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Inteligencia Artificial por Sickactress

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Notas del capitulo:

De verdad lamento muchísimo la demora; pero por primera vez, puedo decir que no tengo la culpa de esto. AY no me permitio ingresar ni restablecer mi contraseña. Si por una mala administración he perdido a mis amados lectores, en serio me pondré realmente triste y cabreada. Pero bueno... no tengo poder en esto, sólo cumplir con ustedes. Espero que disfruten los siguientes tres capítulos. Y de nuevo, lo siento. 

Un hombre descompuesto por la severidad de sus heridas, yacía envuelto en vendajes hasta el cuello y resguardado en una camilla aislante. Saitama se reincorporó, tras un debate silencioso de miradas furtivas determinado por sus amigos héroes, quienes aminoraban el fastidio por su soledad a causa de la desaparición de Genos, y caminó sin ningún apuro hacia el lugar de origen de esa escalofriante voz. Intranquilo por lo que pudiese encontrarse ahí dentro, se inclinó a ver por una de las ocho ventanillas que permitían la visibilidad del interior.

 

Saitama retrocedió al instante, con una expresión en el rostro que denotaba la repulsión que le invadió al ver al individuo dentro del proyecto de incubadora. La volatilidad de sus movimientos espantó a los héroes a sus espaldas, quienes se encontraban atentos al más mínimo detalle que él pudiera resaltar en su cambio de humor o rasgos faciales. Negando con la cabeza, ahora por el desconsuelo que le carcomió, Saitama volvió a inclinarse a ver por la ventanilla, a pesar de las advertencias de Tatsumaki porque mejor lo dejase descansar en paz. 

 

Cuando aborreció lo mucho que le hacía falta Genos para reconocer los rostros de los héroes, Saitama se dio con la sorpresa de que podía recordar el nombre de este individuo. Apoyando un brazo para darse una mejor vista, totalmente sordo a las susurrantes voces de sus amigos héroes a sus espaldas, admiró compasivo el cuerpo de un ser mutilado bendecido con el desgraciado poder de acelerar el proceso de sanación en su cuerpo.

 

– Zombieman – susurró, Saitama, con una desanimada sonrisa en los labios, tal vez por el hecho de que éste personaje era extraordinariamente sensible a la muerte de un ser humano.

 

Tatsumaki hizo un quejido de fastidio por ser la única que suspiró un “¡ah!”, sintiéndose muy ridiculizada por la inestabilidad de su mente. La empatía la invadió y observó a todos los héroes que los rodeaban, aún recostados, malheridos e inconscientes sobre sus camillas; no podrían esperar nada bueno dentro de esa incubadora. Zombieman era “inmortal” y las imágenes que alguna vez Tatsumaki admiró en la pantalla grande, en los estrenos de películas de terror, arrasaron con su mente regenerando imaginariamente sus huesos, sus órganos y su pálida piel.

 

– Cuando Genos comprendió el sistema con que los monstruos hacían sus apariciones, fue muy tarde para él. Estaba destinado a perecer – declaró, Zombieman, héroe nihilista de clase S, con la indolencia de quien espera su muerte algún día – No había a quien alertar, ni a quien advertir…

 

– ¿Genos está muerto? – cuestionó Saitama.

 

– No sé si esté muer…to o… no – Zombieman tosió de forma involuntaria, mientras los huesos incrustados en su garganta volvían a unirse para dejar salir un tono de voz más uniforme – Yo sólo espero que haya podido resistir todo ese castigo – Contó cada una de las sombras que conseguía vislumbrar desde el interior y suspiró – Fuimos totalmente inútiles… odié eso.

 

– ¿Por qué nos estás metiendo a nosotros en tus problemas? – refunfuñó, Tatsumaki.

 

– Esperaba encontrarme en mis capacidades para poder hablar – objetó, Zombieman, como si de callar a un infante se tratara, y se enderezó a pesar de la fragilidad de su columna aún visible.

 

Las enfermeras volvieron la mirada al escuchar el sordo golpe de la incubadora contra el suelo, pero pegaron un grito al ver el cuerpo sangrante de quien se encontraba vendado y acababa de partirse a la mitad. ¿Falta de profesionalismo?, tal vez, pensó Saitama mientras se ponía de pie a correr las cortinas que dividían las camas. Mumen hizo lo mismo por el lado izquierdo y Metal Bat terminó por cerrar el cubículo, en el centro. Tatsumaki sólo se limitó a enfadarse con ellas.

 

– ¿Pero qué clase de clínica es ésta en donde todas gritan al ver un cadáver moviéndose?

 

– Cualquiera se asustaría – dijo, presionando la zona de su pecho con la derecha, donde podía visualizarse los latidos de su corazón bajo el esqueleto, que comenzaba a recubrirse de musculo con mayor velocidad que antes – Deja de ser tan malo una vez que logras tolerar al dolor.

 

– Hombre, no quisiera estar en tus zapatos – dijo Saitama, con el rostro inexpresivo mientras le daba una mordida a una barra de chocolate casi desecha – ¿Quieres comer un poco?

 

– No gracias – dijo, denotando fastidio en su tono de voz, no por la sencilla ofrenda sino por la incomodidad del vendaje durante el proceso de curación – Fueron muy ruidosos hace un rato.

 

Zombieman había oído demasiado de la conversación anterior, pero más allá de la risotada que soltó Tatsumaki en su afán por entretenerse con el incidente entre Mumen y Saitama, estaba en total desacuerdo con los testimonios de los héroes. En medio del profundo silencio, siendo el centro de atención de los héroes que lo rodeaban con ansias de oír la razón de su llegada a la sala de cuidados intensivos, Zombieman se llevó ambas manos a la cabeza y a lugares del cuerpo donde el vendaje no tenía sentido que estuvieran ahí. En serio, no tenía ningún maldito sentido.

 

En otro momento, quizá, cuando de cubrir un profundo corte hasta el hueso… o una quemadura de tercer grado que desprendiera la piel de su cuerpo se tratara, pero no cuando sus órganos estaban en medio de un insufrible proceso de regeneración. Intolerante, Zombieman se llevó ambas manos a la cabeza y comenzó por desenvolverse las ataduras del rostro. Los vendajes cubrían y se ceñían a sus lesiones más de lo que se podía considerar vital para una persona ordinaria, y desprenderse de ellas hubiese sido tan doloso para él como trasquilar su propia piel.

 

– Éramos Genos y yo desde un principio – Las ensangrentadas vendas cayeron sobre su regazo, dejando ver un rostro hermoso, donde las imperfecciones resaltaban en la escasez de carne en la zona de su mandíbula, muy difícil de ignorar – A diferencia de ustedes, que sólo consiguieron recordar una parte de su existencia en el campo de batalla, yo puedo recordarlo todo…

 

El endurecido y perfeccionado blindaje de Genos salió despedido de su cuerpo, a la velocidad de un proyectil ante el primer golpe de su adversario, desprotegiendo su núcleo central de un sólo golpe, poniéndolo en peligro total de morir. Genos palpó su núcleo con total asombro. En otra ocasión habría imaginado que fue otro de sus tantos descuidos, algo enteramente ordinario en él, pero no, su armadura, la cual Kuseno había trabajado hasta el cansancio, proyectando el poder de los últimos monstruos que había derrotado, acababa de ser destruido con facilidad.

 

– ¿Qué eres…? – preguntó en un susurro, más para sí mismo que para el enemigo.

 

Aquel monstruo con forma humanoide no podía ser humano. Tal fuerza, tal impacto de poder, sólo podía ser comparado con otro poder monumental, uno que conocía muy bien y atestaba sus apuntes desde el día que sucumbió a él por primera vez. Entumecido por la impresión, Genos, atisbó la proximidad de un segundo golpe, pero retroceder no era una opción, no estaba en tierra firme precisamente, limitándolo a protegerse con los antebrazos, recordando que pudo haberse salvado si hubiese encendido los propulsores para impulsarse por el aire. ¿Era su fin…?

 

Genos esperó lo peor de la colisión, sumido en un trance producto del pánico; cuando de pronto un atronador estallido, acompañado del inconfundible sonido de huesos fracturados, llegó a sus oídos, seguido de un desgarrador rugido. Zombieman, intersectando un contundente ataque que pudo ser inevitablemente letal para el mecanismo del ciborg, evitó la defunción de Genos arriesgando su vida a cambio del bienestar de su núcleo. Tras el impacto de sus cuerpos, ambos salieron despedidos a colisionar contra el pavimento y arrasar con todo a su paso, estrellando vehículos y perforando edificios, hasta no haber demolido una pileta en el centro de la ciudad.

 

– ¡¡Despierta, Genos!! ugh… – sufrió Zombieman, durante la reconstrucción de su columna y el malestar en su interior cuando sus órganos se regeneraban por su cuenta – Ah… qué poder…

 

– No es posible que pudiera quebrar mi armadura de un solo golpe… ¡no es posible! – encolerizó.

 

– ¿Tú te quejas por tu armadura? – suspiró mientras negaba con la cabeza, muy agotado aunque apenas habían comenzado – ¿Qué hay de mi columna? ¡Esa cosa casi me mata, lo digo en serio!

 

– ¡Yo no pedí que vinieras, ésta es mi pelea! – Encaró, rastreando la posición actual del resto de su armadura; estaba considerablemente lejos, casi fuera de su alcance de rastreo – Maldición…

 

– ¡¿Qué pasa contigo?! ¡¡Estarías muerto ahora de no ser por mi ayuda!! – protestó dándole un empujón, obligándole a retroceder puesto que Genos pisoteaba su reluciente Katana – Mierda… no puedo creerlo viniendo de ti ¡¡Sólo mírate!! ¡¿No puedes proteger tu propia espalda?!

 

– ¡¡Es letal, no he visto tanto poder desde…!!

 

Pero sus palabras fueron silenciadas tras la aparición de ese demonio, o contra lo que sea a lo que se estuviesen enfrentando, cuando cayó en picada en dirección hacia ellos; perforando el suelo en un radio de al menos tres metros, en el preciso momento en que pudieron salir de su alcance. Estuvo muy cerca… y Genos pudo estar seguro de lo que acababa de experimentar por segunda vez en el día. No era posible que sólo un golpe pudiera dejarlo fuera del juego ¡Apenas habían comenzado con la persecución de hoy…! del monstruo que debía destruir el día de hoy

 

– ¡¡Muévete, ahora!! – rugió Genos, sus sensores aún seguían intactos y consiguió detectar no menos de cuatro cuerpos emerger del suelo; sin embargo, en direcciones imprecisas – Rayos…

 

Uno, dos, tres, cuatro hombres emergieron de las profundidades de la tierra; todos idénticos a excepción del color de sus poleras: verde, roja, azul y amarilla, respectivamente. Zombieman y Genos se vieron rodeados por cuatro hombres de tez morena y ojos escarlata, nada fuera de lo usual a excepción de la expresión brava en sus miradas. No parecían poseer un alma y el brillo de sus ojos estaba muy lejos de darles vida, parecían simples títeres… unos títeres que podrían hacerles polvo en cuestión de segundos y Genos y Zombieman lo sabían muy bien.

 

– Si tienes un plan, soy todo oídos – dijo, Zombieman entre dientes, desenfundando sus armas de alto calibre y su filosa Katana – Ellos son cuatro, nosotros somos dos... ¿qué acaba de pasar?

 

– Estoy pensando, estoy pensando – susurró, manteniendo firme una posición de defensa e intercalando la dirección de su mirada entre los cuatro que los rodeaba – Tal vez si encontramos un hueco o un defecto en su formación, podemos evadirlos, separarlos y atacarlos uno por uno.

 

– Ese hubiese sido un buen plan si no lo hubieses susurrado tan alto ¿no te parece? – dijo, aun con la Katana baja y ambas pistolas apuntando hacia el cielo, no iniciaría algo innecesario.

 

– ¿Así que ahora lees mentes? – aborreció, Genos, porque tanto él como Zombieman estaban acostumbrados a trabajar como lobos solitarios y pues… no eran un buen equipo del todo.

 

– Genos, no bromeo, sin tu armadura completa no resistiremos ni cinco minutos – dijo, haciendo un notable énfasis en su tono de voz, referenciando el poder descomunal de ese sujeto.

 

– He luchado contra varios monstruos durante la semana y ninguno puede comparársele a éste sujeto, así que aprenderé de sus ataques durante la pelea y desarrollaré una mejor estrategia.

 

– Temía que dieras algo como eso – Desdobló los brazos y apuntó hacia el frente cuando Genos se encendió de energía – Sólo debemos resistir, eso puedo hacerlo, pero no seré tu niñera.

 

Detonante, Genos se elevó como un remolino de fuego que se extendió hacia el cielo, rodeando con sus llamas a Zombieman, dándole tiempo suficiente para que determinara a quienes de los cuatro debía contratacar. Con ambas armas empuñadas y los sentidos agudizados, Zombieman se vio rodeado por un aro de fuego, de un diámetro no mayor a los cinco metros. Su platinada piel escocía lentamente; al principio sintió una cálida corriente de aire, la cual fue creciendo muy paulatinamente hasta asimilarse a la candente intensidad de un sol en el desierto más seco.

 

Por encima de su cabeza, pequeños escombros de metal y titanio cayeron de la parte más elevada del remolino; sólo era cuestión de tiempo para que los otros dos a quienes le correspondía darles el golpe de gracia, se manifestaran delante de él… y así lo hicieron. Sintiendo la intensidad del calor, la cual se había intensificado hasta volverse tan doloroso como el roce insufrible del metal ígneo, Zombieman percibió el brillo de dos pares de ojos escarlata, desde el otro lado de su incendiaste escudo con el que Genos le había envuelto para protegerlo.

 

– Rojo y amarillo – razonó Zombieman, enfundando una de sus pistolas y desenvainando una de sus espadas. Como nunca, deseó la artillería relativamente infinita de Genos; pero no… él sólo era un portador de limitadas armas, y como tal… se valía de sus potentes habilidades de combate

 

Zombieman esperó, extraviado entre la paciencia y la impaciencia, sintiendo el olor de su propia piel carbonizada. Cuando los dos individuos atravesaron las llamas, cayó con la remeda cuenta de que sus ropas seguían intactas, sus cabellos no mostraban señales de haber rozado el fuego y sus pieles oscuras no escocían como la suya. No tenían señal de lamento o dolor en sus miradas y las expresiones de su rostro parecían carentes de emoción y sólidas como la piedra. No había presencia de alguna clase de energía protectora sobre ellos, era… extraño; por lo que el plan de Genos, por limitar las fortalezas de sus adversarios con el remolino de fuego, había fracasado.

 

– ¿Qué cosa eres…? – dijo, estupefacto, limitándose a palparlas pequeñas flamas en su hombro.

 

Pero ninguno de ellos se inmutó a responderle y, Zombieman, en un acto deliberado, se puso a la defensiva cuando el remolino de fuego que los envolvía desapareció tras una onda expansiva por encima de su cabeza. Zombieman elevó la mirada, desorbitado, presenciando la expulsión de Genos del cielo, golpeando estruendosamente sobre una escuela cercana al lugar de batalla. El hombre nihilista rugió el nombre de Genos, preocupado por la condición vital de su héroe compañero, volviendo su atención a sus dos oponentes, disparando a quemarropa en el acto.

 

Para alguien tan minucioso como Genos, no discernir una lluvia de monstruos misteriosos de su propia persecución de monstruos era algo imposible. Uno tras otro, derrotaba a cada uno de sus adversarios y esperaba con ansias al siguiente, al término de cada batalla. Se volvió poderoso y aprendió de todos ellos, perfeccionando al máximo sus capacidades de combate y rastreo. Su armadura fue mejorada para soportar toneladas de peso y kilotones de explosivos, y con el pasar de los días, los monstruos que lo perseguían fueron reducidos a cenizas sin el menor esfuerzo. 

 

– Azul y verde – La melodiosa voz de Genos pasó a ser la de un androide quebradizo, haciéndole sentir ciertamente incómodo, sumergido en el recuerdo de su primera transición de Hombre a máquina – ¿Cuál es el significado de esto? – dijo, conservando la serenidad. Venían de regreso. 

 

Tras un suspiro, innecesario dado a la condición metálica de su cuerpo, Genos lamentó que una ferviente persecución, que pudo durar toda una eternidad, se viera frustrada por éste proyecto de hombre poseedor de un desmesurado poder con el que acaba de ser martilleado. Golpe tras otro, las confrontó y las evadió con la elegancia de un profesional en las artes marciales. Genos, notando que sus antebrazos serían seriamente molidos si un golpe de esos volvía a asestar en su armadura, propinó un fuerte pisotón sobre uno de los escombros palanqueando al sujeto de polera azul hacia el aire, para luego activar sus cañones y enviarlo aún más lejos, por encima de las nubes. Pronunció “verde” antes de estallar sus propulsores en la completa anatomía de su otro adversario, librándose de él por unos necesarios diez segundos en los que volvió a recargar su energía y analizar el estado de su cuerpo. Todo marchaba bien… si sólo pretendía ser un tonto maniquí con habilidades profesionales de combate, lanza llamas y detector de posición.

 

Aquello no parecía ser un problema, pensó Genos con atisbo de esperanza, cayendo en cuenta de la triste realidad de que sus enemigos tenían un vanagloriado poder de combate superior que sobrepasaba, por mucho, a los suyos en conjunto. Genos se encendió en energía y recargó sus actuadores neumáticos de su cuerpo, incrementando su potencia con la capacidad de elevar por los aires un objeto de al menos dos toneladas, y embistió al sujeto de polera amarrilla quien atenazaba a Zombieman por la cintura entre sus brazos, expandiendo a todas partes una onda expansiva de tierra y polvo. Sin embargo, Genos apenas pudo moverlo del suelo.

 

– ¿Pero qué…? – balbuceó Genos, extremadamente sorprendido, apisonando la superficie para dar mayor impulso… pero el sujeto de polera amarilla a penas y se inmutó un par de centímetros.

 

El hombre de amarillo, a quien Genos intentó embestir y enviarlo muy lejos en una imprecisa dirección, parecía estar empotrado desde la profundidad del subsuelo. Frustrado, Genos sintió que forcejeaba contra un objeto inamovible y sólo pudo esperar lo peor: un contundente golpe en su núcleo expuesto. El ciborg vio de cera el fin de sus días cuando el hombre de tez morena elevó el puño derecho, deteniendo las dos toneladas de presión que ejercía sobre él con la mano izquierda, una simple mano. Su cráneo metalice rebotó contra el suelo, muy cerca del cuerpo maltrecho de Zombieman, quien se esmeraba por reconstruir los huesos rotos de su columna.

 

El enorme sujeto volvió a inclinarse ante el ciborg y lo elevó por los mechones de su rubio cabello artificial. La visión estereoscópica de Genos comenzó a fallar tras el primer golpe, totalmente idiotizado por la brutal sacudida en su cerebro, lo que engendró una fugaz migraña. Zombieman, quien se recompuso de la fractura, se enderezó en el acto, cogió la filosa hacha que pendía de los arneses en su espalda y, potenciando el impulso de su arma blanca, haciéndolo girar entre sus manos por encima de su cabeza, sestó la brillante hoja en las rodillas del inmóvil sujeto… causando que ésta se quebrara en el impacto, provocando que las perturbaciones extendidas en el extenso mango fracturaran sus muñecas. No hubo sangrado… menos rasguño alguno que delatara que su enemigo fuera un hombre ordinario. Ambos héroes se quedaron sin opciones.

 

Zombieman se vio en la malsana obligación de presenciar un segundo impacto en el cráneo de Genos, suplicando porque éste no fuera definitivo, antes arrastrarlo consigo a toda velocidad.

 

– ¿Cómo… es posible… que pudieras sobrevivir a uno de esos brazos? – acusó Genos, tomando moderada distancia de quien parecía ser el hombre más fuerte – ¿Qué fue lo que sucedió…?

 

Superviví gracias a ti – respondió Zombieman, recargando las municiones de sus fieles armas, lamentando que le quedaran muy pocas – Pude evadir al sujeto de rojo fácilmente, pero éste tipo – dijo, señalando al adversario de amarillo con la mirada – es de temer, engulló todas mis municiones: su piel las absorbe y las rebota. Y por lo visto, también es endemoniadamente…

 

– Fuerte, lo sé – correspondió Genos, anteponiendo un brazo en el pecho de Zombieman en son de advertirle un posible peligro avecinándose – Medí sus capacidades, con suerte tendremos un 43% de probabilidades para detenerlo – declaro, no muy orgulloso de haberlo dicho en voz alta.

 

– Tiene que ser una broma – suspiró agotado, sin perder de vista a su poderoso asediador.

 

De pronto, el inconfundible ruido de un crujido se escuchó a sus espaldas. Genos y Zombieman se pusieron a la defensiva, a penas indolentes debido al cansancio pero dispuestos a todo dar.  Juzgando por la repentina aparición del sujeto vestido de verde, a quien Genos hubo incinerado hacía sólo un momento, el tercer individuo podía tratarse de una de dos posibilidades; y ante a cualquiera de ellas, a los héroes les invadió una claustrofóbica sensación. Por encima de todos, Zombieman se vio letalmente fastidiado al reconocer su Katana perforando, aún, la garganta de quien portaba la polera de color rojo ¡¿Qué tenían que hacer para que uno de ellos muriera?!

 

Mientras el trío de desconocidos los asechaba al igual que un halcón, rodeando a ambos héroes en una formación triangular, Genos y Zombieman determinaron que o bien tenían demasiada imaginación, o que no tenían la mente dispuesta para desarrollar estrategias, y sólo pudieron asentir a la ridícula idea de que tal vez todos debían estar muertos al mismo tiempo, si se esperaba el exterminio de este descomunal monstruo. Lo que sólo acrecentaba la dificultad.

 

– ¿Quién supones que será el primero? – demandó con autoridad, pegando sus espaldas con las de Zombieman, quien también tomo una posición de combate – ¿Quién es el líder entre ellos?

 

– No existe un líder, no tienen reglas, sólo es un lunático dividido en cuatro – asestó Zombieman, con atisbos en su tono de voz de estar jodidamente malhumorado – ¿Y a dónde fue el número cuatro…? – preguntó, intentando descifrar dónde podría encontrarse, mirando los alrededores.

 

– En el cielo… – murmuró Genos, apresurándose en leer los datos escaneados, los cuales se había visto en la necesidad de ignorar para no ser pulverizado por ametralladores golpes, detectando no menos de cinco cuerpos aproximándose a toda velocidad, entre ellos, el vagón de un tren.

 

– ¿Qué hay en el cielo? – preguntó, despejando su curiosidad cuando un vagón cayó frente a él.

 

Presos de la impresión, Genos y Zombieman aprovecharon ésta misericordiosa distracción y se dispersaron de la formación triangular de los idénticos individuos. Zombieman, por su parte, captó con extrañeza que las escarlatas miradas de sus oponentes sólo apuntaron hacia Genos, siendo ignorado por completo. Por alguna razón inexplicable, el trío de monstros no iniciaron una persecución contra el ciborg, y se acercaron a observar el contenido del vagón. Del interior, el sujeto de polera azul salió disparado a la velocidad de un proyectil. Genos y Zombieman se vieron a lo lejos; siendo héroes de efervescente orgullo, escapar no era una opinión para ellos y se prepararon para la batalla más escalofriante de sus vidas; cuando, de repente, inmensos escombros llovieron el cielo, uno tras otro, empotrando a quienes apodarían como “Los Jinetes del Apocalipsis” en la superficie rocosa, devastando todo a su alrededor en tan sólo segundos.

 

– ¡¡Tatsumaki!! – bramó Genos, sin poder impedir que resplandecientes edificios envueltos de emergería esmeralda, fueran desprendidos del suelo, volaran en círculos colisionando entre sí, para luego impactar en forma de escombros en el epicentro de la batalla – ¡¡DETENTE!!

 

– ¡¡¡CIERRA LA BOCA!!! – rugió Tatsumaki, acatando a las órdenes de Genos al caer en cuenta de los destrozos que estaba ocasionando, pero abasteciéndose de los escombros ya esparcidos.

 

– ¿En algún momento piensa detenerse? – indagó Zombieman, recuperándose de la lesión en sus muñecas y de un tajo en su clavícula, en exceso profundo, causado por una señal de tránsito.

 

– Oye… ¿no puedes esquivar todo lo que te avientan? – opinó Genos, extrañamente un tanto aliviado desde la aparición de Tatsumaki, aunque demasiado orgulloso para admitirlo.

 

– ¿Ahora bromeas conmigo? – insinuó Zombieman, ahora más que dispuesto a trabajar fuera de su zona de confort y formar un equipo para combatir – ¿O es que te sientes feliz de verla a ella?

 

– No la estimo lo suficiente para eso – Genos, apartando la vista del proceso de regeneración de Zombieman, se asomó a observar el resultado de la “impecable” forma de trabajar de Tatsumaki

 

Cuando Genos avistó el paisaje, de alguna manera no se sorprendió de que se encontraran más distanciados de lo que creían que estaban al ser aventados por el poder de Tatsumaki. La mujer más infantil y atolondrada que hubiese tenido el molesto placer de conocer, sobrevolaba por los aires con espirales de escombros a su alrededor. Sobre la superficie, lo que hasta hace sólo un par de insignificantes minutos era el centro de la ciudad, ahora se trataba de otro de los sucesos más significativos de la historia en ciudad Z: un incendio descomunal que abarcaba incontables avenidas en un rango de no menos de medio kilómetro de área. Zombieman, ya listo para salir en combate, quedó anonadado al caer en cuenta de que se encontraban en un elevado edifico, de donde se podía tener un extenso panorama de la ciudad, y el monumental incendio.

 

– ¿Cómo llegamos hasta aquí? – cuestionó Zombieman, más para sí mismo que para Genos.

 

– Tatsumaki lo hizo, es probable que nos quisiera fuera del camino – apremió Genos, ahora un poco más sorprendido puesto que había creído que seguían en tierra firme – Está demente. 

 

– El resplandor que la envuelve ¿no es más brillante de lo normal? – comentó Zombieman, sin comprender el poco tacto de Tatsumaki para limpiar la ciudad de monstruos misteriosos.

 

– Definitivamente algo extraño está sucediéndole – asintió Genos, descartando mencionar un sarcasmo estúpido como “¿Ahora prestas atención a ese tipo de cosas?”, suponiendo que su héroe compañero respondería algo como “Bueno, no tengo poderes psíquicos, ¿Tú sí?” – No. 

 

– ¿“No”, qué? – indagó Zombieman, mientras se apoyaba de sus binoculares para determinar un camino directo en todo ese catastrófico incendio, avistando algo seriamente extraño más allá del panorama de donde se encontraba Tatsumaki – Genos, tienes que ver esto – exigió.

 

Zombieman le entregó los binoculares, sin mencionar sus conocimientos sobre el pésimo estado en el que se encontraba Genos en un acto de bondad porque resguardara su orgullo, y señaló en qué dirección había avistando a supuestos hombres voladores. Genos, por otro lado, tal vez debido a la silenciosa y sincera culpabilidad por todas las imprudencias con las que había hecho enloquecer a Kuseno, lo primero que pensó al avistar la extensión del catastrófico incendio fue que lo culparía por el llameante desastre. A lo lejos, más allá del panorama de Tatsumaki, Genos no percibió ningún humano volador; sin embargo, dado a las conjeturas de Zombieman sobre la peli verde, sí encontró motivos para creer que esto no era un acto habitual en Tatsumaki.

 

La forma de trabajar de Tatsumaki, por encima de muchos héroes de clase S que protegían la ciudad que les correspondía, era aplastante y definitiva. Siendo una heroína que no aplicaba que llamaran “salvar la ciudad” cuando los héroes la abandonaban hecho añicos, no sería usual en ella causar incendios o elevar edificios en buen estado para abastecerse de ellos. Genos devolvió los binoculares y pensó: ¿qué llevaría a Tatsumaki a enloquecer de rabia o… temor? El intenso resplandor del que Zombieman hablaba comenzó a tomar significado y ambos héroes se unieron para rescatarla del posible peligro que Tatsumaki, quizá, intentaba librarse con todas sus fuerzas.

 

– Deben ser aún más poderosos de lo que imaginamos – supuso Zombieman, haciéndose de la velocidad de Genos montado en su espalda, protegiendo a su vez el núcleo – Pediré refuerzos.

 

– Pude detectar al menos cuatro cuerpos sin contar al vagón del tren, acercándose – dijo Genos, corriendo por el pavimento a una velocidad sónica – Si fueran más de esas cosas, Tatsumaki no estaría flotando aún en el cielo; lo que significa que otros tres héroes están entre nosotros.

 

– Tu sistema de detección no puede determinar de quienes se tratan ¿o sí? – indagó Zombieman, desenfundando una de sus armas; a pesar de lo lejos que se habían encontrado del epicentro, la velocidad sónica de Genos los llevó en pocos segundo y pronto atravesarían el muro de fuego.

 

A toda velocidad, Genos penetró en las incandescentes calles, cuestionándose a sí mismo el por qué no se le había ocurrido perfeccionar un escáner de ADN, siendo recibido por una flameante ciudad compuesta por desmesurados edificios envueltos en llamas. El calor era desmesurado y Genos, haciendo uso de sus sistemas para diagnosticar los niveles de calor, se vio en la obligación de ir por el camino más largo para asegurar la calidad de vida de Zombieman; porque se sentía a un paso de convertirse en un objeto defectuoso de funciones básicas y necesitaba un compañero en perfecto estado para combatir a su lado, antes de que sucediera. Sin embargo, su sistema de rastreo comenzó a fallar en el peor momento en que los derrumbes de Tatsumaki caían del cielo, siendo una señal significativa de que se encontraban muy cerca del epicentro.

 

– ¡¡Nos caerán encima!! – bramó Zombieman, advirtiendo a Genos de la caía de la enorme esfera de las galerías del “Sistema Planetario”. Una gigantesca bola llameante a punto de aplastarlos.

 

– ¡¡Sujétate!! – Genos aceleró tras una explosión sónica, trayendo consigo lo que había querido evitar desde un principio: construcciones incendiadas persiguiéndole por el efecto de succión.

 

Zombieman quedó inmerso en los desmesurados desperdicios de la ciudad que los perseguían  como una avalancha de rocas fundidas, una masa incandescente acarreadora de destrucción. En medio de la conmoción la estructura de Genos amenazó con debilitarse a cada paso que daba, sin poder detenerse o correrían el riesgo de ser enterrados con vida. No obstante, su armadura fue restaurada innumerables en el pasado, en su propia persecución de monstruos. Sumergirse en magma ardiendo no generaría un malestar a su cuerpo; sin embargo, estaba Zombieman.

 

¿En serio Genos arriesgaría a un hombre con factores curativos invencibles, sólo para mantener la estabilidad de su cuerpo? No, Genos no se rindió fácilmente. Asesinar monstruos a sangre fría era su trabajo, no torturar héroes por su propio beneficio. Como alguna vez dijo Kuseno, siempre quedaría algo de humanidad en él y ahora lo estaba comprobando. Entonces, como si la suerte les hubiese sonreído irónicamente, aún ensimismado en los desperfectos de su anatomía al igual que un aficionado a la mecánica, Genos divisó al sujeto de rojo; atravesando el fuego como si éste lo abrazara afectuosamente, con la Katana de Zombieman aun perforando su cuello.

 

Sin detenerse, Genos se impulsó de un salto, convencido de que utilizar sus propulsores en un estado deplorable sería perjudicial, sobrevolando por encima del sujeto de tez morena vestido de rojo que no se inmutó a excepción de perseguirlo con la mirada. Una condensada masa de tierra y escombros arremetió contra el enemigo, librando a los héroes de uno de los cuatro… o al menos eso fue lo que creyeron hasta el preciso momento en que una lengua de fuego perforó el pavimento frente a ellos, frustrando su avance hacia el centro de la ciudad. Muy confundidos, Genos se giró a observar su obra maestra, con Zombieman aun aferrado a su espalda, cabreado porque la avalancha se magma se hubiese detenido; elevado al igual que una ola en el mar.

 

– Rojo – dijo Zombieman, sin necesidad de ocultar lo obvio que hubiese sido alear el fuego con el color rojo. Entonces bajó de la espalda de Genos y se mantuvo a su lado – Él resiste el fuego.

 

– No – negó Genos, quien acababa de percatarse del inusual comportamiento de las llamas que los rodeaban como gigantescas y llameantes víboras asechadoras – Manipula el fuego – apremió

 

– No podías sentirte satisfecho con la primera opción, ¿no es así? – Zombieman se adelantó a encubrir el núcleo expuesto de Genos, buscando una alternativa para despistarlo nuevamente.

 


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