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...Hace mucho, mucho tiempo en algún lugar, existió un Reino de la inhumanidad, y en ese Reino sólo podía gobernar, el dulce y tierno de mi rubio...
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Era hora, la ejecución se llevaría acabo a las 3:00 p.m de la tarde.
- Muchas gracias, debo irme.
- De acuerdo, fue un placer.
- Igualmente.
- ¿Y te acuerdas cómo cocinar?
- Sí, y otra vez gracias. Hasta pronto - se fue caminado.
- ¡Sanji!
Volteó a verlos de nuevo.
- ¡Cuidate! ¡¿eh?!
Les sonrió - ¡Claro, adiós!
Pero esa felicidad se esfumo cuando divisó la plaza principal. Había demasiada gente, quizás todo el pueblo estaba allí.
Corrió para poder ver a Zoro por última vez. Y sí, ahí estaba, con unas esposas en sus muñecas. Se atravezo entre toda la multitud, así estaría enfrente de la Guillotina.
- Bien, faltan unos minutos ¿ya está todo Sabo? - se le acerco el pelirojo.
- Sí, ya está todo preparado.
- Empezemos ¡Campesinos, hoy nos libraremos de la discordía que nos tuvo prisioneros toda nuestra vida! - sujetó a Zoro bruscamente y lo empujo a la guillotina, después lo colocó en el orificio de la madera - ¡cuando den tres campanadas será el fin!
Mientras, Zoro se veía trsite, no veía al rubio.
- Pst... Zoro... - le susurró.
- ¿Eh? ah... - se animó.
- ¡Eh, tú, alejate de ese tipo!
- Oh, disculpe - se apartó un poco - Zoro-san...
- ¿Ah?
- Muchas gracias por haber aceptado mis tropiezos.
- No importa, yo siempre te protegeré y lo sabes.
- De verdad, gracias - pero... ¿que pasara cuando caíga la nabaja? - muchas gracias - ligeras gotas escaparon de sus ojos.
- ¡Atención!
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- Finalmente la hora anunciada llego...
Aunque todo el mundo este en contra de tí...
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- ¡Es hora de que acabemos con el mal...! - tomó la palanca que estaba a su izquierda.
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- Las campanas anunciaron el fin del principe...
Aunque todo el mundo vaya a por tí...
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- ¡Qué ha atormentado nuestro Reino! - todos los presentes gritaron un "sí".
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- Y él sin mirar al pueblo en ningún momento...
Pase lo que pase yo te protegeré...
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- Sanji... te quiero - sonrió - porfavor, no dejes de sonreir...
Ante las palabras, le sonrió dulcemente con los ojos cerrados.
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- Tú dices algo que yo siempre suelo decir...
Así que tú nunca dejes de sonreir...
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- Te dije que me las pagarías - sonó la campana...
Empujó la palanca...
Cayó la nabaja...
Todos gritaron alegres...
Pero alguien sólo atino a llorar...
- "Zo-zoro... Zo... ro... ¡Zoro, Zoro!"
Tenía ganas de gritar, por lo que se alejo de ahí. Durante eso, comenzo a llover, corrió tan rápido que se tropezo, sólo se quedo allí, con impotencía, rabía y tristeza por no haber salvado al peliverde.
- "¡No!" - no lo podía creer... habían... ¡habían decapitado al amor de su vida...! a su peliverde, a su sirviente - "¿cómo paso esto?" - comenzo a sollozar, tapandose la cara con la manta que lo cubriá - "¿cómo pude dejar que t-te pasara esto?"
¡Basta, quería gritarlo!
- ¡Zoro-san! - volvió a correr - ¡Zoro-san! - se chocó con varias personas - ¡Zoro-san! - hasta que llegó al final del pueblo.
***
Le doliá la garganta, de tanto gritar su nombre, y también no tenía fuerzas, a lo que cayó al suelo, inconciente.
- Zo... ro-san...
- ¡O-oye! ¡¿estás bien?! - lo levanto del suelo - parece que no tiene energía - dejo las bolsas del mercado y lo cargó en su espalda, después tomó sus bolsas y se fue con Sanji en la espalda.
- ¿Qu-qué...?
- No te preocupes, estás a salvo.
En una casa cerca de ahí...
Se sentía cómo sí hubiera corrido 100 km... de hecho... casi lo hacía, se despertó, estaba en una cama con algunas vendas en sus brazos y parches en su cara.
- Ah ya has despertado - le traía un plato con sopa - me llamo Chopper, te encontré a media calle inconciente, toma.
- Oh muchas gracias, me llamo Sanji.
- ¿Y que hacias ahí?
- Estaba desesperado, por eso corrí todo el día y no pude más.
- Uhm... s-sí quieres puedes quedarte aquí, claro, sí no tienes donde ir.
- Me encantaría, muchas gracias y ¿dónde estamos?
- ¡Ah, sí! compré está casa para comenzar mi vida de nuevo, está cerca de una capilla y el mar.
- ¿E-el mar...? - ¡era su oportunidad!
- Sí, cuando ataderce se vé lindo ¿y no te vas a comer eso? se va enfriar.
- El mar... ¡ah, sí, sí! ¡Itadakimasu*!
- Bueno, mañana prodrás levantarte, por ahora come y descansa, buenas noches - le sonrió y salió de la habitación.
El chico castaño quería ir a por unas medicinas, pero ya era tarde, solamente salió a tomar aire.
- Ehm... dis-disculpe ¿sabe algo sobre el principe?
- Por supuesto, él murió en la revolución.
- Muchas gracias.
¡Por fin, habían vengado a Kuina y el Reino Midori!
- Que alivio, ha muerto ¿no, Kuina? te vengado.