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Batman deja de ser Batman por Polaris

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CAPITULO 9 SUPERS SE ENTERA

 

 

            Tim no era la nena entre sus hermanos como en ocasiones Chico Bestia comentaba cuando Jason o Damian andaban cerca del equipo. Es más, era el mejor entre ambos en lo que a inteligencia se refería. Las habilidades de combate aun le fallaban contra Damian pero es que el enano hacia trampa con sus técnicas de las sombras y no contaba. Era el listillo de la familia y era el único que podía armar un desfibrilador de moléculas cuántico que compaginara con las Caja Madre y siquiera Roy podía presumir de ello.

            Pero la inteligencia a veces no era suficiente. No con dos hermanos furiosos, un abuelo confundido y tu pareja esperándote para poner una corona en los negros cabellos y hacerte comandar la hueste de asesinos. Tim comprendía que en ocasiones tenía que correr antes de que le dispararan o le apuntaran con armas de dudosa procedencia y desconocido alcance de daño. Damian se burlaba de su cara de susto y de los ligeros empujones que le daba Bruce para que pasaran del pórtico de la mansión, para adentrarse en la sala en donde desde lejos se sentía el aura maligna y pesada, perfecta para cortarla con un cuchillo de untar.

            Esta conversación debería de estarla teniendo en otro momento. En una situación en donde su padre estuviera mejor. Nunca imagino que R´as fuera impaciente. Que le quisiera tanto como para dejar su relación en estado público, cuando era fácilmente mejor que siguiera en las sombras. Es decir, sólo se preocupaban de poner a Talía y a sus asesinos en su lugar cuando se les ocurría la idiotez de retarlo.

            Ahora debían de ocuparse de sus dos… no, tres hermanos, porque Damian, por más pacífico que se comportara, no dejaría pasar la afrenta de que su hermano se convirtiera de pronto en su madrastra.

 

-Llegas tarde, convenientemente tarde – Saludo Jason desde el respaldo del sofá, con un revolver en mano y custodiando a Roy. Tim preguntaría después sobre la razón de que el pelirrojo estuviese drogado - ¿Algo que decir?

 

            Bruce salió rápidamente en defensa de su tío. Enseñaba lo que quedaba de su cono de helado. Tim si hizo tiempo, intentando trazar un plan de contingencia desde la “a” a la “z” y la mejor excusa que encontró fue llevar a sus dos cositas pequeñas y ricas a comer un helado para que se les picaran los dientes. Bruce había abierto los ojos, casi se le salían de las cuencas cuando las cuatro bolas de chocolate, vainilla y chongos del cono se las pusieron en su cara y salivo y gimió cuando lo comió.

            Era la primera vez que Bruce lo consumía.

            Damian no dijo nada, ni hizo nada. Su rostro fue pálido y mortuorio, helado y carente de emociones, el mismo que ponía cuando debía de sacar información de alguna persona. Incluso Damian conocía la nieve de sabores en su prisión en la Liga de los Asesinos. Talía no había sido una desconsiderada en su total.

           

-Quiero un abogado – Dick alzo la mano, diciéndole que él se encargaría de su defensa – uno que no quiera mi cabeza – Dick no podía ayudarle con eso - ¿Tan mal? – Ni Alfred, quieto en el costado le decía algo. – No creí que fueran tan sensibles.

 

            Jason seguía petrificado. Bruce seguía mostrándole de su helado y esperaba a que le dijese algo, que hiciera algo perverso porque él se interpusiera entre ellos. Molestándole. Interrumpiéndole. Martha fue una cabrona. Estaban a tiempo de exhumarla.

 

-Fue mi culpa – Le dijo Bruce. Bajito. Temblando. Mucho menos avalentonado pero dispuesto a seguir protegiendo a su Tío Tim que le caía tan bien. Él era un adulto agradable, que le miraba a los ojos y no le pellizcaba las mejillas, le guiaba de los hombros y esperaba que dijese lo correcto. No, a tío Tim no le molestaba si manchaba los asientos del auto con sus manos pringadas de dulce y se llenaba la cara, no le llamaba “niño desagradable y sucio” Tim era como Alfred y Damian – Le pedí que fuéramos.

 

            Jason quiso agarrar a B y cargarlo, asegurarle que nada le haría daño. Deseaba tanto que estuvieran como al principio. Como cuando durmieron juntos, espantando sus terrores y ayudándose, no así, como el monstruo y la presa. Se convenció de que era cuestión de tiempo deshacer lo maligno de Martha para que apareciera una nueva forma, que todo era cuestión de modos y de aciertos.

 

-¿Te gusto la nieve, B? – Le pregunto en su vez y Bruce, consternado, atino a asentir. Mirar el piso y desorientarse. No había gritos, ni golpes. Estaba perdió por la actitud nueva de su Ada y entonces, decidió ir a donde su padre, dormido, desconocía de lo que se hablaba. Se sentó a sus pies y se dedicó a lamer su postre – Bueno, Remplazo. Cinco minutos para convencernos de que no estas bajo ningún influjo – R´as ignoro el “te lo dije” que Tim escupió - ¿En serio, Remplazo? ¿Con la momia?

 

-Respeto, señor Tood – Ordeno R´as – No estamos en los pabellones de Arkham para que me hable de ese modo – Nadie, nadie le recordaba a Jason su estadía en dicho loquero, sensible con el tema, Jason desenfundaba antes de que terminaran la frase pero por vez primera reconocía que no era bueno comportarse así enfrente de Bruce – Timothy – Llamo y Tim fue rápido a su lado, ignorando la incredulidad en el resto.

 

            No tenía los velos puestos, ni las capas de los asesinos, no traía nada de oro en sus muñecas y los dijes en su pecho. Su cintura estaba oculta y las espadas cortas y curvas ausentes de sus costados pero seguía siendo la pareja de R´as y tomo su lugar. No estaban en la isla. No cruzaron el mar pero él seguía siendo parte del asesino y viceversa. Tomo el costado derecho, en el que solía sentarse y le permitió a R´as tomar su mano. R´as le beso y le dedico el infinito con sus labios.

            Damian no desvió su atención. Intrigado por la manera en la que su abuelo se comportaba. Había visto a su padre besarse con sus amantes de turno, con los prospectos, con su madre pero su padre jamás demostró ni la mitad de lo que su abuelo y hermano hacían con un toque de seda, sin palabras, con algo que no alcanzaba a comprender. Parecían honestos en sus movimientos y confiaban para cuidarse. Nadie sabía que su abuelo era zurdo y el que Tim cuidara de su flanco más débil (el derecho) gritaba a los cuatro vientos que era el elegido por capacidad y quien sabe que más para el puesto.

 

-Tim – Dijo Dick, preocupado por verlo enamorado – Nada de lo que digamos fallara a favor de que lo dejes – Exhalo con incredulidad. Tim asintió – Ras Al´Guhl no confiamos en ti.

 

-Es justo – Respondió impávido – No pretendo que olviden lo que hago. Ni pretendo que crean que dejaré de hacerlo – Jason y Dick reprendieron a Tim – El mundo está por cambiar. No pueden culpar de eso a mí gorrión – Tim no disimulo el sonrojo en sus mejillas de porcelana – Son tiempos difíciles y se volverán más complicados.

 

-¡¿Ves?! – Señalo Jason. Tim negó. Desde su punto de vista, Bruce les había dejado con muchos problemas y R´as podía ayudarlos con ello – Apesta a secretos. Él sabe algo. Si no te tiene amenazado, si en verdad se quieren ¡Bien! Total, el Remplazo está bien grandecito para cuidarse solo pero a la primera que le hagas R´as. – Amenazo - Con una lágrima suya que vea, con una nueva concubina que lleves a tu harén…

 

-Ya las despache – Informo R´as.

 

-¿Qué?  -  Cuestionaron al unísono los mayores. Alfred ya se había retirado a las cocinas apenas R´as besara a su joven amo. Para él, que aun era joven para R´as vio que Tim no corría mayor peligro de lo normal con la bestia entre sus brazos y decidió ir a preparar  la comida y la habitación de Timothy para acondicionarla como era debido.

 

-Así es como se hacen las cosas – Interrumpió Damian.

 

-¡Milagro! Tienes voz – Ataco Jason. Aun alterado por ver a Tim en brazos del hombre que le había revivido con sus aguas. Una afrenta personal que no saldaba. Aunque R´as en persona le ofreció su propia facción en la liga y hasta dirigirla cuando el tiempo llegara.- Estaba preguntándome cuando es que hablarías.

 

-Tt, idiota – Ladro – Es tradición que al aparecerse la pareja gobernante, el harén sea disuelto. La historia nos ha demostrado que son nidos de conspiraciones y tretas. Las traiciones en la cama no son raras pero se pueden evitar – Explico. Tim asintió.

 

            Cuando Tim se asentó de forma permanente, con sus cosas y herramientas en la isla, en la habitación de Rás, una ola de mujeres le esperaban en la puerta de los aposentos custodiada por dos ninjas de las sombras. Todas hermosas, ninguna se quedaba atrás. Con sus velos y sus miradas molestas y llenas de odio.

            Esa mañana R´as estaba ocupado haciendo caer una economía en un país del que nunca había escuchado el nombre pero que ayudaría a largo plazo en un plan de crecimiento de cinco años. Tim no se metió, porque para que su relación funcionase, debieron de renunciar a ser sus títulos en la recamara, con ellos, en su vida privada… Ni R´as discutía los asuntos de Red Robin y ni Red Robin cuestionaba los planes de la Cabeza del Demonio. Estaba solo. Con ocho mujeres escondiendo armas en sus vaporosos vestidos con capas pesadas y los tensos guardias que no sabían si actuar antes o justo en el acto…

            Tim las sometió tras desarmarlas y ordeno, natural en él, que se las llevaras y las exiliaran. Tim hizo lo que se debía de hacer sin saberlo, sólo usando la lógica. Ocupo su papel en la orden y nadie partidario de R´as murmuro una objeción con la elección de pareja.

            Más tarde Timothy se enteró que R´as había sido desafiado por tres de ellas y que al aceptar el duelo, las asesino. Pero permitió que el resto viviera, aun enojado porque fueran por la cabeza de su gorrión.

 

-¡Hasta tengo que agradecerle! – Chillo indignado.

 

-Jason – Dick le ordeno parar – Esto no se trata de ti, es sobre Tim. – R´as se giró para atender al mayor - ¿Cómo sabemos que esto no es un capricho? – Bruce que ya había terminado su golosina miro al hombre, aun preguntándose porque eran tan duros con el amor de su tío. Si Tim confiaba en él, por algo seria. – Digo, ya todos sabemos lo terco que eres y lo fácil que te encaprichas con los murciélagos – Nadie pudo evitar darle una ojeada a Bruce, disimuladamente, tensándose por lo que significaba – Primero fue nuestro padre, en algún tiempo invertiste tiempo en mí, y quisiste que Jason liderara la Liga en tu ausencia, después secuestraste a Tim para que te ayudara y terminaron por casi destrozar la ciudad y las Empresas Wayne.  No es que no quiera creerte, me cuesta hacerlo. Porque estuviste siempre buscando a un murciélago para tratar de cubrir la sombra de nuestro padre. Damian no te fue suficiente – El nombrado siguió esculcándose las uñas de las manos, como si la respuesta de la vida se encontrara ahí – Y ¿Convenientemente ahora estás enamorado de un murciélago?  - Dick no quería ser duro. Lo más importante para él era la felicidad de sus hermanos. Su familia era lo único que tenía y justo por eso, no estaba en posición de abandonar a uno de ellos con el primero que le contara las maravillas de las mil noches – No te atacamos por respeto a Tim.

 

-Y puedo hablar por mí, gracias – Aun molesto, Tim concedió que se sentía alagado. Blandiendo espadas y capas, todos le defendían y querían. Digno de murciélagos, siempre estaban allí cuando se necesitaban para cuidarse el trasero.

 

- No podrías ganarme, Nightwing – Menciono R´as como quien no quiere la cosa-

 

            Richard le lanzo una risita autosuficiente. Algunos le seguían subestimando por ser el primer chico mantequilla, una ventaja que ya no se podía recuperar desde el suelo y con los huesos rotos y el alma en las llamas.

 

-Soy el único que ha podido contra Bats – Damian asintió. Su abuelo perdió contra su padre, mejor que no siguiera por ese camino si no quería perder contra Grayson. El más fuerte de todos.

 

            El corazón de los hermanos.

 

-Nieto – Damian se hinco frente a su abuelo, sabiendo de antemano que era lo que iba a hacer. Miro con lástima a Drake ya que no parecía estar al tanto del alcance de sus tradiciones.

 

            Jason estuvo a punto de oprimir su gatillo.

 

-Una muestra, Nightwing, quieres un juramento de lo que estoy diciendo. Es comprensible – Y vio a Bruce – En otra época te lo hubiese pedido, mi pequeño Detective.  Hubiese ido con los gurús del centro de la tierra para que dieran fé de mis palabras, te traería una estrella como dote y más, cumpliría incluso tu descabellada idea de lema – Bruce sin saber bien lo que hacía, le extendió la mano, sintiendo la necesidad de estar del lado del hombre cuyos ojos se rebozaban en cristalinas remembranzas, en un añoro que jamás tendría y debía de conformarse– Sangre de mi sangre – Damian corto su brazo y dejo que la sangre manara, brillante sobre las manos entrelazadas de Tim y R´as – Ahora – R´as fue hasta Dick, halando a su Consorte – Juro que Timothy Wayne Drake, estará a salvo de los males del enfermo mundo y le cuidaré en la sufrimiento, en la salud, en su grandeza y en la obstinación. Amaré de él todo. Sus ideas y su familia. Sangre de mi sangre, tomo protección de vuestro hermano – Dick no supo reaccionar ante la inclinación que el hombre le brindaba, con gracia. Una caravana que no se había visto en siglos y que de seguro ni Alfred hubiese podido ejecutar sin romperse la cadera - ¿Cuál es el precio de tu venia? Si son palabras, se las llevara el viento. No puedes confiar en algo banal, es de Tim de quien hablamos. – Damian le sangro el cuello a su abuelo, cuidando que la estrella ninja que discretamente estaba usando para el ritual no atravesara de más la arteria. Drake aguanto el aire, doliéndole el pecho. – Sangre de mi sangre, es la que te ofrezco. Vida de mi vida, la que ofrendo. Tu venia por mi honor. Por el veneno de lázaro y el milagro de la noche. Richard Grayson Wayne, pido la mano de tu hermano en buena lid. Mi dote no se retirara.

 

            R´as le estaba reconociendo como el líder del clan. Para un hombre que se regía por las antiguas leyes, el drama no le parecía quedar mucho se dijo Dick. Se le escurría de los costados como agua y brotaba de su boca como fantasía. Le inundaba el secretismo y la honra.

            R´as pedía y no quitaba. Damian les dio su sangre… su ¿Aceptación?

            En ese caso… ¿Quién era él para impedírselo?

 

-Grayson, lo que decidas que sea pronto – Apremio Damian – Mi abuelo se drenará si no nos das la respuesta. Está prohibido frenar el sangrado. Es una prueba de hasta donde se llegara por la unión. Si quieres dejarlo morir, esta es la oportunidad. – Tim seguía quieto. Como si el espectáculo no fuera con él. Como si dejar morir a su amante fuera lo normal. Damian le miro con admiración – Tt quien lo diría, Drake… El gremio tiene a un Consorte gobernante digno.

 

            Dick asintió.

            Tim se abalanzo de inmediato. Quito el cuello de la capa e imprimió fuerza, grito por Alfred para que viniera con un kit de primeros auxilios con hilo y ajuga para que lo subiera a su habitación. Guio a R´as por las escaleras y le sirvió de apoyo. Damian no se contuvo tanto como quiso hacer ver, la herida era profunda y sangraba demasiado. Tenían unos minutos más para cerrar la brecha.

            Agradeció con un cabeceo a sus hermanos y se despidió de Bruce con una sonrisa.

 

-Entonces… ¿Lo dejamos estar? -  Pregunto Jason haciendo girar su revolver en su dedo índice. Aun tentado en probar a volarle la cabeza al Demonio Mayor – Aún no es sangre suficiente.

 

-Tim no nos lo perdonaría – Admitió Dick – Ya tuvimos con que tú no lo hicieras cuando regresaste – Jason alzo los hombros. – Debemos estar unidos.

 

            Dick cargo a Bruce y confronto a Damian que inusualmente callado seguía contando las líneas de las paredes, del suelo, de los libros… de cualquier cosa que lo abstrajera del momento.

 

-Tú ya lo sabias – Aseguro.

 

-No soy como ustedes, Grayson. No me pongas al mismo nivel – Dick apretó los labios – Si sirve de consuelo, lo supe hace poco. No se preocupen, Drake estará bien. La orden lleva sin un Rey Consorte desde la primera centena del abuelo. Seguro que saben lo que hacen.

 

            Jason suspiro ruidosamente y se metió el arma en el cinturón del pantalón. Por él, el asunto se zanjaba. Era cosa del remplazo ver con quien se encamaba. Él tenía asuntos más urgentes. Roy seguía babeando el sillón. Lo cargo con cuidado, con más del que alguna vez hubiera usado con el arquero. Cuido de su cabeza y cuello y se aseguró de no apretar ninguno de los verdugones que ya le manchaban la piel.

 

-Tío Dicky – Murmuro Bruce sin que Jason pudiera oírle. Damian estaba a su lado, algo enfurruñado porque le quitaran a B un rato - ¿Qué le paso a padre? ¿Se siente mal? – Y es que no era común ver aquella estampa. Normalmente era su padre el que cargaba a su Ada y ocasionalmente lo arrastraba por las escaleras cuando el último se ponía brioso y gritaba sinsentidos - ¿Estará bien?

 

-Claro que sí, B – El pucherito de Bruce no parecía convencido, seguía viendo a Jason dar trompicones sobre las escaleras porque de repente el peso le falseaba cuando creía tenerlo – Roy no se sentía bien. Tuvimos que darle un té para que durmiera…

 

-¿Cómo las pastillas que toma Ada? – Pregunto toda inocencia y Damian soltó una carcajada, desdeñosa y letal pero aun divertida - ¿Pregunte algo malo? – Dijo preocupado cuando Dick le soltó un golpecito en la nuca a su hermano.

 

-No, B – Se apresuró Dick – Damian tiene que aprender a callarse ciertas cosas.

 

-Vamos, Grayson… El idiota debería de tener una medicación – Burlas de más y de menos, mejor que Jason no se enterara – Vamos, enano, tenemos que cenar. Va a ver postre doble. – Comento sabedor de que el resto no bajarían y serian ellos tres esta ocasión – Contémosle que tal estuvo tu día en la escuela…

 

            Los ojos de Bruce se encendieron y de repente ya no pudieron cerrarle la boca.

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            Jason estaba acostumbrándose a llevar a Roy en brazos. Desde que volvieran de la selva su amigo estaba muriendo. Le tendió en la cama, le quito las botas y le dejo con el bóxer. Roy tenía la costumbre de dormir desnudo pero no creía que apreciara que le quitara la ropa sin poder participar, aún en las peores situaciones Roy continuaba con su insano humor. De seguro que vería la forma de echárselo en cara. Le molestaba que su hermano estuviera con la momia al otro lado del pasillo pero su prioridad era Roy.

            Verlo dormir no era tranquilizador.

            Las dudas le asaltaban y se recriminaba no haber sido capaz de ver lo que Kori le hacía a su amigo. ¡Dormían en la misma cama! ¡Tenían sexo! Algunos golpes no cuadraban pero siempre estaban lastimados, era parte del oficio. Debería de preocuparse si es que no trajeran el cuerpo marcado.

            Roy no se merecía lo que Kori le había hecho. Roy era la persona más sensible en la tierra y la más leal. Un amor de persona, alguien mejor que ellos. Entre los renegados el mejor era Roy, quien podría hacer algo de su vida aún era el pelirrojo que se quejaba de gozo en sueños y babeaba la almohada. Jason le tomo una foto antes de saber que estaba haciendo.

            Se dijo que aquello era para molestarlo luego. Nunca se podía presumir que Roy estaba drogado por plantas de su abuelo cuando era resistente a varias toxinas y drogas duras. Pero él tenía la prueba de que Roy intentaba limpiarse. De no ser así, las drogas amorosas de Alfred no le hubieran hecho ni cosquillas.

            Prefirió echarse a su lado. Dándole la compañía y el calor que seguramente no tenía desde hacía tiempo, aunque tuviera el candor natural de Stirefire.

            Maldita extraterrestre.

            Ahora el sobre aviso de Superman parecía lleno de razón y sabiduría. Jamás lo admitiría en voz alta.

            Pero no significaba que no pudiera decirle a sus ánimos muy adentro de su cerebro que estaba equivocado al creer que Kori siempre estaría con ellos y no diría nada, o no se les iría en contra, n cuando vio muchas señales cuando iban de misiones… Kori jamás oculto que por ella no estaría en ningún grupo.

 

-Cuando despiertes, Roy, espero que sepas decirme porque no confiaste en mí, mi amigo…  mi hermano, mi… - Jason miro el alhajero que en todas las habitaciones Alfred ponía para guardar cosas demasiado intimas y sin quererlo, el anciano había puesto las sortijas que el anciano conductor le regalara y él no las botó… Jason las miro sin verlas, sabiendo que estaban ocultas tras la madera y siempre brillantes – Duerme, Roy.

 

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.

 

 

            Bruce no tenía sueño. Eran las once de la noche y nadie más que Tim y sus padres estaban en la mansión y ninguno tenía tiempo para él. Su tío Tim estaba con su esposo, atendiendo sus heridas con vendas y pomadas, con espray que rociaba y besaba con ímpetu y ternura.

            No que él fuera un fisgón pero es que fue imposible no pasar por frente a su puerta y escuchar tras esta los párrafos recitados que R´as brindaba a su esposo. Enalteciendo su agudeza y palideciendo a las diosas del amor con su belleza bajo los astros. Cursi pero Bruce no podía dejar de pensar que le gustaría encontrar a alguien así, que diera su vida por él y aun pretendiera seguir viviendo.

            Pero no existía alguien que quisiera enfrentarse a sus padres.

            De cualquier forma, él no valía el esfuerzo.

            Bruce asalto la cocina, jalo una silla para poder trepar sobre la barra de la cocina y alcanzar las galletas que su abuelo ponía en lo alto de la repisa para que nadie las consiguiera fuera de horario. Hizo a un lado las cajas de cereales y enterró su nariz en el fondo del cubículo y consiguió su premio. Las mejores galletas de chocolate y coco que pudiera encontrar y eso era porque eran echas por Alfred. Con cuidado, porque el frasco era de cristal, se bajó de la barra y enfilo al jardín, cuidando de no dejar huellas que pudieran delatarlo.

            Cuido que las esculturas le escondieran tras de sus marmoleo rostros de ninfas sabiondas. A su gestante le gustaban esas cosas, a Bruce le parecían personas sin alma que le vigilaban a todas partes. Pero si a su Omi le gustaban, nada que hacerle. Su padre siempre le consentía. Había aprendido a no decir nada, ni opinar sobre la mansión, después de todo, nada era suyo, debía de ganárselo.

            Uso los arbustos para que nadie lo viera y como ratoncito, mordisqueo las galletas, trozo a trocito, rápido y guardándose las boronas en las mejillas, hinchando sus cachetes para luego masticar y tragar. Así hasta que tuvo sed. Y tuvo que darle la razón de nuevo a su Omi, era un tonto y una bestia por no darse cuenta que tendría sed después. Era su trabajo anticiparse a sus propias necesidades y saber solventar las cuestiones, prediciendo los resultados. Como sólo un Wayne conseguía hacer.

            Tal vez no era un Wayne.

            Era la única respuesta que cuadraba.

            Su Omi siempre le regañaba por no ser suficiente. Por ser tan torpe y no ser el hijo adecuado al grandioso apellido. Y su padre no hacia la gran cosa. Le llevaba al ático y le encerraba para que terminara de hacer planas y planas de deberes por sus fallos.

            Su Omi era hermoso pero no tenía sus ojos.

            Y no se parecía para nada a su Padre.

            Tenía cierto parecido a Damian pero su primo parecía ser un Wayne de pies a cabeza, él si se comportaba como un heredero. Siempre estaba pulcro. Y cuidaba sus modales. Su frente siempre en alto y hablaba con propiedad. Sabía moverse entre los adultos. Él era un Wayne.

            Sollozo.

            Se limpió las mejillas llenas de chocolate, embarrándose más.

            Esa era la respuesta.

            Sus padres habían traído a Damian para remplazarlo, a él que no era ni buen hijo, ni buen Wayne.

            El nudo en su pequeña garganta fue demasiado, pero no quería entrar en la mansión. A esa hora, su padre siempre bajaba para hablar por teléfono y cuidaba que nadie lo escuchara y se encerraba en su oficina para hablar y quejarse… Si le encontraba fuera de su cama iba a castigarle. Y no quería tener una “charla” con el cinturón.

            Recordó la fuente y fue tras ella.

            El agua fresca era buena, le hacía verse en su cristalina superficie y a cada segundo se convencía que Damian estaba para suplantarle, remplazarle… ¿Quién querría a un niño tan feo como él? Tío Tim era muy bueno y su abuelo, y ellos no estarían con él.

            Sumergió su cabeza hasta el fondo, inclinándose por completo, sabiendo que podía irse de lleno y golpearse la cabeza como una vez hizo su Omi. Él lo tomo por el cabello porque no había sido excelente en la clase y consiguió un 9, un mísero nueve… y le hundió en la fuente… hubo mucha sangre cuando su frente se raspo y para cuando su padre pudo quitárselo de encima, estaba tan asustado que se fue a esconder entre los arbustos y no volvió a entrar en la mansión hasta que Alfred fue por él.

            Bebió aun estando sumergido, haciéndolo con desesperación… queriendo apagar el fuego de los recuerdos. Algo que no pasaba.

            Emergió con furia, con una energía que no se le notaba porque no debía ser así, un buen señor de Gotica no saltaba por las paredes ni gritaba de felicidad y vio al cielo, nocturno y estrellado, tan colmado de pequeños puntos que el frio aire no le congelo sino que le hizo sentir especial por estar allí, quieto y a escondidas… y una de esas estrellas que de repente titilaba, fue haciéndose más y más oscura y apenas se dio cuenta que no era un astro sino un hombre, casi se va para atrás.

            Piernas y brazos, extendidos como pétalos, largas lianas de flexible entidad y un rostro que perdió el color aun en las sombras y Bruce se quedó pasmado, esperando a que ese hombre, ese ángel, se fuera y fingiera que su presencia no contrariaba a todo lo que conocía del mundo. Su desconcierto le dolía, era palpable y respirable, le robaba el alma y le acusaba, le decía con esa azul mirada de hielo que él no debía de estar allí… que no debía de existir.

 

-¿Bruce? – Su voz, en total incredulidad lacero a Bruce que apenas atino a retroceder, espantado por la fiereza que el hombre destilaba.

 

            El pequeño tomo una piedra, un milagro que estuviera allí, Alfred no permitía que existieran. Pedía expresamente a los jardineros que se encargaran de deshacerse de ellas. La agarro con fuerza y la arrojo. El redondo objeto no atino a Clark, ni a sus pies, estuvo muy lejos de acertar.

 

-¿Bruce Wayne? – Volvió a instigar y Bruce asintió. - ¿Qué paso?

 

-¿Eres amigo de mi padre? – Susurro y Superman le escucho únicamente por su buena audición.

 

-¿Tu padre se llama Bruce Wayne? – Le regreso, esperanzado en estar equivocado. El pequeño niño no podía ser Bruce.

 

-Roy Wayne – Dijo. Clark sintió un vértigo y decidió aterrizar frente al pequeño y vio que era imposible estuviera confundiéndolo… ese era Bruce Wayne, ese de allí, temblando, era Batman.

 

            Su carita media redonda, aun con los rasgos infantiles medio afilados con una ternura mayor a la que Damian pudiera expresar y con sus negros cabellos, abrillantados por el agua. Un marco para no olvidar. Los flacuchos brazos y los hombros, las cortas piernas que seguían estirándose y debajo de esa piel, el joven corazón desbocado, cabalgando como un buen purasangre en una retirada estratégica. Ese de allí, bajo los labios apretados y la mirada asustada era Bruce, con sus cejas tupidas y delineadas mejor que las de una niña. Bruce le observaba con su resplandeciente piel de luna, de un niño de cuna de oro.

            Clark se hinco, poniendo luego su trasero en el pasto. Aterrizando sin gracia, buscando ser amable para con el niño. Si notaba que no era un peligro, a lo mejor y bajaba la guardia.

 

-Roy – El único Roy que conocía era Arsenal – Un buen camarada pero no vengo a verlo a él. Estoy aquí por ti, Bruce.

 

-¿A si? – Pregunto con cautela.

 

-Estaba preocupado. No sabía nada de ti – Tanteo el terreno. Era claro que no lo conocía o reconocía. Para el caso… Bruce no parecía estar al corriente de quién era – Soy Clark Kent.

 

            Bruce asintió e hizo la manía que su Omi le había enseñado cuando se presentaba con él. Se puso en posición de firmes y se inclinó para estrechar la enorme mano de Clark, sacudiéndola… a Clark se le rompió el alma, la mano de su amigo era tan delicada y pequeña, tan fútil que juraba podría desaparecer en cualquier instante.

            Bruce se espantó e intento correr, huir. Pero el agarre Clark le retenía. Jaloneo todo lo que pudo pero no consiguió nada.

 

-Por favor – Suplico – No te vayas – Rogo – Dame un momento, Bruce. Por favor. Un momento, mi buen amigo.

 

-¡Yo no te conozco!

 

-Te gusta el té con leche. Siempre usas trajes oscuros, amas la manga larga y el cuello de tortuga – Bruce trago duro – Te veo usar tus plumas, siempre dos, sólo dos. No tomas café sino es echo por Afred y…

 

-¿De qué hablas? – Clark en mudó de inmediato, se dio cuenta de su error. Él estaba hablando de un Bruce más grande, un adulto con el ceño fruncido y la alegría drenada. No necesitaba ser un genio para saber qué era lo que estaba sucediendo en el clan de los murciélagos. Allí, frente suyo la respuesta brillaba - ¿Me ves? ¿Me observas?

 

            Bruce le dijo que era un mentiroso y le pateo pero el dolor le recorrió de inmediato. El sujeto era piedra. Un muro sólido.

 

-Lo siento, no debí… lo siento, Bruce…

 

            Y es que Clark había jurado estar para Bruce Wayne, para Batman… siempre y para siempre. Aunque tuvieran sus roces, sus discusiones, y fueran distintos, en el fondo, eran idénticos, no eran opuestos, no eran día y noche, eran un complemento, eran amigos… y él le fallo.

 

-Perdón… Perdón. – Suplico con redención.

           

            Bruce no entendía a Clark… estaba sufriendo, le pedía algo que no podía darle, no entendía porque le trataba como si fuera valioso, y le tocaba con cariño… un afecto que hasta hace poco no había sentido.

 

-No deberías de estar aquí, Kal…

 

            Clark se perdió en los ojos azules de Bruce y le vio desvanecerse. Bruce no toco el suelo… y jamás lo tocaría, él se encargaría.

            Bruce no estaría solo.

            Entre sus brazos estaría seguro

 

            

Notas finales:

Agradezco infinitamente el que me tengáis tanta paciencia. Que me sigas leyendo, apoyando, comentando y que leas, de madruga, mañana, tarde o noche y digas que esto da para más.

A ti por seguirme, gracias.

A ti por comentarme, gracias.

A ti por inspirarme, mil gracias.

A ti por atreverte a conocerme, muchas gracias.


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