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El Heredero por moskafleur

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Conforme subían la gran escalinata dorada del teatro, Sanji no podía evitar reparar en la gran candidad de miradas depositadas en Zoro. Era un hombre atractivo, no cabía duda. Al menos una vez refinado. Y su cabello verde era bastante llamativo también.

Los pasillos estaban llenos de personas adineradas llevando sus mejores galas. Puede que fuera por el nerviosismo o quizás por los sentimientos que había desarrollado últimamente, no había mirado a ninguna mujer desde que habían entrado. Inevitablemente, su mirada siempre acababa en el espadachín.

Los cuatro integrantes entraron a su correspondiente palco y se sentaron dos filas de dos, Franky con Robin y Sanji con Zoro.

El peliverde parecía distraído, nervioso. Sanji le tocó el brazo y le dijo "Tranquilo, todo va a ir sobre la seda", a lo que el espadachín sonrío débilmente y poco convencido. La exhibición dio comienzo entonces.

 


 

Apenas habían pasado 10 minutos cuando Sanji se percató de que Zoro estaba mordiéndose la carne cercana a la uña del pulgar.

 

- Deja de hacer eso, vas a hacerte sangre

- Estoy nervioso, déjame en paz

- Tienes que hacerle ver que eres Roronoa Zoro

- ¿Y eso qué tiene que ver con mi puto dedo?

- Un príncipe no se chupa el dedo

- ¡No me estoy chupando el dedo, cara diana!

- Es lo que parece

 

No hubo mayor respuesta que un gruñido por parte de Zoro, pero paró de hacer lo que estaba haciendo, al menos por 30 minutos más. Una vez transcurrió este tiempo, volvió a las andadas.

 

- ¡Marimo, joder, para ya! – le espetó el rubio, y le agarró el brazo, tirando de él hacia abajo para que no pudiera acercarse el pulgar a la boca.

- ¡Para, cook! ¡Suéltame! – respondió intentando zafarse de su agarre.

 

Continuaron forcejeando durante unos segundos, hasta que Sanji entrelazó los dedos con los del espadachín y tiró de la mano hacia sí. Sorprendentemente, hizo efecto, Zoro se quedó quieto, demasiado rígido incluso y no volvió a protestar.

El rubio miró de reojo a Zoro y le encontró mirando al frente con el ceño fruncido. Como acto reflejo acarició con el pulgar el dorso de la mano que tenía agarrada con la suya, y casi instantáneamente consiguió relajarle el gesto.

 


 

Una vez terminada la exhibición, salieron al pasillo. Había llegado la hora, el gran momento. Franky y Robin decidieron abandonar el teatro y dejarlo en manos de Sanji, que era el que de los dos tenía más labia. Por otro lado, Robin no podía intervenir. Si algo salía mal, ella no podía verse implicada, no era justo.

El rubio acompañó a Zoro hasta la puerta del palco de Mihawk, pero antes de que pudiese entrar se le adelantó e interpuso en su camino.

 

- Déjame entrar a mi primero. Te anunciaré como es debido y después, entras tú.

Zoro asintió en silencio, con la mirada gacha, pero cuando Sanji se dio la vuelta se apresuró a añadir algo.

- Coo..Sanji. Verás…

- ¿Sí? – se acercó a él, ante un grupo de miradas curiosas de los presentes.

- Hemos pasado por mucho juntos… - Conforme acortaban las distancias, aquellos que se encontraban cerca de ellos gesticulaban y hacían sonidos de desaprobación.

 

Sanji sabía que esto pasaría. Había sido un sueño y los sueños, sueños son.

 

- Quería agradecértelo, supongo – continuó el espadachín sin despegar sus ojos casi suplicantes de los del otro.

- Claro, no ha sido nada – respondió el rubio algo cabizbajo apartando la mirada.

Pero antes de que Zoro pudiese girarse, Sanji prosiguió.

- Zoro… estoy… yo, am…

- ¿Sí? – se volvió Zoro acercándose a él una vez más.

 

Sanji recuperó las formas y quiso darse una hostia a sí mismo por lo que había estado a punto de hacer. El plan era el plan, había que seguirlo y eso era todo. Esto solo era un pequeño contratiempo, no podían cagarla ahora.

 

- Solo quería desearte suerte - Sacó una rosa roja del bolsillo y se la colocó en la solapa de la chaqueta – Esto ayudará.

- No la necesito – respondió el espadachín con una tímida pero seria sonrisa – pero gracias.

 


 

Sanji entró en el palco de Mihawk parcialmente aterrado.

 

- ¿Alteza?

 

En ese momento, una figura oscura apareció tras un diván que separaba el palco en sí con el hall de la habitación. Era un hombre moreno de aspecto elegante y carácter estoico, de semblante algo siniestro. Sus ropas eran de tonalidades granates y negras, que contrastaban con las joyas doradas que abundaban sobre él.

 

- Alteza. La razón por la que le importuno es porque he encontrado a su sobrino, Roronoa Zoro, que aguarda tras esa puerta.

- He visto suficientes granjeros y plebeyos que afirmaban ser mi sobrino, no veré a ninguno más. No importa lo bien que le hayas teñido el pelo.

- Por favor, permítame tan solo-

- Lárgate – interrumpió Mihawk dándose la vuelta y volviendo al palco.

 

Sanji corrió tras él y se sentó en una butaca a su lado - ¡Por favor! No intento hacerle daño, intento ayudarle. Me llamo Kuroashi no Sanji. Solía trabajar en palacio. En las cocinas.

- Esa es nueva, muy original – respondió el moreno, levantándose y abandonando el palco.

- ¡Si tan sólo me escucha!

- ¡Ya sé lo que buscas. Personas que instruyen a otros en los modales reales para engañar a la gente y cobrar la recompensa! Sé muy bien cómo funciona todo esto.

- ¡PERO ES QUE ES ÉL!

- Sanji… ya sé de qué me sonaba tú nombre. Eres ese hombre de San Petesburgo que organizó pruebas para encontrar a alguien que se pareciese a Roronoa Zoro.

- Hemos venido desde Rusia para ayudarle a-

- Otros han venido desde España. No me importa. ¡Guardias!

 


 

Dos hombres fuertes y altos como armarios lanzaron a Sanji desde la puerta, cayendo en la moqueta del pasillo, a los pies de Zoro.

 

- Ha sido todo mentira – dijo Zoro dándole la espalda. Lo había oído todo desde fuera.

- ¡No, no, no! - respondió él mientras se recomponía de la caída e intentaba levantarse.

- ¿Has estado utilizándome?

- ¡No, no, no, no! – consiguió ponerse de pie, pero Zoro comenzó a caminar en dirección contraria - Oye, puede que empezase así pero todo cambió porque ¡tú eres el auténtico!

- ¡YA BASTA! – le encaró – ¡Has estado fingiendo desde que esto se inició, y no sólo realmente te creí, AGH!

- Zoro, por favor, mírame – contestó el rubio dándole las manos - cuando hablaste de la puerta secreta, y del muchacho que os ayudó a escapar, ese era -

- ¡NO! – respondió soltándo las manos del rubio - ¡NO QUIERO VOLVER A OÍR NADA DE LO QUE DIJE O RECORDÉ, DÉJAME TRANQUILO!

 

Sanji intentó retenerle pero Zoro le dio un puñetazo que le derribó por completo, y abandonó el lugar.

 


 

Un física y emocionalmente dolorido Sanji se despertó del noqueo justo a tiempo de ver a Mihawk abandonar el palco. Corrió tras él disimuladamente, y sin que nadie se diese cuenta se colocó en el asiento del conductor antes de que el chofer pudiera subirse. Aceleró lo más rápido que pudo y abandonó la escena.

 

- Shanks, no corras tanto – dijo Mihawk, dirigiéndose al que creía ser su chofer.

- No soy Sanks, y seguiré corriendo hasta que usted me escuche – respondió el rubio, con los ojos fijados en la calzada.

- Detén el coche y acabaré contigo de una vez por todas.

- No se ofenda, pero eso no es un aliciente en absoluto, no sabe negociar – contestó Sanji con actitud replicante.

 

Sanji continuó conduciendo hasta llegar al motel donde se habían hospedado. Una vez allí, abandonó el automóvil y caminó hasta la puerta de atrás, donde se encontraba Mihawk.

 

- Tiene que hablar con él. ¡Tan sólo véale, por favor!

- No seré molestado por ti ni un momento más – respondió el noble, apartándole el rostro.

 

Ante la negativa, Sanji sacó del bolsillo la caja de música que había llevado consigo desde el día que la dinastía Roronoa desapareció - ¿Reconoce esto? – dijo mientras se la mostraba.

- ¿De dónde la has sacado?

- Sé que le han hecho daño, pero es posible que él haya estado tan perdido y sólo como usted. Aunque lo de perdido lo dudo.

 

Tras observar en silencio la caja durante un par de segundos, Mihawk respondió - ¿No te parará nada, me equivoco?

- Podría decir que soy tan cabezota como usted.

 


 

Mientras tanto, en el hotel, Zoro hacía la maleta de nuevo. No podía creer que todo hubiera tomado un giro tan doloroso. Cuando llegó a Japón no pensó que este fuera un posible desenlace. De algún modo, contaba con que Sanji estaría con él, tanto si salía bien como si salía mal, pero se equivocaba. Nunca debió confiar en él, Chopper se lo había advertido de alguna forma desde el principio.

Sacó la rosa, que el rubio de había dado, de su chaqueta y la tiró a la papelera de la habitación. Chopper iba a quedarse con Franky de ahora en adelante. Probablemente, llevaría una vida más tranquila que la suya, ahora que había hecho tan buenas migas con Nico Robin, y no tenía que seguir moviéndose. Era lo mejor para el animalillo.

Alguien llamó entonces a la puerta.

 

- Cook, lárgate. No quiero hablar contigo.

 

Sin embargo, fuera quien fuese no se dio por vencido y pasó sin más. Para cuando Zoro se giró, con las manos en las empuñaduras de las katanas, preparado para defenderse, ya era tarde.

No era Sanji, sino Mihawk quien le esperaba bajo el marco de la puerta.

 

- Disculpa, pensé que eras otra persona – dijo el peliverde, soltando las katanas.

- Sé muy bien quién creías que era. ¿Quién eres tú, exactamente?

- Esperaba que tú me lo dijeras.

- Tienes muy poco respeto hacia tus mayores y eres cabezota. Me recuerdas a él – comentó Mihawk desinteresadamente, conforme avanzaba por la habitación echando un vistazo a Zoro – pero no eres él, he visto a demasiados como tú – sus ojos abandonaron a Zoro para dirigirse al balcón - Yo mismo me pregunto si recuerdo cómo era mi sobrino – respiró hondo, y encaminándose hacia la salida, añadió – Ya me he cansado.

 

Antes de que pudiera irse, Zoro vio la espada que Mihawk llevaba a la espalda.

 

- Esa espada… - Mihawk se giró hacia él – es como ésta – y le mostró el colgante que había llevado todos estos años. Los ojos del moreno reconocieron el objeto y se acercó a él.

 

Sacó de su bolsillo la caja de música, retiró la llave espada de la mano de Zoro y la introdujo en la caja, haciendo que ésta se abriese y de ella emanara una canción de cuna que le resultaba familiar. Sintieron como la voz de la pequeña Kuina les acompañaba.

 

(Zoro)
Haz que el sueño recuerde

(Mihawk, Kuina y Zoro)
Tú vendrás junto a mí
Cuando llegue diciembre

 

- Zoro…

- Tío

Ambos se abrazaron en silencio.

 


 

Desde la acera, un elegante Sanji, aún enfundado en su smoking, observaba la sombra de una reunión familiar.

Su trabajo había concluido, y no era necesitado por más tiempo.

Notas finales:

Se agradecen los reviews :)


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