Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Déjame ser tus alas por Thirteen Wilder

[Reviews - 81]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Lamento mucho haberme tardado en actualizar, he tenido muchas ocupaciones pero ya me hice de un tiempo para escribir el capitulo nuevo.

¡Mil gracias por sus comentarios!

La oscuridad había abrazado la ciudad, las nubes que anunciaban días lluviosos cubrían aquella luna que se esforzaba por dar un poco de luz a quienes veían su figura detrás de todas ellas.
Había un poco de viento el cual hacia un poco de ruido al golpetear con las ventanas, las ramas se disponían a hacer un par de rasguños para asustar a un pequeñito por la noche. Pero no había nada que pudiera detener a esa sombra que caminaba por los pasillos de la casa de Aioria; de una esquina a otra se escabullía sin ser vista ni oída por los que se encontraban durmiendo, posiblemente ni podía escuchar su propia respiración. Se aseguró que el pequeño Hyoga durmiera profundamente en la habitación que le había sido asignada, también de ver que el dueño del lugar estuviera lo suficientemente ocupado, al igual que ver quienes sobraban estuviera en un estado inconsciente total.
Subió a la parte alta donde estaba la última habitación, bastante lejos de los demás para ser exactos, podría tratarse de un ático acondicionado para que el Alado estuviera cómodo con sus extremidades adoloridas.

La sombra entró en aquella puerta y la cerró por dentro, nuevamente sin provocar sonido alguno, subió el par de escalones que se encontraban ahí, de ser posible que existiera más luz se podría apreciar la pequeña sonrisa en su rostro. Caminó lentamente hasta el lecho del Alado, acarició su rostro un par de veces, teniendo un extremo cuidado en no lastimarlo.

-¿Camus?- susurró con un tono lleno de temor, el nombrado solamente se movió con molestia- ¿En verdad eres tú?-

Esa voz lo hizo moverse un poco, suspiró un par de veces moviendo su mejilla en dirección contraria a aquella mano que lo calmaba con su calor.

-Milo, Milo…-susurró abriendo los ojos- Milo vino por mí- sonrió quedamente, reconociendo con su propia mano la ajena.

-Por fin, no puedo creer que por fin te volví a encontrar- sonrió, colocando su frente con la del Alado-Pasé más de una vida buscándote…

-Yo también, pero jamás lo hice, me desesperé de nuevo- acarició su mejilla- Ahora no pueden separarnos, nada ni nadie-

El moreno sintió sus piernas un poco flojas de la emoción que estaba pasando, subió con cuidado en la cama y se acomodó entre las piernas de quien más amaba.

-Mi cuerpo es muy diferente ahora ¿Sigo gustándote?-

-Tú siempre vas a encontrar una manera de enamorarme, una y otra vez-

Se acercó a su rostro, depositándole un beso que había deseado entregarle hacía ya mucho tiempo atrás, fue respondido con temor, los brazos de ambos se enredaron en el cuerpo del otro, abrazándose con un poco de fuerza durante todas esas muestras de afecto, susurraban cosas, sonreían al separar sus labios, las caricias empezaron a subir un poco de tono conforme pasaban los besos.

-Camus se va a dar cuenta…

-Milo también lo hará- besó su cuello pacientemente.

-Yo he esperado mucho por esto, no me interesa lo que él piense después- soltó un suspiro después de estremecerse por las caricias- Solo ten cuidado, sigo herido-

-No voy a descuidarte, ni una vez más-

La ropa que en ese momento usaba Camus no era tan protectora, podía abrirse con facilidad por lo que pudo bajar poco a poco por su cuello, dándole un sinfín de besos en el pecho, acariciando con cuidado usando sus labios cada una de las heridas que podían verse a simple vista, le pedía disculpas cada que separaba su rostro de su cuerpo.  Comprendió todo el sufrimiento que había pasado los días que siguieron después de su muerte, él con tan solo ver su cuerpo así de mallugado sentía un horrible vacío en el estómago, pero Camus lo vio sin vida durante días, trató de reanimarlo, lo abrazó hasta que sus fuerzas se habían terminado y le dedicó sus últimos segundos aferrado a él.

Con movimientos lentos y algo dolorosos, Camus abrió la camisa de Milo, sus ansias no podían ser expresadas tan abiertamente por su situación, entrecerró sus ojos y abrió sus labios al sentir aquellas manos acariciándolo de nuevo, haciéndole saber que las cosas ahora si estarían mejor, que no iban a separarse con facilidad, sin importar lo que aquellos cuerpos en los que habitaban dijeran. ¿Cómo iban a convencerlos? ¿Cómo iban a lograr que ese par se lograra amar tanto como  hacían sus recuerdos? Las preguntas le paseaban por la cabeza una y otra vez durante esos besos, hasta que sintió algo más que Milo hacía.

-¿En verdad vas a hacerlo?- acarició su cabeza.

-No puedo soportarlo más- de sus ropas ya no quedaba nada, las sabanas los cubrían hasta lo que fuera necesario- Quiero amarte como aquellas veces-

-No sé si Camus logre traer de vuelta a Huevito-

-Eso no es lo importante ahora- paseó sus dedos buscando un lugar para hacerse espacio, necesitaba de aquella unión con urgencia.

-Milo estará conmigo de nuevo- abrió las piernas un poco, y alzó las caderas al sentir como lo invadía poco a poco.

Las sensaciones eran completamente diferentes a cómo podía recordarlas, era una entrada diferente, pero podía sentirse seguro de continuar con aquello que había empezado, poco a poco fue entrando en él, besándolo para evitar algún ruido que llamara la atención de todos los que Vivian en esa casa. Por fin volvía a hacerlo suyo, y por fin, volvía a formar parte de él. Los movimientos fueron apareciendo poco a poco, sus respiraciones se convirtieron en una, los labios y las manos se buscaban desesperadas en entre aquellos suspiros y la penumbra en que se encontraba bañada la habitación.

Caricias por aquí y por allá, las sombras bailaban esa noche que era testigo de ese acto que podía ser tachado como uno lleno de egoísmo, o bien, como uno desesperado por dos almas que se habían buscado a través de los años, nadando en el mar del tiempo y viviendo de sus recuerdos cada que podían tenerlos.

¿Diferente? ¡Claro que iba a ser diferente todo aquello! Físicamente lo era para ambos, Milo no era igual a como solía ser, y las diferencias en Camus eran más que obvias a simple vista, los nuevos miembros extras que tenía podían moverse por las sensaciones que estuvo teniendo, Milo le prestaba atención a otro que tenía debajo, con una apariencia física más parecida podía darle más placer, solo quería que estuviera consciente de que podía recordárselo, recordarle esas formas de afecto que para los humanos llegan a ser consideradas como máximas.
Los movimientos iban en aumento, los gemidos y suspiros de ambos se perdían entre sus labios que desesperados no pretendían separarse. Trataron de hacer que aquel momento durara el mayor tiempo posible, pudieron observar como aquella luna borrosa se había escapado de la ventana desde hace un rato, las estrellas les sonreían, curiosas por lo que ocurriría con ese par de criaturas que habían sido unidas y cruelmente separadas. Camus podía sentir como aquello se terminaba poco a poco, sus caderas lo movían mucho más fuerte en contra del cuerpo de su amado, su miembro se perdía entre ambos cuerpos, disfrutando la fricción de ambos y las manos que lo acariciaban sin piedad alguna. No le importaba si lastimaba las alas que colgaban de su espalda, continuó con aquel vaivén que lo enloquecía hasta el punto de haber estallado sin aviso alguno. Milo lo observó con amor, besó con más ternura sus labios y con un par de empujones profundos hizo lo mismo, dejando dentro toda su semilla.

-¿Por qué debemos hacerlo así?- suspiró con la voz hecha un hilo, acarició la espalda de Milo quien yacía encima.

-No me importa, si deba venir en las noches a visitarte ¡Que lo descubran! Ellos no pueden hacer nada-

-Pero no es nuestra vida-

-¿Te arrepientes de haberlo hecho?-

-Milo lo pregunta como si no me conociera- sonrió, besando su frente-¿Qué ha pasado con ese cuerpo? Tiene muchas marcas aquí- palpó partes de su piel donde sentía hendiduras, aquellas cicatrices solo hacían más suave el lugar.

-No lo sé, hay cosas en este cuerpo que no entiendo, no hay muchos recuerdos tampoco, y los que hay son confusos- salió con cuidado, no podían dejar tanta evidencia, iba a ser peligroso.

Charlaron durante unos cuantos minutos más, el reloj que estaba ahí marcaba las 5:00 a.m. y pronto iba a amanecer, acabando con todo aquel encuentro, si no se apresuraban pronto, no iban a poder estar juntos de nuevo.

Milo lavó su cuerpo con cuidado, eliminando todo rastro de su aroma y lo mejor que pudo de su semilla, si había una próxima vez, iba a tener que usar algún tipo de protección para evitarse todo aquello. A simple vista todo parecía normal, los últimos besos que se regalaron antes de partir fueron uno más largo que otro, pero tuvieron que separarse, con la esperanza que esos encuentros se volvieran algo rutinario.

Al día siguiente Milo despertó en su cama, con una extraña sensación de calma que hacía mucho no sentía, le parecía inclusive que el sol estaba más brillante que nunca. Se dio una ducha rápida, sin darse cuenta que una que otra marca nueva que había en su cuerpo, no era algo que le llamara la atención. Fue a hacerse un desayuno para él y Hyoga, quien tenía un rostro de miedo.

-¿Por qué la cara?

-Algo le sucede a mi maestro, despertó de buen humor

-Ah, seguro que ya no siente mucho dolor- parte del increíble desayuno balanceado era un cereal con azúcar en exceso.

Milo tarareaba en su camino a la oficina-dormitorio de Aioria, traía un bol especial para él, lo encontró como siempre babeando sus papeles en el escritorio, su amigo se había convertido en un entusiasta de las aves de un día para otro.

-Despierta  gato, tienes mucho trabajo que hacer-

-Es sábado, es mi día de descanso- abrió los ojos con una cara de pocos amigos- ¿Sucedió algo especial que deba saber?- tomó el bol y comenzó a comer

-Tuve una noche muy reparadora, aunque tuve un sueño un poco extraño

-¿Otra vez tus sueños eróticos? ¿No has pensado en comprarte un consolador?-

-Eso díselo a tu novia-

-Imbécil- miró a otro lado ligeramente ofendido- En otro asunto más serio ¿Piensas mantener a los dos Alados aquí?

-Claro, tu casa es muy segura-

-Pero ellos no, podrían matarte y se nota que no eres santo de la devoción del grande-

-Lo que ese pingüino piense de mí no es importante, no iba a dejar al niño así-

-Me llenas de dudas, no lo pensaste dos veces cuando él te pidió que fueras a rescatar a su maestro, cuando escuchaste su nombre te fuiste como bestia a la salida-

-Bueno, soy un alma del cielo-

-Si claro, alma del cielo lo que te sale por detrás cada que comes picante-

La charla tomó otros temas, el pequeño alado se asomó con cuidado de no interrumpir ni escuchar nada indebido, así fue como su maestro lo había instruido durante ese tiempo. Había terminado su desayuno y tenía una ansiedad muy extraña recorriendo su cuerpo, era obvio que la bomba de azúcar que le habían dado hizo sus efectos.

-¿Interrumpo?-

-Para nada, puedes entrar- Aioria tenía un don especial con los menores quienes confiaban en él muy rápido.

-Quiero disculparme en nombre de mi maestro, su actitud no fue buena-

-No te preocupes, estaba asustado supongo-

-Verán, mi maestro tiene sus razones para ser así con los humanos- los hombres lo miraron con atención- Él tenía un hermano mayor de nombre Degel, era el estudioso en nuestra colonia, le gustaba aprender de los sabios y todo el tiempo hacia un montón de preguntas, mi maestro lo admiraba mucho y quería ser como él cuando creciera-

-¿Qué pasó con él?- Milo comía y lo miraba

-Un día se corrió la voz por la colonia, había un cazador cerca del lugar, Degel tenía cierta curiosidad, si era un humano podía encargarse de él con sus habilidades. Regresó a los dos días con él del brazo, unos eruditos se dieron cuenta de que esa persona no era buena, pero Degel se negó a dejarlo ir. Aparentemente se había enamorado de ese humano, dejó todo atrás y se fue con él. Dicen que debió de haber muerto, pues ya no sintieron su presencia jamás. Desde ese día mi maestro empezó a odiar a los humanos con toda su alma. No hay nada positivo que me enseñe de los de su raza, por eso no dudé en pedirles ayuda en cuanto vi que Milo no me haría daño.

-No puede encasillar a todos así-

-¡Pero mi maestro no es malo! Es muy amable si lo conocen, sabe muchísimas cosas, y aunque lo niega- miró hacia ambos lados y susurró- Sabe cantar muy bonito, lo he escuchado tarea una canción de cuna cuando está solo, o por las noches mientras medita.

-Creo que no me porte nada bien con el pingüino, le debo una disculpa, al menos así verá que puedo tener tanta “clase” como él.

-¡Claro que sí! ¡Seguramente ustedes dos podrían ser buenos amigos!-

Terminó su desayuno y seguido por el pequeño y Aioria, subieron al “nido mayor”, había encontrado un sinfín de nombres para el avestruz aquamarina que tenían en el ático. El par se detuvo en la puerta, alegando que este problema era de una mala primera impresión que se habían dado. Esperarían afuera en caso de que fuera necesario.

-Buen día, Camus- dijo sin mirarlo, había algo en la habitación que lo mareaba.

-¿Dónde está Hyoga?- tampoco quiso darle la cara

-Él está bien, ya desayunó y le dimos los medicamentos que necesita-hizo una ligera pausa cuando se detuvo al borde de la cama- ¿Cómo te sientes tú?-

-No siento dolor, pero siento un poco de incomodidad en las piernas-

 -Creo que no estás bien acomodado en la cama, déjame ayudarte- alzó la mirada por fin, había algo diferente en el Alado esa mañana, su piel se veía brillante como aquel sol matutino, el leve flujo de sangre en sus mejillas lo presentaban con una tonalidad más sana.

-¿Qué tanto me miras?- frunció el ceño, la cercanía de ese humano no le gustaba.

-Nada, solo creo que has sanado algunas heridas- se detuvo al sentirse en peligro- Vine a disculparme por mi actitud de ayer, aunque tú tampoco fuiste mejor que yo.

-¿Qué clase de disculpa es esa?-

-La mejor que puedo pensar- se sentó al borde de la cama- Aparentemente no te agrado, y tú tampoco me agradas del todo, pingüino, quiero que Hyoga esté sano y cuando lo haga, pueden irse, vuela hasta el sol si así lo deseas-

-Vaya, para un ser “civilizado” eres un arrogante, piensas que te debo la vida, humano estúpido, si yo quisiera podría congelarte en este instante-

-¿Y por qué no lo haces?- se acercó para encararlo

-Aléjate de mí- amenazó

-No hasta que me respondas. ¿Qué te detiene?

-Te lo advierto, no quiero que te aproximes ni un centímetro más- sus ojos parecían brillar aumentando la amenaza.

-No todos los humanos somos iguales, espero que lo entiendas-

-Escúchame, hay una incomodidad que tengo con solo verte, detesto como se apodera de mí desde el momento que escuché tu voz, así que te ordeno que te apartes de mí o si no…

-¿Sino que? ¿Vas a enamorarte de mí? ¡Entonces no seas estúpido como Degel y ya, no te enamores de ningún humano!-

La furia en los ojos de Camus se apoderaron de él, haciendo que lo tomara de la muñeca, congelándola al instante junto con la mano, Milo se alejó al verse capturado por el hielo.

-¡Te dije que mantuvieras la distancia, pero tu voz es algo que podría escuchar aun estando muerto!- el hielo se iba expandiendo en el brazo del moreno.

-¡Pues que mejor! ¡Al menos yo no podré escucharte a ti!- se acercó y usando su brazo congelado, le propinó un golpe en el rostro.

Los gritos fueron escuchados desde afuera de la habitación, haciendo que quienes vigilaran se fueran corriendo de inmediato al lugar, Aioria tomó a Milo de ambos brazos apartándolo del ave, y Hyoga solo pudo ponerse encima de la cama, deteniendo con su cuerpo los ataques del mayor.

-¡No puedes ir congelando todo cuando las cosas no te gustan!- gritó Milo, haciendo poco esfuerzo por zafarse del agarre.

-¿¡Y acaso no puedes respetar las opiniones ajenas!?- su temple se había perdido,  Hyoga lo había visto enojado muy pocas veces.

-¡Y me dices a mí el incivilizado!-

-¡Tú mismo me has dicho que soy un pájaro! ¡Ustedes nos tachan de fenómenos alados cada que nos miran cuando los más inconstantes son los humanos!-

-¡Eres un estúpido mal agradecido!-

-¡Aleja a ese humano de mi vista antes de que lo despedace!- amenazó, bajando la temperatura del lugar.

Aioria sacó a su amigo, confiando en que el pequeño Hyoga podría calmar el temperamento de su maestro, ese par podría matarse si llegaran a quedarse solos en una habitación, tendrían que trabajar mucho para eso. Lo cual le parecía extraño, cuando la noche anterior había visto a Milo salir de la habitación del alado, con una enorme sonrisa.

Notas finales:

¿Este par logrará hablar sin matarse en el intento?

¿Aioria sabe cosas que nosotros no?

¿La pagina dejara que Klmary me deje un review a la primera?

Todo esto y mas en el siguiente capitulo jajaa!!

Gracias por leer!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).