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Rainbow VS Monochrome por Alphonse Zero

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Notas del capitulo:

Continuación.

Dante no sabía cuánto tiempo había pasado. Cada minuto parecía una eternidad. Tal vez ya habían pasado los 15 minutos, o quizás ni siquiera habían pasado 5. No importaba, no podía quedarse allí.

-¿Ya entrarás?- preguntó la chica que por alguna razón se había pegado a él.

No pensaba responderle. Miró una vez más por la ventana, pero no vio a nadie conocido.

-Como quieras. Yo iré por algo de beber- dijo al ver su vaso vacío. La chica entró sin más a la casa y se perdió entre la gente.

Dante dudaba. Alexander le dijo que no entrara, que llamara a alguien. Tenía algunas monedas para un teléfono público, pero no sabía que tan lejos estaría. No quería alejarse de allí, no hasta encontrar a Vincent.

No tenía otra opción. Debía entrar. No esperó más y lo hizo. Había mucha gente, tanta que apenas podía ver al frente. Las personas bailaban, bebían y reían. Ignoraban la angustia que Dante sentía en ese instante, estaban lejos de ello.

De pronto lo fueron empujando hacia el centro del lugar. Se fue abriendo pasa, intentando llegar a algún muro o un punto donde quedarse quieto. La música y las voces de todos hacían que el lugar pareciera mucho más saturado de lo que estaba. Había comenzando a sentirse aturdido.

Sin saber bien cómo, logro salir de la multitud. Se recargó en la pared, descansando de tanta gente. Así no encontraría a Vincent, debía calmarse. Miró alrededor, pero nada. Pensó que debía ir a las escaleras para ver desde lo alto. Fue aproximándose lentamente cuando sintió que alguien estaba detrás de él. Volteó precipitadamente. Pero no era nadie conocido. “Solo estás nervioso”, se decía a sí mismo y siguió avanzando.

Llegó a las escaleras. Estaban invadidas por parejas que coqueteaban entre sí, ignorando al chico que se puso allí, cuatro escalones arriba, para buscar a Vincent. Pero de nuevo, nada. Vincent no estaba allí.

No sabía qué debería hacer ahora. No se podía quedar allí, pero tampoco podía ir de un lado a otro libremente. Mientras pensaba en ello, logró ver a Alexander. El rubio se abría paso apresurado. Dante pensó que podía haber visto a Vincent. Se apresuró a bajar las escaleras, dispuesto a alcanzarlo… Fue entonces que ocurrió.

Un tirón a su brazo izquierdo, luego un fuerte brazo tomándolo de la cintura. Intentó zafarse del agarre, pero era más fuerte. Intentó gritar, pero una mano cubrió su boca. Solo pudo patalear un poco antes de que lo llevaran a una habitación obscura. Allí lo arrojaron con fuerza al suelo. Luego la puerta se cerró.

-¡Déjame salir!- Dante se lanzó contra su agresor intentando escapar, pero de nuevo lo aprisionó con fuerza.

-Sin duda eres tú. El Diablo estará contento.

Apenas y podía ver con la poca luz que entraba por la ventana. El chico volvió a cubrir su boca y llevarlo a la ventana. Tan solo unos golpes a ésta hicieron que se asomaran barios ojos, entre los cuales destacaron los fríos ojos del Diablo.

 

 

 

-¿Dante? ¿Está aquí?- Vincent tomó con fuerza los brazos de Alexander, sacudiéndolo para hacerlo reaccionar. -¡Contesta!

-Le dije que esperara afuera, pero no está aquí- Alexander sabía que no iba a irse sin más. –Temo que haya entrado. Vincent, escuché todo lo que dijo ese tipo.

Vincent recordó la promesa del Diablo.

-No tengo tiempo de pelear contigo. Vamos a buscarlo, ¡rápido!

 

 

 

El Diablo y dos chicos más entraron por la ventana. Se colocaron alrededor de Dante, y uno más en la puerta.

-Miren nada más. Hoy es mí día de suerte- el Diablo se acercó a Dante. –Justo hablaba de ti con mi arlequín- tomó un mechón de cabello del azabache, enredándolo en su dedo.

-¿Dónde está?- preguntó Dante, notablemente preocupado.

-Tranquilo, está bien. Se fue hace rato- Damián hace una seña y uno de los chicos sale por la ventana. –Es una lástima, parece que viniste a buscarlo.

Dante no había convivido mucho con él cuando lo vieron en la plaza, y aun así le dio miedo. Ahora que lo tenía tan cerca y en aquella situación entendía por qué todos le temían. El Diablo siempre se mostraba tranquilo y sonriente, aun cuando lo que decía fuese terrible.

-Ya es muy tarde para que un chico como tú esté fuera ¿Quieres que te llevemos a casa?- la mano del Diablo pasó de su cabello a tocar la mejilla de Dante. El azabache alejó su rostro y vio seriamente al Diablo. –No tengas miedo… ¿Dante, verdad?- lo tomó con fuerza del rostro, obligándolo a verlo a los ojos. –No tengo pensado devorarte. Al menos no aquí.

-¡Todo listo, salgan!- dijo el chico que volvía a asomarse por la ventana.

-Ya oyeron, vámonos de aquí rápido- Damián salió tranquilamente por la ventana.

El resto, sin embargo, actuó apresurado. Uno de los chicos puso cinta adhesiva en la boca de Dante y entre dos lo inmovilizaron y lo cargaron para sacarlo por la ventana. El otro se asomó por la puerta, alcanzando a ver a Vincent dando vueltas en busca del azabache.

Todo fue muy rápido. Lo llevaron a una camioneta que estaba estacionada frente a la casa, justo frente al pasillo. Lo arrojaron dentro y una vez el tercer chico salió, encendieron el auto. Las puertas se cerraron y arrancaron. La radio estaba encendida y con el volumen alto. El que conducía lo hacía rápido y con poco cuidado. La parte trasera no tenía asientos, así que Dante estaba en el suelo de la camioneta.

-Antes de devolverte, pensaba que sería agradable darte un paseo- el Diablo lo vio desde el espejo retrovisor, sentado del lado del copiloto.

-¿Qué haremos con él?- le preguntó quien estaba conduciendo.

-Vincent ya está advertido, así que me divertiré con su juguete un rato- encendió un cigarrillo. Volvió a ver a Dante por el espejo. –No pongas esa cara- se levantó y fue a la parte de atrás.

Dante intentaba retroceder cuando se le acercaba, pero no tenía a dónde correr. Los otros dos chicos estaban en la puerta trasera y lateral del auto, vigilándolo.

-Lamento que hayas quedado enredado en esta situación- le tomó del mentón. –Pero Vincent no me dejó opción. Después de mentirme por tanto tiempo.

Dante reaccionó sorprendido ante lo que dijo.

- ¿No es obvio? Nos delató a todos y aun así tuvo el descaro de decir que no sabía quién había sido. Eso no se le hace a un amigo ¿Quieres saber cómo lo supe?-Damián coloca el cigarrillo en sus labios y luego suelta el humo. –Yo lo vi ese día. Mientras que jugaba con aquel chico, pude ver a mi arlequín asomarse por la puerta. Tan asustado que se fue de inmediato, creyendo que nadie lo vio.

Dante entendió entonces que el Diablo solo había estado jugando con Vincent al pedirle que buscara a quien los delató, pues ya lo sabía.

-Debes preguntarte por qué fingí no saber nada. Fue para divertirme. Así como él se divirtió al acusarnos y fingir que no sabía nada, yo me divierto causándole miedo. Aunque esta noche me demostró que hace falta un poco más para castigarlo- Damián tomó a Dante y lo arrojó al piso de la camioneta. Cuando menos se dio cuenta, ya estaba sobre él. –Ahora mismo debe estar buscándote. Quisiera ver su cara cuando te encuentre después de esta noche- Damián soltó humo contra su rostro.

Tenía un mal presentimiento. Estando en aquella camioneta en movimiento, yendo a quién sabe dónde, y encerrado con aquellos chicos. Era obvio que estaba en grandes problemas.

Damián puso el cigarrillo en sus labios. Con una mano apretaba fuertemente el brazo de Dante, la otra le quitó de un tirón la cinta de la boca, tan fuerte que dio un pequeño grito de dolor.

-Justo eso es lo que quiero escuchar de ti- comenzaba a desliar la mano bajo su camisa.

-¡No! ¡Suéltame!- Intentó luchar con su brazo libre.

-Tranquilo si no quieres salir herido de verdad- dijo Damián.

Al joven Diablo se le complicó mantener calmado a Dante. Era obvio que no era como ese otro chico que se había rendido con facilidad años atrás. Usó ambas manos para inmovilizarlo, pero entonces comenzó a patalear y retorcerse bajo él.

-¡Dije que te calmaras!- gritó con fuerza.

Los chicos que estaban atrás con él le ayudaron a sostenerlo, pero no les era fácil. Dante seguía luchando. El Diablo se estaba desesperando. Se quitó el cigarrillo de la boca y lo clavó con fuerza en el pecho de Dante. El azabache gritó de dolor, dejando de luchar por un instante.

-¿Ya te quedarás quieto?- preguntó riéndose el Diablo.

Pero no lo hizo. Dante sabía que le ganaban en número y en fuerza, pero aun así no se dejaría vencer. Esto hizo rabiar a Damián. No estaba acostumbrado a que le retasen. Sacó una navaja de su bolsillo y la colocó contra el cuello de Dante.

-Parece que solo así te quedas quieto- dijo al ver al azabache calmarse un poco. –No me gusta cuando las personas se rebelan contra mí- Pasó suavemente la navaja por la mejilla de Dante, dejando un ligero hilo de sangre. Acarició el largo cabello del azabache. –Tú también necesitas un castigo- Tomó con fuerza parte del cabello del azabache y lo alzó de tal forma que lo lastimaba.

Dante vio la navaja alzarse. Cerró los ojos al imaginar que el Diablo la clavaría, pero los abrió al sentir como su cabeza se liberó de su agarre y se impactó contra el suelo. Luego vio al Diablo sosteniendo sus cabellos recién cortados.

Damián sonreía al ver aquella expresión en el rostro del azabache. Una mezcla de miedo y tristeza. Ya no se veía tan decidido. Entonces soltó sus cabellos y volvió a acercarse a él. Temblaba, lo empujaba pero con menos fuerzas, parecía que se pondría a llorar y suplicarle en cualquier momento. Aquello lo emocionaba. Clavó sus dientes en el cuello del azabache mientras su mano volvió a recorrer su abdomen.

Tenía tanto miedo. Sabía que si seguía luchando usaría su navaja contra él. Aquellos roces y besos bruscos en su cuello le asqueaban, pero lo peor de todo era oírlo susurrar en su oído.

-Me pregunto qué cara pondría Vincent si viera esto.

Eso fue lo que lo despertó. Sabía que Vincent no querría que se dejara vencer así. Tomó todas sus fuerzas y las soltó en un fuerte golpe contra la cara del Diablo. Le dio tan fuerte que éste no pudo disimular el dolor y dejó de sonreír tan descaradamente. Lo miraba furiosos. Hubiese usado la navaja pero cuando la camioneta dio una vuelta ésta se soltó de sus manos y se deslizó bajo el asiento del copiloto.

Aquello no detuvo a Damián. Comenzó a golpear al azabache, en el rostro, en el estómago y en los brazos cuando intentaba cubrirse. Los otros solo miraban como se había descontrolado de repente, pero lo dejaron ser.

Dante intentaba esquivar los golpes y luchar pero estando bajo el Diablo le era difícil. Hasta que una oportunidad se le presentó. La navaja volvió a deslizarse saliendo de debajo del asiento. Damián no la había visto. Dante la tomó y justo en eso volvieron a tomar una curva de forma rápida.

-¡Estúpido! ¡Quieres matarnos o qué!- se distrajo al regañar al conductos, y en eso, Damián sintió como el chico que tenía sometido lo hería en el brazo.

Dante cortó levemente el brazo del Diablo, logrando que se le quitara de encima. Hubo un alboroto dentro de la camioneta, tanto por intentar auxiliar al Diablo como para castigarlo a él, pero fue tal que el chico que conducía se distrajo y casi chocan.

 

Frenaron de forma súbita y atrás todos cayeron. La camioneta quedó varada a un lado del camino. Dante aprovechó su oportunidad. Soltó la navaja y fue a la puerta lateral, la abrió y salió. Pero fue alcanzado por la mano de Damián, que tiraba de la manga de su camisa. Sus ojos parecían llamear en ira. Dante tiró con fuerza, rasgando la camisa.

Damián salió de la camioneta y se lanzó sobre él. Ambos rodaron en el suelo. El Diablo iba a golpearlo pero él lo empujó con todas sus fuerzas y una vez se libró de él, salió corriendo.

Alcanzó a escuchar como el Diablo mandaba a uno de los chicos a seguirlo a pie mientras él y el resto lo seguían en la camioneta. No se detuvo, corrió lo más rápido que podía. Intentaba reconocer el lugar donde estaba pero todo se nublaba frente a él. Entonces solo siguió corriendo. Sentía los pasos de aquel chico detrás de él, y escuchaba la camioneta intentando arrancar.

Primero todo se miraba obscuro. Después, las luces de los locales y semáforos se mezclaron todas ellas frente a él. No sabía a dónde ir, si pedir ayuda o seguir. Corría como si estuviese en un laberinto, intentando perderlos detrás de él. En cierto punto tropezó y cayó, pero se levantó de inmediato sin voltear atrás. Estaba tan confundido que no notó que la camioneta, de hecho, se había quedado atrás hace rato, y que el chico la esperaba desde una esquina, cansado de perseguirlo. Dante siguió corriendo hasta que una de las luces fue directa hacia él, frenando de golpe, a solo unos centímetros de haberlo arrollado.

Entonces él también había frenado. Se quedó congelado al ver que casi lo atropellaban. No solo su visión era borrosa, ahora también su oído. Apenas notó la silueta que bajó del auto llamándolo por su nombre.

-¡Dante! ¿Qué haces aquí? ¿Qué te ocurrió?- Le preguntaba Jordán, sorprendido de encontrarlo en la calle tan tarde y en aquellas condiciones. -¡Dante, respóndeme!

Notas finales:

Pronto el capítulo 38. 


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