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Singularidades por Dtzo

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Las sombras, celosas de la ligera luz que las inhibió durante un tiempo, volvieron a cernirse en las acciones y semblante de Yugi, que trataba de seguir su rutina como hasta ahora había logrado. Su centro estaba alterado, agitado y renovando ligeros temblores en sus falanges ante alguna actividad manual además de su mirada afligida al pasarla entre el reflejo de barra y entre los cristales de las ventanas al ocultarse el sol. Rojo, un color que a veces era aterrador, a veces cálido y a veces melancólico y en sus distintas tonalidades le seguían más cuando estaba despierto que cuando soñaba, muchas veces sus sueños dejaron de tener brillo y ahora sólo eran viejas películas del cine mudo monocromático reproduciéndose sin cesar. La misma escena:

 

 

“Restos de un velero encallado a la orilla del mar, la vela mayor con un enorme agujero al igual que el casco, aunque este tenía en su centro una inmensa piedra llena de musgo, el cielo raso y un viento benévolo que mecía suave el banderín en lo alto del mástil. Nunca se atrevió a entrar e indagar si estaba vacío o con pistas del posible dueño. Tampoco parecía tener alguna placa emblemática de su nombre de nave.


Un ambiente tan interesante como deprimente, nunca hacía nada más que observarlo preguntándose si podría ser reparado, por tantas vueltas que le dio a la nave no encontraba algún modo de sacarla sin causarle más daños.


Trataba de monologar de vez en cuando, pero sin mucho éxito, terminando así por escribir sus pensamientos en la arena con la primera vara o piedra que encontrase por los alrededores. A veces sus pensamientos resultaban en expresarse como dibujos amorfos, líneas espirales, rectas, curvas hasta terminar trazando un circulo a su alrededor, apenas lo suficientemente grande para él. Posaba su trasero en la suavidad y calidez de la arena; al final sólo caminaba por toda la extensión de la playa pensando en alejarse del velero, aunque nunca lograba sacarlo de su campo visual y sólo cuando la marea parecía empezar a subir salía de la playa y despertaba.”

 

 

Era tanto aburrido como pesimista. Y por más que trató de darle un significado metafísico se daba por vencido al caer en sus propias lagunas mentales.


– Yugi ¿escuchaste?


Para Rebecca no era mucha sorpresa encontrar a su “crush” papando moscas cuando trabajaban, era una característica que le parecía tierna y adorable, siendo un chico tan distraído no notaba ni de cerca la infinidad de indirectas tan directas, muchas veces incurría a invadir su espacio personal con abrazos repentinos que no eran rechazados por Yugi, un pequeño sobresalto, una risa tímida y confidente era lo único que podía recibir de él. A veces eran expresiones tan dulces que podrían causarle diabetes a alguien: “darling” “honey” “sweetie” “sweetheart”. Quería dar otro paso y llegar lo más cerca que pudiera, entonces tuvo un brillante plan a prueba de tontos.


– Disculpa bekki, ¿qué decías?


– Vaya, no tienes remedio. Decía que habrá un festival la siguiente semana, sólo abriremos medio día así que…


¿Festival? Oh, cierto, era Julio, no tenía mucho que la pequeña localidad había implementado la celebración del Tanabata, después de todo era uno de los tantos atractivos turísticos. Y aunque fuera más pequeña de lo que podía llegar a ser en las grandes prefecturas de Japón, de igual manera se disfrutaba. Desde la decoración hasta la gran fogata a media noche. Para Yugi era una gran oportunidad de finalmente poder ver a Vega – Orihime – y Altair – Hikoboshi – era su parte favorita, las historias que podían contar las estrellas y constelaciones. Sería su primera vez mirando a través del telescopio el triangulo de verano.

– Ah, cierto. El Tanabata… si quiero tener una buena vista tengo que quedarme lejos de la playa, la iluminación podría interferir…


De nuevo terminó divagando.


Rebecca en realidad tenía pensado invitar a Yugi al festival, que se asentaba a un costado de la playa. Y su respuesta tan escueta fue la indirecta que no esperó para rechazar su discreta invitación. Ni siquiera la volteó a ver, sólo pensó en voz alta… como siempre. Tal vez si convencía a su abuelito de poder montar un pequeño stand tendría la excusa perfecta para llevarse de corbata a su compañero de trabajo.

 

 

 

Ryou aunque no era del tipo de persona que busca problemas por su cuenta, si lo hacía si la integridad física o emocional de alguien cercano se veía comprometida. La ocasión ameritaba hacerle frente a dicha persona que tenía bajo un yugo de tormento a su querido amigo, además también moría que le picaba la curiosidad.


Con sus ratos libres podía volver antes a casa de Yugi y esperar por ver la cara de aquel sujeto misterioso que seguía empeñado a seguir cual topo en madriguera, con toda intensión de mostrar su estancia en la casa lograba hacer buen ruido al andar por la cocina y al tomar un baño. Todo sin resultado alguno. Otra brillante estrategia que surgió en sus “5 minutos milkyway” era esperar en silencio… ¡Eso era algo que Yugi haría! Y de hecho era lo que hacía. Para él, entre más tardase en aparecer de nuevo Yami, mejor. Para Ryou las cosas funcionaban directo. Obviamente siempre cuidando la prudencia.


Sin darle más vueltas al asunto llegó directamente a tocar la puerta, uno, dos, tres, cuatro veces y nada. Dudaba mucho que estuviera dormido, se anunció levemente antes de irrumpir en el silencio de la habitación, no había rastro de ese tal Yami, la ventana estaba ligeramente abierta, el movimiento sutil de la cortina danzado con el viento fue la evidencia. Torció su mueca con cierta decepción y molestia, su oportunidad de ayudar a su amigo se extinguió sin comenzar. Pudo haber espiado en los rincones de sus pertenencias, mas no le pareció muy correcto, podría ser entrometido, pero eso sobrepasaba su moral. Esperaría la siguiente luna y se enteraría de cualquier cosa sospechosa, por lo mientras tendría que esperar un par de días más.

 

 

 

Esta vez no había prisa, finalmente el cúmulo de trabajo por el cual se ausento había sido terminado por alguien más. Quedarse a investigar un poco sobre los acontecimientos que rodeaban a Yugi era su prioridad aunque aún no tuviera la menor idea de como acercarse a su compañero y ganar de nueva cuenta su confianza. Estaba tan a la defensiva y tan cerrado, podía sentir cierto temor en su voz aunque este tratara con toda su voluntad de aparentar confianza, también en sus ojos. Yugi era un niño que cometió una travesura y había sido descubierto, por ende si en su momento el martirio personal no fue suficiente creía muy en el fondo que faltaba una reprimenda por parte de una figura de autoridad, y Yami era esa figura autoritaria que en cualquier momento podría “castigarlo”. No tenía el rompecabezas completo, apenas unas piezas que no hacían más de la mitad de los hechos, tampoco iba obligarlo a hablar, eso sin lugar a dudas empeoraría las cosas.


Salir a caminar despejaba su mente, aclaraba sus ideas, no podía usar el mismo método de nuevo, ya no tendría ningún efecto y en sus años de tutor jamás había tenido tantos problemas con un pupilo, eso era decir mucho; alguna vez tuvo un panorama ligeramente parecido, aunque las cosas terminaron mal y no supo más. Aparentemente no sucedió nada fuera de lo normal, con eso era más que suficiente.


Sabía dónde laboraba Yugi y pasar frente al local desencadenaba una nostalgia contundente, no entraba sólo observaba desde una distancia prudente esperando poder comprender un poco más la condición del chico. Ver su atención dispersa era preocupante, podría tener algún accidente con cualquier movimiento en falso. Luego ver la cercanía entre una diminuta chica rubia era aún más melancólico, lucía muy entusiasmada tratando de captar su atención sin éxito alguno.


Tenía un deber con Yugi y lo cumpliría de un modo u otro. Siempre hay un punto ciego en la defensa así que se empeñaría en buscarlos, tantearlo y pasarlo inadvertido.


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