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El Heredero por moskafleur

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En algún lugar de Japón, una sombra que oscurecía todo cuanto tocaba se hacía cada vez más poderosa, y se estremecía de pensar en lo cerca que estaba de aniquilar finalmente a su objetivo.

 


 

Mientras tanto en palacio…

 

- Apenas tengo recuerdos de mi madre, pero a Kuina sí que la recuerdo, y a Koshiro.

- En efecto. Nunca le llamaste papá, eras muy desobediente.

 

Ambos sonrieron ligeramente.

 

- No debemos vivir en el pasado. Estamos aquí y ahora, y continuaré tu entrenamiento tal y como te prometí, ¿lo recuerdas?

- Sí, claro. He estado practicando.

- ¿Con tres katanas?

- Sí – respondió orgulloso

- Interesante.

 

Mihawk se levantó y observó cuidadosamente las espadas.

 

- Tienes talento, lo sé, yo siempre he percibido ese tipo de cosas – dijo mientras colocaba en su sitio las katanas – Tienes la sonrisa de tu madre, y su pelo, eso es innegable – esto hizo sonreír al espadachín. Mihawk se aproximó a un mueble en el que guardaba la corona del Zar – pero tienes el porte de tu padre – dijo mientras colocaba la corona sobre la cabeza de Zoro.

 


 

Días más tarde, Sanji se encontró de nuevo rodeado de nobles. Mihawk le había mandado llamar y por unas cosas u otras no se había negado a comparecer ante él.

Entró en el escritorio e hizo una reverencia.

 

- ¿Me llamábais?

- 10 millones de rublos – contestó, señalando una caja llena de fajos de billetes – lo prometido es deuda. Tenéis mi gratitud.

- Acepto su gratitud, pero… no quiero el dinero.

- ¿Qué quieres entonces?

- Por desgracia, nada que esté a su alcance – y para terminar, hizo una reverencia y se encaminó hacia la salida.

- ¿Dónde encontraste esa caja de música? Sí que eras aquel muchacho de cejas ridículamente rizadas, el sirviente que nos ayudó a salir ¿verdad?

- Omita lo de las cejas – respondió entre dientes.

- Salvaste su vida y la mía, y ahora me lo has devuelto. ¿Y no quieres recompensa?

- Ya no hace falta – contestó Sanji apartando la vista.

- ¿A qué se debe?

- Es mejor si no hablo de ello, créame – Mihawk respetó su silencio – debo irme.

 

 

Nada más salir de la habitación, se encontró con Zoro, que vestía tan elegante como se puede esperar de un monarca. En el exilio, pero un monarca, al fin y al cabo.

 

- Hola, "Sanji" – el hecho de que dijese su nombre era un símbolo de distanciamiento entre ellos. Nada mejor que eso podía demostrar como de perdida estaba su causa - ¿Has cobrado tu recompensa?

- Digamos que mis asuntos aquí han concluido – se limitó a contestar, sin siquiera mirar a los ojos a su compañero – Alteza – hizo una reverencia a Zoro – me alegro de que encontrara lo que buscaba.

- Lo mismo te digo – respondió el peliverde. Y se quedó en el sitio viendo a Sanji marchar, luchando contra cualquier instinto de ir tras él.

 


 

Pero antes de marcharse, Sanji tenía que despedirse de alguien más. Entró en los aposentos de Franky y le encontró vistiéndose de forma elegante, junto a Chopper.

 

- Amigo mío, creo que esto es un adiós. Voy a visitar Francia durante un tiempo, así que, si alguna vez vas por allí… avísame – y sonrió al terminar la frase.

Ambos se dieron un fuerte abrazo, y le costó separarse de Franky.

- No estoy llorando, bro, se me ha metido algo en el ojo, eso es todo.

- Por supuesto que sí – rio Sanji – y tú, pequeñín – se refirió a Chopper – pórtate bien, que tu dueño ya está mayor.

- Estás cometiendo un error, bro – dijo Franky acercándose a él.

- En absoluto, ya estás mayor y lo sabes.

- Sabes de qué estoy hablando.

- Créeme, esto es lo único que estoy haciendo bien.

 


 

Mihawk encontró a Zoro mirando a través de una cortina a escondidas el baile que se estaba dando en su honor, tras haber sido conocida la noticia de su aparición.

 

- No está ahí – comentó el moreno a unos metros de él

- ¿Quién?

- El hombre de cejas extrañas

- Estará muy ocupado gastándose el dinero en mujeres, en estos momentos – respondió el espadachín cerrando la cortina

- ¿Es esto lo que realmente quieres, Zoro? ¿Una vida tranquila a la sombra, rodeado de nobleza y fiestas?

- He encontrado el lugar en el que debía estar, esto es lo que he estado buscando, ¿no?

- Y siempre tendrás tu lugar aquí. ¿Pero es eso todo? – Mihawk le puso la mano en el hombro y le miró a los ojos - Zoro, él no quiso la recompensa.

- ¿Ah, no? – respondió sorprendido.

- No importa lo que elijas, siempre tendrás un sitio aquí.

 


 

Necesitaba un poco de aire, por lo que Zoro salió a los jardines a pasear, acompañado de sus inseparables katanas por supuesto.

La noche era agradable, hacía menos frío que en Rusia.

Sin embargo, algo fallaba. Él podía sentirlo.

Según giraba en una esquina le pareció ver una sombra esconderse en el laberinto, y corrió tras ella.

Mal hecho, porque con su gran sentido de la orientación, meterse en un laberinto era un suicidio.

Siguió la sombra lo más rápido que pudo, pero cuando pensó que había encontrado al causante se encontró con nada. Al darse la vuelta, vio como varias sombras se deslizaban bajo sus pies y corrían más adentro del laberinto. Su instinto primario le dijo que debía salir de allí, pero por mucho que lo intentó siempre acababa en el mismo sitio. Incluso podía jurar que las paredes de arbusto se estaban moviendo. Cosa que no era cierta. Finalmente, decidió que la única alternativa era dirigirse hacia donde las sombras pretendían llevarle. Sospechaba que era una trampa, pero qué otra opción tenía; esperar al amanecer, no, desde luego. Además, iba armado.

Fue avanzando hasta que llegado un momento, las plantas que lo rodeaban se retorcían hacia él e intentaban agarrarle. Cortó todas las que pudo haciendo uso de sus katanas, pero llegó un momento en el que optó por correr y alejarse de ellas.

Consiguió salir del laberinto para encontrarse en un puente abandonado.

 

- Roronoa Zoro – le llamó una voz - ¿me recuerdas?

 

Ante él se alzaba una gran sombra de pura oscuridad, un alma carcomida por un deseo egoísta y vil.

 

- Kurohige – contestó el espadachín casi escupiendo el nombre

- En efecto – respondió la orgullosa figura - ¿Qué nos han hecho estos 10 años, amigo mío?

- No me llames así, y no te acerques – respondió Zoro en lo que se parecía más a un gruñido que al lenguaje humano

- ¡Yo debería ser el ofendido, fui destruido por tu despreciable familia! – gritó la sombra y se abalanzó sobre el peliverde, cubriéndole tanto a él como al puente y atravesando a ambos.

Zoro se levantó lo más rápido que pudo, colocando sus katanas listas para atacar - ¡YO NO TE TENGO MIEDO!

 

En ese momento, la sombra, que acababa de atravesar el puente, se materializó en algo que se asemejaba ligeramente a un hombre y más a restos humanos unidos por una neblinosa oscuridad, y hizo que el puente cayese llevándose consigo a Zoro.

 

- ¡Nadie va a ayudarte ahora!

- ¿¡QUÉ TE APUESTAS!? – respondió Sanji dándole una fuerte patada en el cráneo despegándolo del resto del cuerpo.

 

Esto mantuvo a Kurohige ocupado, pero el puente continuaba rompiéndose. Zoro se había quedado agarrado como había podido al suelo de éste. Sanji corrió hacia él y casi a gatas le ayudó a levantarse.

 

- Si salimos de ésta, recuérdame agradecértelo – comentó el espadachín.

 

Pero antes de que Sanji pudiese responder, Kurohige estaba delante de ellos de nuevo, esta vez levitando a un par de metros del suelo.

 

- Qué encantador, juntos de nuevo, ¡Y POR ÚLTIMA VEZ!

- ¡Y una mierda! – respondió Sanji saltando sobre él, pero Kurohige mandó una nube de sombras en su dirección y le hizo caer inconsciente al instante.

- ¡Cook! – Zoro atacó a Kurohige y cortó por tres sitios distintos, pero solo le hizo tambalearse ligeramente. Atacó de nuevo, esta vez a la cabeza, cortándola por la mitad, haciendo caer algo parecido a un cerebro, que rodó hasta sus pies.

 

Zoro sonrió maliciosamente mirando a un Kurohige entrando en pánico, y colocó su pie sobre él.

 

- ¡Esto es por mi cocinero! – y pisó una vez el cerebro, haciendo que Kurohige se retorciera de dolor - ¡Esto es por mi familia! – y dio un segundo pisotón, haciendo caer al villano - ¡Y esto es para ti! – y dio un tercer pisotón que espachurró definitivamente el órgano, destruyendo por completo las sombras que formaban a aquel ser.

 


 

El espadachín se apresuró a correr entonces hasta donde yacía Sanji inconsciente. Le giró para ponerle boca arriba y le intentó buscar el pulso, pero sin resultados.

 

- Vamos, cook – dijo al borde del llanto. "No me hagas esto ahora" rezó para sus adentros.

- ¿A dónde vamos? – respondió el otro con los ojos cerrados y una mueca de dolor en su rostro.

El peliverde se abalanzó sobre él y le abrazó espachurrándolo entre sus grandes brazos - ¡Cook!

 

Cuando se separaron, porque Sanji empezó a toser, la vergüenza les invadió.

 

- P..Pensaba que te ibas a Francia, Franky me lo dijo…

- No pude hacerlo – respondió buscando sus ojos

- ¿Por qué no? – contestó Zoro mirándole a los suyos

- Porque… yo… - dijo acortando la distancia. Por el rabillo del ojo vio la corona que había perdido Zoro durante la pelea, y volvió a la realidad. Se separó, advirtiendo la confusión en rostro del otro, y la recogió, colocándola entre ambos – Te están esperando – dijo, y aunque intentó ocultar las tristeza implícita en sus palabras, Zoro fue capaz de verla.

 

Zoro meditó su respuesta durante unos segundos, mirando la brillante corona que sostenían las delgadas manos de su amigo. Pero la respuesta estaba clara:

 

- Que le jodan a la corona – sonrió y besó a Sanji con toda la fuerza que pudo, abrazándole en el proceso.

 

El rubio le devolvió el beso con más intensidad si le era posible. Sus lenguas peleaban por dominancia y ninguno se cansaba del otro. El espadachín colocó una mano en la nuca del cocinero y la otra en su cintura, y él, una en su pelo, agarrándolo como si le fuera la vida en ello, y otra en su maldito traje real, pegándolo hacia sí.

Había sido un beso forjado desde hacía mucho tiempo, que por fin había logrado realizarse. Cuántas veces ambos lo habían deseado y cuántas más lo habían evitado. Al final lo que realmente importaba eran ellos y no los prejuicios sociales.

Notas finales:

Se agradecen los reviews :)


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