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Los títeres rebeldes por PokeGirl Uchiha

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Notas del capitulo:

Dos cosas: Muero por saber su reacción ante este capítulo. Este y el siguiente han sido de los que más me han gustado como me han quedado, así que espero que les guste.

XIX.

—Papá…Papá…

—Ya te he dicho mil veces que no me llames así.

—Pero…

—Patrick.

—Lo siento.

—¿Qué quieres?

—Solo quería decirte que estoy feliz que tuvieras tiempo para mí hoy…

 

Patrick abrió sus ojos con pesadez. Lo primero que vio fue la luz titilante en un celular que no era el suyo, desbloqueó la pantalla y notó un mensaje de Logan para Neil, se lo pensó unos segundos antes de abrirlo.

 

“Hey Pat! dejé mi cel en tu casa? :o Soy Neil. Pdt. Responde cuando puedas.”

“Sí. Aquí está”. Respondió rápidamente el mensaje de LINE.

 

Patrick se estiró un poco con cierta pesadez y notó a Niebla dormido a sus pies en el sofá. Al final había decidido saltarse las clases de la tarde. Y pasar con su abuelo un poco de tiempo, asegurarse que estuviera bien. El reloj marcaba las siete de la noche cuando recibió la respuesta del mensaje que acaba de mandar.

 

“Genial! Puedo ir por él dentro de un rato? .-. ”

“No hay problema. Te espero.”

 

Respondió antes de ponerse de pie e irse a preparar algo de cenar; también dejó algo para su abuelo por si se levantaba y tenía hambre. Al mirar afuera notó como una leve llovizna empezaba a caer sobre la ciudad. Apartó su vista de la ventana antes de empezar a comer en silencio. No tenía ánimos para ver la televisión. No después del día que había tenido. Ver a Caleb definitivamente estaba fuera de sus planes. Así como el recordar a su padre esa noche. Pasó una mano por su rostro. Estaba exhausto, a pesar de haber dormido se sentía cansado. Estaba cansado de todo. De su pasado, de su vida en general. De pronto el apetito se le quitó y casi sin pensarlo se puso una chamarra. Abrió la refrigeradora y extrajo un paquete que se había encargado bien de esconder por si su abuelo quería curiosear.

 

Miró la hora, su celular y el de Neil antes de decidirse a salir. No debería tardar mucho tiempo, pensó. Patrick comprobó por tercera vez que su abuelo estuviera profundamente dormido antes de atreverse a salir del departamento. El viento frío acompañado con la llovizna se había instalado en la ciudad y estos parecían no quererse irse. Bajó las escaleras de dos en dos con paso cansado. A lo lejos solo veía las pocas luces de la calle que quedaban intactas encendidas. El único sonido que se escuchaba a su alrededor era el replicar de las botellas que llevaba en su mano, chocando unas contra otras y el sonido de las pequeñas gotas repiqueteando contra los contenedores de basura metálicos.

 

Había terminado comprando un six pack de cerveza para Boris y los demás porque sabía que era lo mínimo que los otros esperaban. Eso y que se pasara al día siguiente por allí. El reloj marcaba más de las ocho. Esperaba que Neil no llegara a su casa hasta antes de las nueve, o al menos antes que pudiera regresar, porque sería un problema que despertase a su abuelo.

La idea de ver a sus antiguos compañeros de malandanzas justo ese día no le hacía mucha gracia, pero prefería las cosas así. Así enterraba todo el pasado de golpe. Cuando llegó a la casa de Boris no tardaron en abrir esa vez.

—Hey…

—Hey. Yo pasaba por el lugar y les traje algo —dijo alzando un poco el six pack de cervezas.

Boris rio un poco—Pasa, hombre. Aunque no tenías que traer nada. Sabes bien que te aceptaríamos de buena gana otra vez en el grupo.

Patrick intentó sonreír, pero fue inútil. El lugar estaba casi como lo recordaba. La pintura de las paredes seguía cayéndose poco a poco a causa del nulo cuidado. El olor a marihuana le embargó de inmediato, y una densa capa de humo se apreciaba en el lugar. Los ojos de Patrick se pasearon por el lugar, notó el viejo sillón que tenía una parte quemada solo porque hacía varios años estaban tan borrachos que por alguna razón les pareció buena idea hacerlo. Las señas de esa pequeña travesura aún eran visibles. Así como las manchas de pinturas en una pared blanca de una vez que Bianca los había convencido a todos que hicieran un poco de arte.

Boris dio una palmadita en su hombro—Bienvenido de vuelta, como verás no hemos hecho mayores modificaciones para que siempre te sientas en casa —bromeó al tiempo que tomaba el six pack de cervezas—. Hey miren que  vino a vernos.

—¡Hombre, pero si es Smithie! —exclamó un tipo que debía rondar por sus veinticinco años mientras se levantaba de su asiento e iba y le daba unas palmadas en la espalda—. ¿Y ese milagro?

—Pasaba a saludar, Ger. Hace días no lo hacía.

—Más bien años —dijo una voz. Patrick tardó unos segundos en ubicarla, solo vio un par de piernas alzarse del sillón, mientras se acomodaba las medias, para luego dar lugar la figura de una chica—. Vaya, te has vuelto un tipo muy guapo, Smith. ¿Seguro que de verdad solo te atraen los tipos?

—Sí, Bianca, estoy seguro y creía que tenías novio —respondió Patrick un poco incómodo.

—Creo que alguien me llamaba —dijo un tipo mientras salía del baño. Este solo llevaba los pantalones sin abrochar reluciendo su bóxer y un tatuaje del kanji de muerte en su pectoral.

—Luke, veo que siguen juntos —exclamó Patrick. Desde que tenía memoria Luke y Bianca habían sido novios.

—Patrick nos trajo algo —dijo Boris poniendo el six pack de cerveza en una pequeña mesa llena de colillas de cigarros.

—¡Bien! —celebró Bianca que no tardó en tomar su cerveza.

—Pero hombre, no te quedes parado. Ven siéntate —dijo Boris.

—Yo…bueno, se supone que iba a verme con Neil dentro de un rato y…

—Sí, si el chico que está contigo —dijo Ger mientras abría su cerveza y daba un largo sorbo a esta—. Boris nos habló de él.

—No está conmigo —murmuró Patrick un poco apenado.

—Hey por cierto, escuchamos lo de tu abuelo. ¿Cómo está? —preguntó Luke mientras se sentaba al lado de Bianca y le daba un sorbo a la bebida de la joven.

—Bien, todo bien. Tuvo que pasar una noche en el hospital. Tiene un brazo fracturado, pero nada más grave que eso.

—El viejo Gabriel. Me ha caído siempre bien, a veces lo veo pasar y me saluda diciendo que me he convertido en una hermosa dama —exclamó Bianca con una pequeña risa— ¿Quién dice semejantes cosas estos días? Pero ¡bah! Tiene su efecto en mí.

Patrick sonrió un poco mientras inevitablemente era sentado en un sofá mientras Boris tomaba su botella y tomaba una para Patrick y se la tendía—¿Te animas a tomarte una con nosotros? ¿O ya no te fías?

Patrick no vaciló en tomar la botella, porque sabía que todas las miradas estaban en él y también porque al final no había sido culpa de ellos aquel incidente—Ya les dije que no les culpo de eso. Yo solo me lo busqué.

—Claro, pero después de eso nos dejaste de hablar por años.

—Lo sé, lo siento. Yo necesitaba tiempo.

—Mucho tiempo —apuntó Ger.

Patrick desvió la mirada incómodo—Quería pensar.

—Vale, vale, pero nos hiciste creer que nos querías fuera de tu vida —apuntó Bianca un poco ofendida—. Ya no éramos el quinteto de la gloria.

Patrick respondió con otra disculpa, la cual no sentía del todo, porque indirectamente había intentado sacarlos de su vida, así por así, pero ahora se sentía un poco culpable de no haberles dado mayores explicaciones. Dio un sorbo a la cerveza que le sabía un poco más amarga de lo usual, gracias a la situación.

—Según dicen te está yendo bastante bien. Estás en Gastrell ¿Verdad? —preguntó Boris con cierto interés.

—Sí. No es la gran cosa.

—¿No es la gran cosa? Jamás nos dijiste que querías ir a la universidad, y menos a una de niños nice.

—Bueno, supongo que debí mencionarlo en algún momento, pero solo era una idea que no tenía forma.

—Y ahora hasta sales en los periódicos —apuntó Luke.

Patrick bajó la vista avergonzado—No es la gran cosa, en serio. Cualquiera podría.

—Bah, tonterías. No me veo rodeado de niños estirados por años sin que me den ganas de robarles alguna de sus cosas —dijo Boris—. Con los miles que deben de ganar sus padres de seguro son unos descuidados de primera. No notarían siquiera cuando les quitara sus rolex de la muñeca.

—Boris, deja de decir esas cosas ante nuestro reformado Patrick —comentó con sorna Luke— ¿O me equivoco, Smithie? —Patrick iba a contestar cuando llamaron a la puerta. Boris se puso de pie y a los pocos segundos regresó con la persona que menos quería ver en esa situación.

—Bueno, Neil, vienes en un buen momento. Todos querían conocerte.

Neil sonrió como usualmente hacía. Patrick le miraba con cierta alarma, pero no podía leer lo que Neil pensaba en esos momentos al estar en ese lugar—Hola soy Neil —dijo con jovialidad—. Yo te estaba buscando —dijo dirigiéndose a Patrick—. Boris me dejó entrar, espero que no haya problema.

—Claro que no. Eres la compañía de Smithie. Vienes en un buen momento. Ven siéntate —dijo Ger poniendo una silla frente a Patrick—. Llegas tarde para la repartición de cervezas. Bianca te acaba de quitar la última, pero siempre tenemos tequila y ron para que te sirvas.

—Eh, no gracias. No tomo.

La risa del grupo no se hizo esperar—¿Esto es en serio niño? —preguntó Bianca con cierta burla— ¿Qué tus papás no te dejan?

—¿Eh? No, no es eso. No es que no haya tomado nunca. Es solo que no me gusta.

—¿Y supongo que tampoco fumas?

—No.

—¿Ni hierba?

—No.

La carcajada se hizo más fuerte, pero Neil no parecía avergonzarse de eso. Parecía estar acostumbrado a ese tipo de preguntas.

—Ya vi que Patrick va en serio con lo de reformarse —apuntó Luke.

—Yo digo que intenta corromper a este niño —exclamó Ger— ¿No te ha enseñado a fumar?

La mirada que Neil le lanzó fue ilegible para Patrick— Oh no. Y tampoco se lo he pedido.

—Bueno pues cuando quieras probar el lado divertido ve con Smithie. Él te enseña a beber, a fumar cualquier cosa. Deberías ver como usaba las manzanas para fumarse la maría.

—Aunque no llegó a aprender otras cosas —apuntó Bianca con cierta risa. Patrick no necesitaba que lo dijera claramente. Era obvio que su ex grupo de amigos había subido de categoría y ahora probaba cocaína y heroína.

—Aunque si quieres te enseñamos ahorita —se ofreció Boris.

—Eh, no gracias, yo paso —rechazó Patrick de la forma más educada posible.

—Sí, después del incidente con aquel tipo que mandaste al hospital y la policía tuvo que intervenir es mejor que te mantengas a raya —pronunció Luke no sin cierta malicia en su tono de voz.

El semblante de Patrick se oscureció. Era obvio que aquel comentario había salido con toda la intención de hacer daño. Luke y Patrick nunca habían congeniado tan bien, pero por respeto a los otros se habían tolerado todos esos años.

—Ya sabes a lo que hablamos ¿verdad Neil? —exclamó Luke—. Los días oscuros el reformado Patrick. No queremos que te sientas excluido. Solo estamos recordando los viejos tiempos.

—Luke…—exclamó Boris con voz llena de reproche.

—¿Qué? El chico es la pareja de Smithie, de seguro sabe de nuestros pequeños robos y obviamente del incidente con el tipo que dejó inconsciente…

—Claro que sí. Patrick no tiene secretos conmigo —exclamó Neil con seguridad—. Además no crean que Patrick se ha reformado tanto como quiere hacer creer. Siempre le gusta meterse en una que otra pelea de vez en cuando, de eso sí sabré yo.

El grupo rio y de alguna forma el ambiente se relajó después de ese comentario, que vino seguido de la anécdota de la pelea en la que a Neil casi le rompen la nariz. Pronto el único incómodo allí fue Patrick. Neil pronto desvió el tema de Patrick al resto del grupo, pequeñas preguntas causales, por aquí y por allá. Estas duraron lo suficiente para no parecer que quería terminar la conversación lo más pronto posible, por eso cuando veinte minutos después pronunció que Patrick y él tenían cosas que hacer, solo tuvo que aguantar unas cuantas bromas de tono sexual, antes que los dejaran ir sin mayores complicaciones.

Ninguno dijo nada mientras se alejaban de la casa de Boris. Neil seguía en silencio a Patrick. La llovizna seguía cayendo y las calles brillaban de una forma un tanto sombría. Patrick siempre notaba como en otros lugares las calles parecían resplandecer ante la lluvia, pero no allí. En ese lugar todo siempre había sido sombrío, así como su pasado, así cómo sería ser su presente si no hubiera intentado ser mejor, pero allí estaba de nuevo el pasado. Todo había aparecido de golpe recordándole que jamás podría huir de él, y lo peor era todo volvía con una fuerza que nunca había esperado y frente a la persona que menos quería.

Estaban pasando por el pequeño parque del lugar cuando no pudo controlar más su ira y pateó con fuerza uno de los basureros de metal haciendo que la mitad de la basura cayera al suelo.

—Pat…

—¿Por qué? —murmuró— ¿Por qué fuiste a ese lugar? —su voz era enfadada, pero no contra Neil. Estaba enfadado con él mismo, porque sabía que el menor iría a su casa y que debió haberlo esperado antes de haber ido donde Boris, pero era como si su cuerpo le hubiera pedido a gritos que terminara con todo de una buena vez.

—Te vi cruzar la calle. Supuse que ibas donde ellos porque llevabas las cervezas. Esperé un rato, pero no venías y pensé, no sé, que quizás debía irte a sacar de ese lugar.

Patrick finalmente se atrevió a darle la cara a Neil—Ya lo hiciste.

—Lucías bastante incómodo allí dentro.

—¿Y tú no lo estabas?

—Me ardían un poco los ojos por el olor al cigarro y creo que también el de las drogas, pero por lo demás…

—¡Por todos los cielos Evans! ¡¿Cuál es tu maldito problema?! ¡Po-podrías por una vez reaccionar como cualquier persona normal! ¡Y no sé, decirme que no quieres verme porque soy una especie de ex convicto, porque todo lo que dijeron allá adentro es verdad!

Neil sonrió un poco—Lo sé. Al verte supe que todo era real.

—¿Y entonces? ¿Por qué no me atacas con preguntas tal y como adoras?

—Porque dijiste que hablaríamos de todo cuando estuvieras listo —respondió con calma—. Y quiero creer que cuando dijiste todo, también incluía esto.

Aquella serenidad dejó desarmado a Patrick. ¿Por qué siempre Neil parecía tener las respuestas correctas en todo momento?—¿Por qué…?

Neil suspiró—Hey yo nunca he querido un modelo de amigo de ti. Solo he querido que nos llevemos bien desde el principio. El resto sale sobrando.

—No entiendes, Evans.

—¿El qué? La mayoría de cosas que dijeron allá adentro las personas las han hecho más de una vez ya sea por curiosidad, por impulso. Yo una vez me robé un paquete de chicles del super cuando tenía cinco… —no sabía si era parte del objetivo de Neil, pero hizo sonreír a Patrick un poco—¿Qué? ¿Crees porque según tú soy un niño rico no puedo robar algo? Eso es discriminativo ¿lo sabes verdad?

—Evans…

—Es cierto.

—Evans, basta.

—¿Por qué?

—Porque quiero que escuches todo.

Neil le miró un poco sorprendido—¿Ahora?

—A no ser que tengas algo que hacer.

—No, es solo que es repentino.

Patrick se encogió de hombros—Supongo que las condiciones se dieron solas para que hablara de ello, pero no quiero hacerlo aquí.

Neil asintió mientras lo guiaba al carro, algo le decía que Patrick tampoco iba a querer hacerlo en el departamento con Gabriel dentro. La camioneta se deslizó suavemente por la calles. Neil conducía sin rumbo específico. Solo sentía que debía alejarse de algo, por Patrick, aunque no estaba seguro del qué. Diez minutos pasaron, y ellos solo recorrían las calles sin rumbo.

Patrick tenía su semblante distante, demasiado absorto en un pasado que no sabía bien si estaba listo para revelar en su totalidad, porque una vez lo hiciera sabía que no había marcha atrás, y que de alguna forma le estaría dando armas a Neil para que en algún momento las usara en su contra, y por mucho que se decía que Neil no tendría motivo alguno para hacerlo, su razón le decía que lo mismo pensó con Caleb.

Hicieron un alto particularmente largo en un edificio que Patrick conocía muy bien. Sonrió con cierta amargura, al recordarse así mismo con no más de tres años siendo llevado dentro de este para conocer por primera vez a su padre. Recordaba lo mucho que se había emocionado cuando su madre le había dicho que lo llevaría a conocerlo.

Aquella figura que veía una y otra vez en la televisión, en los dibujos, que estaba presente en todas las familias, menos en la suya. Más de alguna vez se había preguntado si él también tenía uno, o si había nacido de alguna forma diferente, como para no tenerlo, pero nunca había tenido el valor para preguntárselo a su madre o sus abuelos.

Su madre, Catherine Smith, era mucho antes que Patrick naciera la secretaria personal de un tal Robert Hayes. Robert era dueño de una pequeña firma constructora que en esos entonces solo tenía lo suficiente para la renta de medio piso de un edificio en una zona de bastante renombrada, edificio que con los años pasaría a adquirir, pero en aquel entonces Robert Hayes era solo un arquitecto que empezaba a abrirse camino en el ámbito de la construcción y Catherine era el lujo que se permitía, porque nadie en su sano juicio al apenas ir empezando una firma con tan solo cinco personas más, tendría su secretaria personal.

Con el pasar del tiempo la relación laboral se convirtió en algo más, y el resto de sus colegas no pudieron omitirlo, pero callaban porque la verdadera señora Hayes llegaba de vez en cuando con su hijo Daniel. Fue cuestión de tiempo para que el primogénito de Robert tuviera un hermano.

Si bien ante la ley era hermano como tal, ante los ojos de la señora Hayes era un medio hermano. Un bastardo que solo era la mancha de un matrimonio que se forzó por hacerlo parecer perfecto ante la sociedad y cuya fachada se vino abajo cuando de pronto apareció un pequeño punto rizado con unos ojos iguales a los de su esposo, con cabello de un negro azabache. Una copia casi idéntica de su esposo, a diferencia de su hijo Daniel quien parecía ser la copia suya.

Patrick recuerda la primera vez que entró por el gran despacho dando brincos de emoción y vio a Robert Hayes. No tardó en notar que se parecía más a su padre que a su madre. No olvida como quiso correr a abrazar a su padre y que su padre lo alzara en brazos y le dijera que estaba feliz de por fin conocerlo. También había pensado que tal vez si tenía suerte le compraría un helado mientras le hablaba un poco de él y de sus otros abuelos, pero nada de eso pasó. Solo notó una mirada de desconcierto, luego de enojo, y cuando menos se lo esperó estaba fuera del despacho sentado en una banca con todos los del lugar mirándole y señalándolo confundidos.

La segunda vez que vio a Robert Hayes tampoco lo abrazó, ni le llamó papá tal como había ansiado. Solo se quedó en silencio mientras veía a unas personas vestidas con trajes caros hablar entre ellos. Cuando logró tener la oportunidad de preguntarle a su madre porque vestían así le respondió que eran abogados, y de allí como era de esperarse no comprendió toda la verborrea de adultos.

Un acuerdo muy extra judicial con una pizca de ilegal, en el cual acordaron que Catherine renunciaría a todo intento de reconocimiento forzoso de paternidad, en el cual Robert se viera en la penosa obligación de decirle a la señora Hayes que Patrick no sería más Patrick Smith, sino Patrick Hayes, porque ante los ojos de la esposa de Robert, el único descendiente que podía llevar semejante apellido, que para en esos momentos ya tenía mucha más fuerza, era Daniel.

Pero era claro que semejante favor no vendría gratis. A cambio Robert se comprometía a pagar todos los estudios de Patrick desde el kínder hasta la universidad. Además de una cuota alimenticia, la cual no deben dejar que el nombre los engañe puesto que incluye todo lo que Patrick podría necesitar, no solo alimentos. Tal cuota se acordó que sería de una modesta cantidad de $500, la cual debería aumentarse en un 5% como mínimo cada año. Como era de esperarse aquello no ayudó a que Robert viera con buenos ojos a aquel niño de cabellos rizados y ojos semejantes a los suyos.

La tercera vez que Patrick vio a su padre las cosas tampoco salieron como había planeado. Solo recuerda haber sido llevado a aquel edificio y que se encontró a un niño que era mayor que él, jugando con una maqueta, y que llamaba papá a su papá y como la lógica indicaba era cuestión de tiempo para que le dijera “hermano”; lo cual no terminó bien, puesto que el niño, un tal Daniel, cuando su padre no estaba presente lo empujó molesto provocando que se cayera destruyendo media maqueta mientras le decía que él no podría ser hermano de alguien como él y lo amenazó con golpearlo de nuevo si intentaba robarle a su padre.

Para alguien como Patrick quien jamás había peleado con otro niño y menos uno que le sacaba al menos cincuenta centímetros de alto. Aquel empujón y las palabras fueron más dolorosas que el golpe que se llevó. Aunque las palabras no fueron más dolorosas que el castigo que luego recibió por parte de su padre cuando Daniel lo acusó que había destruido la maqueta a propósito.

Patrick no recuerda la primera vez que pudo llamar “papá” a su padre, pero de lo que sí está seguro es que le regañó diciéndole que no debía llamarlo así. Tampoco recuerda las otra veces que vio a Daniel quien era hijo de su padre, pero que no era su hermano; al menos sí lograba entenderlo él, pero recuerda bien las veces que Daniel le decía que no era hijo de su papá y que su madre solo quería robarles su dinero, o las veces que le hacía sentir mal diciéndole que su padre no lo quería porque su madre era una puta, aun cuando no supiera lo que “puta” significaba, pero sabía por la forma que Daniel lo decía no debía ser nada bueno. Recuerda que las pocas veces que habían salido juntos siempre terminaba escondido en algún lugar intentando contener sus lágrimas a causa de algo que había dicho Daniel o por los golpes que le daba cuando su padre no los veía.

Patrick recuerda la última vez que vio a Daniel antes de entrar a la universidad. No él no debía de tener más de seis y Daniel unos catorce. Estaban en la azotea del edificio de apartamento. Su padre había llegado al apartamento en que vivían y estaba peleando con su madre. Patrick lo había llevado a la azotea para que no escuchara los gritos de sus padres y le había ofrecido su juguete favorito, el cual solo vio ser lanzado por la azotea antes que Daniel le reclamara que por su culpa su padre no lo llevaría a Universal Studios, ni a un concierto de su banda favorita porque tenía que darle dinero a él porque era un inútil. Y le había dicho que por su culpa sus padres peleaban todo el tiempo y que si por él fuera ahorita mismo lo tiraba del edificio para que su padre gastara mejor su dinero en llevarlo a Orlando y dejara de escuchar a su madre quejarse y pelear con su padre. Daniel le había advertido  que no quería que jamás volviera a cruzársele por la cabeza que podían ser hermanos porque él era un error y que por eso su padre ni siquiera lo dejaba llamarlo “papá”; y que mucho menos quería ser amigo de un niño pobre que se dedicaba a robarle el dinero a su padre, por lo que no quería que volviera a dirigirle la palabra nunca más. Ellos eran de diferentes clases así que debía aprender a conocer su lugar.

A pesar de todos esos momentos dolorosos Patrick intentaba ser feliz, cosa que funcionó bien hasta que su madre le presentó a como él le gusta llamar: “Intento de Padre #1”.  Lo que no recuerda fue en qué momento ese número pasó a convertirse en uno de dos dígitos. Ni cuando dejó de contar los intentos de padre que llevaba su madre. Ni las veces que ella se iba con alguien por meses y le dejaba solo con sus abuelos, y sin el dinero de la pensión alimenticia el cual pronto pasó más a ser una pensión para satisfacer las necesidades de su madre. Sin embargo recuerda bien la vez que la escuchó hablar con un Intento de Padre de número de desconocido.  Este le propuso a Catherine irse a vivir a algún lugar con ella y Patrick, pero que su madre rechazó el ofrecimiento rotundamente diciendo que él no debía molestarse en criar hijos ajenos, y  al día siguiente intentó hacer creer a Patrick que el Intento de Padre no le quería llevar con él y por eso se fue ella sola.

Patrick recuerda todos esos detalles, de cómo poco a poco la madre que tanto amó por años por hacer de padre y madre a la vez, de pronto le pareció un ser vil, egoísta, de cómo esa indiferencia que ella iba manifestando hacia él se fue transformando en aversión de Patrick para con ella, hasta llegar al odio el cual intentaba disfrazar de indiferencia.

Eran tantas cosas que Patrick quería explicarle a Neil pero sería explicar demasiadas cosas—Cuando cumplí quince, —empezó Patrick cuando finalmente hubo encontrado un punto de su vida en la que la presencia de su padre y madre era casi nula—mi abuela enfermó gravemente. Por esos días solo me dedicaba a andar de vago por allí, fue entonces que conocí a Boris, el tipo me parecía genial. Ya sabes cómo es uno de idiota de joven, fácilmente impresionable. Pronto me convertí en su amigo y aquello era suficiente para ayudarme a dejar de pensar en lo mal que se iba poniendo mi abuela…

La situación duró unos meses más antes que la abuela de Patrick falleciera. Patrick recuerda no haber visto a su madre en el funeral, pero aquello no importaba porque aquel día en que murió su abuela sentía que había perdido a la que en verdad había sido su madre. Después vinieron los problemas económicos, su abuelo de pronto tenía que cargar con él solo no solo sus deudas, sino las que había dejado su esposa, y sin mencionar que debía criar él solo a su joven y problemático nieto.

Fue esos días en que Patrick aprendió a robar cualquier cosa que veía de valor. Nunca usaba navaja o cualquier tipo de arma blanca a diferencia de Boris y los otros, porque tenía miedo de herir a alguien. Aunque nunca lo admitió verdaderamente, se conformaba con decir que los demás eran demasiados torpes y cobardes como para no meter sus manos en los bolsillos de las personas o en las carteras de las señoras sin que se dieran cuenta.

De pronto el ver que sus pequeñas “travesuras” servían para pagar cuentas. Aquello le daba más valor para hacerlo. Aunque implicara inventar excusas para su abuelo del origen del dinero como “le hice una tarea a un amigo”, “le ayudé a tal señor a pintar la casa”, “paseé perros” y una infinidad que no recuerda. Aunque siendo un adolescente no era tan altruista con su abuelo como hubiera querido. Conservaba más de la mitad del dinero. No solo para no levantar sospechas, sino también para comprar alcohol, cigarrillos, y cualquier tontería que quisiera. Pronto aprendió a pelear como las personas de la calle saben hacerlo, de esa forma provocó que le expulsarán más de una semana completa de la escuela más o menos decente que su padre pagaba solo porque debía. A esas alturas Patrick ya ni siquiera le interesaba si el dinero de su educación dejaba de llegar.

Eran días que Patrick no le importaba casi nada. Días que sentía que era invencible. Era fuerte, presumido, egocéntrico, violento, como todos los adolescentes que él conocía. Tenía dinero y sus pequeños lujos, pero por alguna razón siempre vivía con una rabia interior que nunca sabía cómo canalizar.

Quizás era el recuerdo del padre que nunca se interesó en él; o el de la madre que le abandonaba y regresaba cuando ella era abandonada; o era el recuerdo de su “no hermano” diciéndole que era una basura y recordándole que era un bastardo; o simplemente la culpa que le consumía al recordar a su abuela que antes de morir le pidió que fuera siempre bueno, que supiera perdonar a las demás personas cuando lo hicieran sufrir o lo hicieran sentir de menos, pero sobretodo que saliera adelante y llegase a ser una persona de bien.

Particularmente ese recuerdo le hacía molestarse con su abuela por haberle hecho prometer algo tan egoísta porque no consideraba sus sentimientos, ¿y qué si no quería ser siempre bueno? ¿Y qué si quería que las personas que le hacían daño recibieran la misma paga y si era posible de su propia mano? ¿Qué tal si no quería estudiar más porque al fin y al cabo ante los ojos de la sociedad solo era más que un maldito bastardo que estaba condenado a ser un criminal? ¿Por qué no podía elegir el camino fácil? ¿Por qué intentar demostrarle al mundo algo que ni siquiera sabía si quería hacer? ¿Por qué pensar en un futuro cuando el presente ya era demasiado problemático? Eran tantos factores que lo carcomían por dentro.

En ese entonces que el grupo de Boris empezó a incluirlo en atracos más fuertes. De pronto ya no solo hurtaba mientras los otros no veían, sino que hacía robos verdaderos. Entrando a propiedades privadas, forzando cerraduras. Cosa que aún se le da bien, debía de admitir, porque simplemente parecía que el destino le estaba diciendo que tenía talento natural para ser un ser repulsivo de la sociedad, para esas alturas la escuela era lo último que pensaba, aún y cuando faltaba solo medio año para que se graduara.

Fue por esa época que decidieron entrar a una fábrica de ropa deportiva. La idea les pareció excelente. Aquella ropa que no les quedara o no les gustara la revenderían en el mercado negro, el cual para esas alturas Patrick conocía bien. Aquello parecía el asalto de rutina hasta que sonó la alarma anti robos por razones que nunca se detuvo a pensar. Solo recuerda que de pronto vio a las personas de seguridad y que tuvo que salir corriendo, que hasta ese momento se había sentido invencible, pero que todo había cambiado cuando notó que la policía también estaba allí, de cómo inclusive habían disparado.

Solo recuerda que prácticamente había tenido que arrojarse de un muro de más de tres metros de altura y que no había caído bien. Había terminado corriendo las siguientes ocho cuadras con un brazo fracturado. Hasta que no vio venir un carro que venía retrocediendo y que casi le atropella. Aquel  golpe hizo que su brazo doliera aún más. Recuerda como de aquel automóvil había bajado Caleb preocupado y al notar su brazo roto le había insistido en llevarle a urgencia. Aún y cuando Patrick le había dicho que no era culpa de él.

—Así que así se conocieron…—interrumpió Neil que hacía mucho había parqueado el carro a una orilla de la carretera donde se podía ver parte de las luces de la ciudad.

—¿Romántico eh?

—Yo diría original —admitió con cierto pesar—¿Y luego que pasó?

—Como era de esperarse la policía llegó a preguntar si no había llegado nadie sospechoso a urgencias. Al parecer les habían disparado a unos ladrones. Luego me enteré que le habían disparo a Luke.

—¿Y Caleb te encubrió?

—Sí, aunque nunca lo admitirá en voz alta. Él simplemente me dijo que no les dijo nada porque no creyó que yo fuera a la persona que buscaban porque solo tenía el brazo roto. Aunque luego descubrió que yo era uno de los que buscaban cuando volvió a correr las cortinas que dividían urgencias con el pasillo y me vio intentando escapar por la ventana —admitió Patrick con cierta vergüenza—. Creí que me delataría, pero solo me obligó a acostarme en la camilla de nuevo. Me hizo una radiografía y me puso un yeso. Me dijo que gracias al cielo podía escudarse en lo del secreto profesional en caso que los tipos volvieran.

Patrick estaba esa noche demasiado asustado como para notar la forma en que Caleb le observaba, y aunque hubiese estado tranquilo sabía bien que hubiera sido poco probable que notase las señales, porque había tenido diecisiete años demasiado ocupados como para pensar en algo tan banal como el amor. Aunque para esos momentos era bastante consciente que las mujeres no despertaban en él la atracción que deberían.

Al nunca pensar demasiado en el amor o la atracción no notó extraña la petición de Caleb: que volviese al día siguiente a la misma hora, pero que fuera directo a su despacho porque quería examinar si el yeso había sido colocado correctamente. Al día siguiente que regresó, apenas había entrado y se vio acorralado contra la pared y sin previo aviso le fue arrebatado su primer beso, el cual no fue particularmente tierno o romántico, sino cargado de deseo, el cual Patrick confundido intentó corresponder por inercia. Cuando Caleb se separó de él le había mirado ansioso, temeroso que lo golpeara o saliera corriendo de allí, pero Patrick se había quedado allí confundido mirándole sin saber qué había pasado.

Repitieron la escena varias veces hasta que Patrick logró cogerle el truco, así fue la dinámica para cuando recibió su primera felación. No entendió porque de pronto Caleb besaba sus labios y al siguiente estaba de rodillas con su pene en la boca; pero todo eso fueron asuntos menores hasta que tuvieron sexo por primera vez. No fue romántico, fue incómodo. Recuerda que había sido en una especie de armario de limpieza donde por alguna extraña razón había una camilla en la cual se vio obligado a acostarse. Antes que pudiera protestar tenía un condón puesto en su miembro y a Caleb sobre él haciendo todo el trabajo.

Costó cogerle ritmo no solo a lo sexual, sino también a las reglas que Caleb imponía: No llamar, él se contactaría. Nunca dejarse ver por más de un doctor o enfermero en el mismo mes. No citas en lugares demasiado públicos. Jamás besos o cualquier muestra de afecto en público. El sexo siempre era en cualquier callejón, armario o baño disponible. Nadie podía saber de su relación y un sinfín de tonterías, que Patrick siguió al pie de la letra solo porque de pronto sentía que estaba consiguiendo ser importante en la vida de alguien más, solo porque por primera vez para un extraño no era solo un potencial delincuente, o un bastardo que solo quería sacarle dinero a su padre.

De pronto dejó de sentir esa rabia que parecía siempre acompañarlo, y todo su mundo se enfocó en Caleb aún y cuando sabía que para el otro no era de la misma forma. Las pocas veces que hablan Caleb le decía que era un niño, que no sabía cómo comportarse, que la vida no era tan fácil como para que al solo salir de la escuela pudiera irse a vivir con él, no importando los trabajos que consiguiera para pagar su parte del alquiler, de como siempre Patrick estaba equivocado, pero que aun diciendo lo eso escuchaba, o así quería creer Patrick. Podía hablar horas y horas de sus temores, de los que no sabía si llamar sueños o solo fantasías de un adolescente, pero Patrick lograba ver que de alguna forma el plano sexual se encargaba de llenar las carencias de compatibilidad de personalidad. Patrick era soñador y optimista hasta donde su situación se lo permitía. Caleb era calculador y pesimista; pero por primera vez alguien además de sus abuelos le hacía sentirse valioso, importante e inclusive indispensable.

Patrick hizo una pausa mientras una sonrisa amarga se dibujaba en su rostro—Era muy idiota ¿verdad? Pensar que yo podría ser indispensable para alguien.

—Pat…

La llovizna era más leve, apenas repiqueteaba sobre la carrocería de la camioneta—Seguimos así hasta mi graduación. Así que supongo que debía estar sumamente desesperado por sentirme especial. Digo, nadie en su sano juicio debería haber aguantado tanto tiempo.

A Neil se le hizo un nudo en la garganta al escucharle hablar de esa forma, porque para Neil no existían los padres desatentos, ni Daniel en la vida de Patrick. Quiso decirle que sus abuelos siempre lo han amado, pero sabía que de alguna forma Patrick buscaba otro tipo de cariño.

—¿Por qué terminaron?

Patrick suspiró antes de responder:—Porque iba a casarse.

—¿Tú sabías?

—¿El qué? ¿Qué tenía novia o que iba a casarse? La respuesta es no a ambas. Me di cuenta de la peor forma —exclamó—. El día de mi graduación Boris y los otros insistieron que debíamos salir a celebrar como se debía y me llevaron a un club. Como no podía decirles de mi relación con Caleb tampoco me había sentido obligado a decirles que era gay. Así que supongo que te podrás imaginar mi sorpresa cuando vi a Caleb con sus amigos, después que me había dicho que ni siquiera podría llegar a mi acto de graduación porque tenía un asunto urgente que tratar —en aquella ocasión ni siquiera había recibido una llamada. Solo había sido un mensaje diciendo que lo sentía y que estaba orgulloso de él—. Supongo que era de suma urgencia el prepararse mentalmente para que una tipa le restregara los pechos en la cara

—¿Y qué hiciste?

—Creo que ya sabes la respuesta a eso, Evans. Considerando que para esas alturas ya había bebido lo suficiente como para ver como tipos a las strippers.

—¿Fue a él a quien dejaste inconsciente?

—Sí.

Neil desvió la mirada de Patrick y posó su vista en la ciudad se veía a lo lejos. Había conducido hasta las afueras de la ciudad—Si no estás listo para contarme lo siguiente yo comprenderé.

Patrick sonrió con cierta culpabilidad porque no le había dicho ni la mitad de cosas. Aunque lo que venía a continuación era probablemente lo que había sido lo más difícil de soportar hasta ahora—Lo sé, pero quiero hacerlo —dijo con seguridad. Mientras veía a Neil y le dedicaba una pequeña sonrisa—. Confío en ti. Así que está bien que tú lo sepas. 

Notas finales:

¡¿Pero como se le ocurre dejarnos allí?! Pensarán todos. Sí. Iba a seguirle pero tengo como mil cosas pendientes en el mundo real de la gente supuestamente responsables. Si les gustó dejenmelo saber, si no les gustó pues también se vale ok? Un abrazo. Hasta la próxima semana c: y desde ya que todos tengan un  feliz fin de semana de copas de los países europeos. 


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