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La Alianza de los Reyes por MidNightFlower

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Notas del capitulo:

Buenas buenas!! Mid ya esta de regreso por tiempo limitado xD

Mil gracias por las lindas personitas que se han animado a seguir leyendo esta complicadita historia!

y lindas personitas que pudieron comentar el capi anterior: CaocTaisho, LRMV, Cris, Elenaa y JaryKF!  mil gracias! <33

Ahora a leer se ha dicho~*

Capítulo 2: Los Cuatro Elementos Mágicos 

No podía creer las palabras del chico… ¿Cómo era posible? De ser cierto, todos en LastWorld corrían un grave peligro.

 

“Harry” pensó con una mirada afligida. Como olvidar todos los sucesos en esos últimos 5 años, que a pesar de sentirse tan lejanos en el tiempo, aun dolía con infinito pesar.

 

-Tengo que reunir a los reyes, esto no se puede quedar así…- dijo entre dientes mirando el cetro en sus manos. Como soberano era su deber velar por la seguridad de su gente, aun a costa de su propia vida.

 

La dama le sonrió dulcemente, mostrándole con ese pequeño gesto, que pasara lo que pasara, ella estaría ahí para apoyarle.

 

-Lo entiendo Charlie, es de vital importancia que Harry no llegue a la espada del cristal oscuro- declaró solemnemente y cerró los ojos escudriñando todo lo que escuchó, haciendo aquello que tan bien la caracterizaba. Pensar; pensar más allá con su sagacidad y sabiduría que sobrepasaba su edad.

 

-Pero hijo…- exclamó Molly con un hilo de voz, viendo con temor creciente que un par de guardias se llevaban al chiquillo de nombre Scorpius a que un médico le atendiera –se tiene que avisar al concejo, ellos son los más aptos en decidir qué es lo que precede en estos asuntos… no puedes tomar la justicia por tu mano-

 

-No madre- negó con la cabeza, deteniendo cualquier protesta que sabía que su progenitora tenía bullendo en su mente para implorarle de cualquier manera que evitara cualquier confrontamiento con el mal encarnado. Sabía también que su mayor preocupación era perder a un hijo más, pues ningún dolor se comparaba con aquel. Sin embargo, había un poder más fuerte e imperecedero que lo llamaba, e instaba a ponerse en movimiento, Bill y el misterio que encerraba su deceso.

 

-Como rey es mi deber primordial el bien de mi pueblo; y si la paz, al igual que el mundo como lo conocemos está por verse afectado, tengo que interceder a como dé lugar- declaró agitado.

 

-Charlie tiene razón Molly- dijo con tranquilidad la joven mujer -aparte, esa reliquia solamente puede ser, en el mejor de los casos, sellada por los reyes… nadie más puede realizar ese trabajo-

 

La matriarca de los Weasley se quedó callada ante aquellos argumentos ya que, aunque tenía muchísimos peros para darle a su hijo evitando que cayera en cualquier desgracia, era consciente de su posición y cargo que residía sobre sus hombros.

 

Charlie notó que apretaba sus puños y suspiró ansiando poderle dar alguna seguridad de que regresaría con bien a casa, pero no tenía ninguna. Solo tenía la determinación de su lado y toda su enjundia para llevar lo más exitosamente posible la misión.

 

-Bueno… habiendo dicho todo lo pertinente, iré a prepararme a partir- dijo el pelirrojo quitando su engalanada corona de su cabeza pasándosela a su madre que contenía las lágrimas con férrea resignación.

 

--Muy bien, yo también tengo que arreglarme- la joven dio una ligera caravana al rey para proceder a su recinto.

 

Los ojos cafés de Charlie se abrieron como platos mirando como si a la mujer le hubiera salido un dragón de la boca.

 

-Pero Hermione…- la detuvo por el brazo ansiando decirle que era una tontería de su parte, nada racional debía admitir.

 

-Nada de “pero Hermione” Charlie; quieras o no iré- el rey boqueó para rebatirle pero la chica interrumpió cualquier rebate –aparte, eres demasiado insensato cuando las cosas se vuelven demasiado personales-

 

En eso tenía razón, pero, Charlie no podía permitir que ella le acompañase.

 

-Pero tú tienes familia, dos niños pequeños y un atolondrado esposo que resulta ser mi hermano- la castaña con una mirada triste regresó a ver a su marido quien cargaba a su pequeña Rose en brazos. Era notorio cuanto amaba la vida que había sido tan generosa con ella al brindarle tanta felicidad en tan corto tiempo. 

 

Dio una profunda inhalación como para darse ánimos y entornó los ojos al rey.

 

-Lo se… pero me necesitas más que ellos- Parecía que la chica ya lo tenía todo bien claro y probablemente así era.

 

-No estoy tan seguro-

 

-Además ¿Quién es la mejor bruja del último siglo?- sonrió tan llena de sí misma que el rey solo bufó. ¿Qué hacerle con una contestación así? –Muy bien, como ya no hay negativas de tu parte, está todo arreglado, iremos nosotros dos y partiremos al amanecer- declaró dándose la media vuelta alejándose a paso ligero.

 

“Pareciera que ella es la reina…” sonrió derrotado.

 

*-.-*A la mañana siguiente*-.-*

 

-Pero... ¿quién se encargara del reino? No te puedes ir- dijo Molly Weasley dando sus últimos argumentos de batalla que estaba más segura que su hijo contraatacaría.

 

-El concejo, madre, ellos podrán cubrirme en mi ausencia- declaró descuidadamente no queriendo pensar en ello –aparte Percy es uno de los más adecuados después de ellos, no hay nada que temer-

 

Ansiaba respuestas a todas aquellas preguntas que desde hacía cinco años llevaban persiguiéndole sin respuesta alguna, solo hechos que le hacían sentir culpable en todo sentido y con un profundo dolor en el pecho que con nada sanaba.

 

Cerca de ahí notó a Hermione siendo abrazada por su hermano menor y se le hizo un nudo más profundo en la garganta. Sabía que nada podía hacer pues la decisión no estaba en él, pero no por ello era fácil sobrellevarlo. Esa mujer era terca como mula cuando se le metía algo en la cabeza así que si consideraba que era pertinente hacer algo por su propia mano, nada ni nadie la contradeciría y pondría su entera dedicación y corazón en ello.

 

Se acercó a ellos y se mordió en interior de su mejilla, aquello definitivamente no debía de escucharlo, pero el tiempo apremiaba y el sol ya estaba en lo más alto.

 

-¿Por qué tienes que ir tú también?-

 

-Ron… Charlie no podría detener a Harry el solo y no estoy segura si siquiera intentará dialogar civilizadamente con él antes de batirse a un duelo que seguramente pasará… aparte, recuerda que él fue nuestro querido amigo ¿lo recuerdas?- hizo una pausa pensando aquellos dulces recuerdos del pasado -no puedo creer siquiera en la idea que él se haya vuelto oscuro… él no tenía esa naturaleza en el… así que sea como sea, si está en mí y puedo ayudarle a volver en sí y evitar todo esto, lo haré- el pelirrojo asintió

 

-Entonces yo voy contigo, Hermi- murmuró el hombre besando su coronilla. La castaña le dio una triste sonrisa y negó con la cabeza.

 

-Necesito que te quedes y cuides a Rose y Hugo por mí... ¿me harías ese enorme favor?- el ojiazul sorbió su nariz.

 

-Eso ni tienes que decirlo, lo haré... son nuestros hijos-

 

Charlie no quería interrumpir, pero ya se estaba haciendo tarde y con un carraspeo se hizo notar.

 

-Herms, es hora de irnos-

 

-Lo sé...- besó a su esposo con todo su amor secando casi al instante aquella lagrima traicionera que rodaba por su mejilla, no quería que la viera titubear y sonrió dándole fuerza para dejarla ir.

 

-Por favor, vuelve a salvo-

 

-Solo Merlín sabrá…- dijo llenándose una última vez de su esposo esperando que no pasara mucho para volver con él.

 

-Cuídala mucho Charlie…- dijo severamente antes de darle un abrazo rápido a su hermano  -tú también cuídate y vuelve con bien-

 

Dando un asentimiento comenzó a alejarse con la chica esperando con todas sus fuerzas poder cumplir esa pequeña pero poderosa plegaría de su hermano.

 

Ya con sus respectivas cosas, procedieron a dirigirse a las enormes puertas que rodeaban el castillo principal. La espada plateada sobre su costado pesaba más de lo que recordaba; probablemente solamente era su propia conciencia la que pesaba, pues con esa sagrada presencia, se le hacía más notoria la falta de Bill a su lado.

 

-¿Y con quien iremos primero?- dijo la castaña acomodando su bolsa con hechizos de expansivos a su lado.

 

-Supongo que con Sirius… es el de mente más abierta de los cuatro reinos-

 

“Aparte, no sé cómo se lo vayan a tomar los demás…” se dijo con pesar pues si considera la mentalidad cerrada del reino del bosque de hielos y la continua desconfianza del reino del Este, probablemente armarían todo un arguende e iniciarían la guerra por temor a la pequeña chispa que al parecer encendió el gran mago oscuro.

 

-Yo también iré- dijo el jovencito de nombre Scorpius parándose frente de ellos, mucho más limpio que cuando llegó y con las mismas ropas sencillas del día anterior.

 

Sus ojos de malaquita se clavaron en los de Charlie y nuevamente sintió aquella extraña desazón, como si algo escondiera aquel chiquillo misterioso que no podía descifrar.

 

-No hace falta que vengas niño, ya cumpliste con tu papel de informarme- el pequeño rubio negó con la cabeza.

 

-Estarás a salvo en el castillo- dijo en tono maternal Hermione, pero Scorpius volvió a negar haciendo una mueca.

 

-No necesito seguridad, soy un guerrero, mi padre me enseñó bien; quiero ayudar- aseguro duramente sin amilanarse por todas las peyorativas que hacían a sus habilidades –además, no podrán proseguir en su misión sin mí- los adultos se regresaron a ver -me necesitan para convencer a los demás reyes-

 

*-.-*-.-*-.-*-.-*-.-*

 

Sin mucha conversación ni más discusiones, los tres emprendieron la marcha.

 

El camino hacia el reino del Desierto del Norte no era lejos y la vereda trazada en honor a la amistad de los reinos era afable; un viaje con buen tiempo solo les llevaría 5 días a pie.

 

“Realmente espero que todo esto no sea tan peligroso como parece…” se dijo Charlie mirando la senda esperando que Sirius le brindara su apoyo en esa afrenta.

 

*-.-*-.-*-.-*-.-*-.-*

 

No muy lejos de ahí, en el reino del desierto del Norte, cierto rey miraba las extensas dunas con una melancólica sonrisa notando lo bellas que eran con sus intensos colores que siempre destilaba los rayos del sol.

 

Nada que ver con los densos parajes blancos de su ciudad natal que él recordaba, allá donde la tierra está cubierta por nieve y solo los blancos entremezclados con matices azulosos reinaban; nada más que soledad y frío. Cuanto se alegraba no estar allá, sin embargo, para su triste realidad, no todo en la vida podía ser felicidad puesto que alto tan vital le faltaba y se encontraba solo.

 

Aquella mano que cambió el rumbo de toda su vida ya no estaba para brindarle su amistad y una familia amorosa que sin dudarlo dos veces lo recibió con los brazos abiertos cuando dejó su hogar.

 

Con pesar comenzó a hundirse lentamente en aquellos dulces recuerdos cuando su vida era sencilla y despreocupada, para ser más exactos, la primera vez que puso pie en el imponente reino del Desierto del Norte…

 

Fue cuando apenas tenía 11 años y el tan querido rey Fleamont Potter festejaba sus 50 primaveras, con lo jovial y jocoso que era, quería celebrarlas en grande.

 

Su madre, Lady Walburga Black, jamás se perdía reuniones de esa magnitud y como era pertinente, llevó a sus dos hijos a que la acompañaran pues era su deber darse a conocer en esos eventos de alcurnia.

 

El extenso mercado en la entrada del reino era imponente, tan lleno de música, alegría, olores y sabores en el aire como nunca vio. Los ojos de Sirius sé embriagaron con tal explosión de color en cada esquina, combinado con el aire tan seco y cálido como jamás sintió. Para él, así debía de ser el mismísimo cielo y sonrió emocionado.

 

La mano temblorosa de Regulus sobre la suyo era lo único que le impedía salir flotando de aquel que debería ser una ensoñación… claro, un sueño que fue explotado en su rostro por su madre que siempre había sido demasiado estricta con todos los que le rodeaban, con su alma tan fría y dura como las de las estalactitas de hielo perpetuamente incrustadas en su recamara.

 

-Compórtate como se debe, Sirius Orion Black; deja de poner cara de idiota y párate derecho que estas representando a la noble raza de los Malfoy-Black-

 

Soltó un bufido al escuchar su aguda voz y sintió a su hermanito tensarse a su lado, poniéndose tan firme con su máscara de impasibilidad que, aunque con dificultad, había aprendido a llevar en presencia de la Matriarca de la noble casa de los Black, haciéndola sentir orgullosa, tan diferente de lo que él jamás sería y desearía ser.

 

-Deja de molestar Walburga…-  contestó con desgano, pero ni dos segundos pasaron cuando tremendo bofetón le siguió a ello, haciendo que casi la cabeza le diera vuelta. Su rostro ardía, pero más su coraje, ni por ello se retractaría de sus palabras.

 

Regulus por la impresión soltó su mano mirando temeroso a su madre y Sirius retó con su mirada de tormenta a su progenitora quien amenazó con el uso de su bastón cualquier nueva insolencia.

 

Salió corriendo adentrándose en el atestado mercado sin mirar atrás.

 

Tal vez la bofetada no le había dolido como debió de ser, pues estaba más que acostumbrado a aquello y las “muestras de afecto” de su madre, pero lo que sí odiaba y le repateaba, era lo que le hacía con el transcurso del tiempo a su querido Regulus, volverlo “el prospecto ideal marca Black” que debía ser.

 

“Y una coña…” pensó bufando sintiéndose desubicado y solitario sin la pequeña mano de Regulus apretando la suya.

 

Llegó a una fuente bailarina jadeando de tanto correr. Para recuperar el aliento, se acuclilló recargándose en la dura piedra que la contenía. Sabía que entre más tiempo pasara, Walburga se lo tomaría más apecho y le iría peor, sin embargo, necesitaba aclarar su nublada mente y acelerado corazón.

 

-Oye esa cosa parece una cereza dirigible- dijo una voz a su lado.

 

Sirius bufó mirando al chiquillo de anteojos a un palmo de él. Por su estatura podría decir que probablemente era de su edad y por sus ropajes vaporosos con incrustaciones doradas y plateadas, probablemente era alguien importante, pero aquello no podía importarle menos.

 

-¿Y qué?- contestó con hostilidad. Una sonrisa traviesa apareció en el rostro del chico y eso solo hizo enfurecer más a Sirius.

 

-¿Eres un Kerim, verdad?- preguntó con tono burlesco.

 

-Mi familia lo es, pero yo no- dijo arrugando el ceño, mientras apretaba sus rodillas contra su pecho –son tan retrogradas…- dijo entre dientes y el otro rio de lo lindo.

 

-Me agradas- sonrió el chico de alborotado cabello -soy James- Sirius arqueó una ceja por tan extraña actitud.

 

-¿El atolondrado príncipe del desierto del Norte?- rechistó, mientras el otro sin tomársela como ofensa amplió su sonrisa.

 

-¿Y tú un hijo de creídos Black que se creen superiores a los demás y tienen la cabeza más dura que él hielo?- por fin Sirius sonrió ante aquella contestación y asintió con la cabeza.

 

-Sip- contestó tomando la mano que le alargó el joven príncipe para ponerse en pie –Soy Sirius…-

 

-Ni te lo pareces tanto- dijo burlón James contestando el apretón.

 

Aquel momento pareció que Merlín destinó para volverlos tan inseparables como una planta a la tierra, nutriéndose el uno al otro, fortaleciéndose en una amistad sin igual que cambiaría por completo la senda que había sido trazada en el primogénito de la sagrada y ancestral casa Black.

 

Charlaron durante un gran rato, conociéndose entre broma y broma, sintiéndose tan bien en compañía del otro que era increíble que razas tan diferentes pudieran convivir sin preocupaciones y que compartieran tanto en común.

 

-¿Y ese estirado quién es?- preguntó Sirius comiendo una jugosa frutilla señalando a un chiquillo menudo con semejante tumulto de gente cubriéndole del sol y mirando a todos lados cercándolo como murallas impenetrables.

 

-Es mi prometido Tom, ¿a que es lindo no?- dijo viendo detenidamente por donde se iba el jovencito -Dicen que tiene ojos verdes como prados iluminados con la luz del este, ¿puedes creerlo?- dijo con ensoñación, pero Sirius negó alzándose de hombros.

 

-Príncipe James, su padre lo espera para iniciar el banquete- dijo el guardia que apenas y caía en cuenta que estaba siguiéndolos desde hacía más de media hora.

 

-Rayos, me tengo que ir Sirius, que el viejo cuando se empecina en algo no hay quien lo calle de su berrinche- dijo entre risas –espero verte en el palacio para jugar- le guiñó el ojo y corrió en dirección del suntuosa construcción siendo perseguido por el nervioso guardia.

 

Sirius dudó que hacer, pero en seguida, una sonrisa danzó en su rostro cuando vio a su hermano caminando hacia él.

 

-Pude que el prometido de James sea todo un partidazo con sus ojos verdes, pero seguro no es tan lindo como mi Regui…- dijo viendo a su dulce hermano quien poseía los ojos más impactantes de color amatista como ningún otro, llegó jadeando hasta él y con precaución mi miró de arriba abajo reprendiéndolo por haber huido, pero enseguida con una triste sonrisa colocó su mano sobre su mejilla enrojecida

 

-Sirius, mamá está furiosa por tu desaparición... dice que te colgara de los calzones en el sauce boxeador de la casa hasta que aprendas a no desobedecer...- dijo con aflicción el menor de los Black y Sirius rodó los ojos.

 

-Esa vieja cacatúa...-

 

-No le digas así- regañó Regulus frunciendo el ceño que Sirius no dudó en besar avergonzando a su hermano.

 

-Ya no te arrugues Reg y abre los ojos... esa mujer está loca y es una extremista-

 

-Hace lo que cree que es correcto para nosotros aunque sea muy dura- dijo como una letanía que Sirius se aproximó a callar.

 

-Tonterías- el menor bufó –¡y te lo probaré, ya verás!- Regulus arqueó la ceja muy al estilo Black y Sirius rio –y si no puedo mostrártelo antes de que esa vieja intente cambiarte, te robaré y te esconderé en el límite de LastWolrd donde no podrá encontrarte- Las mejillas de Regulus se tiñeron de carmín.

 

-Hey Sirius, entonces… ¿Siempre estarás conmigo?- dijo súbitamente tímido -¿pase lo que pase?-

 

-Siempre- fue lo que le contestó en ese instante porque así lo sintió, sellando su ciega promesa con un trémulo beso; incauto de lo que pasaría y de cuan equivocado estaba en ese entonces…

 

-Rey Sirius…- llamó uno de sus guardias sacándolo de su recuerdo casi palpable.

 

-No me llames a si Dennis, llámame por mi nombre- la duda se sembró en el rostro del guardia -compadre, amigo o simplemente príncipe está bien, pero no rey que me oigo muy viejo- sonrió  negando efusivamente con la cabeza dándole unas palmadas en su hombro.

 

-E-El rey de la Tierra del Oeste pide audiencia con usted, p-príncipe Sirius…- los ojos de tormenta brillaron curiosos, preguntándose de que se trataba y se levantó del trono, esperando que lo que Charlie tuviera que decirle fuera algo interesante.

 

*-.-*-.-*-.-*-.-*-.-*

 

La varita de magia elemental que yacía casi siempre tranquila en su mano, vibró cuando sintió tan cerca a su hermana, la espada plateada.

 

Le parecía extraño que hacía solo 5 años que no veía a Charlie, al menos no desde que ese suceso se desencadenara y que todo lo que conocían y daban por seguro se esfumó como un diente de león en el aire, dejando tal tristeza en los reinos como hacía mucho no se veía.

 

Aquellas vidas que tanto significaron se habían ido dejándole con tremenda carga, por ser el padrino del unigénito desaparecido de su casi hermano James y que a la par, la Varita de Magia Elemental accedió a que fuera su portador y por ende soberano del Desierto del Norte.

 

Aquel singular poder que sentía en su alma fluir acelerado, los cuatro grandes elementos que unen el mundo estaban en sus manos; el fuego que llueve en llamaradas de los volcanes de la costa del Este, el agua sagrada de las cascadas congeladas que bañan las colinas de la Montaña Escondida, el trueno que ruge en tormentas eléctricas en el corazón del extenso desierto y el hielo latente de los miles de picos helados del sur…

 

-Sirius- saludó con una inclinación Charlie seguido por Hermione y un chiquillo de alborotado cabello rubio, que Sirius no tardó ni tres segundos en quedársele viendo. Era tan curioso ese jovencito, con su pose desgarbada, su afilada barbilla, con esos inexpresivos ojos de ese extraño color verdoso que era como si estuviera viendo a…

 

-Charlie que milagro- carraspeó, correspondiendo el saludo evitando obviar su distracción -¿Qué dicen las paradisiacas playas del Oeste?- dijo jovial dejando sus cavilaciones de lado.

 

-No mucho, solo calor, sequedad y más calor- dijo con una sonrisa que no tocó sus ojos.

 

-Bueno, chicos, siéntense, siéntense que están en su casa y no les cobro por tomar asiento- los presentes accedieron –y ¿Qué les trae por aquí? Porque supongo que no están por una visita social para tomar el té ¿o me equivoco?- dijo jugueteando con la varita de magia elemental entre sus dedos.

 

-Por desgracia tienes razón Sirius… lo que nos trae hasta esta parte de LastWolrd es algo de naturaleza delicada…- dijo la noble dama con precaución regresando a ver con muda reticencia a Charlie quien entrecruzó sus dedos sobre la mesa de ébano.

 

-¿Por qué tanto misticismo? No es como si fuera el fin del mundo- la risa que apareció comenzó  desvanecerse por la seriedad de los presenter que no le daba buena espina.

 

-Harry ha vuelto a aparecer… - dijo Charlie sin expresar emoción alguna -y necesitamos tu ayuda para evitar que cometa una locura…- Sirius se llevó una mano a la boca y se levantó estrepitosamente haciendo que la silla en la que estaba sentado golpeara contra el suelo.

 

“Cachorro…”  pensó con pesar al tener la primera noticia de su ahijado en un lustro. “¿Qué es de ti? ¿Qué fue lo que te pasó?”

 

 

Notas finales:

jeje se que se preguntaran que exactamente paso hace 5 años! pero por el momento no puedo decirles! kukuku~

Espero que puedan seguirme acompañando en este viaje largo!! Pliss no se olviden de comentar!! nos leemos prontito!

Besos~*


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