentamente hacia él.


- Lo sé, y por eso mismo es que me va a tocar hacer casi todo el trabajo a mí de nuevo. No sabes lo mucho que estoy deseando que no puedas usar más esa excusa y así empotrarte contra la pared y metértela como nunca nadie te la ha metido hasta ahora.


Todo el cuerpo de Aomine fue recorrido por un potente escalofrío al escucharle decir esas palabras, pero no estuvo seguro si fue de miedo, de excitación... o ambas cosas juntas.


- Estás dando por hecho que tengo ganas de sexo pero no es así – dijo Aomine sin moverse para no demostrar debilidad ante el pelirrojo, pese a que su mente le decía que huyera al presentar el peligro inminente.


- Ya lo creo que es así. Esto es una prueba fehaciente.


De un sólo tirón, Akashi bajó el pantalón deportivo que el moreno llevaba, dejándolo en evidencia al mostrar la enorme erección que tenía Aomine.


- Si hasta no te has puesto ropa interior – se burló Akashi ensanchando su sonrisa – mejor así, ahorramos tiempo y podemos ir directos al grano.


Aomine no tuvo ni tiempo para reaccionar, casi al segundo siguiente, se encontró tumbado en la cama con Akashi sentado a horcajadas sobre él. Quiso apartarlo pero no pudo, no sólo por miedo a hacerse daño en la rodilla, sino porque ver a Akashi desvestirse lentamente frente a él fue superior a su fuerza de voluntad. Con la mirada fija en el pelirrojo, se maldijo una y otra vez por caer en las zarpas de ese león. ¿Por qué tenía que ser tan sensual? ¿Por qué se tenía que desanudar la corbata de forma tan seductora?


Antes de que terminase de quitársela, Aomine tiró de aquel trozo de tela alrededor del cuello de Akashi y unió ambas bocas en un pasional beso. Tras la sorpresa inicial, Seijuuro sonrió sobre los labios de su novio al haber conseguido tentarlo, tanto que no pudo resistir más y dejó su cabezonería a un lado para dar rienda suelta a su lado salvaje, o todo lo salvaje que podía ser teniendo en cuenta las circunstancias.


Entre besos, mordiscos y caricias desesperadas, consiguieron desprenderse de toda la ropa que llevaban encima y quedarse como vinieron al mundo. Sin soltar los labios de Aomine, Akashi cogió el bote de lubricante que había abandonado temporalmente sobre el colchón, aunque tuvo que romper el beso para poder abrirlo.


- Tienes que estar de coña. ¿''Deslízate como un emperador''? - soltó Aomine entre risas ganándose la mirada reprobatoria del otro - ¿Es que la agencia que se encargó de la publicidad de tus productos no sabían decir otra cosa que ''haz tal cosa como un emperador''? No fueron muy originales...


Aomine se sobresaltó al sentir un par de dedos en su interior de repente que le impidió seguir burlándose de Akashi. Ni siquiera se había percatado de cuándo el pelirrojo había abierto el bote y se había impregnado las manos para después abrirse paso dentro de su trasero a la vez que masajeaba su miembro.


- Parece que ahora ya no te ríes tanto, ya no te importa el eslogan usado – fue el turno de Akashi de reírse mientras sacaba y metía los dedos con fuerza. Sólo jadeos obtuvo como respuesta.


Tras varios minutos preparando a Aomine, dejó de volverlo loco de placer y cogió una caja de condones, pero esta vez no eran de sabores. No parecían tener nada especial por el aspecto de la caja aunque a Daiki le extrañó el eslogan escrito en ella.


- ¿''Ten al emperador en tu interior''? - preguntó Aomine al no entender lo que querían decir con aquello.


El desconcierto y la curiosidad del de ojos azules crecieron por igual al ver que Akashi se mantuvo en silencio y su expresión cambiaba a uno de disgusto, aunque no tardó demasiado en comprender su actitud cuando le vio ponerse un condón y pudo ver el rostro del pelirrojo impreso en la punta. Las carcajadas no se hicieron esperar y toda la estancia se inundó de la incontrolable risa de Aomine.


Akashi frunció más el ceño. Por eso era que los mantenía ocultos en su almacén secreto, ni siquiera había sido su intención llevarse precisamente esos preservativos, pero con las prisas no se había fijado demasiado y había cogido los primeros que había visto. Quiso hacer callar a su novio de una manera parecida a la anterior, por lo que agarró su miembro con una mano y lo acercó hasta la entrada de Aomine, pero antes de que pudiera meterlo, una mano se lo había impedido.


- Ni de coña. No quiero que tu cara entre en mi culo. ¿Cómo vas a meterlo? ¿Estás loco? – dijo acojonado Aomine.


La expresión del pelirrojo se relajó y volvió a cambiar mostrando una sonrisa de diversión al ver que podía sacar algo positivo de ese vergonzante producto: fastidiar a Aomine.


- Pensaba que era lo que querías, por algo querías quedarte con el papel higiénico – le rebatió con tono burlón.


- No es lo mismo... – trató de justificarse.


- No te quejes, vas a ser la persona más afortunada del mundo al tener al emperador dentro de ti por partida doble – le interrumpió Akashi apartando la mano que le impedía llegar a su destino.


La discusión se acabó en el momento en que se introdujo dentro de él, centrándose ambos en el placer que estaban experimentando y en disfrutar al máximo. Unos minutos después, ambos llegaron al orgasmo y Akashi se tumbó al lado de su pareja para recuperar el aliento, pero tuvo que inclinarse levemente para apartar la caja de condones sobre la que había caído. Aomine se la quitó de las manos y la miró durante unos segundos con reproche.


- Deberían poner una foto que explicase ese estúpido eslogan – se quejó antes de dejar la caja con molestia sobre la mesilla de noche.


Akashi no quiso continuar con aquella discusión sin sentido y tras darle un tierno beso, pasó el brazo de Aomine por su cintura para que se agarrase. Sabía cuánto le gustaba a Aomine dormir agarrado y más… agarrado a él. Aomine sonrió pero de esas pocas veces que él lo permitía… hoy sí se dejó mimar, apoyando la cabeza en el pecho del pelirrojo mientras sentía sus ágiles dedos acariciar su cabello. Los dos se quedaron dormidos prácticamente al momento, aunque a la mañana siguiente, los golpes de Daisuke en su puerta les hizo despertarse.


- Papá… venga, despertad, que vamos a llegar tarde – les gritaba al otro lado de la puerta.


- ¿Tarde a dónde? – preguntó Akashi hacia Aomine.


- Al colegio – le remarcó Aomine al ver la hora.


- Que lo lleve el chófer hoy – dijo Akashi dándose la vuelta para intentar volver a dormirse, pero Aomine ya se había puesto un pantalón y se había acercado hasta la puerta con las muletas para abrirla. Daisuke entró a todo correr lanzándose sobre la cama y el cuerpo de su padre.


- Venga, papá, que llegamos tarde.


- Oh… tengo sueño – dijo Akashi.


- Pero, papá… me lo prometiste.


- ¿Qué prometí? – preguntó ahora confuso abriendo los ojos y apartando la almohada de él.


- Hoy es el día de las profesiones, me prometiste que irías al colegio y me escucharías hablar sobre tu profesión.


- ¿Era hoy cuando iban los padres? – preguntó Akashi sorprendido – está bien, ya me levanto. Te lo prometí. Deja que haga un par de llamadas al trabajo para excusarme y soy todo tuyo, Dai – le aclaró Akashi cogiendo el teléfono de la mesilla.


Tanto Akashi como Aomine se dieron prisa en bajar, desayunar y arreglarse para llevar a Daisuke al colegio. Akashi jamás esperó que él tuviera que volver a un colegio para escuchar a su hijo hablar sobre él y su profesión, pero ya que Daisuke le había elegido, no podía defraudarle. El que acabó tardando fue precisamente Daisuke, que se entretuvo con algo en el piso superior, pero a la tercera llamada, bajó corriendo con la mochila hasta arriba. Akashi pensó que la cremallera estallaría en cualquier momento.


- ¿Pero que llevas ahí? – preguntó extrañado.


- Las cosas necesarias para mi exposición. Tranquilo… no te defraudaré.


Seijuuro no pudo hacer otra cosa más que sonreír y acariciar el cabello de su hijo al verle pasar dirección al coche. Aomine se empeñó en acompañarle y por mucho que había tratado de quitarle esa loca idea de la cabeza, fue imposible con ese terco cabezón. Él ya estaba de copiloto, con el cinturón puesto y las muletas a su lado esperando a que él entrase. No había nadie que pudiera con el carácter de Aomine, tan sólo leves batallas era capaz de ganarle a ese salvaje moreno. Al final, tras un resoplido, subió al coche y condujo hasta el colegio de Daisuke.


Allí estaban todos los padres esperando las exposiciones de sus hijos, explicando y sintiéndose orgullosos de sus padres y por supuesto… sus padres sintiendo aún mayor orgullo por las palabras tan especiales de sus hijos. Había fontaneros, electricistas, grandes empresarios, banqueros y hasta simples jardineros, pero todos compartían algo en común, la admiración de sus hijos.


Cuando llegó el turno de Daisuke, la sonrisa se le escapó de los labios a Akashi. Nunca antes había sentido tanta felicidad porque alguien hablase maravillas de él, de su vida y lo que había logrado… llegar a la NBA. Estaba tan absorto escuchando las palabras de su hijo, que al sentir el codo de Aomine sentado a su lado golpear en uno de sus costados, lo primero que le salió fue un siseó indicándole que callase y parase, pero Aomine insistió.


- Sei… - susurró a su oído – deberías hacer algo.


- ¿Qué? – preguntó abriendo los ojos para encontrarse a su hijo con un rollo de papel higiénico con el rostro de Akashi más una caja entera de preservativos.


- Mi padre hacía publicidad de todo tipo en Estados Unidos. ¡Hasta sacó chicles de sabores! – comentó enseñando las bolsitas de preservativos de sabores que Daisuke pensó que eran chicles.


- La madre que lo parió – susurró Akashi rojo como un tomate al sentir el silencio sepulcral que se había formado en la sala.


Estaba claro que todos los padres habían identificado esos sobres como envoltorios de preservativos, pero los niños iluminaron sus ojos pensando en caramelos. Todos los padres lanzaron una mirada incriminatoria y reprochadora hacia ambos chicos por haber dejado algo así al alcance de su hijo.


- Haz algo – le dijo Aomine en susurro.


- Tranquilo… sólo piensa que son chicles, no ocurrirá nada. Hagamos parecer que todo es una situación normal.


- ¿Normal? Tiene un paquete de preservativos en la mano.


- No pasa nada. Tranquilo.


- Ahora repartiré chicles para todos – se escuchó a Daisuke justo cuando Aomine miraba con reproche a Akashi.


- Vale, ahora puedes empezar a preocuparte – dijo Seijuuro levantándose con rapidez ya que Aomine no podía con las muletas y cogiendo el paquete de preservativos con la mano antes de que su hijo repartiera aquello entre sus compañeros. - … veréis… es que estos caramelos ya tienen mucho tiempo, ya os traeré mañana una bolsa llena para todos – comentó Akashi observando cómo el primer reparto sí había llegado a su destino y uno de los padres miraba con cierta sonrisa el preservativo en su mano.


- Aomine Daiki… Akashi Seijuuro… al despacho de la directora ahora mismo – informó la profesora ante la sonrisa del resto de padres y el asombro de los alumnos.


Los dos caminaron por el pasillo mientras Akashi sostenía en su mano el paquete de preservativos.


- ¿Por qué lo dejaste a mano de Dai? – preguntó Aomine – eres un irresponsable.


- ¿Yo? Pero si tú fuiste el último en tocar la caja. Recuerdo claramente que la dejaste en la mesilla de noche.


- Eso es mentira, fuiste tú quien la dejó.


- No – aclaró Akashi sonriendo – yo la aparté de la cama y tú me la quitaste de la mano para leer ese estúpido eslogan, luego la dejaste en la mesilla.


- No es cierto – se defendió Aomine.


- Por favor… yo nunca he estado en el despacho del director. No creí que tendría que ir ahora a mi edad a uno.


- Y yo no creí que volvería a uno – dijo Aomine al recordar que solía estar siempre en el despacho del director. Ambos chicos al escucharse sonrieron - ¿Has visto la cara de los padres? – empezó a reírse Aomine.


- Vamos a ser la comidilla del barrio durante un tiempo.


- Somos unos padres “modernos” – dijo Aomine como si nada.


- Pervertidos más bien – aclaró – pero bueno… ¿Qué le vamos a hacer? Acabemos con la directora de una vez. Déjame hablar a mí.


- ¿Por qué? Yo tengo más experiencia en estos casos. Calla, déjame a mí y aprende del mejor – aclaró Aomine encaminándose al despacho.


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