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Inmarcesible por Kaorugloomy

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Tres de la madrugada

 

 

 

Un sonido apenas perceptible inundo la habitación de Severus Snape, el mayor con una mueca de disgusto miro su reloj, ya era tiempo de la reunión, miro hacia enfrente encontrándose con el rostro durmiente de Harry, sonrió a medias, acaricio el cabello negro azabache del menor y se levantó intentando hacer el menor ruido posible, se calzo los zapatos y salió de su departamento.

 

Harry mantenía los ojos cerrados, pero no estaba dormido, la alarma del reloj de pulsera de Severus lo había despertado, se quedó unos momentos mirando al techo decidiendo que hacer, un calorcillo se extendió en su pecho cuando recordó que el mayor le había acariciado el cabello, si seguía a Severus ¿estaría haciendo algo malo? Pero tal vez el mayor tenía insomnio y él podría acompañarlo en sus desvelos, decidido Harry se levantó y se puso los zapatos, salió del departamento y bajo las escaleras.

 

Abajo todo estaba oscuro y no se veía a Severus por ningún lado, Harry camino hasta la puerta pero recordó que estaba cerrada con llave, así que el mayor no había salido, camino por el pub intentando ser discreto, hasta que una pequeña luz llamo su atención, más allá de la barra del bar junto a las vitrinas con botellas de alcohol había una puerta entreabierta de ella salía una luz amarillenta, como de una vela, a Harry se le pusieron los pelos de punta por alguna extraña razón.

 

—Eso no viene al caso Draco —dijo Severus.

 

Harry se inclinó para ver dentro de la habitación cuando escucho la voz de Severus, dentro había una mesa con un candelabro y alrededor de ella unas cinco personas, Harry solo conocía a tres de ellas, a Severus por supuesto y a los deslumbrantes rubios.

 

—Ya sé que no viene al caso padrino pero tenía que mencionarlo —contesto riendo el menor de los rubios.

 

—Yo creo que si es importante que nos respondas Snape, si te estas acostando con el elegido tenemos que saberlo —replico una mujer de cabellos rizados alborotados.

 

—No me estoy acostando con él Bella y no es el elegido —gruñó Snape.

 

—Cómo puedes decir eso, el Lord oscuro dijo que él sería su sucesor —reclamó el mayor de los rubios.

 

—Es solo un niño que no tiene ni idea de lo que paso —objetó Severus.

 

—Entonces ¿Por qué regreso? Podría haber vivido feliz lejos de aquí, pero el vino —comentó una pequeña morena.

 

—Es el destino —arguyó Bellatrix.

 

—No sé sus razones —dijo Severus.

 

—Tráelo a la próxima reunión —sugirió Draco.

 

Severus suspiro cansado.

 

—Me niego, deberían superar esto, hace mucho que la causa está muerta —se quejó Severus.

 

—Cállate,  la causa nunca morirá —chilló Bella.

 

Después de eso, el grupo de cinco se enzarzo en una discusión planteando argumentos y razones, Harry ya no pudo escuchar más, no entendía la mitad de lo que estaban diciendo así que volvió sobre sus pasos y entro al departamento de Severus, se acostó en la cama e intento dormir, sin embargo aquella extraña reunión no salía de su mente y cuando por fin concilio el sueño tuvo pesadillas.

 

No habían llegado a nada, nunca llegaban a nada, Severus siempre se preguntaba porque seguían haciendo esas estúpidas reuniones, ahora tenían un motivo, el regreso de Harry Potter pero antes de su llegada solo se sentaban ahí a repasar estrategias para avivar la causa, Severus se sentía asqueado, ya no quería hacer eso, en un principio fue movido por la promesa del poder y la compañía de buenos amigos, pero ahora no eran nada más que un grupo de fanáticos decrépitos que arrastraban a las generaciones más jóvenes.

 

Cuando el mayor ingreso a la habitación, encontró a Harry gimiendo y retorciéndose, gotas de sudor perlaban su frente, Severus se asustó ¿se habría enfermado el muchacho? Rápidamente se acercó a la cama y puso su mano derecha en la frente del menor.

 

—Shhhh tranquilo —susurro.

 

Y como si la voz de Severus de un bálsamo se tratara Harry se calmó de inmediato, el mayor sonrió, se acomodó al lado del menor y lo rodeo con sus brazos, Harry se acurruco entre ellos, si Severus pensaba un poco si se estaba acostando con el elegido en el sentido literal de la palabra, pero lo otro, bueno, no se le había ocurrido antes y es que el ojinegro quería esperar a que Harry descubriera toda la verdad por su propia cuanta y si después con todo y los lastres que cargaba de su pasado, el joven aún seguía apreciándolo podía intentar hacer algo más.   

 

 

 

A la mañana siguiente Harry despertó sintiéndose calientito, cuando abrió los ojos se encontró envuelto en los brazos de Severus, sensaciones contradictorias llenaron su cuerpo, por un lado quería aparatarlo y por el otro quería quedarse así para siempre, el moreno no había entendido gran cosa de la conversación de ayer, pero sentía que habían estado hablando de él, por alguna razón se sintió herido de que Severus le guardara secretos. Harry se dio cuenta de que todos tenemos secretos, pero deseaba que el mayor compartiera los suyos con él, aunque supuso eso llevaría algo de tiempo, con un encogimiento de hombros pensó en dejar que las cosas siguieran su curso.

 

Severus se removió un poco sin llegar a despertarse, Harry lo observo con una sonrisa y sin poder contenerse se inclinó para darle un beso en la ganchuda nariz, amaba ese tipo de narices, Severus abrió un ojo y Harry asustado se apartó.

 

—Lo siento —murmuro el menor.

 

Severus se rió un poco y tomo a Harry de la nuca para besar su pequeña nariz, después se levantó y se dirigió al baño.

 

Harry se quedó anonadado y sonrojado, luego se tapó con las cobijas y soltó un gritito nada masculino ¿Qué acaba de pasar? Se preguntó extrañado pero luego sonrió como un bobo, las cosas mejoraran ¿verdad? Pensó.

 

Mientras tanto Severus se lavaba la cara, estaba completamente avergonzado ¿Qué diablos estoy haciendo? Se recrimino frente al espejo, es un niño, es el hijo de tu mejor amiga a la que traicionaste, el último pensamiento golpeo al mayor con un puñetazo de culpa, esta jamás se iría, jamás. Sacudió la cabeza y salió del baño.

 

—Harry —llamo Severus.

 

—Mmm —contestó el aludido desde su fortaleza de cobijas.

 

—¿Quieres desayunar algo?

 

—Si

 

—Entonces ve a cambiarte, esta vez yo pagare la comida.

 

Harry se destapo y miro a Severus sin entender.

 

—Iremos a la cafetería que frecuento —aclaro el mayor.

 

—Iré a cambiarme —fue la respuesta de Harry.

 

Cuando los dos hombres estuvieron listos, salieron del pub y caminaron juntos por las calles de la localidad, iban en silencio como siempre, algún día o eso esperaba Harry obligaría a Severus a mantener una conversación decente con él, entretanto disfrutaría de aquellos acogedores silencios.

 

Lo bueno de vivir en localidades pequeñas era que todo quedaba ridículamente cerca, unas calles más tarde llegaron a una cafetería. El local era de condición simple pero con estilo, grandes ventanales al frente, sillas y mesas de madera oscura, una campana en la puerta que anunciaba la llegada de algún cliente al lugar, paredes de color crema adornadas con algunos cuadros de Remedios Varo y por supuesto el típico aparador de cafetería con sus pastelillos, galletas y dulces en el muestrario, los vaso desechables, los sobres de azúcar, los agitadores y las tapas. Harry sonrió al entrar, le gusto el lugar de inmediato.

 

Se sentaron en una de las mesas al fondo, de inmediato un joven de cabello castaño y porte elegante les tomo la orden. El menor estaba impresionado, de un momento a otro la campana de entrada sonó y por la puerta pasaron tres personas que Harry conocía de la noche anterior, Severus palideció, eran los rubios y la pequeña morena.


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