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Quiero amarte por Shiochang

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Quiero amarte

Un regalo para mis lectores, una escenita un tanto tristona, pero más cercana a la novela en que he basado este fic.

Silencioso dolor

El tiempo pasaba volando, vaya que Heero lo sabía, y Dúo se había vuelto a marchar del rancho. Hubiese querido irse con él después de la ruta de vino tan exitosa que tuvieron, pero fue literalmente imposible desentenderse de las obligaciones del rancho, en especial con Quatre todavía enyesado. Además, debía vigilar atentamente la marca del ganado y revisar que no hubiese desperfectos en las cercas ni en los techos de las bodegas, pesebreras y la misma casa, y había que tener en cuenta que debía revisar los niveles del agua guardada en los estanques, aunque sospechaba que ese año iba a traer abundantes aguas.
Quatre había sido cuidado por Trowa con mucho afecto, el muchacho parecía realmente interesado en el rubio, así que se había instalado a preparar su tesis en la biblioteca mientras Quatre revisaba las cuentas, así que optó por quedarse unos días más para ser quien le quitara las molestias del yeso al precioso ángel, como le gustaba decirle.
Dúo se había ido molesto, quería que Heero dejara todo por él ¿por qué no si este lo amaba? Juntos podrían hacer cientos de cosas en la capital, pero el ojiazul tenía muy bien puestos los pies sobre la tierra y quería saber si él de verdad lo amaba antes de tomar semejante decisión, así que el trenzado, enfadado como estaba, rompió sus esperanzas diciéndole que el verano se acababa y debía partir, ya que debía cumplir su función de anfitrión en la casa de Miliardo.
Y aquello era la causa que Heero hubiese vuelto a ser el joven silencioso de siempre, la alegría se había escapado de sus ojos y se había dedicado por entero al trabajo del rancho y había sido Quatre quien, a fin de cuentas, había ido a la capital a entregarle los papeles a los abogados acompañado por Trowa que se tuvo que quedar para rendir sus exámenes. De él tenían noticias una vez por semana, así que el rubio estaba tranquilo, pero ni él le daba esperanzas a Heero de su amor por Dúo, hacía más de diez años que conocía al trenzado y si bien era cierto que jamás lo vio tan interesado en que alguien se fuera con él, era demasiado coqueto para tomárselo en serio. Tras esta charla, Heero se había ido a un rincón del jardín y había llorado en silencio, le había entregado el corazón ingenuamente y se daba cuenta que para él, tan acostumbrado a recibir halagos de toda índole, poco significaban sus pobres palabras, aunque fuesen mucho más sinceras que las de los demás.
Y poco a poco, el verano se retiró y le dio paso al otoño, las hojas de los árboles se secaron y volaron con el viento y con ellas se fueron marchitando las ilusiones de Heero, ya que ni siquiera una llamada había tenido de su adorado trenzado. Y de paso, también las llamadas de Trowa también fueron mermando poco a poco, cosa que había entristecido también a Quatre, pero él estaba seguro que su abandono era a causa del exceso de trabajo que tenían los médicos y a la dedicación que el joven le daba a sus estudios, pero que cualquier día de estos él se aparecería por allí.
El estridente ruido del teléfono sacó de sus meditaciones a Heero y se acercó a este suspirando, no se hacía ilusiones, pero siempre esperaba escuchar la voz de su dulce trenzado del otro lado de la línea.
- Creo, Heero, que es hora que dejes de sufrir - le dijo la voz firme de Wufei del otro lado de la línea - mañana iré a la capital a tratar unos negocios y tú vas a acompañarme aunque tenga que arrastrarte ¿me oíste?
- No deberías preocuparte tanto por mí - suspiró - sólo fui un amor de verano para él, de seguro ya ni piensa en mí.
- Eso no puedes saberlo hasta que lo veas ¿Y si se alegra tanto de verte que se olvida de su enfado? - le dijo - además, han empezado las grandes óperas en la capital, quizás puedas verle a tus anchas por allí.
- De acuerdo, de acuerdo - suspiró derrotado - le diré a Quatre que me ausentaré un par de días sólo porque tú insistes, así que serás responsable si se enfada ¿entiendes?
- Ya lo hablé con él, está de acuerdo en que debemos sacarte a como dé lugar del presente estado de ánimo en el que te encuentras.
- Sea, pues - volvió a suspirar - supongo que también tienes visto lo de los pasajes ¿no?
-- Nuestro tren sale a las diez de la mañana del andén 9, así que te quiero listo a las nueve y media. Debes llevar ropa adecuada, no pretenderás presentarte en un salón de gala con las ropas que siempre llevas en esta época del año.
- Seré un señor elegante - le dijo molesto.
- Bien, recuerda llevar tu mejor traje para la ópera, será agradable llamar la atención - dijo divertido - y me voy a vengar de Traize, a como dé lugar.
- ¿Qué te hizo? - preguntó algo intrigado, le parecía que el chino hablaba con mucha rabia del que pretendió ser su novio en el verano.
- Según me dijo Quatre, ya no lees el periódico de la capital - lo regañó.
- No tengo tiempo, sabes que antes de las lluvias es cuando más trabajo hay.
- Te contaré lo que me hizo ese desgraciado - dijo con tanta ira que Heero casi pudo palparla a través de la línea - sabes que me pidió que me fuera con él a la capital, pero el muy... fresco jamás me dijo que estaba comprometido con cierta dama de mucha alcurnia, sus familias han sido amigas por muchos años y por lo mismo el compromiso ha salido en todas las páginas sociales.
- Lo siento mucho, Wufei, nunca lo creí de él.
- Así es la vida, pero te juro que me las paga, como que me llamo Wufei Chang - le aseguró molesto.
- ¿Qué tal si te vienes a cenar aquí y te quedas esta noche con nosotros? - dijo pensativo - haremos un plan de acción antes de irnos a la capital.
- Muy bien, esta noche me quedaré con ustedes.
- Nos vemos - le dijo y cortó la comunicación. Dejó el aparato en su sitio y se asomó a la ventana mirando el campo con sus árboles ahora desnudos, amaba todo eso y estuvo dispuesto a dejarlo todo por amor, pero uno no siempre tiene lo que desea, se dijo.
- Patrón, el amo Quatre dice si puede ir a la bodega, hay un problema con uno de los toneles que hay que embotellar - le dijo Aura.
- Voy - dejaría las melancolías para más adelante, aún tenía mucho trabajo por hacer antes de partir a la capital.

Heero tomó la pequeña maceta en que había sembrado un rosal muy especial, sabía que se la iba a ofrecer a Dúo por la extraña belleza que tenían sus flores, años había tardado en conseguir una rosa que tuviera tan magníficos colores.
- De todas maneras le había prometido una de estas a Dúo - le dijo a Quatre que lo miraba intrigado por todo el cuidado amoroso que le ponía a la envoltura de la planta para que no se maltratara durante el viaje - será un trabajo cumplido.
- Creo, Heero, que deberías darle una oportunidad, ya sé que ahora te sientes terriblemente defraudado, pero creo que de seguro él se arrepintió de sus palabras al verse solo allá en la capital.
- Quatre, no me des esperanzas vanas - le pidió - él es mucho más mundano que yo, sabe mucho más de coqueteos y requiebres sociales de los que podré saber yo jamás, mis afanes amorosos poco podrían significar para él.
- Oh, Heero, ten un poquito de fe en ti mismo.
- Quatre, sé perfectamente lo que valgo, pero eso es aquí, en el rancho, donde soy el capataz, el administrador y medio dueño, allá sólo soy poco más que un joven provinciano.
- Creo, Heero, que puedes actuar mucho mejor que eso - le dijo Wufei - puedes demostrarle que puedes ser lo que el quería que fueras sin él a tu lado.
- No puedo aprender en una noche a actuar frente a la alta sociedad - suspiró - y tampoco podría enfrentarme a la gente de la clase política.
- Quizás no podamos hacerlo en una noche, pero podemos intentarlo - insistió el chino - recuerda que vas a ayudarme a vengarme de Traize.
- Estás obsesionado con ese tipo - le dijo Quatre divertido.
- Nadie, absolutamente nadie, puede jugar con los sentimientos de un Chang.
- Muy bien, misión aceptada - dijo Heero al fin - creo que Quatre tiene unos cuantos libros que nos podrían ser de mucha utilidad ¿recuerdas lo que decía aquella novela, Quatre? "Un caballero siempre finge ser lo que no es y dice cosas que realmente no son"
- Quizás tengamos éxito con eso, Heero ¿por qué no darles con el mismo látigo con el que ellos nos han golpeado?
- Muy bien, mi estimado caballero, haremos la comedia social lo mejor que podamos hacerlo, la gente escuchará lo que quiere oír pero no lo que les tenemos que decir, ¿no es así, Quatre?
- Quisiera que se dejaran de tonterías - les dijo el rubio divertido- mejor vamos a cenar y ambos se irán a dormir temprano, no quiero que se vayan a la capital cansados mañana.

El viaje había sido bastante relajado, los dos jóvenes había planeado todo perfectamente, ninguno de ellos se preocuparía de dar explicaciones, sino que simplemente preguntarían si admitían sus presencias.
- Me pregunto qué dirá Dúo cuando me vea - suspiró Heero.
- Recuerda, Heero, que no debes hacerle ver bajo ninguna circunstancia qué es lo que sientes por él, si te da indiferencia, págale con la misma moneda, ya cuando regresemos a casa podremos llorar si la situación lo amerita.
- Por supuesto que no, no tendrá de mí más de lo que él me dé.
- Lamentablemente le trajiste un regalo, quizás lo interprete como que aún te interesa - miró el paquete en el que descansaba el pequeño rosal - eres demasiado romántico para tu propio bien.
- Sabes que cuando empeño mi palabra la cumplo - le recordó.
- Sí, quizás por ese lado podamos excusar el gesto, después de todo, nos habíamos comprometido a venir por estos lados.
Heero miró por la ventanilla, el cambio de paisaje había sido un tanto brusco, de su pueblo habían salido acompañados de árboles y verdes praderas, pero ahora sólo se veían edificaciones grises y el brillo de sol reflejándose en los altos ventanales de las casas cercanas. Para él era como visitar otro mundo el ir a la capital, por eso pocas veces la visitaba, prefería mil veces su campo donde era amo y señor de hacer lo que quisiera, que la ciudad que veía tan gris y falta de color.
- No sé como ese idiota esperaba que lo abandonara todo por él - le dijo a Wufei señalando el paisaje - no puede comparar esto con todo lo que yo le ofrezco.
- La capital le ha de dar otras satisfacciones - se encogió de hombros - aquí debe asistir a fiestas por montones, a la ópera, al teatro, de compras, que sé yo, en cambio en nuestro campo las entretenciones sólo son del verano.
- Si, la capital ofrece muchas cosas vanas - suspiró - parece que estamos por llegar, dejemos atrás la melancolía y comencemos nuestro papel.
Se bajaron del tren y tomaron un taxi que los llevó al departamento que Wufei rentara para la ocasión, Heero dejó su equipaje sobre la cama y fue a la cocina por un poco de agua para el rosal, este tenía un botón de aquella rosa tan preciada, una belleza a dos colores que florecería bajo los ojos de la persona que amaba. Movió la cabeza, no se dejaría ganar por la tristeza, debía saber si él realmente le había olvidado.
- Heero, hay una función esta tarde en el teatro Principal, creo que presentarán "Carmen" ¿te interesa? - le dijo Wufei - quizás pueda conseguir los boletos.
- Muy bien, empezaremos por eso - le dijo este colocando con cuidado el rosal sobre la mesita para que le diera el sol - quizás ellos estén allí.
- Es posible, después habrá una fiesta en la casa de Lady Une, pero ni jures que vamos a ir allí - le dijo sentándose a un lado del teléfono - es la prometida de Traize - explicó al notar su mirada extrañada.
- Y supongo que todo eso lo sacaste de las páginas sociales.
- Hay que informarse de los pasos del enemigo - replicó.
- Y hay que conocer a los rivales para saber a quién nos enfrentamos.
- Buen punto - suspiró - pero necesitaríamos que alguien nos invitara.
- No faltará quién lo haga, aunque no sean ni Dúo ni Traize quienes lo hagan - le dijo - haré lo que tenga que hacer para que Dúo se arrepienta de haber jugado conmigo.
- Pero ¿no es que lo amas?
- Por supuesto, pero él consiguió lo que quería y se enfadó cuando no lo dejé todo por él, sin embargo, él jamás me ofreció nada a cambio de mi eterna devoción.
- Entiendo, te tuvo y te dejó, y por eso quieres venganza.
Heero se encogió de hombros, sabía que jamás le podría hacer daño a su querido Dúo, sólo quería saber a qué atenerse con él, de manera de poder llorar al fin y comenzar a olvidar aunque le doliese el alma.

El teatro estaba lleno, pero Wufei se las había arreglado para obtener una excelente ubicación usando las influencias que el apellido le brindaba. Elegantemente vestidos los dos, subieron al palco que el chino consiguiera llamando la atención de todos a su paso, en especial por la forma en que Heero mantenía la mirada distante, como si el mundo girara para él exclusivamente.
- Buenas tardes, señor Chang - lo saludó un hombre bastante mayor y Heero lo reconoció de inmediato, el Mariscal Noventa siempre había tenido buenas relaciones con la familia de su amigo - no conozco a su amigo, joven Wufei.
- Ah, Mariscal Noventa, él es Heero Yuy, debe recordar que hemos hablado muchas veces de él, en especial porque a él le compra las mejores Champañas que hay en el país.
- Sí, lo recuerdo - le sonrió - es raro verlos por la capital.
- Asuntos de negocios - le dijo Heero con seriedad y reparó en la joven que acompañaba al hombre - pero que descorteses somos, perdone, Señorita, el no haberla saludado como corresponde a tan bella dama.
- Cierto, ella es mi nieta, Silvia Noventa.
- Mucho gusto, señorita - le dijo el chino, pero ella mantenía su mirada fija en Heero - siempre llamas la atención, amigo mío.
- Sería muy grato si la dama gustase acompañarme - le dijo tranquilo.
- ¡Heero! - escuchó una voz desde sus espaldas y se volteó a ver a quien lo llamaba, sabía perfectamente de quien se trataba - ¿por qué no llamaron para avisar que venían a la capital?
- Fue algo que simplemente surgió - le dijo Wufei intentando hacer que Heero recuperar la calma - cosas mías nos tienen aquí.
- Joven Dúo, vino con Miliardo ¿verdad?
- Claro que sí, Mariscal Noventa, está en el palco con Traize - le sonrió, pero había un gesto tenso en su actuar - si quieren, pueden acompañarnos.
- Yo le decía a la señorita Silvia que nos acompañara al nuestro ¿verdad, Wufei? - dijo Heero fingiendo aburrirse - siempre que vamos con ellos hablan de política y es algo que, pese a ser instructivo, no es tan interesante como la compañía que uno tiene.
Dúo se quedó de una pieza, ese no era el Heero que él conocía y admiraba, esta imitación sólo tenía su aspecto, pero era diferente, su Heero no habría despreciado su compañía. Y sin dejar traslucir lo que sentía, asintió.
- Por supuesto, a ellos se les olvida que hay otras formas de divertirse - dijo aburrido - debo regresar con ellos, si quiere, puede venir, Mariscal Noventa - le dijo al hombre mayor desentendiéndose de los otros.
Heero vio como le daba la espalda como si no le importara que estuviera con otra persona y se decidió, no dejaría que él supiera cómo lo hería su actitud.
- Creo que debe por estar por iniciarse la función - le sonrió Silvia Noventa y Heero le ofreció el brazo caballerosamente.
La obra era realmente trágica, pero estaba muy bien escenificada, aunque Heero no le estaba prestando gran atención, su mente divagaba por otros rumbos, sin embargo siguió fingiendo ser el perfecto caballero con Silvia, ya que ella insistió en que la llamase por su nombre de pila, que la hacía sentirse mal el que la estuviese llamando a cada rato señorita.
- Supongo que vendrán a la fiesta con nosotros - le dijo ella - llamaré mucho la atención al tener a los dos más guapos caballeros - explicó divertida.
- Bueno, sabíamos que no teníamos invitación y no querríamos desentonar en un lugar así - le dijo Wufei como si de verdad le importara.
- Oh, vamos, aún si no estuviesen bien vestidos llamarían la atención por su belleza - les dijo con descaro y Heero se rió.
- Estamos convencidos - le dijo - iremos con usted.
- Genial, le diré a mi abuelo - sonrió - él estaba preocupado que no tuviese compañía de mi edad para esa fiesta, todo el mundo sabe que Dúo Maxwell tiene la compañía permanente del Vizconde de Hellstick, quien lo acapara cada vez que lo ve.
Caminaron en silencio, ella no podía saber que acababa de clavar una daga en el alma de Heero, pero este fue capaz de mantener el rostro impasible mientras iban donde el hombre mayor los esperaba junto con Dúo, Miliardo y Traize.
- Abuelo, he conseguido dos apuestos acompañantes - sonrió a Heero y este asintió - Heero y Wufei vendrán conmigo.
- ¿En serio? - dijo Dúo aburrido, no le agradaba este Heero.
- Cuando una bella dama invita a alguna parte, un caballero que se precie de tal no puede negarse - le dijo Heero con suavidad.
- Wufei, que gusto volver a verte - le dijo Traize.
- Quizás no te lo esperabas - le dijo con indeferencia.
- Quizás fuera bueno irnos todos juntos - dijo Miliardo - mi limosina debe estar por llegar - sonrió tratando de alivianar el ambiente.
- Muy bien - accedieron tranquilamente.

El salón donde se efectuaba la fiesta era de lo más elegante, pero Heero no dejaba de compararla con la sencilla pero bella decoración de las fiestas en su pueblo, aquí había mucha más gente, pero se notaba a la legua que sus sonrisas eran tan falsas como la alegría que pretendían ponerle a sus sonrisas.
- Debieron avisarnos de su visita - intervino Traize dejando una copa en la mano del chino que se había dedicado a mirar a su alrededor como si le interesara mucho la decoración del lugar, aunque en realidad estaba buscando a la anfitriona - pudieron o quedarse conmigo o con Miliardo.
- Fue algo de última hora - le dijo Heero - un negocio que surgió de repente.
- ¿Y qué clase de negocio es? - le dijo Silvia interesada.
- Bueno, una de nuestras rosas más bellas va a un concurso internacional en Versalles y he querido asegurarme que sea tratada con el cuidado que se merece, no quiero que su belleza se arruine antes de llegar a su destino.
- ¿Hablas de esa rosa dual que me prometiste? - dijo Dúo.
- Si, pero te traje la tuya - le dijo como quien no quiere la cosa - mañana te la llevaré a tu casa, si no te molesta.
- ¿Por qué habría de molestarme tu presencia? - le dijo con indiferencia - más si me llevas tan bella flor.
- Es apenas un botón la que tiene, pero en unos días te dará toda su belleza y aroma - le explicó.
- Bien - dijo desviando su mirada hacia los recién llegados - genial, llegó el Vizconde de Hellstick - dijo sonriendo complacido y se apartó del grupo para saludarlo.
Y Heero sintió un odio inmenso, aquel muchacho hacía reír abiertamente a su Dúo, uno que no conocía y que jamás sería suyo, este era aún más inalcanzable que el que había conocido en el rancho, un tipo que se sabía las artes sociales por libro y el joven que lo acaparaba parecía ser del mismo tipo.
- Venga, vamos a bailar - le dijo Silvia ignorando todo lo que pasaba por su cabeza - mira, es Lady Une, la prometida de Traize.
- Quizás debiéramos presentarnos con ella antes de ir a bailar - le dijo mirando de reojo a Wufei que a duras penas consiguió mantener la calma - no fuimos invitados y no quisiera que se enfadara por eso.
Miró de reojo a Traize, estaba bastante pálido, al parecer no esperaba que alguien le dijese a Wufei algo que le había estado ocultando. Menos mal que este ya lo sabía, o sino la desagradable sorpresa lo habría empujado a vengar su honor mancillado con, por lo menos, feroz bofetada en el rostro del aristocrático senador.
- Traize jamás habló ni de su familia ni de su prometida - dijo Wufei con la voz bastante calmada, pese a la tormenta interior que quería arrasar con él - eres muy... - dijo buscando la palabra adecuada - discreto.
- Wufei, yo... - intentó explicarle - no es lo que crees.
- No te preocupes, yo no te he creído nada - le sonrió falsamente - es mejor que nos presentes, no me gustaría que pensara que somos un par de aprovechados.
Silvia llevó a Heero y a Wufei a conocer a la mencionada dama, entre los dos intercambiaron una mirada extraña, por lo que pudo notar Miliardo, así que se volteó a mirar a Traize que trataba de mantener el rostro impasible, pero él lo conocía bien y su amigo estaba preocupado.
- Me temo, Traize, que tu causa ya se perdió - le señaló a los muchachos que hacían reír a la mujer.
- Este no es el Wufei que conocí - le dijo - pensé que me iba a pegar, pero no ha parecido reaccionar.
Heero miró de reojo al ex pretendiente del chino y volvió a prestarle atención a la anfitriona complacido, al menos a alguien le había hecho una fisura en su armadura de hombre mundano.
- Me parece haber escuchado hablar de ustedes - le dijo Lady - pero no recuerdo bien.
- Ah, Heero cazó hace poco tiempo una puma y tres cachorros - le dijo Wufei - en el rancho Winner y fueron enviados al zoológico. Además, debes haber oído hablar de nosotros ya que Traize y Miliardo se quedaron en mi rancho durante las vacaciones.
- Ah, tienes razón, la pequeña Marimeia ha hablado mucho respecto de los muchachos que son amigos de Trowa.
- El médico ingrato - sonrió Heero - aunque supongo que debe estar ocupado.
- Sí, se ganó una beca para ir a Europa a hacer un postítulo y se le ha visto poco, según me dijo Traize estaría por allá un par de años haciendo de interno.
- Sería agradable volver a verlo, cuidó muy bien a Quatre mientras este estuvo enyesado - le dijo Heero - mi amigo está mucho mejor ahora, ha retomado las labores en el rancho y de seguro muy pronto irá a Paris a participar en el concurso de vinos.
- ¿Participarán del concurso de vinos?
- Sí, es el segundo en el que estamos, pero el primero al que logramos llegar a la final - dijo Heero - aunque espero que nos vaya bien, no creo que lo ganemos.
- Ah, Heero, vamos a bailar - le dijo Silvia.
- Claro que sí - sonrió disculpándose y se dejó llevar a la pista.
- Tu amigo es muy seguro de sí mismo ¿verdad?
- Así es Heero Yuy - suspiró - siempre el mejor.
- ¿No es el chico con el que estuvo encaprichado todo el verano Dúo Maxwell? - dijo una voz burlona a su lado y Wufei la reconoció como de Dorothy Catalonia - pero parece que ambos están interesados en alguien más ¿no? - se rió señalando al trenzado con la cabeza
- Vaya, señorita Catalonia - le dijo el chino - ¿en sus palabras hay envidia o es idea mía?
Dorothy lo miró molesta pero se alejó yendo directamente hacia donde el vizconde y Dúo discreteaban.
Heero bailó un buen rato, pero él no estaba hecho para ese tipo de cosas, así que dejó a Silvia bailando con otro joven y se acercó a la mesa a tomar un trago sin notar que el vizconde lo seguía con la mirada, a él ya no preocupaba el lucirse en esa fiesta a la que no le encontraba el gusto.
- Mucho gusto - le dijo el joven que rondaba a Dúo. Él era más alto que ellos, era de tez clara, ojos celestes y cabello castaño pulcramente peinado con quién sabe qué cremas de peinar - soy Antonio Lusac, Vizconde de Hellstick.
- Heero Yuy - le dijo tomando su mano, se notaba que ese muchacho jamás se había ensuciado las manos trabajando - Administrados, capataz y medio dueño del Rancho Winner - agregó.
- Ah, el amor de verano de Dúo, espero que no hayas venido por él, ya que ahora está conmigo - le advirtió.
- Por supuesto que no, Dúo exige mucho más de lo que ofrece - replicó.
- ¿Y qué le podrías dar tú, un pobre hombre de campo? - se burló y Heero le lanzó una mirada de hielo.
- Quizás más de lo que le estás ofreciendo, pero no pienso hacer una oferta por mercancía que podría ser de segunda mano - le dijo dejando la copa que había tomado - ahora, si me lo permite, creo que es hora que dejemos la fiesta - se disculpo y se acercó al chino que estaba a punto de ser acorralado por Traize - se nos hace tarde y tenemos una reunión de negocios a las 10 - le dijo alejando al chino y yendo hacia Silvia.
- ¿Ya es hora? - le sonrió ella - si, la fiesta ha durado ya demasiado - agregó luego de mirar su reloj - vamos, entonces.
Heero se despidió de los conocidos y le ofreció el brazo a Silvia mientras caminaban hacia la puerta. Allí un taxi los esperaba, así que primero pasaron a dejar a la muchacha y luego se fueron a su departamento.
- Que fiesta más aburrida - le dijo el chino.
- Pero muy educativa - señaló Heero sentándose en el sofá de la sala - creo que necesito un trago.
- Te vi hablando con el famoso Vizconde de Hellstick.
- Oh, sí, el muy idiota piensa que vengo a quitarle a Dúo, pero le dije que no iba a luchar por una mercancía ya probada.
- Heero - le dijo molesto.
- Pero si es cierto - le dijo sirviéndose un trago de gin - ni siquiera sé si yo fui el primero ¿cómo lo voy a reclamar?
- Pues es muy feo hablar de ese modo de los antiguos amantes.
- Lo sé, pero él me advirtió que no luchara por él, pero tengo la ligera sospecha que es un caza fortunas con título ¿por qué no se queda mejor con Relena?
- Porque, si no lo recuerdas, ella no tiene dónde caerse muerta.
- Si, es cierto. En fin, no pienso gastar mis energías luchando por alguien que no me quiere - le dijo.
- Heero ¿en realidad eres tú o es tu orgullo el que está hablando?
- Es mi orgullo el que me mantiene a flote - le dijo al fin dejando el vaso vacío sobre la mesa - de otra manera estaría llorando en algún rincón.
- Está bien, cumpliremos el encargo del rosal y nos iremos mañana mismo de regreso a casa, yo tampoco estoy de humor para luchar por algo que nunca fue ni será - le sirvió un poco más de gin y él se sirvió un poco de ron - creo que el viaje no fue lo que creímos con Quatre.
- Bueno, no siempre las cosas salen como uno quiere - suspiró - brindemos por los corazones rotos y los amores traicioneros.
- Salud - replicó Wufei y se echó al seco su bebida.

Era casi medio día cuando Heero salió solo del departamento, había salido a despejar la mente un poco, la borrachera que se habían puesto con su amigo chino la amanecida anterior le había dejado un fuerte dolor de cabeza, pero no se dejaba vencer por él. Se tomó un café cargado, se cambió de ropa, no iba a salir con traje a la calle, quería verse como un joven normal caminando por las calles de la gran ciudad.
Caminó por la plaza mientras unos niños corrían persiguiendo una maltrecha pelota mientras gritaban y reían. La pelota llegó a los pies de Heero y este se las lanzó de vuelta, pero ellos lo invitaron a participar y, pese a que todavía tenía un poco de resaca, se les unió corriendo por todos lados, por lo que al poco rato se olvidó del dolor de cabeza.
Un grito llamando a los chicos a almorzar dio el fin a juego y él les agradeció a los niños el juego, al fin se divertía un poco en su estadía en la capital. Recordando a lo que verdaderamente había salido, se fue hacia el colegio en el que había estudiado con Quatre hace siete años. Se detuvo frente a la puerta y la empujó buscando con la mirada a alguien conocido.
- ¡Heero Yuy! - lo saludó un hombre mayor.
- Profesor J, tanto tiempo - le sonrió complacido.
- ¿En qué andas, muchacho?
- Estaba un tanto aburrido, la capital no es para mí - sonrió - sabe que mi trabajo en el rancho es lo primordial, pero como tenía que venir por estos lados, decidí visitar mis antiguas aulas.
- ¿Y qué te trajo de regreso a la capital?
- Bueno, con Quatre hemos conseguido que una de nuestras mejores rosas sea exportada, pero le traje una de esas matas a un amigo.
- ¿Y el pequeño Quatre?
- Se quedó en el rancho preparando la exportación de nuestros mejores vinos - le dijo - ¿qué me dice sí lo invito a comer conmigo?
- Claro que sí, pocas veces uno se reúne con uno de sus mejores alumnos.
La comida fue muy tranquila y mucho más divertida que las que habían tenido en casa de su abogado tantas otras veces, era mejor comer con gente sencilla y trabajadora y no con esas personas presuntuosas, aunque tampoco había sido aburrido comer con Dúo, pero eso no pensaba admitirlo.
El pequeño comedor al que fueron a comer era muy concurrido, pero de todas maneras consiguieron una mesa un tanto alejada de la puerta.
- Así que sigues trabajando en el rancho de los Winner, pensaba que, siendo un muchacho tan inteligente, ya habrías iniciado tu propio negocio.
- Quatre y yo somos socios a partes iguales - le explico mientras veían como el mozo les servía lo que habían pedido - el rancho es autosuficiente de momento, lo único que debemos llevar allí es combustible para las maquinarías agrícolas, pero estamos tratando de recobrar las acciones de la petrolera del padre de Quatre y ello nos abaratará los costos del mismo y con ello la de toda la producción agrícola.
- Vaya, así que ambos son grandes terratenientes.
- Bueno, tenemos grandes extensiones de terreno agrícola ganadero, pero ello implica que tenemos mucho trabajo todos los días para mantener todo como se debe - le dijo - y por lo mismo, me la paso más sobre el caballo que en casa.
- Recuerdo que cuando Quatre terminó la escuela te conseguiste dos galgos a los que estabas entrenando personalmente.
- Zero y Wing - asintió - son los mejores galgos que pueda haber, ellos hacen exactamente lo que se les ordena y actúan como si fueran una extensión mía, aunque debo decir que pueden ser terribles cuando se enfadan.
- Te vi en televisión por la cacería de una puma que ahora está en el zoológico.
- Ah, eso - dijo molesto - no sabía que me estaban grabando, para mí era algo normal, no es la primera vez que participo de algo semejante, sólo que la malvada me plantó un zarpazo y me dejó una marca en el hombro.
- Bueno, teniendo en cuenta todas las locuras que hiciste en el colegio, no debió ser la gran cosa - se rió.
- En ese tiempo era sólo un rapaz que quería divertirse, ya no.
- Así que todavía no te separas de Quatre, pero supongo que tendrás tu propia familia, siempre fuiste cariñoso con los niños.
- Bueno, no he tenido tiempo de buscar a la persona adecuada - se encogió de hombros - durante el verano conocí a alguien, pero me di cuenta que no era lo que yo esperaba y ahora tiene a alguien más.
- Lo siento mucho - dijo sabiendo que había cometido un error - ya aparecerá la persona que buscas.
Heero asintió en silencio y el resto de la comida se la pasaron hablando de trivialidades, un poco de política, un poco de arte, literatura, hasta que se dieron cuenta que ya era tarde y se despidieron.

Wufei estaba listo para salir cuando Heero al fin regresó al departamento, venía bastante relajado, se veía que la salida le había sentado muy bien a su ánimo.
- Ve a cambiarte, Miliardo me llamó diciendo que fuéramos a su casa a tomar onces, yo acepté pensando que sería algo informal, pero me dijo que era de gala porque Dúo está de cumpleaños y vendrán no sé qué personalidades.
- De acuerdo, al menos no debemos preocuparnos del regalo - señaló al rosal que estaba en una esquina tomando el sol de la tarde.
Se fue a su cuarto y se puso el traje más elegante que tenía, era un regalo que Quatre le hiciera hace un año para que fuera a cierta fiesta que daba el duque de Dermail y a la que jamás asistió porque llovió demasiado esa tarde y debía preocuparse por las cosas del rancho.
- Vaya, ese traje note lo había visto nunca - le dijo el chino rodeando a su amigo que se sonrojó violentamente - te ves fantástico, creo que vas a arrasar en la fiesta del trenzado loco.
- Bueno, así verá lo que se pierde - dijo recuperando la compostura.
- Cierto, el traje te sienta muy bien, y si te quitas la chaqueta... - lo miró - si, te sienta de mil maravillas.
- Bueno, es que tengo buen físico porque hago mucho ejercicio con mi trabajo - fingió pavonearse - y soy guapo también.
Wufei se rió y le dio una palmada en el hombro.
- Y humilde también - se rió de nuevo al ver que se sobaba el hombro no te habré dañado el hombro herido.
- No, sólo que fuiste un poco bruto - le sonrió - vamos, tenemos un salón al que conquistar - creo, Wufei, que deberías soltarte el cabello.
- Pero el cabello me molesta - le dijo soltándoselo.
- Sólo debes acomodarlo con gel - le dijo y el chino fue al baño y se peinó como el castaño le decía - te ves mucho más joven, ahora sí que mataremos, más de alguno va a babear por nosotros.
- No sigas - se rió abriendo la puerta y salieron juntos.

El salón en el que se celebraba el cumpleaños de Dúo era enorme, demasiado ostentoso, según Heero, pero era el ambiente adecuado para que el muchacho demostrara sus verdaderas intenciones. Pero, pasara lo que pasara, no se hundiría, el padre de Quatre había tenido un gran discípulo en él, su orgullo pondría un freno a sus sentimientos, aunque fuera casi como una represa a punto de estallar, pero ella no reventaría hasta que estuviera solo.
Se acercó al trenzado y le deseó un feliz cumpleaños al darle el rosal. Vio que el trenzado lo miraba apreciativamente, pero que luego desviaba la mirada hacia sus espaldas antes de darle las gracias.
- Vaya, Heero, te ves fantástico - le dijo Silvia sonriendo.
- Gracias - le sonrió también a modo de saludo.
- Y Wufei, vaya, te ves divino - le sonrió al chino que sonrió también.
- Se nota que apenas los conoces, Silvia querida - le dijo Dúo tomando del brazo a Heero - Trowa dijo que quería hablar contigo - le dijo al oído.
- Supongo que querrá saber de Quatre, hicieron muy buenas migas.
- No te había visto tan... elegante - le sonrió.
- Será porque en el rancho no tengo grandes oportunidades de vestirme así - se encogió de hombros - sólo me visto así cuando vengo a la capital.
- Pero hace unos meses no viniste, vino Quatre.
- Había muchas cosas que hacer en casa - se encogió de hombros.
- Siempre estás demasiado ocupado - le regañó - ven, quiero presentarte un amigo - lo guió por el salón - es el vizconde...
- Nos conocimos anoche - lo interrumpió haciendo apenas una señal hacia el otro joven sin dar señal alguna del odio que le tenía.
- Dúo suele tener muy buen gusto con sus acompañantes - le dijo este con sarcasmo, por lo que Dúo ladeó la cabeza confundido.
- Pero a veces puede equivocarse - le dijo con suavidad.
- ¿En serio? - replicó molesto apretando los puños.
Dúo miró asombrado a Heero, nunca pensó que fuera capaz de provocar a nadie de una forma tan directa, pero ciertamente Antonio no le estaba dejando el trabajo muy difícil, después de todo él había lanzado el primer sarcasmo.
- Por supuesto - le dijo inocentemente - desgraciadamente, no es perfecto.
- Heero - le advirtió sintiendo el insulto.
- Perdona - le sonrió - no quise ofenderte - le tomó la trenza - ¿Te parece sí vamos a conversar con Trowa?
- Claro, perdona, Antonio, pero debo atender a mis otros invitados - se alejó del brazo de Heero - no me gusta tú actitud - le dijo molesto - no tienes derecho a comportarte como un novio celoso.
- No he actuado como un novio celoso - le replicó con suavidad - sólo reacciono a lo que él me dijo anoche, que al parecer no te dijo que se había acercado a mí a advertirme que no quería que me pusiera en su camino.
- Pero nosotros no tenemos nada.
- Por lo mismo, Dúo, debes decírselo a él, me temo que alguien estuvo hablando de lo que pasó el verano con él.
- Relena - dijo fastidiado - esa mujer jamás va a ser feliz si yo no soy completa e irremediablemente infeliz.
- Alguien debería matarla - accedió.
- Hola, Heero - lo saludó Miliardo un tanto sorprendido de ver a su protegido apretando el brazo del joven - Wufei me dijo que estaban posponiendo el viaje.
- Ah, sí, no soy muy dado a dejar de trabajar, luego me aburro de todo este tipo de cosas - señaló el salón con sinceridad - sigo siendo un simple muchacho trabajador.
- Trabajólico - lo corrigió Dúo.
- Supongo - suspiró - pensábamos regresar esta misma noche, no estoy tan recuperado de mi herida de la aventura del verano y Quatre tampoco está tan bien, después de todo tuvo fracturas múltiples en una pierna y un brazo al caerse del caballo.
- Heero - lo saludó Trowa - Quatre ¿cómo está?
- Bastante bien, aunque aún está un poco resentido, aunque ya ha montado un par de veces desde que le quitaste el yeso.
- Veo que Wufei se ha conseguido un auditorio - dijo el latino mirando al chino que se reía contando anécdotas a una grupo de muchachas, entre las que se encontraba Marimeia.
- Él tiene tema para lo que sea - sonrió viendo como Traize apretaba los labios hasta convertirlos en una delgada línea - él suele divertirse mucho atrayendo a cuanta dama se le cruce en el camino.
- Wufei es mío - dijo el aristócrata y se iba a dirigir hacia él cuando vio que Lady Une entraba en el salón e iba directamente hacia ellos.
- Mi querido Dúo, que tengas un muy feliz cumpleaños - le dijo la mujer y lo abrazó - espero que te agrade mi regalo - le sonrió.
- Gracias, Lady - le sonrió también y miró al vizconde.
- Deberías ir con él, podría montarte una escena de celos - le dijo Heero al oído empujándolo hacia él.
El resto de la fiesta Heero se la pasó conversando con Trowa, pero notaba algo extraño en su amigo, era como si le ocultase algo, que trataba de decírselo, cierto, pero allí no se atrevía con tanta gente a su alrededor.
Dúo no había vuelto a mirarlo luego que lo mandara con el vizconde, estaba molesto por su actitud ¿es que no le importaba que tuviese a otro a su lado? Al parecer no, de todas maneras Heero estaba resultando ser más caballero que Antonio, por lo que se podía dar cuenta, ya que él mantenía su distancia aunque Antonio insistiera en ir a buscarle pelea.
- Si Heero quisiera, ya lo habría dado vuelta de un golpe - le dijo Wufei bebiendo una copa de champaña - que dé gracias a Dios que él tiene tanto control sobre sí mismo.
- Antonio no comprende que Heero fue sólo un amor de verano, algo temporal, alguien con quien la pasé bien y nada más, que todo se acabó.
- Entiendo, Heero sólo fue un juego para ti ¿es eso?
- Yo no jugaba con Heero, realmente me gustaba, pero se acabó.
Heero debió hacer un esfuerzo sobrehumano para mantener la calma frente a lo que había leído de los labios de su trenzado, quizás no debió hacerlo, pero quería salir de la duda. Sintiendo una fuerte opresión en el pecho, se acercó a la mesa y se sirvió el primer trago fuerte de la tarde, mantendría el dolor a raya a costa de lo que fuera para regresar al rancho al día siguiente y esconderse en un rincón a llorar.
Trowa observó a su amigo y le puso una mano en el hombro, había notado que miraba atentamente al trenzado y supo sin querer que él podía leer lo que le decía al chino y sospecho con cierto grado de certeza que el pobre estaba destrozado, pese a que lo ocultaba muy bien.
- Heero, mejor salgamos de aquí - le dijo y este asintió. Ambos se acercaron a Wufei y este comprendió sin palabras - nos veremos después - le dijo y salieron.
- Quiero divertirme, sacarme este dolor del pecho - le dijo Heero y Trowa adivinó las lágrimas detrás de la falsa alegría que Heero aparentaba - bebamos por los corazones rotos.
Trowa accedió y lo llevó a un bar para caballeros, allí ambos podrían desahogarse a sus anchas bebiendo hasta hartarse, aunque luego ni recordaran lo que se habían contado.

Wufei había llegado bastante tarde de la fiesta de Dúo, se había divertido a sus anchas haciendo rabiar a Traize, celándolo, en especial cuando le coqueteaba a la hija de este o a una chica llamada Merian, era bastante simpática y estaba muy interesada, igual que Marimeia, en escuchar las anécdotas del rancho, de lo difícil que podía ser administrar un negocio tan grande siendo tan joven, pero lo que más le había gustado era saber que era campeón varias veces de esgrima y de artes marciales.
Por supuesto que cuando llegó a casa, Heero aún no había llegado y se anduvo preocupando, su amigo nunca se había comportado así, pero de seguro Trowa podría hacerse cargo si algo le pasaba. Se paseo por la sala y recordó lo que le dijo el trenzado, su amor por Heero había sido pasajero, y luego recordó también que Heero podía leer los labios, quizás los había visto y sabía lo que este pensaba y por no hundirse, se había retirado con el latino.
Y ya era casi de día cuando Trowa llamó a la puerta trayendo a Heero en calidad de bulto ¿era lo que quedaba del imperturbable capataz del rancho Winner? Se dijo asombrado mientras conseguía llevarlo al sofá de la sala ayudado por un Trowa que no estaba en mejores condiciones.
- Heero está muy mal, pero se negó a llorar - le dijo el latino con voz pastosa.
- El padre de Quatre lo educó bien - le dijo en voz baja - no llorará hasta que esté solo.
- Me dijo que regresan en la mañana al rancho.
- Veré si consigo otro boleto para que nos acompañes.
- Gracias, me dormiré, entonces - y de inmediato se durmió apoyando la cabeza en el hombro de Heero, que ni cuenta se daba de lo que pasaba a su alrededor.
- Esto no te lo voy a perdonar ni de broma, Dúo Maxwell - le dijo al silencio mientras cubría a los durmientes con una frazada - vas a tener que sufrir mucho por reducir a mi amigo a semejante estado.

Era casi medio día cuando Wufei por fin pudo despertarlos, ambos se quejaron que tenía la boca seca y que parecía que un hacha les iba a partir la cabeza cada vez que se movían, se sonrió divertido y les dio un café bien negro con un par de tabletas, con lo que se pudieron reponer lo suficiente y comer un poco para componerse un poco de la resaca.
- Espero que haya pasado la tormenta - les dijo con suavidad.
- Un poco - admitió Trowa bostezando - pero aún tengo sueño.
- Pues no tenemos tiempo para dormir ahora, nuestro tren sale a las dos - los miró recriminándolos - como no los pude despertar antes, tuve que cambiar los pasajes, pero ello nos da tiempo para que vayas por tus cosas ¿no, Trowa?
- Espero que en el viaje pueda recobrarme, no me gustaría que Quatre me viera en semejante estado - suspiró.
- Heero ¿estás bien?
- Me siento humillado - dijo al fin - no puede ser que haya caído tan bajo, que me haya emborrachado sólo porque él no me quiso de verdad.
- Heero, hasta la roca más dura se derrumba si se le da el golpe preciso - le dijo Wufei poniendo su diestra en el hombro de su amigo - no te preocupes tanto, él jamás lo sabrá - miró a Trowa y este asintió - y tampoco debe saberlo Quatre, siendo como es, capaz que venga y le haga quien sabe qué al loco trenzado ese.
- Bueno - dijo Trowa poniéndose de pie - iré a casa y nos veremos en la estación ¿les parece?
- Claro, pero no le digas a Traize a donde vas, no sabes la que estuvo a punto de amar casi al terminar la fiesta de anoche - sonrió - creo que tengo en un puño a su hija.
- Marimeia es muy especial - asintió Trowa - y no quiere mucho a Lady por lo que sé, pero como ella quiere a su padre, se la traga.
- Bueno, les contaré después que fue lo que pasó, Heero debes bañarse mientras tanto, no querrás que Quatre te vea así ¿verdad?
- Mejor que no - se levantó y entró en su cuarto para buscar ropa limpia y luego fue al baño a darse un largo baño, se sacaría el olor a alcohol y a tabaco de la piel aunque tuviera que ponerse a marinar.

El viaje de regreso al rancho había sido de lo más silencioso, apenas Heero y Trowa se acomodaron en sus asientos ambos se quedaron profundamente dormidos, lo que dejó a Wufei leyendo tranquilamente el periódico, y menos mal que Heero estaba dormido, salía en las páginas sociales que el vizconde le había pedido matrimonio a Dúo Maxwell, pero que este aún no obtenía una respuesta ni positiva ni negativa. Suspiró, iba a evitar a toda costa echarle más sal en la herida a su amigo y maldijo el día en que permitió que ellos se quedaran en su rancho, pero ¿quién iba a sospechar que lo que para aquel alegre muchacho sería una aventura de verano calara tan hondo en Heero? Dejó el pasquín a un lado y se dedicó a observar las facciones de su amigo que dormía, en sus rasgos se notaba la fuerte tormenta interior que amenazaba con arrasarlo, pero que a punta de orgullo mantenía a raya.
Suspirando, volteó la mirada hacia la ventanilla pero sin ver el paisaje, seguía pensando en cómo ocultarle la situación al rubio árabe, después de todo él conocía mejor que nadie a Heero y si él, quien era sólo amigo de este lo había notado, el otro muchacho que era prácticamente su hermano se daría cuenta perfectamente de lo que le pasaba.
Un ruido lo sacó de su concentración, una voz anunciaba que estaban por llegar a la estación en que debían bajarse y debía despertar a los bellos durmientes o se pasarían de largo. Se puso de pie y agitó por un hombro a Trowa que de inmediato abrió los ojos y lego lo intentó con Heero, pero este le detuvo la muñeca con fuerza antes de abrir los ojos.
- Estamos por llegar - le dijo haciendo que lo soltara, sabía que Heero era peligroso al despertarlo así, por lo que no se sorprendió por su reacción.
- Perdona - le dijo al ver que se sobaba la muñeca, nunca se quitaría esa bendita costumbre que había adquirido en el ejército - tenía un mal sueño.
- Con todo lo que bebieron anoche, no me asombra, que les apuesto que se bebieron hasta el agua del florero - se burló.
- Si no lo hicimos, al menos estuvimos cerca - se rió Trowa divertido.
- Veo que ya se te pasó la resaca - miró a Heero - y tú ¿te sientes mejor?
- Aún estoy un poco cansado, pero creo que se me pasó también.
- Espero que estés listo para enfrentar a Quatre - le dijo pensativo - porque creo que él, aunque lo disimules muy bien, se va a dar cuenta a la primera de lo que estás pasando por dentro.
- ¿Tan obvio soy? - le dijo con tristeza.
- No, Heero, pero te conozca hace tanto tiempo que puedo notar muy bien lo que escondes detrás del orgullo.
- Entonces no vale la pena que se lo trate de esconder a Quatre - suspiró - nos conocemos de niños, lo sabrá de todas maneras.
- Quizás deba saber de tu dolor, pero no el motivo del mismo - le dijo Trowa - no es que quiera proteger a Dúo, pero presiento que Quatre no va a tomar muy bien que él no te haya querido de verdad.
- Cuando Quatre se enfada, es de temer - asintió - creo que sólo debemos decirle que me di cuenta que no somos el uno para el otro.
- Dudo que Dúo se hubiese acostumbrado a vivir en el rancho, está demasiado acostumbrado a ser el centro de atención de todo el mundo, a pasársela de fiesta en fiesta, ir al teatro, a la ópera - le dijo Trowa - no es que mi amigo sea malo, pero necesita alguien que lo remeza hasta los cimientos para que cambie - movió la cabeza - y según pude notar, tú no podrías haber llevado su estilo de vida, es demasiado alocado, estoy seguro que a la semana estarías enfermo y tratando de volver al rancho.
- Lo sé - suspiró de nuevo - puedes sacar al hombre del campo pero no el campo del hombre. Quizás pudiese llegar a gustarme ir a una que otra fiesta, pero prefiero trabajar donde todo el mundo es sincero en lo que dice, no del tipo de gente que es más artificial que las luces del salón en que conversan.
- Bueno, basta de filosofar y levantar el ánimo, lo que pasó, pasó.
- Mm, no nos contaste lo que pasó con Traize - le dijo Trowa cambiando de tema - cuando yo salí de casa hasta Marimeia le hacía el quite, dijo algo de asesinar a alguien.
- Je, je - se rió el chino - le fastidié la noche, pero les contaré delante de Quatre, él también querrá conocer los pormenores.
- Pues creo que nos lo podrás contar por el camino pues viene con Rasid - le dijo señalando al mayordomo y al rubio que les agitaba la mano en señal de saludo - saldremos de la duda.
- Wufei, dijiste que regresarían ayer y me entero que se vienen hoy ¿qué pasó? - los regañó el rubio y reparó en la cara de su amigo - Heero, no me dirás que te fue mal - él asintió, pero antes que el rubio pudiese hacer nada notó la presencia del latino - Trowa, ingrato - lo abrazó.
- He estado un poquito ocupado - le dijo a modo de disculpa - ya te contaré, ahora vayamos a casa, creo que se va a poner a llover en cualquier momento.
Se dirigieron al auto y los cuatro se sentaron atrás mientras Rasid los conducía hacia el rancho.
- Cuéntenme como les fue en la capital - les dijo. Estaba sentado al lado de Trowa y frente a Heero y a Wufei.
- Bueno, empezaré yo - dijo Wufei divertido - te diré que nos invitaron a una fiesta ayer por la tarde, por eso nos vinimos hoy. Heero y Trowa se retiraron temprano a casa, así que me quedé solo a molestar a cierta persona ¿Me creerías que tuvo el descaro de ponerse celoso?
- Cuando nos fuimos estabas conversando con varias damas en el salón.
- Sí, bailé toda la tarde, coqueteé con cuanta quiso hacerme caso y besé a varias de ellas, Traize estaba que estallaba, podía ver la furia en sus ojos, pero me invitó a bailar y a instancias de su prometida, lo acompañé, creí que no me salvaba cuando me obligó a acompañarlo al balcón para hablar según él, pero lo que n verdad quería era reclamarme que yo era suyo, le dije que no era cierto, que entre nosotros no había nada y se enfadó, intentó besarme, pero alguien gritó en el salón, se distrajo y pude escaparme.
- Pero dijiste que estuvo a punto de armarse la grande.
- Bueno, el ruido fue que Relena se peleó con Dúo por quien sabe qué cosa y este la echó de la fiesta, pero Miliardo no intervino, dijo que se lo merecía por ridícula. En fin, yo regresé al salón y me dediqué a fastidiar a Traize y conocí a una chica, Merian, a la que dejé bien impresionada e iba a invitarla al rancho pero Traize se paró detrás mío y me jaló lejos de ella delante de su prometida, Lady Une estaba furiosa, creo que iba a pegarme, sin embargo Dorothy Catalonia se las arregló para llamar la atención de Traize y me fui de la fiesta, lo que haya pasado después lo desconozco.
- Mm, tal vez por eso andaba de tan malas pulgas cuando fui a buscar mis cosas - dijo Trowa pensativo - yo me retiré con Heero antes de la cena, estuvimos conversando bastante de cosas que ahora ni recuerdo - admitió - y al final me quedé con ellos lo que quedaba de noche y después fui por mis cosas sin decirle nada.
- Heero, me dices que te fue mal.
- Más me valía haberme quedado con la duda que averiguar lo que ahora sé - le dijo bajando la cabeza - al menos aún tendría la esperanza que se arrepintiera y no me pidiera abandonarlo todo.
- ¡Oh, Heero! - lo abrazó y este se echó a llorar como un crío en su hombro.
- El verano fue mío, pero se acabó - dijo dejándose arrasar por las lágrimas.
Trowa y Wufei se miraron en silencio y decidieron no decir nada más, si Heero le contaba lo otro, era cosa de él, pero ellos procurarían no ahondar su herida.

Pasaron varios días antes que Heero pudiera tener la calma suficiente como para hacer frente a las labores del rancho, pero en ellas puso todo el corazón, como si se le fuese a ir la vida si no lo hacía. Quatre no decía nada, sabía que Heero lo hacía para cansarse tanto que no pudiera ni soñar por las noches en su pobre corazón desdeñado. Y no hizo nada por recriminarle al tranzado lo que le hizo a su casi hermano ¿qué ganaba? Él no debía saber jamás cuán hondo había llegado al alma de Heero, que tanto lo había herido y mucho menos saber cuan humillado lo había dejado. Entre lágrimas Heero había admitido al fin que se había emborrachado sólo dos veces en su vida y ambas habían sido por Dúo y su rechazo. Por supuesto, él no le había dicho que ahora tenía a otro, pero Quatre había visto los periódicos de la capital y había visto que el vizconde de Hellstick le propuso matrimonio al trenzado, para él estaba más que claro que el tipo era un caza fortunas, pero no podía hacer nada para evitarlo, si Dúo lo aceptaba iba a ser verdaderamente el idiota que siempre pensó que era.
Pero Heero sacaba fuerzas de donde no las tenía y comenzó a reorganizar el rancho, poco a poco este se volvía irreconocible, había hecho construir un granero mejor que el que tenían, había instalado una refinería y ahora producían una de las mejores harinas de la región, a tal punto que empezaban a competir a nivel nacional. También había mejorado las zonas de cultivo buscando los mejores abonos del mercado, había mejorado la alimentación del ganado, había reparado o reconstruido, según fuese necesario, los establos y caballerizas y ahora estaba esperando que el clima mejorara para iniciar la refacción de la casa grande.
- Es el mejor remedio para el mal de amores - le dijo Rasid cuando se quejó de los excesos de Heero - aturdirse para no sufrir.
- No te preocupes, Quatre, tienes un médico a mano si colapsa - le dijo Trowa.
Y Trowa había sido quien le había dado fuerzas al rubio para soportar el dolor de ver a su querido amigo en semejantes condiciones, porque el Heero que se dejaba ver por la casa a las horas de las comidas no era el mismo del año pasado, era muy diferente, ahora no podía leer en sus ojos sus sentimientos, eran fríos como el hielo y si bien su corazón seguía siendo generoso, no lo dejaba ver, y eso le dolía, al parecer había perdido a su hermano.
- No puedes esperar que siga siendo el mismo - le dijo Trowa sentado a su lado en el sillón de la sala mientras afuera llovía a cántaros - ha sufrido y aún no lo supera bien, debemos dejar que cicatrice la herida antes de intentar nada.
- Lo sé, pero es que me da pena verlo así, tan lejano, tan solitario, tan silencioso, me recuerda cuando regresó del ejército - se apoyó en su hombro.
- Nunca habla de eso, sólo escuché a Odin diciendo que si se hubiese quedado allá habría llegado a ser general.
- No lo sé, a Heero no le gusta hablar de ello.
- Me pregunto por qué es tan hermético respecto a las cosas que le causan dolor - dijo pensativo acariciando el cabello del rubio.
- Me parece que no me han pedido permiso para los arrumacos - les dijo Heero entrando en la sala - solo para tomarse de las manos.
- No seas pesado - le dijo Quatre - es temprano ¿pasó algo malo?
- Bueno, con esta lluvia no se puede hacer mucho, aunque espero que no cause desastres, pero me temo que el camino está intransitable, hemos quedado aislados - se sentó en un sillón frente a ellos - he conseguido poner en funcionamiento los motores auxiliares para que no perdamos la electricidad, pero creo que no tenemos teléfono - tomó el aparato - si, el viento arrancó los cables, como pensaba.
- Espero que no pasen daños personales - le dijo Quatre muy preocupado enderezándose - este tipo de lluvias la hacen bien a los cultivos hasta cierto punto, pero luego hacen daños irreparables, no sólo a las siembras, sino a los pobres trabajadores y a sus familias.
- Al menos a los de nuestro rancho no les pasará nada, me cercioré que todos estuviesen preparados para cualquier emergencia.
- No es nuestra gente la que me preocupa - le dijo al fin - sé bien que tanto tú, como Wufei y Odin se han preocupado de la situación de los trabajadores, pero hay otros que no les importa más que ganar.
- Bueno, creo que ya que estoy temprano en casa podemos hablar de otras cosas, quizás algo más agradable que los problemas de nuestra gente.
- Pues podríamos planear nuestra boda - le dijo Trowa.
- Ah, quieres casarte antes de irte a Europa.
- Aún no me dicen nada al respecto - dijo el latino - pero de todas maneras me gustaría llevarlo conmigo cuando deba irme - dijo abrazando al rubio obligándolo a apoyarse en su pecho.
- Hubiese preferido que te quedaras ejerciendo aquí en la zona - le dijo el rubio abrazándolo - y no me voy a ir dejando solo a Heero.
- Creo que debo advertirles algo - sonrió a medias - no se pueden casar mientras yo no lo haga.
- No te entiendo - le dijo Trowa acariciando aún a su novio.
- Bueno, debes recordar que Quatre es hijo de una familia de árabes, por lo mismo el hermano mayor debe casarse primero antes que puedan hacerlo los demás, y como en estos momentos yo hago ese papel, van a tener que esperar que yo encuentre mi media naranja - les dijo burlón.
- ¡Heero! - le reclamó Quatre pero sonrió también, al parecer el corazón maltrecho de Heero comenzaba a sanar.
- Ah, pero eso tiene arreglo ¿no?
- Pero va a llevar tiempo - les dijo y se puso de pie caminando hacia el bar ue estaba en un rincón - lo que no significa que ustedes no puedan planear la boda mientras tanto, simplemente que no tienen fecha.
- Muy bien, cuñado malvado - le dijo Trowa - pero ni jures que te vas a librar de ser el padrino o de los ensayos - agregó.
Heero parecía sonreír abiertamente, pero detrás de todas esa falsa alegría su corazón aún sangraba, pero ahora más que antes, su soledad se estaba haciendo cada vez más grande y ahora perdería lo único que lo mantenía cuerdo. No, se dijo en silencio, buscaría algo más en lo que ocupar sus días, seguiría adelante contra viento y marea, se doblaría con el viento de la tormenta, pero sus raíces seguirían muy firmes en la tierra.
- La cena está por servirse, señores - les dijo Rasid y los tres se pusieron de pie para ir rumbo al comedor.
Afuera, el aguacero se transformaba en tormenta y Heero presentía que era sólo por acompañar a su corazón herido ¿Cuánto tendría que sufrir por amor? Esperaba que no demasiado o la vida se le iba a ir trabajando.

Los días pasaban tranquilos, las primeras lluvias había caído ya sin causar estragos, pero Heero no se confiaba, así que había partido a revisar los niveles de los tranques y lagunas, la limpieza de los causes y las salidas de agua, así como también andaba previniendo un posible desborde del estero, no sería la primera vez que algo así sucediese, pero no lo iba a pillar desprevenido.
También había hecho revisar los techos y las canaletas de agua, no quería que se llovieran las casas por dentro y donde se tuvo que hacer arreglos, vigilo que estos se hicieran con la mayor celeridad posible. A tanto había llegado el arreglo del rancho, que hasta una manito de pintura le alcanzó a dar antes que la siguiente lluvia llegase.
- El patrón está un poco loquito - le dijo Aura a Quatre - dijo algo de iniciar una crianza de perros de raza entrenados de la misma manera en que entrenó a Wing y a Zero ¿sabe?.
- Esos perros adoran a Heero - asintió pensativo - pero dudo que después de entrenarlos ellos vayan a querer apartarse de Heero, ya ves lo que pasó con esos galgos, eran de Odin, pero como ellos querían tener de amo sólo a Heero, este se vio obligado a regalárselos.
- Por cierto, el joven Odin les mandó esto, dice que el correo está interrumpido.
- Gracias, Aura - Quatre tomó las cartas - una es para Trowa - dijo preocupado y fue a la biblioteca a buscar a su novio que leía afanosamente un tratado de anatomía - tienes una carta, corazón.
- ¿Quién me escribe? - le dijo intrigado dejando a un lado el libro - nadie en la capital sabe que estoy aquí - tomó el sobre - es de Dúo.
- Supongo que sospechó que estabas aquí ya que desapareciste de su fiesta junto con Heero - dijo sin inmutarse.
- Veamos.

//Querido Trowa:
Espero que estés bien, el motivo por el que te escribo es el siguiente, acaban de mandar la fecha de tu partida a Europa junto con un lote de documentos que debes rellenar personalmente, los que van dentro de este mismo sobre.
Traize estaba furioso cuando se dio cuenta que no estabas en casa, pero más le dio cuando se enteró que Wufei se había ido sin despedirse de él, creo que no ha podido soportar que nuestro amigo chino le dijese que su corazón le pertenecía a alguien más ¿Sabes que se ha dedicado a investigar quién es su rival de amores? Porque sigue insistiendo que Wufei es suyo.
En fin, dale saludos de mi parte a todos por allá.
Dúo Maxwell.//

- Así que Traize realmente estaba enamorado de Wufei - dijo Quatre - entonces ¿para qué se comprometió con esa mujer?
- Me temo que todo esos son manejos políticos, todo el mundo sabe que él tiene una hija de diez años y han estado insistiendo que sería bueno para su imagen que la niña tuviese una madre - suspiró sacando los papeles del sobre - pero la verdad es que dudo que Lady Une tenga algo de maternal, claro, quiere a Marimeia, pero es porque quiere a Traize, si él no estuviera incluido en el paquete, dudo que pensara siquiera en ella.
- Pobre pequeña - dijo el rubio - se verá confinada a un rincón una vez que ellos se casen ¿verdad?
- Bueno, no creo que Traize lo permita, Marimeia suele hacer lo que quiere con Traize - sonrió - y creo que le ha gustado bastante Wufei, aquí hay un sobre para él con una nota. "Por favor, ¿se lo harías llegar al señor Chang?" Esta chica es todo un caso.
- Supongo que no ha de ser muy distinta a su padre ¿no?
- Un poco - admitió - ella es muy dulce, pero también muy influenciable, tal vez por eso Lady quiere que Traize se la deje en custodia hasta la boda, de manera de manipularla de tal forma que la boda se adelante.
- Pero, por lo visto, le ha agradado Wufei.
- Bueno, si se pudo conquistar al padre ¿cómo no iba a poder con la hija?
- Mm, ¿una reunión de negocios? - dijo Heero al entrar al ver el montón de papeles que tenía el latino sobre la mesa.
- No, sólo me llegaron los papeles de la beca para ir a Europa - le mostró - y la pequeña Marimeia le ha mandado una carta Wufei, parece que le agradó.
- Ya veo - sonrió a medias - me voy a divertir mucho a causa de esto - tomó la carta - se la llevaré a Wufei, tengo un asunto urgente que tratar con él.
- Heero, no vayas a hacer enfadar a Wufei - le advirtió Quatre.
- No te preocupes, no voy a hacer algo grave - sonrió malicioso - solo lo voy a acusar de profanador de cunas.
- Anda, sabes que le gusta el padre y no la chica - le replicó.
- Pues eso lo dices porque no lo has visto en acción, pequeño Quatre - se rió - de seguro Traize cree que tiene firmes motivos para tener celos.
- Heero, tú no eres así.
- Oh, vamos, Quatre, si es sólo una broma - le sonrió y lo abrazó - ¿acaso crees que iba a estar tan loco de arriesgarme a que Wufei me corte la cabeza? No, gracias, me gusta donde la tengo - se acomodó el cuello del suéter y Trowa soltó una carcajada.
- Ya, vale, anda a dejarle esa carta a Wufei y regresa luego - le dijo el latino.
- Para mí es que quieren saber qué le dice la niña al chino - dijo malicioso y se volvió saliendo con el sobre en la mano, pero había visto la nota de Dúo, al parecer no se acordaba de nadie en particular, pues bien, le pagaría con indiferencia, aunque le doliera, la golondrina ingrata jamás sabría lo que había conseguido, de eso se encargaba su orgullo.

Continuará...

Ya sé, me tardé más de lo que había planeado, pero es que ¿sabes? He estado ocupada y me duele un tanto la muñeca de tanto escribir ¡Odio las planificaciones! En fin, este pobre Gundam se va a tomar un pequeño receso, quizás un par de semanas, antes de volver a la carga. Tengo que revisar los niveles de aceite, rellenar el estanque (eso sí que va a salir caro, el combustible está cada día más caro), revisar las piezas y engranajes y, por supuesto, una buena manito de pintura que harta falta me está haciendo.
Por cierto ¿les dije que está basada en Golondrina de Invierno? Me parece que no (Ups), pero ni tanto, o sea, unas cuantas cosillas por allí y por acá, pero al final gran parte sale de mi cosecha.
Ahora sí, les dejo, espero que me dejen sus comentarios.
Wing Zero.

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