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Bittersweet Lemmon por Radhe

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10 – Cuerdas – Shaka y Saori 


Se conocían desde hacía años, y desde que eran niños ella le había hecho prometer que se casarían. En aquel entonces Shaka era poco más que un adolescente y lo había prometido con tal de quitarse a la pequeña de encima. Sin embargo los años habían pasado y ella seguía empeñada en su propósito. 

El rubio suspiró, Saori le agradaba –la mayor parte del tiempo–, pero comenzaba a fastidiarse por su insistencia de contacto físico. Besarla ya era difícil, era poco más que una niña y lo hacía sentir un abusador. Pero a ella no le bastaba, estaba llena de hormonas y de ansia por descubrir; a su forma torpe e inocente trataba de seducirlo para que le mostrara aquello que hacían los adultos. 

Shaka se sentía acorralado e irritado, él ya tenía veinte años y ni siquiera iba a considerar acostarse con una niña de catorce; aquello era un delito, una locura, una estupidez. Pero ella insistía, insistía e insistía; estaba enamorada, no entendía por qué el amor de toda su vida se mostraba tan reticente, cuando ella estaba segura de que aquel paso era lo más natural y hermoso en su relación, ¿acaso no era bonita?

Totalmente sitiado por aquella insistencia y esos planteos que anunciaban atar su futuro con cuerdas permanentes, Shaka terminó admitiendo ante ella y la familia de ambos un secreto que jamás había abandonado su subconsciente:

–Soy gay… 

Así, sin más palabras. La cara de sus padres fue terrible y los sermones que siguieron aun más, pero Shaka sólo sentía alivio, porque Saori se había soltado de su brazo y no parecía que fuera a colgarse de él nunca más. 

 

11 – Violencia – Dohko y Saga 

Eran pasadas las diez y Shion no había vuelto. Dohko suspiró, no llegaría hasta la mañana siguiente, de nuevo estaría revolcándose con alguien más. Molesto consigo mismo por esperarlo, decidió salir y emular aquella frivolidad. En realidad nunca había sido de los que van a solas a un bar en busca de sexo casual, pero aquella noche sintió la urgencia de hacerlo, de demostrarle a Shion que también para él había otras opciones. 

Sin arreglarse cogió la cartera y bajó a la calle, sin saber a dónde ir se dirigió a la avenida más cercana, buscando un lugar cualquiera que estuviera abierto. Encontró un dintel con la puerta abierta, una luz roja bastante sucia decía sencillamente ‘beer’. Armándose de valor y sin meditarlo en absoluto, entró; lo recibió un pasillo largo y mal iluminado que llevaba a una escalera, subió los peldaños y llegó a una planta alta. 

Había allí un pequeño grupo de personas, todas vestidas de negro, la mayoría con ropas de cuero, peinados absurdos y tatuajes. En la pared más alejada se alzaba un escenario, donde una pareja de chicas interpretaban una escena que le costó comprender: una llevaba correa y fusta, la otra caminaba por el escenario haciendo gestos gatunos. 

Dohko dio un par de pasos atrás cuando un fuerte brazo lo interceptó. Se giró para mirar a un hombre alto, con el cabello y los ojos pintados de negro, que le sonreía con aire ladino. 

–¿Eres nuevo por aquí? Ven, no seas tímido, siéntate conmigo, te invitaré una cerveza. 

El hombre lo arrastró hasta una mesa y Dohko no pudo reunir suficiente voz para negarse. Aquello era una locura, una locura, una…

–Cálmate, pareciera que vas a desmayarte –se rio el extraño–. Yo soy Saga, y éste es un club de sadomasoquismo, ¿te va la violencia?

Dohko le dio un profundo trago a la cerveza en cuanto llegó y negó con la cabeza. ¡No, no le iba, claro que no! Su compañero pareció desilusionarse. 

–¿Entonces, qué tipo de sexo te gusta?

‘El que es con Shion’, pensó Dohko, sin darse cuenta que le estaban haciendo una insinuación. 

–El convencional, supongo… nada que duela. 

Saga tuvo que reírse, miedo al dolor, tenía que ser… él mismo había perdido ese miedo hacía tanto que se le olvidaba que la gente normal lo llevaba siempre a cuestas. 

–¿Y el bondage? –preguntó Saga de nuevo, sin darse por vencido– ¿Qué te aten te incomoda?

Un poco más calmado, Dohko se tomó su tiempo para pensar en ello, no le molestaría si fuera alguien en quien confiara, pero no se lo iba a permitir a un extraño. Asintió en silencio. Y sin embargo volvió a imaginarse a Shion con otro y necesitó olvidarlo. 

–Me gustaría tener sexo regular contigo, si estás de acuerdo. 

Saga se sorprendió por la súbita invitación; no era lo que prefería pero aceptó, hacía tiempo que no probaba algo fuera de su círculo habitual y recordar cómo era el sexo regular sería una experiencia interesante. 

 

12 – Regazo – Shion y Mu 

Shion acariciaba con delicadeza, estiraba el cuerpo con lasitud y luego volvía a encogerse un poco para acunar el cuerpo del muchacho que reposaba sobre su regazo. Esa noche no había vuelto al hogar de Dohko, había acudido a una misión más importante: su hermano menor estaba triste y él lo había consolado con el calor de su cuerpo. 

No estaba seguro cuándo habían comenzado con aquellas cosas, antes siquiera de que conocieran el significado de la palabra ‘incesto’, antes de que pudieran ponerle nombre a lo que estaban haciendo. Habían compartido el primer beso, las primeras caricias, el primer orgasmo. Sus padres estaban siempre ocupados y ellos estaban juntos y a solas la mayor parte del tiempo; tenían casi la misma edad y las mismas inquietudes, que habían debido explorar en el otro sin tener una respuesta adecuada. 

Con la edad comprendieron que aquello no estaba bien y se alejaron. Shion se había entregado a la experimentación con diferentes personas, Mu en cambio se mantenía reservado y casi nunca encontraba placer en sus compañeros. Para él siempre quedaba aquel fantasma, el de la mano más gentil y más amada, la de su hermano. Intentaba desesperadamente encontrar esa calidez en otros, pero generalmente acababa decepcionado y en esas ocasiones Shion acudía a consolarlo de la única forma en que se encontraba capaz, acunándolo contra su cuerpo, entregándole la pasión y la delicadeza que le dedicaría siempre.


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