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Rockers' romance por Lukkah

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Notas del capitulo:

¡HOLA, HOLA, PICHONES! :D:D:D:D:D

Como prometí, aquí os traigo la cuarta entrega de este dou-fic. Si os habéis metido al enlace, habréis podido comprobar que es el último capítulo del dou... Pero tranquilidad porque yo he hecho tres más xDDDDD. Eso quiere decir que lo que pase a partir de entonces es toooooodo cosa mía, para bien o para mal xD.

En este capítulo también hay cosas inventadas, evidentemente, aunque bueno, como su propio nombre indica, es de prever sobre qué irá el capítulo xDDD. Soy muy original poniendo títulos.

En fin, que espero que os guste! :3

Los meses corrían rápido, y cada día que pasaba, Trafalgar se enamoraba un poquito más de aquel desastroso pelirrojo. No podía evitarlo, y tampoco comprendía el por qué, pero cada día estaba más y más prendado de aquel chico rebelde y gruñón. El momento más feliz del día era la tarde cuando se reunía con él para ensayar. Ya estaba cogiéndole el truco a la guitarra, y conseguir una alabanza de Kid era música celestial para sus oídos. Escuchar su nombre en boca del pelirrojo era algo que le derretía por dentro, creía morir cada vez que oía su ronca voz y cada vez que veía sus finos labios moverse pronunciado cada sílaba de su nombre. Eustass Kid era tan perfecto… No había nada malo en él, hasta su mal genio y su poca paciencia eran cosas que gustaban a Law.


El moreno se encontraba a la salida de su instituto, solo, enfrascado en la composición de una canción para la banda. Tenía una vena compositora muy fuerte, y escribía temas muy profundos que llegaban a la gente y calaban en sus corazoncitos de piedra. Ya estaban en el mes de abril, y el tiempo comenzaba a ser bueno. Era un mes loco, y un día podía hacer un calor veraniego y al otro podía hacer tanto frío como en invierno. Para desgracia del tatuado, quien prefería el invierno por encima de cualquier estación, ese día hacía calor, y sólo con la camisa del uniforme se podía ir perfectamente. Tan enfrascado estaba en la composición de su canción que no vio el autobús que tenía que coger para que le llevara a su casa, ni mucho menos a quien se le acercaba por la espalda.


-¿Qué estás escribiendo? –preguntó Kid a modo de saludo, logrando que Trafalgar se estremeciera del susto y su cara se volviese pálida como la del pelirrojo-. ¿Letras para una canción?


-¡Uwaaaaah! ¡E-Eustass-ya! –gritó Law con una voz demasiado aguda para su gusto, de forma que casi parecía una colegiala, sin poder contenerse-. ¿Q-Qué haces en la zona norte…?


-Me pilla de camino al trabajo –contestó el otro sin importancia, y agarró el cuaderno de las temblorosas manos del moreno, quien estaba tan atontado que no opuso resistencia-. Vamos a ver… –y el pelirrojo comenzó a leer.


-N-No… Por favor… –gimoteó Trafalgar con la boca pequeña, sin atreverse a recuperar su cuaderno. Se estaba muriendo de la vergüenza, quería que la tierra se lo tragara en ese preciso momento-. No las leas…


Pero el pelirrojo continuó enfrascado en la lectura haciendo caso omiso a las súplicas del moreno, que tenía un color violáceo casi enfermizo. Se desmayaría de un momento a otro, estaba más que seguro.


-Son buenas letras –dijo al fin Kid, devolviéndole el cuaderno a un más que perplejo Trafalgar.


-¿Eh? –fue lo único que salió de sus labios.


-Compondremos una melodía la próxima vez –continuó el rockero como si nada.


-Oh, está bien… –habló el moreno con poco entusiasmo, algo triste.


Law había escrito esas letras pensando en él, era una canción de amor, y había expresado todos sus sentimientos en ella. Era la única forma que tenía de declararle su amor, porque ni siquiera pensaba en confesarse en persona, vamos, ni loco. No tenía la suficiente confianza en sí mismo como para dar ese paso tan importante, principalmente porque Law estaba seguro de que Kid lo rechazaría.


Eran muy buenos amigos, pero cuando le sonreía lo hacía como eso, como un amigo. Cuando le revolvía graciosamente el pelo, cuando le chinchaba como los niños pequeños, cuando le dejaba una de sus púas para tocar, cuando le colocaba correctamente los dedos en las cuerdas… Todo eso lo hacía como un amigo, y nada más. Inconscientemente, el moreno se había resignado a permanecer como amigos, porque por lo menos podía estar a su lado. Porque no soportaría estar apartado de él, eso sí que no.


Y la Diosa Fortuna le había concedido una oportunidad al hacer que Kid leyera esas letras. Porque si las leía, podría darse cuenta de sus sentimientos y confesarse indirectamente, dejando que el pelirrojo sacara por sí mismo las conclusiones. Pero parecía que Kid no se había percatado… Había pasado completamente de largo. Y eso le hacía sentir muy mal a Trafalgar, porque se veía pisoteado, hundido, con el corazón roto. Ni siquiera con una canción podía declararle su amor. Si no podía hacerlo de la mejor forma que conocía, ¿cómo demonios iba a hacerlo? ¿Cantándole una serenata bajo su ventana a la luz de la luna llena? Por un lado no quería hacerlo por el miedo que sentía al rechazo, pero por otro lado, una pequeña parte de él deseaba fervientemente que Kid abriese los ojos y descubriese sus sentimientos.


-Pero estoy sorprendido –rompió el incómodo silencio que se había hecho, pues Law parecía haberse sumido en una depresión instantánea-. Hay alguien que te gusta mucho, ¿verdad?


Y a Law le cayó un rayo desde el cielo. Y lo achicharró de pies a cabeza.


-Estaré… Animándote –continuó Kid con una sonrisa forzada mientras rascaba su nuca-. ¡Así que buena suerte!


Y el tatuado se preguntó internamente qué estaba pasando. Esa no era la finalidad de la canción, eso no era lo que quería expresar. Law estaba enamorado de Kid, ¡de Kid! Y no de nadie más.


No tenía ojos para nadie más, no se imaginaba a otro sustituyendo a su hermoso pelirrojo del sur. No se imaginaba besando otros labios que no fueran esos finos y a veces pintados de carmín oscuro, no se imaginaba perdiéndose en otros ojos que no fueran esos ambarinos orbes que le dejaban sin respiración cuando se posaban en los suyos grises, no se imaginaba acariciando otro cuerpo que no fuera ese esculpido en mármol por los mismísimos dioses del Olimpo, no se imaginaba oliendo otro perfume que no fuera ese desodorante de hombre que el pelirrojo usaba, no se imaginaba tocando otro cabello que no fueran esos desordenados mechones color fuego.


Eustass Kid era perfecto en todos sus aspectos. En todos. Y no había nadie que se le pudiera comparar. Nadie.


Aún en shock, Trafalgar vio como Kid se perdía calle abajo. Vio su cabeza cabizbaja mirando al suelo, vio su camiseta de manga corta de color negro, ese negro que le quedaba tan bien porque resaltaba su nívea piel, vio sus pantalones vaqueros rotos por las rodillas y llenos de parches, y vio esas zapatillas blancas desgastadas por el uso. Lo vio marchar, y como si la realidad le hubiese dado una bofetada, despertó.


No podía dejarle marchar, no podía dejar la situación así. No podía permitir que Kid pensase que había alguien más que ocupaba su corazón. El corazón de Law le pertenecía a Kid para siempre, y jamás aceptaría que el pelirrojo pensara que todas sus canciones de amor iban dedicadas a otra persona. Porque a cada segundo, a cada minuto, a cada hora, Law pensaba en Kid. Era una malsana obsesión, era una adicción. Y puesto que la realidad era esa, no dejaría que Kid se marchase con esa idea en la cabeza. No, no podía.


Instintivamente, echó a correr tras el pelirrojo, alcanzándole enseguida porque parecía que el otro andaba más despacio de lo habitual. Sin pensárselo dos veces, Law se lanzó hacia él y se encaramó a su cintura como si fuese un mono, hincando sus uñas en la camiseta de Kid. El olor del rockero inundó todo su ser, y el corazón de Law comenzó a latir desenfrenado. Estaba acariciando a Kid. Le estaba tocando. Aunque fuese por encima de la camiseta. Hundió su cabeza en la espalda del pelirrojo, rozando con la nariz esos potentes músculos. Le encantaba la espalda de Kid, tan ancha y musculada. Y esos brazos tan bien formados, y esos hombros redondeados, y esos pectorales trabajados, y esos abdominales tan ricos como una tableta de chocolate blanco que le habían dicho que ocultaba debajo de su ropa. El corazón de Law iba a salir volando de allí, latía con tanta fuerza que el pecho le dolía. Había comenzado a respirar pesadamente de los nervios, casi a hiperventilar. Por fin estaba abrazado a Kid (de espaldas, pero estaban abrazados), y había deseado tanto ese momento que creía morir. Los ojos se le llenaron de lágrimas por la emoción, y una temblorosa voz intentó salir por sus labios:


-G-Gustas… –acertó a decir de forma algo estúpida, pues los nervios hacían que las palabras se aturullasen en su garganta y saliesen descontroladas y sin sentido. Trafalgar intentó calmarse y habló de nuevo, esta vez con más sentido-. M-Me gustas… Eustass-ya.


El pelirrojo se quedó estático, completamente asombrado por la repentina confesión de Law. Pero como si le hubiesen tirado un jarro de agua fría para que se despertara, Kid se giró de repente agarrando al tatuado por los hombros. El moreno sintió un escalofrío cuando esos hambrientos ojos color oro le miraron de una manera demasiado intensa, ardiente. Era como si le devorase con la mirada. Y Kid nunca le había dedicado ese tipo de miradas.


-¿Qué acabas de decir? –preguntó el pelirrojo en un susurro demasiado ronco y sensual, con esa voz de ultratumba que estremecía al moreno. Sus blancas manos, que antes sujetaban sus hombros, se habían desplazado peligrosamente hasta el cuello y la nuca de Trafalgar, y él mismo también se había pegado al cuerpo tostado juntando sus frentes de forma que Law sólo pudiera verle los ojos. Esos ojos que quitaban el aliento a cualquiera-. Repítelo.


Law abrió los ojos atónito. Kid estaba tan cerca… ¡Tan peligrosamente cerca! Notaba los fuertes y algo ásperos dedos de Kid (algunos callos por tocar la guitarra) entrelazarse con los últimos cabellos de su cabeza. Notaba ese calor tan agradable que desprendía su enorme cuerpo. Notaba esos preciosos ojos color ámbar engullirle, derretirle ahí mismo en mitad de la calle. Notaba el suave roce de sus narices, la una contra la otra, en lo que algunos definían como “el beso de los esquimales”. Y notaba el aliento del pelirrojo golpearle con fuerza, notaba su respiración algo acelerada y esos labios que estaban tan cerca que casi podía rozarlos con los suyos. Y para colmo, ese gracioso sonrojo instalado en las mejillas del rockero.


Sencillamente irresistible.


Todo eso era demasiado para el pobre corazoncito del moreno, que latía tan fuerte que le perforaba el pecho en un martilleo constante. Ni siquiera sentía cómo las asas de su mochila se escurrían por su hombro, o como el aliento se escapaba por su temblorosa boca. Estar así con Kid, tan cerca de su cuerpo… Y de su boca… Oh, por favor, Law quería morirse allí mismo en sus lechosos y fuertes brazos. Con un fuerte sonrojo instalado en sus mejillas, se atrevió a hablar, que a fin de cuentas era para lo que se había lanzado encima del pelirrojo.


-Y-Yo… –titubeó de forma estúpida. Sentía que se le iba la cabeza, que su presión sanguínea disminuía vertiginosamente y que perdía la consciencia. Law cerró los ojos por el repentino mareo, y también porque lo que iba a decir le producía mucha vergüenza. Iba a confesar su amor al hombre más perfecto que conocía, a aquel chico que había visto un par de años antes en un concierto y del que se había enamorado al instante. Un maldito flechazo obra de Cupido, sin duda-. ¡Me gustas!


Y cuando Trafalgar volvió a abrir los ojos, delante de él no estaba Eustass. Pegado a su cara, desprendiendo un aura amenazante con esa mirada fría e inquisitorial, tenía a sir Crocodile, su profesor de Ciencias Naturales. Esos ojos pequeños y de un extraño color amarillo combinado con negro, esos ojos que no indicaban piedad alguna, le miraban fijamente con una expresión mortalmente seria. Estaba en problemas.


¿¡Y Eustass-ya!? ¿Dónde estaba su adorado pelirrojo? ¿Por qué ahora estaba en clase siendo que hacía unos segundos estaba en la calle con él? ¿Por qué estaba sentado en su pupitre? ¿Por qué era otoño y no primavera? ¿¡Por qué!?


-Oh, eso está bien –habló el profesor con su ronca voz de hombre adulto-. Pero estaría más contento si pudiera prestar atención mientras explico la lección. Para dormir ya existen las camas, señor Trafalgar. Venga a verme después de las clases a mi despacho.


¿¡UN SUEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEÑO!? Tenía que estar de broma. Pero… Pero si había sentido cómo Kid acariciaba su piel, cómo le acorralaba entre sus brazos, cómo rozaban sus narices, cómo chocaban sus alientos el uno contra el otro… ¡Si le había declarado su amor! Completamente atontado, deprimido, y por supuesto, muerto de la vergüenza por el ridículo más grande de toda su vida, Law dejó caer su cabeza contra el pupitre propinándose un bonito golpe en la frente como castigo. Encima le habían castigado después de las clases, justo a la hora de ensayar con Kid.


Fantástico, simplemente fantástico.

Notas finales:

¿Y bien? :)

La verdad es que el final me hizo muchísima gracia cuando lo leí, me hizo rodar por el suelo xDDDDDD. Pobre Law, lo suyo no tiene solución. Me hacen mucha gracia este tipo de doujinshis, aunque claro, prefiero que acaben juntos aunque sea. Pero oye, no viene mal reírse un poco xD.

No he podido resistirme a cambiar al profesor, pues en el dou aparece Doflamingo y aquí Crocodile, por cosas de la vida que más adelante se desvelarán (aunque los que me conozcáis ya os podréis hacer una idea xD).

Por cierto, me compadezco de todos aquellos a los que les ha pasado algo parecido a Trafalgar. En clase no, pero a veces sí que he soñado cosas que parecían tan reales que me he despertado y no sabía ni por dónde me pegaba el aire xDDDDD.

Y bueno, cualquier cosa, ya sabéis, un review y contestaré encantada :).

Un besazo enorme linduras! <3<3<3


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