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El último partido por Fullbuster

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Naruto volvió a casa más distraído que de costumbre. Tan sólo el olor de la comida recién hecha consiguió sacarle de sus pensamientos en cuanto abrió la destartalada puerta de su hogar. Su padre pese a estar en aquella silla, seguía utilizando la cocina aunque con mayor dificultad que antes. Sabía perfectamente cómo se sentía su padre, como un inútil, un inválido al que tenían que ayudar prácticamente en todo desde hacía dos años.


A su accidente se unió su embarazo, aquellos días fueron difíciles pero por suerte la gente de allí les ayudó en los momentos más complicados. La sonrisa de Naruto se dibujó enseguida en cuanto vio venir corriendo por el pasillo a su hijo. Año y medio y ya corría, al menos cuando no tropezaba por la torpeza de sus propios pies y se caía al suelo.


Le vio estirar sus brazos hacia él mientras corría. Dejó caer la bolsa de deporte desde su hombro hasta el suelo y dejó el stick apoyado contra una de las paredes de madera agachándose a la altura de su hijo, estirando también sus brazos y dejando que su hijo llegase hasta él abrazándose a su cuello con fuerza mientras reía. Naruto se levantó cogiendo a Kaito en brazos y caminó hacia la cocina mientras levantaba la camiseta del pequeño y hacía pedorretas en su estómago haciendo sonreír al pequeño.


- Mi pequeño cada día está más grande – sonreía Naruto jugando con el niño.


- ¿Qué tal  ha ido el partido? – preguntó Minato.


- Hemos perdido y para colmo hemos echado al entrenador por mala conducta del equipo.


- Eso no es bueno – sonrió Minato.


- No lo es. Voy a tener que ir a disculparme y odio hacerlo.


Minato sonrió, siempre lo hacía con su hijo y más al ver aquel leve sonrojo en sus mejillas. Se notaba que estaba en una encrucijada, quería disculparse porque sabía que había hecho mal, pero no quería disculparse precisamente con aquel chico por algún motivo que sólo él sabía. Minato no quiso intervenir en la decisión de su hijo pero sí tenía las palabras para animarle.


- Siempre has sido muy valiente y has afrontado las situaciones que la vida te ha planteado de frente. Estoy convencido de que seguirás haciendo lo que crees correcto.


Naruto sonrió. Su padre siempre tenía las palabras adecuadas en el momento en que él más las necesitaba. Sabía de sobra que su padre había cambiado mucho desde el accidente, era más reservado, más introvertido y apenas hablaba de sus sentimientos, no era el Minato alegre y fuerte que una vez conoció, a ese hombre al que admiraba desde lo más profundo, aun así, seguía admirándole, porque seguía viendo aquella fortaleza en él, la tenía, oculta entre toda su capa de inseguridad e inexpresión de sentimientos, estaba allí. Quizá su padre no pudiera verla, pero él lo hacía.


- Por cierto, papá… Ese nuevo policía que está por aquí… ¿Qué te trajo? – preguntó Naruto.


- Una carta certificada del hospital. Nada importante – sonrió Minato.


- ¿Tienes que ir a alguna revisión o algo?


- No – sonrió con más amplitud Minato pero al ver que su hijo no se quedaba conforme con su respuesta habló de nuevo – era una carta del seguro médico, nos abonaban la última estancia en la habitación. Nada más.


- Vale – se tranquilizó Naruto.


- Seguro que estás cansado, yo pondré la mesa. Puedes ir a ducharte si quieres mientras termino de preparar la cena.


Naruto con una sonrisa, dejó a Kaito en el suelo frente a unos cubos de madera con los que solía jugar el niño y se marchó a la ducha. Tras la cena, acostó a su hijo leyéndole su cuento favorito y acabó durmiendo con él. Kaito se negaba a querer irse a la cuna, así que al final, solía dormir en la cama con su padre. Todos los pediatras le insistían en que debía aprender a dormir solo pero Naruto era incapaz de negarle aquello a su hijo, verle triste cuando se quedaba solo le rompía el corazón. Hacía mal pero era algo superior a sus fuerzas.


Otra de las cosas que le preocupaba era su falta de conversación. Los niños de la guardería todos chapurreaban alguna palabra, quizá no hablasen pero aunque fuera una palabra eran capaces de decir, su hijo no había pronunciado ni una hasta el momento y no lo entendía. Cuando comentaba su preocupación con Minato o con Deidara, los dos le decían lo mismo “ya hablará cuando tenga algo que decir” o un “cuando aprenda, no querrá callar y agradecerás el tiempo que mantuvo silencio”. Siempre sonreía y se relajaba cuando ellos le decían esas cosas, pero a medida que el tiempo pasaba, volvía su preocupación sobre el mismo tema.


Por la mañana, tras el desayuno y dejar a su hijo en la guardería que llevaban sus antiguas compañeras de instituto, Ino Yamanaka y Tenten, decidió pasarse por la casa de Deidara y hablar con él antes de tener que disculparse con Sasuke. Quizá necesitaba relajarse un poco en su único día libre antes de tener que enfrentar a aquel arrogante Uchiha que le sacaba de los nervios.


En su camino hacia el muelle, se encontró con Hinata Hyuga, también antigua compañera suya del instituto. Aquí en el pueblo todos se conocían, era habitual encontrarse y hablar de cosas cotidianas. Hinata había estado estudiando fuera, en la capital. Estudió medicina  junto a otra de sus compañeras, Sakura Haruno, pero al volver al pueblo, prefirió hacerse profesora del colegio dejando a Sakura de enfermera en el único centro médico de la ciudad.


En la isla nunca había habido un colegio, todos los niños debían cruzar en ferri todos los días y viajar dos horas para ir y dos para volver al colegio de la ciudad de Wakkanai. Hinata vio aquella necesidad en los pocos niños de la isla y decidió abrir una pequeña clase para enseñarles más cerca de casa. No era gran cosa, pero al menos no tenían que estar siempre en continuos viajes a la ciudad, era un buen gesto a agradecer. Seguramente su hijo cuando acabase la guardería pasaría a formar parte de su clase.


Hinata le saludó desde la lejanía levantando su mano y Naruto imitó el gesto con una gran sonrisa. El resto de niños seguía en perfecta fila india a su profesora en dirección al colegio, todos cogidos los unos a los otros de las manos sin soltarse. A Naruto siempre le había hecho mucha gracia ver aquellas escenas. Un día tendría que presenciar cómo su hijo imitaría aquello.


Siguió caminando hacia el embarcadero. La casa de Deidara, una pequeña cabaña frente al mar siempre estaba arreglada. Tenía un don con sus manos, parecía que todo lo que tocaba fuera capaz de arreglarlo. No era una gran casa, de hecho era posiblemente una de las más pequeñas de la zona pero era preciosa. Su jardín siempre estaba arreglado, las flores desprendían un olor embriagador y los colores que tenían combinándolos con el verde y el rojizo de las hojas lo convertían en la zona más bonita del pueblo.


Subió los dos peldaños hacia el porche de madera y tocó a la puerta. Esperó unos segundos pero no recibió respuesta así que volvió a tocar. Tampoco le abrieron. Deidara no debía estar dentro. Extrañado por aquello, decidió dar una vuelta por la blanca arena de la playa, debía estar por alguna zona no muy lejos. Tras apenas cinco minutos caminando hacia la escollera del fondo, lo encontró en la zona de agua tranquila, estaba haciendo unos largos, seguramente entrenando. Era raro verle allí, generalmente evitaba desnudarse en público.


Naruto siempre achacó aquella peculiaridad a algo que le ocurriría en la universidad. Ninguno del equipo tenía pudor alguno de desnudarse en público, estaban acostumbrados a que sus compañeros estuvieran por allí y realmente no se fijaban los unos en los otros, iban a la suya. Que Deidara hubiera estado en el equipo universitario le decía que debía estar acostumbrado pero era todo lo contrario, se comportaba demasiado extraño para lo que debía haber vivido.


Se acercó hasta donde estaba la toalla del rubio y la cogió en sus manos esperando a que saliera del agua. Sonreía al verle hacer los largos sin percatarse de que estaba allí pero la sonrisa se le borró del rostro cuando al verle salir de frente, se fijó en las cicatrices de su abdomen.


Deidara que ni se había fijado en que Naruto estaba allí, cuando consiguió verle se dio cuenta de que era tarde para tratar de ocultar lo que siempre mantenía fuera de la vista de todos. Ninguno de los dos dijo nada en aquel momento pero Deidara le quitó con rapidez la toalla de las manos de Naruto y se cubrió con ella.


- Lo siento – dijo Naruto – yo sólo… pasaba por aquí y…


- No importa, Naruto – intentó sonreír Deidara para que olvidase lo que había visto, pero Naruto no podía borrar aquellas marcas de su mente.


- Sé que quizá me meto donde no me llaman pero… ¿Estás huyendo del que te hizo eso?


Deidara resopló y aprovechó para sentarse al lado de Naruto aún cubierto con la toalla, dejando que el resto de su piel al descubierto se secase al sol.


- Fue un atraco en la capital – empezó a contar Deidara con un tono de voz más bajo de lo normal. – Una noche al salir del trabajo, iba hacia mi coche cuando me asaltaron un par de hombres. Creí que querían robarme pero cuanto más lo pienso, más dudas tengo.


- ¿Por qué? – preguntó Naruto.


- Se llevaron la cartera y lo que encontraron de valor pero… igualmente se lo habría dado sin necesidad de atacarme así que a veces pienso... ¿Qué necesidad había de recibir cinco puñaladas? – sonrió Deidara – cada vez que lo pienso me resulta más extraño. Así que sí, estoy huyendo, Naruto, huyo de la ciudad, de sus problemas, del pasado… aunque éste siempre acaba alcanzándonos.


- ¿Por esas marcas es por lo que nunca te desnudas en público? Siempre te cambias antes o después de que lo haga el equipo.


- Ya las has visto, Naruto, no quiero tener que dar explicaciones cada vez que la gente las vea. Sólo quiero olvidar todo aunque hay días que parece imposible, prácticamente todos. Algunas veces he llegado a pensar si el atraco sólo fue un pretexto y realmente querían verme muerto.


- ¿Quién querría verte muerto? – preguntó Naruto alterado.


- La persona de la que huyo – susurró Deidara.


-  No le diré nada al equipo si es lo que quieres.


- Estoy más seguro cuando la gente no sabe nada. No quiero meter a nadie en mis problemas ni quiero que la gente que me buscaba se entere que estoy aquí escondido. Sólo quiero pasar desapercibido, nada más.


- Vale. No diré nada, Dei.


- ¿Y tú? ¿Qué hacías por aquí? – intentó sonreír Deidara.


- Supongo que tratar de retrasar el momento en que tenga que ir a la casa de los Uchiha a disculparme por el comportamiento que tuvimos en el campo.


Deidara empezó a reír en aquel momento. Sabía lo terco que podía ser su capitán y eso de dar una disculpa iba a costarle casi tanto como que el mismo Sasuke Uchiha lo hiciera. Eran tal para cual. Quizá Sasuke más serio y egocéntrico que el divertido Naruto, pero igual de cabezones los dos.


- Es un buen chico. He venido a nadar porque me lo recomendó él – comentó Deidara sorprendiendo a Naruto – ya sabes que jugué en la universidad pero tras… esto – dijo señalando su abdomen refiriéndose a las cicatrices y la recuperación tras las puñaladas – no he vuelto a jugar, al menos no hasta que tú me convenciste de hacerlo. No estoy en las condiciones que estaba antes así que pasé a preguntarle a Sasuke. Me recomendó unos ejercicios para recuperar la musculatura que había perdido.


- Quizá podría aplicarse él también – dijo Naruto ofuscado – si le viera jugar puede que viera que es bueno y decidiera seguir sus consejos.


- Sasuke no puede jugar.


- ¿Qué? – preguntó Naruto.


- Tiene una lesión en la rodilla derecha. Lo disimula bien pero a veces hace algún gesto extraño al caminar, imperceptible para el resto de la gente pero se lo he visto – sonrió Deidara.


- ¿Cómo sabes eso?


Deidara se sintió pillado por la pregunta. Era cierto que para él era fácil ver esas cosas, había sido cirujano, había estudiado medicina y era riguroso pero Naruto no sabía nada, él mismo había estado ocultando que era médico y no quería desvelarlo así sin más para que sus perseguidores le encontrasen. Decidió mentir.


- Tuve un compañero en la universidad que estudió para fisioterapeuta, veía esas cosas y creo que me pegó algunos de sus defectos. No sé, Naruto, simplemente lo he visto. No se lo digas, no creo que le siente bien darse cuenta de que sabes de su lesión. Está intentando ocultarlo lo mejor que puede.


- No le diré nada. De todas formas creo que no sirve de mucho retrasar más el momento, iré a disculparme con él.


- De acuerdo.


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