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El último partido por Fullbuster

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El viento soplaba con fuerza en el exterior de la vivienda. Las sombras de los árboles creaban un extraño y siniestro movimiento pero a ninguna de las dos personas que se encontraban en el interior de la aislada vivienda les importaba en exceso el mal tiempo de fuera, ni los silbidos de ese espeluznante viento, ni siquiera el ruido de las maderas de las contraventanas moviéndose, nada podía distraer la mente de aquellos dos chicos que se habían dejado llevar hasta el más profundo de sus sentimientos.


Los silenciosos besos se profundizaban con suavidad, dejando ambos que sus lenguas se encontrasen en un baile que habían deseado desde hacía demasiado tiempo. Los suspiros y leves jadeos que el rubio dejaba escapar a cada roce de las manos de Itachi por su cuerpo deleitaban los oídos del moreno, que se negaba a soltar a ese chico que se paseaban siempre por sus más excitantes sueños.


Para Deidara, saber que aquella oscuridad ocultaba su cuerpo, era todo un alivio. Por alguna razón, ni siquiera con Itachi se sentía conforme de enseñar su cuerpo, puede que incluso con él se agravase la situación y es que… tenía miedo de que sintiera repulsión por él cuando viera sus marcas, cuando viera que ya no era aquel chico perfecto de marcados abdominales que entrenaba durante largas horas al lacrosse. Ahora sólo era un chico más, menos tonificado que antes, con horrorosas cicatrices, no volvería a ser el de antes y tenía miedo de que Itachi no pudiera enamorarse del chico actual.


Las manos de Itachi subieron por el tonificado cuerpo de Deidara, arrastrando con suavidad su camiseta para tratar de quitarla. Pese a que Deidara opuso algo de resistencia al principio, Itachi con algunas suaves caricias, acabó relajándole hasta conseguir quitársela, dejándola junto a ellos en aquella cama.


Tantos años sin decirse la verdad tras sus sentimientos y ahora… Itachi no podía pensar en otra cosa que en lo idiota que había sido por esperar tanto, por haber sido víctima de la vergüenza que le producía abrir su corazón a otra persona, porque se sentía feliz al lado de Deidara. Él era todo lo que había necesitado en la vida, pero sólo ahora se daba realmente cuenta del tiempo que había desperdiciado por guardarse las palabras más importantes que debieron salir hacía años.


Sentir los suaves dedos de Deidara deslizándose por su mejilla y su cuello era una sensación que jamás olvidaría. Sus labios, tan atrayentes como ningún otro, dejaban impresos en su mente la sensación de felicidad, porque no podía haber mayor felicidad que aquel sentimiento que dejaban a cada movimiento.


Un leve gemido se ahogó en la boca de Itachi cuando éste bajó sus manos por la cintura del rubio en busca del tan ansiado cinturón. Las yemas de sus dedos rozaron las cicatrices, produciendo un escalofrío en Deidara que cogió con fuerza la muñeca de Itachi bloqueándole una vez más el camino. Al darse cuenta Itachi, entendió claramente lo que le estaba echando hacia atrás, pero una sonrisa se dibujó en sus labios al entender qué era.


- Shh, cálmate – le susurró Itachi – eres perfecto tal y como eres.


- No mientas, no necesito tus cumplidos para un poco de sexo – comentó Deidara aparentando frialdad pese a ese seductor sonrojo que había inundado sus mejillas.


- No miento, nunca lo hago. Siento haber tardado tanto tiempo en decirte esto, Dei, pero no volveré a cometer ese error.


- No pude amarle – escuchó que decía Deidara – al menos no como te amé a ti. Kabuto es… no es buena persona – acabó diciendo tras pensar varios segundos – y sé que es tu amigo.


- Lo era, pero yo no salí con él. Quizá no le conozco tanto como pensaba.


- Puede ser – dijo Deidara.


- Pero sí sé una cosa… te quiero y yo no soy como él. Puede que no sepa qué te hizo, que no pueda ni imaginarme cómo te trató en vuestra relación pero sé una cosa… yo no voy a hacerte ningún daño. Te quiero demasiado para eso.


- Eso decía también tu amigo – susurró Deidara algo enfadado o quizá… decepcionado.


- Yo no soy él y lo digo muy en serio. Déjame cuidarte, sólo necesito una oportunidad, Dei, una sola.


- Eres muy persistente – susurró una vez más Deidara con las mejillas envueltas en un elegante y seductor sonrojo.


Itachi colocó sus manos sobre aquellas mejillas y sonrió. Aquel era el Deidara que recordaba de la Universidad, el chico dulce y algo tímido, el cohibido al que le costaba interactuar con la gente pero que en el fondo, una vez le conocías, era un gran hombre. Deidara, al notar aquel dulce contacto, se dejó acariciar, perdiendo sus ojos en la profundidad de la mirada que Itachi le ofrecía. Por un momento, sintió que estaría perfecto poder perderse en aquellos ojos, en esos pozos oscuros que tenía, dejar su dolor allí guardado para no dejarlo salir nunca más.


Sus labios volvieron a unirse, esta vez en un beso más tranquilo, más sensual y sobre todo, cargado de todo el deseo que sentían el uno por en otro. Las manos de Deidara temblaron cuando agarraron la camiseta de Itachi. Sentir las yemas de Itachi sobre el dorso de su mano le hizo sonreír. Por primera vez en mucho tiempo, Deidara observó cómo el temor desaparecía, quizá porque era Itachi con quien estaba, porque confiaba en él, por la dulzura de sus caricias, por la comprensión.


Itachi desabrochó con lentitud el pantalón de Deidara. Tantos años soñando con aquel momento y ahora, por fin lo tenía al alcance de su mano. Su corazón aceleraba los latidos a cada segundo, deseoso de emprender aquel nuevo viaje junto a Deidara, excitado por su cuerpo, motivado por el deseo que siempre había sentido por ese chico.


Bajó la ropa con cautela, con mucho cuidado, algo que hacía cosquillas a un Deidara que trataba de moverse lo menos posible dejando hacer a ese chico del que tantos años estuvo enamorado. Ni siquiera podía creerse que estuviera allí con él.


Una vez ambos se quedaron desnudos, Itachi no perdió más tiempo para empezar a preparar a Deidara. Se tomó su tiempo, no quería apresurarse y menos tras comprobar lo inseguro que Dei se sentía. Pese a las dudas que tenía, el rubio no se quedó atrás, tomando entre su mano derecha el miembro de Itachi para masajearlo y excitarle más de lo que ya estaba en aquel momento.


Cuando ambos estuvieron listos, Itachi se recolocó lo mejor que pudo para introducirse en la abertura del chico. Lo hizo con cuidado, con toda la delicadeza que pudo sacar pese a sus inmensas ganas por hundirse en él, pese a la desesperación que le causaba tenerle tan cerca y tener que ir tan lento. Sabía que Dei hacía mucho tiempo que no había mantenido relaciones y se notó sobre todo en los rasgos que colocó su rostro, esos leves movimientos que indicaban que le dolía.


Estaba a la mitad y pensó si no sería mejor parar, pero Dei pareció darse cuenta de las dudas de Itachi cuando le incitó a continuar. No podía echarse atrás ahora, ninguno podía ni querían, acabarían lo que habían empezado. Itachi terminó de recorrer el trozo que le quedaba introduciéndose por completo, sintiendo cómo Dei se agarraba con fuerza a sus hombros y escondía su rostro en la clavícula del moreno tratando de ahogar sus quejidos.


Itachi se movió con lentitud, sintiendo las estrechas paredes de Deidara y un nuevo quejido por su parte. A cada movimiento, Itachi sentía que algo se rompía en su interior, no quería ver sufrir a Deidara y escucharle quejarse, le partía el alma, pero Deidara le insistía en que siguiera pese a que él quería parar.


- Dei… hagámoslo otro día.


- No – dijo Deidara casi enfadado – se me pasará pronto, te lo prometo. Sólo… hace mucho tiempo que no tengo relaciones, ¿vale?


- Estás muy tenso, está claro que algo te preocupa.


- No me preocupa nada, por favor…


Itachi observó cómo aquellos ojos brillaban síntoma de que las lágrimas querían salir, pero no creía que fuera por el dolor físico, sino por algo mucho más interno, el dolor psicológico, sus traumas con Kabuto, el dolor que había guardado durante tanto tiempo, el miedo a iniciar una nueva relación, a estar con otra persona. Se notaba que estaba luchando contra su propio miedo pero su cuerpo aún estaba tenso.


- Intenta relajarte, Dei – le aclaró Itachi.


- Lo intento – aclaró.


Itachi al ver que Deidara no lo conseguiría solo por lo tenso que estaba, sin dejar de moverse con cuidado para ir dilatándole más, mordisqueó con suavidad el lóbulo de su oreja tratando que se centrase en otra cosa, bajando para besar su cuello creando escalofríos de placer en él. Por un momento, sintió que Deidara empezaba a relajar los músculos dándole mayor acceso, así que continuó hasta llegar a besarle con pasión. En aquel momento, tras varios minutos de sufrimiento, finalmente consiguió escuchar los primeros gemidos del chico. En cuanto sintió que su cuerpo se relajaba, fue cuando inició el movimiento más rápido. No se detuvo, tampoco detuvo el movimiento de su mano en el miembro de Deidara, pero todo terminó cuando ambos llegaron a su máximo placer.


Al salir de Deidara, los dos reposaron en la cama, sin siquiera cogerse pero mirándose atentamente recobrar la respiración ahora entrecortada. Ambos sabían que tenían que decir algo, pero las palabras no salían. Tampoco hacían falta, los sentimientos brotaban por sí solos. Itachi levantó el brazo enseñándole la mano y Deidara, al verlo, elevó también su brazo enredando sus dedos con los de Itachi en una leve sonrisa que alegró el corazón del moreno, por fin podía verle una sonrisa a ese chico.


- ¿Estás bien? Me has preocupado.


- Estoy bien – le dijo Deidara.


- Quizá algún día puedas contármelo – susurró Itachi – porque sé que no era sólo el dolor físico. No sé lo que llevas dentro de ti carcomiéndote pero… quiero ayudarte a sanar tu corazón. Me gustaría que me permitieras intentarlo.


- Itachi… mi corazón está roto por completo.


- Pegaré los pedazos, Dei – sonrió Itachi agarrando con más fuerza la mano del rubio – no puedo hacer milagros, Dei, pero hoy he conseguido que sonrías al menos unos segundos, quiero intentarlo. ¿Qué pierdes por dejarme intentar algo?


- ¿Y tu amigo? – preguntó Dei - ¿Qué ocurrirá cuando Kabuto se entere de esto?


- Que tendrá que asimilarlo o vérselas conmigo, porque yo no voy a renunciar a ti.


- No quiero que te metas en problemas y es Kabuto… no le conoces bien.


- Da igual lo que quiera hacer… ya te lo he dicho, no renunciaré a ti.


- Es el hijo de un importante candidato al gobierno – le dijo Deidara – estarás en problemas, no es recomendable meterse con él.


- Da igual. Yo soy un Uchiha y nadie va a meterse con las personas que me importan, da igual quién sea.


- No tienes fuerza para hacer algo en su contra. Tiene muchas influencias, mucho dinero.


- Y yo un tío policía capaz de sacar los más sucios trapos de su pasado y meterlo en problemas – sonrió Itachi hablando de Madara – no se atreverá a decirme nada, tampoco tiene por qué enterarse, él no sale de su ciudad y estamos en una isla perdida de la mano de dios. Vamos… sé mi novio, dame una oportunidad de sanar tu corazón, sólo una.


- Está bien – susurró Deidara con una ligera sonrisa, mostrando un nuevo brillo en sus ojos mientras rozaba con sus yemas la mano de Itachi con gran dulzura – novios – susurró Deidara dándose cuenta de lo rara que resultaba esa palabra en sus labios, lo rara que era al pensar en Itachi, el hombre al que siempre amó y por fin… estaba allí con él. Hacía tanto tiempo que no tenía un novio que esa palabra… resultaba extraña cuando la pronunciaba una vez más.


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