Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Rainbow VS Monochrome por Alphonse Zero

[Reviews - 63]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hace tiempo no escribía un capítulo de memorias, ahora es necesario para seguir avanzando la trama ;)

Que lo disfruten!

5 años

 

La joven de ojos miel avanzaba presurosa por la calle. No quería llegar tarde de nuevo. Cruzó un par de cuadras más y dobló la esquina hasta llegar a la entrada del jardín de niños. Un grupo de madres ya estaban esperando a sus hijos y como siempre notaron su presencia de inmediato, aunque ninguna la saludó.

Amelia ya estaba acostumbrada a que la vieran así. No solo seguía vistiendo de negro, además era mucho más joven que todas las mujeres que estaban allí. Pero no le importaba.

Pronto fueron saliendo los niños acompañados de su maestra. Todos en fila y con sus pequeños uniformes azules. Algunos querían salir corriendo a los brazos de sus madres pero la maestra ya les había dicho que debían ir saliendo en orden.

Amelia se asomaba buscando a su pequeño, y allí estaba, casi al final de la fila. Ella le saludó moviendo la mano entre el montón de madres y su niño le respondió igual. Era tan pequeño, pero había crecido tan rápido. Apenas se creía que ya tuviese 5 años.

Las madres fueron recogiendo en orden a sus niños y de vez en cuando la maestra les hacía un comentario sobre cómo se portaron en clases. Pronto fue el turno de que Amelia pasara.

-¡Hola, Mami!- dijo alegremente su pequeño de ojos negros, quien corrió a abrazarla.

-Hola, Dani- le decía Amelia recibiéndole entre sus brazos. -¿Te portaste bien?

-Como siempre- le responde su maestra. –Muéstrale a tu mamá lo que hiciste hoy.

-Mira, lo hice para ti- le dijo mientras sacaba de su pequeña mochila un dibujo de un monstruo purpura y esponjoso de un solo ojo. –Y le puse mi nombre- dice señalando su firma hecha con una crayola azul y en mayúsculas.

-Es precioso. Me encanta, gracias- le dice Amelia mientras le revuelve el cabello.

Amelia se despide de la profesora y toma a Dante de la mano para irse juntos. En eso escuchan a una niña detrás de ellos.

-¡Mira mamá! ese es el niño vampiro que no tiene papá- dice la niña señalando a Dante.

-¡Querida no hables tan fuerte!- le dice su madre regañándola. - Disculpe a mi niña- dice la madre al hacer contacto visual con Amelia.

-No se preocupe- le dice Amelia con una sonrisa amable.

Dante sin embargo se molesta un poco por el comentario de su compañera. Comienza a tirar del brazo de Amelia para irse más rápido. Ella se da cuanta y avanza con él.

Después de un rato de caminar, mientras esperaban a que el semáforo cambiara para poder cruzar la calle, Amelia le pregunta a Dante.

-¿Quién era esa niña de hace rato?

-Carina- dice Dante sin mucho ánimo. –Va en mi salón.

-¿Ella te molesta?- pregunta Amelia.

-No es mala, - dice Dante. – pero…

-¿Pero?- insiste Amelia.

-Ella dice cosas que no me gustan- dice el pequeño de ojos negros.

-¿Qué cosas?- pregunta Amelia, pero en eso la luz cambia dándoles el paso. Decide que hablarán de eso más tarde, pues estaban por llegar a su trabajo.

Cruzaron la puerta de cristal de la panadería. No había mucha gente dentro ya que era pasado el mediodía, lo que ayudaba a que Amelia pudiera salirse un momento para recoger a Dante de la escuela.

-Hola, Señora Rita- dijo el pequeño yendo detrás del mostrador para saludar a la mujer que estaba atendiendo la caja registradora.

-Hola, Dante ¿Te fue bien en la escuela?- decía la mujer mientras le entregaba una bolsa de pan a un cliente.

-Sí, hice un dibujo para mi mamá- dice mostrándole a ella también el dibujo.

-¡Qué lindo dibujo!- dice Rita poniéndole atención al pequeño. –Seguro cuando crezcas serás un gran artista- dice apretando una de sus mejillas.

- Gracias por esperarme, Rita- Amelia aparece poniéndose un mandil y con el cabello recogido.

-Deja de decir eso. Siempre sales corriendo y vuelves en un abrir y cerrar de ojos- le dice amablemente la mujer mientras le deja el lugar a Amelia para que lo atienda.

Dante va y se sienta en un pequeño banco que estaba detrás del mostrador al lado de Amelia. Ya sabía que debía comportarse y no correr por allí mientras su madre trabajaba. Sacó su libreta de la escuela y comenzó a hacer su tarea.

-¿Qué te dejaron hoy?- le pregunta Amelia mientras le cobra a una chica que quería comprar unas galletas.

-Números- responde Dante mientras traza con su lápiz una plana de los números del 1 al 5.

-Dante, -le habla Rita mientras llevaba una charola de galletas recién horneadas. - ¿quieres tomar una?

-¡Sí!- dice emocionado.

-Dan, ya sabes que no debes comer dulces antes de la comida- le dice su madre.

-Vamos, es solo una- insiste Rita. –Además él siempre te hace caso y se porta bien.

Dante mira Amelia, suplicando con sus grandes ojos negros. No solía ser un niño caprichoso, pero siempre que Rita lo apoyase él tomaba ventaja.

-Está bien, pero solo una- dice Amelia, permitiéndole comer la galleta.

Rita le acerca la charola y Dante toma una galleta para comerla mientras termina con su tarea.

Un par de horas después Amelia terminó su turno y se preparó para irse. Dante la siguió a la trastienda donde dejó el mandil y se despidió de Rita. Ambos salieron de la tienda y caminaron unas calles más hasta llegar a un edificio de departamentos. Entraron saludando al portero y luego subieron los escalones hasta el tercer piso.

Al entrar al departamento, Dante corrió a la habitación que compartía con su madre y pegó el dibujo que había hecho junto a otro montón de monstruos que estaban en la pared junto a la cama.

Amelia se quedó un rato viéndolo desde el marco de la puerta. No hace muchos años habían llegado allí. Dante no tenía más de tres años cuando conocieron a Rita, quien le dio trabajo en su panadería. Sentía que el tiempo pasaba muy rápido. Ahora tenía 5 años, pronto iría a la primaria.

Amelia recordó a aquella niña y lo que dijo de Dante. Sabía que tenía que hablar con él sobre su padre algún día, pero aún no sabía cómo. ¿Cómo explicarle que su padre no quiso saber nada sobre él? No podía decirle eso, pero tampoco quería mentirle. En momentos así agradecía que Dante no acostumbrara a hacer tantas preguntas.

El pequeño de ojos negros bajó de la cama y fue con su madre a abrazarla. Aquello era lo que a Amelia le daba fuerzas, tener a su pequeño entre sus brazos.

 

14 años

 

Con la camiseta desfajada y el cabello enredado, caminaba como si no quisiera llegar a ninguna parte. Apenas hizo ruido al entrar a casa, no quería que lo escucharan. De la nariz aún le escurría sangre y sus orejas ardían por el vapor caliente que le salía desde el pecho. Subió las escaleras presuroso, fue entonces cuando su madre lo escuchó.

-¿Dan, ya estás aquí?- dijo su madre desde la cocina. –Ya es tarde, me tenías preocupada.

El chico de cabello negro le daba la espalda. Se había quedado quieto en la escalera, pero no volteaba a verla. La sangre ya había manchado el cuello de su camisa.

-Lo siento, tuve que hacer un trabajo en la biblioteca- decía el chico limpiando la sangre con la manga del suéter, como si eso bastara para ocultar lo que pasó.

-¿Está todo bien?- Amelia subió las escaleras y se puso detrás de Dante. Su hijo se comportaba de forma extraña y eso no le gustaba.

-Sí, todo bien- respondió sin verla.

Amelia puso atención a las ropas de Dante. Lo tomó del hombro y lo obligó a voltear a verla.

-¿Pero…qué te pasó?- decía tomando su rostro y examinándolo a detalle. -¿Quién te hizo esto?

-Nadie… me caí- dijo el chico, intentando quitarse las manos de su madre de encima.

-¡No te creo! Esto no fue por una caída. Ven, vamos a revisarte- dijo Amelia haciéndolo subir hasta su habitación.

Dante se sentó en su cama mientras su madre le limpiaba las heridas del rostro y de los brazos y se las desinfectaba. Hubo silencio por un rato, ninguno dijo nada, ni siquiera Amelia. Una vez terminó de curar sus heridas, dejó los algodones a un lado y se sentó junto a él en la cama.

-¿Vas a decirme lo que ocurrió?- preguntaba su madre.

-¿Qué es lo que quieres que te diga?- decía el chico colocándose el cabello detrás de la oreja.

-La verdad. Quiero que me digas quién te golpeó y por qué- dijo Amelia.

-Unos chicos del equipo de baloncesto- comenzó a decir. –Ellos me llevaron detrás del gimnasio después de clases. Parece que se enteraron de algunos rumores y…me golpearon.

-¿Qué rumores?- insistió Amelia.

-Pues…- A Dante le costaba hablar. –Hay un chico, Zac. Él fue amable conmigo un día que me caí en educación física. Creí que le agradaba y… vamos en el mismo salón, así que le pedí que fuera mi compañero para un proyecto de historia.

Amelia ya se empezaba a imaginar el resto de la historia, pero dejó que Dante siguiera.

-Tiempo después comenzó a decirles a todos que yo era extraño- dijo volviendo a acomodar el mechón de cabello detrás de su oreja. –Zac me vio un día en el centro comercial y dijo que vestía raro y que era de afeminados pintarse las uñas aunque fuera con barniz negro.

-Pero tú sabes que eso no tiene nada de malo- le decía Amelia. –Es verdad que no te dejo ir así a la escuela, pero es por el reglamento, no porque crea que haya algo malo.

-Pero es cierto…-dice Dante en un tono de voz que apenas se escuchaba.

-¿Qué cosa?

-Zac me gustaba- confesó Dante, intentando no romper en llanto. –Él se dio cuenta y dijo que yo le daba asco. Por eso me golpearon, para darme una lección.

Amelia vio como Dante se forzaba para no llorar. Lo abrazó cariñosamente y le dio palmaditas en la espalda. Inevitablemente, Dante comenzó a llorar.

Pasaron un rato así, hasta que Dante se calmó. Se separó despacio de Amelia y se secó las lágrimas.

-Dan, escúchame bien. No tiene nada de malo que te gusten los chicos y tampoco que te vistas como te gusta. Ellos son los que están mal al no respetar eso- Amelia le ayudó a secar sus lágrimas con un pañuelo.

-Pero ahora todos en la escuela hablan sobre ello. No me dejan en paz.

-Hablaré con el director sobre eso. Lo solucionaremos- le anima Amelia. ¿Está bien?

-Está bien- responde Dante, no muy seguro de que el plan de su madre funcione.

 

Después de la plática, Dante se vistió y ayudó a Amelia a preparar la comida. Siempre habían sido muy unidos, lo que en parte le ayudaba a confiar en ella para contarle todo. Sin embargo, siempre hubo algo de lo que le daba miedo hablar con su madre. Ya había intentado preguntarle, pero ella respondía el típico: “Cuando seas mayor”.

Aun así, aquel día sintió curiosidad, más de la acostumbrada. Más tarde, cuando ya era de noche y su madre estaba en su cama leyendo. Dante entró a su habitación tocando la puerta.

-¿Mamá, puedo hablar contigo?- preguntó el chico de ojos negros.

-Sí, claro- Amelia dejó el libro en la mesa de noche y le pidió a Dante que se sentara junto a ella en la cama.

Dante fue y se recostó a un lado de donde estaba su madre. La habitación apenas se iluminaba por la lámpara de la mesa de noche. El chico miraba el techo mientras su madre lo observaba esperando a que le dijera de qué quería hablar.

-Mamá, ya tengo 14 años- comenzó a decir. –Creo que ya soy lo suficientemente grande para que me hables sobre mi padre.

Amelia se puso pálida. Era de esperarse que preguntara por su padre pronto, ya que lo hacía cada cierto tiempo, pero no lo esperaba justo ese día.

-¿Por qué quieres saberlo ahora?

-No es solo ahora, siempre he querido saber. Cada vez que pregunto evades el tema o dices que no soy lo suficientemente maduro, pero hoy es diferente. Yo te confesé algo difícil de decir, lo justo es que hagas lo mismo.

-Lo justo, dices- Amelia ríe de forma triste. –Sí, has crecido mucho. Creo que no puedo evadir el tema por más tiempo- Amelia respira hondo. -¿Qué quieres saber?

-Bueno, es obvio que no murió. Siempre he sabido que él se fue por su cuenta, pero… ¿Quién era él? ¿Por qué se fue? Y, ¿Sabes dónde está ahora?

-Son muchas preguntas- dijo Amelia para pensar en cómo responder cada una. –Él y yo fuimos novios durante la preparatoria, éramos muy jóvenes, solo un par de años más grandes que tú. Tener un hijo a esa edad siempre es difícil y él no quería esa carga…- Amelia dejó de hablar.

Dante ya se esperaba una historia así, era obvio, pero no por ello no le dolió igual. Ver como los ojos miel de su madre se apagaban de repente al hablar del tema le decía que ella había sufrido mucho.

-Así que no quiso nada que ver conmigo- dijo un tanto triste y desanimado.

-Él no te conoció. Estoy segura que si te hubiera visto se habría enamorado de ti tanto como yo lo hice. Pero sus padres eran estrictos y lo convencieron de que alejarse era la mejor opción.

-Pareciera que lo defiendes- le reclama el chico.

-Para nada- le responde Amelia. – Te cuento como pasaron las cosas. De igual forma él es responsable de lo que hizo.

-¿Y sabes qué fue de él?

-No- responde Amelia. –No supe más de él después de que dejé mi antigua ciudad. Tampoco es que yo quisiera encontrarlo.

Dante se queda pensando en silencio después de aquella respuesta. Amelia se da cuenta y acariciando el cabello de su hijo le pregunta:

-¿Tú quieres conocerlo?

Dante mira a su madre a los ojos. Tenía toda su vida a su lado, nunca le faltó nada, su madre le había dado cuanto podía. No solo eso, se daba el tiempo de escucharlo y pasar el rato con él.
Era obvio tener curiosidad pero… no era justo pedirle eso.

-No, en realidad no quiero- Dante se acercó acurrucándose en el regazo de su madre. –Era solo curiosidad, solo quería saber lo que pasó.

-¿Quieres saber su nombre al menos?

-No, tampoco quiero. No me sirve de nada saber su nombre, sé quién fue y lo que hizo, con eso basta.

-Cómo digas- le dijo su madre mientras pasaba suavemente sus dedos entre sus cabellos azabaches que habían crecido hasta sus hombros.

Dante se dejó arrullar por las caricias de su madre. Hace tiempo no dormía con ella, pero sin darse cuanta se quedó dormido después de un rato. Pero lo hizo pensando en lo que había pasado ese día respecto a Zac  y en lo que le dijo Amelia sobre su padre.

---------------------------------------------------------------------------

Aún recuerdo su llanto

 

Era un día soleado de agosto, con el cielo despejado y el viento suave. Había salido con sus amigos a jugar baloncesto en el parque. Se divertía, era un joven de 18 años con un montón de cosas en mente para el futuro.

-Tomemos un descanso- decía uno de sus amigos que ya estaba jadeando.

-Te cansas muy rápido- dice Jordán burlándose un poco.

-No seas presumido- dijo otro de sus amigos quitándole el balón y sentándose en una banca junto al otro chico.

Los chicos se sentaron para descansar y platicar un rato.

-Esa chica del local de hamburguesas sigue sin aceptar salir conmigo- dice uno de los chicos.

-Ya deja de acosarla. Si la asustas nunca te hará caso- le dice Jordán.

-Por cierto, ¿qué pasó con tu novia?- pregunta el otro chico.

-Es verdad. La chica rara que parecía vampiresa, ¿verdad?- dice el primer chico.

-No la llames vampiresa- dice Jordán algo molesto.

-Haha, lo siento ¿Cómo se llamaba?

-Eso ya no importa. Terminé con ella hace mucho- dice el chico de cabello y ojos negros, intentando acabar con el tema.

-¿Por qué? ¿Intentó chuparte la sangre?- se burló el chico.

Jordán se molestó y se levantó de la banca tomando su chaqueta.

-Eres un idiota- le dijo el segundo chico a su amigo.

Jordán se fue del parque. No estaba tan molesto con su amigo, ya había escuchado esa clase de comentarios sobre su novia antes. Era el que lo cuestionaran del por qué la dejó lo que le molestaba.

Había pasado bastante tiempo de eso. Seguramente ya había dado a luz al bebé. De inmediato trató de olvidarse de eso, no quería pensar en ella ni en el bebé. No quería dudar, ya había tomado una decisión.

Llegó a su casa. Desde antes de abrir la puerta del jardín escuchó los gritos de su madre y de su hermano menor.

-Ese niño siempre causando problemas- se dijo a sí mismo.

Pasó el jardín y entró a la casa.

-¿Qué está pasando? Sus gritos se escuchan por toda la calle- dijo al tiempo que se percató de la situación. Amelia estaba allí. -¿Amelia? ¿Qué…? ¿Qué haces aquí?

En eso, Jordán es consiente del bebé que cargaba Amelia en brazos. Estaba asustado, un sentimiento de culpa le recorrió el pecho.

-¡Jordán, no tienes nada que hacer aquí! ¡Sube a tu habitación!- le dice su madre.

-¿Pero qué pasa?- pregunta. No sabía la razón de la visita de Amelia. ¿Quería pelear con él y con su familia para que aceptara al bebé?

Jordán no pudo despegar sus ojos negros de Amelia y el bebé que lloraba entre sus brazos.

-Obedece a tu madre ¡Sube!- le ordenó su padre.

El chico no sabía qué hacer, ni siquiera entendía lo que sentía con esa situación. Obedeció a sus padres y comenzó a subir las escaleras. En eso, Amelia salió corriendo con el bebé, sin decir nada.

-¡Espérame, Amelia!- gritó su hermano quien corrió presuroso tras la chica.

-¡Vuelve aquí, niño!- gritó su padre. –Ese mocoso me va a escuchar cuando regrese.

Jordán se detuvo a mitad de las escaleras. Aún no procesaba lo que vio. Amelia corriendo con su bebé en brazos. Benjamín corriendo tras ella, siendo más valiente de lo que él pudo ser. El llanto del bebé penetrando sus oídos. Entonces se dio cuenta que no pudo verlo, pues estaba cubierto con una mantita, no sabía cómo era. Una extraña curiosidad se despertó en él. Una duda…

-Ese bebé…- dice en voz baja y abriendo los ojos como si despertara.

-¿Sigues aquí?- dice su padre.

-No pude verlo…- decía recordando el llanto. –Mi hijo…

Jordán comenzó a bajar las escaleras e intentó correr tras Amelia también. Pero su padre lo detuvo bloqueando el paso y sosteniéndolo con fuerza.

-¿Pero qué haces, imbécil? ¡Contrólate!

-¡Papá, déjame ir! ¡Necesito verlo!- gritaba el chico de ojos negros.

-¡No, hijo! ¡No dejes que esa mocosa te engañe!- decía su madre.

-¡Pero ese es mi hijo! Amelia nunca me engañaría con otro…yo estuve con ella. Es nuestro. Es nuestro hijo ¡Mi hijo!

-No, no lo es- le decía su madre. –No arruines tu vida por una chica y un mocoso que no lo valen. Tú tienes que hacer las cosas bien. Debes estudiar una carrera, conseguir una esposa de una buena familia. No puedes cambiar tu futuro por ella.

-¡Al menos déjenme conocerlo!- decía mientras perdía las fuerzas.

Su padre seguía impidiéndole el paso pero al ver que se iba rindiendo lo hizo retroceder.

-No, si lo vez te hará dudar. Es mejor que te olvides de ella y de su hijo- le dice su padre.

Jordán hubiera querido ser más fuerte, que el impulso que hizo que Benjamín corriera tras Amelia lo golpeara a él también para alcanzarla. Pero no lo hizo. Se rindió.

-Jordán, solo queremos lo mejor para ti- dijo su madre abrazándolo.

Jordán se soltó de ella y corrió a su habitación. Se encerró con llave y se deslizó hacia el suelo. No se sentía tranquilo, el llanto del bebé se le quedó grabado tan claramente que podía reproducirlo una y otra vez en su cabeza y revivirlo.

Se levantó y caminó alrededor de su habitación, desesperado porque sentía que el volumen del llanto aumentaba tanto que le destruiría los oídos. Se tiró de rodillas cubriendo sus oídos pero era inútil. El llanto venía del interior de su cabeza, de un lugar del que no podía sacárselo.

-¡Ya basta! ¡Detente!- gritaba desesperado.

El llanto no paró, se hizo tan fuerte que aunque él gritaba no escuchaba su voz. No pudo más que llorar también, recordando a Amelia por medio de fotogramas que le venían a la cabeza. Diferentes momentos que había pasado a su lado. El día que la conoció, su primer beso, sus ojos miel, su sonrisa, su primera vez juntos. Eran momentos felices, que ya no volverían, que ahora eran tristes. Y el llanto no se detenía

-¡Por favor! ¡Para de llorar!- gritaba suplicante. -¡Para!- gritó con todas sus fuerzas.


Se despertó de golpe, bañado en sudor, respirando agitado. Poco a poco reconoció la habitación, su habitación. Debía ser de madrugada porque seguía muy obscuro fuera de la ventana.

-¿Cariño, estás bien?- la mujer a su lado despertó al escucharlo despertar.

-S-sí, no es nada- decía el hombre que intentaba calmarse.

-¿Otra vez esa pesadilla?- pregunta su mujer mientras que se incorpora y se sienta a su lado.

-Lo siento, no quería despertarte- intentaba desviar el tema.

-Nunca me has dicho de qué se trata, pero debe ser horrible para que despiertes así- la mujer se acerca y le acaricia el rostro.

Jordán no dice nada más y su mujer entiende que no quiere hablar más del tema. Ambos vuelven a recostarse, la mujer vuelve a quedarse dormida al poco rato pero él permanece despierto. No importaba cuantos años pasaran, la culpa lo seguiría persiguiendo al igual que el llanto de su hijo.

Notas finales:

Poco a poco se van revelando más cosas respecto al pasado de Dante.

Espero que les haya gustado y gracias por seguir leyendo :3

Hasta pronto.

Att. Alphonse Zero. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).