Era extraño, no hizo nada y de eso estaba más que seguro. Pero una sensación satisfactoria ocupaba un espacio en su subconsciente ¿Culpa? Absolutamente ninguna.
Lo único que podía hacer era observar el comportamiento de su amigo, era completamente normal, a excepción claro de que evitaba a toda costa el hablar del castaño o siquiera estar cerca de él.
Y por su lado, el ignorado, acechaba con la mirada al dúo dinámico. Eso hacía a Yugi sumamente feliz, menguaba su melancolía tras repetidos sueños en los que jamás podría llegar a él, en los que por más que corriera no lo alcanzaba.
Tras meditarlo unas semanas, por fin se decidió a entrar en los sueños de Seto ¿Quién ocupaba ese espacio? Representaba una gran tentación para el pequeño tricolor, una insistente pregunta que lo seguía día y noche. El CEO era un completo enigma para todos pero si él lograba entrar y ver lo que tanto anhela en sueños, se sentiría especial y quizá encontraría una manera de acercarse a él.
La pequeña inseguridad que latía en lo más profundo de su mentecita era la promesa que le había hecho a Yami; no tratar de conseguir nada a la fuerza. Aunque si lo pensaba detenidamente, sólo hizo referencia a su habilidad de la mirada.
Puesto que dejó de entrenar al regresar a Domino, debía volver a tomar sus hábitos que le dotaban de la energía necesaria para soportar el desgaste al sincronizar su segundo plano. Por ello le tomó más tiempo del esperado, pero la espera y su preparación valían cada esfuerzo. Necesitaba poca distracción y más dedicación, así que nuevamente se distanció de sus amigos, bueno, esta vez sólo de Joey. En casa no tenía problema alguno, nadie le molestaba.
Por fin llegó el tan ansiado día, no recordaba tan arduo la preparación ni mucho menos la coordinación, le costaron bastante. Pero ya estaba listo nuevamente.
No tenía ni la más remota idea de cómo funcionaba el entrar en los sueños de otras personas pero no se detendría a preguntarle a Yami. Adivinaría sus intenciones y no podía dejar que eso sucediera, le truncaría sus planes.
Llegada la noche se encerró en su alcoba y cerró los ojos.
Al inicio todo era oscuro y frío. Con todas sus fuerzas deseaba no quedar atrapado en ese austero escenario que parecía ser lo que llaman el limbo. Había leído que muchas personas con baja habilidad quedan atrapadas para siempre. No entendía como sucedía pero definitivamente no dejaría su conciencia atrapada.
Se relajó y metalizó a su querido castaño.
Una puerta ostentosa con detalles de diamantes azules destellantes se materializo frente a él.
Tras la puerta había una habitación enorme y lujosa, no dudo que se tratara de su mansión. Miles y miles de habitaciones, cada una cerrada y cada que Yugi abría una se encontraba con algún fragmento de la vida de Seto.
Sentía que ahora podría conocer cada instante de sus vivencias y malas experiencias, empezó por las puertas más pequeñas. Aquellas que parecían querer desaparecer en cualquier instante pero no se trataba de algún recuerdo suprimido, más bien eran memorias a largo plazo. Siguió con las más recientes hasta e día en que entró al instituto, entonces, al final de uno de los tantos pasillos que transitó, se encontraba una puerta tapizada de gamuza celeste, el picaporte tenía incrustados cientos de diamantes.
Una enorme ansiedad creció en su pecho impidiéndole moverse, quería acercarse y no podía, quería gritar y sus cuerdas vocales sólo vibraron sin emitir ningún sonido. Algo detuvo sus acciones.
Ya amanecía pero seguía en la misma pose ¿Qué pasaría si Seto despertaba y él seguía en su sueño? Momento… No estaba en su sueño. Estaba en su subconsciente ¿Cómo era posible? Él sabía que hacerlo era prácticamente imposible con su nula habilidad y experiencia. Su propia respiración le asfixiaba, su pecho se oprimía fuertemente y la cabeza le empezó a dar vueltas. Por acto de reflejo cerro fuertemente sus ojos.
La luz pegaba en su rostro y el calor era sofocante, sudaba a mares, no tenía fuerzas para incorporarse. Viajó su mirada al percatarse de que se encontraba en su habitación.
-Yugi, ya despertaste.
Hablar era algo que tampoco lograba hacer, ni siquiera separar su labios, sólo el veloz movimiento que reflejaban sus ojos demostraba cuan desesperado estaba.
-Tranquilo, ya pasó.
¿Qué hacía Joey en su alcoba? Traía consigo un balde con agua y una toalla con la que secaba la frente de Yugi en un intento de bajar su fiebre.
-Parece que hubieras colapsado. Tus hermanos mencionaron que últimamente has estado actuando raro, tus hábitos cambiaron radicalmente, mencionaron que hablabas en voz alta mientras hacías ademanes con las manos así como un sonámbulo pero después te detuviste abruptamente y perdiste el conocimiento.
¿Todo eso había pasado mientras estaba su mente en la de Seto? No recordaba que ese tipo de acciones las presentara durante su verano con Yami ¿Qué sucedía? Se estaba metiendo en terreno fangoso y mientras más avanzara más se hundiría pero aun sabiendo las consecuencias ahí estaba de necio. Avanzando.
Por unos cuantos días su cuerpo no reaccionó, ya al recuperar su habla y movilidad regresó a la escuela.
El tiempo se le hacía eterno, todo tan vacío, sus instintos demandaban exigencia de trabajo y repulsión por todos y cada uno de los individuos del aula. Un comportamiento no muy propio de él emergía al tiempo que dentro de sí una ansiedad crecía y crecía hasta hacerlo querer llorar. Frustración de no sentirse él mismo y sin motivo alguno.
¿Por qué Kaiba no había asistido en dos semanas? Nadie tenía idea del porque pero les parecía absolutamente normal que el gran CEO se desapareciera cada cierto tiempo por asuntos de negocios. Pero a Yugi su instinto le decía que algo debió de haber ocurrido.
Por la tarde decidió cerciorarse por sí mismo que todo estuviera en orden aun si eso le conllevaba que lo corriera de la corporación a patadas por ser inoportuno, necesitaba verlo, saber que estaba bien.
El imponente edificio lo dejaba sin aliento, el mero hecho de observarlo desde abajo le revolvía las tripas al tiempo que su respiración se congelaba.
La recepción cargaba con un aura pesada, todo a simple vista parecía en orden. Algo sucedía en las entrañas de la corporación, algo que aceleraba su corazón en un ritmo caótico que fácil pudo haber llegado a las 130 pulsaciones por minuto. Era una locura.
Entonces alguien chocó con él.
-Disculpe, llevo prisa.
Un pequeño niño de larga cabellera negra y bien vestido recogía los papeles que recién tiró.
-¿Eres Mokuba Kaiba? – se atrevió a preguntar y es que era imposible no percatarse de su inmenso parecido.
-¿Se te ofrece algo?
Titubeó por unos segundos pero la insistencia de la mirada del menor lo arremetía a la confesión.
-¿D-do-donde está tu hermano?
Tenía miedo de saber la respuesta, Mokuba expandió sus orbes, miro en todas direcciones y llevó a Yugi hasta una de las oficinas desocupadas y cerró la puerta.
-¿Qué sabes de mi hermano?
-Más de lo que debería temo decir – y así era, ya conocía casi toda la historia de Kaiba de cierto modo – soy su compañero de clase, teníamos pendiente un trabajo grupal y nadie ha querido preguntar. Aseguran que es por negocios pero algo me dice que es otra cosa.
Mokuba recelosamente lo acuchillaba con la mirada ¿Por qué ese chico extraño tenía esa pequeña sensación? ¿Por qué decía conocer a su hermano si sabía bien que no dejaba a nadie entrar a su mundo? Pero algo en su mirada le pareció inocente y que realmente le preocupaba saber.
-Mira, Seto… tiene problemas de salud. Dejemoslo así.
-¿Qué tipo de problema?
-Es clasificado.
-Que lo digas así me pone más nervioso.
Mokuba tomó unos momentos para hablar, era un tema delicado que le estaba costando a él y la corporación.
-Verás…
-¡Por favor se directo! – demandó Yugi.
Después de haber sido un poco duro con el pequeño se sintió terrible al ver sus ojos llenos de lagrimones que nublaban su vista y descendían estrepitosamente por sus mejillas.
-Mi hermano está en coma.
CONTINUARA…