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Rainbow VS Monochrome por Alphonse Zero

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Notas del capitulo:

Buenas a todos. 

Antes que nada, una disculpa por la tardanza. Me alegra mucho volver. A pesar de mis largas ausencias habituales, saben que no pienso dejar esta historia sin concluir. 

Espero retomar el ritmo de la historia y ahora sí terminar la historia este verano. Sin más por el momento, disfruten del capítulo. 

Se estaba haciendo tarde y Dante debía volver a la escuela. Después de mucho tiempo, por fin había pasado una tarde tranquila junto a Vincent. No recordaba la última vez que estuvieron así. El calor de su piel, el sabor de sus besos, por fin habían vuelto.

-Volverás mañana, ¿verdad?- preguntó Vincent aferrándose a él en un abrazo.

-Lo haré, y traeré a los chicos conmigo, lo prometo- le aseguró Dante.

-Odio admitirlo, pero estaré feliz de verlos a todos. Incluso a Stan- dijo riendo.

-Vamos, ya no puedes fingir que te desagrada. Se han vuelto buenos amigos.

-Nunca dije que me desagradara. Sólo no quiero oír sus regaños- dijo a modo de queja.

-Ya verás que todos estarán muy felices de verte. No habrá nada de regaños- Dante besó la mejilla de Vincent a modo de despedida.

-¿No pensarás irte así?- se quejó el rubio, reteniéndolo del brazo. –Ven y dame un beso de verdad.

Dante no pudo evitar sentir ternura por la exigencia de su novio. Se acercó a él y le dio un beso en los labios. Iba a ser un beso rápido, pero se dejaron llevar. Se separaron sólo a escasos centímetros.

-Quédate conmigo- le pidió Vincent, sosteniendo su mano.

-Sabes que no puedo- le respondió en tono triste. –No puedo ausentarme así de nuevo.

-¡Ah! Bien, pero debes volver pronto. Y no hablo de mañana. Quiero que vengas solo otra vez, para que estemos juntos como hoy- Vincent se veía algo tímido al decir eso. -¿Ok?

-Ok- respondió Dante con una sonrisa.

Ya no podía posponer más su partida. Se despidió de Vincent por última vez y salió de la habitación. Fue a buscar a Teresa para decirle que ya se iba. La encontró en la sala leyendo. Ella sintió su presencia y alzó la vista.

-Dante, ¿ya te vas?- dejó su revista a un lado y se levantó.

-Sí, se está haciendo tarde y debo tomar el autobús.

-No te preocupes por eso, yo puedo llevarte en el coche- dijo al tiempo que tomaba las llaves del auto y se dirigía con Dante a la puerta.

El azabache pensó que sería grosero negarse, así que aceptó el ofrecimiento. Ambos subieron al auto y se dirigieron al instituto.

-¿Cómo viste a Vincent? ¿Verdad que ha mejorado mucho?- le preguntó Teresa.

-Sí, me alegró mucho verlo tan recuperado.

-Es un chico fuerte, pero la verdad es que ha estado muy aburrido estos días. Ya le hacía falta verte.

-Lo siento por eso, no volveré a alejarme así- dijo un tanto avergonzado.

-Tranquilo yo entiendo, has estado ocupado.

Más que ocupado, Dante sentía que había estado ausente de todo. Su mente estaba intranquila, incluso ahora, y no podía lidiar con tanto a la vez. Aun así, no se perdonaba el haber actuado de esa forma, menos cuando se dio cuenta que todo lo que necesitaba para estar mejor era ver a Vincent. Se sintió algo tonto por haberlo evitado así.

-Vendré mañana de nuevo, mis amigos igual, ¿espero que no le moleste?

-Para nada, no sabes cuánto me alegra ver que Vincent tiene amigos que se preocupen por él. Ha estado muy solo desde…bueno, desde que su madre murió- el semblante de Teresa cambió al decir aquello.

-Vincent no me habla mucho sobre su familia, así que no sé muchas cosas.

-Lo sé, le afectó mucho y creo que por ello no le gusta hablar del tema.

Dante dudó si era correcto, pero al final preguntó. -¿Qué hay de su padre? No ha venido a verlo, ¿cierto?

-Oh, no- dijo Teresa en un todo triste. –No sé qué le pasa. Lleva meses diciendo que quiere arreglar las cosas con él pero…- suspiró pesadamente. –Temo que no venga a verlo y nunca arreglen las cosas. A pesar de lo que ocurrió en el pasado, sé que ambos se quieren. Quisiera que se perdonaran y arreglaran las cosas. Eso hubiera querido su madre.

Dante reflexionó al respecto. Se dio cuenta que Vincent, al igual que él, estaba molesto con su padre. Pensó en Jordán. Él sí había ido a buscarlo para charlar. Siempre lo había tratado bien, incluso lo apoyó con todo lo que pasó. Pero no podía perdonarlo. No podía aceptarlo como su padre tan fácil.

Después de un rato llegaron a la escuela. Dante se bajó y se despidió de Teresa, prometiendo volver mañana. Se quedó hasta que el auto se alejó. Entró a la escuela, pensó en ir a su habitación, pero quiso caminar un rato antes. El clima estaba fresco y agradable. Caminó hasta el lago. Se sentó en una banca frente a éste y se quedó allí.

 

 

Unas horas antes, Amelia había ido a buscar a Benjamín a su oficina. Había reflexionado en lo que ocurrió y decidió que no quería esperar de brazos cruzados. Debía hacer algo para que Dante se sintiera mejor, para solucionar las cosas.

Cuando llegó a la oficina tocó la puerta, pero parecía que no había nadie dentro.

-Quizá debí llamarlo antes- dijo para sí misma. Volvió a tocar la puerta.

-¿Me buscaba?- dijo fingiendo formalidad. Benjamín había aparecido detrás de Amelia.

-¡Ben! Me asustaste.

-Lo siento- dice en tono risueño. –Me imagino que viniste para hablar sobre Dante, ¿no? Ven, pasa- le abrió la puerta y la invitó a sentarse.

-Gracias, Ben- tomó asiento. Se le notaba algo nerviosa. – Necesito de tu ayuda con un asunto.

-Tú me dirás- tomó asiento también.

-He pensado en Dante y en todo lo que ocurrió. No puedo quedarme sin hacer nada. Por eso… necesito hablar con Jordán.

-¿Hablas en serio?- había cierta preocupación en la voz de Benjamín.

-No puedo esperar que Dante solucione las cosas con su padre si no lo hago yo primero. Será difícil, pero creo que es lo correcto.

-Sí, tienes razón, es lo correcto. Es sólo que me preocupa- le confiesa. –Ustedes no han hablado en más de 16 años.

-Es justo por eso que es tan importante que conversemos sobre Dante. Me di cuenta que todos estos años he hecho lo que yo quería, olvidarme de Jordán. Eso estuvo bien para mí, pero no para Dante. He sido egoísta- una sensación de culpa la invadía.

-No creo que haya sido egoísmo. Estabas asustada- Benjamín estiró su mano para tomar la de Amelia. –Temías que tu hijo saliese herido por el rechazo de su padre. Te conozco, sé que nunca tuviste malas intenciones.

-Es muy dulce que pienses así, pero no sé si es verdad. Al final no importa, soy culpable también.

Aunque Amelia dijese eso, Benjamín no creía que las cosas fuesen así. La conocía, sabía que no había nada que ella amase más en el mundo que a su hijo. Ella no haría nada que lo lastimase.

-Hablaré con mi hermano para que ambos se reúnan. Sé que estará dispuesto a todo para recuperar a Dante. Ha cambiado, Amelia.

-Me cuesta un poco creerlo. Pero creo en ti. Siempre has estado al tanto de mí y de Dante. Aun a la distancia, he sentido cómo nos cuidabas- Amelia apretó ligeramente la mano de Benjamín.

-Soy su tío después de todo- respondió con orgullo.

Continuaron charlando un rato más, organizando el encuentro con Jordán. También hablaron sobre el pasado, de aquellos días que convivieron juntos. Para Amelia, Benjamín siempre sería como su hermano. Durante todos esos años, fue el único familiar que tenía.

Comenzaba a hacerse tarde, y Amelia decidió que ya era hora de irse.  -Lamento si te distraje mucho- dijo al tiempo que se levantaba para irse.

-No te preocupes. Esto también es de importancia para mí- le dijo Benjamín. –Te acompaño a la salida.

-Gracias. Por cierto, ¿crees que pueda ver a Dante antes? No quiero irme sin al menos ver que esté bien.

-Claro, aunque tengo entendido que fue a ver a Vincent.

-¿En serio? Es bueno saberlo. Vincent ha estado algo desanimado estos días. Me pregunto si seguirá allá.

-Deberías llamarlo- le aconseja.

-Lo haré- Amelia toma su teléfono y le marca a su hijo.

 

Mientras tanto, Dante seguía en la banca frente al lago. Se quedó pensando en Vincent. Aun cuando había estado con él toda la tarde, lo extrañaba. Se imaginaba que podrían estar allí sentados ahora mismo. El lago le traía recuerdos, todos sobre Vincent. Pero de pronto recordó a Alexander. Lo que le dijo el otro día, sobre que había cambiado, ¿sería verdad?

Stan le había comentado algo sobre su actitud. Tenía sentido si tomaba en cuenta que esos días había estado molesto, pero quizá había más. Los días felices que había tenido al lado de Vincent y sus amigos le parecieron lejanos. Aun los tenía a su lado, pero se sentía triste. Pasó la mano por entre su cabello. Era tonto darle tanta importancia a algo tan superficial. “El cabello vuelve a crecer”, pensó. “Pero tomará tiempo”.

En eso escuchó que su teléfono sonaba. Era su madre. Sintió algo de miedo de responder, pero lo hizo. No podía esconderse de ella por siempre. Se enteró que, de hecho, su madre estaba en la escuela y quería hablar con él. Ofreció ir a buscarla, pero ella insistió en ir a dónde él estaba. Entonces se quedó a esperarla.

Para su sorpresa, ella no llegó sola. El profesor Ben iba a su lado. Otra persona de la que había estado huyendo esos días. De pronto aquella sensación volvió, la misma que el día que habló con el señor Jordán.

-Hola, Dani- dijo su madre, quien fue de inmediato a saludarlo con un beso y un abrazo.

-Hola, mamá- le respondió un tanto serio. –No sabía que vendrías.

-Lo siento por no avisarte, fue un tanto espontáneo.

-Tu madre vino a charlar conmigo de unos asuntos- dijo Benjamín. –Ha estado preocupada por ti.

-¿Viniste a hablar con él?- le cuestionó a su madre. -¿Por qué razón?- se notaba el tono molesto en su voz.

-Dante, me enteré de lo que ocurrió con...ya sabes, con tu padre- dijo Amelia.

Dante no dijo nada. Aquella palabra aún le pesaba, y no podía creer que su madre se atreviese a usarla.

-Estamos preocupados por ti. Has estado distante desde entonces- le dice Benjamín, tratando de acercarse a él.

Dante en cambio retrocede. – ¿Y usted por qué tendría que estar preocupado por mí?

-¡Dante, no seas grosero con él!- le regaña su madre.

-Descuida, Amelia- Benjamín trata de calmarlos.

-No, en serio, ¿usted qué pinta en todo esto? ¿De pronto resulta que es amigo de mi madre?

-¡Dante!- insistía Amelia.

-Entiendo cómo te sientes, Dante. No espero que lo aceptes todo tan pronto, pero quiero que sepas que mis intenciones siempre han sido buenas- Benjamín comparte miradas con Amelia. –Creo que por ahora debo irme. Ustedes tienen mucho de lo que hablar- comienza a retirarse. –Te llamaré más tarde- le dice a Amelia, y se va.

-¿De qué hablarán ustedes?- le pregunta Dante.

-Lo sabrás luego. Ahora quiero hablar contigo de otra cosa- Amelia se sienta en la banca. Dante hace igual. –Sé que estás molesto por lo que pasó pero no es justificación para que actúes así, menos con él.

-¿Por qué lo defiendes tanto? ¿Desde cuándo son ustedes tan cercanos?

-Bueno, él es el hermano de tu padre. Lo conozco desde hace muchos años.

-¿Y si lo conoces tanto por qué nunca había oído hablar de él?- le cuestiona.

-Justo de eso quiero hablarte, pero no sólo sobre Benjamín. Quiero hablar sobre tu padre.

-Deja de llamarlo así. El señor Jordán no es mi padre- dice con rabia.

-Dante- su madre se acerca y toma con ambas manos la de su hijo. –Sé que estás herido, pero necesito que me escuches.

El azabache suspira resignado. –Habla entonces.

-Todos estos años he tratado que no resintieras la ausencia de tu padre. Pensaba que hacía bien, pero ahora me doy cuenta que te he estado lastimando. Debí preguntarte lo que tú querías, y responder a todas tus inquietudes.

-No las tuve. Tampoco las tengo ahora. No quiero saber nada de él- dice con frialdad.

-No mientas- le obliga a verla a los ojos. –Te conozco, y sé que siempre has querido saber de él.

-… ¿Cómo podría pedirte algo así?

Amelia sabía lo que esa pregunta significaba. –Estoy bien con ello, Dante. Yo ya he superado lo que pasó. No voy a enojarme si decides que quieres convivir con tu padre. Esa es tu decisión. Sólo tuya.

-Pero no es sólo eso.

-¿Entonces qué más? ¿Qué es lo que te molesta?- Amelia acarició el rostro de su hijo, tratando de calmarlo, de mostrarle que todo estaría bien.

Dante se quedó callado, las palabras no salían. Dolían. La culpa de aquel deseo infantil de conocer a su padre, deseo que ocultó por años. Aun cuando su madre se había esforzado por darle todo, por cuidarlo y amarlo, aun así, ¿cómo confesar que deseaba más? Pero incluso si su madre le perdonaba eso, había algo más.

-Él nunca fue a buscarnos- respondió por fin. –No importa que digan que él era muy joven en ese entonces, y que cometió un error, él nunca fue a buscarnos ¿Cómo quiere que le crea ahora? Dijo que quiere conocerme, pero…yo no le creo.

-Sé que parece como si ya fuese tarde para eso, pero no lo es. Aún tienen tiempo para conocerse, para arreglar las cosas.

-¿Para qué? No lo entiendo. Él ni siquiera me quiere- dice el azabache muy convencido de sus palabras.

-Eso no lo sabes…-trata de decirle su madre.

-¡Lo sé! ¿Cómo podría quererme si me abandonó? Ni siquiera fue a buscarme después de tantos años- las lágrimas comenzaron a salir, junto con toda la amargura que sentía. -Si nunca me ha visto como a su hijo, ¿cómo puedo yo verlo como a mi padre?

Amelia no pudo más que abrazarlo, tratando de consolarlo. Dante se dejó caer entre sus brazos y lloró largo rato. No quería odiarlo, no quería sentirse así, pero le dolían todos esos años de ausencia, le dolía su abandono. De nuevo se sintió como el niño pequeño que esperaba que un día su padre apareciera en la puerta.

Lloró hasta que se quedó sin lágrimas. No se separó de su madre de inmediato, se quedó entre sus brazos mientras ella acariciaba sus cabellos.

-Creo que debes darle otra oportunidad- dijo Amelia, rompiendo el silencio. Dante no le respondió, se escondió aún más entre sus brazos. -No tiene que ser ahora. Piensa en ello, y cuando te sientas listo yo estaré allí para apoyarte.

Notas finales:

Gracias a todos los que siguen leyendo la historia. Espero el capítulo haya sido de su agrado. 

Nos leemos pronto :3

Att. Alphonse Zero. 


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