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Inteligencia Artificial por Sickactress

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El eco del cerrar de su puerta se extendió por el pasadizo, resonando sobre sus paredes hasta llegar a la solitaria sala que lo esperaba. Saitama dio un suspiro; los “Bienvenido Sensei”, como hacía tres semanas, no llegaron a sus oídos. No es que lo extrañara o algo por el estilo, pensó; o al menos intentaba convencerse de ello, mientras atravesaba el corredor hacia la cocina.

Aborrecido del silencio que lo rodeaba, Saitama tiró las compras sobre el mostrador de la cocina; levantando exageradamente, el ruido de las bolsas plásticas; y agitando las llaves, de las cuales pendía una diminuta jirafa. El llavero seguía girando de un dedo. Lo cierto era que estos días monótonos, después de convivir con alguien tan considerado como Genos, comenzaban a frustrarlo; sin mencionar la paranoia que le causó la "predicción" de aquella anciana, días atrás. 

– “Los sueños son realizaciones disfrazadas de tus reprimidos deseos… – recordó, con fastidio, su apesadumbrada voz – “Son los deseos de tu inconsciente…” –

Ignorante de su propio entrecejo fruncido, a causa de sus recuerdos, Saitama comenzó a guardar las compras. No siempre le ponía atención a muchas cosas, meditó, tal vez las supersticiones se le fueron de la mano con todo el trabajo de la asociación de héroes. Como fuera, Genos había desaparecido sin dejar algún mensaje que justificara su ausencia; y, supersticioso o no, sólo podía comparar los solitarios días del pasado con los que vivía en el presente.

– Ahora que lo recuerdo, él iba a preguntarme algo. ¿Necesitaba mi opinión para marcharse? –

Consultando la hora en el reloj de la pared, su memoria no pudo haber retrocedido tan lejos en otras circunstancias. Rememoró esa tarde cuando King, Charanko y él jugaron ese videojuego; Genos no actuaba como naturalmente lo hacía y parecía muy confundido por algo. También recordó haberse preguntado, como nunca antes, si su discípulo se encontraba bien de la cabeza. 

Más hambriento que cansado, pero sin los ánimos suficientes para cenar, apartó algunos tazones sucios que se encontraban cerca de su futon y volvió a acostarse. Era la quinta vez el día de hoy, pero es que no había razón para quitarlo del suelo. El pasar de los días era aburrido sin Genos; llevaba admitiéndolo desde la segunda semana de su desaparición y, a todo esto, la condición del departamento fue decayendo al igual que su paciencia. Comenzaba a molestarse.

– Ese mocoso…. – arrugó la almohada, apretándolo contra sus oídos – Si quería irse, sólo bastaba con decirlo… – bostezó; extendiendo los brazos y empujando aún más los tazones vacíos.

Por donde volteara a mirar, la casa estaba en completo desorden. A excepción de las visitas a la casa de King, todo parecía ser la vida monótona de antes a la que no tardó mucho en volver a acostumbrarse. Aunque… tampoco es como si se sintiera conforme con la simple idea de actuar como un vagabundo, reconoció, al igual que sus muchas otras noches de insomnio. Suspiró con pereza y, dejando de lado su orgullo, Saitama decidió ponerse a limpiar a mitad de la noche.

– Tal vez hizo lo correcto… – encendió el televisor, afrontando el resentimiento.

Sepultado bajo pesados escombros, rodeado de oscuridad y en medio de un profundo silencio; Genos apenas podía percibir la extraña luz frente a él, al otro lado del “túnel”. Sin embargo, pese a su confusión, no había pretendido cruzar al otro lado de todas maneras. Genos era escéptico pero ¿No era acaso un dicho el “no vayas hacia la luz” cuando se está en agonía? Bueno… Genos pudo haber olvidado lo que era vivir como un ser un humano pero no era estúpido. No existía ningún túnel ni salida luminosa. Sólo se trataba de él, su distorsionada visión y el petrificado cuerpo del monstruo que ardía muy cerca de su rostro. La batalla había llegado a su fin.

Claro que… tal vez no se hubiese negado el beneficio del fallecimiento.

Con el fruncir de sus dientes, amargo por la debilidad de sus pensamientos, pegó ambas palmas al suelo y levantó su mecanizada estructura hasta estar seguro de haberse liberado del peso muerto que lo aplastaba. Ciego, abatido e inútil: fue su crítica más dura lo que le daba el impulso de continuar a pesar de su lucha personas contra su crisis existencial. Dejando atrás el monstruo carbonizado, el rechinido de sus pisadas lo seguía en el camino de regreso a casa.  

– Es la tercera vez esta semana, Genos – pero Genos no respondió a sus palabras. A todo lo contrario, la repentina expresión en su rostro daba a entender que oír aquello le disgustaba.

Desde su regreso a las instalaciones de Kuseno, hombre poseedor de gran intelecto y figura paternal de Genos, no había hecho otra cosa que asimilarse a una desequilibrada rutina. Genos luchaba hasta el cansancio y prefería el combustible antes que el descanso. Si bien sus actitudes no habían cambiado con Kuseno, habían cambiado tanto para la asociación de héroes como para los monstruos a los que ahora neutralizaba a sangre fría. Exponía un infernal estado mental.   

Las inquietudes de Kuseno sólo se intensificaron con el pasar de los días, pero no había optado por avisar a Saitama del repentino cambio de humor de Genos. Sobre todo por las impresas fotografías que el cyborg adhería en cada uno de los muros con los que descargaba el poder de sus avanzadas actualizaciones. Sea lo que estuviese corriendo por la mente del cyborg, todo apuntaba a que Saitama era su nuevo objetivo. Tal vez un objetivo más allá de su venganza.

– Tal vez sufrí algún desperfecto en medio de la pelea – dijo, Genos; como si el dialogo no se hubiese hecho esperar – Las actualizaciones no parecen tolerar el poder monstruos podero…–

– ¡¡Oye!! – fue interrumpido por el bramido de una misteriosa mujer, en medio de la oscuridad.  

– Esa voz… – dio un sobresalto el cual Kuseno apaciguó, reposando una palma sobre su pecho.

– ¡Tú sólo sabes destruir ciudades! ¡¡Cuestionar la capacidad del doctor en la ingeniería…!! –

– Retrocede, Emme – advirtió Kuseno con firmeza –. Ésta es una conversación privada. –

El típico chasquido que alguien hace con la lengua cuando se está violentamente inconforme, llegó a los oídos de Genos. Esa voz, así la manifestara tras un escupitajo, era inconfundible para él. Se trataba de la misma intrusa que hablaba con Kuseno, en sus distorsionados recuerdos. Consternado, Genos desvió la mirada hacia el umbral de la puerta; pudiendo percibir una tenue sombra que no contrastaba con la oscuridad del pasadizo. Al menos era lista, pensó; nadie se atrevería a enfrentarse a él si supiera lo ansioso que se encontraba por descubrir su identidad.

Los rastreadores de Genos siempre abarcaban una gran área; lo suficientemente extenso para proteger a quienes les rodeaba o, bajo las actuales circunstancias de ser un cyborg asesino, destruir a cualquier intruso que se atreviera a invadir su territorio. Sin embargo, dentro de las instalaciones de Kuseno, estas funciones eran obsoletas. Las paredes estaban hechas de un material especial que imposibilitaba a Genos, o a cualquier otro individuo, graficar un plano.

– ¿Quién es ella? – cuestionó amenazante, esperando espantar a la mujer que no podía rastrear.

Kuseno dio un suspiro y, haciendo un ademán con la mano para que Genos se mantuviera quieto, se aceró a la puerta y conversó con alguien que no podría sobrepasar la altura del doctor.

– Tal vez a la altura de su hombro o pecho – dedujo Genos mientras intentaba relajarse; el electroencefalograma no manifestaba agradables sentimientos hacia esa desconocida.

– Tienes que disculpar a mi aprendiz, Genos – se excusó mientras volvía a tomar su lugar frente al computador – Tal vez eso es algo que ustedes tienen en común al defender a sus maestros. –

– Kuseno, yo no pretendía cuestionar su… –

– Despreocúpate, muchacho. Cuando pierda mi toque en esta profesión, seré el primero en descubrirlo; y para cuando tú lo descubras, ya lo habré abandonado muchísimo antes. –

Genos desvió la mirada hacia lo que era un tanque de dimensiones nobles para sumergir el cuerpo de un hombre adulto. Colgando de unos arneses, su nuevo y mejorado blindaje pasaba por un factor de seguridad sumergido en distintas sustancias corrosivas. Para Genos, enfrentarse a una sola clase de monstruo, era insuficiente. Kuseno se vio en la obligación de protegerlo contra toda clase de ataques, mas no del nivel de desastre del monstruo; eso era impredecible.

– Sé que soy un hombre muy viejo pero dudo haber perdido mi toque contigo – repasando los daños de su anterior armadura – ¿Tienes problemas para manipular tu estructura? –

– ¿También tiene partes automatizadas como yo? – indagó al unísono a la cuestión de Kuseno; vacilando los labios al no saber qué responderle, no había prestado atención a la pregunta.  

La plataforma sobre la que estaba recostado descendió a poco más de un metro sobre el suelo. Totalmente desprovisto de su sólido acorazado, Genos entorno su mirada hacia los conductores eléctricos que se elevaban sobre su cabeza; mientras éstas se desconectaban automáticamente de su mecanizado esqueleto y desaparecían más allá de la cegadora luz que lo envolvía. Kuseno vaciló con la cabeza y chasqueó los dedos mientras reordenaba sus pensamientos.

 – Su nombre es Emme – respondió con naturalidad – Cuando realicé un viaje de reconocimiento en muchos terrenos que incineraste, di con ella; totalmente desamparada y confundida. Más tarde entró en un estado de coma y despertó no más de dos días después de que tú llegaras. –

– Eso es imposible. Puedo recordar su voz mucho antes que eso, hace más de tres semanas – se detuvo un instante a pensar, no podría tratarse de otra persona – Cuando me destruyeron... –

– Muy bien, Genos – apremió, Kuseno – Sólo estaba analizando tu actividad cerebral a base de ese mal recuerdo. Puedo leer que aún te afecta – arrastró una silla consigo y tomó asiento a un lado de la plataforma, frotando las palmas de las manos entre las rodillas. – Dime qué más recuerdas de ese día. ¿Qué sucedió después de que Saitama te trajera y yo te reparara? –

– No más – haciendo un esfuerzo por recordar –. Todo lo demás es borroso. Sólo puedo ver distorsiones y escucharla a ella decir… cosas que odiaría repetir – frunció los dientes.

– ¿Existe algún motivo por el que te molestaras tanto con ella? – Kuseno extendió un control remoto en dirección a la puerta, y ésta dio un golpe metálico al cerrarse en vertical – Me da la impresión de que no te agrada en lo más mínimo. Yo estoy muy preocupado por ustedes dos. –

– Me he vuelto más poderoso desde que abandone a Saitama… – esforzándose por omitir la palabra “Sensei”, recelaba su poder en extremo – No es necesario que se preocupe por mí. –

Kuseno apretó un puño con ambas manos, asintió con la cabeza e hizo una pausa. Entonces, en lugar de corresponder a las palabras de Genos, se puso de pie y drenó los letales fluidos que envolvían el mejorado acorazado del cyborg. Ahí estaba, otra de las muchas actualizaciones.

– La forma en como encontré a Emme, es real. Y tienes razón, ella llegó mucho antes de que tú te enfrentaras a esos cuatro monstruos, por tu cuenta. No es algo que tolere recordar, claro. –

– ¿Por qué me mentirías al respecto? ¿Qué es lo que esperas que yo recuerde de ese día? –

Genos expresó sus palabras a Kuseno, más como una advertencia que una simple cuestión, como si estuviera cansado de pensar una y otra vez en el mismo tema. Primero, estaban esos cuatros monstruos que lo habían reducido a cenizas; segundo, estaba esa aniñada mujer que creía que lo sabía todo de él. La peor parte de esto es que, muy en el fondo, Genos sabía que tenía razón.

Kuseno, movilizó un equipo que se encargaría de ensamblar sus actualizaciones; mientras se dirigían una furtiva mirada. El uno para el otro: eran el hijo mayor insolente y el viejo padre dictador. No es que lo fueran en realidad pero, de cierta manera, esas actitudes les llenaban de vida como ninguna otra cosa. Genos crecía sin un padre y Kuseno estaba envejeciendo.

– ¿En serio esperas que me trague ese cuento de que escapaste para hacerte más poderoso? –

– Mi velocidad se ha intensificado desde la última actualización – afrontó Genos, sin poder comprender – No muchos monstruos de gran tamaño son poseedores de velocidad supersó… –

– Genos, la última actualización fue hace como dos días – anticipo a decir; entre lo indignado y sorprendido – Pero no es de las actualizaciones de lo que estoy hablando, muchacho. –

– ¿Entonces cuál es el problema? – cuestionó en el mismo tono de voz insolente, mientras veías que su estructura era reconstruida sobre su mecanizado esqueleto.

– Tus expectativas. Son cada vez más exigentes, Genos – alarmado por la insistencia del cyborg por hacerse más poderoso – Me pregunto si eres consciente de que todo tiene un límite en… –

– Alguna vez dijiste que yo no poseía limitaciones – interrumpió con descaro. A Kuseno esto le pareció regresar a los viejos tiempos y de pronto se le hervía la sangre.

– No, lo que yo dije fue que casi no las poseías – Le apuntó con un bolígrafo; pudo habérsela aventado, pero tendría que recogerlo – Podrían aplastarte el cráneo y se apagarían las luces. –

Para empeorar sus estados anímicos, Kuseno reprodujo las noticias de ese fatídico día. Genos no había reparado en fuerzas ni armamento; había destruido todo ese pueblo y el incendio se había extendido a sus alrededores. A pesar de su profesionalismo, a Kuseno le resultó difícil ver el resto. Genos, desde el punto de batalla que había experimentado, se veía a sí mismo desarrollando distintas estrategias; pero nunca se habría imaginado ser aventado por los aires, ser diluido en ácido y mucho menos haber sufrido tanto al ser electrocutado.

– ¿Qué se supone que deba aprender al ver esto, Kuseno? – susurró, muy impresionado.

– Sigue observando a la pantalla, presta atención y guarda silencio mientras lo haces, Genos –

Kuseno se cruzó de brazos y bajó la mirada; agudizando el oído todo lo que pudo. No necesitaba ver a la pantalla, ya lo había vivido y no había sido su mejor experiencia. Tampoco soportaba ver el cuerpo calcinado de Genos pero lo que más no podía tolerar, era ese retumbar de las palabras que Genos había conjugado, y el orden como lo había hecho, cuando parecía estar fuera de sí.

– ¿Los robots podemos sentir…? – se escuchó en medio del silencio. Genos desorbitó los ojos al reconocer su propia voz; oírse decir esas palabras, por inercia.  – ¿Podemos anhelar…? –

– ¿Genos…? – Kuseno parecía llevarse el peor susto de su vida – ¿Genos, puedes oírme? –

– Todo el tiempo siento esta necesidad… esta vitalidad; el placer de estar vivo. ¿Es normal en mi considerar actitudes suicidas frente al campo de batalla a pesar de ello…? – frunció el entrecejo.

– Han pasado cuatro años desde que sus terminaciones nerviosas sufrieran alguna estimulación ¿no es así, doctor? – inquirió esa misteriosa mujer, de pie a un lado de la plataforma en la que se encontraba ahora mismo recostado – Es normal sentirse confundido ¿no es así, doctor? –

De pronto todo se vio distorsionado por una controlada explosión en su núcleo de la cual tuvo mucha suerte haber sobrevivido. El sistema automatizado, encargado de ensamblar el blindaje y reconstruir la estructura de Genos, dio por terminado el proceso y el cyborg se enderezó sobre la plataforma. Quedó pasmado, no recordaba haber dicho lo que acababa de escuchar. En otras circunstancias, habría creído que se trataba de otra de sus tantas pesadillas o un muy mal chiste.

– Lo siento – dijo en un hilo de voz – Yo… – es todo lo que pudo articular. Por primera vez, en tres emanas, Genos actuaba como un humano y no como un rígido robot asesino de monstruos.

– No eres un robot, Genos – refutó, Kuseno, casi con amargura – Eres una persona que ha sufrido terribles miserias siendo tan sólo un niño. Cada día me cuesta verte regresar tan roto. – suspiró.

Kuseno lucía cansado y denotaba facciones desgatadas, pero estaba satisfecho; nuevamente, como en muchas anteriores, la nueva actualización volvió a Genos más poderoso. Sintiendo un malestar en su envejecido pecho, aún conjugaba las dos palabras en el orden como las había escuchado, una y otra vez. Genos acababa de decir “robots” y “podemos”. Pobre muchacho…

– Me he dedicado a ti desde el día que nos conocimos – frunció el entrecejo – El asunto aquí es que me he desvelado muchas veces para regresarte a la vida; así de malo es. – señaló.

Cayó en la necesidad de responder a eso que era tan cierto y lo hacía ver como alguien muy arrogante, pero las palabras no fluyeron. Genos no sentía la capacidad de articular algo, porque sabía lo mucho que se excedía; aunque muy de vez en cuando, sus expectativas lo cegaban.

No era su intención sino el impulso de querer ser más poderoso que el único hombre que lo había sorprendido: Saitama. Sin embargo, su cuerpo no necesitaba ejercitarse, no existía en él la necesidad de romper la barrera de dolor para ser más eficiente. Todo se trataba de Kuseno.

– En las últimas tres semanas me he dedicado a la aniquilación de monstruos como ningún otro héroe, todas las actualizaciones que has desarrollado para mí me hicieron más poderoso –

– Sí, Genos, te has vuelto muy poderoso. Pero poderoso no es sinónimo de inmortal. ¡Esta forma de pensar tuya! – enfatizando las imágenes en la pantalla – Si mueres, no podré repararte… –

Genos silenció, no había nada más que pudiera decir para defenderse. Ambos abandonaron el laboratorio y caminaron por fríos pasadizos hasta subir por una escalera que los transportaría a ambientes más acogedores y hogareños. Por supuesto, pensó Genos; el lugar estaba impecable y no se había dado cuenta de ello. Emme cuidaba de Kuseno como él solía hacerlo con Saitama.

– ¿Es confiable? – rastreándola inútilmente, todo lo que atina a ver son las paredes de su habitación. Tendría que buscarla por todas las instalaciones – Emme. No confío en ella. –

– Es igual de intensa que tú. Date una idea de ello y de lo agotador que es para mí tenerlos en un mismo lugar. Emme quiere saber tanto de ti como tú de ella, pero sin conocerse. – sonríe.

– Se trata de tu aprendiz, eso quiere decir que tu profesión es de su interés. –

– Ciertamente está muy interesada en la complejidad de tu sistema. – mirando por la ventana.

En la habitación existía una mullida cama, un librero, un escritorio y unos cuantos muebles. Sin embargo, Genos había solicitado un asiento sólido, frío e incómodo. A pesar de su actual conversación con Kuseno, aún persistía en cambiar su estilo de vida, de forma radical. Kuseno se volvió hacia Genos y, con una ligera decepción en su mirada, fue directo a conectar los engrosados extensores que alimentarían la energía del cyborg.

– Kuseno, en el laboratorio dijiste que sentías preocupación por los dos. –

– Seré honesto contigo, Genos. Aunque al igual que tú, ella me tomó por sorpresa y no sé qué signifiquen sus palabras – cerró la puerta de la habitación – Ella tiene un grave problema… –

– ¿Qué clase de problema? – preguntó con fingida indiferencia.

Un nivel más elevado, en el tercer piso, sumergida en sus pensamientos, recostada sobre su cama y con las piernas apoyadas en la pared, estaba Emme; enfrascada en uno de los apuntes más avanzados de la vanagloriada biblioteca de Kuseno. Entonces levantó un espejo frente a su rostro y estudio todas sus facciones, comparándolas con las facciones del cyborg.

– ¿Desprecia a los humanos? Eso no tiene ningún sentido, ella también es humana – confundido.

– Emme ha cuidado de mí como cualquier fiel discípulo a su maestro. Mi inquietud radica en la visión que tiene hacia el resto de los humanos. Ella piensa que son obsoletos y por lo tanto… –

– Deben desaparecer – completó sus palabras, comprendiendo la gravedad del asunto.

– La he examinado por completo, es una chica muy saludable a pesar de haber caído en un estado de coma – enserió su mirada –. Pero es diferente a cualquier persona que haya conocido. –

– Sin embargo, no veo por qué debamos alarmarnos. Ella es inofensiva. Y además está loca. –

– Cargar un gran odio hacia la humanidad no es algo inofensivo, Genos – terminó de realizar las conexiones. Éstas irradiaron un largo anillo fosforescente, por todo el largo hasta haber desaparecido en la espalda de Genos; dejando pasar otro más y así sucesivamente. – Mucho menos si se trata de alguien que ve el mundo en pixeles o con definitiva obsesión. –

– Garou… – rememoró con el entrecejo fruncido y un par de puños, doblando las braceras.

Kuseno observó la hora en su reloj de muñeca y se dirigió a la puerta. Posiblemente esta haya sido la conversación más larga, al menos una verdadera conversación desde la llegada de Genos, y se sentía muy agotado de lidiar con dos descontrolados adolescentes. Era un científico, un viejo doctor especializado en mecánica avanzada, automatización y electricidad, no Batman.

– En lo que decides permanecer aquí – bostezó a sus anchas – trata de llevarte bien con ella o ignorarla. Lo han hecho muy bien hasta ahora, no puedo creer que no te dieras cuenta. –

– ¿Si puedo correr el peligro de luchar contra monstruos de nivel superior? – afrontó con una sarcástica sonrisa en su rostro; deseoso de llevar su nueva actualización al límite.

– Los humanos tenemos una capacidad especial en cada uno, o una razón por la que actuamos como lo hacemos; incluyendo actitudes suicidas. En tu caso, ser muy imprudente. – encaró.

Sus palabras, expresadas en reproche, aliviaron la tensión en Genos; divirtiéndolo al recordarle su inquietante actitud de muchacho insolente. Pero el efecto alegre duró tanto como un parpadeo; no podía ignorar el hecho de que era un objeto automatizado. Kuseno percibió el coraje que Genos sentía ¿Dónde habían quedado las enseñanzas de Saitama? Era inútil razonar.

No importaba cuanto se lo explicara, la afectada mente de Genos no podía asimilar algo tan simple como el hecho de que era él quien controlaba su tecnología y no viceversa. Kuseno sujetó el pomo de la puerta y salió ocultando su entristecida mirada, aunque llevaba una idea muy descabellada en la cabeza para traer de regreso a Genos a la humanidad. Tomaría tiempo.

– Por cierto – sacando a Genos de sus pensamientos – Emme te odia porque quemaste sus cejas en esa explosión que viste en el video. Le han vuelto a crecer pero son más cortas que antes. –

El aroma a limpiador de piso penetró por su nariz, golpeándole el cerebro, al dar un profundo suspiro. Saitama despertó muy pesadamente sobre el suelo de la cocina. Frunció el entrecejo por el dolor de cuello, no recordaba haber caído dormido pero al menos el departamento se veía más limpio y presentable. Rascándose una comezón en un glúteo, encendió el televisor y miró la hora en el reloj que colgaba de su pared; aún era muy temprano y todo estaba oscuro.

– Genos, ¿Qué tenemos hoy para… desayunar? – giró a ver dónde estaban los futones, había extendido el de Genos sin pensarlo y había olvidado que se encontraba completamente sólo.

En algún lugar, totalmente desconocido, una perfumada y femenina mano acariciaba el correr del agua en una radiante fontana. La imagen de Saitama, apagando las luces de su habitación, desapareció entre las ondas, junto a la imagen de Genos, quien dependía su viva energía de un asiento de noble tamaño que lo alimentaba. No hacía falta leer sus mentes, estaban perdidos.

– Veamos quien de ustedes, hombres – pronuncio la mujer carmesí, con un tono despreciable hacia ellos,  dándole la espalda a la fontana – es digno de sembrar su semilla en mí. –

Dicho esto, besó la palma de su mano y extendió un dulce aroma de característico color. Una blanquecina sonrisa, entre los carmesí labios de la mujer, se hizo evidente; divertida de que sus dos mejores opciones de hombre, no pudiesen vivir separados del otro.

– "El futuro es incierto, el pasado es historia y el presente es un obsequio" – canturreó, felina.

Abrazó sus desnudos hombros con el suave tejido que había desprendido de su cintura, y continuó su camino con el involuntario meneo de sus amplias caderas. Volviendo a reducirse a una inofensiva y torcida anciana, se perdió en la oscuridad de la noche. 

Notas finales:

¡Hola a tod@s!

Nuevamente un capitulo más de muchos que vienen. Lamento si muchos se desanimaron con éste fanfic por esperar tanto, no estoy pasando por buenos momentos y me cuesta un poco ordenar mis ideas. Si bien he podido actualizar otros fanfics, es porque ya tengo el material avanzado en un word y éste fanfic pues ¡Es totalmente fresco en cada capitulo! ^w^

Sé que no debería justificarme (tengo derecho total en este fanfic, lo sé), pero de verdad deseaba actualizar esto desde hace más de un mes y no tenía cómo; no veía el tiempo, estaba el asunto con la universidad, la imaginacion no venía y estoy pasando por una depresión fatal XD

¡¡BUENO, HA SUPERARLO!! 

PD: Me gusta que mi contenido sea verídico pero no estoy muy segura del funcionamiento del electroencefalograma, cualquier información errónea es mi responsabilidad u.u Y si hay algún error en la escritura, descuiden, lo corregiré después. 

Nos leemos en un siguiente capitulo. Chau chau ^w^

 

 

Créditos de la imagen a su respectivo autor. 

 


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