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See you again. por FumiSaho

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Notas del capitulo:

Hola, como estan? espero que bien, porque yo estoy super enca%$# conmigo misma y mi falta de razonamiento antes de dar clic a una opcion...

En fin, este es un cap nuevo, espero que les guste, ya que en un principio iba a ser un two-shot, no pude tarminarlo en dos partes, por eso mismo tendra mas caps. 

Espero y les guste!!

 

El director apareció con su típico traje que le quedaba apretado por la gran barriga que le abultaba al frente. Un chiste que giraba en torno a él y su protuberancia, era que sufría de un embarazo paquidérmico.

−Buenos días a todos. –saludó acomodando los papeles montados sobre el atril. –El día de hoy se presentan un par de estudiantes de enfermería de la universidad de Hokkaido para hablarnos sobre la translocación de ciertos genes; esto, para el mejor entendimiento de los adultos y niños donceles. Demos la bienvenida a Kumamoto Washi y Takao Kazunari.

Los aplausos no se hicieron esperar entre la comunidad del hospital que ahora asistía. El par de chicos que aparecieron era un dúo único, pues uno de ellos con un vientre apenas abultado, estaba colorado hasta las orejas, siendo seguido por otro un poco más alto que transmitía una confianza inigualable. Parecía acostumbrado a hablar en público.

Un gran alivio se esparció por mi cuerpo entero al ver a Takao como siempre y no con bebé en el vientre.

Si creía que los que no asistieron para poder dormir eran estúpidos, yo lo era aún más. No había escuchado nada de lo que decían ni por que las diapositivas que proyectaban eran buenas. La presencia de Takao, luego de no verlo por más de cuatro años, había acaparado mi atención llenándome de preguntas surgiendo una detrás de otra ante una posible respuesta. Además de que su apariencia había cambiado ligeramente, pues su cabello negro era más corto, su mirada proyectaba confianza y su manera de hablar había cobrado desenvoltura léxica. Me vi atrapado en varias ocasiones por su vestimenta, ya que esa camisa blanca con corbata negra se ajustaba bien al torso sin verse apretada, igual que el pantalón negro de vestir, le quedaba perfecto, más cuando se giraba para explicar alguna diapositiva.

−Eso es todo por nuestra parte. ¿Alguna pregunta? –preguntó Kumamoto sentado en una silla. Supuse que estaría cansado luego de permanecer de pie en su estado.

Yo tenía una, no, tenía un sin fin de preguntas, pero no podía levantar la mano y preguntar si Washi era del kanji águila y así poder descartar que Takao estuviese también en cinta.

−Muchas gracias. Hasta luego. –ambos hicieron una reverencia y las luces del lugar se encendieron iluminando toda la sala.

Me levanté sin despegar los ojos de los dos personajes a los que varios se acercaban. Los cacahuates crujieron en mi mano y los guardé en el bolsillo del pantalón acercándome, como muchos otros al escenario. Era increíble, pero me sentía fuera de mí, como en un sueño, parecía que el suelo era blando y las voces que empezaban a cobrar fuerza solo eran un murmullo pues los latidos de mi corazón los oía perfectamente detrás de mis orejas.

Takao sonreía con naturalidad al hablar con los demás que se habían acercado. Al parecer no había perdido esa chispa de la que muchos hablaban en el instituto. Siempre destacándose por su forma amigable de ser.

Los cacahuates crujieron nuevamente en mi mano oculta por el pantalón al sentirme más cerca de él. Tendría que pedirle que me explicara porque no había contestado mis mensajes o porque tan repentinamente, después del primer año en Sapporo, ni una llamada tenia de él.

−Midorima-kun. –Kamishiro obstruyó el paso mirándome con extrañeza. –¿A dónde vas? Ya son las doce, tenemos que ir con la doctora Miyagi. –se excusó halándome de la camisa en sentido contrario al que me dirigía

−¿Las doce ya? –inquirí apresurando el paso hacia traumatología.

Entonces mis planes se vieron interrumpidos. ¿Sería el destino?  Solo Dios sabía cuánto había pensado en Takao. Puede que las parejas que tuve en cuatro años no me hicieran la persona más pura del planeta, pero cada vez que una persona se arriesgaba a estar a mi lado, me preguntaba si una relación con Takao hubiese sido igual: si los sentimientos o la indiferencia que tenía hacia asuntos de mis parejas, serían los mismos.

Al hablar con Akashi y otras veces con Aomine y Kagami, no me quedaba claro si estaba rayando la locura y obsesión o si, como decían ellos, estaba enamorado y era unilateral. Sé que suena estúpido consultar algo con el par de idiotas, pero la forma en que se expresaban cuando le preguntaba que sentía por sus parejas, era sencillamente digna de grabar.

“−Es como un BOOM, ¿sabes? –respondió luego de un buen rato de silencio. –El verlo me hace querer tener contacto físico…

−Joder, Ahomine, no nos interesa cuando es que se te antoja hacerlo. –se quejó Kagami comiendo una hamburguesa para ocultar su vergüenza ante el tema.

−No me refiero a eso, ¡Bakagami! ¿Crees que soy como tú y Tetsu? Si pudiera lo haría, pero su estúpido trabajo me pone en abstinencia. Mierda. No sé, Midorima…  Oh, cuando se va de gira quiero atarlo a la cama para que se quede conmigo y no lo miren los demás…

−Mine-chin da miedo. No digas malas palabras frente a Aki-chin. –pidio Murasakibara con una bebé pelinegra de año y medio. Su hijo mayor, Ayame, estaba en el jardín de niños. Personalmente siempre pensé que Ayame era nombre adecuado para una niña, pero en el niño de Murasakibara no quedaba mal, sobre todo al verlo sonreír. –Si Kise-chin te escucha tendrá miedo… ¿Dónde está Kise-chin?

−Modelando en Suiza. –respondió Aomine en automático, como si se tratara de una máquina. Se notaba que le desagradaba tenerlo lejos.

−Pero hablan por teléfono, ¿no? –pregunté ansioso de conocer más, saber si solo era una ansiedad mía o ellos también la padecían.

−Casi no. O madrugo yo, o madruga él para contestar… una vez, cuando se fue por varios meses, no nos quedó de otra más que por teléfono.

−Pero que eres estúpido, ¿eh? –Kagami sorbía molesto, del refresco. –Tus fetiches tampoco nos interesan.

−Sean serios, esto es importante para Midorima-kun. –intercedió Kuroko avergonzándome ante el recordatorio de que yo los había citado para saber la razón de tres años pensando en Takao.

−Pues entonces que nos diga Kagami lo que siente cuando está con Tetsu. –propuso Aomine sin remedio.

Kagami se ruborizó y rascó con nerviosismo la nuca antes de volver la mirada al centro de la mesa, donde estaba su montaña de hamburguesas.

−Es algo en el interior, un calor que…

−¿Cuando estas en su interior? –preguntó Aomine con desinterés metiéndose el dedo meñique en la oreja.

−¡CALLATE! ¡No es eso lo que dije!

−Aomine, deja de hacer eso y de interrumpir. –debía intervenir de vez en cuando para que no nos viéramos envueltos en problemas con el personal del restaurante. –La niña podría despertar. –advertí al verla removerse entre los brazos de su padre.

−¡Tch! Él me interrumpió primero, Midorima. –Aomine se recargaba por completo en el respaldo sorbiendo de su bebida al tiempo que miraba por la ventana.

−Pues a mí me gusta cuando Taiga-kun me toca. –comentó Kuroko bebiendo de su malteada de vainilla. Nunca entendería cuan descarado podría ser Kuroko frente a los demás.

−¡Eso no deberías decirlo, Tetsuya! –exclamó Kagami todavía más avergonzado.

–¿Por qué no le preguntamos a Akashi? Él es práctico y explica mejor que Bakagami.

−Yo no quiero. Ayer me regañó por preguntarle la hora en Kioto.

No supe si reírme internamente de aquella broma o solo abstenerme de decir algo ante la seriedad del más alto de todos.

−No te preocupes, Murasakibara-kun, yo llamaré.

Mientras el teléfono de Kuroko permanecía entre nosotros con el timbre de marcación en altavoz, todos guardábamos silencio. Algo que teníamos todos en claro, era que si Akashi no contestaba la primera vez, no contestaría la segunda.

−¿Diga? –una de pocas veces, respondió una voz suave y adormilada completamente diferente a la que pertenecía a Akashi.

−¿Furihata-kun?

−¿Kuroko? –habló confundido antes de contener audiblemente el aliento. −¿Se me hizo tarde? No… Hoy no hay escuela. –rio más relajado, mostrando señales de querer dormir más. –¿Necesitas algo, Kuroko?

−Si. Lamento interrumpir tu siesta, pero necesito preguntarle algo a Akashi-kun.

−¿Sei? No entiendo… ¿Por qué me…? –la pregunta quedó suspendida en ambos lados de la línea cuando Furihata se dio cuenta de su error. –Eh… Kuroko, ¿marcarias en cinco minutos, por favor?

−Sí, claro.

Después de eso la llamada se cortó y Aomine rio con desagrado, mirando de igual forma al teléfono.

−Akashi bastardo. Él gozando de su chihuahua y yo en abstinencia…

−Akashi-kun vive en Kioto. Las veces que pueden verse él y Furihata-kun, son pocas, Aomine-kun.

La relación entre ellos dos me llevaba a pensar constantemente si podría estar con Takao justo como Akashi buscaba estar con Furihata. Bueno, por lo menos ambos vivían en Honshu.

A los pocos minutos, del teléfono de Kuroko, resonó la melodía de psicosis, advirtiendo que era una llamada de Akashi. Lo miré asombrado por su original humor negro, igual que Aomine.

−Akashi-kun, hola –saludó Kuroko sin ápice de emoción en su semblante.

−Tetsuya, buen día. Buen día a todos. –no valía la pena preguntar como rayos era que sabía que estábamos todos, así que saludamos como lo haríamos en circunstancias normales. −¿En qué les puedo ayudar?

−Queremos saber si estás enamorado de Furihata-kun. –soltó sin más.

−¿A qué se debe tan singular pregunta? –el humor de Akashi parecía inalterable, pero si se trataba de tan graciosa criatura como Furihata, se ponía a la defensiva con facilidad.

−Curiosidad.

−No creo estar enamorado. Estarlo es encasillarme a un concepto en el que se describen sin fin de sentimientos agradables. Sin embargo, Kouki ocasiona que la forma en que mi vida es regida, carezca de sentido sin él. Lo que antes podría haber sido una tarde solitaria, relajante, ahora me es desesperante. Tenerlo cerca y saber que está bien me satisface. –respondió con simplicidad, pero al mismo tiempo se oía la confianza en sus palabras.

−Cierto. –asintió Aomine con el ceño ligeramente fruncido.

−Es como tener el dulce más sabroso solo para ti. –agregó Murasakibara acariciando el cabello de su hija. Su mirada era única. Nunca lo había visto admirar a alguien de esa forma; sus ojos transmitían calidez, cariño y ternura hacia esa criaturita ajena a lo que un montón de adultos hacían.

Me pregunté qué tan satisfactorio seria tener un hijo, un ser formado por dos células en unión, compartiendo genes y tantas características hereditarias. La respuesta llegaba de inmediato al recordar que el más infantil de nuestro singular grupo se había puesto serio y abierto su propia tienda de repostería con un poco de ayuda de sus padres. Desde el principio tuvo gran demanda, por lo que la deuda con sus padres se vio compensada de inmediato y pudo tener una casa con Himuro y no solo un apartamento en la ciudad.

−No te daré a Aki-chin por más que la mires. –refunfuño mirándome con un puchero en la boca.

−No te la quiero quitar. –dije incomodo ajustando el puente de mis lentes.

−Gracias por tu tiempo, Akashi-kun.

−No hay problema, solo les pido que olviden el recién tono de voz de Kouki. El escucharlo así es solo mi privilegio. –la voz de Akashi en la última oración me dio escalofríos y no solo a mí, pues quienes se mostraron alterados fueron Kagami y Aomine.”

Después de todo el show que pueden montar un grupo de hombres con un bebé, la única conclusión que podía sacar era que, a pesar de que me sentía con la necesidad de sentir esa calidez de la que hablaban, solo ocurría cuando pensaba en el abrazo que le di a Takao esa noche, la última que nos vimos. Recordar la sensación del calor de su cuerpo entre mis brazos y el último beso que me dio con velocidad antes de que se fuera en el auto de su padre, pues tendrían que partir pronto para Sapporo.

 

Después de acomodar un par de hombros dislocados y varios huesos rotos o torcidos, dieron las cuatro de la tarde y el sueño de la pasada noche sin dormir parecía querer hacer acto de presencia una vez más durante el día. El asunto de Takao había quedado en segundo plano, molesto por perder mi oportunidad de verlo cerca y hablar solo con él y no con los demás compañeros.

−Midorima-kun, ¿Por qué no vas a dormir? Yo te cubriré. –sugirió Kamishiro mirándome con preocupación.

−No seas absurdo. –lo evadí acomodando la montura de los lentes. –Si lo hiciera no habría caso en que me quedase. –toqué su hombro a modo de simpatía para que no se preocupara más y se fuera a jugar con sus amigos como lo hacían cada vez que había un intervalo libre.

Me quite la bata y la dejé en mi casillero estirando el cuerpo. Tantee mis bolsillos encontrando mi cartera, celular y la torre de madera de un juego de ajedrez. En el baño enjuagué mi cara notando como crecía la oscuridad debajo de mis ojos cansados. No me gustaba descuidarme pues sería un inconveniente en mis actividades, pero consideraba que era necesario saber todo lo que me permitiese ayudar a las personas.

Decidí ir por un café y relajarme un buen rato antes de empezar de nuevo. Lo bueno de los cafés dentro del hospital era que estos eran sumamente cargados y calientes, por lo que si no te despertaba la cafeína, lo hacia la quemada de boca. Vi un asiento vacío yendo hacia el luego de comprar un muffin con chispas de chocolate. Claro que no me gustaba el dulce, pero carbohidratos y sales me harían despertar todavía más con ayuda del café.

Destapé la bolsita ya sentado en mi lugar y deje que el café se enfriara ligeramente antes de poder quemarme. El sentarme sin que alguien me interrumpiera para que habláramos como lo hacían los demás, me agradaba. La persona que estaba casi todo el tiempo conmigo era tan sociable como Kamishiro, solo que también le gustaba comer y estar en paz un rato. Nadie que conociera se acercaba a la personalidad de Takao, oh bueno, estaba Kise, pero ese tipo no despertaba esa desazón en mi cuerpo. Era increíblemente irónico: no me gustaban los sitios ruidosos, mucho menos las personas, mas, si se trataba de Takao, era todo lo contrario.

“−…ocasiona que la forma en que mi vida es regida, carezca de sentido sin él.”

Entendía perfectamente las palabras de Akashi.

Las parejas que había tenido hasta el momento habían sido personas que cortaban conmigo al poco tiempo alegando que no les tomaba importancia. Claro que ninguna de ellas era del hospital, sino que había conocido cuando iba a los encuentros sociales que organizaba mi familia o los miembros de mis antiguos compañeros de básquet.

El último novio que tuve fue un chico presentado por mi madre. Se trataba de Yonegawa Chinatsu, hijo de una amiga suya. Era un pequeño otaku de veinte años, estudiaba arquitectura y era una buena persona. Había sido él quien pidió que saliéramos. Cuando teníamos una cita, íbamos de compras a Akihabara. Realmente no me importaba que me vieran ahí, me gustaba ver la emoción que se reflejaba en los ojos de Chinatsu. A veces se quedaba a dormir en mi apartamento, pero nada ocurría entre nosotros; nunca tuve intenciones de tocarlo sexualmente y él tampoco lo sugirió. Sin embargo, aunque nuestra relación duro más o menos seis meses (la más larga que tuve), me dijo que se había enamorado de un muchacho de primer ingreso y al parecer el tipo también le correspondía.

De eso hacía ya tres meses.

La vibración en la mesa rompió la burbuja de mis pensamientos descubriendo que mi teléfono brillaba señalando la llamada de un número desconocido. Dejé el muffin en la mesa sobre una servilleta antes de limpiarme los dedos y contestar.

−¿Si?

−Midorima-kun, los chicos y yo iremos a…

−Kamishiro, no me interesa. –interrumpí antes de que quisiera pedirme acompañarlos. Sobé mis sienes con las yemas de los dedos. No era mi intención ser grosero, pero nunca fue de mi agrado el convivir con las personas. Es decir, podía estar un momento con mis compañeros y únicamente eso. La razón del porque no me quedaba demasiado era porque la conversación solía irse por un rumbo en el que yo era el centro de atención.

−Bien… nos vemos en un rato…

−Si.

Alejé el teléfono de mi oreja al colgar, mirando la pantalla con un paisaje. 4:22, cuando nuevamente el número desconocido apareció haciéndolo vibrar en mi mano.

−¿Si? –conteste esperando la voz de Kamishiro, pero solo se oía el transitar de la gente, pero no una voz. –¿Kamishiro?

−No, pero él me dio tu número, Shin-chan.

Sentí mis ojos abrirse desmesuradamente al escuchar esa voz con una pizca de inseguridad. Su voz se oía diferente a como en persona, no tanto como el escucharla dentro de la sala de conferencias: se oía distante.

−¿Takao? –Exclamé levantándome de la silla, la cual hizo un chirrido hiriente a los oídos –¿Sigues en Tokio? Te-te te vi en la conferencia de los genes…

−¡Jajajaa! ¿Siempre te levantas tan repentinamente al hablar con alguien que no sea Kamishiro? –rio burlonamente.

Ante esto dicho, miré a todos lados buscándolo. Podía verme así que debía estar cerca. Vislumbre a mi izquierda una mano agitándose. Era él; Takao sonreía abiertamente al levantarse de la mesa. Me quede estático mirándolo caminar hacia mí.

−¿Quieres seguir hablando por teléfono o mejor colgamos? –preguntó ya frente a la mesa. Sentí las manos sudarme con cierto exceso, recordándome cerrar la boca y colgar el teléfono.−Te ves muy bien. –me miró de pies a cabeza.

−Si-simplemente cuido mi salud y sigo los consejos de Oha-asa. –desvié la mirada ajustando los lentes ante el repentino bochorno que sentí sobre todo en el pecho, espalda y rostro.

−¿Oha-asa? –más que una pregunta, parecía confundido por ello. –¿No cambias, verdad, Shin-chan?

−Cállate, Bakao.

Con una sonrisa cálida, tomó asiento frente a mí e hice lo mismo. Mi corazón parecía reacio a calmar su ritmo cardiaco, como si tuviese vida propia y quisiera mostrarle a Takao cuán rápido podía latir por la  emoción de verlo otra vez.

−Fue interesante escuchar su...

−¿En serio? ¿Qué fue lo que te gusto?

−Tu…−¿Cómo carajo decirle algo concreto si todo el tiempo lo estuve observando a él? −...forma de explicar cada imagen presentada. –esas habían sido las partes en que Takao se giraba mostrándome el material que en un futuro, sabia, pasaría a vivir en mis fantasías.

−¡Yo sentía que me moría de nervios! –confesó acomodando sus manos sobre la nuca. –Kuma-chan es muy tímido y su estado le hace errar en muchas ocasiones. Su esposo es un farmacéutico que es más miedoso que nadie que hubiese conocido antes. –rio abiertamente.

−¿Cuánto tiempo estarán aquí? Tú y Kumamoto.

−Hasta mañana. Regresaremos en la tarde, después del reconocimiento del director del hospital. –explicó agarrando el muffin para darle una mordida antes de devolvérmelo.

−¿Por qué les interesó este tema? Quiero decir, de Kumamoto lo entiendo, pero tu…

−Eres muy lento, ¿no, Shin-chan? –se burló acunando su rostro entre ambas manos sobre la mesa. –Soy fértil. Pero, he pensado que me gustaría el mismo tema aun si no fuese un doncel.

−¿También te gustaría tener hijos? –quise tragarme las palabras cuando ya estaban dichas. Me sorprendí de mí mismo y mi falta de razonamiento antes de hablar. Nunca ocurría esto.

Apreté el vaso de cartón con la fuerza necesaria para no aplastarlo. Ya no manaba tanto vapor como antes, podría beber, pero no tendría el mismo sabor si la respuesta de Takao me dejaba escaso de opciones.

−Algún día. Sí, me gustaría tener un par de niños.

Volví la mirada hacia él, encontrando una hermosa sonrisa tierna dedicada a la mesa color negro, donde nos reflejábamos tenuemente, como a través de una oscura neblina. Sus ojos se alzaron hacia mí y entonces la sonrisa paralizo mis sentidos volviendo mis pensamientos un torbellino indescifrable.

−¿No te gustaría, Shin-chan?

La pregunta me descolocó y resonó en mi cabeza segándome repentinamente ante la idea sugerida. ¿Hijos? ¿Gustarme la idea? Había preguntado si me gustarían niños justo después de preguntarle si él quería algunos.

−Seria magnifico.

_______________________________________

No nos detuvimos siquiera para encender las luces del apartamento cuando el impulso superó el razonamiento. Abracé a Takao por la cintura. Su cuerpo era delgado y por mucho, más pequeño que yo. Nuestros labios se encontraron con urgencia y una pasión imposible. Exploré con las manos su torso cálido, localizando el fuerte golpeteo de su corazón contra su pecho, que subía y bajaba precipitadamente, jadeando en busca de aire entre nuestras bocas.

−Sh-Shin-chan. –su voz agudizada por el deseo sexual me encantó. El escuchar ese sobrenombre con esa voz, simplemente nubló mi mente. Sujeté con  una mano sus muñecas sobre su cabeza, acorralándolo contra la pared. Hubo un suave golpe entre la pared, su espalda que se curvo y mi pelvis contra la suya, que lo hizo jadear abriendo los labios que ahora halaba en un mordisco.

Utilicé mi mano libre para acariciar su muslo y subirlo hasta mi costado, haciendo vagar mi mano entorno a su pierna cubierta por el pantalón que desee, desapareciera de entre nuestra piel.

El aroma, el sabor. Mi mente las recordaba perfectamente igual que el día en que lo degusté por primera vez.

Agolpee mi cuerpo contra el suyo, solté sus muñecas y sostuve su peso por los muslos subiéndolo un poco más. Takao aprovecho eso para enredar ambas piernas torno a mi torso, aferrándome con fuerza contra él, que se movía rozando nuestras erecciones. Dejé sus labios para dejarlo respirar y delinee con la punta de la lengua su mentón, chupando su piel tersa en un camino hacia su cuello estirado hacia atrás. Sus manos se aferraban con ímpetu a la camisa en mi espalda, apretándose al soltar suaves gemiditos cerca de mi oreja, ocasionando que un calor indescriptible me recorriera la medula hasta la parte baja de mi abdomen.

−Te extrañé. –soltó de pronto ciñéndose a mi cuerpo.

A mi mente volvió la cordura y con ella el miedo. Takao había dicho que se iba mañana a media tarde. Sapporo quedaba en una isla diferente a la que nos encontrábamos ahora. Mañana estaría a kilómetros de distancia.

No podía hacer esto. No debía. Empero, tampoco quería dejarlo ir, quería retenerlo conmigo, sentir cada día su cuerpo junto a mí, en mi cama. Verlo y abrazarlo en el momento en que se me diera la gana.

Querer y poder no son lo mismo.

Si lo hacemos ahora no habría marcha atrás, sentiría ese vacío de la pieza que me falta como lo había sentido estos años. No debíamos porque la espera de volverlo a ver, sería una descomunal tortura comparada a lo que anteriormente había vivido sin él.

−Takao –baje sus piernas hasta que escuché el suave rose de sus pies descalzos sobre el piso. Alejé el cabello de su frente y bese su mejilla ganándome una mirada confundida por parte de aquellos hermosos ojos azul grisáceo que aun podía ver en la oscuridad.

−¿Shin-chan?

–No puedo hacer esto. –baje los ojos y sentí sus manos deslizarse de mi espalda como cuando en un cristal mojado corren las gotas. –Perdón.

 

Notas finales:

Gracias por leer!! 

Perdonen si tiene algun error ortografico, lo relei, pero se me pudo haber pasado algo...

jajajaa!! ojala no quieran retorcerme el cuello. xDD

Diganme que les parecio, les gustó, no les gustó... no me enojo.

:}

Nos vemos en la actualizacion. 


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