El último enemigo
Harry soplo su aliento, enseguida lo vio manifestarse en forma de vapor blanco, se entretuvo mirándolo mientras esperaba su primera tarea ahí parado fuera del pub en el que se alojaba, se había puesto una chamarra pero el frio le calaba hasta los huesos. Minutos después salió Severus con dos palas en la mano y dos pares de guantes amarillos, le tendió a Harry un par de utensilios.
—¿Para qué es? —pregunto el moreno.
—Hoy haremos trabajo de jardinería, para proteger a las plantas del frio —respondió Severus.
Harry asintió y siguió al mayor por aquel camino de cemento. Unas cuadras más tarde los ojos verdes del moreno se detuvieron en una pareja, se inmovilizó unos momentos para contemplarla, estaban al otro lado de la calle comprando café de un puesto ambulante, Harry no podía creer lo que veían sus ojos, esas eran tal vez las personas más hermosas que hubiera visto en su vida, en cierta manera le recordaron aquel libro de mitología eslava que leyó en la biblioteca pública de Surrey; de apariencia seductora, movimientos gráciles, cabellera rubia y ojos fugaces, estas criaturas semi-humanas conocidas como Veelas…
—¿Quiénes son ellos? —pregunto Harry deslumbrado.
Severus se giró para ver a Harry, sin darse cuenta el mayor lo había adelantado por un par de pasos, siguió la mirada del moreno para encontrarse con los Malfoy, padre e hijo se paseaban por las calles como si fueran a una reunión con el presidente, Severus hizo una mueca.
—Ya los conocerás en su momento —contesto el mayor tomando del brazo a Harry.
El muchacho salió de su ensoñación ante el toque de Severus, sonrió inconscientemente, no importa lo impresionantes que fueran los rubios, nadie podría compararse con Severus, Harry negó con la cabeza, había llegado a esa conclusión justo después de haber tomado el té en el departamento de Snape y es que aquel hombre parecía sacado de una novela del romanticismo, con su piel pálida, sus ojeras marcadas, su cabello brillante y sus ojos negros, pero lo que más le gustaba del físico de Severus era su nariz, las narices aguileñas eran su debilidad, incluso la personalidad encajaba perfectamente con el perfil de un héroe romántico, con su carácter imponente y su amabilidad insospechada.
Harry se decepciono cuando Severus soltó el agarre, en esos momentos estaban frente a una pequeña iglesia de la cual salían canticos religiosos.
—¿Vamos a entrar? —pregunto el menor confundido.
Severus rió por lo bajo.
—No podría nunca, la rodearemos —contesto.
Atrás de la iglesia había un cementerio rodeado por una elegante reja negra de hierro forjado, Severus empujo una puertezuela que se abrió con un leve rechinido, en el campo de visión aparecieron hileras de tumbas hechas de mármol blanco, se veían nuevas y en el recinto se respiraba paz.
—Haces un trabajo increíble, no está descuidado para nada —murmuro Harry impresionado.
—Que descansen en un buen lugar es lo menos que puedo hacer por ellos.
—¿Por quienes?
—Los que yacen aquí por supuesto.
Harry asintió y siguió a Severus hasta las orillas del campo santo.
—Ayer termine de cavar los agujeros para colocar las astas, luego de eso recubriremos las flores con una lona —dijo el mayor señalando unos arbustos.
—Entiendo.
Se pusieron a trabajar de inmediato, colocaron las astas y rellenaron los huecos sobrantes con ayuda de las palas, inmediatamente cubrieron los arbustos con la lona, tardaron por lo menos tres horas, Harry suspiro cansado y hambriento, miro de reojo a Severus cuando hubieron terminado, el ojinegro estaba en cuclillas sonriéndole a las plantas.
—¿Son muy bonitas cuando florecen? —pregunto Harry contagiado por la sonrisa de Severus.
—Sí, estas rosas tienen una blancura singular y un aroma delicioso —contesto el mayor sin apartar la vista de los arbustos.
—Me gustaría poder verlas.
—Entonces quédate hasta la primavera.
Severus se calló abruptamente, había dicho algo imprudente, no podía hacer que Harry se quedara por tanto tiempo pero la compañía de ese niño le gustaba, de alguna manera se sentía menos solo. El corazón de Harry dio un vuelco cuando escucho esas palabras, sonrío feliz y se acuclillo junto a Severus.
—Me quedare, solo para verlas ¿desde cuándo las cultivas?
—Tiene mucho tiempo, tal vez dieciséis años.
—Vaya esa es la edad que tengo.
—Sí, estas flores son especiales, inmarcesibles.
—¿Umm? —pregunto Harry, no había escuchado la palabra anteriormente.
—Después de tanto tiempo, no se han marchitado, debe ser algún tipo de señal.
Severus se puso de pie y le tendió una mano a Harry quien la tomo gustoso.
—¿Quieres comer algo?
—Sí, muero de hambre.
Caminaron juntos a la salida, pero entonces Harry reparo en una tumba especialmente grande que tenía flores frescas bajo ella, el muchacho soltó la mano de Severus y se inclinó para leer la inscripción.
James Potter, 27 de marzo de 1960 – 31 de octubre de 1981.
Lily Potter, 30 de enero de 1960 – 31 de octubre de 1981.
El último enemigo que será destruido es la muerte.
Harry quedo en shock.