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Rainbow VS Monochrome por Alphonse Zero

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Notas del capitulo:

Por fin, después de tanto tiempo, el capítulo 54

Tenía este capítulo escrito desde hace meses, pero por todo el problema que tuve con mi cuenta (y que parece que no fui sólo yo) no había podido publicarlo. 

Si las cosas salen bien, espero publicar un nuevo capítulo pronto. 


Sin más por el momento, los dejo con el capítulo.

Tan pronto terminaron las clases, los chicos salieron para visitar a Vincent. Antes pasaron a una pastelería, por recomendación de Jeff, y compraron un pastel de queso y fresas. Todos estaban entusiasmados por ver a Vincent; incluso Dante, quien ya lo había visitado el día anterior, no podía esperar por verlo de nuevo.

-Espero que con este pastel sea suficiente- comentó Cris.

-Creo que es lo bastante grande para que alcance para todos- le respondió Stan.

-Sí, claro, pero Jeff viene con nosotros. Él podría comerse la mitad sin pestañear.

-¡Pero no lo haré!- se defendió el pelirrojo. –Lo compartiré.

-¿Sabes que no es tuyo, verdad?- se burló Cris.

Los chicos reían, se la pasaban bien, pero Dante aún se veía distraído.

-Oye, Dan, ¿tu madre también estará allí?- le preguntó Stan. –En el hospital no tuvimos la oportunidad de conocernos.

-Oh, la verdad no lo sé. Ha estado ocupada estos días.

-¿Ocupada?, ¿está haciendo trabajo a distancia?

-No exactamente- Dante no dijo más.

Stan se dio cuenta que aquel tema era un tanto “privado”. Ya sabía que algo le estaba pasando a Dante, y aunque moría de ganas por saber lo que era, decidió ser paciente. Sabía que, en su momento, Dante le contaría.

Los cuatro chicos fueron a la parada de autobús y esperaron el transporte que los llevaría a casa de la tía de Vincent. Cris cargaba el pastel, vigilando que Jeff no tratara si quiera de darle una “pequeña probada”. Por su parte, al pelirrojo le molestaba que no confiasen en él.

-T-te dije que no le haré nada- decía Jeff con indignación. –Ya no soy un niño pequeño- se cruzó de brazos, haciendo un berrinche.

-¿En serio? ¿Y cuándo creciste tanto?- preguntó Stan de forma burlona.

-¡Hablo en serio!

Los chicos rieron ante el enojo de Jeff. Aunque ciertamente el pelirrojo había demostrado que podía ser más maduro, no dejaba de parecer un niño.

-Oigan, ¿no es ese Alexander?- Cris señaló al rubio que estaba por cruzar la calle a donde ellos estaban.

-Sí, es él- dijo Stan alzando su mano y tratando de llamar su atención.

Alexander los vio desde el otro lado de la calle. Los saludó, y tan pronto el semáforo cambió, se dirigió hacia ellos.

-Hola, chicos- dijo saludando a todos. -¿Van a alguna fiesta?- preguntó  al ver el pastel.

-Más o menos- le respondió Stan. –Vamos a ver a Vincent.

-¡Oh! Así que con Vincent- Alexander se puso un poco serio.

-Hace tiempo que no lo vemos. Ya era hora de visitarle- comentó Cris.

-Sí, p-para hacerle compañía- agregó Jeff. –Y animarlo.

-Ah, sí… eso suena bien- era obvio que Alexander se sentía algo incómodo.

-¿Quieres venir con nosotros?- preguntó Dante, haciendo que todos se sorprendieran.

Alexander volteó a verlo. Había tratado de no hacer mucho contacto visual con él. Las cosas aún no estaban del todo bien entre ellos. No es que hubiera algo por resolver, ya lo habían dicho todo, pero aún se sentía “muy pronto”.

-No lo sé… digo, creo que es más una reunión de amigos.

-Tú eres nuestro amigo- dijo Stan.

-Además,- continuó Dante. -no estarás tranquilo hasta que hables con él, ¿verdad?

Dante vio a Alexander con aquella nueva mirada que, de hecho, no le gustaba nada. El brillo se había apagado.

-Creo que tienes razón- dijo con resignación. –Iré, pero sólo por un rato. Luego los dejaré a los cinco para que la pasen tranquilos.

-Ya lo decidiremos allá- le dijo Stan.

Justo en eso el autobús pasó y los chicos subieron. Tan pronto llegaron a la casa, fueron recibidos por Teresa, quien se alegró de ver que Vincent tenía tantos amigos.

-Hola, chicos. Pasen, están en su casa- los chicos entraron y Teresa los invitó a sentarse en la sala.

-¿Cómo sigue Vincent?- preguntó Stan.

-Muy bien, ha mejorado mucho desde que salió del hospital. Sólo está aburrido porque no puede estar de un lado para el otro como de costumbre.

-¡Trajimos un pastel!- dijo Jeff con mucho ánimo, arrebatándole el pastel a Cris y dándoselo a Teresa.

-Oh, no se hubieran molestado.

-No es nada, no podíamos llegar con las manos vacías- dijo Cris.

-Bueno, gracias por el postre, pero a mí me toca darles la comida ¿Les parece bien si pedimos unas pizzas?

-¡SÍ!- responde Jeff emocionado, antes que nadie opinase.

-Pues no se diga más. Voy a hacer el pedido, ustedes pueden ir al cuarto de Vincent. Sé que se alegrará de verlos a todos.

Alexander se puso notoriamente más nervioso. Stan le dio unas palmaditas en la espalda para animarlo. Todos se levantaron y siguieron a Dante, quien ya conocía el camino a la habitación. Tocó la puerta tres veces.

-Pasa, tía- se escuchó desde dentro.

Los chicos rieron, cómplices de la sorpresa que le darían. Dante abrió la puerta, mientras que Cris, Jeff y Stan gritaban: ¡Sorpresa!

Vincent se encontraba sentado junto a la ventana. Como si hubiera estado viendo largo rato al jardín trasero. Tan pronto escuchó a los chicos, volteó la mirada sorprendido.

-Vinieron- dijo con una sonrisa que, aunque quiso, no pudo ocultar.

Cris, Jeff y Stan entraron de inmediato y se acercaron a él. Dante se quedó detrás, pues como él ya había visto a Vincent decidió dejar que hoy fueran los chicos los primeros en saludarlo.

-Qué bueno verte. Parece que ya estás mucho mejor- le dijo Stan.

-Me tenías preocupado. Por favor, no vuelvas a cometer una locura así nunca- le pidió Cris.

-Nunca- reafirmó Jeff.

Vincent no supo cómo reaccionar. No estaba acostumbrado a que los chicos le hablasen así. -Tranquilos, estoy bien- dijo de forma algo tímida.

-Eso parece ¿Cómo va la herida?- le preguntó Stan.

-¿Aún te duele?- le pregunta Cris.

-¿P-podemos verla?- le preguntó Jeff.

Vincent comenzó a abrumarse con tantas preguntas.

Dante observó la escena con una sonrisa. Sabía que Vincent no estaba acostumbrado a recibir tanta atención, al menos no de ese tipo, pero sentía que le haría bien. Miró sobre su hombro, notando que Alexander seguía afuera del cuarto.

-Vamos, puedes entrar. De nada sirve esconderte allí.

Alexander tomó aquello como el impulso que necesitaba para darse valor. “Es cierto, de nada sirve haber venido si no hago nada”. Tomó fuerzas y pasó a la habitación. Vio como los chicos rodeaban a Vincent, charlando y riendo. Hace tiempo a ninguno le agradaba “el arlequín”, incluso le temían, pero ahora estaban allí como sus amigos. Antes, para él, no era ni siquiera un rival digno, ni merecedor del corazón de Dante, pero ahora las cosas habían cambiado. Él mismo presenció cómo Vincent se había esforzado por ser mejor persona, y cómo amaba realmente a Dante. Por lo mismo, le era más difícil admitir que falló.

Se acercó a ellos, aún sin poder ver a Vincent a los ojos. Los chicos se alejaron un poco para dejarlo hablar. Alexander y Vincent quedaron frente a frente.

-Me sorprende verte aquí- le dijo Vincent.

-Yo… sé que debes pensar que soy un descarado al venir a tu casa, como si fuese otro de tus amigos, pero necesitaba hablar contigo.

Vincent guardó silencio.

-Lamento todo lo que causé. Fue mi culpa que esos chicos atraparan a Dante, y por tanto también es mi culpa que te hayan lastimado a ti- agachó aún más la cabeza, apretando sus ojos. Sentía tanta vergüenza. Había fallado en proteger a Dante, en aquello que antes tanto alardeó que haría mejor que Vincent. Al final, él era el único que no era digno.

-Deja de preocuparte por eso- le dijo Vincent en un tono tranquilo, uno que nunca había usado con él. –Lo he pensado mucho y creo que, de una forma u otra, Damián iba a lastimarnos sin importar lo que hiciéramos. Nosotros sólo actuamos según lo que creíamos que sería mejor en ese momento.

Alexander se atrevió a alzar la mirada. Los ojos de Vincent no reflejaban odio o rencor, tampoco eran arrogantes o desafiantes como en el pasado. Había una extraña calma en ellos.

-Sólo digo que no estoy molesto contigo, y seguro ninguno de los chicos lo está, así que deja de mortificarte. Tienes una cara que da pena- por un momento parecía que volvía ese tono burlón, pero ya no era agresivo.

Le rodaron un par de lágrimas, pero nada más.

-¿Ah, sí?- se las secó de inmediato. Sonrió, aliviado por fin. –Bueno, tendré que hacerte caso. No vine aquí a aguarles la fiesta.

-Tienes razón- dijo Stan. –Vinimos aquí a pasarla bien y a animar a Vincent, así que nada de cosas tristes.

Una vez que aquello quedó resuelto, Dante por fin fue a saludar a su novio con un beso en la frente.

-¡Hasta que te acercas!- se quejó Vincent. –Creía que te quedarías en la puerta toda la tarde.

-Lo siento, quise darle oportunidad a los otros de saludarte primero- dijo sonriéndole con dulzura.

Aquella escena calmó aún más a Alexander. A pesar de todo, ellos estaban bien.

-¡Te trajimos un pastel!- dijo Jeff de pronto.

-¿Ah, sí? ¿Y nos dejarás comer a todos?- dijo Vincent en tono burlón.

-¿Tú también?- se quejó Jeff.

Todos los chicos rieron. Por fin las cosas parecían estar bien entre todos. Esa tarde comieron pizza y pastel, y por supuesto que Jeff comió más que nadie, pero igual alcanzó para todos. Charlaron, de cómo eran las cosas en el pasado, de cómo eran ahora en el presente, ¿y por qué no?, de cómo serían en el futuro.

-¿Alguien sabe si al final de todo sí nos castigarán por lo que pasó?-Preguntó Stan, dándole un último bocado a su rebanada de pastel.

-Se supone, pero ya no han dicho nada más- respondió Alexander.

-No creo que se los dejen pasar. Seguro que antes de que acabe el semestre les llamarán a todos ustedes a la dirección- comentó Cris con cierta malicia.

-Se nota que disfrutarás vernos castigados, a todos menos a ti- reclamó Stan.

-¿Creen que si finjo seguir muy lastimado me salve del castigo?- preguntó Vincent.

-¡Ah, no! Ni creas que te salvarás- dijo Stan. –Nos hundiremos todos juntos en este barco. Bueno…todos menos Cris.

El castaño de gafas se limitó a sonreír. Mientras, Jeff aprovechó para robarle un pedazo de fresa de su plato. Cris lo vio, pero fingió que no.

-Creo que Cris tiene razón. Quizá nos pongan el castigo durante las vacaciones- dijo Alexander.

-¡Nooo! ¡En vacaciones no!- se quejó Vincent. –Ya tengo planes para nosotros- lloriqueó tomando el brazo de Dante.

-¿Ah, sí? No me habías comentado nada- dijo el azabache.

-Es que no habíamos tenido tiempo.

-Ustedes dos no son los únicos con planes. Yo pienso pasar Navidad en casa de mi novia, no puedo estar castigado- se quejó Stan.

-Deberían preguntarle al tutor sobre el tema, antes de que sea tarde para negociar- dijo Cris.

-Yo no q-quiero que acabe el semestre- dijo Jeff de pronto, en un tono tan serio que fue difícil de ignorar.

-¿De qué hablas? A este punto del semestre todos quieren irse a casa- dijo Stan.

Jeff no dijo nada más, pero por su expresión era obvio que él no quería volver a su casa.

-No hablemos de eso ahora- dijo Cris. –Mejor aún, ¿por qué no planeamos salir todos juntos durante las vacaciones? Sé que algunos de ustedes tienen planes con sus parejas y eso, pero sería bueno vernos al menos una vez.

-Es una buena idea. Me sorprende viniendo de ti- comentó Vincent con malicia.

-¿Y eso qué significa?- se quejó Cris.

-Concuerdo contigo, es buena idea- dijo Stan. –¿Tú qué opinas, Alex? ¿Te unirás al plan?

-¿Eh, yo? No lo sé…

-Cuando Cris dijo todos, se refería a TODOS- dijo Vincent. -Por mi parte no me molesta, ya hemos salido los seis juntos antes.

-Lo pensaré- dijo Alexander.

-No lo pienses- insistió Stan. -Las cosas se resolvieron y todos somos amigos, así que no hay excusas.

Alexander miró de reojo a Dante. Si bien todos estaban en paz, sería mentira decir que las heridas habían sanado de pronto. Pero tampoco quería escapar y perder la oportunidad de estar con sus amigos.

-De acuerdo- dijo finalmente.

-Entonces no se hable más. Todos nos veremos al menos una vez durante las vacaciones- dictó Cris y todos quedaron de acuerdo.

 

La tarde pasó y los chicos decidieron que era momento de irse, a excepción de Dante, quién prometió quedarse al menos una hora más con Vincent a solas.

-No regreses muy tarde- le pidió Stan.

-No lo haré. Cuídense en el camino.

La tía de Vincent había insistido en llevarlos al instituto, pero los chicos no querían que diera tantas vueltas. En su lugar, Stan se atrevió a pedirle que llevase a Dante más tarde (ya que no quería que volviese solo).

-Tranquilos, yo lo llevaré al instituto antes de que anochezca. Muchas gracias a todos por haber venido. Hace tiempo que no veía a Vincent tan animado- dijo Teresa.

-Gracias a usted por recibirnos- dijo Stan y luego de despedirse, él y los chicos fueron a tomar el autobús.

 

Dante regresó a la habitación. Vincent se había recostado en la cama. Tenía una expresión de alegría y paz en su rostro. Se notaba lo bien que le había hecho la visita de los chicos. Dante se acercó a él y se sentó en la esquina de la cama.

-¿Te cansaste?

-De estar sentado, sí. Odio admitir que aún no estoy tan recuperado como quisiera.

-Tomará tiempo- dijo Dante acariciando su mano.

-Lo sé, pero ya quiero volver al instituto. Hoy me di cuenta que extraño estar así. Con todos.

Dante le dio un beso a Vincent en la mejilla y se recostó a su lado.         -Pronto. Ya ves que hasta tenemos planes de salir.

-También… tengo ganas de, ya sabes, estar contigo- y aunque lo que insinuó le pareció a Dante muy atrevido, Vincent lo dijo en completa calma.

Dante se sonrojó. Quedó mudo unos largos segundo, pero después de pensarlo no dudó en responder:

-Yo también.

Vincent se levantó de golpe, mirando de forma perversa a su novio. -¿Desde cuándo eres tan atrevido?- rio maliciosamente.

-¡Tú comenzaste! Y claramente es culpa tuya- dijo Dante, rojo como un tomate.

Vincent ya estaba por lanzarse sobre Dante y robarle unos besos cuando algo llamó la atención del azabache.

-¿Qué estás haciendo aquí?- dijo Teresa, entre sorprendida y molesta.

La segunda voz estaba tan apagada que apenas era un murmullo a la distancia. De pronto, ambas voces eran susurros indescifrables.

-¿Quién será?- se preguntó Dante.

-No importa, ven aquí…-Vincent parecía no haberlos oído.

-Espera, ¿qué tal si es algo importante?- Dante se levantó de la cama.

-Nooo… regresa- lloriqueó Vincent.

-Volveré pronto. Sólo quiero ver que todo esté bien- Dante salió de la habitación, y al acercarse por el pasillo logró escuchar mejor.

-Sé que he venido muy tarde, pero…

-Sí, tú lo has dicho, “tarde”. ¿Por qué no viniste antes? Sabes lo grave que estuvo, y hasta ahora te dignas a venir.

-Sé que estuvo mal, pero…

La segunda voz pertenecía a un hombre, quien hablaba penosamente entre los gritos de Teresa sin oportunidad de terminar una sola de sus frases.  

-¡Pero nada! ¡Pudo morir! Y tú decidiste esconderte- a este punto, Teresa estaba llorando.

Dante había alcanzado a asomarse por el pasillo, viendo a la tía de Vincent y a un hombre alto y delgado, con un rostro que parecía haber envejecido de pura soledad. Tenía la mirada vacía, y le temblaban nerviosas las manos. Era como ver un muerto en vida. Dante pensó que era la persona más triste que había visto nunca.

Entonces, aquellos ojos vacíos hicieron contactos con los suyos. Por un segundo, el hombre se asustó, pero se calmó de inmediato al ver que no era Vincent quien estaba parado frente a él.

-¡Dante!- dijo Teresa al verlo también y se limpió rápido las lágrimas. –No te oí llegar.

Dante supo que era inútil preguntar quién era aquel hombre, pues bajo sus facciones tristes y apagadas logró notar algunas que él bien conocía. Era evidente que Vincent se parecía mucho a su padre.

                                                      

 

                                                       ***

 

Jordán estaba muerto de miedo. Hace años que no veía ni cruzaba palabra con Amelia, y de pronto la tenía allí, frente a él. Se sorprendió mucho cuando Benjamín le dijo que ella quería que se reunieran para hablar de Dante. Por una parte, hubiera preferido negarse, pero sabía que no tenía opción y que al final esta era una forma de “avanzar” en la relación con su hijo.

Se encontraron en una pequeña cafetería, cerca del instituto. Los ojos miel de Amelia, que antes le inspiraban ternura, hoy le daban terror. Sin embargo, la expresión de su rostro reflejaba una calma que él envidiaba.

-Sé que es repentino, y bastante incómodo para ti el tener que hablar conmigo- dijo Amelia, sacando a Jordán de sus pensamientos. –Pero por el bien de Dante, hagamos un esfuerzo.

-Lo sé- comenzó a decir. –Es sólo que…no sé por dónde iniciar.

-Pues yo sí- dijo Amelia, dejando a un lado su taza de té y mirando directo a los ojos de Jordán. –comenzaré diciendo que sigo molesta por lo que pasó.

A Jordán eso no le sorprendió. Era normal que no lo haya perdonado después de todos los años de ausencia. Sería difícil borrar aquello, por no decir imposible.   

-Fuiste cobarde e irresponsable. Me dejaste sola en una situación que nos concernía a ambos. Ni siquiera hiciste un esfuerzo por buscarnos después de que tus padres murieron. Cualquiera diría que no pensabas hacerlo nunca.

-No es que no quisiera. Tenía miedo- se excusó Jordán. -Lo que hice fue terrible, y sabía que estarías molesta. Temía que no me perdonaras y que no me dejases ver a mi hijo.

-¿Es eso?- le cuestionó. – ¿Temías que no te dejase verlo, y entonces decidiste no buscarnos? Eso no tiene lógica. Yo creo que lo que te detenía era otra cosa.

Amelia tenía razón, pero admitirlo le era bastante difícil. Había luchado con ello por años, cargado con ello… pero ya no tenía caso.

-La verdad, es que sentía vergüenza. Aún la siento- admitió. -No me sentía digno de ir y decirle “Hola, yo soy tu papá”, a aquel niño al que había abandonado. A quién negué- sus ojos comenzaban a humedecer. –Y ahora que tuve la oportunidad de acercarme a él y decirle quién soy, me rechazó. Justo como esperaba.

Amelia dio un largo suspiro. Ablandó un poco su expresión y dijo:

-Pues aunque no lo creas, él aún te está esperando.

Jordán alzó la mirada, con una leve sensación de esperanza.

-Dante está dolido, sí, y es normal que lo esté, pero lo conozco. Si te odiara sin más, si no quisiera verte nunca, sencillamente te sacaría de su vida y ya. Pero es obvio que piensa en ti todos los días.

Amelia buscó en su bolso y sacó unas cuantas fotos viejas. Se las pasó a Jordán, quien las tomó de inmediato. En todas aparecía Dante, desde que era un bebé, hasta ahora que era un muchacho. La felicidad y la profunda tristeza que sintió al verlas se le reflejaba en el rostro, tan claras como el cristal.

-También fue mi culpa- confesó Amelia. –que no estuvieses en su vida. Le pedí a Ben que no te contara nada de nosotros, le prohibí que te insistiera en buscarnos. Me alejé de ti, porque me habías hecho daño, y terminé siendo egoísta con Dante.

-Tenías tus razones. No te culpo, en lo absoluto- siguió mirando las fotos, viendo de todo lo que se perdió por su estupidez. –Si ese día hubiera corrido tras de ti…las cosas serían distintas.

Al escucharlo decir esto, por un segundo, Amelia se vio de nuevo en ese día, cuando fue a su casa con Dante en brazos. Recordaba muy bien los ojos de Jordán, antes de que ella huyera de allí para siempre. -El hubiera no existe. No vale la pena lamentarse más por ello. Cada quien tiene su vida ahora, y por lo que Ben me ha contado, te ha ido bastante bien. Así que deja de hablar de lo que pudo ser. Lo único que nos une ahora es Dante.

-Realmente quiero formar parte de su vida- confesó Jordán.

-Si Dante está de acuerdo con eso, yo no me opondré.

-¿De verdad?- a Jordán se le iluminó el rostro.

-Sí, pero no es decisión mía. Deberás hablar con él.

-Ya me rechazó antes.

-Es obvio que estaba impactado por la noticia. Hablé con él hace poco y sé que está triste y muy confundido por la situación. Dale tiempo. Estoy segura de que estará dispuesto a hablar contigo una segunda vez.

Jordán estaba tan feliz por las palabras de Amelia que se le escaparon lágrimas de felicidad. Era una señal de que no debía darse por vencido. Ahora más que nunca quería ir y hablar con su hijo.

-Amelia, gracias. Después de todo el daño que te he hecho… vienes y me das esperanzas- La miró a los ojos, por primera vez sin miedo. –Lo menos que puedo hacer, es pedirte perdón. Lamento mucho haberte negado, y a nuestro hijo. Siempre supe que no mentías, pero me acobardé. Me dejé llevar por las palabras de mis padres. No creo poder reparar todo el daño que hice, pero al menos lo intentaré.

Amelia se limitó a darle una sonrisa seria. Tomó su bolso y se levantó de la mesa. Jordán se apresuró a levantarse también y a entregarle las fotos, pero Amelia se negó a tomarlas.

-Puedes conservarlas.

-Gracias- fue lo último que le dijo antes de que Amelia dejara la cafetería y se perdiera entre la multitud. No perdería más el tiempo. Estaba decidido a buscar a Dante ese mismo día. Pero primero hablaría con Ben.

 

Sin que él lo supiera, su hermano se encontraba a una cuadra de allí, esperando en su auto a que terminaran de hablar. Se había preocupado por Amelia e insistió en acompañarla. No pasó ni una hora allí, pero él sintió que fueron días. Temía que las cosas no salieran bien.

De pronto, Amelia abrió la puerta del coche y se sentó del lado del copiloto.

-¿Cómo te fue…?- apenas dijo esto, vio como a Amelia le escapaban unas lágrimas. -¿Qué ocurrió? ¿Estás bien?- preguntó preocupado.

-Sí, no es nada. Estoy bien- dijo secándose las lágrimas. –Es sólo que me siento aliviada. No fue fácil ir y hablar con él, pero ya lo hice.

-Es verdad. Requirió mucho valor- dijo Benjamín.

-Aunque, es curioso, a pesar de que admitió su error y me pidió perdón… creo que sigo molesta con él. No sé si pueda perdonarlo.

Benjamín entendió a lo que se refería.

-No tienes que hacerlo. Que él quiera formar parte de la vida de Dante no significa que deba formar parte de la tuya.  

-Quizás. Pero no quiero que esto afecte a Dante. Si quiero que él se sienta libre de convivir con su padre, debo mostrarle que no me afecta.

-Tomará tiempo- Benjamín tomó la mano de Amelia. –No desesperes. No hay prisa. A todos les costará acostumbrarse y sanar, pero sé que al final todo mejorará.

-Eso espero- dijo apretando la mano de Benjamín.

Notas finales:

Quiero agradecer a todos los que siguen aquí a pesar del tiempo. Sé que he dejado de ser un escritor constante y es algo que me apena, pero trataré de esforzarme por retomar el ritmo. 

De nuevo, gracias. 
Nos leemos luego. 

Att. Alphonse Zero.


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