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Inteligencia Artificial por Sickactress

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Pelé no es un nombre que Zombieman pudiera reconocer; sin embargo, daba la impresión de que Genos hacía el esfuerzo por recordar en dónde había escuchado ese nombre antes. Para desgracia del ciborg, gran parte de su sistema había decaído atropelladamente tras tantos impactos a su ya no tan reforzada estructura; convirtiéndolo en una máquina obsoleta. Buscar el nombre de “Pelé” en su directorio personal, debía esperar; por el momento, mantenerse con vida era un objetivo con mayor significancia, o Kuseno definitivamente no se lo perdonaría jamás.

 

Cuando Puri-puri-prisoner se dispuso a levantarse, resistiendo a regañadientes el sufrimiento de sus huesos fracturados en lo que cargaba el diminuto cuerpo de Tatsumaki en brazos, tanto Genos como Zombieman quedaron estupefactos cuando los enchaquetados de amarillo y verde la persiguieron con la mirada; ambos susurrando el nombre de “Pelé”. Pronto la atención de “Rojo” se volvió hacia sus semejantes, comenzando por descuidar las ardientes ataduras de un calcinado Zombieman; que pronto tiritó y gimoteó entre suspiros y gozó de un lento e inmensurable alivio.

 

– Ah… maldición… – exhaló Zombieman, con extrema delicia, hasta no haber liberado todo el aire contaminado de sus pulmones. Las ardientes cadenas se deslizaron por su piel, causándole leves quemaduras, y cayeron bajo sus pies, ante la base de la estatua en forma de ángel – Estuvo… mal… 

 

La perfecta anatomía de Zombieman se vio corrompida por profundos y chamuscados cardenales, donde las cadenas de magma lo habían apresado. Zombieman se desplomó pesadamente sobre las cadenas esparcidas, aturdido por el creciente dolor de sus heridas; las cuales se regeneraban a una deplorable velocidad ¿Qué demonios iba mal con él?, nunca se había visto sumergido en un dilema tan peligroso. Zombieman no conseguía dar con ninguna explicación; apenas podía tolerar el seguir con vida después de haber sido tratado como basura. Estaba muriendo, eso era increíble.

 

– ¿Qué haces…? – Puri-puri-prisoner, en su intento por apartar las furtivas miradas que acosaban el rostro de Tatsumaki, fue retenido por Genos; quien evitó que se levantara del suelo – ¡Para…!

 

– No te muevas – dijo, anteponiendo un brazo sobre el vientre desnudo de Puri-puri-prisoner, al advertir un gesto monstruoso en los rostros de sus oponentes – o será lo último que harás por el resto de tu vida – Puri-puri-prisoner quedó petrificado – Quédate donde estás. Vienen por ella…

 

Algo estúpido como un innecesario y desprevenido comentario de Saitama, resonó en la mente del muerto viviente. ¿Por qué? Lo cierto es que Zombieman no tenía la menor idea del por qué se le había ocurrido que Saitama podría aparecer, después de un largo tiempo de no volverlo a ver, a rescatar a su malherido discípulo partido a la mitad. Sonriente y con el rostro sobre las cadenas, imaginó que tal vez Saitama diría algo como: “¿qué tiene de interesante esa pequeña molestia?” o algo parecido; mientras el enchaquetado de rojo lo abandonaba como a un animal de carretera.

 

– Pero dijiste que la pusiera a salvo – dijo entre dientes, sin la menor intensión de bajar la guardia.

 

– Intento ponerte a salvo; obedéceme – Genos, como nunca, odió tener una voz neutral y robótica porque no podía expresar la aspereza que sentía al ser repelido – Ellos te asesinaran si te la llevas.

 

Haciendo a un el vértigo a causa del sufrimiento que devastaba su cuerpo, además del buen juicio de Puri-puri-prisoner por anteponer la vida de Tatsumaki antes que la suya, Zombieman se apoyó en sus brazos y levantó la mirada; sólo para encontrarse con que Genos tenía toda la razón: los tres monstruos más poderosos que había conocido en su vida, se rindieron ante ella con sumisión.

 

– ¿Se detuvieron…? – Susurró Puri-puri-prisoner, esperanzado – ¿Pero cómo es eso posible…?

 

El encapuchado de verde se inclinó ante ellos, escoltado por sus hermanos, a acariciar una de esas esponjosas pero lesionadas mejillas de Tatsumaki; estremeciendo de los nervios al héroe que la sobreprotegía con su musculosa anatomía. De pronto, el encendido carmesí que ensombrecía las miradas de sus hostigadores, se desvaneció paulatinamente; y al igual que la braveza del hombre puede abrir un camino angosto hacia una cándida y sincera sonrisa, unos intensos ojos chocolates, preciosos a simple vista, aparecieron en esas miradas que se tornaron amables y compasivas.

 

Entonces, el poderoso sonido de un estallido los sacudió a todos y un hombre vestido de chaqueta azul salió disparado a los cielos, desde las profundidades de la tierra. De entre los deterioros que bordearon el cráter, que a perspectivas de Zombieman lucía perfectamente igual que el impecable cañón de un revolver, un joven héroe emergió de él. Con las ropas rasgadas, el rostro inflamado y ensangrentado, y las magulladuras expuestas por el roce de las filosas rocas del subsuelo, Metal Bat se aferró a la vida y levantó la mirada hacia el punto vació a donde se perdió su adversario.

 

– Comienzo… a cansarme… de esto… – Metal Bat respiró con dificultad, dejándose caer de rodillas y dejando rodar su bate a apoyarse de manos al suelo; pudo sentir una extraña turbulencia en él.

 

– ¡Metal Bat~! – canturreó Puri-puri-prisoner, con su “delgada” voz; y la creciente necesidad por arroparlos a todos bajo sus angelicales alas, se intensificó al verlo tan lastimadito como estaba.

 

Sería imposible vivir en esas condiciones; no había aire que pudieras respirar. Alrededor del joven héroe que ansiaba con urgencia una bocanada de aire, predominaban las cenizas y la combustión. Metal Bat llenaba sus pulmones de humo, mientras hacia su esfuerzo por compensar su ignorancia en lo que estudiaba la extraña situación que se desenvolvía ante sus ojos. En la profundidad del subterráneo, se le había hecho imposible creer que el encapuchado de azul se hubiese detenido de golpearlo contra las paredes rocosas, con su maldita habilidad de manipular la gravedad; había vivido un infierno en toda su estadía. Pero ahora, se le hacía imposible asimilar que este monstruo pudiera mostrarles algo de benevolencia, después de concebir tanto castigo.

 

Mientras Metal Bat se hacía a la idea de que Zombieman se encontraba al borde de la muerte y que Genos yacía partido a la mitad, se recompuso de sus heridas cauterizándolas con el apoyo de su bate y las flamas que los envolvían. El ardiente metal cesó el sangrado, más no el dolor que lo tenía preso a camisas de fuerza. A penas conseguía movilizarse y estaba demás decir que estaba endemoniadamente cabreado y que la última gota de su raciocinio iba en picada. De pronto, bajo sus pies, otra turbulencia volvió a ponerlo de los nervios y, juzgando por la mirada sorpresiva de Zombieman, también la había sentido. ¿Qué sería lo que se avecinada desde las profundidades del subsuelo?, se preguntó un hastiado Metal Bat; profundamente harto de ésta situación. 

 

– Que alguien me explique qué demonios fue lo que pasó – demandó Metal Bat, confundido, en lo que se apoyaba de su bate para mantenerse en pie. No esa una postura de la que se sintiera muy orgulloso – ¡Tú! – señaló al encapuchado de verde; quien le inspiró una inesperada confianza.

 

– Pelé no se encuentra entre nosotros – respondió sin ninguna vacilación, enderezándose a ver a sus semejantes; cayendo en cuenta de que faltaba uno de ellos – Mientras no tenga a Pelé de mi lado, mi poder será desmesurado y destructivo. Perderé el control y los asesinare a todos – dijo, y las luces se apagaron para él, de un sólo golpe. Genos y Zombieman… no pudieron detenerlo.

 

Poseído por la espesa oscuridad de una inminente furia, Metal Bat empuñó su reforzado bate y, tras un titanito impulso de piernas que causó el estallido de sus ligamentos, impactó las distintas aleaciones metálicas en el rostro del encuerado de verde; reduciéndolo a pequeñísimas partículas de carne, huesos y sesos en el primer brutal impacto. El cuerpo sin cabeza descendió ante sus ojos y antes de que éste pudiera golpear al suelo, Metal Bat balanceó el bate por encima de su cabeza y, cegado por un ataque de pánico, golpeó en una imprecisa dirección; fracturando el brazo de quien se suponía poseía un acorazado incomparable. Metal Bat… creyó despertar de un mal sueño

 

– Tranquilízate – murmuró el sujeto de amarillo, el hombre con un inigualable blindaje, posando una palma de su mano en la ensangrentada cabellera de Metal Bat. De la impresión, Metal Bat  dejó que el bate se le deslizara de entre sus dedos y rodara cerca del rostro despellejado de Genos.

 

– Defiéndete – demandó Metal Bat, más que dispuesto a provocar la bestialidad que ese monstruo conservaba en su interior; sin embargo, fue vacilante… porque por alguna extraña razón, su alma había encontrado la paz en el sonido de las olas y el viento que… susurraba en sus oídos esa voz.

 

– Merezco ser atacado por cada uno de ustedes – dijo el encuerado de rojo – Pero no pelearé en tu contra. Soy un defensor de la naturaleza, no un villano. Además, no tengo las armas necesarias para un combate, y tú no posees la inmortalidad que heredé de mi madre. Sería deshonroso.

 

Metal Bat fue estremecido por tales palabras, expresados mientras sus dos restantes oponentes le dirigían una mirada estricta pero llena de misericordia: como la mirada de un padre haciéndole frente a su hijo más imprudente. Al lado de su reforzado bate el despellejado rostro de Genos no denotaba ninguna expresión de irascibilidad, pero Metal Bat supuso que era eso lo que el ciborg debía estar sintiendo en estos momentos… y no podía culparlo por eso; cuando él estaba a punto de perder la razón. Metal Bat recuperó su bate nuevamente, ignorando el insufrible dolor en toda la extensión de su columna; Puri-puri-prisoner se estremeció al verlo, estaba teñido con sangre.

 

– ¡¿Alguien me podría explicar qué significa esa mierda que acaba de salir de su boca?! – vociferó, frustrado; sintiendo que todos se habían reunido para tomarle el pelo – ¡No estoy bromeando!

 

– Metal Bat… ¡ngh…! – Era realmente molesto, su cuerpo estaba totalmente desbaratado ¿Pero era posible que un golpe en el estómago le causara tanto daño? Zombieman se fijó nuevamente en el encapuchado de amarillo, el responsable de que sus órganos reventaran – Quédate quieto…

 

– ¿Tú también…? Genos al menos estaba completo cuando me hundieron bajo tierra – Frunció los dientes, debido a sus insufribles laceraciones – ¿Y qué sucede contigo? ¿Por qué no te regeneras?

 

Zombieman no sabía qué era lo peor: que todos estuvieran esperándole con grandes expectativas, que su carrera de héroe solitario terminaría con un trabajo en equipo mal establecido, o que sus heridas no se habían regenerado en lo absoluto. Esto de ser un héroe inútil comenzaba a tornarse muy aburrido, incluso para alguien tan apacible como él… y en serio le urgía que Metal Bat fuera a devolverles todo los que les habían hecho, multiplicado por cien. Pero bajo esa condición física tan deplorable, aunque jodidamente resistente, hacer algo como eso podía considerarse suicidio.

 

– N-no… puedo… – gruñó, adolorido; rodeando la enorme grieta de su cintura, con su antebrazo.

 

– Fantástico – suspiró con resignación; sólo habían dos formas de debilitar las pocas fuerzas que le quedaba: que sus amigos no pudieran moverse y la negatividad. Zombieman no estaba siendo de mucha ayuda… aunque Metal Bat sí comprendía su dolor – Entonces… ¿llegó la hora de morir?

 

En ese momento, el sonido inconfundible de una turbulencia se escuchó bajo sus pies, y con ello un tenue temblor que paulatinamente comenzó a incrementar de magnitud. Metal Bat se puso a la defensiva, siendo retenido por Zombieman puesto que sus poderosos rivales mostraban iguales señales de desconcierto en sus rostros. Se han presenciado terremotos impetuosos, pero nunca uno tan violento como este. Gigantescas placas del subsuelo se partieron a la mitad y desnivelaron la superficie. Los edificios se desplomaron en cuestión de segundos, esparciendo ardientes cenizas por doquier, dificultando la visión de los héroes. Puri-puri-prisoner sostuvo a Tatsumaki en brazos, sin importar que esa actitud pudiera acarrear un contrataque por parte de los tres encapuchados, y protegió a la heroína de una lluvia de destrozos. El desfallecido vestido de verde fue arrastrado a la oscuridad de un abismo, al caer de una grieta a causa del imperecedero movimiento telúrico; cuando, de pronto, por el flanco derecho, más allá del horizonte de un interminable mar de fuego y derrumbe, un colosal fragmento de la ciudad comenzó a elevarse por encima de sus cabezas.  

 

– ¡Vaya suerte! – interrumpió Saitama, provocando que Tatsumaki partiera a la mitad su deliciosa barra de cereal, con su pequeño puño fruncido – Yo también hice algo como eso, ayer ¿Recuerdas, Mumen? – Buscó el apoyo de Mumen pegándole en el brazo, pero éste sólo negó con la cabeza.

 

– Espera, ¿tú levantaste ese enorme pedazo de tierra? – cuestionó Metal Bat, consternado.

 

– ¿eh…? Sí, lo hice – Saitama seguía tirando de la ropa de hospital de Mumen – ¡Vamos, diles algo!

 

– “Algo” – correspondió Mumen, divirtiéndose en lo que iba poniendo de los nervios a Saitama.

 

Fuera de no tomarse la situación en serio, el héroe ciclista sólo se reservaba el lujo de ser objetivo secundario de toda la comunidad de héroes frustrados que Saitama ignoraba. Todos, ansiosos por saber más de la increíble batalla que calcinó el centro de la ciudad y les borró las memorias. Metal Bat, por otro lado, estaba enfermizamente indignado; y su reacción pudo haber pasado por alto, de no ser porque Tatsumaki compartía el mismo sentimiento repulsivo hacia Saitama. ¿Qué había hecho mal? Mumen palmeó sobre la mano de Saitama para que se detuviera, mientras sus amigos héroes parecían recuperar el color de sus rostros pálidos. De entre los presentes inválidos, cuatro de todos los héroes en la sala de cuidados intensivos reconocían el poder de Saitama: Mumen, Zombieman, Metal Bat y Tatsumaki. A Mumen no le sorprendió que fueran a reaccionar muy mal.

 

– ¡¡¿Cómo pudiste hacer algo como eso?!! – Los hombros de los presentes tiritaron ante el chillido irritante de Tatsumaki, mientras ella le daba a almohadazos en la calva – ¡¡Demente, no puedes ir por ahí levantando una ciudad cuando se te plazca; podrías haberlos matado!! – señaló al resto.

 

– ¡¿Disculpa…?! ¡¡Tú levantas la voz en una sala de cuidados tendidos, ¿y quieres darme un…?!!

 

– Intensivos– corrigió Mumen, encogiéndose de hombros con desgano; como si poco le importara que de pronto la sala fuera invadida por un divertido silencio a causa de su interrupción.

 

– ¡¡Eso fue lo que dije!! – apuntó a Mumen con el dedo; quien levantó las palmas de las manos en son de rendirse a que recibir un “disparo” imaginario. Saitama se volvió a Tatsumaki – No quieras darme un sermón, jovencita. De no ser por mí, todos esos centinelas hubiesen perforado el suelo.

 

– ¿Qu…? – Balbuceó, cabreada – ¡¡PERFORASTE EL SUELO, LO DEJASTE COMO UN GRAN CAÑON!!

 

– Técnicamente no lo perforé – explicó Saitama, al borde de la impaciencia, moviendo las manos como si estuviera manipulando piezas de dominó – Sólo moví parte de la ciudad, llamé la atención de molestos centinelas, los hice volar en miles de pedazos y lo devolví a su lugar. No exageres.

 

– ah… por favor – Tatsumaki se dirigió a Zombieman, detonando su frustración en un desalentador suspiro – dime que no acaba de decir todo eso con tanta tranquilidad. En serio voy a matarlo.

 

Ante a súplica de Tatsumaki, porque fuera a apoyarla, Zombieman se tomó un minuto para pensar los pro y los contra de la situación. A su alrededor, de pronto todos ansiaban escuchar sus sabias palabras como héroe de clasificación S que era. Tatsumaki, por supuesto, sólo esperaba tenerlo de su lado y, de este modo, tener mayores motivos para reprender a Saitama por lo que hizo. Sin embargo, y esto Zombieman lo razonó mientras recorría con la yema de sus dedos lo que quedaba de su columna expuesta, antes de que la cisura cerrara y la piel abrazara sus falanges, allá afuera vivió una pesadilla de dolor y sufrimiento que no deseaba experimentar ni aunque le ofrecieran a su cuerpo inmortal el don de asimilar la morfina o la anestesia como cualquier ser humano. ¿Acaso fue una mala decisión que Saitama sobrevolara parte de la ciudad para salvar su vida? Tal vez sí, tal vez no; de lo que sí estaba seguro, es que de no haberlo hecho, posiblemente ahora estaría en serio muerto. Definitivamente, cada uno de ellos experimentó una dosis diferente de pánico

 

–Tatsumaki – balbuceó Zombieman, sumergido en el último recuerdo de la dura contienda; lo que le causaba unas crecientes nauseas – Aunque tu buen juicio es el correcto, puede que Saitama no haya tomado la solución más ortodoxa… pero sí la más ventajosa – dijo Zombieman, pensativo.

 

– ¿La más ventajosa? – Bufó ella – Mira a tu alrededor y dime qué es lo que ves. La clasificación más alta de héroes llena esta sala a causa de él ¿y sólo dirás eso, que fue una elección ventajosa?  

 

– No, porque es mucho más complicado que eso – sentenció Zombieman, con seriedad; tanta que a Tatsumaki se le bajaron los humos revoltosos, al enfrentarse contra su imparcialidad. 

 

Todos en la sala permanecieron en silencio, era inevitable cuando dos héroes de alta categoría, a pesar de que ellos también lo eran, discutían tan fervientemente para ser la voz de la razón. Todos mostraron grandes señales de mejora, en medio del receso. Los héroes lesionados comenzaron a reaccionar de su profundo desmayo, y Metal Bat seguía intercediendo para exponer lo inútil que hacia sido. Mumen permaneció al lado de Saitama, haciéndose una fantasiosa idea de cómo pudo coger un enorme trozo de ciudad y levantarlo por los aires, sin que ésta se partiera por la mitad y se desprendiera del suelo casi intacta. Por último, Tatsumaki dejó de insistir: estaba sufriendo una terrible jaqueca como para alear sus recuerdos al relato de Zombieman; así que decidió esperar y cogió otra barra de cereal. Esperó y esperó… y pronto todos la siguieron y comenzaron a esperar.

 

Tras un par de minutos en el que el sonido de los tacones bajos de las enfermeras y los lamentos y gemidos de los pacientes ya despiertos, después de asimilar un poco mejor sus malestares físicos y anímicos, disminuyó considerablemente hasta sumergirlos en un profanador silencio, el hombre zombi los envolvió con la mirada y observó todo el panorama delante de él. Con una indescriptible resignación en el rostro, asintió con la cabeza y suspiró profundamente: recordar era volver a vivir. Y vaya que odiaba recordar… pasaría un tiempo antes de superar el ultimo acontecimiento.

 

– Justo cuando creímos que era nuestro fin, Azul sobrevoló por encima de los derrumbes y fue en ese momento que supimos que controlaba la gravedad ¿Entienden lo que eso significa? – Él hizo un número cuatro con los dedos – Rojo manipulaba el fuego, Verde desproporcionaba su cuerpo a placer, Amarillo poseía un acorazado impresionante y Azul – enfatizó – fue el que incendió gran parte de tu cerebro. Hiciste un esfuerzo sobrehumano para mantenerte a flote y… perdiste. 

 

– ¿Cómo los superamos? – inquirió Metal Bat, en un acto benevolente para variar un poco el tema.

 

– No lo hicimos – refutó Zombieman con aspereza y sus encías sangraron un poco debido al fruncir de sus dientes – Él buscaba al héroe más poderoso entre nosotros ¿recuerdan? Volvió a unificarse y admiró la obra de Saitama: estaba inmerso en ella y supimos que nuestro momento para escapar había llegado… pero no – suspiró con desánimo – Cuando él disponía de irse… ella apareció.

 

Una centelleante luz carmesí se manifestó en medio de la plaza, y una mujer de cabellos morenos, rostro perfecto y peligrosas curvas emergió de ella; cubierta por velos preciosos y suaves a simple vista, que invitaban al sueño al sólo verlos. Los héroes se miraron entre sí, dándose con el malestar de que nadie parecía reconocer a la exuberante gitana; nadie a excepción del moreno villano que los rescató a todos de morir aplastados. Sobre sus cabezas, el cielo fue eclipsado por ese trozo de tierra de tamaño descomunal, y el resplandor carmesí que iluminaba sus rostros, se extinguió con lentitud. Tras un lento meneo de su frágil muñeca, los héroes quedaron estupefactos cuando las olas de calor del incendio comenzaron a apaciguarse y las flamas se extinguieron ante ella. 

 

– Muy mal… – sermoneó la gitana, mirando al moreno hacia arriba puesto que era malditamente alto para cualquiera – ¡MAL! – Vociferó ella, dedicándole también a Genos su vasta decepción.

 

– ¿Qué está mal? – Interrogó Metal Bat, dejando notar su fastidio hacia ella, además por la pasión con la que el moreno observaba ese monstruoso pedazo de tierra – ¿Quién eres y que es lo que…?

 

– Silencio, niño – La gitana se cruzó de brazos, levantando un poco su abultado pecho. Su voz era grave y sensual… nada infantil y algo arrogante; eso frustró a Metal Bat – No tienes el poder para dirigirte a mi como a tu igual. Eres débil – sentenció y haciendo oídos sordos a las injurias de Metal Bat, se volvió a ver a la peli verde desmayada en brazos musculosos de Puri-puri-prisoner – Y tú…

 

– Déjalos en paz – intervino Atsar, semidiós e hijo bastardo de la diosa Pelé y la Luna – Ellos ya no te deben nada, han perdido – Era alto, era imponente, era poderoso… pero por alguna razón, lucía vulnerable frente a esa gitana. Tomó a Genos por el escaso cabello y la tendió a ella – Fue su final.

 

– Por supuesto que fue su final – espetó la preciosa gitana, malhumorada por la imprudencia de su valiosísimo títere semidiós; del cual comenzaba a perder el control – Él está dividido a la mitad; no puedo reconstruir un cuerpo saludable cuando la morfología está incompleta. ¡LO MATASTE!

 

Puri-puri-prisoner y Metal Bat, enteramente ignorantes de lo que Genos pudiera estar pensando en ese momento, no quisieron dar crédito a lo que acababan de oír. Zombieman no comprendió, pero dado a la profunda concentración que le atribuían a lo que había dicho esa mujer, decidió reservarse las sorpresas. Lo que no sabía en ese momento, es que el factor sorpresa iba a pegarle tan fuerte en la cabeza cuando se enterara que esa gitana tenía el poder de regresar la estructura insensible y sólida de Genos a un cuerpo humano saludable y mortal. Una vida normal le esperaba a Genos a la vuelta de la esquina… si tan sólo no hubiese corriera el peligro de morir partido a la mitad: sus órganos rodarían por el suelo y se desangraría a causa de ello. Muy mala suerte, pensó Metal Bat; poco sabía de los anhelos del ciborg, pero no imaginaba vivir sin sentir una caricia.  

 

– Dale fin a esto – Al igual que sus otras frases, estas se expresaron monótonamente; como si ellos no debieran manifestar emociones entre sí – Tu mística vitalidad, puedo verlo, se debilita en lo que intentas manipular el volcánico poder que poseo. No puedes controlarlo, estas muriendo.

 

– ¿Muriendo…? Oye, Astar… – dijo, agotada, como si ya lo hubiese explicado miles de veces – De nada me servirá conservar la vida si no tengo un bebé con quien pueda compartirlo ¿Entiendes? Ne-ce-si-to engendrar una dependencia – explicó, como si intentara razonar con un infante.

 

– Nos matarás a todos en lo que buscas la semilla del hombre más poderoso de todos – Volvió a acercar el despellejado rostro de Genos, un ex candidato a ser el caballo semental de ésta preciosa doncella que sufría intempestivamente el vacío de su vientre plano – ¿Qué piensas hacer con él?

 

– ¿Yo, hacer algo con eso? – La divina mujer se hizo a un lado, con una expresión en su rostro que denotaba repugnancia y rencor; se sentía estafada y utilizada – Destrúyelo – sentenció, altanera. 

 

Atsar, un hombre extremadamente pacifista que había sido obligado a creerse la historia de que lo invadía una intensa sed de sangre y sentido de pelea, se negó rotundamente. Tanto Zombieman como Puri-Puri-prisoner y Metal Bat se pusieron a la defensiva; estudiando cada movimiento de la amenazadora mujer que no sólo controlaba las acciones de Atsar, sino que también manipulaba sus anhelos. Zombieman esperó, paciente, en lo que hacía su mayor esfuerzo por leer las palabras de los labios de ese par. No hablaban con voz susurrante, pero si tenía malherido el sentido del oído. Puri-puri-prisoner, por otro lado, se sintió desconcertado al oír que esperaba que Genos pudiera darle un hijo. ¡¿Cómo era eso posible?! Por supuesto… el estado anímico de Genos se fue en picada a un profundo, oscuro y húmedo pozo donde yacían sus esperanzas descompuestas.

 

Zombieman se reservó las lástimas cuando Astar apretó el cráneo de Genos con las yemas de sus dedos, en cuanto percibió un asomo de furia en la mirada sensual de esa gitana. “¡¡GENOS!!” fue lo que bramó Zombieman pese a su dificultad para respirar. Ser un muerto viviente traía consigo horripilantes gajes: como la de supervivir el estallido de sus órganos y sufrir los síntomas de una hemorragia interna. Por su parte, agradeció inmensamente que Metal Bat y Puri-puri-prisoner se abstuvieran de atender su sufrimiento; eso definitivamente hubiese profundizado aún más la herida de su apuñalado orgullo. Entonces, en medio del vértigo y la confusión por la intensidad de sus heridas, algo increíble sucedió. Era Astar, un extraño total, mirándole con complicidad.

 

– Ni si quiera lo sueñes… – gruñó entre dientes la gitana emanando energía de sus manos, que la envolvían por encima de su piel como una nube de polvo carmesí cósmico.

 

Tal vez… sólo tal vez con la esperanza de enmendar lo que había hecho y rescatarlos de las sádicas intensiones de la gitana, las miradas entre los héroes y su verdugo moreno se encontraron entre sí y juntos unidos asintieron con la cabeza. Astar, haciendo caso omiso a todas las peticiones de su avasalladora, giró en su propio eje para toar el impulso necesario y aventar muy lejos el cuerpo del ciborg partido a la mitad. Relámpagos y estallidos se oyeron por encima de sus cabezas y las nubes grises se encendieron para dejar ver la gigantesca silueta de la ciudad flotante que cubrían. Como si Genos hubiese sido una especie de semilla celestial, distintas partes robóticas llovieron y golpearon por doquier. Eran centinelas: un ejército de androides sicarios de colateral poder, mas no el suficiente para superar el poder destructivo de Genos, que la gitana envió para probar a otro de sus sementales candidatos. Al verlos desbaratados a su alrededor, ella desbordó de excitación.

 

– Qué dulce… – canturreó la gitana, envolviendo a Astar con el polvillo carmesí de sus manos. Los ojos de Astar se tornaron carmesí nuevamente y la gitana, gimió dolorosamente durante la faena, a causa del volcánico poder que debía mantener enjaulado si quería dominar al semidiós – ¿Quién es el hombre más poderoso sobre la tierra, si no es ese desperdicio de hombre que destruiste?

 

Las encomendadas órdenes fueron claras: Astar debía ir tras el responsable de tal destrucción y vanagloriado poder, que ahora se encontraba en el cielo. El gigantesco escombro, podían jurarlo, se hacía cada vez más grande; lo que vaticinaba su descenso y posible colisión con la tierra. Ante la incógnita más esperada y recelosamente cohibida por parte de Zombieman y Metal Bat, sólo Puri-puri-prisoner se dio la libertad de escapar despavoridamente con el cuerpo de Tatsumaki.  Los héroes esperaron con impaciencia la respuesta de Astar, sobre quien era el más poderoso, debatiendo las miradas entre el cielo y la tierra debido al gigantesco escombro que ya había atravesado las nubes grisáceas y se aproximaba a toda velocidad. Por supuesto, el responsable de toda esa locura de levantar media ciudad a los cielos, debía de tratarse de Saitama.

 

Dado que aún desconocían el incalculable poder del calvo héroe, y deseaban conocer, Metal Bat permaneció quieto y se puso en posición de bateo desviando inmensas estructuras que llovían del cielo, con su bate. Astar permaneció inmóvil; sumergido en la rabia que la gitana acababa de atribuirle para estimular su sed de pelea. Sin embargo, y esto es algo que Zombieman y Metal Bat definitivamente habían deseado presenciar, la gitana no contó con que Astar comenzaría a desgarrarse las carnes de sus brazos y a propinarse brutales mordiscos a sí mismo. Zombieman, por un lado, se resignó a suponer que las acciones de Astar se debían a que era el más poderoso de entre los dos y que por eso se atacaba a sí mismo en lo que acataba las órdenes de su titiritera; pero no… Astar gruñía y rabiaba tanto para sí mismo como en dirección hacia ese descomunal pedazo de tierra que acababa de desplazarlos a todos con una poderosa ráfaga, al colisionar con la superficie. Un ataque de pánico azotó a la vulnerable gitana y ésta desapareció, susurrando palabras que los héroes lamentarían haber sonsacado de ella, al ridiculizarla con su presencia.

 

Para cuando Metal Bat y Zombieman golpearon sobre las copas de los árboles, en un bosque a centenares de metros del epicentro de la pelea, todo pasó a la velocidad de un estallido. Cuatro hombres de chaquetas coloridas: Verde, Azul, Amarillo y Rojo; aparecieron para hacer sus vidas miserables. Metal Bat luchó fervientemente y reventó no menos de tres cabezas… eso hasta que golpeó el acorazado de Amarillo y las perturbaciones que recorrieron su brazo al igual que una corriente eléctrica fracturaron su brazo en tres partes. El desgarrador dolor lo volvió presa fácil y tres de ellos hicieron lo que quisieron con él. Zombieman… no pudo evitarlo; convulsionando por un rio de magma que recorría el interior de su cuerpo y calcinaba todo a su paso. Sus rugidos de auxilio nunca fueron correspondidos. El resto es historia, junto al encendido color carmesí de esas miradas que Zombieman pudo observar hasta la hora de su tan deseada muerte. 

 

Notas finales:

Curiosidades del autor: El monstruo que persigue a Genos está inspirado en el videoclip de "Walk" del vocalista Kawabena Sarkodee, más conocido como Kwabs. Recomiendo ver el video y, si es posible, encontrar los subtitulos. Es una de mis canciones favoritas ♥

Link: https://www.youtube.com/watch?v=TW9uj83Vq-0

 

Bueno, eso vendría a ser todo por ahora. De verdad que me da un coraje infernal todo lo sucedido; espero que puedan ser comprensibles... pero si esta historia ya pasó a décimo plano para ustedes, entenderé ;w; Un abrazo grande!! Nos leemos en un siguiente capítulo, chau chau!!


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